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Filipo II de Macedonia



Filipo II (en griego: Φίλιππος Βʹ ὁ Μακεδών [Phílippos II ho Makedṓn], 382-336 a. C.) fue rey de Macedonia desde 359 a. C., si bien no desposeyó a su sobrino Amintas IV, legítimo rey, hasta el 355 a. C., hasta su muerte. Fue el padre de Alejandro Magno, y es posible que también de Ptolomeo I Sóter, fundador de la dinastía ptolemaica.

Su nombre en griego era Φίλιππος Β', que proviene del griego antiguo Φίλος (filos): ‘amigo’; e ἵππος (ippos): ‘caballo’.

Nacido en Pella, Filipo era el hijo más joven de Amintas III (393-370/369 a. C.) y Eurídice I. Filipo permaneció como rehén en Tebas, por entonces la polis hegemónica en Grecia, durante tres años (368-365 a. C.). En esa época Filipo II recibió educación militar y diplomática de Epaminondas y vivió con Pamenes de Tebas, un entusiasta defensor del Batallón Sagrado de Tebas.

En 364 a. C. Filipo volvió a Macedonia, participando en asuntos de gobierno. A raíz de la muerte de sus hermanos mayores, los reyes Alejandro II y Pérdicas III, llegó a ser regente de su sobrino Amintas IV, hijo de Pérdicas III. Filipo, de 22 años, se convirtió en gobernante desposeyendo a su sobrino.

Filipo tuvo que hacer frente a varios pretendientes al trono:

Filipo consiguió eliminar a todos los pretendientes. Argeo usó un ejército de mercenarios y, ayudado por exiliados macedonios y algunas tropas atenienses, hizo un intento para ocupar Vergina, pero fue rechazado. A su retirada a Metone, Pieria, fue interceptado por Filipo y derrotado. Pausanias perdió el apoyo de los tracios, comprados por Filipo, y Arquelao fue eliminado y sus hermanos huyeron de Macedonia hacia Olinto. Filipo quedó entonces como único gobernante.

En el 339 a. C. cuando Phílippos regresaba a Macedonia, luego de la campaña escita contra Ateas, la tribu tracia de Triballoi le impidió el paso exigiendole una parte del botín. Surgió una disputa y después una batalla, en la que Filipo recibió una notoria herida penetrante de lanza en su pierna, que fue casi fatal y lo dejó cojo 3 años antes de su asesinato en 336 a. C. como refieren Justino, Demóstenes,[2]​ Plutarco y Ateneo.[3]

En sus tres años de estancia en Tebas, Filipo estudió de cerca los ejércitos griegos y su política. Se dio cuenta de que la nueva táctica de la ruptura que se enseñaba a los soldados, basada íntegramente en la falange, podía mejorarse mucho. En el campo político percibió que Tebas ya no era la ciudad fuerte ante Atenas, que se debilitaba y dejaría de dominar. La idea de este rey era llegar a la unidad política de todos los pueblos griegos bajo su mando.

Su primer cometido fue organizar un buen ejército, competente, disciplinado y numeroso, capaz de enfrentarse con los más grandes pueblos de aquel mundo conocido, capaz de dominarlo, como lo hizo, a lo largo de dos siglos. Filipo preparó el ejército no con mercenarios, sino con sus súbditos, para el posterior triunfo de Alejandro Magno, de la misma manera que Cayo Mario preparó en Roma el ejército que haría triunfar a César. El biógrafo griego Plutarco (c. 46-125 d. C.) escribiría siglos más tarde sobre esta coincidencia en su gran obra Vidas paralelas.

El rey proporcionaba las armas:

Filipo reorganizó el ejército de Macedonia, que hasta entonces se basaba en la caballería, integrada a su vez por la nobleza. Aumentó el número de infantes, se preocupó por su equipamiento y les dotó de un arma nueva, la sarissa. Creó la falange, cuerpo concentrado de infantería formado por 16 filas de soldados, las seis primeras filas bajaban la sarissa para entrar en combate. Los flancos estaban protegidos por la caballería.

Se componía de:

Al principio este ejército lo componían 10,000 soldados. Poco a poco fue aumentado y alcanzó los 30,000 efectivos. Llegó a ser muy superior a los demás ejércitos de los distintos pueblos griegos, siendo no solo superior en número de contingentes, sino en aspectos fundamentales como la organización y la disciplina.

Filipo sabía que los griegos se habían ido relajando en sus costumbres y por tanto trató de corregir los fallos y errores. Los soldados griegos temían las grandes marchas, nunca se ponían en campaña si no era primavera, llevaban muchos carros y sirvientes consigo, lo que hacía que se llenaran los campos y retrasaran las marchas. Desde un principio, Filipo obligó a sus soldados a caminar 50 km diarios llevando sus armas e impedimentas, prohibió llevar vehículos y solo consintió un sirviente por cada 10 hombres y uno también para cada jinete. Además hizo campañas en invierno. Era muy rígido y contaba con la disciplina por encima de todo.

Para la lucha en el campo de batalla se colocaban en falange, que era la masa regular. La falange no era un invento de Filipo, ya existía entre los griegos, pero él supo perfeccionarla. La falange macedonia constaba de 16 filas de hombres armados con la sarissa. Los de las 6 primeras filas sostenían con las dos manos la lanza en dirección al enemigo. Por delante de ellos iban asomando las lanzas de las filas de los que estaban detrás, de manera que la formación quedaba así:

Las últimas filas sostenían su lanza hacia arriba, se mantenían a la expectativa y cubrían bajas. En caso necesario, las ocho últimas filas hacían frente al lado opuesto, volviendo la espalda a sus compañeros. Entonces se formaba una agrupación impenetrable. La falange era una masa pesada, de movimientos lentos, que solo podía maniobrar en llano. Para movimientos rápidos, escalar alturas y atrincheramientos, Filipo contaba con infantes que llevaban un escudo pequeño y armas ligeras.

Otra cuestión de la que se ocupó el rey fue de la maquinaria de guerra, que llegó a ser la más completa que los historiadores hayan conocido hasta ahora. Se empleaba para sitiar ciudades y constaba de catapultas (que lanzaban grandes piedras y tizones encendidos) y torres móviles para alcanzar las murallas. Con este ejército tan preparado y tan bien equipado Alejandro Magno pudo realizar los sueños de su padre Filipo: conquistar Persia.

Sus ideas expansionistas de Macedonia y su capacidad militar pronto le llevaron a lograr grandes éxitos. Inmediatamente asentó el poder de la monarquía macedonia tanto dentro como fuera de sus fronteras. En el interior, acabó con los pretendientes que le veían como un usurpador y dominó a los príncipes de las regiones altas (Lincestia, Eilimia y Orestis). En el exterior, venció a una coalición de peonios e ilirios en 358 a. C., con lo que Filipo extendió sus dominios tierra adentro hasta el lago Ócrida.

Luego aprovechó la Guerra Social (o Guerra de los Aliados) de 357-355 a. C. para expandirse. En 357 a. C. tomó la colonia ateniense de Anfípolis, que controlaba las minas de oro del monte Pangeo, reteniéndola a pesar de las promesas de devolvérsela a los atenienses. Ese mismo año, Filipo se casó con la princesa Olimpia de Epiro, hija del rey de Molosia.

En 356 a. C. conquistó Pidna, y a continuación Potidea, ciudad que entregó a la Liga Calcídica en contra de los intereses de Atenas. Tras derrotar a una nueva coalición de tracios, ilirios y peonios, apoyada por Atenas, Filipo se sintió lo suficientemente fuerte como para postergar a su sobrino, dejarse de ficciones y proclamarse rey de Macedonia, con el nombre de Filipo II.

En el mismo 355 a. C. conquistó la ciudad de Crénidas (a la que bautizó con su nombre llamándola Filipos o Filípolis) cerca de la costa del mar Egeo, a orillas del río Hebro y al otro lado de la zona minera del monte Pangeo. Desde esta ciudad podía tener el control absoluto de la producción de oro y a partir de ese momento, Filipo pudo acuñar en este metal y dejar de lado la plata que patrocinaban otras ciudades.

También atacó Abdera y Maronea, en la costa de Tracia, ciudad que antes había pertenecido a Atenas. Con la conquista de Metone, en la que Filipo perdió el ojo derecho, finalizó la primera fase de expansión por la costa (354 a. C.). Aliado con los Aleuadas de Larisa, intervino en Tesalia, desgarrada por la Tercera Guerra Sagrada, siendo derrotado por Onomarco en dos ocasiones (353 a. C.). Sin embargo, en la llamada batalla del Campo de Azafrán, en 352 a. C., Filipo aniquiló por completo a las huestes de Onomarco, el cual fue crucificado. Tres mil prisioneros fueron arrojados al mar, y como consecuencia de la derrota, el tirano Licofrón fue expulsado definitivamente de Feras.

Sin embargo, no pudo penetrar en la Grecia central, al estar bloqueadas las Termópilas por los focidios de Failo, apoyados por atenienses y espartanos. Entonces, reorganizó Tesalia bajo su hegemonía y se retiró hacia Epiro primero, y hacia el noreste después, extendiendo su área de influencia y sometiendo las ciudades costeras griegas del Mar Negro hasta el río Hebro (352-351 a. C.).

Su siguiente ataque lo lanzó en 350 a. C. sobre la península Calcídica, con la que hasta entonces había mantenido relaciones amistosas, la excusa fue la petición a la liga para que entregara a Menelao y Arrideo, hemanastros de Filipo y que había ayudado a su hermano Arquelao en su intento de usurpar el trono macedonio. La respuesta negativa de la Liga desembocó en la guerra. Sincronizó la campaña con una revuelta que instigó en Eubea para impedir la intervención ateniense. Ese mismo año conquistó Estagira, y en el 348 a. C. destruyó su principal ciudad, Olinto, con lo que la Calcídica quedó sometida al dominio macedonio. Con Macedonia y las regiones adyacentes consolidadas, Filipo celebró unos juegos olímpicos en Díon. En 347 a. C. avanzó para conquistar los distritos más orientales del Hebro y obligó a someterse al príncipe Cersobleptes de Odrisios.

Estos hechos provocaron que en Atenas se empezara a hablar de paz, aunque todavía predominara la tendencia favorable a la guerra, por lo que Filipo esperó a la primera ocasión favorable. Esta se dio en 347 a. C., con motivo del final de la Tercera Guerra Sagrada: los beocios llamaron en su auxilio al poderoso Filipo, quien acudió inmediatamente. En consecuencia, los focidios apelaron nuevamente a Atenas y Esparta. Sin embargo, aprovechando las disensiones internas de los focidios, Filipo llegó a un acuerdo con su jefe Faleco, el hijo de Onomarco, que se había apostado en las Termópilas con un ejército mercenario. Faleco dejó pasar a Filipo y se retiró al Peloponeso. Respecto a Filipo, penetró en la Grecia central (346 a. C.), derrotando a los focidios en la batalla del Campo de Azafrán. Esta batalla le convirtió en el gobernador (tagus) de Tesalia, en donde reclamó también el control de Magnesia, que tenía el importante puerto del Golfo de Pagasae. Focea fue expulsada de la Anfictionía de Delfos, y sus votos pasaron a Filipo, que fue admitido en la misma (aunque no de muy buen grado), con lo que adquirió una sólida posición de poder y prestigio en el mundo griego. Filipo aprovechó su posición en la Anfictionía para dominar los asuntos de Grecia y tener el control del Oráculo de Delfos, de suma importancia para cualquier decisión militar o política que hubiera que tomar.

A Atenas no le quedó otra solución que la paz, que solicitó al monarca macedonio a través de Filócrates. En ella se garantizaba a cada parte sus territorios conquistados, y se establecía una alianza defensiva, lo que dio ocasión al orador Isócrates para exhortar a Filipo a dirigir sus ejércitos contra los persas.

Con las principales ciudades estado griegas sometidas, Filipo se dirigió contra Esparta y les envió un mensaje:

La respuesta de Esparta, fiel a su tradición lacónica, fue sencillamente: «Si».[4]

A pesar de las advertencias de Demóstenes, los atenienses dejaron hacer a Filipo, que consolidó su influencia en Grecia y reconoció la independencia de Mesenia y Arcadia. Al mismo tiempo, asentó sus dominios en Iliria, reorganizó de nuevo Tesalia (343-342 a. C.), intervino en Epiro, expulsando a Arribas y entronizando a Alejandro de Epiro, y firmó un tratado con el gran rey de los persas, Artajerjes III (343 a. C.), lo que le permitió extender sus posesiones en el territorio tracio, dirigiendo una gran expedición militar que conquistó la ciudad fortificada de Eumolpiade, renombrándola Filipópolis (hoy Plovdiv). En 342 a. C., negoció un acuerdo secreto con Hermias, tirano de Atarneo, asistido por Aristóteles, con el objeto de tener una cabeza de puente en caso de invadir Asia.

Demóstenes ansiaba la guerra contra los macedonios, considerados unos bárbaros, y con sus discursos solivianta y prolonga la enemistad de Atenas con Macedonia: son las famosas Filípicas. La expansión macedonia en la región de los Estrechos alarmó a los atenienses, que, conducidos por Demóstenes, declararon la guerra a Filipo (340 a. C.). Este comenzó los asedios de Perinto (340 a. C.) y Bizancio (339 a. C.), fracasados por su carencia de fuerzas navales, y vio temporalmente comprometida su influencia en toda Grecia. Sin embargo, aprovechó la Cuarta Guerra Sagrada para decidir el conflicto en tierra. Nombrado hegemon de la Anfictionía, Filipo penetró en la Grecia central y venció en la batalla de Queronea (338 a. C.) a los tebanos y atenienses aliados. En esta batalla, su hijo Alejandro, de 18 años de edad, llevó a cabo su primera acción militar al mando de 1800 jinetes. Tras la victoria Filipo erigió un león de mármol en memoria del Batallón Sagrado de Tebas por su valentía en la batalla.

Después de esta gran victoria, Filipo demostró una gran sabiduría política al no humillar a los vencidos. El macedonio instauró su hegemonía sobre Grecia, constituyendo la Liga de Corinto (337 a. C.), que incluía a todos los Estados griegos, a excepción de Esparta. La Liga garantizaba la paz general, la autonomía interna de cada miembro, salvo para reprimir revoluciones, y una alianza perpetua bajo el mando de Filipo, a quien la Liga concedió el mando de la guerra contra Persia. Mientras se realizaban los preparativos de la expedición, con el envío de un ejército a Asia Menor bajo el mando de Parmenión y Átalo, Filipo fue asesinado.

En el año 337 a. C., Filipo se divorcia de Olimpia. Su intención era volverse a casar con una noble macedonia, Eurídice, sobrina del general Átalo. Para aplacar el descontento de los nobles de Molosia (de donde era Olimpia), trama un matrimonio de conveniencia entre su propia hija Cleopatra y un hermano de Olimpia, Alejandro de Epiro, que era rey vasallo en Molosia.

Para la boda se organizaron grandes fiestas en Egas (primera capital de la antigua Macedonia). Desde el amanecer avanzaban en procesión solemne las estatuas de los doce dioses sentados en tronos lujosos muy adornados. Una estatua hacía la número trece: era la efigie del gran Filipo. Hubo un gran banquete y a continuación todos se dirigieron al teatro para terminar allí el agasajo. Llegó Filipo, que se había vestido de blanco para la ocasión, y cuando se disponía a entrar en el recinto sin guardaespaldas (resaltando ante los diplomáticos griegos ahí presentes su cercanía al pueblo), se le abalanzó un joven noble macedonio y le hirió en un costado. Murió al instante allí mismo. El asesino se llamaba Pausanias (como el famoso general del siglo V a. C. y el famoso historiador del siglo II), uno de sus siete guardaespaldas. El asesino inmediatamente intentó escapar y alcanzar a sus compañeros en la conspiración, que le esperaban con caballos en la entrada de Egas. Fue perseguido por tres guardaespaldas de Filipo y murió a sus manos.

Las razones para la acción de Pausanias son difíciles de responder completamente, dado que existe controversia incluso entre los historiadores antiguos. El único relato contemporáneo que ha llegado es el de Aristóteles, que comenta que Filipo fue asesinado porque Pausanias había sido ofendido previamente por los seguidores del general Átalo, suegro del rey.

Cincuenta años más tarde, el historiador Clitarco de Alejandría amplió y embelleció la historia. Siglos más tarde su versión sería narrada por Diodoro Sículo y por todos los historiadores que se basaron en Clitarco. En el libro dieciséis de la historia de Diodoro, Pausanias habría sido un amante de Filipo, que habría tenido un ataque de celos cuando Filipo cambió sus preferencias por otro hombre más joven, también llamado Pausanias. Sus intentos por conseguir al joven acabarían haciendo que este se suicidase, lo que llevaría a que su amigo Átalo se enemistase de Pausanias. Átalo acabaría vengándose invitando a Pausanias a cenar, emborrachándole y sometiéndole a abusos sexuales.

Cuando Pausanias acudió a Filipo, el rey se vio incapaz de castigar a Átalo, dado que estaba a punto de enviarle a Asia con Parmenión para preparar la invasión. También se había casado con la sobrina o hija de Átalo, Eurídice. En lugar de ofender a Átalo, Filipo trató de compensar a Pausanias ascendiéndole dentro de la guardia real. Sin embargo, parece que el deseo de venganza de Pausanias habría dado un giro contra el hombre que no había cumplido en vengar su honor herido, por lo que planeó matar a Filipo y, algún tiempo más tarde, con Átalo ya en Asia, puso su plan en marcha.

Otros historiadores (por ejemplo, Marco Juniano Justino 9.7) sugieren que Alejandro o su madre Olimpia eran conocedores de la intriga, o incluso los instigadores. Al parecer, según el historiador, Olimpia habría agradecido a Pausanias su acción poniendo una corona encima del cuerpo del asesino, erigiendo un monumento en su memoria y ordenando sacrificios anuales en su honor.

Muchos historiadores modernos entienden que todos los relatos son improbables. En el caso de Pausanias, el motivo que se alega para el crimen parece muy forzado. Por otro lado, la implicación de Alejandro y de Olimpia arroja dudas: actuar como se supone que hicieron habría requerido actuar directamente contra la máquina militar, que era leal a la persona de Filipo. Lo que parece que se recoge en estas historias son las sospechas naturales que recaen en los principales beneficiarios del asesinato. Podría incluso haber parte de propaganda esparcida por los enemigos políticos dentro de los relatos posteriores al acontecimiento, y más teniendo en cuenta que Átalo sería posteriormente ejecutado en la consolidación del poder por Alejandro tras el asesinato.

Por todo ello, los historiadores de todos los tiempos han barajado muchas teorías sobre el caso. Lo primero que han hecho siempre ha sido preguntarse quién salía beneficiado con la muerte de Filipo, pero esta pregunta tiene muchas réplicas. Varios personajes pudieron estar implicados, como por ejemplo:

Cada autor presenta su tesis y sus teorías, pero el asesinato de Filipo sigue siendo un misterio. Para evitar caer en el vicio de la soberbia, el rey Filipo de Macedonia, situó un esclavo a la puerta de su dormitorio que cada mañana le decía: "Levántate, rey, y piensa que no eres más que un miserable mortal". De forma parecida, los emperadores romanos se hacían acompañar en sus triunfos de un siervo que les decía: "Recuerda que eres solo un hombre".

De él se dice que era un excelente jinete, gran nadador y un soldado muy sufrido en campaña. De maneras afables, conversación animada y gusto por los festines.

Con Fila.

Sin descendencia.

Con Audata, princesa iliria.

Hijos:

Aproximadamente en 358 a. C.: de una relación (ilegítima) con Filina, una bailarina de Tesalia, nació Filipo III de Macedonia o también Filipo Arrideo. Se decía que era la encarnación de Gaia y esa fue la razón por la que su medio hermano Alejandro Magno no le asesinó al subir al trono, como hizo con algunos de sus otros hermanos. Esta era una práctica habitual y de costumbre en esa época. También su condición de hijo ilegítimo no constituía riesgo político sucesorio alguno para Alejandro III por lo cual fue el único hijo varón de Filipo II que sobrevivió a la muerte de su padre durante la segunda mitad del año 336 a. C., al asumir Alejandro Magno como rey de Macedonia

Con Polixena, quien luego volvió a modificar su nombre por Olimpia de Epiro al nacer Alejandro III en 356 a. C. en homenaje a la gran batalla en la que Filipo II venció en el monte Olimpo para dicha fecha.

Hijos:

Aproximadamente en 342 a. C.: de una relación (ilegítima) con Nicesípolis de Feres (Tesalia), nació Tesalónica de Macedonia. Su madre murió a los pocos meses de tenerla, y su madrastra, Olimpia de Epiro, es quien se ocupó tanto de su educación como de su crianza, como si se tratara de su propia hija, ya que al parecer Olimpia y Nicesípolis eran buenas amigas.

Con Meda de Odesa, princesa tracia, hija del rey Cothelas de los Getas.[5][6]

Con Cleopatra (conocida históricamente como Cleopatra Eurídice de Macedonia), sobrina de un noble llamado Atalo, perteneciente a la nobleza macedónica de Pella, la ciudad capital durante el reinado de Filipo II.

Hijos:

Luego del asesinato de Filipo II, ambos príncipes fueron asesinados junto a otros familiares del difunto rey a mediados del año 336 a. C. Se atribuyen todos estos asesinatos posteriores al del rey Filipo II a Alejandro III aunque cabe evaluar la hipótesis más amplia del resultado de toda una combinación de tensiones políticas internas en el Reino de Macedonia que favorecieron y facilitaron tanto el asesinato de Filipo II como la llegada de su hijo Alejandro III al trono, pudiendo estar también involucrados además de Alejandro III (Alejandro Magno), integrantes de la nobleza macedónica o rivales políticos internos del propio Filipo II.

El 8 de noviembre de 1977, el arqueólogo griego Manolis Andronikos encontró, entre otras tumbas, un sepulcro real intacto en la necrópolis de la antigua Vergina en la prefectura de Emacia. Los descubrimientos que se hicieron en esta tumba fueron mostrados al público en una exposición itinerante llamada La Búsqueda de Alejandro, que se mostró en cuatro ciudades de Estados Unidos entre 1980 y 1982.

Si bien inicialmente se identificaron como pertenecientes a Filipo II, Eugene Borza y otros historiadores han sugerido que la tumba realmente perteneciera a su hijo, Filipo Arrideo. Las discusiones acerca del particular a menudo se centran en contradicciones entre "el cuerpo" y el "esqueleto" de Filipo II, así como en las fuentes más fiables sobre su vida (y sus heridas). La anquilosis de la rodilla y el orificio que la atraviesa en el esqueleto encontrado, entronca perfectamente con la historia de su herida penetrante de batalla en 339 a. C. y la cojera que sufrió como consecuencia.

En junio de 2015 se dieron a conocer los resultados de un estudio osteoarqueológico profundo realizado por Theodore Antikas y Laura Wynn-Antikas que apoyaba la identificación de los huesos hallados en la tumba II de Vergina con los de Filipo II de Macedonia, aunque no se pudo confirmar mediante pruebas de ADN.[9]​ Por otra parte, en julio de 2015 se publicaron los resultados de otro estudio realizado por un equipo de investigadores liderado por Antonis Bartsiokas y Juan Luis Arsuaga que defiende, en cambio, que los restos de Filipo II corresponden a los de un varón de mediana edad hallado en la tumba I.[10][3]




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