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Italianismo



Un italianismo es un extranjerismo derivado del idioma italiano e incorporado a otra lengua.

En el idioma español el influjo desde el italiano (o mejor dicho desde las diversas lenguas italianas, incluyendo a los varios dialectos/idiomas además del italiano normativo) es muy fuerte y se hace notorio, como en otros idiomas europeos, durante el Renacimiento, que se originó en Italia entre el 1400 y 1500, influyendo con sus innumerables innovaciones no solo en la vida cotidiana, sino en la cultura de toda Europa y a través de las lenguas europeas también en las de los otros continentes. El mismo Cervantes, que estuvo en Italia y fue un enamorado de su cultura, introdujo muchos.[1]

Por eso fueron particularmente importante los préstamos en el área de las artes, por ejemplo en la literatura (soneto, silva, novela) pintura (acuarela, témpera, fresco, claroscuro, caricatura, lontananza, magenta, diseño, miniatura, óleo, pastel), la escultura (estuco, terracota, porcelana), la música (serenata, cantata, tocata, sonata, capricho, dueto, aria, melodrama, soprano, opera, batuta, diva, pavana, adagio, concierto, arpegio, barcarola, piano, trombón, viola, violín, scherzo, solfeo, bagatela...), el teatro (coliseo, palco, platea, comparsa, careta, títere, payaso, arlequín, saltimbanqui, bufo, bufón...), la arquitectura (escalinata, rotonda, pérgola, pasarela) y la gastronomía (banquete, birra, pizza, espagueti, macarrón, menestra, salami, salchicha, mortadela, boloñesa);[2]​ también en la navegación (bergantín, borrasca, crujía, esquife, gavia, levante, piloto, brújula, regata, salvoconducto, fragata, zarpar), el ámbito militar (alarma, arcabuz, arsenal, asalto, bala, bando, batallón, bisoño, cañón, capitán, coronel, centinela, embajada, embajador, escaramuza, escopeta, escuadrón, marchar, mosquete, muralla, peto, posta, pistola, soldado, tercerola) y la economía (agio, banca, bancarrota, crédito, débito, ducado, empresario, bicoca, letra de cambio, lonja, millón).

También existieron otros factores para que en España hubiera un importante influjo de lo italiano: la proximidad filológica entre la mayor parte de los idiomas hablados en la península ibérica y en la península Itálica, así como la existencia de continuos contactos de diversas maneras entre España e Italia, en particular el reino de Nápoles, pero también otros varios estados italianos a lo largo de los siglos, desde la Edad Media hasta la unificación de Italia, por medio del frecuente tráfico naval entre los dos países.

Desde el medioevo proceden algunas antiguas palabras del léxico militar, comercial, musical, arquitectónico, gastronómico, poético, literario, artístico, teatral y naval. También es de señalar la amplia acogida que tuvieron los italianismos en el español rioplatense, a causa de la gran emigración que hubo de italianos a Argentina.

Algunos ejemplos de italianismos en castellano, entre muchos otros, son:

Además diversas comidas típicas italianas como agnolotti, espagueti, pizza, ravioli, cappuccino (forma de café en taza llamado así porque su aspecto inicial recordaba al hábito de los frailes capuchinos) etc.

Los italianismos son particularmente importantes en el habla coloquial de Argentina y Uruguay (especialmente en el dialecto rioplatense)[6]​ donde se usan palabras frecuentemente nétamente italianas aunque en gran medida no procedentes del italiano normativo sino de diversas lenguas italianas como el ligur o genovés, siciliano, véneto, lombardo, piamontés, napolitano o campanio, calabrés y friulano (son poco importantes en Argentina y Uruguay las influencias procedentes de Italia Central, por ejemplo del italiano del Lacio o del toscano, las cuales son precisamente las que más influyeron en el italiano oficial actual).

Ejemplos de italianismos muy frecuentes en el habla rioplatense son :

Algunos italianismos que fueron muy comunes hasta el periodo 1960 a 1970 son (¿o ya han sido?):

Frases y construcciones gramaticales de uso popular en Argentina y Uruguay derivadas del italiano: "mala pécora" (del italiano mala pecora -mala oveja- equivale a 'oveja negra' o a mala persona);[12]​ "otra qué" (de "altro che"), "te quiero bien" (es decir te amo de verdad; del italiano "ti voglio bene"), "¡ma sí!" (¡pero sí!) o vulgarismos como "¡andá a fangulo!" (de va fanculo!), "¡anttenti al ladri!" (expresión netamente cocoliche en la cual predomina el italiano, en italiano normativo literalmente es «atención [con]/[a] los ladrones» en cambio en el habla rioplatense se usa tanto como singular: «atención al ladrón», como en plural) y palabras que inicialmente eran exclusivas del lunfardo: "se vamo (s)" (de "ci andiamo") o directamente el cocoliche semo (somos) que hasta hace poco era bastante frecuente en Buenos Aires, centro y sur de la Provincia de Santa Fe, gran parte de la provincia argentina de Córdoba aunque actualmente se ha restringido bastante, en todo caso aún se pueden escuchar frases dichas vulgaristamente por argentinos como «semo lo´ mejore´ del mundo semo» y semejantes en su composición. Otras frases nétamente italianas frecuentes en el área rioplatense son: "¡mama mía!" (expresión de asombro o temor transliterada de mamma mia!), la frase exclamativa «¡Madonna santa!» ha sido bastante común en el área rioplatense como equivalente de la española «¡Virgen santa!», pero desde la posmodernidad (fines de siglo XX) ambas han quedado casi en desuso . Por otra parte se mantiene como rasgo de identidad nacional la frase all'uso nostro (al uso nuestro, se aplica principalmente a las comidas de origen italiano frecuentemente consumidas en Argentina y Uruguay con un toque autóctono), siamo fuori (literalmente "estamos afuera", aunque suele tener el matiz de haber quedado fuera como perdedores), largar el chivo o lanzar el chivo (o abreviadamente "lanzar"): vomitar por causa de embriaguez (la frase es en parte cocoliche ya que "chivo" es la transcripción de la palabra italiana cibo -comida-). etc.

También la elisión de las "s" finales parece provenir del influjo italiano, por ejemplo "vamo'" en lugar de vamos, la elisión de las "s" finales parece haber reforzado, por influjo de los inmigrantes italianos, una tendencia ya existente a partir del influjo del sur de España (ver: cocoliche y lunfardo).



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