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Vuelos de la muerte (Chile)



¿Dónde nació Vuelos de la muerte (Chile)?

Vuelos de la muerte (Chile) nació en Chile.


Los vuelos de la muerte es el nombre por el cual se conoce a los vuelos realizados por helicópteros Puma del Comando Aéreo del Ejército de Chile durante el período de gobierno militar de Augusto Pinochet, que tenían como objetivo hacer desaparecer cuerpos de detenidos desaparecidos, en casos como el de «Retiro de Televisores».[1]

Como toda operación planeada desde sus comienzos una parte importante es la eliminación de los cadáveres según consta en los Manuales de la Escuela de las Américas.[1]​ Esto no solo ocurrió en Chile sino que también en Uruguay y Argentina, en donde fue aún más masivo, pero más bien como método de ejecución. Esta similitud se comprende por la existencia del factor común de ser sus militares instruidos en la Escuela de las Américas.[2]

Después de que el doctor Osvaldo Pinchetti o la auxiliar de enfermería Gladys Calderón se encargaban de inyectarles una dosis mortal de cianuro , quemaban los rostros y partes distintivas de los detenidos, se les quitaban las tapaduras de oro, se ensacaban para luego ser trasladados a las minas de cal de Lonquén o lanzados al mar.[3]​ La operación "Puerto Montt" [nota 1]​ tuvo un protocolo de actuación que se repitió. Antes de cada vuelo los mecánicos recibían la orden de sacar los asientos del Puma (18 a 20) y el estanque de combustible adicional. La autonomía de vuelo de este helicóptero sin el segundo estanque es de dos horas y media. Cada viaje era ordenado por el jefe del CAE al jefe de la Compañía Aeromóvil de ese comando de helicópteros. Todos los vuelos quedaban registrados. La preparación fue la misma que la DINA utilizó cada vez que hizo desaparecer los cadáveres. Los envolvieron con sacos paperos, les amarraron con alambre un trozo de riel al cuerpo, volvieron a ponerlos en sacos –que ataron con más alambre– y los transportaron en camionetas hasta el lugar donde esperaba el helicóptero. Estos despegaban con su carga, enfilaban hacia la costa de la V Región y se internaban mar adentro para soltar su carga. Así desaparecieron Díaz y el resto de sus compañeros.[1]

Los relatos de rieles recién cortados se repitió a los largo de Chile, frente al mar. Prisioneros en Pisagua o el Campeón mundial de Caza Submarina, Raúl Choque, quien relató haber visto osamentas humanas atadas a rieles en el fondo del mar frente a Pisagua.[4]

El helicóptero volaba desde el Aeropuerto Eulogio Sánchez , donde estaba la base del Comando aéreo al norte de Santiago, al Fuerte Justo Arteaga, en donde esperaban generalmente 3 camionetas Chevrolet C-10 con un toldo en su compartimento de carga. En este generalmente había hasta 6 cadáveres de los ejecutados recientemente. Los agentes DINA estaban de civil.[4]​ Los helicópteros con su carga mortal, se elevaban y se dirigían a la costa de la Quinta región. La mayor parte de las veces se adentraban en el mar a la altura de Quintero.[4]​ Una ínfima cantidad de veces y quizás para romper la monotonía de tan deleznable acción lo hicieron frente a Rocas de Santo Domingo , San Antonio o Tunquén.[4]

Al llegar a la distancia mar adentro acordada, el piloto se establecía en vuelo estacionario y daba la orden acordada, sin mirar atrás. El lanzamiento se efectuaba a través de la escotilla de más o menos un metro cuadrado ubicada en el medio del helicóptero, donde se encuentra el gancho de carga que baja por dentro a la altura del rotor principal. Pero la descarga también se hacía a veces desde una escotilla de popa, de 1,80 metros de alto por casi un metro de ancho. El lanzamiento lo efectuaban los agentes civiles, que eran los responsables no sólo de llevar los cuerpos a Peldehue y ponerlos dentro de la nave, sino de supervisar que los bultos llegaran al fondo del mar.[4]

Fuente: Jorge Escalante (La Nación Domingo)[5][6]

Fueron al menos cuarenta viajes. En cada uno subieron de ocho a quince bultos a bordo de los helicópteros Puma. De los 12 mecánicos del Ejército que al final terminaron reconociendo las operaciones, cada uno hizo al menos un viaje. En algunos casos fueron dos, tres e incluso más. Hay otros mecánicos que también participaron en estas operaciones pero que todavía lo niegan.[4]​Entre 400 y 500 fueron los cuerpos lanzados al mar en estas operaciones realizadas principalmente entre 1974 y 1978, aunque también habrían ocurrido en las últimas semanas de 1973.[4]

El agente DINA Emilio Troncoso (Cristián Álvarez), narró el lanzamiento al océano de 8 asesinados en la primera semana de septiembre de 1976 . Estas fueron muertas en Villa Grimaldi y trasladadas a Peldehue, Colina.[2]​ En ese lugar los cadáveres fueron atados en su dorso con alambres a un trozo de riel e introducidos en sacos. El agente se percató que uno de los sacos tenía movimiento, por lo cual sacó un corvo y lo abrió hallando a Marta Ugarte aún viva. Por orden del capitán Germán Barriga, seccionó uno de los alambres de sujeción al trozo de riel y la ahorcó con el hasta matarla, volviendo a amarrar el saco y subió el cadáver a bordo, donde se encontraban los otros siete ejecutados. Tras los cual , el helicóptero Puma se dirigió hacia el litoral de la V Región.[2]​ Tras una señal del piloto, la tripulación lanzó los 8 cuerpos al mar. El apuro para completar la operación dejando incompletas las ataduras al riel, permitió que el cadáver de Marta se desprendiera del hierro y flotara hacia la playa cercana. Posteriormente un pescador encontró el cadáver semidesnudo, amarrado con alambre su cuello a un saco, en la playa La Ballena, en Los Molles.[2]

Marta Ugarte es única víctima en la que falló esta forma de hacer desaparecer cadáveres de opositores a la dictadura. Tras el hallazgo, el capitán Barriga reunió a sus hombres y los recriminó duramente por el error cometido. De allí en adelante, se tomaría la precaución de quemar los rostros, huellas digitales y cualquier cicatriz en los cuerpos.[2]

La prensa de la época, totalmente subyugada por la dictadura militar colaboró con el encubrimiento posterio del asesinato de Marta Ugarte por agentes gubernamentales.[2][8]

La periodista de El Mercurio, Beatriz Undurraga, trató de dar la apariencia de un crimen pasional,[8]​ a pesar de los signos evidentes de tortura que tenía el cadáver: «Crimen en la playa de los Molles.Asesinada hermosa joven de 23 años, presumiblemente estrangulada y abandonada en la playa».[8] La noticia era notoriamente tergiversada, pues Marta tenía 43 años y su cuerpo, tan martirizado, no aparecía de ninguna manera bello.[8]​ Tiempo después, esta periodista justificaría este craso error, diciendo que pensó que era más joven por la extrema delgadez de la occisa, quizás consecuencia de su martirio mientras estuvo presa.[2]

Pablo Honorato anunció casi lo mismo en el periódico Las Últimas Noticias, habiendo observado el cuerpo con señales de tortura.[2]​ Obviamente fue un encubrimiento del accionar del personal de Ejército.

La Tercera trató de convertirlo en un caso policial, acusando a una ignota banda de delincuentes del asesinato. Al promediar el caso, afirmó que la identidad era conocida pero que por secreto de sumario, no podía ser revelada.[8]​ La aparición de fotos del cadáver llevó a su reconocimiento por familiares que empezaron a presionar a la justicia.[2]

La DINA también recaudaba fondos mediante las platas que "expropiaba" a partidos y movimientos de izquierda, sea que provinieran del exterior o que derechamente fueran fruto de secuestros y asesinatos de dirigentes que manejaban fondos.[9]

Jaccard fue capturado en Buenos Aires y trasladado a la tristemente famosa Escuela de Mecánica de la Armada. De ahí fue trasladado a Chile, al Centro de exterminio de la Avenida Simón Bolívar en La Reina, permaneciendo más de dos meses. De acuerdo a las declaraciones de Jorgelino Cáceres , el mozo del recinto, en el libro "La Danza de los Cuervos",[10][nota 2]​ Jaccard deambuló por dicho recinto siendo servicial y alegre. Probablemente lo asesinaron con sarín, ensacándolo, y tras amarrarlo con alambres a un riel cortado lo lanzaron al mar frente a la V Región en los llamados Vuelos de la Muerte.[9]

Uno de los procesados es el excomandante del Comando de Aviación del Ejército (CAE) coronel (R) Carlos Mardones Díaz.[1]​ La razón , es que los cargamentos con los cuerpos de los prisioneros asesinados que salieron del cuartel de Simón Bolívar tuvieron como su siguiente destino los helicópteros Puma del CAE, que solían operar desde el aeródromo de Tobalaba hasta los terrenos de campaña que el Ejército tenía en la zona de Peldehue, al norte de Santiago.[1]

Otro de los procesados es el expiloto brigadier (R) Antonio Palomo Contreras, uno de los que condujo los vuelos de la muerte. Palomo era el piloto preferido de Pinochet y por largo tiempo condujo el Puma destinado a su uso personal. El 15 de septiembre, Palomo recibió de Pinochet la misión de trasladar en helicóptero al general Carlos Prats hasta la frontera con Argentina, cuando el recién instalado dictador mandó a su antecesor al exilio, antes de ordenar su muerte. También piloteó el Puma de la Caravana de la Muerte, al igual que Luis Felipe Polanco, otro de los procesados.[1]



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