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Mosaicos



Un mosaico (del latín (opus) mosaĭcum, traducido como "(obra) relativa a las Musas"[1]​) es una obra artística elaborada con pequeñas piezas de piedra, cerámica, vidrio u otros materiales, de diversas formas y colores, llamadas teselas, unidas sobre un lecho aún fresco de yeso, cal y polvo de arcilla, cemento u otro aglomerante para formar composiciones decorativas geométricas, figurativas o abstractas.[2]​ La obra del mosaico se realiza sobre todo en superficies planas y de tamaño grande, como una pared, un suelo o un techo, pero a veces se adapta también en simples objetos o pequeños paneles. La creación de un mosaico es un arte muy antiguo. En Creta durante la Edad de Bronce ya se desarrollaba esta habilidad. Se han encontrado obras de mosaicos en yacimientos arqueológicos de Mesopotamia (siglo IV al III a. C.), Grecia (siglo III a. C.) y en Mesoamérica. El gran desarrollo se dio en época del Imperio Romano y más tarde, con los bizantinos, islámicos, normandos (en Sicilia, siglo XII), hasta llegar al Renacimiento y a los siglos XIX, XX y XXI.[3]

La palabra griega μoυσα-ης (mousa-es) significa ‘musa’; μουσειoς-α-oν (mouseios-a-on), ‘concerniente a las musas’; μoυσειoν-oυ (mouseion-ou), ‘templo de las musas’, ‘lugar donde residen las musas’.[4]

La palabra μoυσειoν (mouseion) dio origen al latín musivus -a -um, que es el antecedente de mosaico. Se dice que los romanos consideraban tan exquisito el arte de hacer mosaicos que pensaban que solo podían crearlo las musas o los favorecidos por ellas.[5]

La técnica del mosaico proviene de un perfeccionamiento del primitivo pavimento que se hacía con guijarros y se denominaba con el término griego de lithostrotos (‘preparado con piedras’).[6]​ En el mundo europeo fue muy frecuente y desde muy temprano (desde fines del siglo V a. C.) el pavimento compuesto por guijas de río (piedrecillas pequeñas que se encuentran en las orillas) de tamaños y de colores distintos. Con estas guijas se hacían dibujos sencillos de temas geométricos. En los pueblos de Castilla y León (en España) han seguido a través de los siglos esta tradición para los patios y vestíbulos de las casas. Es lo que llaman enguijarrado.[7]

Este sistema de pavimentación se ha podido ver claramente en las casas de Olinto, antigua ciudad griega de la región de Macedonia en la península Calcídica, que fue destruida por Filipo II de Macedonia en el año 348 a. C., y en las ciudades de Pela y Corinto. Las escenas representadas con estos guijarros suelen ser del mundo marino, del repertorio homérico y del culto a Dioniso y los guijarros son de color blanco, rojo, negro y verde. Este trabajo dio paso a la invención de las teselas con las que se empezaron a confeccionar los mosaicos propiamente dichos a fines del siglo III a. C. Los romanos dieron el nombre de tesela a las pequeñas piezas con que se componía un mosaico.[7][a]

Al principio las teselas eran muy pequeñas pero en la época del imperio se fueron agrandando. Los temas se inspiraban a menudo en cuadros pintados o en cenefas de tejidos. Los temas se repetían bastante aunque a veces eran originales o puntuales como el de La batalla de Alejandro encontrado en la casa del Fauno en Pompeya y que se conserva en el Museo Nacional.[8]​ Este mosaico está copiado o inspirado en un dibujo del pintor Filoxeno de Eretria siguiendo un encargo del rey de Macedonia Casandro.[9]

El confeccionado de un mosaico comenzaba en un taller. Primero se elegía un dibujo y se preparaban las teselas correspondientes. Estos dibujos o diseños se dividían en piezas independientes de las que se sacaba una plantilla en tela o en papiro. Sobre estas superficies se colocaban las teselas pegando a la plantilla la cara que luego debía verse. Una vez terminado este trabajo se llevaba al lugar definitivo y se componía el rompecabezas. El remate final era pulir la superficie e igualarla con ayuda de piedra pómez, polvo de esmeril, arena y agua. Además se eliminaba la argamasa saliente entre las juntas y las teselas adquirían brillo y color más vivo.[8]

Todos los pueblos antiguos hicieron incursión en este arte tanto en la antigüedad clásica como en la de Mesoamérica. El testimonio más antiguo que se conoce data del siglo IV a. C. en Mesopotamia en este caso como decoración de paredes donde los mosaicos son unos conos de arcilla cocida que se adhieren con malta y betún.[3]​ En la antigüedad clásica llegó a ser un producto muy elaborado y de gran lujo con la cultura helenística, en que se empezaron a realizar obras más complicadas con temas complejos y episodios de la vida cotidiana y de la mitología. Los materiales empleados también fueron más ricos (mármol, vidrio, ónice). El arte del mosaico adquiere su difusión en época del Imperio romano; después lo difundió el mundo bizantino y Venecia llegó a ser la capital del mosaico hasta el siglo XVI.[7]

Casi ningún mosaico conocido hasta el momento lleva la firma del artista pero sí se han encontrado algunos firmados como el que se conserva en el museo de Pérgamo de Berlín procedente del palacio atálida en la acrópolis de Pérgamo (160 a 150 a. C. y que está firmado por el artista musivario Hephaistion.[10]

A lo largo de la historia de la humanidad el arte del mosaico se ha ido desarrollando y enriqueciéndose, adquiriendo el estilo y los materiales adecuados a cada época, hasta llegar al siglo XXI en que las obras de arte se siguen sucediendo.

La civilización sumeria —Tercer milenio a. C.— ya practicaba el arte de los mosaicos y decoraban paredes y columnas con trocitos de arcilla teñida de colores; se conocen los restos testimoniales de paredes decoradas con conos de arcilla cuya base estaba pintada de blanco, rojo y negro. Las puntas de los conos están incrustadas en la pared hecha de ladrillos de barro.[11]​ y [12]

En la antigua Grecia se encontraron los primeros mosaicos realizados con guijarros lisos sin demasiado colorido pero ya en época helenística el mosaico evolucionó y se convirtió en obra de arte que sustituía muchas veces a la pintura. [11]

Los romanos heredaron y aprendieron este arte, lo desarrollaron a su estilo y difundieron por todo su imperio. Pocas eran las casas importantes que no tuvieran uno o varios mosaicos copiados de los maestros griegos, utilizando las teselas como material principal y como elemento esencialmente decorativo que demostraban el lujo y la importancia de sus habitantes.[11]​ El mosaico como pavimento fue muy frecuente en el siglo III, época del emperador Diocleciano. Su desarrollo continuó en el siglo IV con el emperador Constantino que trasladó la corte a Bizancio y evolucionó en el siglo V al unirse con la tradición oriental. La ciudad de Rávena fue la sede de esta evolución. En ella se dio el gran esplendor de los mosaicos bizantinos. Después y a partir de la IV Cruzada (1202-1204) Venecia asumió el protagonismo y se hizo cargo de los artistas bizantinos, griegos y romanos que recuperaron toda la tradición musiva hasta su declive en el siglo XVI en que los mosaicos fueron sustituidos por el arte de la pintura.[13]

En Venecia reapareció la industria de las teselas musivas en el siglo XIX. La empresa Salviati fue la encargada de recuperar este arte y produjo teselas de gran calidad para la decoración de algunos palacios o de edificios públicos. Como ejemplo puede verse el mosaico titulado Alegoría de Venecia del artista Victorio Emanuele Bressanim de 1920, conservado en la sede de la Società Salviati de Venecia. [14]​ También del siglo XX hay que citar la obra de Gaudí que en la ornamentación del parque Güell recuperó la tradición que los árabes importaron en el siglo IX, es decir, los mosaicos en cerámica. En América hubo otras civilizaciones como la maya o la azteca que cultivaron el arte musivo en la fabricación de máscaras funerarias con un soporte de madera y unas teselas de jadeíta, turquesas y otras piedras duras.[15]

Parque Güell

Máscara maya de jade

La palabra opus en latín designa la palabra "obra" para distinguir técnicamente la forma en que se cortan y colocan las piezas del mosaico. Existen diferentes tipos como, entre otros:[16]




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