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Reino lombardo



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(751) Alboin's Italy-es.svg

Italy Lothar II.svg (774)
Duchy of Benevento c700-es.svg (774)
Flag of the Papal States (pre 1808).svg (756)


El Reino lombardo o Reino de los lombardos (en latín: Regnum Langobardorum) fue la entidad estatal constituida en la Italia de los lombardos entre 568-569 (invasión de Italia) y 774 (caída del reino con la llegada de los francos de Carlomagno), con su capital Pavía. El control efectivo de los soberanos sobre las dos grandes áreas que conformaban el reino: la Langobardia major (Langbardland en proto-germánico) en el centro-norte (a su vez, repartida en un área occidental, el Neustria, y una oriental, el Austria) y la Langobardia minor en el centro-sur, no fue constante durante los dos siglos de vida del reino. Desde una fase inicial de fuerte autonomía de los numerosos ducados lombardos, incluso si el impulso autonomista de los duques nunca fueron completamente refrenados.

El 25 de junio de 2011, la Unesco decidió inscribir en la Lista del Patrimonio de la Humanidad el conjunto «Centros de poder de los longobardos en Italia (568-774 d.C.)»[1]​ que comprende siete lugares en los que se conservan restos significativos del arte lombardo: Cividale del Friuli, Brescia, Castelseprio, Spoleto, Campello sul Clitunno, Benevento y Monte Sant'Angelo.

En 560 surgió un nuevo y enérgico rey: Alboino, que derrotó a sus vecinos gépidos, les hizo sus súbditos y en 566, se casó con la hija de su rey Cunimundo, Rosamunda. En la primavera del año 568, Alboíno forzó el limes del Friuli junto a un ejército en el que no solo había lombardos, sino también otras tribus germánicas, como bávaros, gépidos, sajones[2]​) y búlgaros. Entre 400.000 y 500.000 lombardos cruzaron los Alpes Julianos e invadieron el norte de Italia (la población romana en el norte de Italia era aproximadamente de 2 millones de personas) debido a la presión de los ávaros.[3]​ En aquel momento Longino, que había sucedido a Narsés en el gobierno de Italia con el título de exarca, no esperaba esta invasión. La primera ciudad importante que cayó fue Forum Iulii (Cividale del Friuli), en la Italia nororiental, en 569. Allí, Alboíno creó el primer ducado lombardo, que confió a su sobrino Gisulfo. Pronto Vicenza, Verona y Brescia cayeron en manos germánicas. En el verano de 569, los lombardos conquistaron el centro romano del Norte de Italia, Milán. La zona estaba entonces recuperándose de las terribles guerras góticas, y el pequeño ejército bizantino dejado para su defensa no pudo hacer nada. Longino fortificó los puertos y las costas, pues solo podía defender las ciudades costeras que podían ser abastecidas por la poderosa flota bizantina. El nuevo limes se estableció en los Apeninos.[3]

Posteriormente cayó Pavía, tras un asedio de tres años, en 572, convirtiéndose en la primera capital del nuevo reino lombardo de Italia. Al año siguiente, los lombardos penetraron más al sur, conquistando la Toscana y estableciendo dos ducados, Spoleto y Benevento bajo Zotto, que pronto se hicieron semi-independientes e incluso perduraron más que el reino norteño, sobreviviendo hasta bien entrado el siglo XII. Los bizantinos consiguieron conservar el control de la región de Rávena y Roma, unidos por un estrecho corredor que discurría a través de Perugia. Después Alboíno continuó ensanchando los límites de aquel reino y llegó a señorear la parte de Italia conocida con el nombre de Lombardía, si bien su reinado duró poco más de tres años.

Cuando entraron en Italia, algunos lombardos conservaron su forma nativa de paganismo, mientras que algunos eran cristianos arrianos. De ahí que no tuvieran buenas relaciones con la Iglesia católica, a la que persiguieron con el celo de neófitos.[4]​ Gradualmente, adoptaron títulos romanos, nombres y tradiciones, y en parte se convirtieron a la ortodoxia (siglo VII), no sin una larga serie de conflictos religiosos y étnicos.

A consecuencia de estos sucesos, se formaron en el territorio conquistado por los lombardos treinta y seis ducados independientes, pero esta desmembración fue perjudicial para ellos y funesta para Italia. Sus líderes se asentaron en las ciudades principales. El rey gobernaba sobre ellos y administraba la tierra a través de emisarios llamados gastaldi. Esta subdivisión, sin embargo, junto con la independiente falta de docilidad de los ducados, privó al reino de su unidad, debilitándolo incluso en comparación con los bizantinos, especialmente después de que empezaron a recuperarse de la invasión inicial. Esta debilidad se hizo todavía más evidente cuando los lombardos tuvieron que enfrentarse con el creciente poder de los francos. En respuesta a este problema, los reyes intentaron centralizar el poder a lo largo del tiempo; pero perdieron el control sobre Spoleto y Benevento definitivamente en el intento.

La invasión lombarda, por otro lado, destruyó el limes de Friuli y las plazas fuertes del Véneto. En consecuencia, esta zona quedó abierta a que otros bárbaros cruzaran los Alpes y la invadieran. Así lo hicieron los ávaros y los eslavos, que atacaron las llanuras llegando en ocasiones hasta el mar Adriático.[4]

La reina Rosamunda vengó a sus hermanos muertos matando a Alboino en el año 572 en Verona. Se casó con Helmiges y huyeron a Rávena, donde fueron acogidos por Longino y murieron finalmente envenenados. El sucesor de Alboíno, Clefi, también fue asesinado, después de un despiadado reinado de 18 meses. Su muerte marcó el inicio de un interregno de años, el «Mandato de los duques» (574584), durante el cual los duques no eligieron a ningún rey, y que está considerado como un período de violencia y desorden. Se trataría de una más de las interminables guerras entre lombardos que arruinaron Italia.[4]

Los duques lombardos trataron sin piedad a los vencidos y se apoderaron de todas las tierras de dominio público y de propiedades de particulares. Además empezaron a guerrear unos contra otros, dejando a Italia en un triste estado. En 584, amenazados por una invasión franca, los duques eligieron rey al hijo de Clefi, Autario. En 589, se casó con Teodolinda, hija del duque de Baviera, Garibaldo I de Baviera. La católica Teodolinda era amiga del papa Gregorio I y promovió la cristianización. En esa misma época, Autario se embarcó en una política de reconciliación interna e intento reorganizar la administración real. Los duques entregaron la mitad de sus estados para el mantenimiento del rey y su corte en Pavía. Por lo que se refiere a los asuntos exteriores, Autario consiguió frustrar la peligrosa alianza entre los bizantinos y los francos. Autario murió en 590.

Le sucedió Agilulfo, duque de Turín, quien en 591, también se casó con Teodolinda, que abjuró del arrianismo y se convirtió al catolicismo, generando un cisma entre los lombardos. No solo hubo guerras entre griegos y lombardos, sino también entre arrianos y ortodoxos. Agilulfo combatió con éxito a los duques rebeldes de Italia septentrional, conquistando Padua (601), Cremona y Mantua (603), y forzando al Exarca de Rávena a pagar un conspicuo tributo. Agiluifo murió en 616; Teodolinda reinó solo hasta 628, y fue sucedido a su vez por Adaloaldo. Arioaldo, quien se había casado con la hija de Teodolinda, Gundeberga, y jefe de la oposición arriana, más tarde depuso a Adaloaldo.

Su sucesor fue Rotario, considerado por muchas autoridades como el más enérgico de todos los reyes lombardos. Amplió sus dominios, Génova fue tomada a los bizantinos en el año 640, y toda Liguria pasó a ser lombarda en 643, junto con el resto de los territorios bizantinos del Véneto interior, incluyendo la ciudad romana de Opitergium (Oderzo). Rotario también dictó el famoso edicto que lleva su nombre, el Edictum Rothari, que estableció las leyes y las costumbres de su gente en latín: el edicto no se aplicó a los tributarios de los lombardos, quienes podían conservar sus propias leyes. El hijo de Rotario, Rodoaldo lo sucedió en el año 652, siendo aún muy joven, y fue asesinado por el partido católico.

A la muerte del rey Ariperto I en 661, el reino quedó dividido entre sus hijos Pertarito, quien estableció su capital en Milán y Godeperto, que reinó desde Pavía. Pertarito fue derrocado por Grimoaldo, hijo de Gisulfo, duque de Friuli y Benevento desde 647. Pertarito huyó a los ávaros y luego a los francos. Grimoaldo consiguió tener el control sobre los ducados y desvió el último intento del emperador bizantino Constante II de conquistar el sur de Italia. También derrotó a los francos. A la muerte de Grimoaldo en 671 Pertarito regresó y promovió la tolerancia entre los arrianos y los católicos, pero no pudo derrotar al partido arriano, liderado por Arachi, duque de Trento, quien solo se sometió a su hijo, el filocatólico Cuniperto.

La lucha religiosa siguió siendo una fuente de enfrentamientos en los años siguientes. El reino lombardo comenzó a recuperarse solo con Liutprando (713744), hijo de Ansprando y sucesor del brutal Ariperto II. Con él, el monarca logró imponerse a los duques prácticamente independientes,[4]​ incluidos los ducados de Spoleto y Benevento. Por entonces había ocupado el trono de Constantinopla el emperador León III, jefe de los iconoclastas, quien ordenó que las imágenes sagradas fueran destruidas en todo su imperio. Esto fue considerado sacrílego por el papa Gregorio III, quien se vio amenazado por las tropas imperiales. Liutprando aprovechó la oportunidad para apoderarse en 712 de muchas ciudades de Italia so pretexto de socorrer al papa. Se anexionó el Exarcado de Rávena y el ducado de Roma. También ayudó al mariscal franco Carlos Martel a rechazar a los árabes. Liutprando organizó una administración de oficiales formados en la cancillería romana, sus oficiales, condes o gastaldi, sustituyeron a los duques y presidieron los tribunales. No obstante, a su muerte los duques de Spoleto y Benevento siguieron siendo prácticamente independientes.[4]Gregorio III pidió auxilio a Carlos Martel contra los lombardos y le ofreció en recompensa el título de patricio, el cual iba unido a la potestad de gobernar en Roma. El sucesor de Liutprando, Aistolfo, que comenzó a reinar en 750, tomó Ravena (751) y con ello puso fin al Exarcado. El papa llamó en su ayuda a Pipino III, rey de los francos, a quien el papa consagró como soberano merovingio. En recompensa exigió de los lombardos que entregaran al papa la Pentápolis y el Exarcado. Aistolfo se negó, provocando un enfrentamiento. El ejército franco puso sitio a Pavía y consiguió que los lombardos entregaran Narni y a cuarenta de los principales señores de su reino. Muerto Aistolfo en 756, Rachis intentó ser el rey de los lombardos, pero fue depuesto el mismo año.

El último rey lombardo fue Desiderio, duque de Toscana. Consiguió tomar Rávena definitivamente, poniendo fin a la presencia bizantina en Italia central. Dio asilo a los hijos y a la viuda de Carlomán, cuya muerte originó sospechas de envenenamiento. Desiderio decidió reabrir las luchas contra el papado, que estaba apoyando a los duques de Spoleto y Benevento contra él, y entró en Roma en el año 772, siendo el primer rey lombardo que lo hacía.

Cuando el papa Adriano I pidió ayuda al poderoso rey Carlomagno, Desiderio fue derrotado junto a Clusio y produciéndose el asedio de Pavía, mientras que su hijo Adelchis tuvo también que abrir las puertas de Verona a las tropas francas. Desiderio se rindió en el año 774 y Carlomagno, en una decisión totalmente novedosa, asumió el título de «rey de los lombardos». Hasta entonces los reinos germánicos se habían conquistado a menudo unos a otros, pero ninguno había adoptado el título de rey de otro pueblo. Carlomagno tomó parte del territorio lombardo para crear los Estados papales, ratificando una donación de Pipino en favor de la iglesia de San Pedro.

La región de Lombardía en Italia, que incluye las ciudades de Brescia, Bérgamo, Milán y la antigua capital Pavía, es un recordatorio de la presencia de los lombardos.

Mientras que el reino centrado en Pavía en el norte pasó a manos de Carlomagno, el territorio controlado por los lombardos al sur de los Estados Papales nunca fue subyugado por Carlomagno o sus descendientes. En 774, el duque Arechis II de Benevento, cuyo ducado había solo nominalmente estado bajo autoridad real, aunque algunos reyes habían sido efectivos en su intento de hacer que su poder se notara en el sur, reclamando que Benevento era el estado sucesor del reino. Intentó hacer de Benevento un secundum Ticinum: una segunda Pavía. Intntó reclamar el reinado, pero sin apoyo ni posibilidades de coronación en Pavía.

Carlomagno marchó con un ejército y su hijo Ludovico Pío envió hombres, para forzar al duque de Benevento a someterse, pero su sometimiento y promesas nunca se mantuvieron y Arechis y sus sucesores fueron independientes de facto. Los duques de Benevento tomaron el título de princeps (príncipe) en lugar de rey.

Los lombardos del sur de Italia se vieron entonces en la posición anómala de poseer tierra reclamada por dos imperios: el Imperio carolingio al norte y al oeste y el Imperio bizantino al este. Estas bandas de guerreros ocuparon las regiones montañosas y acabaron luchando, según quien les pagase, a favor de Bizancio, el papa, los carolingios, o bien entre sí para lograr un botín.[4]​ Como era típico hicieron promesas de tributo a los carolingios, pero efectivamente permanecieron fuera de control franco. Benevento mientras tanto creció hasta su máxima extensión cuando impusieron tributo al Ducado de Nápoles, que era tibiamente leal a los bizantinos e incluso conquistó la ciudad napolitana de Amalfi en 838. En un punto en el reinado de Sicardo, el control lombardo abarcó la mayor parte del sur de Italia salvo el extremo meridional de Apulia y Calabria y Nápoles, con sus ciudades nominalmente anexionadas. Fue durante el siglo IX cuando la fuerte presencia lombarda se afianzó en la anteriormente griega Apulia. Sin embargo, Sicardo había abierto el sur a las acciones invasivas de los sarracenos en su guerra con Andrés II de Nápoles y cuando fue asesinado en 839, Amalfi declaró su independencia y dos facciones lucharon por el poder en Benevento, paralizando el principado y haciéndolo susceptible a enemigos externos.

La guerra civil duraron diez años y solo acabó con un tratado de paz impuesto por el emperador Luis II, el único rey franco que ejerció una auténtica soberanía sobre los estados lombardos, en 849 que dividió el reino en dos estados: el Principado de Benevento y el Principado de Salerno, con su capital en Salerno en el Tirreno.

Andrés II de Nápoles contrató a mercenarios sarracenos para su guerra con Sicardo de Benevento en 836. Sicardo respondió de manera semejante. Los sarracenos inicialmente concentraron sus ataques sobre Sicilia y la Italia bizantina, pero pronto Radelchis I de Benevento llamó a más mercenarios y saquearon Capua en 841. Las ruinas de esa ciudad son todo lo que queda de la «Vieja Capua» (Santa Maria Capua Vetere). Posteriormente, Landulfo el Viejo fundó la actual Capua, «Nueva Capua», sobre una colina cercana. Los príncipes lombardos en general, sin embargo, estaban menos inclinados a aliarse con los sarracenos que sus vecinos griegos de Amalfi, Gaeta, Nápoles y Sorrento. Guaifer de Salerno, sin embargo, brevemente se puso él mismo bajo soberanía musulmana.

Una gran fuerza musulmana tomó Bari, hasta entonces un gastaldate lombardo bajo el control de Pandenulfo, en 847. Las incursiones sarracenas entonces procedieron hacia el norte, hasta finalmente el príncipe de Benevento, Adelchis llamó en el apoyo de su soberano, Luis II. Luis se alió con el emperador bizantino Basilio I para expulsar a los árabes de Bari en 869. Una fuerza de desembarco fue derrotada por el emperador, después de un breve aprisionamiento por Adelchis, en 871. Adelchis y Luis estuvieron en guerra durante el resto de la carrera de este último. Adelchis se consideraba a sí mismo como el verdadero sucesor de los reyes lombardos y en calidad de tal enmendó el Edictum Rothari, el último gobernante lombardo que lo hizo.

Tras la muerte de Luis, Landulfo II de Capua flirteó brevemente con una alianza sarracena, pero el papa Juan VIII le convenció para que la rompiera. Guaimar I de Salerno luchó contra los sarracenos con tropas bizantinas. A través de este período los príncipes lombardos oscilaron en alianza de un partido a otro. Finalmente, hacia 915, el papa Juan X consiguió unir a todos los príncipes cristianos del sur de Italia contra los establecimientos sarracenos del río Garigliano. Ese año, en la gran batalla de Garigliano, los sarracenos fueron desbancados de Italia.

El estado independiente de Salerno inspiró a los gastalds de Capua para trasladarse hacia la independencia y, a finales del siglo, se llamaban a sí mismos «príncipes» y hubo un tercer estado lombardo. Los estados de Capua y de Benevento fueron unidos por Atenulfo I de Capua en 900. Posteriormente los declaró en perpetua unión y solo se separaron en 982, a la muerte de Pandulfo Cabeza de Hierro. Con todo el sur lombardo bajo su control salvo Salerno, Atenulfo se sintió seguro al usar el título de princeps gentis Langobardorum ('príncipe de los lombardos'), que Arechis II había comenzado a usar en el año 774. Entre los sucesores de Atenulfo el principado fue gobernado conjuntamente por padres, hijos, hermanos, primos y tíos durante la mayor parte del siglo. Mientras tanto, el príncipe Gisulfo I de Salerno comenzó a usar el título de Langobardorum gentis princeps alrededor de mediados de siglo, pero el ideal de un principado lombardo unido fue solo realizado en diciembre de 977, cuando Gisulfo murió y sus dominios fueron heredados por Pandulfo Cabeza de Hierro, quien temporalmente poseyó casi toda Italia al sur de Roma y estrechó en alianza a los lombardos con el Sacro Imperio Romano. Sus territorios fueron divididos a su muerte.

Landulfo el Rojo de Benevento y Capua intentaron conquistar el principado de Salerno con la ayuda de Juan III de Nápoles, pero con la ayuda de Mastalus I de Amalfi Gisulfo lo rechazó. Los gobernantes de Benevento y Capua hicieron varios intentos sobre la Apulia bizantina en esta época, pero a finales de siglo los bizantinos, bajo el gobierno duro de Basilio II, ganó terreno a los lombardos.

La principal fuente para la historia de los principados lombardos en este período es el Chronicon Salernitanum, compuesto más tarde en el mismo siglo en Salerno.

El principado de Benevento disminuido pronto perdió su independencia respecto al Papado y su importancia fue declinando hasta su conquista final por los normanda que, llamados a Italia por los lombardos para luchar contra los bizantinos por el control de Apulia y Calabria (con gente como Melo de Bari y Arduino, entre otros) y se habían convertido finalmente en rivales por la hegemonía en el sur. El principado salernitano experimentó una edad de oro durante los gobiernos de Guaimario III y Guaimario IV, pero comenzó a declinar con Gisulfo II y fue finalmente conquistado en 1078 por Roberto Guiscardo, quien se había casado con la hermana de Gisulfo Sichelgaita. El principado de Capua fue acaloradamente disputado durante el reinado del odiado Pandulfo IV, el Lobo de los Abruzos, y, bajo su hijo, cayó, casi sin disputa, ante el normando Ricardo Drengot (1058). Los capuanos se rebelaron contra el gobierno normando en 1091, expulsando al nieto de Ricardo, Ricardo II y estableciendo a un Lando IV.

Capua quedó de nuevo bajo el gobierno normando por el sitio de Capua de 1098 y la ciudad rápidamente declinó en importancia bajo una serie de gobiernos normando inefectivos. El estatus independiente de estos estados lombardos es generalmente testimoniado por la habilidad de sus gobernantes de cambiar los soberanos a gusto. A menudo el vasallo legal de un papa o un emperador (lo mismo bizantino que romano germánico), fueron los auténticos poseedores del poder en el sur hasta que sus antiguos aliados, los normandos, alcanzaron la preeminencia. Ciertamente los lombardos consideraban a los normandos como bárbaros y a los bizantinos como opresores. Considerando que su propia civilización era superior, los lombardos proporcionaron de verdad un entorno para la ilustre Escuela Médica Salernitana.



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