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Lenguas urálicas



Las lenguas urálicas forman una familia lingüística de 38 lenguas habladas por más de 20 millones de personas. El nombre de la familia hace referencia a su supuesta cuna cerca de los Urales. Los países en los que hay un número significativo de hablantes de lenguas urálicas son Estonia, Finlandia, Hungría, Rusia, Noruega y Suecia. Las lenguas urálicas más destacadas, en cuanto a número de hablantes e identidad nacional, son las lenguas ugrofinesas (el estonio, el finés y el húngaro).

El primer trabajo sistemático de parentesco entre algunas de las lenguas que se consideran parte de la familia urálica se debe a János Sajnovics de 1770. En ese trabajo en particular se sugería que las lenguas sami y húngara estaban emparentadas. Ese trabajo fue ampliado por Samuel Gyarmathi en 1799. Y aunque frecuentemente se menciona que sus trabajos establecieron la familia sobre bases firmes, esa afirmación no puede aceptarse, ya que el primer trabajo donde se usa de forma sistemática el método comparativo es el de József Budenz 1869.[1]​ El trabajo de Budenz fue ampliamente revisado, de hecho solo el 19 % de su lista de cognados involucraba solo a las lenguas urálicas, y muchos de sus cognados ya no se consideran correctos. El trabajo de Donner criticó la obra de Budenz y rechazó la clasificación interna que este proponía para las lenguas urálicas. Donner intentó efectuar un trabajo que no se basara simplemente en correspondencias léxicas y propuso que el vogul, el ostyak y el húngaro formaban un grupo especial cercano al grupo ugrio.

La estructura interna de la familia urálica está en discusión desde que se propuso. Los grupos genéticos independientes no cuestionados son:

La relación de estas familias entre sí es lo que está en discusión. Por ejemplo, frecuentemente se supone el khanty y el mansi, junto con el húngaro, forman el grupo ugrio, aunque existen dificultades para reconstruir el proto-ugrio[2]​ y parece que el khanty y el mansi están en ciertos aspectos más cerca de las lenguas samoyedas que del húngaro. El proto-fino-pérmico parece más regularmente construible, igual que el proto-samoyedo y el proto-sami, pero existen dificultades con las otras agrupaciones, y el propio proto-urálico presenta dificultades e irregularidades. El proyecto comparativo ASJP basado en similitudes léxicas (no en un análisis filogenético genuino) establece el siguiente árbol cladístico como aproximación a la relación entre grupos:

Balto-fínico

Pérmico

Mari

Saami (lapónico)

Mordvínico

Húngaro

Obi-ugrio

Septentrional

Meridional


La clasificación estándar más común, que adolece de las dificultades mencionadas anteriormente, divide la familia en dos grandes ramas: la fino-ugria y la samoyeda. Las subdivisiones internas adicionales serían las siguientes:

Se han realizado muchos esfuerzos para relacionar las lenguas urálicas entre sí y con otras lenguas, generalmente pertenecientes a otro de los grandes grupos lingüísticos del planeta (ver #Parentesco con otras lenguas).

Las características estructurales consideradas típicas de la familia incluyen:

El sistema fonológico del proto-urálico incluía una diferencia entre consonantes palatalizadas (palato-laminales) y apiclaes, como sucede todavía en muchas lenguas urálicas modernas. Además no parecía existir oposición de sonoridad o aspiración entre las oclusivas, por lo que originalmente solo habría habido una serie de oclusivas con solo diferencias del punto de articulación. El inventario consonántico reconstruido para el proto-urálico a partir de las correspondencias fonéticas regulares es el siguiente:


Los fonemas entre paréntesis tienen una evidencia empírica más débil, y no son reconstruidas por todos los especialistas. Sammallahti (1988) señala que aunque hay ejemplos de en pérmico y ugrio existen pocos congados satisfactorios, sugiriendo que existe algún tipo de alternancia entre y *ś. La evidencia en favor de la sibilante postalveolar sin embargo es escasa pero probablemente concluyente, aunque en urálico oriental se habría confundido con el resultado de *s, siendo la oposición distintiva solo en fino-pérmico, aunque ciertos préstamos del proto-indoeuropeo se reflejan como una sibilante postalveolar (como *piši- o *peši- 'cocinar').

La naturaleza fonética del segmento simbolizado como *x es incierta y no puede especificarse con seguridad, aunque se considera que sería una consonante dorsal; [x], [ɣ], [ɡ] o [h]. Janhunen (1981) no se decanta por ninguno de esos alófonos, dejando abierta la posibilidad de que tengan una articulación vocálica incluso. Su comportamiento es reminiscente de las laringales indoeuropeas: este fonema es reconstruido en posición final donde parece provocar la aparición de cantidad vocálica, las evidencias más claras proceden de las lenguas balto-fínicas, y de las lenguas samoyedas donde dan lugar a la secuencias vocálcias como *åə.[3]​ También se reconstruido *x en posición media de palabra, y en esta posición da lugar en baltofínico a una vocal larga, pero en el resto de ramas tiene un reflejo claramente consonántico *k en sami, *j en mordvínico y en ugrio. Si este fonema es una consonante probablemente deriva de la lenición de una *k pre-urálica, ya que solo aparece en palabras que acaban en vocal no abierta, mientras que *k es poco frecuente o inexistente en esas posiciones.[4]

Aunque se dice frecuentemente que las lenguas urálicas tienen un sistema de flexión nominal desarrollado, lo cierto es que solo unas pocas lenguas distinguen más de cuatro casos. Entre estas lenguas está el finés, donde la reconstrucción interna ha mostrado que parte de su flexión es una innovación reciente formada por marcas de caso genuinas más antiguas fusionadas con postoposiciones. Aunque algunas reconstrucciones proponen hasta 8 casos morfológicos, a partir de formas que no se encuentran solo en algunas lenguas, parece que solo pueden reconstruirse con cierta seguridad un locativo (*-nA), un ablativo/separativo (*-tA) y un lativo (*). Curiosamente algunas de estas formas parecen tener paralelos fuera de las lenguas urálicas, en concreto entre las lenguas yukaghir y algunas lenguas altaicas, por lo que dichas marcas podrían deberse a un fenómeno de sprachbund.

En cuanto a la morfología verbal, no se han podido reconstruir claramente las formas de tiempo, aspecto del protourálico, aunque se han propuesto algunas formas que aparecen en varias lenguas urálicas, sin que esté claro cuáles eran las formas originales. Igualmente se han reconstruido varias marcas de plural y dual.

Entre las formas de plural que parecen tener cierta distribución complementaria, en función de que existan o no posesivos, están las marcas *-t (sin posesivos), *-n, *-k e *-j/*-i. La marca -t es la forma no marcada de plural del nombre en la mayoría de las lenguas modernas (finés, khanty, mansi, samoyedo) y también aparece a veces en el verbo. La marca -n aparece en komi, udmurto y samoyedo, también en estonio junto con posesivos. Las otras dos marcas aparecen más restringidamente en varias lenguas, aunque en húngaro y en finés existen rastros abundantes de -i en casos oblicuos.[5]

El principal trabajo de reconstrucción del proto-urálico se debe a Janhunen (1981). A pesar del nombre proto-urálico, este trabajo se basó solo en algunas lenguas urálicas, en concreto Janhunen comparó sistemáticamente formas del proto-fino-pérmico[6]​ y formas del proto-samoyedo. No se tuvieron en cuenta originalmente ni las lenguas ugrias, ya que no existía una reconstrucción disponible del proto-ugrio.

El trabajo más extenso de recopilación de reconstrucciones es el Uralisches Eymologisches Wörterbuch (1986, 1991),[7]​ que tiene aproximadamente unos 475 términos y afijos reconstruidos.[8]​ Sin embargo, dicho trabajo presenta numerosas dificultades porque muchas de las derivaciones etimológicas presentan irregularidades y se necesita más trabajo para llegar a una reconstrucción tan detallada como la del proto-indoeuropeo o dilucidar si la familia urálica es una unidad filogenética válida. En particular, diversos autores, entre los que se encuentran Tauli (1966), Suhonen (1999:248),[9]​ Pusztay (1995, 1997) y A. Marcantonio (2002), han sugerido que algunas de las similitudes se explican mejor mediante sprachbund y amplios préstamos léxicos en época prehistórica y que debe ser revisado el modelo que presupone que las lenguas urálicas constituyen una familia genética bien establecida y no relacionada con ninguna otra lengua altaica.[10]

Los numerales en diferentes lenguas urálicas son:

Los morfemas *dekʃ(an), *das (y también los segmentos -ʦɛ/-kse) se consideran préstamos del proto-indoeuropeo *deḱm 'diez', ya que la palabra proto-urálica para 'diez' tenía una forma diferente.

Las lenguas urálicas tienen rasgos comunes con las lenguas altaicas y ciertas concordancias léxicas. Se acepta ampliamente que esas coincidencias son el resultado de convergencia por contacto lingüístico prolongado y no muestras de un parentesco real.

Se han postulado otros posibles parentescos más lejanos, entre los que se incluyen:



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