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Atahualpa



Atahualpa (puquina: Ata-w wallpa —«El señalado y diligente ó el elegido y animoso»—[1]​ (Caranqui, Quito o Cuzco, circa 1500 - Cajamarca, 26 de julio de 1533) fue el último soberano inca.

Su padre, Huayna Cápac, murió en torno a 1525 sin dejar nombrado a un sucesor. Esto dio lugar a la sangrienta guerra civil incaica por la sucesión entre Atahualpa y su hermano Huáscar. Atahualpa se hallaba entonces en Quito, al mando del ejército incaico del Norte y a cargo del gobierno de esa región, que estaba subyugada al Imperio incaico. Huáscar se coronó inca en Cuzco.[2]​ Tras una larga campaña, Atahualpa logró vencer a Huáscar en 1532 cerca de Cuzco.[3]

Atahualpa se hallaba en Cajamarca, de camino a Cuzco para coronarse inca, cuando recibió la visita de una expedición española al mando de Francisco Pizarro.[4]​ Pizarro le capturó por medio de un ardid.[5]​ Atahualpa ofreció pagar un enorme rescate a cambio de su libertad y Pizarro aceptó su oferta. Pero los españoles temieron un ataque indígena y decidieron traicionar y deshacerse de Atahualpa. Tras recibir el rescate le acusaron de traición, de conspiración contra la corona española, y de asesinar a Huáscar.[6]​ Le sometieron a juicio, le sentenciaron a muerte, y le ejecutaron por estrangulamiento.[7]

Pese a que Atahualpa no llegó a ser reconocido por la nobleza del Cuzco ni ostentar la Mascaypacha se le atribuye erróneamente ser el último emperador del Tahuantinsuyo.

Durante siglos, se creyó que el nombre del último soberano inca, provenía de las voces quechuas: Ataguallpa, Atabalipa o Atawallpa, cuyos significados se construyeron erróneamente por cronistas de la época basándose en la traducción quechua de la palabra «gallo» o «gallina». Se tienen por ejemplo: «gallo feliz» o «ave de la fortuna.[8]

Un estudio lingüístico y etimológico postulado por el historiador y lingüista Rodolfo Cerrón Palomino nos deja dilucidar que el nombre proviene de una construcción fonética del idioma puquina, lengua que fue utilizada por la nobleza inca. Precisamente, tras una serie de análisis, el autor asegura que el término proviene de las voces puquina /ata-w wallpa/ cuyos significados respectivamente, /ata-w/: ‘señalado, elegido’ y /wallpa/: ‘diligente, aplicado, animoso’. Este término también originó el nombre quechua para la gallina o el gallo, animales que fueron introducidos a América durante la colonia. Según el estudio de Cerrón, la voz quechua guallpa se originó como onomatopéyica del nombre del inca.[9]

Existen dudas sobre el origen de Atahualpa. El desacuerdo se centra principalmente en su lugar de nacimiento. A continuación se muestran las versiones de algunos cronistas e historiadores:[10]

El cronista y soldado Pedro Cieza de León, a partir de sus investigaciones entre los miembros de la nobleza incaica de Cuzco, afirmó que Atahualpa nació en Cuzco, hijo de Tuto Palla o Túpac Palla (nombres quechuas), una «india quilaco» o «natural [de] Quilaco».[11][12]​ Este gentilicio podría aludir a alguna etnia de la provincia de Quito e implicaría que se trataba de una esposa de segunda categoría, perteneciente a la élite regional. Rechazó enfáticamente que Atahualpa hubiera nacido en Quito o Caranqui[13]​ y que su madre fuera la señora de Quito, como algunos en su tiempo afirmaban, ya que cuando nació no existía ningún reino o señorío de Quito.[14]

Según Juan de Betanzos, Atahualpa nació en Cuzco[15]​ y su madre era una ñusta (princesa inca) cuzqueña llamaba Palla Coca, del linaje de Ynga Yupangue (Pachacútec).[16][17]

El cronista indígena Juan de Santa Cruz Pachacuti[18]​ y el español Bernabé Cobo[19]​ también afirmaron que Atahualpa nació en Cuzco. Según ellos su madre se llamaba Tocto Ocllo[19]​ o Tocto Ocllo Coca.[18]

Inca Garcilaso de la Vega[20]​ y otros cronistas como Pedro Pizarro, Agustín de Zárate, Pedro Gutiérrez de Santa Clara y Francisco López de Gómara afirmaron que la madre de Atahualpa era una princesa del Reino de Quito e implican que Atahualpa nació en Quito. Pero existen dudas sobre la existencia del Reino de Quito, y ninguno de estos cronistas menciona el nombre de la princesa.[21]

En el siglo XVIII el sacerdote Juan de Velasco, usando como fuente una supuesta obra de Marcos de Niza (que nunca ha sido encontrada), recopiló información sobre la existencia del Reino de Quito, formado por la etnia de los shyris o scyris, que habría desaparecido al ser conquistado por los incas.[22]​ Esa obra incluye una lista de los reyes de Quito, el último de los cuales, Cacha Duchicela, habría sido el curaca (cacique inca) derrotado y muerto por el inca Huayna Cápac. Según esta versión, Paccha, la hija de Cacha Duchicela, se habría desposado con Huayna Cápac, y de esa unión habría nacido Atahualpa como hijo legítimo.[23]​ Varios historiadores, como el peruano Raúl Porras Barrenechea y el ecuatoriano Jacinto Jijón y Caamaño, han rechazado esta versión por carecer de fundamento histórico y arqueológico.[22]

La mayoría de los historiadores peruanos sostiene que, según las crónicas más confiables (Cieza, Sarmiento, Betanzos, que tomaron sus informes de primera mano), Atahualpa nació en Cuzco y su madre fue una princesa de linaje inca.[24]​ Estos historiadores consideran que el bando de Huáscar inventó la versión del origen quiteño de Atahualpa para mostrarlo ante los españoles como un usurpador y bastardo. También creen que muchos cronistas interpretaron la división del imperio entre los dos hijos de Huayna Cápac (Huáscar, el primogénito y heredero legítimo; y Atahualpa, el bastardo y usurpador) de acuerdo con su concepción europea u occidental de las costumbres políticas de los incas. Según Rostworowski esto es erróneo porque el derecho al trono inca no dependía exclusivamente de la primogenitura ni de la línea paterna (el hijo de la hermana del Inca podía también ser heredero), sino que influían también consideraciones prácticas como la capacidad para el mando.[25]

Los historiadores ecuatorianos tienen opiniones enfrentadas:

La siguiente tabla resume las versiones de varios cronistas e historiadores:

Atahualpa pasó su infancia con su padre en Cuzco. Al comenzar su adolescencia pasó por el warachikuy, un rito de iniciación que marca el paso a la edad adulta.[24]

Cuando tenía trece años se produjo en el norte del imperio una rebelión de dos pueblos de esa región, los caranquis y los cayambis. Junto con su padre y su hermano Ninan Cuyuchi marchó al frente del ejército incaico hacia las provincias del norte (región de Quito). Quedaron en Cuzco cuatro gobernadores, entre ellos Huáscar.[41]

Atahualpa se quedó en Quito con su padre más de diez años, ayudándole a sofocar las rebeliones y a conquistar nuevas tierras.[42]​ Para ello contó con el apoyo de hábiles generales incas, como Calcuchimac y Quisquis. Durante este período aprendió las tareas del gobierno y ganó prestigio por el valor que desplegaba en las acciones bélicas.[24]

Los cronistas describen a Atahualpa como alguien de «vivos razonamientos y con mucha autoridad».[43][44]

En torno a 1525 Huayna Cápac murió en Quito de una enfermedad desconocida, posiblemente la viruela.[45]​ La misma enfermedad mató en Tomebamba a Ninan Cuyuchi, que había sido designado heredero del imperio. La epidemia llegó a Cuzco y mató a dos de sus cuatro gobernadores. Huáscar sobrevivió, se convirtió en el preferido de los cuzqueños para asumir el gobierno y fue entronizado.[46]

Atahualpa permaneció en el norte del imperio, subordinado al gobierno de Cuzco. Pidió a su hermano Huáscar que le nombrara incap rantin (gobernador) de Quito, y este se lo concedió entre 1527 y 1528. Huáscar le encargó el mando de una campaña militar para someter a los pueblos huancavilca y puná, que se negaban a pagar tributos.[47]

Huáscar fue víctima en Cuzco de un golpe de estado fallido.[47]​ Acusó infundadamente de sedición a los nobles que habían llevado a Cuzco la momia de Huayna Cápac, les torturó y les mató.[48]​ Esto le atrajo la enemistad de la panaca (grupo aristocrático) Hanan Cuzco, de la que eran miembros los nobles ejecutados. Huáscar quiso entonces pasarse al bando de los Hurin Cuzco, rivales de los Hanan Cuzco.[49]

Preocupado por la estrecha relación de Atahualpa con el poderoso ejército norteño, Huáscar le ordenó regresar a Cuzco. Los generales norteños temieron que Huáscar quisiera ejecutarle y le convencieron de que no acudiera. Atahualpa envió a Huáscar emisarios con obsequios como muestra de buena fe, pero este tomó los obsequios como una afrenta. Torturó a los emisarios y les envió de regreso con regalos infamantes (vestidos y joyas de mujer). Atahualpa se enojó ante la ofensa y marchó hacia Cuzco con las veteranas legiones quiteñas al mando de Quisquis y Calcuchimac. Huáscar envió a su propio ejército al norte, iniciándose así la guerra civil inca.[50]

Atahualpa contó con el apoyo del ejército incaico del norte, formado por soldados quiteños y comandado por los generales Quisquis y Calcuchimac.[51]​ También le apoyaron varios pueblos del norte del imperio incaico (pastos, carangues y cayambis), deseosos de vengarse de las masacres cometidas por los cuzqueños años antes durante la guerra de conquista incaica.[48]​ Huáscar contaba con el ejército incaico de Cuzco y sus aliados del sur del imperio, y sus fuerzas eran más numerosas. Sin embargo, debido a las intrigas de los nobles cuzqueños descontentos con Huáscar, varios jefes que apoyaban a Huáscar se cambiaron de bando durante la guerra, equilibrando así las fuerzas.[51]

Los cronistas mencionan hasta quince batallas, pero sus versiones son diversas y contradictorias.[52]

Según el cronista Pedro Pizarro, Huáscar envió al norte un ejército que sorprendió a Atahualpa en Tomebamba y le derrotó. Atahualpa fue capturado y encerrado en un tambo (albergue quechua) pero logró fugarse. Posteriormente, el propio Atahualpa difundió la leyenda de que su padre, el Sol, le ayudó a huir convirtiéndole en serpiente, lo que le permitió escaparse por un pequeño agujero. Durante su cautiverio perdió una oreja. Desde entonces llevaba una manta sobre la cabeza atada al mentón para ocultar la mutilación. Según el cronista Miguel Cabello Valboa es inverosímil que Atahualpa fuera capturado ya que los seguidores de Huáscar le habrían ejecutado de inmediato.[50]

Atahualpa regresó a Quito y reunió un gran ejército. Atacó enseguida Tomebamba, derrotó a sus defensores y arrasó la ciudad y las tierras circundantes de los Cañari. Llegó a Tumbes, desde donde planeó el asalto de la isla Puná en balsas de guerra. Durante la operación naval resultó herido en una pierna y regresó a tierra firme. Aprovechando su retirada los punaneños (habitantes de Puná) atacaron Tumbes. Dejaron la ciudad arrasada, y así fue como la encontraron los españoles a principios de 1532.[53]

Desde Cuzco el ejército de Huáscar, al mando del general Atoc, atacó y derrotó a Atahualpa en la batalla de Chillopampa. Pero los generales de Atahualpa reaccionaron rápidamente. Reunieron a sus tropas dispersas, contraatacaron y vencieron a Atoc de forma contundente en Mulliambato. Capturaron a Atoc, le torturaron y le ejecutaron.[54]

Las fuerzas de Atahualpa siguieron obteniendo victorias gracias a la habilidad estratégica de Quisquis y Calcuchimac. Atahualpa empezó un lento avance hacia Cuzco, y estando en Marcahuamachuco, envió un emisario a consultar el oráculo de la huaca (deidad) Catequil, que le vaticinó que tendría un mal fin. Furioso por la profecía, fue personalmente al santuario, mató al sacerdote y ordenó destruir el templo.[55]​ Recibió entonces las primeras noticias de la presencia en el imperio de la expedición de Pizarro.[56]

Huáscar nombró como nuevo general de su ejército a Huanca Auqui, que fue derrotado por Quisquis y Calcuchimac en Cusipampa, Cochahuaila, Bombón, y Yanamarca (valle del Mantaro). Huáscar nombró entonces como nuevo general a Mayta Yupanqui, pero su situación adversa no revirtió.[52]

Ante el avance de Atahualpa, Huáscar decidió salir de Cuzco para conducir a sus tropas personalmente. Contaba con las fuerzas aliadas del Contisuyu y Collasuyo. Las batallas finales se libraron en los alrededores de Huanacopampa o Cotabamba, cerca de Cuzco. Huáscar fue derrotado, capturado, y tratado de manera cruel. Las tropas de Quisquis y Calcuchimac tomaron Cuzco. Los miembros de la familia de Huáscar y de otras panacas cuzqueñas fueron torturados y ejecutados.[57]

Mientras sus generales marchaban hacia Cuzco, Atahualpa se dirigió a Cajamarca. Según Pedro Cieza de León tomó esa decisión al enterarse de la presencia de la expedición de Pizarro en Tumbes y Piura, y una vez allí invitó a Pizarro a encontrarse con él.[58]

Pizarro aceptó la invitación y llegó a Cajamarca el 15 de noviembre de 1532 al mando de dos escuadrones de caballería y dos de infantería. Atahualpa se hallaba en Pultumarca (actual Baños del Inca), a media legua de la ciudad, con sus tropas acampadas. Pizarro envió a Hernando de Soto con veinte jinetes y el intérprete Felipillo para avisar de que estaba en Cajamarca. Cuando Pizarro consiguió ver a lo lejos el inmenso campamento inca temió que sus hombres sufrieran una emboscada y envió a su hermano Hernando Pizarro con otros veinte jinetes y un intérprete indígena.[59]

Soto y Hernando Pizarro llegaron ante el palacete del inca y requirieron su presencia. Atahualpa les recibió y prometió ir a Cajamarca al día siguiente.[60]

Al día siguiente los españoles tramaron una celada para capturar al inca utilizando el factor sorpresa. Pizarro, que conocía otros episodios de la conquista española de América, sabía lo importante que era la captura del caudillo indígena para allanar el camino del triunfo.[61]

Los españoles esperaron la llegada de Atahualpa escondidos en los principales edificios de la plaza cajamarquina. Sobre una pequeña torre que dominaba la plaza se apostó Pedro de Candía con ocho o nueve arcabuceros y un falconete o pequeño cañón.[62]

El plan de Atahualpa era capturar a los españoles. Confiando en la abrumadora superioridad de su ejército no creyó que fuera necesario luchar con armas, pensó que mostrar su poder sería suficiente para que los españoles se rindieran.

Atahualpa llegó a la plaza de Cajamarca sobre una litera cargada por sus servidores, acompañado por un séquito de entre 6000 y 7000 personas[63]​ que incluía bailarines, nobles y guardias. Encontró la plaza vacía y uno de sus capitanes le dijo que los españoles se habían escondido en los galpones porque estaban asustados.[64]

El fraile Vicente de Valverde, acompañado por el soldado Hernando de Aldana y un intérprete, se dirigió a Atahualpa. Valverde, con un breviario abierto en la mano, inició una ceremonia de Requerimiento, pidiendo al inca que aceptara el cristianismo como religión verdadera y se sometiera a la autoridad del rey Carlos I de España y del papa Clemente VII.[65]​ Atahualpa pidió al fraile que le entregara el breviario, lo examinó y lo arrojó al suelo, mostrando desprecio. Luego dijo a Valverde que los españoles debían pagar todo lo que habían robado de su imperio. El fraile, asustado, se alejó corriendo, seguido de Aldana y del intérprete, al tiempo que gritaba a Pizarro: «¡Qué hace vuestra merced, que Atahualpa está hecho un Lucifer!»[66]

Pizarro dio entonces la señal de ataque. Los soldados de la torre dispararon el falconete y los arcabuces. La caballería atacó a los sorprendidos incas.[67]​ Los caballos causaron pánico a los indígenas, que intentaron huir de la plaza. En su huida formaron pirámides humanas para llegar a lo alto del muro que rodeaba la plaza y muchos muriendo asfixiados por la aglomeración. Finalmente el muro se derrumbó debido a la enorme presión y los sobrevivientes huyeron por la campiña. Los jinetes españoles les persiguieron y mataron a todos los que pudieron.[68]

Mientras los soldados mataban a los indígenas, el inca seguía sobre la litera cargada por sus sirvientes. Cuando unos morían, otros se apresuraban a reemplazarlos. Un soldado español intentó herir al inca de un cuchillazo, pero Pizarro se interpuso (lastimándose la mano al hacerlo) y ordenó que «nadie hiera al indio so pena de la vida...» Por fin cayó la litera y el inca fue capturado por el español Andrés Contero y llevado preso.[69]

El cronista Francisco de Jerez calcula que los españoles masacraron a unos 2000 nativos en Cajamarca, que no se defendieron.[70]​ Entre las víctimas se hallaban el señor de Chincha (que acompañaba a Atahualpa en calidad de potentado del imperio) y varios capitanes y nobles incaicos.[71]

Estando prisionero en un edificio de Cajamarca, Atahualpa se mostraba desenvuelto, alegre y conversador con los españoles. Sus captores le permitieron tener comodidades y ser atendido por sus servidores y sus mujeres. Le dejaron también que continuara administrando su imperio. Muchos curacas acudían a la prisión a tener audiencia con él.[72]

Atahualpa cenaba todas las noches con Francisco Pizarro y conversaba con él a través de un intérprete. Hizo amistad con Hernando Pizarro. Demostraba tener una inteligencia superior; hacía preguntas que admiraban a los españoles y hablaba con agudeza. Aprendió un poco de español. El cronista Pedro Cieza de León afirma que también aprendió a jugar al ajedrez,[44]​ aunque Felipe Guamán Poma de Ayala dice que se trataba de la taptana, un juego de mesa inca.[73]

En una de esas conversaciones Francisco Pizarro se enteró de que los seguidores de Atahualpa tenían a Huáscar prisionero cerca del Cuzco. Pizarro hizo prometer a Atahualpa que no mataría a su hermano y le pidió que lo hiciera llevar a Cajamarca. Atahualpa ordenó que le llevaran a Huáscar, pero este fue asesinado durante el trayecto por sus propios custodios. Se cree que Atahualpa ordenó su muerte porque temía que se entendiese con los españoles, pero él negó siempre haber sido el responsable del crimen y lo achacó a sus capitanes.[74]

Atahualpa se dio cuenta de que los metales preciosos tenían un gran valor para los españoles y les ofreció una gran cantidad de oro y plata a cambio de su libertad: ofreció llenar con piezas de oro la sala donde se hallaba, hasta donde alcanzara su mano alzada; y dos veces la misma sala, con objetos de plata. La sala, conocida ahora como el Cuarto del Rescate, medía 22 pies de largo y 17 de ancho, según el cronista Francisco de Jerez. Atahualpa prometió reunir el rescate en un plazo de dos meses. Pizarro aceptó y plasmó la promesa por escrito en un acta ante escribano.[75]

Atahualpa mandó la orden a todo el imperio inca de que enviasen la mayor cantidad posible de oro y plata a Cajamarca. En los días siguientes fueron llegando los primeros cargamentos. Dos contingentes de españoles fueron a Pachacámac y al Cuzco para acelerar el acarreo.[76]

En mayo de 1533, antes de que se llenaran las habitaciones, los españoles empezaron a fundir las piezas de oro y plata, a excepción del trono del inca, que quedó en poder de Francisco Pizarro.[77]​ El 17 de junio, terminada la fundición, Pizarro ordenó y presidió el reparto del botín.[78]​ La suma total era de 1 326 539 pesos de oro y 51 610 marcos de plata. Cada uno de los españoles de Cajamarca, desde los capitanes hasta los soldados de a pie, recibió una fortuna.[77]

Todo indica que Pizarro nunca tuvo en sus planes dejar en libertad al inca. La situación de los españoles era angustiosa, pues temían un ataque indígena. Por entonces llegó a Cajamarca el socio de Pizarro, Diego de Almagro, al frente de una hueste de 150 españoles. Al descubrir que no recibiría nada del rescate, Almagro presionó para eliminar al inca y continuar la marcha hacia el sur en búsqueda de nuevas fuentes de riqueza. La mayoría de los españoles estaban de acuerdo con Almagro, pero dos capitanes, Hernando Pizarro y Hernando de Soto, defendieron la vida de Atahualpa. Francisco Pizarro alejó a ambos para poder deshacerse de Atahualpa sin obstáculos. Envió a su hermano Hernando a entregar el Quinto Real (un tributo) a España. A Hernando de Soto lo envió a Huamachuco al mando de un contingente con la misión de someter a los indios que hallara en pie de guerra. Tras la marcha de ambos capitanes Pizarro abrió un proceso al inca para tener una justificación para matarle.[79]

Atahualpa fue juzgado por un consejo de guerra presidido por el propio Pizarro. Probablemente los otros integrantes fueron el escribano Pedro Sancho de la Hoz, el tesorero Alonso de Riquelme, el alcalde mayor Juan de Porras, el fraile Vicente de Valverde, y algunos capitanes. También estuvieron presentes un fiscal, un defensor del reo y diez testigos. El juicio fue sumario: se inició el 25 de julio y terminó al amanecer del día siguiente.[80]​ Se sospecha que las respuestas de Atahualpa y las declaraciones de los testigos fueron amañadas y modificadas por el intérprete, que odiaba al inca.[81][82]

Según Garcilaso de la Vega, las preguntas que se formularon durante el proceso fueron las siguientes:[82]

¿Era Huáscar hijo legítimo y Atahualpa bastardo? ¿Tuvo Huayna Cápac otros hijos aparte de los citados? ¿Cómo llegó Atahualpa a adueñarse del Imperio? ¿Fue Huáscar declarado heredero de su padre o este le destituyó? ¿Cuándo y cómo tuvo lugar la muerte de Huáscar? ¿Atahualpa forzaba a sus súbditos a sacrificar a sus dioses mujeres y niños? ¿Fueron justas las guerras que promovió y en las que murió mucha gente? ¿Derrochó las riquezas del Imperio? ¿Favoreció a sus parientes en estos derroches?

Atahualpa fue hallado culpable de idolatría, herejía, regicidio, fratricidio, traición, poligamia e incesto; y fue condenado a morir quemado en la hoguera. La sentencia se dio al terminar el juicio y su ejecución se programó para ese mismo día. Atahualpa, que no entendía de qué lo acusaban, solicitó hablar en privado con Pizarro, pero este se negó.[83]

El historiador José Antonio del Busto considera que Pizarro se vio presionado por las circunstancias para firmar la sentencia de muerte y cita el testimonio del cronista Pedro Pizarro (sobrino y paje del conquistador), que en su crónica dice: «yo vi llorar al marqués [Francisco Pizarro] de pesar de no poderle dar la vida.»[81]

En la noche del 26 de julio de 1533, Atahualpa fue llevado al centro de la plaza de Cajamarca. Rodeado por los soldados españoles y el cura Valverde, le ataron a un tronco clavado en el medio de la plaza y arrimaron leños a sus pies. Un español se acercó con una tea encendida.[84]​ Atahualpa, al ver que lo iban a quemar, se alarmó, pues según la religión incaica, su cuerpo debía ser embalsamado para lograr su resurrección en el otro mundo, lo cual no sería posible si era consumido por las llamas.[85]​ Dialogó entonces con Valverde, que le ofreció como alternativa ser bautizado como cristiano y luego ahorcado en el garrote vil; de esa manera su cuerpo podría ser enterrado. Atahualpa aceptó y allí mismo le bautizaron con el nombre cristiano de Francisco. A continuación le estrangularon.[86][87]

Al día siguiente el cuerpo de Atahualpa fue retirado de la picota y llevado con gran ceremonial a la iglesia para rezarle los oficios de difuntos y darle sepultura cristiana.[88]

El cadáver fue depositado en un catafalco delante del altar mayor y los religiosos españoles (entre ellos Valverde) cantaron las preces del rito. En la iglesia se hallaban todos los españoles, incluido el gobernador Pizarro, que estaba vestido de luto por tratarse del funeral de un rey. Todos rezaron ante el muerto. Según el cronista-soldado Miguel de Estete, durante la ceremonia un grupo de mujeres formado por hermanas, esposas y criadas de Atahualpa, entraron en la iglesia y se ofrecieron a enterrarse vivas con el monarca muerto, ya que esa era la costumbre en el funeral de un inca. Los españoles respondieron que Atahualpa había muerto como cristiano y que esa costumbre era contraria a las doctrinas de la cristiandad. Pero las mujeres no se conformaron. Se mordieron las muñecas, se desgarraron los pechos, y finalmente se ahorcaron con sus cabellos. Pizarro salió de la iglesia para poner orden y evitar que se produjeran más suicidios.[89]

Atahualpa fue enterrado en la iglesia de Cajamarca, pero unos días después su cadáver desapareció. Probablemente sus súbditos se llevaron el cuerpo para momificarlo y enterrarlo. Según la creencia popular, al conservarse su momia se mantiene la esperanza de su retorno.[85]

Tras la muerte de Atahualpa muchas etnias huascaristas que hasta entonces habían estado dominadas por el imperio inca se sublevaron e intentaron recuperar su independencia.[90]​ Los incas partidarios de Huáscar, encabezados por Manco Inca (otro de los hijos de Huayna Cápac), se unieron a los españoles para derrotar a Calcuchimac, Quisquis y los demás partidarios de Atahualpa.[91]

Según documentos de la época colonial, Atahualpa tuvo numerosos hijos, tanto de sus esposas como de sus concubinas, pero solo se ha podido identificar a algunos.[92]

El cronista Juan de Velasco afirma que su primera mujer fue Mama Cori Duchicela, que era su hermana, con la que tuvo a su primogénito Huallpa Cápac.[93]​ Huallpa Cápac sucedió a su padre en el trono de Quito siendo un niño. El general inca Rumiñahui usurpó el trono y mató a algunos hijos de Atahualpa.[94]

Varias de las mujeres de Atahualpa y once de sus hijos se refugiaron en la región de los Yumbos, al oeste de Quito, donde los descubrió Sebastián de Benalcázar, el conquistador de Quito, que los tomó bajo su protección. Según el historiador Federico González Suárez, Diego de Almagro rescató a tres hijos varones de Atahualpa de manos del cacique de Chillo.

Pizarro prometió a Atahualpa que velaría por sus hijos, que aún eran niños. En cumplimiento de esa promesa hizo que un grupo de ellos fuera acogido en el convento de Santo Domingo de Cuzco y otro en el convento de San Francisco de Quito. Tres de los que estuvieron en el convento cuzqueño fueron Diego Ilaquita, Francisco Ninancoro y Juan Quispe Túpac; tres de los que estuvieron en el convento quiteño fueron Carlos, Felipe y Francisco Túpac Atauchi. Dos hijas, María e Isabel, acompañaron a sus hermanos en Cuzco, pero fuera del convento.[92]

En abril de 1555 Diego Ilaquita, Francisco Ninancoro y Juan Quispi Túpac se presentaron ante la Real Audiencia de Lima, afirmaron ser hijos de Atahualpa y de las ñustas Chuqui Suyo (Chuquesuyo), Chumbi Carhua (Chumbicarua) y Nance Coca (Nançe Cuca) respectivamente, y solicitaron que se les reconociera esta filiación.[95]​ Lograron el reconocimiento de su legitimidad gracias a la intermediación de fray Domingo de Santo Tomás, que viajó hasta la corte para informar al rey. El virrey Marqués de Cañete estableció dos pensiones de 600 pesos para Diego Ilaquita y Francisco Ninancoro, Juan Quispe Túpac había fallecido. Los frailes franciscanos de Quito también lograron rentas a cuenta de las cajas reales para Carlos y Francisco Túpac Atauchi. No se sabe qué ocurrió con Felipe.[92]

Francisco Túpac Atauchi llegó a ser un hombre rico, poseedor de muchas propiedades en la región de Quito. Tuvo dos hijos: Juana y Carlos. Carlos viajó a Madrid para intentar mejorar su fortuna por favor del rey, pero llevó una vida disipada y falleció en 1589 en una cárcel pública a la que había ido a parar debido a sus deudas.[92]

El cronista Martín de Murúa cuenta que una de las hijas de Atahualpa, quizá María, se casó con el español Blas Gómez.[95][92]

Entre algunos pueblos indígenas del Perú y los huilliches del sur de Chile se cree que Atahualpa retornará un día para gobernarlos con justicia y darles bienestar.[96]​ En el Perú esta creencia se conoce como el mito del Inkarri y en Chile como el mito del rey inca Atahualpa. Según este mito el inca fue descuartizado y su cabeza enterrada en Cuzco, pero sus cabellos siguen creciendo en la dirección de los demás miembros y un día el cuerpo volverá a integrarse y Atahualpa regresará para restaurar el orden del mundo andino quebrado por la invasión española. Es una especie de mesianismo andino, influenciado por el cristianismo.[97]



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