En la mitología griega, Hiperbórea era una región situada en las tierras septentrionales aún desconocidas, al norte de Tracia. Su nombre (en griego: (Υπερ βορεία) Hyper Boreia ‘más allá del norte’) deriva precisamente de que se creía que el dios-viento Bóreas habitaba en Tracia, y los hiperbóreos, sus hijos, lo harían más al norte de este reino, en el país de Hiperbórea.
La primera fuente existente que menciona a Hiperbórea en detalle, las Historias de Heródoto (IV, 32-35), data de alrededor del 450 a. C. Sin embargo, Heródoto hace referencia a tres fuentes anteriores que supuestamente mencionaban a los hiperbóreos, entre ellas Hesíodo y Homero, este último habría escrito sobre Hiperbórea en su obra perdida Epígonos: «si es que realmente es una obra suya». Heródoto también afirma que el poeta Aristeas del siglo VII a. C. habría escrito acerca de los hiperbóreos en un poema (ahora perdido) llamado Arimaspea sobre un viaje a la tierra de los isedones, que se estima que vivieron en la estepa kazaja. Más allá de ellos vivían los arimaspos, gentes con un solo ojo, más adelante los grifos, guardianes del oro, y después de estos, los hiperbóreos. Heródoto asumió que Hiperbórea estaba en algún lugar del noreste de Asia.
Píndaro, Simónides de Ceos y Helánico de Lesbos, contemporáneos de Heródoto en el siglo V a. C., describieron brevemente o se refirieron, cada uno de ellos, a los hiperbóreos en sus obras.
Se creía que los hiperbóreos vivían más allá de los nevados montes Ripeos.
Según Pausanias: «La tierra de los hiperbóreos, hombres que viven más allá del hogar de Bóreas».
Homero colocó a Bóreas en Tracia, y por lo tanto Hiperbórea estaba, en su opinión, al norte de Tracia, en Dacia.
Sófocles (Antígona, 980-987), Esquilo (Agamenón, 193; 651), Simónides de Ceos (Schol. sobre Apolonio Rodio, 1. 121) y Calímaco (Deliano, [IV] 65) también colocaron a Bóreas en Tracia. Otros escritores antiguos, sin embargo, creían que el hogar de Bóreas o los montes Ripeos estaban en un lugar diferente. Por ejemplo, Hecateo de Mileto creía que los montes Ripeos estaban adyacentes al mar Negro. Alternativamente Píndaro situó el hogar de Bóreas, los montes Ripeos e Hiperbórea, todos cerca del Danubio. Heráclides Póntico y Antímaco, en contraste, identificaron los montes Ripeos con los Alpes, y los hiperbóreos como una tribu celta (tal vez los helvecios) que vivían justo más allá de ellos. Aristóteles colocó los montes Ripeos en los límites de Escitia e Hiperbórea más al norte. Hecateo de Abdera y otros creían que Hiperbórea era Gran Bretaña (ver más adelante).
Más tarde, las fuentes romanas y griegas continuaron cambiando la ubicación de los montes Ripeos, el hogar de Bóreas, así como de Hiperbórea, supuestamente ubicada más allá de ellos. Sin embargo, todas estas fuentes coincidían en que estaban en el extremo norte de Grecia o en el sur de Europa.Simias de Rodas en el siglo III a. C. conectó a los hiperbóreos con los masagetas y Posidonio en el siglo I a. C. con los celtas occidentales, pero Pomponio Mela los ubicó aún más al norte en las cercanías del Ártico.
El antiguo gramáticoEn los mapas basados en puntos de referencia y descripciones dadas por Estrabón, Hiperbórea, que se muestra de forma variada como una península o isla, está situada más allá de lo que hoy es Francia, y se extiende más de norte a sur que de este a oeste. Otras descripciones la sitúan en la zona general de los montes Urales.
Plutarco, escribiendo en el siglo I d. C., conectó a los hiperbóreos con los galos que habían saqueado Roma en el siglo IV a. C. (ver batalla del Alia).
Eliano, Diodoro Sículo y Esteban de Bizancio registraron importantes fuentes griegas antiguas sobre Hiperbórea, pero no añadieron nuevas descripciones.
El filósofo estoico Hierocles del siglo II d. C. equiparó a los hiperbóreos con los escitas, y a los montes Ripeos con los montes Urales. Clemente de Alejandría y otros escritores cristianos también hicieron esta misma equivalencia escita.
Diversos fragmentos acerca de Pitágoras sostenían que él provenía de los hiperbóreos.
Hiperbórea fue identificada con Gran Bretaña por primera vez por Hecateo de Abdera en el siglo IV a. C., como en un fragmento conservado de Diodoro Sículo:
Hecateo de Abdera también escribió que los hiperbóreos tenían en su isla «un magnífico recinto sagrado dedicado a Apolo y un importante templo adornado con muchas ofrendas votivas y de forma esférica». Algunos eruditos han identificado este templo con Stonehenge. Diodoro, sin embargo, no identifica a Hiperbórea con Gran Bretaña, y su descripción de Gran Bretaña (5.21-23) no hace mención de los hiperbóreos o de su templo esférico. (Véase la sección «Leyendas» más adelante).
Pseudo Escimno, alrededor del 90 a. C., escribió que Bóreas habitaba en el extremo del territorio galo, y que tenía un pilar erigido en su nombre en la orilla del mar (Periégesis, 183). Algunos han afirmado que se trata de una referencia geográfica al norte de Francia, y a Hiperbórea como las islas británicas que se encuentran justo más allá del canal de la Mancha.
Ptolomeo (Geografía, 2. 21) y Marciano de Heraclea (Periplo, 2. 42) colocaron a Hiperbórea en el mar del Norte, al que llamaron «océano hiperbóreo».
En su trabajo de 1726 sobre los druidas, John Toland identificó específicamente la Hiperbórea de Diodoro con la isla de Lewis, y el templo esférico con las Piedras de Callanish.
Junto con Tule, Hiperbórea fue una de las varias terrae incognitae de los griegos y romanos, donde Plinio, Píndaro y Heródoto, así como Virgilio y Cicerón, relataron que la gente vivía hasta los mil años y disfrutaba de vidas de completa felicidad. Hecateo de Abdera recopiló todas las historias sobre los hiperbóreos conservadas en el siglo IV a. C. y publicó un extenso tratado sobre ellos, perdido para nosotros, pero anotado por Diodoro Sículo (ii.47.1-2). Además, se suponía que el sol salía y se ponía solo una vez al año en Hiperbórea, lo que lo situaba por encima o sobre el círculo polar ártico, o, más en general, en las regiones polares árticas.
El antiguo escritor griego Teopompo, en su obra Filípicas, afirmaba sobre Hiperbórea que una gran raza de soldados de otra isla (algunos han afirmado que se trataba de la Atlántida) había planeado su conquista, pero el plan fue abandonado porque los soldados de Meropis se dieron cuenta de que los hiperbóreos eran el pueblo más bendecido y eran demasiado fuertes para ellos; esta leyenda inusual, que algunos creen que es una sátira o una comedia, fue preservada por Eliano (Varia Historia, 3. 18).
Teseo visitó a los hiperbóreos y Píndaro trasladó el encuentro de Perseo con Medusa allí desde su sitio tradicional en Libia, debido al descontento de sus editores alejandrinos.
Apolonio escribió que los argonautas llegaron a avistar Hiperbórea cuando navegaban por el Erídano.
Solo entre los doce olímpicos, Apolo era venerado entre los hiperbóreos, pensaron los helenos: pasó el invierno entre ellos. Según Heródoto, las ofrendas de los hiperbóreos llegaban a Escitia envueltas en paja, y se pasaban de tribu en tribu hasta llegar a Dodona y de ellas a otros pueblos griegos hasta llegar al templo de Apolo en Delos. Dice que usaron este método porque la primera vez los regalos fueron traídos por dos doncellas, Hyperoche y Laodice, con una escolta de cinco hombres, pero ninguna de ellas regresó. Para evitarlo, desde entonces los hiperbóreos llevaron los regalos a sus fronteras y pidieron a sus vecinos que los entregaran en el siguiente país y así sucesivamente hasta llegar a Delos.
Heródoto también detalla que otras dos doncellas vírgenes, Arge y Opis, habían llegado antes de Hiperbórea a Delos, como tributo a la diosa Ilitía por facilitar los partos, acompañadas por los propios dioses. Las doncellas recibían honores en Delos, donde las mujeres recogían regalos de ellas y les cantaban himnos.
Un curandero legendario hiperbóreo en particular fue conocido como «Abaris» o «Abaris el curandero», que Heródoto describió por primera vez en sus obras. Platón (Cármides, 158C) consideraba a Abaris como un médico del lejano norte, mientras que Estrabón informó que Abaris era escita como el primer filósofo Anacarsis (Geografía, 7. 3. 8).
La leyenda griega afirma que los boreales, que eran los descendientes de Bóreas y de la ninfa de las nieves Quíone, fundaron la primera monarquía teocrática en Hiperbórea. Esta leyenda se encuentra recogida en los escritos de Eliano:
Diodoro Sículo añadió a esta descripción:
Por lo tanto, se creía que los boreales eran reyes gigantes, de unos tres metros de altura, que gobernaban Hiperbórea.
No hay otras descripciones físicas de los hiperbóreos en las fuentes clásicas.Elio Herodiano, un gramático del siglo III d. C., escribió que los míticos arimaspos eran idénticos a los hiperbóreos en apariencia física (De prosodia catholica, 1. 114) y Esteban de Bizancio en el siglo VI escribió lo mismo (Ethnika, 118. 16). El antiguo poeta Calímaco describió a los arimaspos como de cabello claro, pero se discute si los arimaspos eran hiperbóreos.
Sin embargo,Seis autores griegos clásicos también llegaron a identificar a estos pueblos míticos más allá del viento del norte con sus vecinos celtas en el norte: Antímaco, Protarco, Heráclides Póntico, Hecateo de Abdera, Apolonio de Rodas y Posidonio. La forma en que los griegos entendieron su relación con los pueblos no griegos fue moldeada significativamente por la forma en que los mitos de la Edad de oro fueron trasplantados a la escena contemporánea, especialmente en el contexto de la colonización y el comercio griegos. Como los montes Ripeos del pasado mítico se identificaban con los Alpes del norte de Italia, había al menos un fundamento geográfico para identificar a los hiperbóreos con los celtas que vivían en los Alpes y más allá de ellos, o al menos las tierras hiperbóreas con las tierras habitadas por los celtas. La reputación de los festines y el amor por el oro pueden haber reforzado la conexión.
En Irlanda, sin embargo, los celtas tenían sus propias leyendas de una avanzada civilización en el lejano norte. El Libro de las invasiones registra que esta civilización fue establecida por emigrantes de Irlanda, cuyos descendientes regresaron para establecerse de nuevo en Irlanda varios siglos después:
Como con otras leyendas de este tipo, los detalles pueden ser selectivamente reconciliados con el conocimiento moderno. Sobre el círculo polar ártico, desde el equinoccio de primavera hasta el de otoño (dependiendo de la latitud), el sol puede brillar durante 24 horas al día; en el extremo (es decir, en el polo), solo sale y se pone una vez al año, lo que puede llevar a la conclusión errónea de que un «día» para tales personas dura un año y, por lo tanto, que vivir mil días sería lo mismo que vivir mil años.
Dado que Heródoto sitúa a los hiperbóreos más allá de los masagetas y de los isedones, ambos pueblos de Asia Central, parece que sus hiperbóreos pueden haber vivido en Siberia. Heracles buscó la cierva de oro de Artemisa en Hiperbórea. Como el reno es la única especie de ciervo de la que las hembras llevan cuernos, esto sugeriría una región ártica o subártica. Después de que J. D. P. Bolton ubicara a los isedones en las laderas sudoccidentales del macizo de Altái, Carl A. P. Ruck sitúa a Hiperbórea más allá de la puerta de Zungaria en el norte de Sinkiang, señalando que los hiperbóreos eran probablemente chinos.
El ámbar llegó a manos griegas desde algún lugar conocido por estar muy al norte. Avram Davidson propuso la teoría de que Hiperbórea se derivaba de una explicación lógica (aunque errónea) de los griegos para los insectos, que aparentemente se originaban en un clima cálido y se encontraban incrustados en el ámbar que llegaba a sus ciudades desde los fríos países del norte.
Desconociendo la explicación ofrecida por la ciencia moderna (es decir, que estos insectos habían vivido en tiempos en que el clima del norte de Europa era mucho más cálido y sus cuerpos se conservaban sin cambios en el ámbar) a los griegos se les ocurrió la idea de que el frío de los países del norte se debía al aliento frío de Bóreas, el viento del norte. Así que si uno viajaba «más allá de Bóreas» encontraría una tierra cálida y soleada.
Los europeos del norte (países nórdicos), al confrontarse con la cultura clásica grecorromana del Mediterráneo, se identificaron con los hiperbóreos. Esto se alinea con el aspecto tradicional de una tierra perpetuamente soleada más allá del norte, ya que la mitad norte de Escandinavia se enfrenta a largos días durante el alto verano sin ninguna hora de oscuridad (sol de medianoche). Esta idea fue especialmente fuerte durante el siglo XVII en Suecia, donde los últimos representantes de la ideología del goticismo declararon a la península escandinava tanto la Atlántida perdida como la tierra hiperbórea. La cultura europea se identificó igualmente como hiperbórea; así, Washington Irving, al escribir sobre Astoria en el Noroeste del Pacífico, era de la opinión de que:
En este sentido, la autodenominada «Compañía hiperbórea-romana» (Hyperboreisch-römische Gesellschaft) era un grupo de eruditos del norte de Europa que estudiaba las ruinas clásicas de Roma, fundada en 1824 por Theodor Panofka, Otto Magnus von Stackelberg, August Kestner y Eduard Gerhard.
Friedrich Nietzsche reivindicó en su obra su condición de hiperbóreo, más allá de los límites conocidos, en contraposición al pensamiento homogéneo de la época en cuestiones morales y filosóficas. Nietzsche se refirió a sus lectores simpatizantes como hiperbóreos en El Anticristo (escrito en 1888, publicado en 1895):
Citó a Píndaro y añadió:
El término «hiperbóreo» todavía tiene un uso contemporáneo jocoso en referencia a grupos de personas que viven en un clima frío. Según el Sistema de Clasificación de la Biblioteca del Congreso, la subclase de letras PM incluye «lenguas hiperbóreas», una categoría general que se refiere a todas las lenguas no relacionadas lingüísticamente de los pueblos que viven en las regiones árticas, como los inuit.
Según las hipótesis paleoclimáticas teorizadas por Buffon y Mairan, el territorio ancestral de esta civilización estaba bajo las capas de hielo. John G. Bennett escribió un trabajo de investigación titulado El origen hiperbóreo de la cultura indoeuropea (Journal Systematics, Vol. 1, n.º 3, diciembre de 1963) en el que afirmaba que la patria indoeuropea estaba en el extremo norte, que consideraba la Hiperbórea de la antigüedad clásica. Esta idea fue propuesta anteriormente por Bal Gangadhar Tilak (a quien Bennett atribuye el mérito) en su obra El hogar del ártico en los Vedas (1903), así como por el etnólogo austrohúngaro Karl Penka (Orígenes de los arios, 1883).
Según el autor Jason Jeffrey Helena Blavatsky, René Guénon y Julius Evola compartían la creencia en el hiperbóreo, los orígenes polares de la humanidad y su posterior materialización y devolución. Aunque lo escrito por Jeffrey puede contradecir algunos conceptos teosóficos escritos por Blavatsky misma quien describe a los hiperbóreos como el origen de la «segunda raza raiz», una clase de seres etéreos sin inteligencia que se reproducen asexualmente. Santucci menciona que en la doctrina teosófica las razas previas al humano moderno son vistas como inferiores y el paso de una a otra como un proceso de evolución y nunca de involución.
De acuerdo con Jeffrey, según estos esoteristas, Hiperbórea fue el centro polar de la civilización y la espiritualidad de la Edad de oro; la humanidad no se eleva del mono, sino que progresivamente evoluciona a la condición de simio a medida que se aleja física y espiritualmente de su mística patria sobrenatural en el lejano norte, sucumbiendo a las energías demoníacas del polo sur, el mayor punto de materialización (véase Joscelyn Godwin, Arktos: El mito polar).
Autores adscritos al esoterismo nazi, relacionado con el Tercer Reich de Adolf Hitler, posteriormente postularon una teoría en la que a Hiperbórea la consideraron un posible origen de la «raza aria». La sociedad Ahnenerbe se habría dedicado a estudiar este tema y otros relacionados como las ciudades subterráneas.
Robert Charroux relacionó por primera vez a los hiperbóreos con una antigua raza de astronautas de «personas supuestamente muy grandes y muy blancas» que habían elegido «la zona menos cálida de la Tierra porque correspondía más estrechamente a su propio clima en el planeta del que procedían». Miguel Serrano fue influenciado por los escritos de Charroux sobre los hiperbóreos.
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