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Anticristo



En la teología y escatología cristianas, el nombre Anticristo se refiere a una figura que cumpliría con las profecías bíblicas concernientes al antagonista de Cristo. El uso de este vocablo aparece cinco veces en la Biblia tanto en forma singular como en plural, todas ellas en dos de las cartas del apóstol Juan, donde por un lado hace referencia a la manifestación, prevista para el fin de los tiempos, [1]​ y, por otro, a la anticipación de esta manifestación en la acción de apóstatas que reniegan del cristianismo.[2]

El término procede del griego αντὶ- (antì-, «sustituto, opuesto») y χριστός (khristós, «ungido, mesías, Cristo»), con el significado literal de "aquel que sustituye o se opone a Cristo".

Sólo en el cristianismo, y en menor medida en el judaísmo y en el islamismo, desempeña un papel relevante la figura de un ser humano totalmente malvado. Desde un punto de vista histórico los orígenes del concepto se encuentran en las creencias mesiánicas y apocalípticas del judaísmo del Segundo Templo y en su confluencia entre los cristianos con la fe en Jesús.[3]

Comúnmente con este término se ha hecho alusión a los herejes dentro de las propias corrientes cristianas. Así lo encontramos en las Epístolas de San Juan, en las cuales es empleado para referirse a cualquiera que niega que “Jesús es el Cristo” y el Hijo de Dios que vino “en carne”.

A lo largo de la historia, nos encontramos con diversas corrientes heréticas que niegan la divinidad de la persona de Jesús, junto a otras que predican a Cristo como un mito desligado de toda realidad material, cuestionando la verdad histórica de los evangelios para considerarlos solo relatos simbólicos donde aparecerían únicamente arquetipos. Estas doctrinas han recibido diversas denominaciones y a menudo engloban diferentes conceptos astrológicos y panteístas en sus cuerpos de creencias.

Solamente en la primera y segunda epístolas de Juan, en el Nuevo Testamento, se utiliza la palabra griega «Anticristo». Las citas son cuatro:

"Hijos míos, ha llegado la última hora. Ustedes oyeron decir que vendría un Anticristo; en realidad ya han aparecido muchos anticristos, y por eso sabemos que ha llegado la última hora." (1 Juan 2, 18).

"¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo: el que niega al Padre y al Hijo." (1 Juan 2, 22).

"Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo, por el que ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo." (1 Juan 4, 3).

"Porque han invadido el mundo muchos seductores que no confiesan a Jesucristo manifestado en la carne. ¡Ellos son el Seductor y el Anticristo !" (2 Juan 1, 7).[4]

En los tres primeros versículos, el Anticristo es presentado como una figura singular, externa a la comunidad cristiana, que expresa mera oposición y rechazo al Dios cristiano, pero que tiene capacidad de inspirar en muchos el rechazo a Jesús.

En el versículo de la segunda carta lo que se expone es inverso: muchos que no manifiestan a Jesucristo llegan luego a ser la singular pareja dual: "el Seductor y el Anticristo" por oposición "al Padre y al Hijo". El camino hacia el rechazo al Dios cristiano comienza en esta descripción por el rechazo a Jesucristo.

La conducta que Juan sugiere a la comunidad para superar estos peligros que llevan al ateísmo es el retorno al amor fraterno de los principios.

De las siguientes citas, únicamente la Primera epístola de Juan habla literalmente de «los anticristos», en plural. En el resto de las citas, es una cuestión de interpretación según el lector vea ahí que se refiere al mismo personaje. En las citas del Antiguo Testamento es más discutida esta identidad, ya que el término «anticristo» es exclusivo del Nuevo Testamento, por la misma naturaleza del concepto que Juan emplea en su primera carta:

Ireneo de Lyon en su obra Contra las herejías se refiere al Anticristo:

"Y no sólo por lo que hemos dicho, sino también por lo que sucederá bajo el poder del Anticristo, se prueba que el diablo, siendo apóstata y ladrón, quiere ser adorado como Dios; y se quiere proclamar rey, siendo un siervo. Porque él, recibiendo todo el poder del diablo, vendrá no como rey justo o legítimo sujeto a Dios, sino como impío, injusto y sin ley, como apóstata, inicuo y homicida, como un ladrón que recapitulará en sí la apostasía del diablo. Derrocará a los ídolos para persuadirnos de que él mismo es Dios, poniéndose a sí mismo como el único ídolo, resumiendo en sí los distintos errores de los ídolos, a fin de que, aquellos que adoran al diablo mediante muchas maldades, lo sirvan a él en su único ídolo." (...) "Esto es lo que el Anticristo hará cuando reine: trasladará su reino a Jerusalén y se asentará en el templo de Dios, seduciendo a aquellos que lo adoran como a Cristo." [5]

Hipólito de Roma en su Tratado de Cristo y el Anticristo afirma:

“Cristo es un león, por lo que el Anticristo es también un león; Cristo es un rey, por lo que el Anticristo es también un rey. El Salvador se manifestó como un cordero; así que él también, de igual manera, aparecerá como un cordero, aunque dentro de él es un lobo. El Salvador vino al mundo en la circuncisión, y vendrá de la misma manera. El Señor envió apóstoles entre todas las naciones, y él de la misma manera enviará falsos apóstoles. El Salvador reunió a las ovejas que fueron esparcidos, y de igual manera reunirá a un pueblo que estaba disperso. El Señor le dio un sello a los que creen en él, y él le dará a uno semejante manera. El Salvador apareció en forma de hombre, y él también vendrá en la forma de un hombre. El Salvador levantó y mostró su santa carne como un templo, y él levantará un templo de piedra en Jerusalén."[6][7][8]

San Agustín escribe en sus Comentarios a San Juan refiriéndose a los anticristos:

"Si halláramos que la misma Escritura nos dice que no sólo se niega con la lengua, sino también con los hechos, con toda certeza topamos con muchos anticristos: los que de boca confiesan a Cristo, pero con sus costumbres disienten de él. ¿Dónde hallamos eso en la Escritura? Escucha al apóstol Pablo. Hablando de ese tipo de personas, dice: Pues confiesan que conocen a Dios, pero le niegan con las obras. Hemos hallado a los anticristos mismos: quien niega a Cristo con sus obras es un anticristo. No presto oído a lo que suena al oído, sino que pongo los ojos en cómo vive. Hablan las obras y ¿estamos buscando palabras? Pues ¿qué malvado no quiere hablar como persona de bien?."[9]

El abad benedictino Adso de Montier del siglo X es el que resume en su Epistola Adsonis ad Gerbergam reginam de ortu et tempore Antichristi (conocida como De Antichristo) las características del personaje. Se presenta al Anticristo en una biografía cronológica, lo que permitió una amplia divulgación de este escrito. El autor expresa: "Como dijimos anteriormente, él nacerá en la ciudad de Babilonia, vendrá a Jerusalén, se circuncidará y dirá a los judíos: "Yo soy el Cristo prometido a ti que ha venido a salvarte, para que yo pueda reúnanse y defiendan quienes son la Diáspora ". En ese momento, todos los judíos acudirán a él, creyendo que están recibiendo a Dios, sino que recibirán al diablo. El Anticristo también "será entronizado en el Templo de Dios", es decir, en la Santa Iglesia, y hará mártires a todos los cristianos. Será elevado y grande, porque en él estará el diablo, la fuente de todo mal "que es el rey sobre todos los hijos del orgullo". (...) Los maestros dicen que el Anticristo será asesinado en el Monte de los Olivos en su tienda y en su trono, en el lugar opuesto a donde el Señor ascendió al cielo."[10]

Hildegarda de Bingen presenta la figura del Anticristo en su obra Scivias, compuesta entre los años 1141 y 1151. Aunque no lo identifica con un personaje histórico concreto, afirma que el "Corruptor" surge del seno mismo de la Iglesia. Su madre "en el ardor tan ferviente de aquella fornicación concibe al Hijo de la Perdición, sin saber de cuál de los hombres es la semilla con que lo ha concebido".

"En realidad el Anticristo, poseído por el diablo, cuando abra su boca para su perversa enseñanza destruirá todo lo que Dios había establecido en la Ley Antigua y en la Nueva, y afirmará que el incesto, la fornicación, el adulterio y otros tales no son pecado.".

"Sin embargo, les manda observar la circuncisión y el judaísmo, según las costumbres de los judíos, haciendo más leves –de acuerdo con la voluntad de ellos– los preceptos más duros de la Ley".[11]

Joaquín de Fiore en su teología de fines del siglo XII: "A partir de su lectura del Libro del Apocalipsis de san Juan, Joaquín afirma que cinco tiempos ya se concluyeron, y cinco de los siete sellos (Ap. VI) han sido ya abiertos. Así pasaron sucesivamente el tiempo de los apóstoles, el de los mártires, de los doctores, de los monjes, y finalmente el de la lucha entre Roma y Babilonia —la rivalidad entre el papa y el emperador—. El sexto tiempo, caracterizado por un recrudecimiento de la lucha entre ambos poderes, y que es el del abad de Fiore, debería acabarse en medio de grandes tribulationes, de persecuciones originadas por un magnus tyrannus. Périodo oscuro en el que nadie busca la fe o la verdad, en el que la violencia y los conflictos dividen el pueblo cristiano, en el que todo parece perdido, tiempo del Anticristo sobre el que existe una larga tradición."[12]​.

Santo Tomás de Aquino en su Comentario a la segunda epístola a los Tesalonicenses,[13]​ afirma:

"(L)a firmeza y estabilidad del Imperio Romano estaba ordenada a que, debajo de su sombra y señorío se predicase por todo el mundo la fe cristiana. Mas ¿cómo puede ser esto, siendo ya pasadas muchas centurias desde que los Gentiles se apartaron del Imperio Romano y, eso no obstante, no ha venido aún el Anticristo? Digamos que el Imperio Romano aún sigue en pie, mas mudada su condición de temporal en espiritual, como dice San León Papa en un sermón sobre los Apóstoles. Por consiguiente, la separación del Imperio Romano ha de entenderse, no sólo en el orden temporal, sino también en el espiritual, es a saber, de la fe católica de la Iglesia Romana. Y ésta es una señal muy a propósito, porque, así como Cristo vino cuando el Imperio Romano señoreaba sobre todas las naciones, así por el contrario la señal del Anticristo es la separación de él o apostasía."

También agrega: "dicen algunos que el Anticristo es de la tribu de Dan, que no se nombra entre las otras 12 (Ap 7); y por eso también los Judíos lo recibirán primero, y reedificarán el templo en Jerusalén, y así se cumplirá lo de Da 9,27: "y estará en el templo la abominación de la desolación" (Mt 24). Pero algunos dicen que nunca será reedificada Jerusalén, ni el templo, sino que durará la desolación hasta la consumación y fin del mundo. Creencia que también admiten algunos Judíos; por eso la explicación que dan de "en el templo de Dios" la refieren a la Iglesia, porque muchos eclesiásticos lo recibirán."

El papa Gregorio XI condenó en el año 1377 las doctrinas de Juan Wiclef. Este teólogo se mostraba contrario a los tributos que Inglaterra debía pagar a la Santa Sede como feudataria, y abogaba por mantener una política de independencia respecto a la autoridad papal en materia civil y política. Esto le puso en el punto de mira de los tribunales eclesiásticos y el propio pontífice Gregorio XI le llamó anticristo.[14]

San Vicente Ferrer predica a comienzos del siglo XV sobre la inminente llegada del anticristo: “Anticristo se llamará precisamente “quod est contra Christo” y su doctrina, pero también se opondrá al verdadero vicario de Cristo.” “El texto continúa con la enumeración de las señales por las que podrá reconocerse llegada la venida del Anticristo, donde no falta la referencia al cisma (1378-1417), que sería consecuencia de la no observancia de la santa pobreza por parte de los eclesiásticos”[15]​.

"La última razón, probablemente la primera si pensamos en lo que lleva a Ferrer a creer tan fervientemente en sus propias palabras, es el Gran Cisma. Ferrer cita la Segunda carta a los Tesalonicenses 2, 3-4 insistiendo en que la injerencia del poder temporal en el campo del espiritual es el cumplimiento de la citada dissensio dentro de la Iglesia verdadera de Dios.

La fecha del nacimiento del Anticristo, según Ferrer, es 1403. Esta fecha no aparece únicamente en estos sermones sino que también se repite en su carta al Papa Benedicto XIII en 1413 -aclaración: se refiere a Benedicto XIII de Aviñón-. Si el Anticristo ya está aquí, el fin del mundo ya está aquí." [16]

En la misma época (comienzos del siglo XV), el sacerdote, teólogo y filósofo checo Jan Hus predicaba que el papa era la encarnación del anticristo, criticando a su contemporáneo: Juan XXIII (antipapa).[17]

Tras la Caída de Constantinopla el papa Nicolás V hizo un llamamiento a los príncipes europeos para dirigir una cruzada contra el sultán Mehmed II, al que señalaba como "precursor del anticristo".[18]

Durante el Concilio de Letrán V, la constitución Munus praedicationis de 1516 enuncia las reglas aplicables a la predicación sobre la venida del Anticristo, afirmando: "Que no tengan nunca la presunción de predicar ni anunciar un momento preciso para los males futuros, ni la venida del Anticristo, ni un día determinado para el juicio". Esta prohibición se reitera en el Concilio de Trento.[19]

Ambrosio Catarino, teólogo dominico, escribió una Apología contra Martín Lutero, obra que algunos consideran “el origen literario de la Contrarreforma". El libro muestra una lista de once formas a través de las cuales Lutero engaña a la gente común. Esta lista es equivalente a su afirmación de que Lutero es el anticristo.

Hacia 1520, Lutero había llamado públicamente "anticristo" al Papa León X. En 1521, después de ser excomulgado, Lutero desarrolla más extensamente el tema en su Responsio a Ambrosio Catarino. Su argumentación se centra en el pasaje de Daniel 8:23-25. Según Lutero este pasaje no se refiere a un solo individuo, sino a un sistema o reino: de este modo se aleja de la visión medieval tradicional.

Lutero termina por identificar al sistema papal como el anticristo. Sugiere que cuando el anticristo “se opone y exalta a sí mismo sobre todo lo que se llama Dios, o lo que es adorado”, lo que hace realmente es exaltarse a sí mismo por sobre el evangelio.[20]

En 1604, el dominico español Tomás de Maluenda publica su De Antichristo: la obra, de más de mil doscientas páginas en latín, reúne las creencias sobre el anticristo, animándose a escribir una biografía del personaje. Según Tomás de Moluenda, el Anticristo reinará en Jerusalén y no solo restaurará el templo de Salomón, "puede ser que el Anticristo tenga dos residencias reales, o dos palacios: uno en Jerusalén en el monte Sión, que sería el más majestuoso, otro como casa de campo, para solazar su corazón, cerca de Nicópolis".[21]

El sacerdote y teólogo jesuita Manuel Lacunza en su monumental obra sobre el fin de los tiempos, descarta que el anticristo pueda identificarse con un único individuo y afirma que se trata de "un cuerpo moral anticristiano, compuesto de muchos individuos". Su característica principal: "el carácter y distintivo propio de este cuerpo moral, no puede ser otro que solvere Jesum, active, vel pasive: no puede ser otro que el odio formal á Jesús: el oponerse á Jesús: perseguir á Jesús: procurar destruirlo, ó desterrarlo del mundo, borrando del todo su nombre y su memoria."[22]

El Cardenal Newman, en su obra Cuatro Sermones sobre el Anticristo afirma que "fue tradición universal en la Iglesia antigua que el Anticristo será un hombre individual, no un poder ni un mero espíritu ético o sistema político". Citando a San Jerónimo agrega: "lo que hemos recibido de todos los escritores eclesiásticos: esto es que al al fin del mundo, cuando el Imperio Romano sea destruido, habrá diez reyes quienes se dividirán entre ellos el territorio romano y que surgirá un undécimo pequeño rey, quien prevalecerá sobre tres de los diez. Luego recibirá la sumisión de los otros siete".[23]

La vidente Mélanie Calvat afirmó haber recibido un secreto de la Virgen María en la Montagne de la Salette, Francia, el 19 de septiembre de 1846: "Un gran rey ascenderá al trono, y reinará por algunos años. La religión florecerá y se difundirá por toda la tierra y la fertilidad será grande, el mundo feliz de no perderse nada comenzará sus desórdenes, abandonará a Dios y se entregará a sus pasiones criminales. [Entre] los ministros de Dios y las esposas de Jesucristo, habrá quienes se complacerán en el desorden, y eso es lo que será [más] terrible. Finalmente, el infierno reinará en la tierra. Será entonces cuando el anticristo nacerá de una monja: ¡pero ay de ella! Muchas personas le creerán, porque dirá que vino del cielo, ¡ay de los que le creen! El tiempo no está lejos, no pasará dos veces 50 años." [24]

El Cardenal Henry Edward Manning afirma: "La primera gran Revolución Francesa fue la inauguración del reino del Anticristo, de la negación de la fe cristiana, de la ruina del orden cristiano, de la subversión de la autoridad de la Iglesia de Dios (tanto en la vida pública como en la privada) y desde ese día hasta hoy los principios de la turbulencia y la apostasía han azotado y atormentado a los reinos. (…) Sea que la Iglesia sea revestida con poder temporal o no; mientras el mundo sea cristiano, el mundo creerá en Jesucristo y en Su Vicario. Mientras crea que tiene un Vicario en la tierra, ningún rey príncipe o soberano se atreverá a reclamarlo como sujeto."[25]

León XIII, en su encíclica Humanum Genus de fines del siglo XIX, no se refiere explícitamente al anticristo, pero condena a la Masonería, por su moral "naturalista", que niega "un fin último del hombre, muy superior a todas las realidades humanas y colocado más allá de esta transitoria vida terrena". Acusa a los masones de: "Querer destruir la religión y la Iglesia, fundada y conservada perpetuamente por el mismo Dios, y resucitar, después de dieciocho siglos, la moral y la doctrina del paganismo". [26]

San Pio X, en su primer encíclica E Supremi del año 1903, afirma: "¡Tal es, en verdad, la audacia y la ira empleadas en todas partes en la persecución de la religión, en la lucha contra los dogmas de la fe, en un esfuerzo descarado por desarraigar y destruir todas las relaciones entre el hombre y la Divinidad! Mientras, por otro lado, y esto según el mismo apóstol es la marca distintiva del Anticristo, el hombre se ha puesto con infinita temeridad en el lugar de Dios, elevándose sobre todo lo que se llama Dios; de tal manera que, aunque no puede extinguir completamente en sí mismo todo conocimiento de Dios, ha contemplado la majestad de Dios y, por así decirlo, hizo del universo un templo en el que él mismo debe ser adorado. "Se sienta en el templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios" (II. Tes. Ii., 2).[27]

Pio XI, en su encíclica de 1937 contra el régimen nazi,[28]​ parece definir al anticristo sin usar expresamente el término: "En consecuencia, aquel que con sacrílego desconocimiento de la diferencia esencial entre Dios y la criatura, entre el Hombre-Dios y el simple hombre, osase poner al nivel de Cristo, o peor aún, sobre El o contra El, a un simple mortal, aunque fuese el más grande de todos los tiempos, sepa que es un profeta de fantasías a quien se aplica espantosamente la palabra de la Escritura: El que mora en los cielos se burla de ellos (Sal 2,4)." (Nro. 20).

Pio XII en su encíclica de octubre de 1939, afirmaba: "Mientras os escribimos, venerables hermanos, esta nuestra primera encíclica nos parece, por muchas causas, que una hora de tinieblas (Lc 22,53) está cayendo sobre la humanidad, hora en que las tormentas de una violenta discordia derraman la copa sangrienta de innumerables dolores y lutos." (Summi Pontificatus, Nro. 73).

Se afirma que el papa realizó exorcismos contra Adolf Hitler, considerando que sus decisiones tenían una trascendencia diabólica, que afectaba a todo el orbe. "Una de las personas que, fuera del personal eclesiástico, fue testigo presencial de los exorcismos realizados por el papa Pío XII y que años después de esos hechos decidió hacer público lo sucedido, fue su asistente personal la religiosa Sor Pascalina Lehnert quien bajo juramento, afirmó lo siguiente: “El cardenal Michael von Faulhaber (muy influyente obispo de Munich durante la conflagración) y otros obispos, estaban persuadidos de que Hitler estaba endemoniado y alertaron al Santo Padre y este cuando empezó la guerra no sólo hizo oraciones, sino que recurrió al exorcismo sobre Hitler en su capilla privada, estando yo presente.” Por otra parte, "(e)l exorcismo practicado a distancia a Hitler por Pío XII, fue confirmado por el padre Peter Gumpel historiador y teólogo jesuita relator de la causa de beatificación del mencionado pontífice, durante el transcurso de una Mesa Redonda en torno al tema “Pío XII constructor de la paz” que tuvo lugar en el Caprania College en Roma".[29]

Benedicto XVI ha escrito en su libro Jesús de Nazareth: "La violencia no instaura el Reino de Dios, el reino del humanismo. Por el contrario, es un instrumento preferido por el anticristo, por más que invoque motivos religiosos o idealistas. No sirve a la humanidad, sino a la inhumanidad."[30]

El primer papa emérito ha expresado también: "La sociedad moderna está formulando un credo del anticristo y el que se opone a él es castigado con la excomunión social. El temor ante el poder espiritual del anticristo es demasiado natural". Según Benedicto XVI, la auténtica amenaza para la iglesia actualmente proviene de "una dictadura mundial de ideologías aparentemente humanistas".[31]

El papa Francisco (papa) ha afirmado que los corruptos son "el anticristo", porque hacen daño a la Iglesia y son "un peligro, ya que son adoradores de sí mismos, sólo piensan en ellos y consideran que no necesitan de Dios".[32]

Algunas sectas milenaristas cristianas asocian este término a un adversario que la Biblia señala en la Segunda Epístola a los Tesalonicenses, donde se describe la venida, justo antes de la llegada de Jesucristo, de una especie de agente de maldad[33]​ que algunos creen será la propia encarnación del diablo y que perseguirá a aquellos que se conviertan al cristianismo después de lo que llaman el Arrebatamiento de la Iglesia, en un periodo conocido como «La Gran Tribulación», de proporciones siniestras, y que finalmente impondrá la Marca de la Bestia (el 666) (siguiendo el lenguaje simbólico del Apocalipsis).

Al final de su dominio en la Humanidad, según estas corrientes, el anticristo será derrotado por las fuerzas comandadas por Jesucristo, quienes lo lanzarán al lago de fuego.

Por otra parte, hay interpretaciones [cita requerida] que no personifican al Anticristo, sino que lo identifican, basados en las palabras de Jesús en los Evangelios, con muchos que se llamarán a sí mismos Mesías y salvadores, para San Juan en sus cartas, cualquiera puede ser un anticristo, siempre que su actitud (aun siendo cristiano confeso) vaya en contra de Cristo, lo cual cuadra perfectamente con el significado etimológico de la palabra Anticristo.

En el libro del Apocalipsis se define a la Bestia -un concepto singular-, con una cifra, palabra que en la Biblia se utiliza como sinónimo de "cantidad" y remite al censo que ordenó el rey David y que atrajo desgracias para el pueblo de Israel (2 Samuel 24).

En los versículos donde la Biblia indica una cantidad numérica también señala los elementos que la componen. En el caso de la cita del Apocalipsis, desconocemos los elementos que componen la cantidad, ya que nos remite a un sujeto. Sin embargo la Biblia nos da algunas referencias para conocer esos elementos.

La cita del Apocalipsis es:

"¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666." (Apocalipsis 13, 18).

Ireneo de Lyon explica el número de la siguiente manera:

"Con razón su nombre llevará la cifra 666 (Ap 13,18), la cual recapitula toda la malicia anterior al diluvio, toda la mezcla de males que provocó la apostasía de los ángeles -Noé tenía seiscientos años cuando el diluvio cayó sobre la tierra (Gén 7,6) y aniquiló todos los seres vivientes sobre la tierra, por la perversidad de la generación en tiempos de Noé-. Esa apostasía recapitula todos los errores e idolatrías cometidos desde el diluvio, el asesinato de los profetas y los suplicios infligidos a los justos. El ídolo que Nabucodonosor erigió era de sesenta codos de alto y seis de ancho (Dan 3,1), y por negarse a adorarlo, Ananías, Azarías y Misael fueron arrojados al horno de fuego (Dan 3,20), prueba que sirvió como profecía de lo que sucederá al fin de los tiempos, cuando los justos sufrirán la prueba del fuego: pues dicho ídolo fue el preanuncio de la llegada de aquel que ordenará a todos los hombres sólo a él adorarlo. Así, pues, los seiscientos años de Noé, en cuyo tiempo cayó el diluvio por motivo de la apostasía, y el número de codos del ídolo por motivo del cual los justos fueron arrojados al horno de fuego, forman la cifra del nombre en el cual se recapitulan seis mil años de toda apostasía, injusticia, maldad, seudoprofecía y dolo, por los cuales descenderá también un diluvio de fuego.[34]

El número 666 aparece mencionado en la Biblia, aparte de la cita de Apocalipsis, tres veces más:

"El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos de oro," (1 Reyes 10, 14 y 2 Crónicas 9, 13).

Aunque las dos citas son similares en el versículo siguiente se aclara: "sin contar las contribuciones de los mercaderes, las ganancias de los comerciantes y de todos los reyes árabes y de los inspectores del país." (1 Reyes 10, 15) y en el segundo caso: "sin contar las contribuciones de los mercaderes y comerciantes." (2 Crónicas 9, 14). Con esto se quiere señalar que el 666 indica una proporción del oro que llegaba a Salomón, pero no la totalidad.

De acuerdo a estos versículos, el número tiene una progresión creciente, o sea cada vez más abarcativa. Hasta el versículo de Apocalipsis 13, 17: "y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre."

La otra mención es en el libro de Esdras, después de una introducción:

"Estas son las personas de la provincia que regresaron del cautiverio, aquellas que había deportado a Babilonia Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y Judá, cada uno a su ciudad." (Esdras 2, 1),: "los hijos de Adonicam: 666" (Esdras 2, 13).

En el libro de Nehemías se lee "los hijos de Adonicam: 667" (Nehemías 7, 18). Con esto se quiere señalar que el 666 indica una proporción de los hijos de Adonicam, pero no la totalidad. Con este versículo parece señalarse que el número tiene una progresión decreciente, o sea cada vez menos abarcativa.[35]

Con base a los versículos de la Biblia precedentes (sin pretender imponer una interpretación, ni limitar ninguna otra); podemos entenderlo del siguiente modo: si la cantidad -en este caso el 666- es una línea de nivel fijada previamente en un recipiente; para alcanzar tal nivel -o sea para completar el número- no basta una parte del oro de Salomón más una parte de los hijos de Adonicam, sino que falta un tercer elemento -un hombre, mencionado por Apocalipsis- para que se complete el número y cuaje en una realidad nueva y distinta: la Bestia.

En el Apocalipsis, por medio de un lenguaje altamente simbólico, se describe a la Bestia como un monstruo de siete cabezas y diez cuernos (y por cada cuerno, diez diademas), con un cuerpo semejante a un leopardo, patas de oso y fauces de león. Dice estar inspirada por el Diablo y tener la facultad de pelear contra Dios.[36]

Según muchos eruditos, Bestia se denomina a la estructura de poder totalitario (imperial).[37]​ Al imponer en los pueblos una forma de vida opuesta a la de Dios, su veneración será inspirada por una propaganda similar a la del culto imperial romano o a la de los totalitarismos fascistas. Incluso puede ser herido mortalmente y curado por otra Bestia, otro imperio, quien sería el encargado de reforzar su culto.[38]

También podemos relacionar el relato del Apocalipsis (La bestia de 7 cabezas con 10 cuernos y en sus cuernos 10 diademas, "Apocalipsis capítulo 13") con el Libro de Daniel (capítulo 7), en el que también se menciona el relato de un monstruo que surgía del mar con 10 cuernos.

Cierta tradición cristiana identifica al anticristo según:

El simbolismo de Apocalipsis 9:11 deja a interpretaciones a la identificación de Abadón/Apolión:

Algunos investigadores bíblicos creen que es el Anticristo[40]​ o Satán.[41][42][43]​ Aunque esto son solo suposiciones.

En la escatología islámica, antes de la llegada del Mahdi un personaje que precede la llegada del mesías Isa (Jesús), habrá un impostor similar al que se menciona en el cristianismo, quien perseguirá a los creyentes musulmanes (con el nombre árabe de Al-Dajjal), devastando todos sus dominios excepto en las ciudades de La Meca y Medina. El mesías Isa (Jesús) después de su segunda llegada ayudado por el Mehdi acabaran juntos con él «Al-Dajjal» que es el mismísimo anticristo. Cabe señalar que en el Corán se niega la crucifixión y posterior resurrección de Cristo así como su título de «Hijo de Dios», asignándole la categoría de profeta y considerando a Dios como el que no engendra ni ha sido engendrado.

El judaísmo posee una figura similar llamada Armilo.

En el mazdeísmo, el espíritu principal del mal Ahriman se encarnará en la serpiente Lahak y será derrotado por el Mesías (Saahyant).

Según Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía, hay dos anticristos, la potencia de Lucifer, descrita como algo que incita el humano a todas las exaltaciones, los falsos misticismos, el orgullo de elevarse sin frontera[44]​ y la de su opuesto Ahriman (equivalente de Satan) como algo que incita el humano a las supersticiones materialistas.[44]

En la filosofía, Nietzsche lo menciona en el título de su obra El Anticristo. Para el filósofo, el cristianismo histórico (que comienza con la Iglesia creada por Pablo de Tarso) tiene muchos aspectos contradictorios con la doctrina predicada por Jesús. Desde su visión, la Iglesia cristiana nuclea personas mediocres y resentidas, que delegan en los sacerdotes toda iniciativa y juicio. La reforma de Lutero contra los papas del Renacimiento la considera dentro de los mismos parámetros: una reacción de los espíritus resentidos del cristianismo tradicional contra las posibilidades del desarrollo humano.

El filósofo alemán Josef Pieper ha tratado con profundidad la figura y el "reinado del Anticristo" en su obra Sobre el Fin de los Tiempos (Ediciones Rialp, S.A., Madrid, 1955). El autor afirma que "el Anticristo pertenece al campo político. El Anticristo no es algo así como un hereje, que solo fuera de importancia para la historia eclesiástica". "Hay que pensar el Anticristo como una figura del ejercicio del poder político extendido a toda la humanidad". "El Estado mundial del Anticristo será un estado totalitario en sentido máximo. Pero esto no depende solo de la ambición de poder y la superbia del Anticristo, sino al mismo tiempo, de la naturaleza misma del estado mundial."

También advierte el autor: "Cuando la “unión militar, política y económica culmine en el frente de la unidad religiosa" encontrará el poder del Anticristo su máxima potenciación". "La última forma de las relaciones Estado-Iglesia en el seno de la historia no será el “diálogo” y tampoco propiamente la “lucha”, sino la persecución, esto es, la lucha exterminadora del poder contra los impotentes."

De principios del siglo XVII es la comedia española El Anticristo de don Juan Ruiz de Alarcón: "El personaje del Anticristo, tal como lo imaginó Alarcón, es pues totalmente original si se lo compara con la figura arquetípica definida por los teólogos. Porque es capaz de enamorarse, y además con una cristiana, su misión de conquista del mundo está dedicada al fracaso y, al mismo tiempo, la potencia de las instancias maléficas está puesta en tela de juicio."[45]

En las primeras líneas de la obra La Guerra y la Paz de León Tolstói, el personaje "Ana Pavlovna Scherer, dama de honor y parienta próxima de la emperatriz" se refiere a Napoleón Bonaparte como un "Anticristo", caracterizado por todas sus infamias y atrocidades: "de buena fe, creo que lo es", agrega el personaje de Ana. Más avanzado el texto, al comienzo de la quinta parte, el autor expresa: "En todas partes se oían maldiciones contra el enemigo del género humano, Bonaparte." [46]

La imagen moderna, reproducida en los libros de ficción y en las películas, surge en gran parte de la obra del escritor ruso Vladímir Soloviov: Breve relato sobre el Anticristo (publicada en 1899). En ella se describe a un personaje inteligente y carismático, que llevado por su ambición se convierte en un importante pensador. Su fama crece en todo el mundo y luego -en premio a su capacidad- es elegido nuevo "Emperador Romano" con una potestad de alcance universal.

El nuevo señor del mundo es definido como un "filántropo", un hombre comprometido con la paz y la prosperidad mundiales. La resistencia a su poder absoluto es expresada por los personajes del "Papa Pedro II", como cabeza de la Iglesia cristiana occidental, y del "Anciano Juan", quien preside la Iglesia oriental. Derrotados ambos testigos, finalmente el pueblo judío se alza contra el Anticristo en la propia Jerusalén.[47]

En 1907 monseñor Robert Hugh Benson publicó la novela Señor del Mundo, que se centra en el reinado del Anticristo y el fin del mundo. En 1992, el cardenal Joseph Ratzinger -futuro papa Benedicto XVI- criticó un discurso del presidente estadounidense George H. W. Bush a favor del llamado "nuevo orden mundial". En su intervención, el prelado explicó que la novela de Benson describía "una civilización similar unificada, y su poder para destruir el espíritu. El Anticristo es representado como el gran paladín de la paz en un nuevo orden mundial similar".[48]

El escritor judío polaco Szulim Asz (conocido como Sholem Asch), publicó varias novelas históricas; una de ellas “El Nazareno (1939)” trata sobre la vida de Jesús. El autor vincula el antisemitismo con el Anticristo: “El anti-semitismo no es un movimiento, sino una enfermedad. El que se encuentra afectado por ella es incapaz de tener una orientación, un juicio, o una opinión”. “El Anti-Cristo, en cualquier lugar que ha plantado esta semilla de odio, ha destruido la obra de Jesús, ha pisoteado su jardín por un tiempo y ha envenenado las obras de la honesta cristiandad por muchas generaciones, ha socavado la obra de Dios.”[49]

El escritor argentino Hugo Wast en su obra 666 (novela), de fuerte tono antisemita, presenta al personaje de "Ciro Dan" -nieto de Naboth Dan, un sacerdote apóstata-, como un financista y líder que se convertirá en el Anticristo. En la novela, el personaje de "fray Plácido" recibe la visita desde el otro mundo de Voltaire, quien le describe el Infierno en el que habita y le anuncia el futuro de la humanidad. Cuando el papa Pío XII muere, "Ciro Dan" se convierte en soberano del restaurado Reino de Israel a la vez que Califa del Islam, considerándose a sí mismo como hijo de Satanás, marcando a sus servidores con el 666.

El escritor Norman Mailer en una entrevista realizada poco antes de su muerte, al presentar su novela El castillo en el bosque (2007), decía: "Una de las cosas interesantes, una de las razones que me hicieron pensar que Hitler es la respuesta a Jesucristo, su contrapartida en el plano satánico, es que no hay explicación humana del horror de lo que hizo. De su maldad.". La novela trata sobre la infancia de Adolf Hitler. El escritor concluye: "A riesgo de escandalizar, hasta diría que si uno cree en Jesús como hijo de Dios, ¿por qué no creer que Hitler es el hijo del Diablo?"[50]

El escritor chileno Alejandro Rocha Narváez, en su novela "El Cristo Final" (2018), relata la historia de un polémico profesor, apasionado crítico de nuestro tiempo y sus fórmulas políticas y culturales; un apóstata que ha renegado de sus votos para el sacerdocio, a quien su guía espiritual le revela documentos e informes que demuestran su origen inusitado. Él ha sido creado biogenéticamente a partir del ADN recuperado de las reliquias sagradas (el Santo Sudario de Turín, entre otras),e incubado en una "Virgen postmoderna", una madre sustituta a la que nunca pudo conocer. Su destino, inculcado por una red inaccesible de poderes en las sombras, era resucitar y unificar la fe de la Humanidad con el retorno del Dios Vivo y Verdadero, y reinstaurar un Nuevo Orden Mundial. A semejante manipulación brutal de su persona, la combate hundiéndose en la concupiscencia y el vicio, queriendo vengarse mostrándose revolcado "en la iniquidad más absoluta, como un Anticristo". Sin embargo, a medida que se vuelve consciente de la decadencia y el hundimiento que promueve en quienes lo rodean, tan condenados como él, pero también del poder de superación, sutil y silencioso, que albergan sus decisiones, va revelando las contradicciones de la libertad postmoderna y la educación formal, las apariencias sociales y la hipocresía que se esconden en nuestros discursos políticamente correctos, demostrando que los verdaderos "salvadores" rara vez son amados por su verdad y que un verdadero "salvador" no es otra cosa que un corazón desnudo, que solo late para regalarse.

Muchos productores y cineastas inspirados en este personaje, han producido varias películas de terror, drama, suspenso y comedia:



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