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Obispado de Barcelona



La archidiócesis de Barcelona (en latín, Archidioecesis Barcinonensis) es una circunscripción eclesiástica de la Iglesia católica en España. Es la sede metropolitana de la provincia eclesiástica de Barcelona con dos diócesis sufragáneas: Tarrasa y San Felíu de Llobregat. Su sede es la Catedral de la Santa Cruz y Santa Eulalia de Barcelona.

La jurisdicción de la archidiócesis comprende los municipios del sur de la provincia de Barcelona, extendida por las comarcas catalanas del Barcelonés, el Bajo Llobregat y el Maresme.[1]

La sede episcopal de Barcelona fue establecida en el siglo IV con el nombre de «Diócesis de Barcelona». El 25 de marzo de 1964 es eleva a archidiócesis con el nombre de Archidiócesis de Barcelona.

El actual arzobispo metropolitano, monseñor Juan José Omella Omella, fue nombrado el 6 de noviembre de 2015 y tomó posesión de la archidiócesis el 26 de diciembre siguiente.

La archidiócesis cuenta con 214 parroquias, abarca unos 340,53 km² en los que habitan unas 2 661 538 personas, de las cuales 2 110 915 son católicas, o sea el 79,6 % de la población,[2]​ que son atendidos por 862 sacerdotes.

Para formar a los seminaristas, el arzobispado cuenta con un seminario archidiocesano. La archidiócesis posee una gran riqueza arquitectónica en templos y santuarios, de los que varios han sido declarados Monumento nacional y Basílicas menores.

El cristianismo arraigó pronto en este territorio coincidiendo con el proceso de romanización. Hay indicios de vida cristiana desde el siglo III con la presencia evangelizadora de san Cucufato, martirizado durante la persecución de Diocleciano en el 304. Las tradiciones locales dan noticias de otros mártires del mismo momento como santa Eulalia de Barcelona, san Medín, las santas Juliana y Semproniana de Mataró y el obispo santo Severo de Barcelona, pero estas noticias son históricamente dudosas.

Los primeros obispos documentados son Olimpio de Barcelona, que acudió al concilio de Arlés en 314, Pretextato de Barcelona, que asistió al concilio de Sárdica en 343, san Paciano de Barcelona y Lampio, que ordenó de presbítero al santo Paulino de Nola. Pertenece a esta época la basílica dedicada a la Vera Cruz, con baptisterio exento, localizada arqueológicamente en el subsuelo de la catedral actual.

A partir del siglo V se abre una época confusa debido a las invasiones de los visigodos, los cuales trajeron la herejía del arrianismo. Hasta el año 589 parece que coexistieron dos obispos dentro de la ciudad de Barcelona: el católico y el arriano. En el año 450 se creó el obispado de Egara desmembrado del de Barcelona y entre 540 y 599 se celebraron dos concilios generales de toda Hispania en la ciudad de Barcelona.

La invasión musulmana de principios del siglo VIII provocó la fuga del obispo Laúlfo de Barcelona y del obispo de Egara, la interrupción de la sucesión episcopal en Barcelona y la desaparición del obispado de Egara. Los habitantes de estas ciudades, carentes de obispos, se organizaron de tal manera y con suficiente libertad para ofrecer sus ciudades a los francos cuando Carlomagno y sus descendientes emprendieron las campañas de conquista del sur de los Pirineos.

Los carolingios nunca vieron con buenos ojos el antiguo estamento episcopal visigodo e impusieron nuevos obispos francos fieles al imperio. El primero de ellos, Juan, no aparece documentado hasta el año 850, casi 150 años después del obispo Laúlfo. Así mismo impusieron la sumisión canónica del obispado de Barcelona a la archidiócesis de Narbona, puesto que la archidiócesis de Tarragona seguía en manos musulmanas. Esta sumisión fue mal acogida y a partir del siglo X nacieron varios intentos de restaurar la sede de Tarragona, topando con la oposición de Roma, la sede de Narbona y los reyes carolingios. En el año 985 Barcelona fue asaltada por las tropas de Almanzor y en aquel asalto fue destruida la vieja catedral paleocristiana.

A partir del siglo XI la iglesia barcelonesa se organiza a la sombra de los poderes civiles emergentes. Los obispos se caracterizan por su total sumisión a los vizcondes de Barcelona, los cuales consideran el obispado como una posesión propia y por eso actúan nombrando obispos y haciéndolo objeto de venta o herencia. Los obispos, interesados en la adquisición de nuevos territorios dentro del proceso de reconquista, destacan más como batalladores que como guías espirituales. De este siglo es la construcción de la nueva catedral románica bajo el patronazgo de los condes de Barcelona Ramón Berenguer I y Almodis de la Marca.

En el siglo XII se llevó a cabo la organización del obispado en parroquias y bajo el impulso del obispo san Olegario se inició la aplicación de la reforma gregoriana. Este prelado participó en muchos concilios europeos, fue consejero de los condes de Barcelona Ramón Berenguer III, al cual aconsejó en su política ultrapirenaica, y Ramón Berenguer IV, al cual aconsejó en su unión con Aragón. Con él también se aconteció la anhelada restauración de la sede de Tarragona, siendo el primer arzobispo efectivo después de la conquista musulmana. A lo largo de los siglos xi y xii adquirieron gran importancia el Monasterio de San Cugat del Vallés y el Monasterio de Santes Creus, con amplias posesiones de territorio y patronazgo de parroquias.

Durando el siglo XIII se inició la presencia e influencia de las órdenes mendicantes. A este hecho se tiene que añadir la fundación de la orden de la Merced, fundado por san Pedro Nolasco con la ayuda del obispo Berenguer II de Palou y del rey Jaime I. La colaboración de este obispo en la conquista de Mallorca dio al obispado de Barcelona amplios territorios a la isla, que fueron administrados por el obispado hasta el siglo XIX. El año 1233 el rey Jaime I cedió a las presiones del papa e implantó la inquisición pontificia en Barcelona, con la ayuda de san Raimundo de Peñafort, para combatir los cátaros.

Durando el pontificado de Ponç de Gualba (1303-1334) se llevó a cabo la organización administrativa de la diócesis con el inicio de la redacción de los registros documentales de las actividades de la curia episcopal, que se conservan al Archivo Diocesano de Barcelona. A lo largo del siglo XV se hizo notar la influencia de los papas de la familia Borja y se inició la costumbre de no residir en la sede episcopal. Pero el hecho más remarcable de este periodo fue la construcción del tercer templo catedralicio, el gótico, a pesar de que quedó inconcluido por los efectos de la crisis general del país, a consecuencia de la Guerra Civil Catalana.

La política absentista de muchos de los obispos barceloneses del siglo XV provocó el aumento del poder y prestigio del capítulo catedralicio que ostentaron, de hecho, el gobierno de la diócesis. No fue hasta la elección del obispo Jaume Caçador (1546-1561) que desaparece el problema del absentismo de los obispos, puesto que este prelado inició la reforma diocesana de acuerdo con el espíritu del Concilio de Trento. colaboraron con un importante papel las órdenes reformadoras (capuchinos, carmelitas descalzos) y especialmente los jesuitas. En 1598 el obispo Joan Dimas Lloris inauguró el seminario tridentino.

Durando el siglo XVII los obispos de Barcelona estuvieron asociados a cargos de política civil, a menudo por influencia de los monarcas. Dos obispos desarrollaron el cargo de lugarteniente de Cataluña, Joan Sentís y Sunyer (1622-1627) y García Gil de Manrique y Maldonado (1640). Este último fue el primero de una serie de obispos castellanos que la monarquía impuso en el contexto del enfrentamiento entre las autoridades catalanas y el rey.

El desenlace de la guerra de sucesión española supuso el exilio del obispo Benet de Sala i de Caramany, primer obispo de Barcelona creado cardenal, y la expulsión de 350 clérigos por su actitud contraria a Felipe V. Se abrió entonces un importante periodo que comportó el nombramiento sistemático de obispos foráneos (hasta 1850 solo tres obispos serían de habla catalana), la suspensión de los sínodos diocesanos y el retroceso de la libertad pastoral de la diócesis.

El último de estos obispos de habla catalana, Joseph Climent (1766-1775), fue el responsable del traslado del seminario tridentino al Colegio de Belén, antiguo centro de los jesuitas abandonado por la expulsión de esta orden de España en 1767. Igualmente fue el creador de la Biblioteca Episcopal (1772), de escuelas primarias gratuitas y de aceptar el catalán como lengua pastoral.

La ocupación napoleónica comportó una campaña de persecución contra la iglesia. Desde 1808 hasta 1814 la diócesis estuvo sin obispo, se suprimieron las órdenes religiosas, muchos conventos fueron cerrados y numerosos sacerdotes y religiosos fueron asesinados. La persecución supuso, además, la destrucción y pérdida de una parte muy importante del patrimonio cultural eclesiástico diocesano con la quema de iglesias, obras de arte y archivos parroquiales.[3]

El apoyo de la iglesia a la causa del carlismo durante el periodo posterior comprometió su acción pastoral, a pesar de que durante el trienio liberal (1820-1823) se alimentó una tendencia de carácter liberal entre el clero barcelonés. La reacción absolutista de 1823 persiguió duramente a este clero liberal.

Las desamortizaciones españolas provocaron la exclaustración de numerosos monasterios y conventos, seguida de la quema de muchos de ellos. Consecuencia de esto fue la nueva división parroquial de la ciudad de Barcelona promovida por el obispo Pedro Martínez de San Martín (1833-1849) en la que antiguas iglesias monacales y conventuales fueron reconvertidas en parroquias. El conflicto entre carlistas y liberales perduró durante la segunda guerra carlista con la oposición del obispo Josep Domènec Costa i Borràs (1848-1957) a los liberales.

Entre 1878 y 1908, la tendencia integrista de los obispos barceloneses experimentó un cierto retroceso, especialmente en los pontificados de los obispos José María Urquinaona (1878-1883), Jaume Català (1883-1899), Josep Morgades (1899-1901) y Salvador Casañas i Pagès (1901-1908), a la vez que se reinició el proceso de recatalanización de la iglesia. A pesar de esto no se pudo evitar un nuevo brote anticlerical en julio de 1909 en el suceso conocido como la Semana Trágica.

A pesar de este episodio, un numeroso sector de la Iglesia en Cataluña continuó luchando a favor de la renovación cultural y pastoral. Se promovió el Primer Congreso Litúrgico de Montserrat (1915), la expansión de la obra del Fomento de Piedad Catalana y el inicio de las versiones bíblicas modernas al catalán. Hubo la oposición a la imposición del castellano en la predicación y en la catequesis que intentó llevar a cabo la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), hecho que causó conflictos y persecución de algunos de los miembros del clero.

La apertura pastoral y de pensamiento se vio frenada durante el pontificado del obispo Manuel Irurita (1930-1936). El estallido de la Guerra Civil Española (1936-1939) interrumpió la vida diocesana: la mayoría de las iglesias fueron saqueadas y quemaduras, especialmente los dos primeros meses de la guerra, y el mismo obispo, 277 sacerdotes, 537 religiosos y 46 religiosas de la diócesis fueron asesinados, además de numerosos laicos relacionados con la vida diocesana y parroquial. Reducida a la clandestinidad, la iglesia barcelonesa fue dirigida por el religioso Josep Maria Torrent, nombrado vicario general de la diócesis por el obispo Irurita al estallar el conflicto.

El fin de la guerra supuso un proceso de reconversión política y cultural no sólo de la diócesis sino de toda la Iglesia en Cataluña. La organización clandestina que había funcionado fue sustituida por una nueva jerarquía impuesta por el gobierno franquista, que en 1941 obtuvo el derecho de presentación de obispos. En primer lugar actuó como administrador apostólico Miguel de los Santos Díaz Gómara (1939-1942), obispo de Cartagena, y el primer obispo titular de la nueva etapa fue Gregorio Modrego (1942-1967) que fue también el primer arzobispo. Modrego fue el promotor de una nueva organización parroquial en 1948 basada en la recuperación y restauración de las antiguas iglesias, así como en la erección de más de cien nuevas parroquias, necesarias para acoger la creciente población inmigrada de la ciudad. También fue el artífice del XXXV Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Barcelona en 1952.

Durante la década de 1960 la diócesis experimentó la recuperación de ciertos valores autóctonos, acogidos principalmente por el monasterio de Montserrat, y la recepción de nuevos que cristalizaron en la Delegación Diocesana de Escultismo y los movimientos especializados de Acción Católica. Fue una época de gran impulso religioso, intelectual y cultural que topó con las autoridades eclesiásticas y franquistas. Estos problemas estallaron en el momento de la sustitución del arzobispo Modrego, en que estalló la campaña Volem bisbes catalans! («¡Queremos obispos catalanes!»). El nuevo arzobispo fue Marcelo González Martín (1967-1971), que a pesar de la oposición catalanista dio un nuevo impulso a la estructura archidiocesana con la creación de nuevas instituciones como por ejemplo la facultad de Teología de Barcelona, con el tiempo Facultad de Teología de Cataluña.

La celebración del Concilio Vaticano II (1963-1965) dio nuevas alas al movimiento de renovación de la iglesia. A la vez, la decadencia del régimen franquista y su fin ofrecieron nuevas perspectivas a la archidiócesis que se desarrollaron durante el pontificado de Narcís Jubany (1971-1990). Este arzobispo y cardenal promovió la participación de los distintos sectores de la diócesis mediante la convocatoria de una Asamblea Diocesana, una reforma moderada de la archidiócesis e impulsó la creación de la Universidad Ramon Llull y la emisora Ràdio Estel.

El arzobispo y cardenal Ricard Maria Carles (1990-2004) fue el promotor de la creación de las actuales cuatro zonas pastorales al frente de las cuales consiguió el nombramiento de cuatro obispos auxiliares. A finales de su mandato se produjo la división de la archidiócesis (2004), por medio de la constitución apostólica Barcinonensis del papa Juan Pablo II del 15 de junio de 2004, imitando la división que se había hecho en Madrid en vez de las que se hicieron a otras grandes diócesis como la de Milán.[4]​ Esta división al principio provocó sorpresa, desconcierto y desconfianza al principio, pero con el paso del tiempo se han normalizado las relaciones y se han diferenciado. Tomaron cuerpo con normalidad las vicarias episcopales territoriales y funcionales, así como los organismos canónicos de participación y consejo o las delegaciones diocesanas. Diez años después Cáritas y el Tribunal eclesiástico ya eran una realidad diferente en cada diócesis.[5]

Fue sucedido por el arzobispo y cardenal Lluís Martínez Sistach. El papa Benedicto XVI visitó la ciudad de Barcelona los días 6 y 7 de noviembre de 2010 para dedicar el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia y elevarlo a basílica.[6]

El día de la festividad de San Esteban, en sustitución de Lluís Martínez Sistach tomó posesión de la archidiócesis de Barcelona Juan José Omella, natural de Cretas (Matarraña), en la Franja de Aragón, prelado muy próximo al papa Francisco,[7]​ quién lo había nombrado el 6 de noviembre.

La archidiócesis de Barcelona es dirigida por el arzobispo de Barcelona y tres obispos auxiliares que ayudan en la administración de la archidiócesis como parte de la curia diocesana.

Monseñor Juan José Omella Omella, actual arzobispo metropolitano, fue nombrado el 6 de noviembre de 2015, tomando posesión de la archidiócesis el 26 de diciembre siguiente y recibió el palio arzobispal de manos del papa Francisco el 29 de junio de 2016 en Roma, en la festividad de los Apóstoles Pedro y Pablo junto a otros 25 arzobispos del mundo.[8]​ Además, el cardenal Lluís Martínez i Sistach funge como arzobispo emérito de Barcelona.

Actualmente desempeñan el cargo de obispos auxiliares de la archidiócesis, Sergi Gordo Rodríguez, que fue nombrado por Francisco el 19 de junio de 2017, asignándole la sede titular de Cenae[9]​ y 9 de septiembre siguiente recibió la ordenación episcopal.[10]​ El 6 de octubre de 2020 fue nombrado Javier Vilanova Pellisa como auxiliar y obispo titular de Ampurias.

En el siglo IV se crea la diócesis de Barcelona, luego el 25 de marzo de 1964 es elevada al rango de archidiócesis, por Pablo VI. Desde su elevación, ha estado gobernada por 6 prelados, los cuales son:

Gregorio Modrego y Casaus fue el prelado que por más tiempo gobernó la sede episcopal de Barcelona, pues estuvo desde 1942 hasta 1967. En cambio, Marcelo González Martín fue quien menos tiempo estuvo al frente del episcopado, pues duró desde 1967, hasta 1971.

Cuando Barcelona fue elevada a archidiócesis en 1964, el entonces obispo Gregorio Modrego y Casaus pasó a ser el primer arzobispo.

La archidiócesis de Barcelona está situada en el nordeste de España, en Cataluña. Geográficamente, se encuentra en la zona del levante. Se extiende por las comarcas catalanas del Barcelonés, el Bajo Llobregat y el Maresme, al sur de la provincia de Barcelona.[1]​ La jurisdicción del arzobispado abarca aproximadamente 340,53 km²,[11]​ abarcando 26 municipios.[12]

La archidiócesis limita por el norte con las diócesis de Tarrasa y Gerona y por el sur con la diócesis de San Felíu de Llobregat.

La ciudad de Barcelona, cuyo nombre asume el arzobispado, es la capital archidiocesana, y como tal, alberga la curia arzobispal y la catedral. La residencia del arzobispo se encuentre en el Palacio Episcopal de Barcelona.

La provincia eclesiástica de Barcelona está formada por la archidiócesis de Barcelona —que es la sede metropolitana— y las diócesis sufragáneas de Tarrasa y San Felíu de Llobregat. Además, el arzobispo de Barcelona es el metropolitano de la provincia y tiene autoridad limitada sobre las diócesis sufragáneas.[13]

La provincia fue creada en 2004 visto el crecimiento demográfico de la archidiócesis, que contaba con 4 millones de habitantes, de los cuales alrededor del 92 % eran considerados católicos. Actualmente, la provincia tiene alrededor de 459 parroquias, abarca unos 3147,53 km² en donde habitan aproximadamente 4.921.974 de personas de los cuales 4.238.915 son católicos, o sea el 88,93% de la población.

Para efectos de su organización interna y la provisión de los servicios pastorales a los fieles, la archidiócesis está dividida en 6 zonas pastorales[17][18]​ y 26 arciprestazgos:[19]

Zona pastoral 1:

Zona pastoral 2:

Zona pastoral 3:

Zona pastoral 4:

Zona pastoral 5:

Zona pastoral 6:

Para atender las aspiraciones al ministerio presbiteral, el arzobispado cuenta con un centro de formación sacerdotal:

El arzobispado de Barcelona, a través de la Fundació Missatge Humà i Cristià (en castellano: Fundación Mensaje Humano y Cristiano) es propietario del semanario de información y cultura religiosa Catalunya Cristiana y también de la cadena radiofónica: Ràdio Estel.

De acuerdo al Anuario Pontificio 2019 la arquidiócesis tenía a fines de 2018 un total de 2 127 309 fieles bautizados.

Durante el curso 2015-2016 se ordenaron cinco sacerdotes. Durante el curso 2016-17, se formaron veintisiete seminaristas mayores en el Seminario Mayor.[21]




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