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El (dios semítico)



El (en ugarítico 𐎛𐎍, en fenicio 𐤀𐤋, en siríaco ܐܠ, en hebreo אל, en árabe إل o إله, cognado del acadio ilu) es una palabra semítica del noroeste, que tradicionalmente se traduce como ‘deidad’, refiriéndose a la máxima deidad. Algunas veces, dependiendo del contexto, permanece sin traducción (quedando simplemente «El») para referirse al nombre propio de un dios.

En la mitología cananea, El era el nombre de la deidad principal y significaba «padre de todos los dioses» (en los hallazgos arqueológicos siempre es encontrado al frente de las demás deidades). En todo el Levante mediterráneo, el dios supremo, padre de la raza humana y de todas las criaturas, era denominado Il o El, incluso para el pueblo de Israel (pero con interpretaciones distintas a los cananeos).

Los sumerios tenían un dios equivalente al de la mitología cananea, llamado Anu.[1]

Este dios todopoderoso llamado El, se denomina en hebreo Elohim, una forma de plural mayestático o superlativo, como ocurre, por ejemplo, en Génesis 1:1, en donde se emplea dicho término, pero la conjugación verbal empleada es en tercera persona singular. En otros contextos, en cambio, cuando no es usado para denominar a la deidad, se utiliza en plural y significa "dioses".
En el uso semítico, El era el nombre especial o título de un dios particular que era distinguido de otros dioses como «el dios», lo que en el sentido monoteísta sería Dios.[2]

La raíz il corresponde a apelativos semíticos muy conocidos, como la palabra original semita para ‘Dios’, ilum.[3]

El apelativo il [literalmente «dios»] era una de las posibles lecturas del mismo sumerograma empleado para el dios acadio Anu. Con el mismo apelativo il [literalmente ‘dios’] se designaba al dios de los cereales Dagan o al resto de dioses. En ugarítico, Dagan sería Dgn (que probablemente se vocalizaba como Dagnu) y en acadio como Dagana. El culto a Dagan era propio de los amorreos del siglo XXII a. C. y luego de la conquista elamita sobre la tercera dinastía de Ur, se difundió entre asirios y babilonios. En Asiria llegó a estar en equivalencia con Anu[cita requerida].

En las tablas de Ugarit, ese dios primigenio figura también como el esposo de la diosa Asera; Ishtar entre los babilonios [originalmente llamada Athirat (o Afdirad)] que en la Biblia recibe el nombre de Astoret. La forma griega es Astarté (la cual es la madre de todos los dioses,[4]​ la esposa celestial, la reina del cielo).

Representaciones del dios El se han encontrado en las ruinas de la Biblioteca Real de la civilización Ebla ―en el yacimiento arqueológico de Tell Mardikh (Siria), que data del 2300 a. C.―. En algún momento de la historia pudo haber sido un dios del desierto, pues un mito dice que tuvo dos esposas y que con ellas y sus hijos construyó un santuario en el desierto.

El ha sido el padre de muchos dioses ―setenta en total― los más importantes fueron Baal Raman (Hadad), Yam, Mot y Dagan, los cuales tienen atributos similares a los dioses Zeus, Poseidón u Ofión, Hades o Tánatos, entre otros; los antiguos mitógrafos griegos identificaron a El con Crono, el rey de los titanes.

Por lo general, El se representa como un toro, con o sin alas. También lo llamaban Eloáh, Eláh, que en árabe se convirtió en Allah).

El dios El preside sobre el monte G'r kvsi, que a veces se traduce como Khurshan-Zur-Kas (úrshan zur kas),

Para los pueblos cananeos, El era la deidad principal, el rey, creador de todas las cosas, el juez que dictaba lo que debían hacer tanto los hombres como los dioses. Su esposa primaria fue Ashera o Asera, la madre de los dioses, representada en los santuarios cananitas con árboles ornamentados. Pero tuvo otra esposa: Anat hermana de Hadad (Baal Raman (el trueno, señor del trueno), esta última, era llamada «la amante de los dioses» (ambas eran diosas de la fertilidad). Para los cananeos Él es el padre de la «divina familia» y presidente de la asamblea de los dioses en el Monte de la Reunión. Es llamado «toro» por su fortaleza y potencia creativa, es el «Anciano de Días», la «Roca de las Edades», está representado en una roca en Ras Shara.[5]

En los mitos Ugaríticos, El es llamado Bny Bnwt, que significa ‘creador de todas las cosas creadas’, aunque algunos lo traducen como ‘dador de potencia’. En las dos inscripciones halladas en Ugarit, hoy Ras Shamra, El es retratado como un dios frío y distante, «en el flujo de los [dos] ríos», posiblemente el Edén, de donde un río fluía para formar a los ríos Tigris, Éufrates, Guijón y Pisón.,[5]​ tal como describen al Edén en la Biblia.

Aparte de ser llamado «el creador», El también era llamado «el bondadoso», «el compasivo» en los mitos Ugaríticos (títulos que aparecen en la Biblia para referirse a Yahvé). Esta deidad no es de quien se escribe en la Biblia, ya que la deidad llamada El tiene este nombre propio y en la Biblia «El, traducida como el Altísimo», se llama Yahvé. Solo la adoración de Yahvé nunca fue estigmatizada en la Biblia ni por los patriarcas. De hecho Abraham dio los diezmos a un sacerdote del Altísimo (El) llamado Melquisedec, rey de Salem.

En Canaán el rey era nombrado «siervo de El» (de forma similar, en Israel, el rey era nombrado como siervo de Dios; David «El siervo de Dios»). Esto describía el estatus de los reyes antiguos como ejecutores de la voluntad divina. Este título era visto como un privilegio y no como una carga.[5]

En los tiempos de Palestina, «los hijos de El» significaban ‘los dueños de los ganados, adoradores del dios-toro El’, y «las hijas de Adán» significaría ‘las mujeres de Adama [la tierra, el suelo]’; Adama era una diosa de la agricultura. Las hijas de Adama eran notorias por sus orgías (prostitución ritual). En aquellos tiempos era común que hubiesen sacerdotisas sexuales, que sirviesen en los templos, es posible que de aquí venga la historia de El seduciendo a dos mujeres mortales, y estas dándole hijos semidivinos, llamados Shalem (‘perfecto’), y Shahar (‘amanecer’), que posee alas (según el salmo 139:9), y su hijo fue el ángel caído Helel (según Isaías 14:12).[6]

Esa mitología cananea se introdujo en las creencias del pueblo de Israel. La Biblia muestra ese sincretismo en muchos pasajes, por ejemplo la concepción de Yahveh como presidente en la «corte de los dioses» o «la divina asamblea» (BeneEl), también es para referirse a la divina familia de El, en Deuteronomio 32 , empieza con Israel en sus lapsus de fe y termina con el aserto de la destrucción de sus enemigos. En Deuteronomio 32:8 se representa la primera etapa de los israelitas en su adaptación del concepto del Yahveh al mando de la «asamblea de dioses» de la mitología cananea; la concepción de Yahveh como simplemente el principal entre todos los dioses. A lo largo de la historia de Israel primero nombró a Yahveh como el «altísimo» entre la asamblea de «los hijos de El» (o «hijos de IsraEl» según la Septuaginta) aunque se disputa la fecha de este poema, más tarde (en el 900 a. C.)[5]​ se hizo desaparecer la corte completa de dioses y se condenó esa idea como apostasía.

El dios El llegó a tener una descendencia de más de 70 deidades.

La unión entre los dioses y las mortales se encuentra en casi todas las religiones del mundo, excepto en el islam (es inapropiado decir que Dios, como se revela en el islam, es soltero o casado; para los creyentes de esa religión, Dios está simplemente más allá de cualquier comparación creada que podamos hacer. Por eso, afirmar que Dios es Padre no solo es erróneo, sino también una blasfemia). En el cristianismo, Jesucristo es el Hijo Eterno de Yahveh (anterior a la creación del mundo) que, una vez más, no está ni soltero ni casado; la palabra revelada de Dios y su espíritu son un solo y único dios, y tres personas divinas. La concepción virginal de Jesús no debe entenderse como fruto de la unión de Dios con una mujer (la Virgen María), sino que la mujer fue un medio para la encarnación de Jesús, mediante la acción del Espíritu Santo.

En el mundo antiguo se creía que los miembros de las clases dirigentes eran hijos de los dioses. Estas creencias se encuentran en el Mediterráneo y en todo el Oeste de Asia, sin contar las demás partes del mundo. Los emperadores romanos, a los que se rendía culto aún en vida, estaban convencidos de que, tras la muerte, iban a convertirse en dioses.

En algún momento el judaísmo hizo a un lado a todas las deidades, y dejó solo a Yahvé, que, como queda dicho, no está ni soltero ni casado, pues, al igual que en el islam, no entra en esas categorizaciones humanas, y, por lo tanto, nunca tuvo ningún hijo. Desde ese momento, llamarse «hijo de Dios» fue anatema.

En el siglo II d. C., el rabino Shimon ben Yohai maldijo a todo aquel que ―al leer la Torá (el Antiguo testamento de los cristianos) o cualquier libro― entendiera el término bene elohim (‘los hijos de los dioses’) en el sentido ugarítico. Desde ese momento, Elohim no significó ‘dioses’ (en plural) sino ‘dios único’.[6]

En los textos ugaritícos de Ras Shamra, pertenecientes a Ilimilku de Shubani (sumo sacerdote de Baal), los cuales fueron dictados por Atanu Purliani y subsidiados por el rey Niqmad II (1375-1345 a. C.).

La morada de Él es una montaña de la cual fluyen dos ríos, que son las fuentes de todas las «aguas vivas» en el mundo. El equivalente griego de esa montaña sería el Olimpo. Compárese con Ezequiel 47:1, Zacarias 14:8, y Apocalipsis 22:1.

Los acadios llamaron a sus predecesores «las gentes de Shumer», este término corresponde al hebreo «las tierras de Shin'ar» (‘la tierra de los vigilantes’), los egipcios la llamaron «Ta Neter» (T’Ntr, ‘la tierra de los ancestros/dioses’), que emigraron hacia Egipto, a esta tierra también la llamaron Ta Ur (antigua Ur, ciudad extraña o alejada). La Biblia la nombra como Ur de los Caldeos (en Mesopotamia), desde donde provino Abraham.[8]​ Así, los primeros dioses saldrían de las tierras de Shem.[cita requerida]

Ahí vive en una tienda de campaña (¿el tabernáculo?) como todo patriarca, con su familia y ahí los hijos de El (Bene ha Elohim) forman la «asamblea divina», la cual preside El. Compárese con Salmos 74:4, Daniel 7:9,13,22 y Apocalipsis 4:4,10, 5:8,14, 11:16,19:4.

Transliterado de la Biblia Hebraíca Stuttargensia:

Bene elohim (y variantes) se traduce como ‘hijos de los dioses’, ‘hijos de Dios’, ‘asamblea de los hijos de Dios’ o ‘asamblea de los dioses’,[11]​ El término fue usado extensamente en las religiones semíticas del Oeste (ver Génesis 6:2). En la cultura ugarítica ―tanto en restos arqueológicos de Fenicia con en restos amonitas― se han encontrado inscripciones sobre «los hijos de Dios», que eran divinidades menores o subordinadas a El.

En el arte ugarítico, el dios Él es representado como un patriarca barbudo y muy bebedor de vino en festines (una imagen que los hebreos comparaban con su dios El, eterno abstemio y soltero). Hasta la fecha no se ha encontrado un templo construido en honor del dios El ugarítico, aunque por supuesto no se ha excavado toda la zona. Esto podría hacer pensar que ―al igual que el dios El hebreo―, era un «dios que no habitaba en templos hechos por manos de hombres». Aparte de ser juez, el dios El podía sanar, como cuando curó a su hijo Kirta. Incluso el dios Baal acudía a buscar su ayuda cuando se encontraba en problemas, ayudando a su siervo Danel (el Danel antiguo de la Biblia), siervo de Baal, así cualquier cosa primero se le tenía que pedir permiso para hacerla como en el caso de Anat para tomar venganza.

Él es llamado «padre de los dioses» de todos modos, a los personajes que designa como su parentela son:

Según el pasaje de Génesis 32:23-28, el nombre Israel (YisraEl) representa al patriarca Jacob, ‘que pelea contra El’, aunque otros autores lo traducen de diferentes maneras.[12]

Pero las diversas traducciones no muestran uniformidad acerca de ese dios:

La palabra «El» significa ‘dios, poderoso, fuerte’ y también ‘ídolo’.[16]​ En la mayoría de las traducciones, el sitio conocido como Bethel[17]​ se traduce como ‘casa de Dios’, siendo beth ‘casa’ (como Bethlehem es ‘casa del pan’, Bethania ‘casa de la aflicción’, Bethsaida: ‘casa del pez’) y el puede referirse tanto a Yahveh como al dios El. Por lo tanto, Beth-el podría no ser la Beth Yahvé, sino la casa del dios extranjero El.[18]

Así, posteriormente Israel sería el pueblo elegido: el que se enfrentaría a los ídolos (Ver idolatría), pues seguiría el camino trazado por el único Dios verdadero Yahvé (Jehová). En la primera mitad del siglo X a. C. ese pueblo alcanzó tal objetivo durante los reinados de David y Salomón (Israel se había convertido en “el reino de Yahvé” (1.ª Cr 28:5). Pero la Biblia indica que posteriormente las doce tribus de Israel se dividieron por razones materialistas:

Ocurrió que las tribus norteñas habían copiado el materialismo (ver Amós 6:8; 8:4-7; Jer 5:26; Habacuc 1:2-4) de los paganos (los cuales adoraban al dios El), mientras que Judá se mantenía «un poco menos infiel… reconocía todavía a Yahveh» (Libro de Oseas 4:15; 11:12; Libro de Amós 2:4-8).[19]

Luego de la división del reino el nombre de El (usado en los idiomas semitas para designar a la deidad principal, el toro o becerro) se difundió más entre los israelitas del norte. [Esas diez tribus del norte ―propiamente llamadas Israel- son Aser, Dan, Efraím, Gad, Isacar, Manasés, Neftalí, Rubén, Simeón o Simón y Zabulón]. Por su parte los del sur ―propiamente llamados de Judá o levitas y benjaminitas (Judá, Benjamín)― de donde viene el nombre de judíos, siguieron manteniendo el ritual a Yhwh (Yahveh) en Jerusalén.

Hacia el siglo VIII a. C. el culto al dios El estaba bastante arraigado entre los israelitas del norte. Los frecuentes intercambios comerciales (sobre todo con Tiro) contribuían a ello. Absorbían cultos fenicios, asirios y sidonios. Por ejemplo, según 1 Reyes 16:31, un hijo de El (Melqart) era el «dios de Tiro» o «el Ba'al de Tiro». El rey de Sidón (Ethba’al) era servidor de Baal (Habbaal). El culto de este dios se introdujo en las tribus norteñas de Israel cuando el rey Ajab (o Acab) se casó con Jezabel, hija de EthBaal, rey de los sidonios.

Este «dios de Tiro» permaneció en Israel hasta el reinado de Jehú, quien lo anuló (Libro de Oseas 9:13; Libro segundo de los reyes 10:26).

En ciertas ocasiones, los israelitas utilizaban el término El para referirse a Yahveh, dado que esa era el término con que se denominaba a Dios. A veces usaban la variante Elohim (אֱלׂהִים). La palabra El significa ‘dios, poderoso, fuerte’, pero también ‘ídolo’.[16]​ Por lo tanto es una palabra genérica (deidad) que puede ser usada para cualquier dios, incluyendo a Baal, Moloc o Yahvé. A su vez, Elohim es una palabra de uso normal que puede significar ‘dioses’ aunque también ‘ángel de dios’.

Algunos judíos y cristianos consideran que este término debe de haber sido mayestático (es decir, símbolo de majestad de la divinidad), de manera que cuando Elohim se aplica a Yahveh significaría ‘el fuerte’ (según Skizzen, 3, 169), o ‘ser poderoso’ (según Dillmann).
Facciones del catolicismo también sostienen que pueda tratarse de una revelación inconsciente de la Santísima Trinidad.

Luego de salir de Egipto y ya en el desierto, a los hebreos no les resultaba fácil abandonar el «modo de vida» (materialismo) que durante decenios habían experimentado en tierras egipcias. Por eso, ante cualquier dificultad los hebreos volvían al culto anterior al toro-becerro El: (estas afirmaciones son válidas para creyentes, para el estudio crítico de la Biblia serían completamente anacrónicas, ya que la anterior concepción de contraste con la cultura cananea pertenece a época post-exílica, 800 años más tarde). Así lo leemos en la Biblia:

Una vez en la tierra prometida (Canaán), los israelitas fueron afianzando su culto a Yahvé hasta que pudieron consolidarlo en la época del rey David (siglo XI a. C.). Posteriormente ―durante el reinado de su hijo Salomón― ese «pueblo elegido» conseguía vivir bajo la ley de Dios. La paz se había afianzado y los habitantes vivían en un clima de relativa prosperidad. Pero tiempo después la mayor parte de las tribus volvieron al culto al becerro-toro El. La Biblia refleja ese episodio en términos muy similares a los anteriores:

Se puede apreciar la facilidad con que se pasaba del culto a Yahveh hacia el culto del becerro-toro, o sea el dios El. Dado que religión era equivalente a «modo de vida», hay quienes ensayan una explicación:

Seguir el culto a Yahveh exigía esforzarse para lograr una comunidad de hermanos, donde se defienda a los más débiles y prime la justicia. De esa manera se lograría la felicidad general, y Yahvé se encargaría de darles prosperidad y tranquilidad en sus fronteras (1.ª Re 2:3; Prov 29:14; Salmo 147:14). Seguir ese "modo de vida" era seguir los lineamientos de Yahvé:

Por su parte los no hebreos basaban su vida en el materialismo (dioses materiales) a los que se rendía culto "para obtener bienes y riqueza". Para conseguir dicha riqueza podía utilizarse el comercio engañoso ―lo cual caracterizaba a los pueblos cananeos―. La mentira y el saqueo se transformaba en una práctica común.

Pero a los pueblos «opresores» les iba bien, es decir, se sentían económicamente satisfechos, sin importarles a qué cantidad de pueblos estaban sometiendo. Por eso seguían adorando a El.

La solidaridad y compasión no eran compatibles con ese pensamiento. De allí que el culto al becerro (lo cual representaba al dios El ―un dios bondadoso, dispuesto a perdonar... que permitía aquellos métodos de enriquecimiento) era muy tentador. Por lo tanto: seguir manteniéndose en el culto a Yahvé, en medio del tentador culto a dioses materiales de los cananeos y naciones vecinas era un gran desafío para los hebreos. [Notar que lo que más se reprocha a las tribus que volvieron al «dios becerro» es su comercio engañoso y la opresión a los más débiles (Isaías 10:2; Jeremías 5:27; Amós 6:8; 8:4-7; Miqueas 3:11)]. La idolatría que repudian los profetas del siglo VIII a. C. hace directa alusión al modo de vida:

El cántico de Isaías (siglo VIII a. C.) manifiesta un panorama desolador: Expresa que Yahvé «esperó de ellos derecho» (mishpat) «y ahí tenéis: asesinatos. Esperó justicia» (dsedaqah) «y ahí tenéis, lamentos» (Is 5:7). Dicho profeta continúa con su invectiva contra «los que añaden casas a casa y campos a campos hasta no dejar sitio y vivir ellos solos en medio del país» (Is 5:8); esos son «los que llaman al mal bien y al bien mal», y luego agrega: «Contra ellos se inflama la ira de Yahvé» (Is 5:25).

Asimismo el profeta Amós fustiga a las mujeres de los poderosos (entregadas como ellos a la comodidad y al abuso): «Oprimís a los indigentes» (dallim), «maltratáis a los pobres» (ebionim), «y pedís a vuestros maridos: “Traed de beber”» (Am 4:1).

[La Ley de Yahvé permitía que hubiera gente más próspera que otras, pero no que un rico se aproveche de su posición de privilegio (2.ª Sam 12:1-6)]. Congruente con todo esto, en el libro Apocalipsis se le reprocha a la Gran Ramera que sus negociantes «usan artimañas para llegar a ser los magnates del planeta» (Ap 18:23). Tal como lo adelantaba Zacarías cuando se refería al Juicio Final:

«Y en aquel día no habrá más negociantes [kenajaní: ‘cananeos’] en la casa de Jehová de los Ejércitos» (Zac 14.21).

Uno de los datos que muestra el sincretismo en el Antiguo Israel es que cuando se utiliza la forma El para referirse a Yahveh en vez de Elohim, paralelamente tienen el significado del título que los demás pueblos semitas le daban a la deidad El. Así en los pasajes en los que se refieren a Dios como «el Fuerte de Israel» o «el Fuerte de Jacob» (uno de los títulos de Yahveh en la Biblia), literalmente dice «el Toro de Jacob» o «el Toro de Israel» (Salmos 132:2,5, Isaías 1:24, 49; 26, 60:16, Salmo 22:16, entre otros). Esto podría dar lugar (para un desprevenido) a caer en el engañoso culto al toro-becerro (o sea, el culto a El o Baal).

En el idioma hebreo otro nombre para designar a Yahveh es la forma "Abir" significando poderoso, fuerte, la forma para los demás es "Abbir" del mismo significado, incluyendo la palabra Toro (nombre con el que se referían a «el otro El») así para referirse a Yahveh se utiliza Abir y para los demás Abbir, como en el caso de "los fuertes toros de Basan".[20]​ Otros escritores simplemente lo traducen de manera literal: ‘dioses’.

Una referencia a El en los textos ugaríticos y a Baal en representación del «jinete de las nubes», o «el que cabalga entre las nubes», es muy similar a las expresiones que la Biblia utiliza para Yahveh (Salmo 68:4, Deuteronomio 33:26, 2 Samuel 22:11).

que para ayudarte cabalga en los cielos,

En otras ocasiones los israelitas usaban el nombre El o Elohim, para referirse a una o varias divinidades extranjeras.

Por la gran variedad de nombres de dioses que pueden leerse en la Torá, algunos autores plantean la teoría de que originalmente los pueblos semíticos que se agruparon bajo la denominación de “hebreos”, tenían creencias politeístas que progresivamente fueron perdiendo y adaptando hacia el monoteísmo, durante la época previa a las primeras adiciones que conformaron la Torá.

Todos los nombres como Ismael, Miguel, Israel y demás eran una forma teofórica, es decir los sufijos de los elementos (il, ilu o el) representan un "nombre divino" en este caso el supremo nombre del dios El, pero durante el reinado de Ebrum (rey de Ebla que se supone que fue el patriarca Eber [Heber], de donde proviene el nombre de hebreos) cambió de forma teofórica, de -el a -ya (w), de esta manera nombres como Mikailu (Miguel) se convirtieron en Mikaya (w), de esta manera el rey Ebrum cambió paulatinamente la religión de Ebla de su tiempo, asociándolo así con el nombre bíblico de Yahweh (-ya [w]), transformando a Yahweh en el Dios nacional, en vez de El.[21]

El dios El en topónimos y antropónimos bíblicos.

También hay muchas palabras cuya etimología aparentemente no está relacionada con el dios El:

El aparece como sufijo de muchos nombres:

También hay muchas palabras cuya etimología aparentemente no está relacionada con el dios El:



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