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Transformaciones de París durante el Segundo Imperio



Las transformaciones de París durante el Segundo Imperio o trabajos haussmanianos constituyeron la modernización del conjunto de la capital francesa llevada a cabo de 1852 a 1870 por Napoleón III y el prefecto Haussmann.

El proyecto cubrió todos los dominios del urbanismo, tanto en el corazón de París, como en los barrios periféricos: calles y bulevares, reglamentación de las fachadas, espacios verdes, mobiliario urbano, redes de alcantarillado y abastecimiento de agua, equipamientos y monumentos públicos.

Fuertemente criticada por algunos de sus contemporáneos por su enorme costo y por haber reducido la mezcla social, olvidada durante una parte del siglo XX y después rehabilitada por el descrédito del urbanismo de la posguerra, esos trabajos condicionaron para siempre el uso diario de la ciudad por sus habitantes. Sentaron el fundamento de la imagen popular de la capital francesa en el mundo, superponiendo al Viejo París y a sus callejas pintorescas un París moderno hecho de anchos bulevares y plazas despejadas.

A mediados del siglo XIX, el centro de París, contrariamente a la creencia popular, no era más que una ciudad de la Edad Media.

París siempre se había reconstruido sobre sí misma; el crecimiento demográfico de la capital en el siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX, causó una densificación considerable de las áreas centrales, es decir, de los barrios situados dentro de la antigua muralla de Carlos V, rectificada después en tiempos de Luis XIII. Una red de calles estrechas impedían la circulación (en 1851 en París, había 60 259 vehículos y la longitud de todas las calles de la ciudad en conjunto alcanzaron 500 km[2]​) y las casas acogían una población pobre cada vez más numerosa, origen de una insalubridad denunciada por los higienistas.

De acuerdo con las ideas de la época, la estrechez de las calles y la altura de los edificios impedían la circulación del aire y la dispersión de las «miasmas» portadoras de enfermedades y de muerte.[3]​ Las clases ricas tendían cada vez más a salir de esos barrios para instalarse en los faubourgs del norte y del oeste. Fue este proceso de pauperización del centro, con la peligrosidad política que lo acompañaba, lo que se quiso atacar básicamente, con las grandes obras del siglo XIX.

Algunos ejemplos de como era el París de antes de la remodelación se pueden encontrar en las obras Los miserables o Nuestra Señora de París.

En 1608, el rey Enrique IV hizo abrir una nueva vía que debía unir el Pont Neuf con la puerta de Buci, en las murallas de Philip Augustus, y con el bourg Saint-Germain. Esta es la rue Dauphine. Aunque el carácter de la operación no fue totalmente público y pasó a través de los jardines, la rue Dauphine fue la primera calle recta y moderna de París. Durante el siglo XVII, las avenidas plantadas construidas por el poder real en las afueras de la ciudad difícilmente se podrían considerar como urbanas. La única apertura real fue la rue du Roule abierta en 1689 y que conectaba el Pont Neuf con Les Halles.[4]

También a principios del siglo XVIII, la apertura del centro de París era presentada como una necesidad por las autoridades: el acondicionamiento de los muelles del Sena y la destrucción de las casas sobre los puentes, en la década de 1780, obedecieron a esta preocupación tanto por el tráfico, como por la higiene y el control del espacio.[5]​ Bajo la Revolución Francesa, en 1794, la «Commission des artistes» llevó a cabo un plan que propuso nuevas aperturas en París. Una calle debía conectar en línea recta la plaza de la Nación con la gran columnata del Louvre, en la prolongación de la actual avenida Victoria: prefiguraba el futuro gran eje este-oeste y demostraba un gran deseo de poner en valor mejor los monumentos públicos.

Napoléon I, junto a Nicolas Frochot, Pierre-François-Léonard Fontaine y Charles Percier, pusieron en marcha un intenso plan de embellecimiento y dotación de servicios para la capital. París era entonces una ciudad de estructura medieval con importantes carencias. Durante el Primer Imperio, se realizaron importantes obras de infraestructura pública. Son destacables los cuatro nuevos cementerios (Père-Lachaise, Montmartre, Montparnasse y Passy), el canal del Ourcq que abastecería de agua a las nuevas fuentes de la ciudad, la descentralización de los mataderos, la construcción de cuatro nuevos puentes sobre el Sena (Austerlitz, St. Luois, des Arts, Iéna) o la consolidación de varios quais, las muelles de contención fluvial que eliminarían los peligros de inundación y realzarían la monumentalidad de los edificios de las orillas, pero que acabarían con la relación directa entre los ciudadanos y su río.[1]

Napoleón I emprendió, en el emplazamiento de propiedades eclesiásticas convertidas en bienes nacionales, una calle monumental a lo largo del jardín de las Tullerías. En 1807 se inicia la construcción de las primeras arcadas de la calle de Rivoli, cuya prolongación hasta el Hotel de Ville estará muy avanzadá bajo la Segunda República y acabada a principios del Segundo Imperio. Este eje, que afectó a muchas edificios, será más eficaz en términos de la circulación que el del plan de los Artistas. También se sirvió de una antigua herramienta jurídica: la servidumbre de alineación por la que los propietarios solamente podían reconstruir sus edificios en ruinas retirando su nueva fachada detrás de la línea ordenada por la administración. Esta disposición, sin embargo, entrañaba procesos muy lentos de ampliación de la vías públicas. También en 1807, el emperador decretó la apertura de la rue d'Ulm, que unió la iglesia Sainte-Geneviève (actual Panteón) con la rue des Feuillantines, detrás del hospital Val-de-Grace. Esta será la primera vía pública abierta mediante la expropiación.

Durante la década de 1830, el prefecto Rambuteau constató las molestias de la congestión del tráfico y los problemas de higiene en los barrios antiguos superpoblados: se debía «dar a los parisinos agua, aire y sombra».[6]​ En 1836, la calle que lleva su nombre se abrió en el centro de París, entre la rue des Francs-Bourgeois y San Eustaquio. Además, las insurrecciones populares de las que París era el teatro, preocupaban mucho al régimen, nacido él mismo de una revolución en julio de 1830: así Rambuteau realizó al mismo tiempo una operación que también dio lugar a una gran destrucción y cuyo objetivo de seguridad era obvio: el aislamiento y la expansión del perímetro del hotel de Ville. Pero el poder de la administración quedaba limitado por las reglas de la expropiación. La ley del 3 de mayo de 1841 se esforzó un poco para adaptarlas, pero la ley se mantuvo del lado de los propietarios, siempre compensados grandemente gracias a un jurado atento a defenderlos.

Al comienzo del Segundo Imperio se introdujeron nuevas disposiciones reglamentarias que, junto con la ley de 1841 sobre la expropiación por causa de utilidad pública y de un recurso sistemático al endeudamiento, formarían las bases de la política edificatoria del nuevo prefecto del Sena nombrado por el emperador. En 1845, el reformador social francés Victor Considérant escribió:

La planta de las calles en la Ile de la Cité y en el quartier des Arcis, entre el Louvre y el Hôtel de Ville, había cambiado poco desde la Edad Media. La densidad de población en estos barrios era extremadamente alta en comparación con el resto de París. En el barrio de los Campos Elíseos, la densidad de la población se estimaba en 5.380 hab./km²; en los barrios de Arcis y de Saint-Avoye, en el actual III Distrito, había un residente por cada tres metros cuadrados.[8]​ En 1840, un médico describió un edificio en la ile de la Cité, donde una habitación individual de cinco metros cuadrados en el cuarto piso estaba ocupada por veintitrés personas, adultos y niños.[9]​ En estas condiciones, la enfermedad se propagó rápidamente. Dos epidemias de cólera asolaron la ciudad en 1832 y 1848. El cinco por ciento de los habitantes de estos dos barrios perecieron en la de 1848.[9]

La rue des Marmousets, calleja sombría y medieval de la Ile de la Cité, en los años 1850, cerca del Hôtel-Dieu

La rue du Marché aux fleurs en la ile de la Cité, antes de Haussmann, hoy plaza Louis-Lépine

La rue du Jardinet en la Rive izquierda, demolida por Haussmann para abrir el bulevar Saint-Germain

La rue Tirechamp en el viejo «quartier des Arcis», demolida en el curso de la prolongación de la rue de Rivoli

Presidente de la República desde 1848, el sobrino de Napoleón I se convirtió en emperador el 2 de diciembre de 1852 después del golpe de Estado del año precedente. Napoleón III tenía la voluntad de modernizar París. Habiendo vivido en Londres de 1846 a 1848, allí había visto una gran capital provista de grandes parques y redes de saneamiento y un país transformado por la Revolución industrial. Retomó las ideas de Rambuteau. Sensible a las cuestiones sociales, quería mejorar las condiciones de alojamiento de las clases pobres: en 1860, la densidad media de población de París antes de su extensión era de aproximadamente 36 400 hab./km², mientras que diez años antes la del barrio de las Halles ya se acercaba a los 100 000 hab./km²,[10]​ en condiciones de higiene muy precarias. Sin embargo, si no se previó nunca una solución para acoger a las familias desalojadas por las grandes obras, que se vieron obligados a desplazarse a los barrios de la periferia, Louis Napoleon estuvo detrás de la construcción de las primeras 86 viviendas sociales de París en la ciudad de Rochechouart en 1851,[11][12]​ que hizo financiar por el subdepartamento de comercio y de la industria para el edificio a fin de paliar las carencias del consejo municipal de Paris.[13]​ Siguiendo estos mismos principios inspirados por los falansterios de Charles Fourier y por la Icaria de Étienne Cabet[14]​ él mismo dibujó la planta de un conjunto de 41 pabellones destinados al uso de las clases obreras situadas en la avenida Daumesnil y que fueron presentados en la Exposición Universal de 1867.[15][16]​ Finalmente, se trataba de facilitar mejor a la autoridad pública el control de una capital cuyos levantamientos populares habían derribado varios regímenes desde 1789. Los propietarios mismos, celosos también de la valorización de sus locales y su barrio, reclaman vías más anchas y rectas con el fin de facilitar los desplazamientos de las tropas.[17]

Para poner en ejecución este ambicioso proyecto, el nuevo emperador disponía de un poder fuerte, capaz de superar todas las resistencias, lo que les faltó a sus predecesores.

Le quedaba a Napoleón III encontrar a un hombre capaz de dirigir actuaciones a gran escala. Fue el papel que va a cumplir Georges Eugène Haussmann, hombre de acción riguroso y organizado, al que nombró prefecto del Sena en junio de 1853 con la misión de «airear, unificar y embellecer la ciudad»[18]​ Ambos hombres formarán un tándem eficaz. El emperador sostendrá al prefecto contra sus adversarios hasta 1870. Haussmann, en cuanto a él, se mostrará fiel en toda circunstancia, siempre sabiendo sacar adelante sus propias ideas, como el proyecto del bulevar Saint-Germain.

Una obra tan considerable demandaba la intervención de numerosos actores. Victor de Persigny, ministro del Interior, que había presentado a Haussmann a Napoleón, se ocupó de los montajes financieros con la ayuda de los hermanos Péreire. Jean-Charles Alphand se ocupó de los parques y de las plantaciones con el jardinero Jean Pierre Barillet Deschamps. Haussmann subrayó el papel fundamental del servicio del «Plano de París», dirigido por el arquitecto Deschamps, que trazó las nuevas vías y controló el respeto de las reglas de construcción: en este dominio, «la geometría y el dibujo gráfico juegan un papel más importante que la arquitectura propiamente dicha», anotó Haussmann en sus Memorias.[19]​ Otros muchos arquitectos participaron en los trabajos de las nuevas edificaciones: Victor Baltard, en las Halles; Théodore Ballu, en la iglesia de la Trinidad; Gabriel Davioud, en los teatros de la plaza del Châtelet; o el veterano Jacques Hittorff, en la Gare du Nord y en la place de l'Etoile.

Influidos por el sansimonismo, Napoleón III e ingenieros como Miguel Chevalier o empresarios como los hermanos Pereire creían en el voluntarismo económico, que puede transformar la sociedad y reabsorber la pobreza. Es un poder fuerte, e incluso autoritario, de animar a los capitalistas a lanzar grandes trabajos que beneficiaran al conjunto de la sociedad y en particular a los más pobres. El pivote del sistema económico es la banca, que se desarrolló considerablemente. Estos principios encuentran un campo ideal de aplicación en los proyectos de renovación de París. Los trabajos de Haussmann serán decididos y encuadrados por el Estado, puestos en ejecución por los empresarios privados y financiados por el préstamo.

En un primer momento, el Estado expropiaba a los propietarios de los terrenos concernidos por los planos de renovación. Luego demolía los inmuebles y construía los nuevos ejes con todos sus equipamientos urbanos (agua, gas, desagües). Haussmann, contrariamente a Rambuteau, recurrió a los préstamos masivos para encontrar el dinero necesario para estas operaciones, de 50 a 80 millones de francos al año. A partir de 1858, la Caisse des travaux de Paris [Caja de los trabajos de París] fue la herramienta preferida para la financiación. El Estado recuperaba el dinero prestado revendiendo el nuevo terreno en forma de lotes individuales a promotores que debían construir los nuevos edificios de acuerdo a un pliego de condiciones preciso. Este sistema permitió dedicar cada año a los trabajos una suma dos veces más elevada que el propio presupuesto municipal.

Entonces el sistema se resquebrajó poco a poco. Los préstamos masivos de la Caja generaron una deuda que ascendía a 1500 millones de francos en 1870 y eso contribuyó a desacreditar las grandes obras. Jules Ferry denunciará el agujero financiero en 1867: «Las cuentas fantásticas de Haussmann».[20]

Haussmann se benefició de un marco legislativo y reglamentario acondicionado para facilitar los trabajos y asegurar la homogeneidad de las nuevas arterias.

El decreto del 26 de marzo de 1852 relativo a las calles de París, adoptado un año antes del nombramiento de Haussmann, habilitó los principales instrumentos jurídicos:

Los poderes públicos intervienen a la vez sobre el gálibo de los edificios por la vía reglamentaria, y sobre el aspecto estético mismo de las fachadas por medio de servidumbres:

El papel capital jugado por los arquitectos de vías, encargados de la gestión de los vías y sus servicios públicos, marca la importancia tomada por los ingenieros en el seno de los grandes cuerpos del Estado.

El desarrollo de las operaciones refleja la evolución del Imperio: autoritario hasta 1859, más liberal a partir de 1860. Se destruyen 20 000 casas para construir más de 40 000 entre 1852 y 1870. Algunas de estas operaciones de urbanismo se continuaran bajo la Tercera República Francesa, después de la salida de Haussmann y de Napoleón III. París absorbió en 1860 sus faubourgs (suburbios) hasta las «fortificaciones» que habían sido construidas por Thiers en 1844 (que fueron demolidas a partir de 1919).

Los doce antiguos distritos (Arrondissements) dieron paso a veinte nuevos distritos, que no mantuvieron ni los límites ni la numeración anterior.

Cuando Rambuteau había abierto una nueva vía importante en pleno centro de la ciudad, los parisinos se asombraron por su anchura: 13 m. Haussmann va a relegar la calle Rambuteau al rango de vía secundaria con una red de aperturas nuevas de 20 m y hasta 30 m. La avenida Foch, por su parte, que mide cerca de 120 m de ancho, con su paseos laterales monumentales. Comenzará a trabajar para la realización del boulevard Diderot, consecuencia de la ampliación de la antigua rue Mazas. La red de las arterias haussmannianas y post-haussmannianas constituye, todavía hoy, la osatura del tejido urbano parisina.

De 1854 a 1858, Haussmann aprovecha el período más autoritario del reinado de Napoléon III para realizar lo que sólo esta década, posiblemente, podía hacer en toda la historia de París: transformar su centro abriendo una intersección gigantesca.

La construcción del eje norte-sur, del bulevar de Sébastopol al bulevar Saint-Michel, hizo desaparecer del mapa numerosas callejas y callejones sin salida. Formó una gran encrucijada al nivel de Grand Châtelet con la calle de Rivoli: esta última calle, originariamente establecida por Napoleón I a lo largo de las Tullerías se prolonga bajo el Segundo Imperio hasta la rue Saint-Antoine.

Durante este tiempo, Baltard y Félix-Emmanuel Callet acondicionaban y habilitaban las Halles, proyecto lanzado por Rambuteau, mientras que la Isla de la Cité era en gran parte demolida y reordenada. Sus puentes fueron reconstruidos u objeto de trabajos importantes. La rue des Halles fue realizada en 1854, a fin de enlazar les Halles con la plaza del Châtelet.

Los primeros trabajos en la orilla izquierda comenzaron a partir de 1854. La apertura de la rue des Ecoles hasta la rue des Fossés-Saint-Bernard, que ya se previó antes de la toma de posesión del prefecto Haussmann, permitió la terminación de un mejor servicio del barrio Latino y de sus colegios.

Haussmann completa esta gran encrucijada con ejes que conectan la primera corona de bulevares con el centro, tales como la rue de Rennes sobre la orilla izquierda y la avenida de la Ópera sobre la orilla derecha. Cabe señalar los trabajos de la avenue de l'Opéra no serán emprendidos en su mayoría hasta 1876 y no estarán totalmente terminados hasta 1879. En cuanto a la rue de Rennes, que debía llegar al Sena, nunca será terminada.

Haussmann prosigue la obra de Luis XIV. Ensancha los grandes bulevares y construye o planifica nuevos ejes de gran gálibo, como el bulevar Richard-Lenoir.

Los barrios occidentales se beneficiaron de una operación de prestigio: doce avenidas, la mayoría construidas durante el Segundo Imperio, se reunían en la place de l'Étoile. Entre ellas, la avenida Foch, bodeada por jardines, se distingue por su anchura excepcional de 120 m. En contraste con esta última la avenue de Friedland fue la primera parte de un eje que, después de la finalización del boulevard Haussmann, unirá la Place de l'Etoile con el barrio de la Opéra.

El bulevar Voltaire facilitó el contorneo del centro a partir de la plaza de la Nación y la Avenue Daumesnil despejó los barrios ribereños de la estación de Lyon, al tiempo que garantizaba el acceso al bosque de Vincennes.

En los últimos años de su mandato, Haussmann comenzó a acondicionar los distritos creados sobre el emplazamiento de las antiguas comunas anexionadas en 1860. Creó así una vía muy larga y sinuosa que perjudicaba a los distritos XIX, XX y XXI: rue de Puebla,[22]rue des Pyrénées, avenue du Général-Michel-Bizot.

Algunos de los ejes conectaban los grandes bulevares de Luis XIV con los que van a lo largo del pared de los Granjeros generales. Los últimos tramos del Bulevar Haussmann y la línea derecha de la calle Fayette, realizados parcialmente antes de 1870, aseguraron un mejor servicio de los barrios de la Chaussée-d'Antin y del Faubourg Montmartre a partir de los distritos exteriores.

En la orilla izquierda, como los «boulevards du midi» [mediodía], que pasan por la plaza de Italia, la plaza Denfert-Rochereau y Montparnasse estaban demasiado alejados del centro, la idea de otra vía que atravesase en dirección este-oeste se impuso. Haussmann dobló la calle de las Escuelas, dibujada por Napoleón III, en su proyecto personal: el bulevar Saint-Germain, que prolongó en la orilla izquierda los grandes bulevares de la orilla norte.

Otros ejes como el boulevard Malesherbes o incluso los bulevares Barbès y Ornano, ambos hacia la Gare du Nord, permitieron atravesar los arrondissements externos en dirección al centro.

La interconexión entre los grandes ejes de circulación —bulevares, avenidas u otros— impuso la creación de plazas a su medida. La plaza del Châtelet, acondicionada por Davioud, fue la encrucijada entre los dos grandes ejes que atravesaban París de norte a sur y de este a oeste. Los trabajos de Haussmann reacondicionaron otras grandes plazas ya existentes a través de todo París: la plaza de l'Etoile, la place du Château-d'Eau o la place de l'Hôtel-de-Ville.

Otras fueron creadas a partir de cero como las plazas Malesherbes, de l'Alma, Pereire, de Puebla, du Prince-Eugène o incluso la de l'Opéra.

Haussmann hizo construir la estación de Lyon en 1855 por François-Alexis Cendrier y la Gare du Nord en 1865 par Jacques Hittorff.

Soñaba con interconectar las estaciones parisinas por vías férreas entre sí, pero debió contentarse con facilitar su acceso conectándolas con ejes importantes. Desde la estación de Lyon, calle de Lyon, el bulevar Richard-Lenoir y el bulevar de Magenta permitían así llegar a la gare de l'Est. Dos ejes paralelos, rue La Fayette y boulevard Haussmann de una parte, rue de Châteaudun y rue de Maubeuge de otra, unen el barrio de la estación del Este y de la estación del Norte con el de gare Saint-Lazare. En la orilla izquierda, la calle de Rennes conecta con la gare Montparnasse, entonces situada en el actual emplazamiento de la Torre Montparnasse.

Napoleón III y Haussmann puntuaron la ciudad con realizaciones de prestigio. Charles Garnier construyó la Ópera Garnier en un estilo ecléctico y Gabriel Davioud concibió dos teatros simétricos sobre la plaza del Châtelet.

El Hôtel-Dieu, el cuartel de la ciudad (que se convertirá en la prefectura de policía) y el Tribunal de comercio reemplazaron los barrios medievales de la Île de la Cité. Cada uno de los veinte nuevos Distritos de París recibió su propio ayuntamiento.

Ellos se encargan de incluir estos monumentos en la ciudad, acondicionando grandes perspectivas. Así, la avenue de l'Opéra fue pensada para proporcionar un magnífico escenario al edificio de Garnier, pero este último la encontraba demasiado estrecha y debió realzar su fachada para luchar contra las alturas excesivas de los edificios a su alrededor, mientras que las casas que bloqueaban, según ellos, la catedral de Notre-Dame dieron paso a una gran explanada.

En el dominio religioso, el Segundo Imperio vio el advenimiento de la Iglesia San Eugenio (ahora église Saint-Eugène-Sainte-Cécile), la iglesia de la Santa Trinidad, de la iglesia de San Ambrosio y de la Iglesia de San Agustín.[23]​ Esta última es notable por su alta bóveda sin contrafuertes, hecha posible por el uso de una estructura metálica, y su ubicación icónica en el cruce de varios bulevares principales.

La renovación de París se quiso global. La salubridad de los alojamientos implicaba una mejor circulación del aire y también un mejor abastecimiento de agua y una mejor red de evacuación de los desechos.

En 1852, el agua potable llegaba principalmente del río Ourcq. Las máquinas de vapor extraían también agua del Sena, cuya higiene era deplorable. Haussmann confió al ingeniero Belgrand la realización de un nuevo sistema de abastecimiento de agua de la capital, que supondrá la construcción de 600 kilómetros de acueducto entre 1865 y 1900. El primero, el del Dhuis, aportaba agua captada cerca de Château-Thierry. Estos acueductos vertían su agua en los depósitos situados en la capital. En la propia capital y al lado del parque Montsouris, Belgrand erigió entonces el depósito de agua más grande del mundo de la época para recibir el agua del Vanne, el réservoir de Montsouris.

Una segunda red, consagrada al agua no potable, también sacaba el agua del Ourcq y del Sena para la limpieza de las calles y el riego de los espacios verdes. Para lograr esto, un sifón invertido instalado bajo el pont de l'Alma permitía que las canalizaciones de la margen izquierda pasaran sus aguas a la orilla derecha.

La evacuación de las aguas sucias y de los desechos iba pareja con la traída de agua potable. Una vez más, fue el Segundo Imperio el que dio el impulso decisivo a la modernización de la red de alcantarillado de París. La ley de 1852 impuso la obligatoriedad de la conexión de los edificios a la red cuando la calle tuviera una. Las calles que no la tenían van a beneficiarse de la instalación de una red de sanemaiento totalmente visitable: más de 340 kilómetros de red fueron construidos bajo la dirección de Belgrand entre 1854 y 1870. La red era unitaria: las aguas de lluvia fluían por la misma canalización que las aguas negras. Los desagües dejaron de verter en el Sena en pleno centro de París, y desaguaron mucho más lejos, río abajo, en Asnières.

Estas dos redes, extensas y perfeccionadas en el curso de las épocas siguientes, siguen en uso hoy en día.

Napoleón III reorganizó también la distribución del gas en París. En 1850, confió una concesión a una compañía única, la Compagnie parisienne du gaz[24]​ conservando siempre el control de los precios. El consumo de gas de alumbrado, un subproducto de la transformación (contaminante) de la hulla en coque, que había aparecido en París bajo la Monarquía de Julio, aumentó significativamente. El industrial y químico Payen advertía:

Al mismo tiempo, Haussmann confió a Davioud la realización del mobiliario urbano que todavía está presente hoy en las aceras y los jardines de la capital.

Los espacios verdes eran raros en París, ciudad que siempre se había desarrollado en el interior de sus murallas que, a pesar de sucesivas extensiones, acababan por encorsetarla.

Seducido por los vastos parques londinenses, Napoleón III confió al ingeniero Jean-Charles Alphand, futuro sucesor de Haussmann bajo la República, la creación de varios parques y bosques. El bosque de Boulogne y el el de Vincennes bordearon la ciudad al oeste y al este. En el interior de la muralla de Thiers, el parque des Buttes-Chaumont y el parque Montsouris ofrecían paseos a los habitantes de los barrios demasiado alejados de los grandes bosques exteriores. El parque Monceau, antigua propiedad de la familia 'Orléans, fue en parte dividido en lotes y construido. Cada barrio también recibió pequeños squares (alrededor de 80 plazas para los 80 barrios de París, siendo la voluntad de que cualquier habitante de París pudiese encontrar una plaza a menos de diez minutos a pie de su domicilio[25]​), mientras que filas de árboles bordeaban algunas avenidas (se estima en 80 000 el número de árboles plantados en las calles de París durante ese periodo[25]​).

Louis Lazare muestra que los trabajos habían eliminado 57 calles o pasajes, 2227 casas demolidas hasta el suelo y más de 25 000 habitantes, casi todos obreros, obligados a abandonar el centro de la ciudad fueron empujados hacia las afueras. Este desplazamiento, que siguió a la marcha de los trabajos en el centro de París, fue una migración forzada. La población se marchó predominantemente a los barrios vecinos del antiguo muro d'octroi, principalmente hacia los faubourgs du Temple, Saint-Antoine y Saint-Marceau[26]​ sino también en los suburbios, principalmente en las comunas de Belleville, Ménilmontant, Charonne, Ternes, Montrouge, Vaugirard et Grenelle.

Artistas y arquitectos como Charles Garnier denunciaron la monotonía sofocante de esta arquitectura monumental. Políticos y escritores acusaron la extensión de las especulaciones y de la corrupción (La Curée, de Zola) y algunos acusaron sin razón a Haussmann de enriquecimiento personal. Las numerosas críticas se referían no obstante a cuestiones de fondo y van a acabar por hacer caer al prefecto.

El debate sobre la obra de Haussmann

Antes de nada deberíamos decir que en el caso de París y de Haussmann, las actuaciones que finalmente quedan a la vista son menos importantes que otras cosas que creó desde su puesto y que son calles que se pueden ver cada día. En este sentido podríamos decir que la intervención de Haussmann se apoya en un pilar fundamental que es la reforma en la forma de gestión y en la actividad administrativa de los poderes públicos.

El interés que tiene el plan de Haussmann radica en ser el primer ejemplo de una acción, sobre una trama ya existente, lo suficientemente amplia e importante como para mantenerse al paso de los años y de las transformaciones sufridas posteriormente por la ciudad. Pero esta forma de actuar fue criticada en su tiempo. Si los liberales le criticaban su “ métodos financieros “ los intelectuales y artistas no le perdonaban lo que ellos entendían como la destrucción de los ambientes del viejo París y la vulgaridad de las nuevas construcciones. En general el plan de Haussmann funcionó perfectamente durante muchos decenios, pero luego llegó a quedarse inadecuado y “ pequeño “ para las necesidades crecientes de los nuevos tiempos, con el agravante de que aquel enorme dispositivo se mostraba como un ente que carecía de flexibilidad y que oponía una gran resistencia a cualquier modificación. En el fondo Haussmann piensa que París puede ser “ reordenado “ de una vez por todas y que esa reordenación deberá hacerse con criterios de regularidad geométrica y simetría aceptando en este punto los convencionalismos de la cultura de la academia.

Haussmann no puede actuar como lo harán los urbanistas barrocos sino que su acción es un continuo estímulo y coordinación de las múltiples fuerzas que actúan de modo siempre variable sobre la formación urbana.

Los contemporáneos de Napoleón III le acusaron de haber ocultado bajo las preocupaciones sociales e higienistas un proyecto esencialmente policíaco: la construcción de vías anchas habría tenido como objetivo principal facilitar los movimientos de tropas y el establecimiento de calles rectas habría permitido tirar con cañón sobre una la muchedumbre amotinada y sus barricadas.

La misma amplitud de los trabajos mostraba que los fines de Napoleón no podían limitarse al aspecto de la seguridad pública: más allá de la apertura de los bulevares que era la parte más espectacular, la transformación entrañaba el establecimiento de modernas redes en el subsuelo, la instalación de un mobiliario urbano eficaz en superficie y la armonización de la arquitectura a lo largo de las calles nuevas. Es verdad, no obstante, que Napoleón deseaba establecer un orden estricto. Haussmann no vaciló en explicar que sus aperturas facilitarían el mantenimiento del orden para promover sus proyectos ante el Consejo de París o ante los propietarios locales. La dimensión estratégica estaba pues presente, pero constituyó sólo un elemento entre otros. Posiblemente fue la más importante cuando se trataba de unir los principales cuarteles entre ellos.[27]​ Esto concernió al bulevar Voltaire y la calle Monge, Gay-Lussac y Claude-Bernard, según Pierre Pinel.

Haussmann no fue responsable de la policía. Su mandato correspondió, al contrario, a un debilitamiento del prefecto de policía a favor del prefecto de París, que recuperó atribuciones como los problemas relacionados con la insalubridad, el alumbrado público y la limpieza de las calles.[28]

A pesar de los ideales sociales que animaban en parte inicialmente las transformaciones de París en el espíritu de Napoleón III, numerosos observadores contemporáneos denunciaron los efectos demográficos y sociales de las operaciones urbanas llevadas a cabo por Haussmann.

Luis Lazare, autor bajo el prefecto Rambuteau de un importante dictionnaire des voies parisiennes [Diccionario administrativo e histórico de las calles de París y de sus monumentos], estimaba en 1861 en la Revue municipale que los trabajos haussmannianos contribuían a hacer crecer desmesuradamente la población necesitada de asistencia, atrayendo a París a una población pobre.[29]​ De hecho, el propio Haussmann ralentizó en cierta medida los trabajos con el fin de evitar un exceso de afluencia de obreros a París.

Por otra parte las críticas denunciaron, desde los años 1850, los efectos que las renovaciones tenían sobre la composición social de París. De una manera un poco esquemática, se trazaba un retrato del edificio parisino pre-haussmanniano como síntesis de la jerarquía social parisina: burgueses, en el primer piso; funcionarios y empleados, en los segundos y terceros; obreros, en el cuarto; personal de servicio, estudiantes y pobres, en los desvanes. Todas las clases sociales coincidían así en el mismo edificio. Esta convivencia, que debía ser matizada desde luego según los barrios, habría desaparecido en gran parte después de los trabajos de Haussmann. Estos habrían tenido dos efectos según el plan de reparto del hábitat en París:

En respuesta, Haussmann puso por delante la creación, muy compleja, del bosque de Vincennes, destinando a proporcionar a las poblaciones de obreros un paseo comparable al bosque de Boulogne. Por otro lado, hay que anotar que los barrios insalubres «nettoyés» por Haussmann no albergaban apenas burgueses.

Así se constituyó una forma de zonificación que dominó siempre la distribución de los habitantes y de las actividades en París y su banlieue próxima: en el centro y en el oeste, las oficinas y los barrios burgueses, al este y en la periferia los habitantes más pobres y las actividades industriales.

A fines de los años 1860, el sistema de financiación ya conoció disfunciones. La anexión de las comunas colindantes en 1860 había sido muy cara: los trabajos a realizar en estos barrios suburbanos eran más importantes que en el centro de la ciudad, ya provistos de algunos equipamientos. Los créditos previstos fueron, por mucho, insuficientes. Por otra parte, la flexibilización del mismo régimen política hacía más difíciles las expropiaciones; la jurisprudencia del Consejo de Estado y de la Corte de Casación intervino casi siempre en favor de los propietarios.

Además los parisinos soportaban ya mal las obras que paralizaban la ciudad desde hacía casi más de veinte años. Las redes de bulevares que saturaban los distritos exteriores con obras no tenían una utilidad tan evidente como la apertura del bulevar de Sébastopol o del bulevar Saint-Germain.

Jules Ferry se hizo un nombre gracias de una serie de artículos de prensa reagrupados bajo el título Les Comptes fantastiques d’Haussmann [Las cuentas fantásticas de Haussmann]. Denunciaba la ambición exagerada de los últimos proyectos y su financiación incierta. Estos proyectos eran financiados en efecto, no por el préstamo, sino por bonos de delegación emitidos por la Caisse des travaux de Paris [Caja de los trabajos de París], fuera del control del Parlamento.

Haussmann fue finalmente depuesto de su cargo a principios de 1870, algunos meses antes del fin del Segundo Imperio, al que había servido durante toda su duración. Las deudas contraidas fueron finalmente absorbidas por la Tercera República.

El «haussmannianismo» no se contentó solamente con trazar calles y crear los equipamientos adecuados. Intervino también en el aspecto estético de los inmuebles privados.

El frente de la calle de la manzana ( en francés, islote, îlot) fue concebido como un conjunto arquitectónico homogéneo. El inmueble no era autónomo y debía contribuir a un paisaje urbano unificado con los otros edificios apoyados en las nuevas aperturas. Sin embargo, la manzana haussmanniana sigue siendo heterogénea: únicamente las parcelas situadas' en las nuevas aperturas se vieron afectadas por la modernización, y las otras parcelas de la manzana anterior no se destruyeron; las edificaciones de siglos anteriores cohabitaban con los nuevos edificios, y el azar de las parcelas inedificables, revelaba la parte trasera de esas construcciones en patios o en las nuevas alineaciones.

El Reglamento de urbanismo de París y las servidumbres impuestas por los poderes públicos favorecieron una tipología que llevó a término la evolución clásica del inmueble parisino hacia la fachada característica del París haussmanniano:

La fachada se organiza alrededor de líneas horizontales fuertes que a menudo continúan de un edificio a otro: balcones, cornisas, alineación perfecta de fachadas sin retiros ni salientes importantes. El modelo de la calle de Rivoli se extiende al conjunto de las nuevas vías parisinas, a riesgo de una uniformización de ciertos barrios. Sobre la fachada, los progresos de las técnicas de aserradura y de transporte permitieron utilizar la piedra de sillería en «gran aparejo», es decir en forma de gruesos bloques y no como un simple aplacado. Las calles producen un efecto monumental que dispensaba a los edificios de recurrir a la decoración: las escultura o moldeados no se multiplicarán hasta finales del siglo.

Las transformaciones haussmannianas mejoraron la calidad de vida en la capital. Las grandes epidemias, en especial las del cólera, desapareció, (pero no las de tuberculosis), la circulación fue mejorada, los nuevos inmuebles fueron construidos mejor y más funcionalmente que los antiguos. Pero no habiendo intervenido más que puntualmente sobre los barrios antiguos, quedaban aún zonas insalubres, lo que explica el resurgir de las ideas higienistas en el siglo siguiente, y después la radicalidad de algunos urbanistas del siglo XX.

El Segundo Imperio marcó tanto la historia urbana de París que todas las corrientes arquitectónicas y urbanísticas posteriores se verán forzadas a referirse a él, sea para adaptarse o para rechazarlo, o aun para intentar repetir ciertos elementos.

Se puede fechar el fin del hausmanianismo «puro» en los reglamentos de urbanismo de París de 1882 y 1884, que rompieron con la uniformidad de la calle clásica permitiendo los salientes y las primeras fantasías al nivel del tejado, que se desarrollarán considerablemente después del reglamento de 1902. No obstante todavía se trata sólo de un «pos-haussmannianismo», que no rechaza más que la austeridad del modelo napoleónico sin cuestionar la disposición general de las calles y de las manzanas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en cambio, las nuevas necesidades de alojamiento y el advenimiento, un siglo después de Napoleón III, de un nuevo poder voluntarista con la Quinta República gaullista abrieron una nueva era del urbanismo parisino. Esta rechazó casi completamente la herencia haussmaniana en provecho de las ideas de Le Corbusier, abandonando la alineación sobre la calle, la limitación del gálibo y la calle misma, abandonada al automóvil en detrimento de los espacios peatonales en «urbanismo de Dalle» (urbanismo de reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial). Este nuevo modelo fue puesto rápidamente en tela de juicio en los años 1970, que marcaron el principio del redescubrimiento de la herencia haussmaniana: la vuelta a la calle multifuncional se acompañó de una vuelta a la limitación del gálibo y, en ciertos barrios, de una tentativa de recobrar la homogeneidad arquitectónica de las manzanas del Segundo Imperio.

La opinión pública parisino tiene hoy una visión positiva de la herencia haussmanniana, hasta el punto de que ciertos ciudades de los suburbios, por ejemplo Issy-les-Moulineaux o Puteaux, han construido barrios que reivindican hasta en su nombre («distrito haussmanniano») la herencia haussmanniana. Estos barrios son en realidad pastiches de la arquitectura pos-haussmanniana de principios del siglo XX con sus «miradores» y sus loggias (balcones espaciosos, sobre todo cubiertos, conteniendo un cierre sobre una de sus caras).



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