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Ballesta



La ballesta es una arma impulsora que sirve para disparar flechas o bodoques, formada por un arco montado horizontalmente sobre un soporte provisto de un mecanismo que tensa la cuerda y otro que dispara. Si bien se trata de un instrumento marcial muy antiguo, actualmente se siguen utilizando, aunque principalmente con fines recreativos, como para el tiro al blanco y la caza.

Pese a que la denominación actual se encuentra firme, la misma sufrió diversas variaciones a lo largo del tiempo y en las diversas culturas, como en el medioevo, en que recibió muchos otros nombres en su mayoría derivados de la palabra ballista.

Las ballestas desempeñaron un papel importante en las guerras en Europa, Norte de África y Asia. Por la principal fuente de evidencias arqueológicas se cree que fueron desarrolladas en el este de Asia, más precisamente, en la antigua China. Una de las primeras referencias textuales a las ballestas se encontró en las obras de los seguidores de Mozi y de Sun Tzu, en El arte de la guerra, escrito entre 500 a. C. y 300 a. C..

La ballesta es un arma que comenzó a ser utilizada en Occidente de modo masivo en el siglo X, siendo la evolución y perfeccionamiento del arco y flecha. El primitivo arco de madera fue sustituido por una versión con un potente arco metálico formado por una o varias varas metálicas unidas (como un muelle de carruaje), llamada arbalesta.

La cuerda vegetal o de tripa trenzada original fue reemplazada por alambre y finalmente por fibras sintéticas en las versiones deportivas actuales. La primitiva flecha de vara vegetal fue sustituida por una saeta corta y metálica, capaz de perforar las corazas, y que es de carbono en las modernas. Se le agregó de forma perpendicular al centro del arco un carril acanalado en el que se alojaba la saeta y sobre el que se desplaza la cuerda impulsora o alambre.

Se lograba flexionar el arco metálico venciendo su potente resistencia con diversas maniobras; las primeras consistieron en poner el arco en tierra y tensar el alambre con ambas manos o el pie, hasta trabarlo en un gancho. Más tarde se montaron mecanismos (armatostes) diversos sobre el carril central. El más exitoso y usado fue el tensado mediante torniquete a manivela. El alambre, poderosamente tensado y sujeto por una traba, se disparaba con un gatillo.

Su potencia llegó a ser considerable en la versión más tardía y avanzada, con palas de metal (el proyectil metálico perforaba una cota de malla a 150 m). Sin embargo, ya las versiones más antiguas y menos potentes fueron armas muy usadas.

La ballesta se podía disparar cuerpo a tierra, a pie o a caballo, y no precisaba de tanta destreza como el arco para darle al blanco. Su lentitud de recarga era la gran desventaja: mientras el ballestero disparaba un virote por minuto, en el mismo lapso un hábil y fornido arquero inglés/galés, con su enorme arco de 1,80/2,00 metros, lograba disparar diez flechas, a casi 300 metros de distancia.

Existió una versión de repetición, inventada en la antigua China, menos potente, pero capaz de realizar varios disparos seguidos antes de recargar, llamada Cho-Ko-Nu. Y mucho antes de su aparición en la Edad Media, los antiguos griegos parece que ya conocían una especie de versión primitiva, denominada gastrafetes (‘arco de vientre’), porque para tensarla se empujaba el mecanismo apoyándose sobre el vientre y cargando el peso del cuerpo.

La ballesta revolucionó las posibilidades individuales de dar muerte al enemigo: cualquier inexperto podía matar a distancia a un consumado guerrero. Esto resultó tan novedoso y amenazador que incluso mereció que el Papa Inocencio II, en el Concilio de Letrán del año 1139, prohibiera el uso de la ballesta entre los ejércitos cristianos[1]​, y en una bula papal prevenía a la cristiandad contra su empleo por «el peligro que representaba para la humanidad un arma semejante».

La ballesta constituyó el anticipo más equivalente a las armas de fuego. Como en estas, la ballesta se gatillaba y se apuntaba acercando el ojo al extremo del carril saetero para alinearlo con el blanco a acertar. Su efectividad a distancia solo fue superada por la pólvora. A los soldados que portaban esta arma se les llamaba ballesteros.

A pesar de estar completamente relegada su utilización por las milicias en favor de las armas [2]​de fuego, aún se siguen fabricando de modo industrial y artesanal para la caza y para algunas fuerzas especiales, al ser un arma silenciosa, de relativo bajo costo y gran precisión; además de que varios tipos de saetas tienen la capacidad de atravesar blindaje corporal. Esto se debe al concepto de la física llamado cantidad de movimiento (producto de la masa por la velocidad de un cuerpo), es decir, que la masa de la saeta multiplicada por su velocidad es mayor que la de una bala quizás de gran velocidad pero menor masa; entonces puede traspasar blindajes diseñados para balas. Otra de las razones por las que esto es posible es que los blindajes corporales ligeros, generalmente conformados por fibrillas de kevlar, detienen la bala enredándola a causa de su propia rotación y, al no rotar a la misma velocidad la saeta, puede perforar o cortar el kevlar; por el mismo principio, las navajas suelen poder perforar este tipo de chalecos. En la actualidad suelen ser fabricadas con materiales compuestos y sintéticos, como la fibra de vidrio, y en algunos casos se les incluyen accesorios como miras telescópicas.



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