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Iberorromance
Iberorromance occidental
El idioma asturleonés es una lengua romance conocida por diversos glotónimos como asturiano, leonés o mirandés (tradicionalmente cada zona o región ha utilizado un localismo para referirse a esta lengua, de esta forma podemos encontrar diferentes denominaciones como cabreirés, senabrés, berciano, paḷḷuezu, pixueto, etc.).
Filogenéticamente el asturleonés forma parte del grupo iberorromance occidental y surge de la peculiar evolución que sufrió el latín en el reino de Asturias (posteriormente llamado reino de León). El grupo asturleonés está subdividido en tres variedades lingüísticas (occidental, central y oriental) que trazan verticalmente una división de norte a sur desde Asturias hasta el norte de Portugal, formando así el dominio lingüístico asturleonés. El montañés en el este y el extremeño en el sur son variedades lingüísticas con rasgos de transición con el dominio castellano.
El idioma asturleonés tiene su origen en el latín vulgar, transmitido principalmente por las legiones romanas asentadas en Asturica Augusta y la Legio VI. La suplantación de la lengua de los astures por esta otra fue lenta pero imparable, ya que el uso del idioma imperial era la llave que abría las puertas para la obtención de muchos derechos y libertades, entre ellos el más importante: la ciudadanía romana. No obstante, como en el resto de la península, no fue hasta el establecimiento de los reinos germánicos (visigodos) cuando el latín, más o menos modificado, se termina de establecer como lengua única y común en la península.
En las lenguas asturleonesas concurren, por partida doble, rasgos marcadamente conservadores, como el mantenimiento de los grupos AI, AU y MB junto a otros disgregadores del sistema latino, como es la transformación del vocalismo originario hacia un sistema de diptongos. Esto se explica por el carácter de encuentro en el territorio de los astures de dos procesos de romanización muy diferenciados: el procedente de la Bética y el procedente de la Tarraconense. Kurt Baldinger, Krüger, Menéndez Pidal y otros autores han destacado la importancia del río Sella como límite lingüístico de estos dos mundos. Señala así Menéndez Pidal en Orígenes del español: “El límite de f y h hacia las fuentes del río Sella es, pues, un límite antiquísimo y estacionario o casi estacionario”. La Bética, con su floreciente cultura ciudadana y su activa vida cultural, se opondría al carácter militar y vulgar de la Tarraconense. A esta diferenciación cultural y social respondería seguramente el carácter conservador del Sur, que explicaría según Baldinger el carácter conservador del asturleonés y del portugués: mantenimiento de la -U final y de los grupos AI, AU, MB. Este carácter conservador se refleja en determinadas palabras que solo están presentes en el Noroeste peninsular, que ya en tiempos de Cicerón estaban en desuso: así 'fabulari' (falar, hablar) frente a 'parlare' (parlare, parlar), para 'quaerere' (querer) frente a 'volere' (voler, vouloir), 'percuntari' (preguntar) frente a 'questionare', campsare (cansar), etc. Por otra parte, la situación periférica del noroeste peninsular determinaría también que, una vez adoptado el latín, se mantuvieran conservadoramente muchas palabras latinas que solo perduran como palabras populares en el Noroeste; así, p. ej., el lat. culmus ‘tallo’ es en portugués colmo, en asturiano cuelmu (véanse las formas reunidas por Corominas y FEW; a causa del diptongo ue, que solo puede deberse a una ŏ, supone Corominas un celta 'kŏlmos', ZCPhil 25, 1956, pág. 42); Silva Neto reúne nada menos que 51 ejemplos (pág. 269 y sig.; a propósito de ATRIUM véase especialmente pág. 353, nota 8). Malkiel ha demostrado que el lat. ALIQUIS “como pronombre se guareció en un distrito alejado y conservador: el NO. y O. de la península ibérica”.
Junto a estos rasgos conservadores inciden otros que presentan un carácter marcadamente innovador y que solo se explican por la resistencia de los pueblos del Norte a incorporarse a la romanidad, situación de conflicto que hoy conocemos a través del relato de las guerras cántabras. Estas dos tendencias, junto a la expansión y el retroceso posterior de las lenguas vernáculas como el vasco, tras el periodo de inestabilidad que sigue a las invasiones germánicas, van a determinar la especial evolución lingüística del noroeste peninsular. En el vocabulario se hallan así elementos prerromanos procedentes de las más diversas capas, que sobrevivieron a la tardía romanización de esta zona, e incluso elementos preindoeuropeos que solo se habían conservado en la toponimia.
En el siglo VIII, la lengua de la Iglesia y la administración era tan diferente de la hablada que ya se puede pensar en dos sistemas diferentes: el latín y el romance. Esta evolución a lo largo del tiempo dio lugar a que a mediados del siglo X aparezcan los primeros documentos con expresiones escritas en lengua romance en diversos monasterios de Asturias y León. Como por ejemplo el manuscrito de la Nodicia de Kesos, donde el romance de esa época sustituye al latín en un acto rutinario de compra-venta. Se considera a la lengua de este escrito como la antesala del asturleonés. Del latín escrito en los siglos X y XI, muy alterado por la lengua romance local se encuentra un fondo documental muy importante procedente de los monasterios leoneses de Sahagún, Otero de Dueñas y la Catedral de León.
Bajo el criterio de Hanssen, no compartido actualmente por la comunidad lingüística, el leonés no sería sino castellano hablado por individuos cuyo dialecto primitivo era el gallego y que fueron castellanizados. Esto explicaría, según este autor, el mantenimiento de la -o- de una parte, y por otra, la falsa aplicación del diptongo a palabras que en castellano lo repudian por otra. En este mismo sentido se muestra Staaf. Menéndez Pidal conseguiría demostrar la existencia de supuestos de diptongación anteriores en el tiempo al predominio castellano, fijando la existencia de criterios propios y distintos en orden a la traslación de las vocales latinas breves -e- y -o-. Para este autor el grupo asturleonés sería consecuencia del aislamiento de las modalidades dialectales más occidentales del primitivo romance peninsular central como consecuencia de la irrupción del castellano y de la latinización tardía de grupos primitivamente vascófonos, que romperían la primitiva unidad lingüística de la península. Señala así Menéndez Pidal en Orígenes del Español: ...la nota diferencial castellana obra como una cuña que, clavada en el Norte, rompe la antigua unidad de ciertos caracteres comunes románicos antes extendidos por la península y penetra hasta Andalucía, escindiendo la antigua uniformidad dialectal, descuajando los primitivos caracteres lingüísticos del Duero a Gibraltar, esto es, borrando los dialectos mozárabes y en gran parte también los leoneses y aragoneses, y ensanchando cada vez más su acción de Norte a Sur para implantar la modalidad especial lingüística nacida en el norte cántabro. La gran expansión de la lengua castellana no se realiza sino después del siglo XI, es decir, después de la fecha que nos hemos impuesto como término a este estudio. Según la tesis tradicional seguida por Menéndez Pidal las lenguas del grupo asturleonés vendrían a ser el resultado (dialectal en expresión de Menéndez Pidal) de un proceso inacabado de integración lingüística de las lenguas peninsulares, en el que el asturleonés sería muestra de los substratos primarios de este proceso. En tal sentido Menéndez Pidal considera al Leonés o Asturleonés, junto al Castellano en sus distintas variedades, al Mozárabe y el Navarro-aragonés uno de los cuatro grupos dialectales dentro de la península ibérica que contribuyen a la formación de la lengua española. Para Menéndez Pidal, el idioma asturleonés sería el resultado del aislamiento de las variedades dialectales más occidentales del romance peninsular central por causa de la irrupción del castellano, el cual haría cesar la primitiva continuidad geográfica de ciertos rasgos comunes del Oriente y del Occidente.
La lengua empleada en la escritura de todo tipo de actos va a ser progresivamente el asturleonés en el territorio del Reino de León. Es por tanto, una lengua que se emplea a nivel administrativo, público y privado: testamentos, aforamientos, cartas de venta, sentencias judiciales, todo en este periodo está redactado en romance asturleonés. Se traducen del latín textos legales como pueden ser el Fuero juzgo (conocido en el reino de León como Livro Iudgo), el tratado procesal Flores del Derecho (escrito inicialmente en Castellano por el maestro Iacobus entre 1252 y 1274) y los fueros concedidos a diversas ciudades León (1017), Alba de Tormes (1140), Oviedo (1145), Avilés (1155), Campomanes (1247), Benavente (1164 y 1167), Zamora (1289), Ledesma (1290) o Salamanca (1301). En este periodo se percibe un acercamiento hacia la consecución de una homogeneización lingüística que pudiera tener un uso cancilleresco. Fuera del ámbito administrativo y jurídico, se distinguen rasgos del leonés del siglo XIII en manuscritos como el Libro de Alexandre o la Disputa de Elena y María, probablemente introducidos por copistas leoneses.
La tesis tradicional postulada por Menéndez Pidal basada en la reivindicación del papel hegemónico de Castilla en la generación del idioma español y en la visión del castellano como la primera lengua con literatura propia, hace que le resulte molesto el testimonio de los primeros textos literarios, no siempre escritos en castellano. Estas interpretaciones quedan reflejadas al analizar Elena y María, por la no sujeción de la lengua de este poema a la regularidad esperada por Pidal en la manifestación de los diptongos, algo habitual en los rasgos fonéticos, que él utiliza como argumento para restar importancia literaria a la lengua leonesa, a pesar de que él mismo reconoce estas mismas irregularidades en el Mío Cid. Esta visión, no compartida actualmente por la comunidad lingüística, queda plasmada en las palabras de Pidal al decir que los textos literarios y los diplomas notariales 'leoneses' no concuerdan en su testimonio; ni aquellos ni estos reflejan con suficiente fidelidad el dialecto leonés hablado; y en los textos literarios, especialmente, se ven luchar dos influencias, literarias también, y enteramente opuestas, la galaico-portuguesa y la castellana, que no se ejercieron de igual modo, ni mucho menos en la lengua hablada. La lengua hablada mantuvo hasta hoy caracteres propios bien armonizados entre sí, en los cuales se observa la transición gradual en el espacio, de los rasgos gallego-portugueses hasta los castellanos; en vez de esta transición gradual, los textos escritos nos muestran mezcla antagónica, pues la literatura leonesa, falta de personalidad, se movió vacilante entre los dos centros de atención que incontrastablemente la sobrepujaban.
Incluidos ya en el siglo XIV los territorios leoneses bajo la órbita castellana, y en el tiempo en el que se podrían dar las circunstancias adecuadas para un desarrollo como lengua de prestigio y cultura, el castellano va a sustituir al leonés en estos ámbitos, al igual que en la vecina Galicia, postergándolo al uso oral, como pasara antes con el latín. En consecuencia, va a haber un distanciamiento importante entre la lengua hablada y la lengua escrita, el castellano.
Desde el siglo XV hasta el siglo XVIII puede hablarse de este periodo como el de los siglos oscuros, donde al igual que en otras zonas de la península ibérica y de Europa, las lenguas de los estados resultantes, en un proceso de centralización, van a marginar a las del resto de esos territorios, quitando homogeneización lingüística y cultural que pone en peligro la existencia de algunas lenguas y lleva a la fragmentación dialectal de estas.
En la Edad Moderna la producción en leonés se centra en el campo literario donde autores como Juan del Enzina, Lucas Fernández o Torres Naharro publican obras utilizando el leonés, especialmente las centradas en las églogas.
A partir del siglo XVII encontramos manifestaciones de la lengua asturleonesa, a través de una literatura arcaizante, en autores como Antón de Marirreguera o Josefa Jovellanos (hermana del ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos) que mediante el empleo de estos recursos estilísticos propios de la llamada habla rústica, recuperará elementos propios del idioma asturleonés. Esta tradición literaria fue continuada durante el siglo XIX por autores como Xuan María Acebal, José Caveda y Nava, Teodoro Cuesta, Pin de Pría o Fernán Coronas. Respecto de esta literatura el lingüista sueco Åke Munthe señala «debe considerarse a Reguera como el creador de ésta literatura, que yo llamaría bable, y de su lengua; todos los cantores posteriores, y no menos desde el punto de vista lingüístico, proceden de él(las tradiciones poéticas de Reguera se recogieron sin embargo mucho tiempo después de su muerte; de ahí que sean algo arcaizantes también en los cantores posteriores), aunque naturalmente, por otra parte también toman elementos de la lengua de sus terruños respectivos, y con frecuencia también de otros con los cuales están en contacto de una u otra forma así como una mezcla con el castellano, bablificado o no. Pero la lengua de la literatura bable no puede, en mi opinión, calificarse de lengua literaria porque no ha alcanzado unidad alguna, desde el punto de vista lingüístico, dentro de esa pequeña literatura en miniatura que por lo demás como todo el dialecto, parece condenada a una rápida desaparición». En realidad esta literatura no es sino una modalidad de la literatura costumbrista de principios del siglo XVII de carácter marcadamente cómico o burlesco. En la misma a través del empleo de determinadas expresiones de la lengua asturleonesa, pero también de barbarismos y otros arcaísmos propios de la lengua vulgar castellana utilizada en Asturias, se refuerza la parodia de determinados personajes o situaciones. Véase en este sentido la obra de Rodrigo de Reynosa (o Rodrigo de Reinosa) reproducida en lenguaje de germanías, "Coloquio entre la Torres-Altas y el rufián Corta-Viento, en dialecto jácaro" pero pueden encontrarse en la utilización de hablas locales zamoranas y salmatinas en obras de autores como Lope de Rueda, de Juan del Enzina y en otras obras como las Coplas de Mingo Revulgo.
El idioma asturleonés solo goza de reconocimiento oficial en el municipio portugués de Miranda de Duero en virtud de la Ley portuguesa 7/1999, de 29 de enero, de reconocimiento oficial de derechos lingüísticos de la comunidad mirandesa mientras que en las leyes orgánicas de autonomía españolas de Castilla y León y Asturias solo se menciona a la lengua para indicar genéricamente que será objeto de "protección, uso y promoción", sin que se prevea ningún mecanismo vinculante para llevarlo a efecto y sin ningún tipo de oficialidad.
La Constitución Española reconoce junto a la existencia de lenguas vehiculares (aquellas que quedan reconocidas como tales en los estatutos, art. 3.2 CE), la necesidad de protección de las modalidades lingüísticas existentes en el territorio nacional. Se previene en concreto en el art. 3.3 del texto constitucional que «la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección». En Asturias, atendida la pluralidad de la realidad lingüística asturiana, se optó en el Estatuto por esta última modalidad de protección. Así en su artículo 4 se previene que «el bable gozará de protección, se promoverá su uso, su difusión en los medios de comunicación y su enseñanza, respetando en todo caso las variantes locales y la voluntariedad en su aprendizaje». En desarrollo de estas previsiones estatutarias la Ley 1/1998, de 23 de marzo, de uso y promoción del bable/asturiano atiende a esta finalidad, fomentando su uso, su conocimiento dentro del sistema educativo y su difusión en los medios de comunicación.
Las fronteras administrativas suponen, también, un obstáculo para quienes aspiran a la normalización y estandarización de la lengua, por la falta de una institución que regule al dominio lingüístico en su conjunto. Esto ha supuesto que en Portugal el Anstituto de la Lhéngua Mirandesa haya desarrollado una propuesta de ortografía en sintonía con la portuguesa, mientras que la Academia de la lengua asturiana ha propuesto otro tipo de soluciones para el estudio de la lengua. La peor parte corresponde al territorio administrativo de Castilla y León dónde no existe ningún tipo de regulación o fomento real.
Sus grados de escolaridad, utilización y protección divergen gradualmente. En Asturias se encuentra reconocido en la enseñanza oficial del Principado de Asturias. Dispone, así el artículo 4 de la Ley 1/1998, «El bable gozará de protección. Se promoverá su uso, su difusión en los medios de comunicación y su enseñanza, respetando en todo caso las variantes locales y la voluntariedad en su aprendizaje». La asignatura de asturiano es contenida en los planes de estudios como asignatura optativa, pese a su carácter voluntario y presenta un alto nivel escolarización con casi el 80% de los estudiantes en primaria y más del 30% en secundaria.
En Miranda tiene un grado de presencia en las escuelas de la Tierra de Miranda, y en León, por su parte, es enseñado en cursos de alfabetización de adultos en poblaciones de las provincias de León, Zamora y Salamanca, habiéndose también establecido como actividad extraescolar en algunos centros educativos de la ciudad de León en el curso 2007/2008.
Lingüísticamente se considera que dentro del dominio lingüístico asturleonés, las denominaciones conocidas como leonés, asturiano o mirandés forman parte de una macrolengua, entendida como una lengua que existe en forma de diferentes variedades lingüísticas, en donde los trazos isoglóticos, especialmente en el vocalismo y en los grupos cultos, evolucionan de occidente a oriente compartiendo así algunos rasgos con el galaicoportugués y el castellano.
Por extensión geográfica, la lingüística describe que los trazos fundamentales de la lengua asturleonesa se extienden actualmente por Asturias, León, Zamora y Miranda do Douro. El carácter común del asturleonés en todos estos territorios, no se caracteriza por ser una agregación de un dialecto asturiano, otro leonés, otro zamorano y otro mirandés; la primera división científica del asturleonés, que describe la lingüística, es precisamente otra, vertical y dividida en tres bloques dialectales transfronterizos compartidos principalmente entre Asturias y León: Occidental, Central y Oriental. Solamente en un segundo nivel de análisis se podrían describir entidades menores. Las entidades políticas o administrativas y los espacios lingüísticos raramente coinciden biunívocamente, lo más habitual es que las lenguas sobrepasen las fronteras y no coincidan con ellas.
No existe un estudio que determine con exactitud el número de hablantes patrimoniales del dominio lingüístico asturleonés, ya que en la zona leonesa no se han realizado investigaciones estadísticas. En cambio, en Asturias y Miranda los datos se pueden considerar bastante precisos. No se incluyen por tanto en este apartado las hablas de transición como el lebaniego debido a la alta castellanización de las mismas.
En la clasificación usada por Ethnologue el asturleonés es una lengua iberromance del subgrupo ibérico occidental, al igual que el galaico-portugués y el castellano.
El dialecto occidental del asturleonés es el más extenso geográficamente, en tanto que demográficamente la variedad central es la más hablada en términos cuantitativos.
Valle de Sajambre (v. montañés)
La afiliación de las hablas de transición al grupo asturleonés está discutida por algunos filólogos (que los consideran lenguas aparte de pleno derecho o parte de la lengua correspondiente al otro dominio lingüístico con el que hacen transición):
Habla de Somiedo
Paḷḷuezu
Cabreirés
Mirandés
Extremeño
Cántabro / Montañés
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