El islamismo (en árabe: الإسلامية al-ʾislāmiyyah; o también إسلام سياسي ʾIslām siyāsī; lit., "islam político") es un conjunto heterogéneo de movimientos políticos cuya ideología y programa político consiste esencialmente en la adaptación de la vida política a los mandatos religiosos del islam. En cambio, según el Diccionario de la lengua española «islamismo» es el «conjunto de dogmas y preceptos morales que constituyen la religión de Mahoma»; mientras que «islamista» es lo «relativo al integrismo musulmán», concepto que califica de «movimiento». En todo caso, no debería confundirse lo "islámico" o "musulmán" (términos que designan a todo lo relativo al islam) con lo "islamista" (lo relativo al islamismo); ni cualquiera de estos términos con el tradicionalismo o el conservadurismo dentro de lo islámico (un "musulmán tradicionalista" o "musulmán conservador" es el que rechaza las interpretaciones liberales o progresistas del islam o la modernidad -es posible ser musulmán "tradicional" o "conservador" sin ser islamista, y viceversa, puesto que el uso en ese contexto de los términos "tradicional" y "conservador" se refiere en principio a las costumbres y cultura islámica tradicionales, además de que el islamismo se presenta a sí mismo como un factor de regeneración, y no de atraso-). Se ha señalado la estigmatización que supone identificar como un todo el islam político con el terrorismo islámico o yihadismo (así como identificar sin más el concepto religioso de la yihad con la violencia política o religiosa -islam y violencia-, a lo árabe con lo islámico y a su civilización como particularmente religiosa o más fanatizadora que otras). En un sentido opuesto, se ha señalado que ignorar la profundidad de lo religioso en el mundo islámico es una manifestación de corrección política.
El espectro político de los movimientos y partidos políticos calificados de "islamistas" es muy amplio; aunque es difícilmente comparable con ningún movimiento religioso o político occidental, cuyas denominaciones se le aplican (democracia islámica, socialismo árabe, islamofascismo -este último, de forma muy peyorativa-), abarca desde los que mantienen principios demócratas y moderados, hasta postulados extremistas y radicales. Dentro del islam político, además de las diferencias ideológicas entre la moderación (islamismo moderado) y la radicalidad (islamismo radical: integrismo islámico, fundamentalismo islámico, panislamismo, yihadismo), pueden distinguirse las diferencias entre los movimientos políticos islamistas desarrollados dentro de cada una de las escuelas y ramas del islam (simplificadamente, las dos principales: el sunnismo y el chiismo): En la rama sunní, el salafismo o wahabismo dio lugar a numerosos grupos, como los Hermanos Musulmanes, Tabligh o el movimiento talibán. Algunas organizaciones violentas afines a esta rama son el Estado Islámico (Daesh), Al Qaeda, Boko Haram, Hamás, Yihad Islámica, Jemaa Islamiya o el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate. En la rama chií, destacan los grupos "jomeinistas", liderados por la República Islámica de Irán, como Hezbolá.
Islamism aparece por primera vez en inglés en 1712;Voltaire en lugar de mahometisme para denominar la "religión de los musulmanes". En español, "Islamismo" aparece en el DRAE de 1787: "ft. Islamisme, Lat. Mahometána superstítio, lo mismo que mahometismo".
y en francés islamisme aparece también en el siglo XVIII, usándoloEse fue el uso más habitual del término en autores del siglo XIX, como Alexis de Tocqueville (1838) o Ernest Renan (1883), y únicamente a partir del siglo XX, especialmente desde la época de la Primera Guerra Mundial, empieza a ser habitual emplear la palabra árabe islam, a medida que los estudiosos occidentales (islamólogos, arabistas y orientalistas) promocionan el término que los musulmanes utilizan para designar su propia religión. El término "islamismo" ya no aparece en la Encyclopædia of Islam (1913-1938), y en esos años deja de usarse virtualmente en la lengua inglesa.
Reaparece en Francia a finales de los años 1970 para responder a la necesidad de definir las nuevas corrientes, que dan una interpretación política e ideológica del islam, y diferenciarlas del islam en tanto que religión.Bruno Étienne, la acepción actual del término "islamismo" puede resumirse como "la utilización política de temas musulmanes movilizados en reacción a la occidentalización, considerada como agresiva hacia la identidad árabe-musulmana" y "percibida como una protesta antimoderna" por los que no siguen esta ideología, siendo posible también utilizarlo en conjunción con calificativos como "islamismo radical".
Para el islamólogoEn los años 1980 el término migra del francés al inglés, y hacia finales del siglo XX en el ámbito académico había reemplazado a expresiones como "fundamentalismo islámico", antes muy usadas. Al comienzo parecía verse como un término más adecuado para los autores que simpatizaban con los nuevos movimientos islamistas, o al menos que no querían utilizar términos de rasgos peyorativos (como "fundamentalismo"); pero a medida que ganaba popularidad, pasó a asociarse con grupos violentos como el movimiento talibán o el GIA, hasta el punto que en el uso actual en Estados Unidos, islamism e islamic fundamentalism se consideran sinónimos. El Council on American–Islamic Relations ("Consejo sobre las relaciones islámico-estadounidenses" -CAIR-) se quejó de que el AP Stylebook ("libro de estilo" de Associated Press), que inicialmente definía "islamista" como "el que apoya el gobierno según las leyes del islam [y] que ve el Corán como modelo político" hubiera dado paso a su identificación con "extremista islámico" o, peyorativamente, con "los musulmanes que no nos gustan". En la actualidad lo define como "el que aboga o apoya un movimiento político que favorece la reordenación de gobierno y sociedad de acuerdo con las leyes prescritas por el islam. No debe usarse como sinónimo de combatiente, militante, extremista o radical islámico, que pueden o no ser islamistas. Cuando sea posible, especifíquese y úsese el nombre de la entidad: al-Qaida (o vinculación con al-Qaida), Hezbollah, Taliban, etc. Los que ven el Corán como un modelo político engloban un amplio rango de musulmanes, desde políticos de partidos mayoritarios hasta los militantes conocidos como yihadistas".
El uso del término no es bien acogido por los propios "islamistas", que prefieren considerarse a sí mismos simplemente como "musulmanes", como defienden el ayatola Mohammad Hussein Fadlallah, líder espiritual de Hezbolá, o Abbassi Madani, líder del Frente Islámico de Salvación.
La condición original del movimiento islamista difiere según el punto de vista de cada estudioso que lo analiza: para algunos, como Daniel Pipes, es una ideología moderna, que debe más a los "ismos" e ideologías utópicas europeas que a la religión islámica tradicional; para otros, como Bernard Lewis, conecta estrechamente con las tradiciones políticas islámicas, que siempre habrían oscilado entre el "quietismo" y el "activismo".
El precursor más importante del islamismo contemporáneo es la organización Hermanos Musulmanes, fundada en Egipto en 1928. Movimientos de tipo similar se extendieron en los años treinta a Líbano y Siria, y más tarde a Jordania, Sudán, Irak e Irán. Fueron experimentando un auge creciente desde los años ochenta del siglo XX, fruto, por una parte, del fracaso del modelo denominado socialismo árabe o nacionalismo árabe, encarnado por el partido Baaz (en Siria e Irak) o por el naserismo (en Egipto); y por otra del triunfo de la revolución islámica en Irán. Actualmente el islamismo está representado en todos los países con amplios sectores de población musulmana.
Determinante para el desarrollo del islamismo en cada país fue su diferente posición histórica en el complejo contexto de la guerra fría (1945-1989), simultánea a los procesos de descolonización y al inicio del conflicto árabe-israelí, así como la presencia o ausencia de múltiples factores geopolíticos, como la posesión o no de petróleo, la mayor o menor injerencia occidental (colonialismo, imperialismo, neocolonialismo, neoimperialismo), etc.
Al contrario de lo que pudiera parecer en una visión simplificada, el islamismo político no implanta filiales en cada país a partir de una casa matriz;
aunque en un principio hubiera una influencia ideológica y de identidad fuerte, más o menos rápidamente se desarrollaban en cada organización distintas versiones del islamismo que se ajustaban a la realidad de cada país, llegando a tener grandes diferencias o rivalidades, e incluso llegando a la enemistad y militancia en bandos opuestos en conflictos armados; no obstante, un punto en común de todos los movimientos islamistas es su objetivo último de construir un Estado en el que la legitimidad sea religiosa, y su vocación de lucha contra la injerencia occidental.Frente a la identificación entre islamismo y fundamentalismo, algunos autores, como Raymond W. Baker, Olivier Roy o Gilles Kepel denominan "post-islamismo" o "nuevo islamismo" a la reconstrucción o reinvención del islam político o del islamismo, en el sentido de un movimiento social que renuncia al extremismo en favor de una reforma cultural de largo alcance, que busca la esencia democrática del Islam y cierta separación entre religión y sociedad civil. Otros, insistiendo en tal identificación, niegan la posibilidad de un "islamismo moderado".
Por otro lado, se ha señalado la creciente interdependencia entre el islamismo, cuya cultura política puede no ser democrática, y las elecciones, que los islamistas necesitan para mantener su legitimidad, y que no pueden considerarse democráticas si excluyen a los principales grupos islamistas.
El siglo XIX fue un periodo de ebullición intelectual en Oriente Medio: renovación intelectual del islam, reforma religiosa a través de la educación, la jurisprudencia, etc. Los ulemas estuvieron en el núcleo de estas reformas. Si hasta el siglo XVIII, todos los aspectos de la sociedad en el Imperio otomano estaban dominados por la religión, esto cambió bruscamente. Con el declive de dicho Imperio se intentaron reformar las estructuras, buscando imitar el modelo de los países europeos (tanzimat "reorganización"). A partir sobre todo de 1830 comenzaron las reformas y la modernización de estructuras (ejército, administración, enseñanza, tributos, etc.); muchos estudiantes acudieron a distintos países de Europa, tomándolos como modelo de modernización (Yeni Osmanlilar -"jóvenes otomanos"-, Jön Türkler -"jóvenes turcos"-).
El deseo de renovación, la búsqueda de respuestas a la debacle otomana, llevó a preguntarse si era el islam la causa de su debilidad y atraso. Esta reflexión empujó al clero a preguntarse por las causas de la situación y a tratar de integrar los elementos de la modernidad en la religión. De este reformismo surgen tres corrientes:
El islamismo, como respuesta a la situación histórica, desea un Estado basado en el islam que rediseñe una nueva sociedad. Según esta corriente, se debe tratar de vivir en el seno de la hermandad entre musulmanes según un modelo político islámico que excluya modelos laicos como el comunista o el liberal.
Desde los años previos a la Segunda Guerra Mundial el islamismo se enfrentó a la influencia de las potencias extranjeras, tanto a la de los aliados (Reino Unido y Francia -potencias coloniales en la mayor parte de los países árabes-), como a la de la Unión Soviética (con una importante población musulmana en las repúblicas meridionales), y a la de las potencias del Eje (Alemania nazi -relación con Amin al-Husayni, muftí de Jerusalén-). Tras la guerra, la división del mundo en bloques, liderados por la Unión Soviética y los Estados Unidos, los movimientos de descolonización y liberación nacional (tercermundismo) y particularmente el conflicto árabe-israelí, intensificaron aún más tanto la injerencia externa en los diferentes países por los que se extiende el islamismo, como su radicalización, llegando a actos violentos, incluyendo asesinatos políticos (atentados de Navvab Safaví en Irán -Fedayines del Islam-, tentativa de asesinato del presidente egipcio Nasser por los Hermanos Musulmanes en 1954). A lo largo de los años siguientes, el islamismo adquirió los caracteres que tiene hoy en día, diversificándose y extendiéndose a otros países como Líbano, Siria, Irak o Irán, donde tiene su culmen en la revolución iraní desde 1979.
La existencia de musulmanes en Occidente ha supuesto la aparición de islamismo político en sus diversas formas, así como la de actitudes de rechazo.
En Estados Unidos, la organización denominada Nation of Islam ("nación del islam") cobró protagonismo en la comunidad negra como uno de los movimientos en contra de la segregación racial (incluso como movimiento terrorista en alguna de sus facciones) desde mediados del siglo xx, (Elijah Muhammad, Malcolm X, Louis Farrakhan, marcha de un millón de hombres, 16 de octubre de 1995).
En los países europeos, en su mayor parte es consecuencia de la emigración (del subcontinente indio en Gran Bretaña, del norte de África en Francia y en España, de Turquía en Alemania), y parcialmente por conversiones. La radicalización islamista, se ha señalado como parte de los problemas que se dan junto a otros problemas de integración en los países de acogida, y que se haría más visible en las segundas y terceras generaciones, especialmente cuando se forman ghettos de exclusión social (dificultades educativas y laborales, delincuencia juvenil, drogadicción) en las periferias urbanas (la banlieu de las ciudades francesas). Es significativo que tanto o más que las mezquitas sean las cárceles los lugares donde se producen las captaciones de los nuevos miembros de organizaciones yihadistas. En la retórica reivindicativa del yihadismo, son frecuentes las alusiones al pasado musulmán de España (Al-Andalus) como un estímulo para su recuperación por el islam.
Por otra parte, muchos musulmanes, laicos o creyentes, con el apoyo de una izquierda multiculturalista, aducen que la radicalización no procede del islam, sino de jóvenes alienados que son víctimas del racismo y la exclusión, y que el verdadero problema es la islamofobia. Condenan el terrorismo al tiempo que denuncian una virulenta reacción que podría radicalizar a más jóvenes musulmanes.
El problema es que los dos relatos presuponen la existencia de una “comunidad musulmana” francesa de la que los terroristas serían una especie de “vanguardia”. La yuxtaposición de ambos ha conducido a un punto muerto. Para superarlo, primero es necesario tener en cuenta varios hechos innegables, que no queremos reconocer porque nos demuestran que los jóvenes radicalizados no son en modo alguno la vanguardia o los portavoces de la población musulmana y que, en realidad, en Francia no existe una “comunidad musulmana”.
Los jóvenes radicalizados, remitiéndose mayormente a un imaginario entorno político musulmán (la umma de antaño), están tan deliberadamente enfrentados con el islam de sus padres como con el conjunto de la cultura musulmana. Se inventan un islam que se opone a Occidente. Proceden de la periferia del mundo musulmán. Lo que los induce a actuar son los alardes de violencia que muestran los medios de comunicación occidentales. Encarnan una ruptura generacional (sus padres ahora llaman a la policía cuando sus hijos se van a Siria) y no tienen relación ni con la comunidad religiosa local ni con las mezquitas del barrio.
Esos jóvenes se autorradicalizan en Internet, buscando una yihad global. No les interesan problemas concretos del mundo musulmán como Palestina. En pocas palabras, no aspiran a la islamización de la sociedad en la que viven, sino a la materialización de su enfermiza fantasía heroica (“Hemos vengado al profeta Mahoma”, proclamaban algunos de los asesinos de Charlie Hebdo [7 de enero de 2015]). ...
Si en el nivel local, en los barrios, hay ciertos tipos de comunidad, no existe tal cosa en el nivel nacional. Los musulmanes de Francia nunca han querido organizar instituciones representativas y ni siquiera el más reducido grupo de presión musulmán. No hay indicios de que se vaya a crear un partido político islámico. En la esfera política francesa los candidatos de origen musulmán se encuentran diseminados por todo el espectro (incluso en la extrema derecha). No hay un “voto musulmán”.
Tampoco hay una red de escuelas confesionales musulmanas (en Francia existen menos de 10), ni movilización en las calles (ninguna manifestación en torno a una causa musulmana ha atraído a más de unos pocos miles de personas) y casi no hay grandes mezquitas (casi siempre financiadas con dinero del exterior), solo un puñado de pequeñas mezquitas locales. ...
No obstante, lo mismo la izquierda que la derecha no dejan de hablar de la famosa comunidad musulmana, tanto para denunciar su negativa a integrarse como para calificarla de víctima de la islamofobia. Esos dos relatos enfrentados se basan en la misma fantasía: una comunidad musulmana imaginaria.
Ibn Hanbal, que tenía un afán pacificador [... el doctor de Bagdad era sumamente exigente en las obligaciones del culto y liberal en lo que se refiere a la costumbre], sería, por esas paradojas de la Historia, el presupuesto doctrinal de quien varios siglos más tarde, a comienzos del siglo XIV, sentaría las bases del Islam más violento, apoyado sobre la yihad como pilar fundamental, e interpretando este concepto, vinculado al martirio y el esfuerzo de los primeros musulmanes en los años en que la nueva religión era perseguida, en un sentido muy particular: no tanto defensivo como agresivo. Se trata del teólogo sirio Ibn Taymiyya, quien, como reacción al saqueo de Bagdad por los mongoles, y tratando de rebatir la visión universalista que propugnaban los sufíes, construyó la doctrina de un Islam cerrado, militante y combativo. Partiendo de la unicidad absoluta de Dios y la negación de cualquier otro culto (como por ejemplo, el de los santos), condenó toda forma de intercesión y propuso una lectura rigorista de la ley islámica, en una obra no por azar titulada La política en nombre de la ley divina para restablecer el orden en los asuntos del pastor y el rebaño; un libro de apenas 100 páginas que como señala Abdelwahab Meddeb ha sido generosamente editado en ediciones populares que han contribuido a su difusión.
Sobre Ibn Taymiyya tenemos un testimonio contemporáneo, el del viajero tangerino Ibn Battuta, que recorrió el mundo islámico a comienzos del siglo XIV y que al pasar por Damasco observa lo siguiente: "Entre los grandes alfaquíes hanbalíes [seguidores de Ibn Hanbal] de Damasco se contaba Taqi ed-Din b. Taymiyya, hombre muy apreciado, capaz de hablar sobre las ciencias todas, pero algo había en su mente trastocado y era que los damascenos le honraban en demasía y él les sermoneaba desde lo alto del púlpito". A continuación refiere Ibn Battuta una serie de controversias protagonizadas por el alfaquí, y cómo en todas ellas fue desautorizado por el resto de los alfaquíes bagdadíes y acabó sufriendo prisión, por lo desviado de sus enseñanzas. Él es la piedra angular del actual integrismo.
... Un Estado islámico es un Estado musulmán, pero un Estado musulmán no es un Estado islámico a menos que la Constitución del Estado esté basada en el Sagrado Corán y en la Sunna. ... La Sharia es un completo esquema de vida y un orden social que lo abarca todo, donde nada sobra y nada falta. ... Si una sociedad islámica conscientemente resuelve no aceptar la Sharia, y decide legislar su propia constitución y leyes o tomarlas de cualquier otra fuente en vez de la Sharia, tal sociedad rompe su contrato con Dios y pierde su derecho a ser llamada "islámica".
(la obra de Hudaby, Du'at la Qudat -"predicadores, no jueces"-, se considera una respuesta a sus tesis, en parte a favor y en parte en contra).
No hay zona del mundo sin presencia de movimientos islamistas.umma) o a la totalidad de los países musulmanes (dar al Islam); en algunos casos, incluso restaurar el califato (califato mundial). Su calificación de "moderados" o "radicales" es más o menos problemática según los casos; en cuanto a su legalidad depende de la situación política de cada uno de los Estados en que se implanten. Su grado de relación con actividades violentas es muy distinto; varios de ellos están considerados como organizaciones terroristas.
Por su propia naturaleza, la mayor parte de los movimientos islamistas, aunque surjan en un país concreto, tienen vocación de extenderse a la totalidad de la comunidad de creyentes musulmanes (
Edward Said analiza la forma en que se distorsiona la imagen del islam (islamofobia, críticas al islam) en los medios de comunicación occidentales, que en la era de la información determinan muy selectivamente qué se presenta y cómo: la opresión, particularmente hacia la mujer, las prohibiciones, la crueldad y el antiintelectualismo, relacionándolo con el fanatismo y los conflictos mundiales; y ocultando o eludiendo los rasgos potencialmente positivos de la religión y el mundo islámico.
En cuanto a la relación entre islamismo y medios de comunicación, es bidireccional: el islamismo es uno más de los grandes productores de materia prima de información para los medios (contenidos de todo tipo -sucesos, opiniones, declaraciones, imágenes-), que se presentan con un fuerte componente de estereotipos y estigmatización; mientras que para los movimientos islamistas los medios son una herramienta fundamental en sus estrategias de comunicación, que en el caso de los movimientos violentos se usa como una verdadera arma (propaganda, desinformación, miedo, imitación).
En cuanto a los productos de ficción en cine y televisión, particularmente los de Estados Unidos, han sido objeto de particular análisis, que detecta tanto el tratamiento estereotipado de la visión negativa del islamismo radical como su opuesto (el enfoque autocrítico).
Mucha menos difusión adquieren los productos audiovisuales similares producidos en los países musulmanes, siendo una excepción la película turca Kurtlar Vadisi (2006).
Algunas coproducciones europeas con países musulmanes, como Persépolis (2007) o La fuente de las mujeres (2011) reflejan aspectos poco convencionales del tema.
También se han desarrollado videojuegos con contenidos más o menos violentos ambientados en entornos relacionados con el islamismo; y se ha analizado su capacidad para desarrollar respuestas negativas en sus usuarios.
Con la sharia como fuente principal, la Organización de la Conferencia Islámica emitió una Declaración de los Derechos Humanos en el Islam o "Declaración de El Cairo" (1990), diferenciada de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (1948).
Los Estados islámicos o los sistemas judiciales "sharificados", que aplican la sharia, imponen castigos hadd y tazir para el adulterio, la fornicación extramarital -zina- y la acusación falsa de esos delitos -qazf-; por ejemplo, en las "leyes hudud" de Pakistán.
Mut'ah y Nikah Misyar son denominaciones sunnita y chiita respectivamente para un tipo de matrimonio temporal, que se usa como justificación de la explotación sexual en el contexto del yihadismo.
La publicación en 2009 de un libro de sexología por la emiratí Widad Lutah ha causado una notoria controversia.
La imposición de un código de moralidad en vestimenta y conductas públicas se llega a controlar con una policía de costumbres o policía religiosa (mutaween o mutawwi'in), que en Arabia Saudí recibe el nombre de haia ("Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio"). El ikhtilat (la interacción social no autorizada entre hombres y mujeres) es considerada una grave ofensa a la moral.
(La terminología utilizada en el discurso islamista y en los estudios sobre el islamismo abunda en términos árabes (en algunos casos persas o de otras lenguas usadas en distintas partes del mundo islámico) para conceptos religiosos y políticos difícilmente traducibles o usados directamente en árabe independientemente del idioma en el que se realicen, lo que los codifica y se constituye en parte no despreciable de su propia naturaleza como lenguaje político; y, cuando se utilizan para definir al "otro", como una estrategia de deshumanización.
P- ¿Y qué entendemos por estricta? R- La adhesión total a la norma: rezar cinco veces al día, no beber alcohol, tener una conducta personal muy ética dentro del Islam… En el Islam tradicional, incluso en el político, un musulmán que no rece cinco veces al día puede ser un mal musulmán pero no deja de serlo. Según el Takfir, como es un mal musulmán, es un no musulmán, es excomulgado y cuando excomulgas a alguien, puedes matarle.
P- ¿Tienen una gran fobia europeísta? R- Sí, en gran medida el yihadismo es un movimiento antimodernista y totalitario en la línea de lo que fueron en su día los totalitarismos europeos. Por ejemplo, el fascismo italiano por un lado daba apoyo a las innovaciones técnicas pero por el otro reivindicaba un pasado épico inventado, era expansivo, imperialista.
P- ¿Se parece al nazismo y al franquismo? R- Sí. Conocemos tres totalitarismos: el fascismo, el nazismo y el comunismo, con su versión soviética de la época, sobre todo en la era estalinista, pero son movimientos occidentales, de raíz judeocristiana. Y en el mundo musulmán ha surgido uno propio, casi un siglo más tarde porque su realidad histórica, social y política es otra, pero va en la misma línea: un control absoluto de la sociedad, hasta el punto que se carga todo aquel que se aparte de la norma y piense diferente. Y la expansión siempre es violenta. Es una expansión global imperialista, llegar y mantener el poder por medios violentos.
P- ¿Es más violento que los totalitarismos europeos? R- No, lo que pasa es que nos sorprende más. Quizás porque no han llegado a gobernar en un Estado moderno y no han alcanzado los niveles del nazismo o el estalinismo, pero el tipo de propaganda y de atentados contra civiles sí que son nuevos. Los totalitarismos occidentales pretendían convencer, el yihadismo sí quiere convencer a los musulmanes pero no a cristianos o judíos para que se conviertan, su lema es: ‘o te conviertes o te mato’, no hay más.
Mi vecino yihadista, en Estudios de Política Exterior, 30 de octubre de 2014. Amin Maalouf: “The Dissolution of World Orders”
Sin estos factores es imposible tener una visión completa del ascenso del Estado Islámico. Pero centrarse solo en ellos y excluir la ideología es un reflejo de otro tipo de sesgo propio de Occidente: considerar que si la religión no tiene importancia en Washington o Berlín, debe de ser igualmente irrelevante en Raqqa o Mosul. Pues bien, cuando un hombre enmascarado grita “Allahu Akbar” [Alá es el más grande] mientras decapita con un cuchillo a un apóstata, a veces lo hace por motivos religiosos.
Muchas organizaciones musulmanas afirman que las prácticas del Estado Islámico son antiislámicas. Es tranquilizador saber que la mayoría de los musulmanes no tiene el más mínimo interés en sustituir las películas de Hollywood por vídeos de ejecuciones públicas para pasar un rato entretenido después de la cena. Ahora bien, los musulmanes que llaman antiislámico al Estado Islámico, explica el profesor de Princeton Bernard Haykel, el mayor experto en la teología de esa organización, “están avergonzados y son políticamente correctos, y tienen una visión edulcorada de su propia religión” que olvida “las exigencias históricas y legales de su fe”.
Pankaj Mishra -en:Pankaj Mishra-, How to think about Islamic State, The Guardian, 24 de julio de 2015:
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