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Libro de Tobit



El Libro de Tobit (en griego, Τωβίθ o Τωβίτ, Tōbíth o Tōbít; en hebreo, טובי‎, Tobí ‘bondadoso mío’), también llamado Libro de Tobías (en latín, Tobias; en hebreo, טוביה‎, Tobyah, ‘Yahveh es bondadoso’),[1]​ es una antigua obra literaria hebrea incluida en la Septuaginta, comúnmente aceptada por las comunidades judías de la Diáspora, pero luego considerada como un texto apócrifo por el judaísmo rabínico, el judaísmo caraíta, el judaísmo mesiánico y por los cristianos protestantes. Sin embargo, este libro es aceptado como canónico por los católicos, ortodoxos y ortodoxos orientales.

No sabemos nada acerca del autor de Tobit; apenas que se trataba de un judío versado en la historia y en la ciencia de Dios y que posiblemente haya vivido en tiempos de la Diáspora. La fecha y el lugar de composición son dudosos: algunos afirman que fue escrito en Egipto entre los siglos IV y III a. C.:[2]​ mientras que otros autores se inclinan por el siglo II a. C. o aun comienzos del siglo I a. C. ("entre 200 y 50 a. C.[3]​), en Palestina. Su idioma original, como el de todos los libros de este período, parece ser, según el análisis de la mayoría de los expertos, el arameo. Posteriormente habría sido traducido al hebreo y al griego, aunque es posible un original hebreo.

Se conservan dos textos de la versión griega: el del Alexandrinus en el Códice Vaticano y el del Sinaiticus. Este último fue la base usada para las traducciones latinas a partir de la Vetus latina. En Qumram se han encontrado fragmentos del libro en arameo e incluso en hebreo que apoyan la versión del Sinaiticus. Otros textos en hebreo o arameo que se han encontrado parecen más bien ser traducción del griego antiguo.

Las versiones más antiguas conocidas del libro de Tobit, son varios fragmentos en arameo (4Q196 a 4Q199)[4]​ y uno en hebreo (4Q200)[5]​ que fueron encontrados entre los Manuscritos del Mar Muerto. Las versiones o traducciones griegas no han transmitido de modo uniforme el texto. Entre los códices hay dos formas, con frecuencia bastante diferentesː por una parte, el Vaticano y el Alejandrino, por otra el Sinaítico. Los primeros dan una versión breve; el Sinaítico, una más larga, con la cual coinciden los fragmentos arameos y hebreo y que se considera actualmente la más cercana al texto original.[6]​ La Vulgata latina depende de las versiones griegas y de la Vetus Latina, aunque se sabe que San Jerónimo dispuso para su traducción de un manuscrito arameo, hoy perdido.[2]​ La Vetus Latina ofrece un texto muy afín al Sinaítico. Algunos manuscritos tienen interpolaciones gnósticas, que están presentes en la Vulgata Clementina del siglo XVII y en versiones modernas dependientes de ella. Se conservan también manuscritos siríacos y una versión aramea tardía.[7]

Jerónimo, aunque de mala gana, tradujo el texto al latín a partir de uno en arameo, que a su vez le fue traducido al hebreo, según él mismo cuenta.[8]

San Agustín (397 d.C.)[9]​ y el papa Inocencio I (405 d.C.)[10]​ consideraron que formaba parte del canon del Antiguo Testamento. Atanasio escribe que aunque este, junto con otros tres deuterocanónicos, no forman parte del Canon, "fueron designados por los Padres para ser leídos"[11]​. Epifanio de Salamina (c. 385 d. C.) menciona que era de disputada canonicidad.[12]​ Según el monje Rufino de Aquilea (400 d. C.) no era llamado libro canónico, sino eclesiástico.[13]

El Libro de Tobit fue catalogado como canónico por el Concilio de Roma (382)[14]​, el Sínodo de Hipona (393)[15]​, el Concilio de Cartago (397) y el Concilio de Cartago (419)[16][17]​, el Concilio de Florencia (1442)[18]​ y el Concilio de Trento (1546).[19]

Los judíos actuales no lo consideran parte del Tanaj, aunque sí un escrito israelita ancestral con muy buenos valores. Por este motivo, su canonicidad ha sido impugnada a través de los siglos por algunos grupos dentro del cristianismo. Las iglesias católica, ortodoxas, armenia, copta, etíope y las demás iglesias orientales históricas defienden el valor canónico, sagrado, divino e inspirado de este y de todos los llamados libros deuterocanónicos. Todos estos libros se encuentran en todas las Biblias de estas iglesias. Así, por ejemplo, en las Biblias católicas, se encuentra ubicado después de Nehemías y antes de Judit. Tobit y los otros deuterocanónicos son considerados "apócrifos" y no canónicos por los protestantes y por otros grupos surgidos de ellos. No obstante, estos libros también aparecen, bajo el rubro "Apócrypha", en todas las Biblias de los anglicanos, episcopalianos, luteranos y anabaptistas. El Artículo VI de la Declaración de 39 Artículos de la Iglesia de Inglaterra los considera libros que "la iglesia debe leer como ejemplo de vida e instrucción de comportamiento, pero que no deben ser utilizados para establecer doctrina alguna". Los amish leen un pasaje de Tobit en todas sus ceremonias y celebraciones nupciales.

El cronista bíblico parece haberse inspirado en el Génesis para escribir su libro; como en aquel, la intención no es hacer un prolijo examen cronológico, historiográfico o documental, sino enseñar teología. En este sentido, Tobit se encuentra estrechamente emparentado con Judit y Ester.

La literatura de este libro es sapiencial: su enseñanza teológica es concreta, inmediata, de uso diario. No se pierde en áridas disquisiciones teóricas, sino que pretende que los conocimientos transmitidos se apliquen aquí y ahora.

Tal vez, como analizan algunos estudiosos, el libro de Tobit, junto a los inmediatos de Judit, Ester y Job, representan un tipo de género intermedio de libros narrativos realmente no históricos, sino más bien sapienciales, entre los otros libros que suelen ser tenidos por históricos reales y aquellos que de hecho son simplemente libros sapienciales.

El Libro de Tobit analiza la presencia de Dios en las relaciones familiares, expresadas en el acompañamiento que el arcángel Rafael hace a Tobías, un joven lleno de fe que va a buscar esposa y finalmente se casa con ella tras sortear enormes dificultades con la ayuda del ángel enviado por Dios.

Tobit es un judío de la tribu de Neftalí deportado a Nínive. El anciano, de gran sabiduría, sufre un accidente cuando le caen en los ojos unos excrementos de ave. Los remedios de los diferentes médicos no hacen más que agravar su enfermedad, hasta que acaba por perder totalmente la vista.

Por otro lado, Sara, hija de unos parientes lejanos de Tobit, trata de suicidarse a causa de los insultos de su criada, que la acusa de asesina; ello se debe a que la joven, que ha contraído matrimonio siete veces, ha enviudado de todos sus maridos y sigue siendo virgen porque está poseída por un demonio, Asmodeo. Este demonio está perdidamente enamorado de Sara y se llena de celos cada vez que ella se casa, por lo que el demonio mata a sus esposos en la noche de bodas antes de que puedan yacer con ella. Sin embargo, Sara se arrepiente de sus planes de suicidio en el último momento y pide ayuda a Dios, que envía al arcángel Rafael.

Tras la muerte de los siete maridos de Sara, Tobías, hijo de Tobit, se convierte en el pariente más cercano de la joven y debe desposarla siguiendo la ley del levirato, por lo que sale de viaje a visitar a sus parientes y tomar por esposa a Sara. Por el camino, se le aparece el arcángel Rafael en forma humana y bajo el nombre de Azarías y los dos se hacen amigos. Azarías le cuenta toda la historia de Sara a Tobías, quien se enamora de ella antes de conocerla por la descripción que le da el arcángel: "Es bella y discreta".[20]​ Asimismo, le da un remedio tanto para salvar a Sara como para curar a Tobit: Tobías debe pescar un pez y quemar el corazón y el hígado delante de Sara; el humo espantará a Asmodeo, que huirá para no volver. Para curar la ceguera de Tobit, deberá conservar la vejiga (vesícula) del pez.

En casa de sus parientes, Tobías desposa a Sara ante la tristeza de los padres de ella, que creen que el joven morirá igual que los otros maridos; en la noche de bodas, cuando Asmodeo va a atacar a Tobías, él sigue el consejo de Azarías y logra ahuyentar al demonio. A la mañana siguiente, los padres de ella se alegran de verle con vida y les dejan marchar a ellos y a Azarías.

De vuelta en casa, Tobías logra curar la ceguera de su padre untándole sobre los ojos la hiel del pez. Cuando se efectúa el milagro, Azarías desvela su verdadera identidad ante todos, que dan gloria a Dios.

También en el libro se hace mención fugaz del famoso sabio Achiachar o Ajikar que aquí aparece como sobrino y protector de Tobit en tierra extranjera.[21]

El sentido del libro es demostrar que Tobit recibe la clemencia de Dios porque es un leal servidor de Él; siempre ayuda a los demás judíos y ejercita una solidaridad y una caridad notables. Su fe es evidente y su vida moral es intachable, por lo que camina siempre en la senda del temor de Dios y de la piedad religiosa.

Sin embargo, como a Job, las acechanzas del demonio lo ponen en medio de un sufrimiento injusto, al igual que a la mujer (Sara), que pierde a sus amados esposos sin haber hecho nada para merecerlo. Tobit y Sara son tratados de la misma manera: la gente se burla de ellos[22]​ y ambos consideran que sería mejor morir que soportar su tormento.[23]

Plantea el problema de por qué muchas veces el justo sufre. Muchos analistas consideran que el libro de Tobit, además de preguntarse si la virtud será recompensada, dice que no basta esa virtud para explicar el beneficio; en realidad, los designios de Dios son desconocidos para los humanos y es la fidelidad, la persistencia de la piedad de los protagonistas a pesar de las desgracias que sufren, lo que conduce al premio, que solamente se recibe cuando Dios lo dispone. Los protagonistas no relajan su moral o su virtud una vez que han recibido su premio; antes bien, se mantienen fieles a Dios, siguen siendo los mismos judíos piadosos que eran antes de la intervención del Maligno.

El Dios de Tobit es más cercano y comprensible que el de otros libros del Antiguo Testamento: no parece indiferente como el de Job ni prácticamente ausente como el del Eclesiastés. El Dios de Tobit se preocupa por los problemas de cada uno de sus adoradores, y los resuelve planificadamente. Se interesa por el Hombre y sus problemas, utilizando a un instrumento fiel y efectivo (Rafael) para lograr sus fines.

Sin embargo, la función de Dios no es suprimir el mal en la vida de los hombres: si tal hiciera, suprimiría también el libre albedrío, factor crítico del plan divino. Lo que Dios hace es intervenir para corregir las desviaciones introducidas por el Demonio, y siempre lo hace por caminos tortuosos y poco evidentes.

Hábilmente entremezclados con la narración dramática, el autor de Tobit presenta dos conceptos que son novedosos en la Biblia o que aclaran y precisan conceptos tratados en forma más somera en libros anteriores:

El libro de Tobit aporta el concepto de matrimonio como sacramento religioso y el del libre albedrío como dosis de libertad imprescindible para que el Hombre se eleve hacia Dios.

Ofrece una visión primitiva del Mesías por venir, especialmente en el canto del capítulo 13.[25]




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