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Hoplita



El hoplita era un ciudadano-soldado de las Ciudades-Estado de la Antigua Grecia.[1]​ Su nombre (del griego antiguo ὁπλίτης, hoplitēs) deriva de hoplon (ὅπλον, plural hopla, ὅπλα), lo que quiere decir «artículo de armamento» o «equipamiento». Era un soldado de infantería pesada, en contraposición al gimneta (griego antiguo γυμνής, gymnếs, «desnudo») y al psilós (griego antiguo ψιλός, psilós, «desnudo» también), soldados de infantería ligera.

Estos soldados aparecieron a finales del siglo VII a.C. Formaban parte de una milicia ciudadana, armada como lanceros. Estos eran relativamente fáciles de armar y mantener, y se pagaban ellos mismos el coste del armamento. Casi todos los griegos conocidos de la Antigüedad clásica lucharon como hoplitas, incluso filósofos y dramaturgos.

Desde la formación de los hoplitas como milicia, no recibieron permanentes ataques y las campañas eran cortas. La excepción eran los guerreros espartanos, que eran soldados especializados, y que tenían en sus estados tierras asignadas a las clases bajas que eran quienes se encargaban de ellas. Los ejércitos marchaban directamente hacia su objetivo. Allí, los defensores podían esconderse tras las murallas de la ciudad; en ese caso los atacantes debían contentarse con hacer estragos en el campo, aunque los primeros también podían decidir encontrarse con ellos en el campo de batalla. Las batallas entonces tendían a ser decisivas. Eran cortas, sangrientas y brutales, por lo que se necesitaba un alto grado de disciplina.

Ambas fuerzas se alineaban en una llanura, con una formación rectangular aproximada, alrededor de ocho filas, aunque esto variaba. Otras fuerzas eran menos importantes; como los hippeis (caballería), que se situaban en los flancos, y tanto la infantería ligera como las tropas que lanzaban proyectiles eran insignificantes. Los hoplitas más conocidos eran los hoplitas espartanos, que eran entrenados desde su niñez en el combate y en la guerra, para convertirlos en una fuerza de ataque superior y excepcionalmente disciplinada.

La formación hoplítica se extendió por toda Grecia probablemente en el 700 al 650 a. c. Se la llama «revolución hoplítica». Esta datación se funda en un pasaje de Política de Aristóteles, que evoca la sustitución de los combatientes a caballo por la falange hoplítica. Se apoya en la ausencia de la descripción de combates en masa en Homero. Ahora bien, la Ilíada describe enfrentamientos de naturaleza hoplítica: ¿hay que considerar dichos pasajes como interpolados? La evolución del armamento tuvo lugar en esta época. La coraza fue modificada, al escudo se le añadió una segunda correa permitiendo un mejor asimiento. Sin embargo, algunas mejoras se remontan al siglo VIII a. e. c.: la tumba que encerraba la «coraza de Argos» está datada en 720 a. e. c.

Las representaciones gráficas de la guerra, por ejemplo de la cerámica geométrica, no son necesariamente concluyentes: la representación de duelos constituye una convención que simboliza tanto una batalla entera como el enfrentamiento de algunos hoplitas. Inversamente, el Vaso de los guerreros de Micenas, datado en 1120 a. e. c., muestra filas de soldados de infantería pesada armados con escudos redondos y recortados, y que llevan corazas de cuero y de metal.

El pasaje de Aristóteles es revelador de la evolución política que intervino en las polis (ciudades) del siglo VII a. e. c. La incorporación de los no nobles en las filas de los hoplitas, y el entrenamiento regular requerido para poder efectuar las maniobras en formación dio a la clase media un sentido de cohesión que tuvo importantes consecuencias políticas: los caballeros, hippeis (Ἱππείς), perdieron su prestigio y los hoplitas en adelante jugaron un papel decisivo en las batallas, los cuales reclamaban una mayor participación en el gobierno de la polis. Puesto que esta clase social participó activamente en la defensa de la ciudad, tenía lógicamente la palabra cuando se trataba de partir a la guerra. Además, la solidaridad nacida en los combates y campañas perduraba en los debates políticos. La clase media adquirió también un poder de decisión en otros dominios de la vida política en la polis democrática.

Esparta adoptó el estilo hoplita de combate aproximadamente entre los años 680 y 660 a. e. c.[2]​ La armadura de los hoplitas se difundió en Etruria y en Roma hacia finales del siglo VII a. e. c.

Los hoplitas se armaban generalmente poco antes de la batalla, pues su armamento era muy pesado: el peso total de la armadura hoplita estaba entre los 22 y los 27 kilogramos. Cada hombre se hacía con su propio equipo que no era uniforme en el ejército. Como resultado de la no existencia de un equipo común, a menudo las tropas amigas no se reconocían. Típicamente, un hoplita tenía una coraza (θώραξ, thốrax) de bronce que reproducía la forma de los músculos del torso, las cnémidas (griego antiguo knêmis) para protección de las tibias, un casco (κράνος, krános) de bronce con protecciones para las mejillas, más un escudo de forma circular llamado aspis, que medía un metro de diámetro. También se le puede llamar hoplon. El aspis (ἀσπίς, aspís) era un escudo hecho de madera, a veces con chapa de bronce. Era muy pesado (de 8 a 12 kg) y cubría desde el mentón hasta la rodilla. En la cultura militar espartana, que un soldado tirara el aspis era inadmisible. Se decía «Vuelve a casa con este escudo o sobre él».

Cada griego hoplita tenía una armadura diferente, hecha a medida, y en el escudo colocaba los símbolos de su familia. Por el contrario, los espartanos tenían el mismo uniforme y la letra griega lambda (Λ) en sus escudos, en referencia a su tierra de origen, Lacedemonia (Esparta). Cada espartano llevaba una capa escarlata, presentándose como espartano, aunque esta capa nunca se llevaba en combate. El diseño de los cascos solía variar con el tiempo:

El arma primaria era la lanza de alrededor de 2,7 m de largo llamada doru (δόρυ, dóry). Los hoplitas también llevaban una espada corta llamada xifos (ξίφος, xíphos). La espada corta era un arma secundaria, para después de que la lanza quebrase. También, si el enemigo se retiraba, tiraban la lanza y el escudo, y después le perseguían. Protegían sus piernas con unas grebas, denominadas cnémidas (κνημῖδες, knêmĩdes). Todas las armas y armaduras estaban hechas principalmente de bronce. El equipamiento era muy costoso, así que sólo los ricos podían permitirse ser hoplitas. Los soldados, en ocasiones, heredaban el equipo de sus padres o abuelos. Si el soldado era lo suficientemente rico, podía comprar un caballo y servir en la caballería regular, llamada hippeis, o en la caballería preparada para las escaramuzas, llamada Hippakontistai (lanzadores de jabalina montados). En algunas ciudades estado, era obligatorio servir durante unos años como soldado. Pero, desde luego, debían comprarse sus armas y su equipo. Después de los años de servicio, podía continuar su carrera militar o ganarse la vida con otra profesión. Pero en la cultura espartana, cada ciudadano tenía que ser un soldado, así que los ilotas hacían sus trabajos y cultivaban sus campos. A cada espartano le pertenecía una granja trabajada por hilotas. Cada soldado obtenía una pensión, al igual que beneficios y una paga.

Como contraste, cabe destacar a otra infantería contemporánea, que solía llevar una armadura más ligera y lanzas más cortas, jabalinas o arcos. El escudo mediano del hoplita permitía ser apoyado en el hombro. En formación, los escudos eran superpuestos de manera que defendiesen el lado izquierdo de su dueño, y el derecho del vecino. Es un tema de discusión para los historiadores si los hoplitas usaban la lanza por debajo o por encima del brazo.

La fuerza de los hoplitas estaba en el combate sorpresa. Los dos ejércitos chocaban con la esperanza de romper o rodear la línea enemiga. De no ser posible esto, la batalla se convertía en una serie de empujones, con la retaguardia intentando que la vanguardia penetrase en la línea enemiga. Esta maniobra era conocida como el othismos. Las batallas raramente duraban más de una hora. Una vez que una de las líneas se rompía, los vencidos escapaban del campo, seguidos por la caballería o los peltastas. Si un hoplita escapaba, en ocasiones se le obligaba a dejar su voluminoso aspis, y caía en desgracia para su familia y amigos. Las bajas eran leves comparadas con las batallas modernas y raramente superaban el cinco por ciento en el bando perdedor, pero en estas bajas solían estar los ciudadanos más importantes y los generales que lideraban la vanguardia.

Por ello, toda la guerra podía ser decidida en una sola batalla; la victoria se reforzaba con el rescate pagado a los vencedores por los vencidos, llamado "la costumbre griega". Los espartanos nunca huirían de la batalla, por el contrario, luchaban hasta la muerte.

Un hoplita en formación estaba protegido por la mitad derecha de su escudo (llevado en su brazo izquierdo) y por la mitad izquierda del escudo del hombre a su derecha. Por lo tanto, el hombre del extremo derecho de la falange estaba solo protegido a medias. En la batalla, las falanges opuestas explotarían su debilidad dirigiéndose al flanco derecho de su enemigo. La formación del hoplita se llamaba la falange. Los soldados más fuertes estaban a la derecha. En una falange había una serie de filas, y los líderes de cada una de ellas se situaban en la parte derecha. Había un instructor veterano en la retaguardia manteniendo el orden. Hasta el siglo VIII a. e. c., los soldados luchaban "por libre", por lo que las batallas se basaban en el heroísmo. La clave de la batalla estaba en golpearlos con el hoplon de los hoplitas y apuñalar al enemigo en la cara y en el torso. La principal debilidad de las tácticas era el limitado uso combinado de las armas, con arqueros o tropas ligeras usados escasamente. Los ilotas acompañaban normalmente a los espartanos en la batalla, montando los campamentos o haciendo tareas para los espartanos. Las formaciones y las tácticas variaban en el tiempo y en las ciudades.

Uno de los primeros problemas con la formación de los hoplitas era la incapacidad de marchar recto cuando entraban en combate. Esto estaba causado por la tendencia normal de los soldados de acercarse lo máximo al vecino (y por lo tanto a su escudo) para estar bien protegidos. Esto lo cuenta Epaminondas de Tebas a principios del siglo IV a. e. c. La innovación fue entrenar a los hoplitas para que marchasen en diagonal. Antes de eso, sólo los espartanos habían conseguido marchar en línea recta, pero gracias a intensos años de disciplina y entrenamiento.

La ascensión y caída de los hoplitas en la guerra estaba íntimamente conectada con el ascenso y caída de la ciudad estado. Durante las Guerras Médicas, a menudo se obligaba a los hoplitas a correr hacia los arqueros, para envolverlos en una lucha cuerpo a cuerpo, donde vencerían; además, en la Guerra del Peloponeso, tropas armadas con proyectiles como los peltastas se fueron haciendo progresivamente más dominantes. Como resultado, empezaron a llevar menos armadura, espadas más cortas y en general se acostumbraron a una mayor movilidad, lo que conduciría al desarrollo de los ekdromoi, los hoplitas ligeros. De todos modos los hoplitas entraron en decadencia: hubo tres grandes batallas en la Guerra del Peloponeso y ninguna resultó decisiva. En cambio se incrementaron las murallas, los mercenarios, la marina, la maquinaria de asedio, etc.

Estas reformas hicieron posible las guerras de desgaste y aumentaron las bajas en las batallas. Muchas de estas reformas fueron combinadas por el brillante general Epaminondas, cuyas tácticas eran la base de la falange de Filipo II de Macedonia, usada como un suplemento de la caballería. Estas fuerzas vencieron al último gran ejército de hoplitas en la batalla de Queronea (338 a. e. c.), tras esto Atenas y sus aliados se unieron al imperio helenístico. Estas mejoras condujeron a la ascensión de los más versátiles ejércitos macedonios.

El estilo de guerra hoplita fue practicado también alrededor de todo el Mar Mediterráneo. Como nota particular, los etruscos luchaban como milicias, algo adoptado de la colonias griegas de la Magna Grecia. Los romanos desarrollaron la formación hoplítica, de la que deriva la legión romana, que dominaría la historia militar occidental durante cientos de años.

La organización de la guerra en la Antigua Grecia derivada del nuevo sistema hoplítico se basaba en el combate cerrado y la formación compacta.

Tirteo describe así el combate de una formación cerrada de hoplitas:

La protección del hoplita estaba asegurada por un tipo de grebas (conocidas como cnémidas), un casco y una coraza de bronce, así como por un escudo circular de unos 90 cm de diámetro (el hoplon), hecho también de bronce o de un armazón de madera o mimbre y recubierto de piel.

La principal originalidad de este hoplon, que constituirá el arma emblemática de los hoplitas, consistía, sin embargo, en no colgarse del cuello por una correa, sino por llevarse en el antebrazo izquierdo, embrazado por una abrazadera central y una correa periférica como asidero. De esto se derivaban dos consecuencias esenciales. Por un lado, el hoplita solo disponía del brazo derecho para manejar sus armas ofensivas: una lanza de madera (dory), de una longitud aproximada de 2,50 m, provista de una punta y de un contrapeso de hierro o de bronce, así como una espada corta (xifos) para la lucha cuerpo a cuerpo.

Por otro lado, la protección de su flanco derecho, relativamente descubierto, tenía que asegurarse por un compañero de fila dentro de una falange suficientemente compacta (habida cuenta asimismo de la limitación de visibilidad y agilidad de los combatientes impuesta por el casco y la coraza). Hay que admitir que esta doble innovación técnica y táctica coincide con una extensión del reclutamiento a todos aquellos que estaban en condiciones de dotarse de ese armamento (los zeugitas en Atenas) y, por tanto, con una relativa ampliación del cuerpo cívico más allá de los límites de la aristocracia tradicional.



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