Tuéjar es un municipio y localidad española de la provincia de Valencia, en la Comunidad Valenciana. Perteneciente a la comarca de Los Serranos, cuenta con una población de 1147 habitantes (INE 2017).
Los montes de Tuéjar forman parte de las estribaciones secundarias de la cordillera Ibérica, que penetra en la provincia de Valencia a través de las de Cuenca y Teruel, dando lugar a una muy accidentada topografía. La parte comprendida en el margen izquierdo del río Turia, que representa casi las dos terceras partes de la superficie, está constituida por las estribaciones del macizo de Javalambre que penetra en la provincia de Valencia a través de las sierras de Tortajada y del Sabinar. La parte occidental, comprendida en la margen derecha del río Turia, está constituida por estribaciones de la Serranía de Cuenca. Se tiene acceso, desde Valencia, a través de la carretera provincial CV-35 y, desde Utiel, a través de la carretera CV-390.
Labrado en todas direcciones por innumerables barrancos este territorio es de los más accidentados de la provincia de Valencia; pero por eso mismo, uno de los más bellos, al estar surcado por dos ríos: el Turia y el Tuéjar, de cristalinas aguas que nutren suficientemente la fértil huerta tuejana. El pino carrasco ("pinus halepensis"), es la especie dominante de la flora de esta tierra, dentro del estrato arbóreo, aunque también se ven masas forestales de pino rodeno, pino laricio, álamo blanco, chopo negro, saúco, quejigo, y encinas. En cuanto a la fauna está integrada por multitud de especies como el zorro, jabalí, ciervo, muflón y todas aquellas que presenta la ganadería local.
El término municipal de Tuéjar limita con las siguientes localidades:
Alpuente, Aras de los Olmos, Titaguas, Chelva, Benagéber, y Sinarcas todas ellas de la provincia de Valencia. También limita con Santa Cruz de Moya y Talayuelas, estos dos últimos pertenecientes a la provincia de Cuenca, Castilla-La Mancha.
Aunque no es posible situar en el tiempo de una forma exacta el origen de esta población, está claro, según se desprende de los restos arqueológicos hallados por doquier, que por esta tierra han pasado todo tipo de pueblos o civilizaciones. Se han encontrado desde hachas de sílex hasta restos ibéricos, monedas romanas, cerámica árabe, etc. Podría decirse, teniendo en cuenta los más antiguos vestigios descubiertos, que los primeros asentamientos datan de la Edad del Bronce.
Tuéjar adquiere su condición de pueblo mediante el otorgamiento de su Carta puebla por la viuda de Pedro de Jérica, señor feudal de estos territorios. Pedro IV de Aragón ordenó, en 1370, a Doña Buenaventura de Arbórea la repoblación de la zona con cristianos y no con moros, como ella pretendía. La repoblación estaba basada en la previa expulsión, que el rey había ordenado, de los moriscos "por los nefandos crímenes de lesa majestad" que estos habían cometido.
Como consecuencia de ello, se da la citada carta de población y, por lo tanto, a partir de entonces, Tuéjar es un lugar de cristianos viejos.
Extracto de la carta puebla:
Según se recoge en Monografía sobre determinados particularidades históricas acaecidas después de la reconquista por el Rey Jaime I, en este pueblo de Tuéjar. Año 1957
del cronista oficial del reino Lisardo Molina Moreno:En el libro de fiestas mayores o "gordas" de 1980, aparece un artículo que reproduce el proyecto de escudo heráldico elaborado en los años 60 por el Ayuntamiento para la aprobación de su escudo municipal. El texto del mismo dice:
O sea, que el primer señor territorial de Tuéjar es Don Jaime I de Jérica, siguiéndole sus descendientes Don Jaime II y Don Jaime III de Jérica. Este tuvo tres hijos: Don Jaime IV de Jérica, Juan Alfonso de Jérica y Pedro de Jérica. Con motivo de morir el primero de estos hijos antes de posesionarse de los estados, tocóle la sucesión a Juan Alfonso. Este murió sin descendencia, y por ello hubo de sucederle su hermano Don Pedro, obituado en 1372 y en representación de éste su hija doña Beatriz, por haberse agotado la línea de varón de dicha descendencia.
Don Pedro de Jérica matrimonió en Valencia con la señora doña Buenaventura de Arbórea, como dicho queda. Falleció, como también se ha indicado, sin descendencia varonil, dejando, en cambio, dos hembras. La mayor fue la citada doña Beatriz de Jérica, quien hubo de heredar estos estados en plan de que actuase de tutora, curadora y administradora de los mismos su madre, que era doña Buenaventura de Arbórea. Doña Buenaventura vendió los estados a don Ramón de Vilanova en 1380. Este señor lo era de Villanueva. Le sucedió su descendiente don Pedro Ladrón de Vilanova, que reunió los señoríos de Castalla, Manzanera y Chelva, y alcanzó el título de primer vizconde de Chelva. Tuvo un hijo, don Ramón Ladrón de Vilanova, casado con doña Elvira Pallás, de la Casa de los condes de Pallás, y siguió vínculo este estado a los Ladrón y Pallas, hasta que, ya en tiempos modernos pasa el vizcondado de Chelva a la Casa de Villahermosa.
Vemos, pues, que son dos linajes muy destacados en la historia de Chelva los de Jérica y Pallas, y a base de ello hemos formado el escudo que se propone para Tuéjar, y que es como a continuación pasamos a detallar.
En campo de oro, un águila exployada o imperial de sable, elementos estos tomados del blasón de los Pallás, linaje aragonés de probada nobleza en las órdenes de Santiago (1624), Montesa (1578 y 1601). Esta águila en el blasón de los Pallás va cargada con un escudete de oro con dos palos de azur, y aquí se ha preferido poner las armas de los Jerica, linaje valenciano, de la villa de su nombre, partido judicial de Viver (Castellón de la Plana, Valencia, Antiguo Reino) que es, en campo de oro, cuatro palos de gules, o sea las armas del Rey Don Jaime el Conquistador, que a los Jérica, por ser hijos suyos, les corresponden de pleno derecho.
Queda así compuesto un escudo, sencillo, elegante, siguiendo la tradición heráldica municipal española, en un solo campo o con figuras simples, y al mismo tiempo con solera. Y de este modo se sintetizan en original meditada composición, elementos de dos linajes tan importantes en la historia local de Tuéjar.
El citado proyecto de escudo municipal se extiende con el significado heráldico de los elementos. El artículo añade al proyecto el blasón finalmente aprobado por el Consejo de Ministros el 23 de febrero de 1962, con las correcciones emitidas por la Real Academia de la Historia. El texto oficial, sin las erratas que aparecen en el artículo, y que se publicó en el BOE dice:
El escudo finalmente utilizado por el Ayuntamiento va en realidad partido, esto es, dividido en sentido vertical, y no cortado, dividido horizontalmente; y el águila es bicéfala; va ornamentado con lambrequines; y aparece timbrado con una corona de caballero con tres perlas en lugar de la corona de señor.
Proyecto de escudo elaborado por el Ayuntamiento.
Escudo según el blasón oficial del BOE.
Escudo usado finalmente por el Ayuntamiento.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística
El esplendor de la huerta de Tuéjar se truncó en la década de los 80 del pasado siglo a causa de las caídas de precios de los productos agrícolas y está actualmente semiabandonada. En el secano, donde antes había grandes extensiones de viña, ahora son almendros y olivos los que se enseñorean del paisaje. Por tanto, la agricultura ha perdido importancia y se ha desarrollado la ganadería intensiva. Se calcula que hay unas 25.000 cabezas de ganado porcino repartidas en unas 40 explotaciones, y más de 150.000 aves en diversas granjas.
Fue utilizada como polvorín en las Guerras Carlistas. Fue también Hospital de campaña en la guerra carlista y hospital de enfermos contagiosos posteriormente.
De entre los platos típicos de la localidad destacan: los gazpachos, los muégados, la olla, el morteruelo, carnes y embutidos del terreno. Destacando entre los embutidos autóctonos la morcilla de harina, también llamado Reloncho. En las diversas panaderías, destacan las tortas de jamón (sabor salado), y los rolletes (sabor dulce), tortas de azúcar.
El Matacerdo. En antaño, en las distintas familias ganaderas se hacía el Matacerdo, en él se realizaban múltiples embutidos caseros y jamones, las familias mataban y preparaban el cerdo, ayudadas por vecinos y familiares. Celebrándose como una fiesta familiar. Anecdóticamente, como tradición se guardaba el rabo del cerdo que asado al fuego de la chimenea se lo comían los niños de cada familia.
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