Exarcado del Imperio bizantino
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El Exarcado de Rávena (en latín: Exarchatus Ravennatis) o de Italia (Exharcatus Italiae) fue el centro del poder bizantino en Italia desde finales del siglo VI hasta el año 751, cuando el último exarca fue ejecutado por los lombardos.
En 404, durante el mandato de Honorio, la capital del Imperio romano de Occidente se fijó en Rávena gracias a su ventajosa ubicación y su abrigado puerto con acceso al Adriático. La ciudad continuó siendo el centro del Imperio de Occidente hasta su disolución en 476, momento en que se convirtió en la capital primero de Odoacro y luego de los ostrogodos, bajo Teodorico, rigiendo el territorio de Italia, Galia Cisalpina, Dalmacia y Sicilia. En 540, en el curso de la agresiva política imperial del emperador Justiniano, Rávena fue conquistada por el general bizantino Belisario, aunque sería posteriormente recuperada por los ostrogodos y vuelta a conquistar para Bizancio por el general Narsés en 552, que había reemplazado a Belisario por voluntad del emperador.
A causa de la invasión longobarda, que comenzó en 568, Rávena pasó a ser posteriormente la sede del exarcado imperial. Rávena se convirtió así en sede del gobernador bizantino de Italia. El exarcado se organizó durante el reinado del emperador Mauricio (582-602). Exarcado significa literalmente "territorio de fuera", ya que tras las pérdidas territoriales acaecidas a la muerte de Justiniano, dicho territorio quedó aislado del resto del imperio.
Al frente del exarcado estaba el exarca, representante del emperador, que asumía tanto el poder civil como el militar dentro del territorio. El territorio bajo dominio efectivo del exarca se extendía por la costa adriática de Italia desde Venecia en el norte hasta las Marcas. El resto de los territorios bizantinos de la península italiana no estaban bajo la autoridad directa del exarca, sino bajo el gobierno de duques o magistri militum. Las islas no pertenecían al exarcado: Sicilia constituía una unidad administrativa diferente, en tanto que Córcega y Cerdeña dependían del Exarcado de Cartago.
Los lombardos establecieron su capital en Pavía, desde donde controlaban el valle del Po. Algunos guerreros penetraron por su cuenta más hacia el sur y fundaron los ducados de Spoleto y Benevento. La creación de estos ducados dificultó las comunicaciones de Rávena con los territorios bizantinos de la Italia meridional, haciendo más precario el poder de Bizancio en la península. Durante el siglo VII, el Exarcado fue perdiendo territorios en beneficio de los lombardos: Piamonte, Lombardía, Véneto, Toscana y gran parte del sur de Italia pasaron al poder de los lombardos, así como Liguria (en 640). Roma, nominalmente bajo la autoridad del exarca, era en la práctica regida por el Papa, y la rivalidad de este último con el Patriarca de Constantinopla era causa frecuente de tensiones.
En torno al año 740, en vísperas de su final, el Exarcado controlaba apenas Istria (excepto la laguna de Venecia, que comenzaba a configurarse como una ciudad-estado independiente), Ferrara, Rávena con la Pentápolis y Perugia.
Durante los siglos VII y VIII, la posición del exarca fue haciéndose más difícil, debido a la amenaza de los lombardos y los francos, así como por la división entre la cristiandad oriental y occidental motivada por la crisis iconoclasta y la rivalidad entre el Papa y el Patriarca de Constantinopla. Rávena continuó siendo la sede del exarcado hasta la revuelta del 727 contra los emperadores iconoclastas. El último exarca fue asesinado por los lombardos en 751. El exarcado se transformó en el Catapanato de Italia, con capital en Bari, ciudad que fue conquistada por los árabes en 858 y recuperada por Bizancio en 878.
Cuando, en 756 los francos expulsaron a los lombardos, el Papa Esteban II reclamó el exarcado. Su aliado, Pipino el Breve, rey de los francos, donó los territorios conquistados del antiguo exarcado al Papa en 756. Esta donación, confirmada posteriormente por Carlomagno (774), constituye el inicio del poder temporal del Papado, conocido como Patrimonio de San Pedro. Cuando Sicilia fue conquistada por los árabes en el siglo X, los restos del poder bizantino en Italia se organizaron en los temas de Calabria y Longobardia minor, con capital en Bari y gobernados por altos oficiales militares, los catapanes. Istria y la cabecera del Adriático fueron incorporados a Dalmacia.
Nota: Para algunos exarcas existe cierta incertidumbre sobre sus fechas exactas de tenencia.
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