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Astures



Los astures (astures en latín) fueron un grupo de pueblos celtas y preceltas que habitaban el noroeste de la península ibérica y cuyo territorio comprendía aproximadamente la comunidad autónoma de Asturias, la provincia de León, al oeste del río Esla y la de Zamora al norte del Duero y oeste del Esla así como la zona oriental de Lugo y Orense y parte del distrito portugués de Braganza, todo ello denominado Asturia.

Se considera que el origen y formación de esta cultura radica, entre otros aspectos, en la mezcla de una población autóctona, cuyo origen no está muy claro, con grupos de población llegados de la zona centroeuropea. No obstante, el conjunto de etnicidad de este grupo no parece nítido, y la mayoría de los investigadores se inclinan a pensar en que la denominación astures sería solamente un convencionalismo empleado por los romanos a su llegada al Noroeste peninsular.

Se trataría de grupos de comunidades locales, organizados según los valles y unidades menores del territorio. Esto es posible confirmarlo en las singularidades que presentan las decoraciones cerámicas de la Edad del Hierro que denotan particularidades comarcales. De dudosa filiación lingüística, hay una clara presencia de términos relacionados con el grupo céltico indoeuropeo.

A través de los textos clásicos conocemos algunas de sus tribus, como los pésicos, los tiburos o los gigurros. Tenían por vecinos a los galaicos, cántabros y vacceos. Se han conservado algunos de los rasgos astures, como el sistema de poblamiento denso y disperso basado en aldeas autosuficientes, la explotación colectiva de la tierra o las tradiciones comunales.

Situados en el noroeste de la península ibérica, los astures ocupaban principalmente las actuales provincias de León y gran parte de Zamora, los extremos orientales de Lugo y Orense en Galicia, la mayor parte del Principado de Asturias, desde el río Sella por el este, donde lindaban con los pueblos cántabros, hasta el río Navia por el oeste, donde lindaban con los albiones y la zona de Trás-os-Montes en el Distrito de Braganza (Portugal).

Sus dos principales núcleos (oppidum) eran Noega, cerca de Gijón, y Lancia,[2][3]​ en el municipio de Villasabariego, a pocos kilómetros de León, tal y como dijo Dion Casio.

Los astures aparecen citados en las fuentes clásicas en varias ocasiones.

En primer lugar Estrabón:

y que narra la expedición militar de Junio Bruto en el 138-136 adC.

Floro, en su Epitome rerum romanarum:

Plinio el Viejo nos cita alguna de sus tribus:

Ya en una época más tardía San Isidoro también los nombra en sus obras:

En primer lugar, es probable que el etnónimo Astures, Estures o Stures designase en un principio a uno de los muchos pueblos que por afinidad cultural conformaron la tribu de los astures, pasando posteriormente y por extensión a denominar a ese conjunto de pueblos, tal y como ocurrió entre los galaicos con los Kallaekos.

En cualquier caso no parece haber duda en que los Astures recibieron su nombre en cuanto que habitaban las orillas del río Astura (Esla). La etimología hace partir Astura desde la raíz Steu-r (amplio, ancho),[4]​ que aplicado a una corriente fluvial adquiriría el significado de "paso difícil". Además de ser un adjetivo propicio para designar al río más importante del área astur, no presenta objeción lingüística alguna.

Esa misma raíz se conserva en el sánscrito Sthura (ancho, denso), el avéstico Stura (amplio, extenso), el germánico Stur (amplio), el islandés Stura, y las variadas formas del alemán y anglosajón Stieren, Stiuri, Stiura, Stiure, Steuer, Steor, etc. Aunque no se encuentran fácilmente vocablos derivados de esta raíz en las lenguas celtas actuales, debió de ser de uso común en el galo a tenor de la cantidad de hidrónimos consignados: en Bretaña, Plinio el Viejo glosa el Stur y un Sturia en la desembocadura del Elba. En la Galia Cisalpina se ubicaba la tribu de los Esturos y el río Stura.

Hoy en día existen tres ríos Stour en Kent, Suffolk y Dorset (en la antigüedad conocidos como Stura) y otro Stura en la Galia cisalpina afluente del río Po, además del Esla (Astura) y el Astuera[5]​ (antiguo Sturia) en el concejo de Colunga (Asturias). Todos ellos son resultado de la evolución natural en el celta, que convierte el diptongo -eu primero en -ou y después en -u (Teutates > Touta > Tutatis).

En cuanto a la propia denominación, tradicionalmente se ha utilizado la forma astures, mientras que José Luis Moralejo publicó en 1977 un estudio en el que defendía que la pronunciación correcta del término sería acentuando la primera sílaba: según él, tendríamos ástur, ástura y ástures.[6]

El inicio de esta cultura se fija en el siglo VI a. C., pudiendo estar en relación con el enfrentamiento entre los oestrimnios y los saefes, según cuenta Avieno. Los saefes fueron el primer pueblo celta que llegó a Galicia en el siglo XI a. C., y sometieron al pueblo oestrymnio, pero este influyó en el primero sobre todo en el campo de la religión, de la organización política y de las relaciones marítimas con Bretaña e Irlanda. Su carácter eminentemente guerrero hizo que Estrabón dijese de ellos que eran los más difíciles de vencer de toda Lusitania.

Autores romanos como Plinio el Viejo o Pomponio Mela y griegos como Estrabón hablan de dos grupos principales separados por la cordillera Cantábrica: los astures augustanos (o cismontanos), con capital en Asturica (Astorga, León), cuyos dominios llegaban hasta el Duero, y los astures transmontanos, que se extendían entre el río Sella y el Navia.

Plinio el Viejo cita 22 pueblos en el Conventus Asturum y una población de cerca de 240.000 personas. Por su parte, Ptolomeo habla de 21 ciudades y 10 pueblos.

Según los autores clásicos, la estructura familiar era matrilineal, donde la mujer heredaba y era la propietaria. Estrabón nos cuenta que entre los astures el hombre dotaba a la mujer, las hijas heredaban y eran las que daban esposa a sus hermanos. Hasta no hace mucho estos rasgos, considerados como manifestaciones de matriarcado, se han conservado en territorio astur, como la costumbre de la covada, que consistía en que la mujer daba a luz y seguía con sus labores diarias, mientras que el hombre se quedaba en cama al cuidado del recién nacido.

Vestían con sayos ceñidos, siendo una costumbre general en todas las tribus cantábricas. Para elaborarlos usaban la lana negra de las ovejas xaldas, una raza autóctona. Las mujeres los decoraban con sustancias vegetales de gran colorido. Mientras, el calzado sería semejante a las actuales madreñas. Tenían un gran conocimiento del medio natural, empleando plantas medicinales.

Usaban barcas de cuero cosidas donde tan solo la quilla era de madera, semejantes a las utilizadas por galaicos, lusitanos, irlandeses, bretones y sajones.

Los astures basaban su subsistencia en la ganadería, con menor importancia de la agricultura que practicaban de forma no intensiva. Las tierras sembradas durante la época prerromana eran escasas. De estos sembrados obtenían cebada con la que fabricaban cerveza, así como especies primitivas de trigo (como la escanda) y lino. Debido a la escasez de su producción agrícola y a su fuerte carácter guerrero hacían frecuentes incursiones en tierras de los vacceos, los cuales tenían una agricultura muy desarrollada. Durante gran parte del año usaban el llande como su alimento fundamental, secándolo y triturándolo para hacer con su harina un pan que se conservaba durante mucho tiempo.

Existen evidencias dentro del territorio astur de contactos comerciales con las zonas atlánticas (ya desde antiguo) basadas en la explotación de recursos minerales. Esto favoreció la formación de élites guerreras que controlaban este comercio a gran escala. Sus aldeas eran autosuficientes, abasteciéndose de recursos agropecuarios y elaborando los productos manufacturados que pudieran necesitar.

Inicialmente (siglo VII a. C.), los poblados estaban construidos por agrupaciones de viviendas hechas con materiales vegetales, para posteriormente (500-100 a. C.) aparecer casas circulares de piedra, murallas y defensas. Por último el hábitat se organiza en los castros, situados en lugares estratégicos, amurallados y con fosos.

Las cabañas eran de planta redonda (como en Campa Torres y el castro del Castiellu de Llagú) o elíptica sin ángulos (como en el Picu Castiellu de Moriyón), con techumbre vegetal que se sostenía sin columnas interiores. Las cabañas se apiñaban unas junto a otras, dando lugar a calles estrechas e intransitables. Similares a las viviendas reconstruidas en Gales (como en Castell Henllys[9]​ y St. Fagans) e Irlanda (Wexford), contaban con un zócalo de piedra y muros de entretejido de varas cubierto de barro al que se le habría sobrepuesto algún tipo de aislante.

Las viviendas tienden a ser rectangulares a medida que se avanza hacia el este y se hacen más fuertes las influencias procedentes de Centroeuropa y el Mediterráneo. Las influencias celtiberizadoras encuentran cierta resistencia en la zona; se extendieron a las regiones occidentales y septentrionales con las que compartía el mismo sustrato social y económico, pero este proceso fue interrumpido con la llegada de Roma.

Pueblo de fuerte carácter guerrero, contaban con el dardo como arma principal. Usaban un escudo o caetra, tanto pequeño como grande. También empleaban el puñal, espada corta de antenas, hacha de doble filo, hacha de talón, lanza de enmangue en tubo, brazalete macizo con decoración incisa, anillas, honda, así como la falcata, utilizada posiblemente debido a las influencias de otros pueblos peninsulares. Como elementos de prestigio personal vinculados al estamento guerrero estaban los torques.

Durante las guerras cántabras se enfrentaron a Roma en alianza con los cántabros, practicando una guerra de guerrillas, llevando a cabo emboscadas y maniobrando en estrechos valles y empinadas laderas donde luchaban a caballo. Fue famosa su caballería, con sus caballos asturcones, y una vez dominados por Roma, fueron reclutados como tropas auxiliares. Así, en el Muro de Adriano, construido al norte de la actual Gran Bretaña para proteger sus territorios de las invasiones de los pictos, se tiene constancia de 2 alas de caballería astur. También se ha encontrado una estela funeraria en la ciudad alemana de Bonn, dedicada a Pintaius, ciudadano astur portaestandarte de una cohorte romana.

En cuanto al registro arqueológico, la Asturia estaba dentro del área de influencia del Arco Atlántico, que durante el Bronce Final mantuvo importantes contactos comerciales. Una característica común en toda la zona atlántica es el hallazgo de acumulaciones de piezas metálicas sin contexto arqueológico y que parecen relacionarse con ofrendas votivas en parajes naturales con carácter sagrado. Este es el caso de espadas halladas en ríos como el Esla o el Órbigo. Como dato curioso, una espada de lengua de carpa fue localizada en Paradela de Muces, supuestamente hincada en una roca.



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