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Tratado germano-español (1899)



El Tratado germano-español de 1899 fue el acuerdo por el que España vendió sus últimas posesiones en Oceanía al Imperio alemán.

Las islas Carolinas fueron descubiertas el 22 de agosto de 1526 por el explorador español Toribio Alonso de Salazar, avistando la isla de San Bartolomé o Taongui. El 1 de enero de 1528, el descubridor Álvaro de Saavedra Cerón tomó posesión en nombre del rey de España de las islas de Uluti, siendo visitado el archipiélago en 1542 (islas Matelotes), 1543, 1545 y por Legazpi en 1565.

El interés de Alemania por las islas españolas del Pacífico databa de lejos. En plena expansión y auge, pero frustrada porque su emergente poder económico no se colmaba con territorios coloniales, Alemania envió en 1885 a la isla de Yap el cañonero Iltis para tomar posesión de las islas Carolinas. El conflicto germano-español finalizó con el laudo arbitral de León XIII, que fue favorable a los intereses españoles, reconociendo la soberanía española de estas islas.

Tras la guerra hispano-estadounidense, Estados Unidos tomó de España cumpliendo el Tratado de París las Filipinas y Guam. Puesto que el centro administrativo de estos territorios se hallaba en Manila, que pasaba al gobierno estadounidense, los archipiélagos de Oceanía se volvían indefendibles e ingobernables. España había perdido dos escuadras enteras, incluida la del Pacífico, en la batalla de Cavite en 1898, por lo que ante la clara imposibilidad de defenderlas, no tuvo más remedio que venderlas a un país que se hiciera cargo de ellas, y en este sentido Alemania presionó bastante al gobierno español para facilitar su venta.

Finalmente, este tratado rubricado por Francisco Silvela el 12 de febrero de 1899 supuso la venta de las islas de los archipiélagos de las islas Carolinas y Marianas (incluyendo Palaos, pero excluyendo Guam) por 25 millones de pesetas de la época a Alemania (17 millones de marcos alemanes).

El tratado fue ratificado posteriormente por la reina regente María Cristina. De hecho, debido a que Alfonso XIII era aún menor de edad, fue la persona que autorizó definitivamente la venta de estos archipiélagos a Alemania.

La Gaceta de Madrid publicó el 29 de junio de 1899 e hizo válido el texto del tratado, ya ratificado anteriormente por Francisco Silvela, presidente del Gobierno en aquella época. El texto tenía cuatro artículos, siendo el más importante el último, en el que se estipulaba el precio que Alemania pagaba por lograr las posesiones de los archipiélagos. Otros artículos obligaban a Alemania a dar un trato equitativo a los colonos españoles y también el derecho temporal a que se instalaran depósitos de carbón para la Armada Española.

Concretamente, las disposiciones que formaban parte del único artículo eran las siguientes:

El tratado implicó para España la pérdida de sus últimos territorios en Oceanía, de manera que su imperio ultramarino quedó reducido a sus dominios africanos (Sáhara español, Ifni y Guinea española), vaticinado el estado de crisis que imperaría durante todo el reinado de Alfonso XIII.

A diferencia de otros tratados históricos más conocidos, tales como la Paz de Westfalia, el Tratado de Utrecht o el Tratado de Londres, el Tratado germano-español de 1899 se ha mantenido en el olvido, al quedar relegado bajo la sombra del Tratado de París. Sin embargo, tendría una gran importancia futura, ya que evitó una más que probable entrada de España en ambas guerras mundiales, dadas las aspiraciones japonesas sobre los referidos archipiélagos, con las consecuencias que dicho hecho podría haber desencadenado. Evidentemente, la firma del tratado no fue motivada por unas contiendas a esas alturas impredecibles, sino por el deseo del gobierno español de deshacerse de unas colonias alejadas y que la pérdida de las Islas Filipinas había hecho prácticamente ingobernables, cualidad también inducida por los siguientes motivos:

Para Alemania, un país en pleno apogeo y que además poseía la segunda armada más potente y numerosa del mundo, únicamente por detrás de la Marina Real británica, suponía una buena oportunidad para hacerse con una serie de colonias que, si con algo contaban, era con una privilegiada posición estratégica en el corazón del océano Pacífico.

El Imperio Alemán ostentaría su soberanía hasta su pérdida en favor del Japón en el marco de la Primera Guerra Mundial, escenario en el que España se mantuvo neutral, perdiéndo así toda esperanza de recuperar algún territorio en aquel continente.

Las islas (Kapingamarangi, Nukuoro, Mapia, Rongrik y Ulithi) todavía seguirían siendo de posesión española porque no se transfirieron a los Estados Unidos tras la guerra de 1898 ni a Alemania en 1899.

Esta hipótesis nació el 5 de marzo de 1948 cuando el abogado e investigador español del CSIC Emilio Pastor y Santos escribe una carta denunciando la posibilidad de que se establezcan por España tres estaciones navales en las islas Carolinas, Marianas y Palaos, según el art. 31 del tratado hispano-alemán de 1899. Convencido de su descubrimiento, pide la concesión de instalaciones en Saipán, Yap y Koror. Meses más tarde, en octubre, abre un segundo frente, y «denuncia» que quedan cuatro islas en la zona en las que la soberanía corresponde a España, porque se olvidaron de incluirlas en el tratado germano-español de 1899. En 1950 publicó el libro Territorios de soberanía española en Oceanía con sus investigaciones. El 12 de enero de 1949 se llegó a tratar la cuestión de la soberanía de estas islas en un Consejo de Ministros presidido por Franco pero, como se aseguró en él:[1]

Sin embargo, un dictamen de 4 de enero de 1949 de la asesoría jurídica del Ministerio de Asuntos Exteriores «estimó que cualquier hipotético derecho de España sobre dichas islas habría quedado destruido por los regímenes de fideicomiso posteriores, que eran los ocurridos tras la I Guerra Mundial con el traspaso de dichos territorios a Japón y tras la II Guerra Mundial con su atribución a Estados Unidos».[2]

En 2014, el Gobierno zanjó toda especulación sobre el mantenimiento de posesiones españolas en el Pacífico por medio de una respuesta parlamentaria a un diputado. Según su criterio, España cedió en 1899 todas las plazas que le quedaban por entonces en ese océano.[2][3]​ Añade que «tradicionalmente dichas islas habían estado vinculadas a las Carolinas y había que entender que si se cedieron aquellas, también se cedieron estas»[2]​ y «la actitud española entre 1899 y 1948 muestra que la intención de España al firmar el tratado con Alemania era traspasarle todas sus posesiones en el Pacífico»[2]​ además «resultaría poco coherente que España hubiera querido ceder las Carolinas, las Palaos y las Marianas, pero se hubiera reservado la soberanía sobre unos cuantos islotes de escaso valor económico sobre los cuales nunca había ejercido su soberanía de facto»,[2]​ por lo que zanja toda especulación sobre el mantenimiento de posesiones españolas en el Pacífico, concluyendo que España no conserva la soberanía de isla alguna en el Pacífico.[2]

Actualmente Mapia está bajo soberanía de Indonesia; Kapingamarangi, Ulithi y Nukuoro bajo soberanía de los Estados Federados de Micronesia y Rongerik se encuentra bajo control de las Islas Marshall.

La micronación del Estado de Oceana reclama para sí dichas islas.[4][5]



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