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Cayo Mario



¿Dónde nació Cayo Mario?

Cayo Mario nació en Arpino.


Cayo o Gayo Mario[a]​ (Arpino, ca. 157 a. C.-Roma, 13 de enero de 86 a. C.) fue un político y militar romano, llamado tercer fundador de Roma por sus éxitos militares.[b]​ Fue elegido cónsul siete veces a lo largo de su vida, algo sin precedentes en la historia de Roma. También se destacó por las reformas que impuso en el ejército romano autorizando el reclutamiento de ciudadanos sin tierras y reorganizando la estructura de las legiones a las que dividió en cohortes.

Mario nació en Arpino, al sur del Lacio, alrededor de 157 a. C. en el seno de una familia acomodada de origen plebeyo. La ciudad había sido conquistada por Roma a finales del siglo IV a. C. y se le concedió la ciudadanía romana sin derecho de voto y solamente en 188 a. C. la ciudad consiguió la ciudadanía romana plena.

A pesar de que Plutarco afirma que el padre de Mario era un trabajador que llevaba con sus manos una pequeña granja, esto es seguramente falso, puesto que era común exagerar la pobreza de los hombres nuevos, que era el nombre que recibían los ciudadanos romanos sin ascendencia dentro de las principales familias.[1]​ El hecho de que Mario tuviese conexión con la nobleza en Roma y enlaces matrimoniales con la nobleza local de Arpino nos indica que debía pertenecer a una familia de cierta importancia dentro de la clase ecuestre.[2][1]​ Los problemas que tuvo que afrontar en su carrera política muestran las dificultades que se encontraba un hombre nuevo.

Existe una leyenda sobre la infancia de Mario que cuenta que, cuando todavía era un adolescente, encontró el nido de un águila con siete polluelos en su interior. Dado que las águilas se consideraban animales sagrados de Júpiter, el dios supremo de los romanos, más tarde habría sido analizado como un presagio que predecía su elección como cónsul siete veces.[3]​ Luego, como cónsul, decretó que el águila fuese el símbolo del Senado y el Pueblo de Roma.

Inició su servicio militar en la guerra contra los celtíberos, en donde probablemente estuvo desde varios años antes de la llegada de Escipión Emiliano. Se adaptó rápidamente a la estricta disciplina que este impuso a las tropas a su llegada y, de nuevo según Plutarco, causó buena impresión al general, ganando varias condecoraciones.[1]​ Escipión Emiliano habría sido quien le animó a emprender la carrera pública a pesar de su situación, entendiendo por ello que era un hombre nuevo. En esta etapa, Mario se presentó a las elecciones de tribuno militar. Según Salustio, a pesar de que era un desconocido para los electores, las tribus lo votaron por sus méritos militares.

La familia de Mario era cliente de los Cecilios Metelos. El joven contó con el apoyo de Quinto Cecilio Metelo Numídico para alcanzar ganar las elecciones para tribuno de la plebe en 120 a. C.[4]​ Mario ingresó asimismo en el Senado, dado que todas las personas que hubiesen ocupado dicho cargo tenían derecho a entrar en esta asamblea. El contacto existente con Cecilio Metelo también nos da otro argumento a favor de la opinión de que su familia no era de simples trabajadores.

Durante su tribunado, Mario iba a manifestar ya los rasgos contradictorios que marcarían su acción política. En efecto, mientras se indisponía con la nobilitas y con su propio protector como consecuencia de una propuesta de lex tabellaria que dificultaba la presión coercitiva de la oligarquía en la mecánica de las votaciones,[4]​ se ganaba la animosidad popular al oponerse a una populista lex frumentaria que pretendía ampliar los repartos de trigo a la plebe urbana, y con ellos la corrupción y la compra de votos. Se desconoce si en ambos casos Mario actuaba en interés del orden ecuestre o de los suyos propios.

En cualquier caso su carrera política sufrió una paralización transitoria, presentándose y perdiendo las elecciones para edil. Esta derrota electoral fue, al menos en parte, debida a la enemistad de la familia Metelo.[5]​ En principio su modesto origen no parecía predestinarle para las altas magistraturas, pero en 116 a. C. fue nombrado pretor en circunstancias, al parecer, tan dudosas que le acarrearon un juicio de ambitu acusado de sobornar a los votantes.[4]​ Ganó por muy poco el juicio subsiguiente y consiguió el puesto de pretor en Roma, como pretor urbano, pretor peregrino o presidente de la corte de extorsiones.

Tras pasar su año como pretor en Roma, en 114 a. C. Mario fue enviado a gobernar la Hispania Ulterior en calidad de propretor. Al parecer tomó parte en algún enfrentamiento militar menor, pero no recibió ningún triunfo a su vuelta y tampoco tuvo la oportunidad de adquirir gran fama o riqueza en el cargo.[4]​ Dado que en esta época era habitual que el puesto de gobernador en Hispania durase dos años, es probable que se le reemplazase en el año 113 a. C.

En el año 110 a. C. se casó con Julia, tía de Julio César, cuya patricia cuna e influencia favorecían su aspiración al puesto de cónsul. Sin embargo, se trataba de una familia patricia no demasiado importante por entonces, ya que solamente había conseguido producir un cónsul en todo el siglo II a. C. por lo que, pese a ser un avance, tampoco le aseguraba un progreso político significativo.[4]​ Dicho matrimonio nos indica que para entonces Cayo Mario ya habría adquirido una cierta influencia política.

Cuando parecía que la carrera política de Mario había tocado techo, sería una nueva crisis militar para Roma, en este caso en Numidia, la que permitiría a Mario presentarse de nuevo ante la opinión pública como un militar capaz.[4]

El reino de Numidia había salido fortalecido de la segunda guerra púnica. El príncipe númida Masinisa desertó al bando romano durante la invasión romana de África dirigida por Escipión el Africano y, como recompensa, fue instalado en un extenso reino que a Roma le permitía utilizar como control del poder cartaginés. Desde ese momento, Numidia sería una buena fuente de tropas y provisiones para Roma, tanto en África como en otros escenarios y el propio Yugurta dirigió un contingente de soldados y elefantes númidas en el sitio de Numancia.[4]

Sin embargo, las habituales luchas dinásticas internas entre los númidas enfrentaron a Yugurta, sobrino e hijo adoptivo del rey Micipsa, a sus hermanos adoptivos Aderbal y Hiempsal. Tras el asesinato de este último, Aderbal huyó a Cirta, en donde se encontraban numerosos comerciantes romanos e italianos. Estos ayudaron a defender la ciudad por lo que, cuando esta se rindió a Yugurta, sus soldados acabaron con sus vidas. Roma quedó ultrajada y ordenó a Yugurta acudir a Roma. Este, por su parte, se dedicó a sobornar a senadores influyentes hasta lograr incluso el asesinato de otro familiar refugiado en la ciudad. Más tarde, en el año 110 a. C. el general romano en Numidia, Aulo Postumio Albino, sufrió una importante derrota en la fortaleza de Suthul, cuando Yugurta hizo una salida sorpresiva ayudado por diversos contingentes de las tropas romanas que previamente había sobornado.[6]

Roma reaccionó en el año 109 a. C. enviando a Quinto Cecilio Metelo Numídico para tomar el mando de la guerra. Si bien parece que tras acceder al tribunado de la plebe hubo una ruptura entre Mario y Metelo, dicha ruptura no fue del todo permanente, puesto que en el año 109 a. C. Metelo lo tomó como legado en la campaña militar contra el rey númida Yugurta.[7]

No sabemos en qué circunstancias el clan Metelo se reconcilió con Mario, ni si se trataba de un perdón sincero u obligado por las circunstancias; en todo caso, Mario, tras un año de propretura en la Hispania Ulterior, fue incorporado como lugarteniente al ejército africano de Metelo en su campaña contra el númida Yugurta. Con ello Metelo buscaba probablemente la gran experiencia de Mario como militar, mientras que Mario pretendía fortalecer su carrera política para acceder al consulado.

Muchos de los métodos que Escipión Emiliano había utilizado en Numancia se pusieron en marcha para poner a punto a las legiones de África. Se expulsaron a comerciantes y se prohibió a los soldados la compra de alimentos distintos de los suministrados por el ejército y mantener sus propios esclavos o animales de carga. Solo cuando consideró que el ejército ya estaba dispuesto, Metelo se dirigió contra Yugurta.[7]​ Consiguió diversas victorias, incluyendo una victoria tras una confusa batalla cerca del río Mutul. Sin embargo, la lucha resultó ser lenta, frenada por la necesidad de asedios complicados, lo cual hacía que fuese incrementándose el descontento en Roma ante la incapacidad de su general de vengar las derrotas pasadas de forma fulminante.[8]

En el año 108 a. C. Mario pidió permiso a Metelo para dejar su puesto de legado y regresar a Roma para optar a las elecciones para el consulado. Metelo no le dio el permiso. Le ofreció reconsiderarlo y optar a dicho puesto con su hijo, que en ese momento tenía 20 años (lo cual supone que no accedería al cargo hasta después de otros 20). A partir de ese momento, Mario comenzó su campaña para obtener el consulado. Salustio afirma que esto fue acelerado, en parte, por una adivina que le dijo que le presagiaba cosas grandes y maravillosas y que por ello podría perseguir cualquier designio que se hubiese formado, confiando en los dioses por el éxito, y que podría probar fortuna tantas veces como quisiera, puesto que todas sus campañas prosperarían.[9]​ Ante esta situación (Mario necesitaba el permiso de Metelo para abandonar su puesto), Mario pasó el verano congraciándose con las tropas, lo cual consiguió gracias a su conducta con respecto a ellos, comiendo su misma comida y demostrando que no tenía miedo en compartir ninguna de sus labores.[10]​ También buscó la aprobación de los comerciantes italianos, sugiriendo que de estar él al mando podría lograr una victoria fácil y rápida en Numidia contra Yugurta. Ambos grupos escribieron a Roma hablando muy bien de él y criticando las tácticas de Metelo que basaba su estrategia en una lenta guerra de desgaste.[8]​ Tras esto Metelo decidió ceder y dejarle ir, ante el perjuicio que le causaría seguir manteniéndole como subordinado.

Mario volvió a Roma y se presentó al consulado, en lo que resultó ser una campaña rápida y muy exitosa, que acabó con su elección en el año 107 a. C.[11]​ No es de extrañar su elección teniendo en cuenta que recientemente los ciudadanos habían presenciado varias debacles militares provocadas por la incompetencia de ciertos miembros de la aristocracia, así como varias acusaciones de corrupción. Mario se presentaba como una alternativa: el virtuoso hombre nuevo que con tanto trabajo había llegado hasta donde estaba.

El Senado, por su parte, decidió que entre las provincias consulares a repartir entre los cónsules de ese año no estaría Numidia y la guerra contra Yugurta y prorrogó a Metelo en el mando. Mario se defendió utilizando una técnica para desviar la decisión a la asamblea de ciudadanos en lugar del Senado, dado que ahí contaba con mucho más apoyo.[11]​ Esta técnica ya se había usado en 131 a. C., cuando un tribuno había presentado una ley para autorizar a la asamblea elegir a un comandante, utilizando, al parecer, un precedente de la segunda guerra púnica.

Mario presentó una ley similar y las asambleas le votaron como comandante tras esta elección especial.[11]​ Metelo, por su parte, tuvo que volver, pero el Senado le concedió en contraprestación el título de Numídico (conquistador de Numidia).

Sin embargo, a pesar de haberse jactado de poder finalizar la guerra rápidamente, ésta duraría aún otros tres años, lo que parece demostrar que Metelo había actuado con honradez y con la única táctica posible frente a un enemigo astuto y buen conocedor de las guerrillas, en un territorio por completo favorable a los númidas. Su estrategia no difirió en nada de la que llevó a cabo Metelo, deteniéndose en el asedio de las plazas fuertes, con las que Yugurta contaba para frenar el avance romano. Sometiendo al pillaje y destrucción el territorio enemigo, Mario avanzó, en una lenta marcha hacia el oeste, hasta los confines del reino númida con Mauritania, donde Yugurta, siempre escurridizo, iba siendo acorralado. Sin embargo, y a pesar de los repetidos éxitos militares, Yugurta conseguía siempre eludir a los romanos y escapar para continuar la lucha.[12]

Finalmente, Mario recurriría a la traición para poder poner fin a la lucha.[12]​ Su cuestor en ese momento era Lucio Cornelio Sila, hijo de una familia patricia venida a menos. Si bien Mario no estaba al principio del todo contento por tener que aceptar al inexperto Sila para ocupar un puesto de esa responsabilidad, dado que no tenía experiencia militar previa, este demostró ser un competente y voluntarioso líder militar. La aproximación del frente de lucha al reino de Mauritania indujo finalmente a su rey Bocco, suegro de Yugurta, a romper la neutralidad que tanto Metelo como Mario habían penosamente conseguido y prestar ayuda a su yerno. Cuando, tras su segundo año de campaña en África, a finales de 106 a. C., Mario se retiraba hacia sus cuarteles de invierno en el este, fue atacado y acorralado por las fuerzas conjuntas de los dos monarcas africanos. Cuando en el año 105 a. C. se reanudaron los contactos con Bocco, rey de Mauritania y suegro de Yugurta, preocupado por el avance romano, Sila logró deshacer la coalición, apresurando a Bocco a solicitar la paz con los romanos. Tras laboriosas negociaciones, que ocuparon la mayor parte de 105 a. C., y en las que Bocco vacilaba en un doble juego con Yugurta y con los romanos, finalmente el cuestor logró convencer al rey mauritano para que atrajera a una trampa a su yerno, que cayó así finalmente en manos de Mario.

No se sabrá nunca con certeza a quién se debe atribuir el final de la guerra. Parece que no sería obra tanto del genio militar de Mario, como de la astucia y las artes diplomáticas de Sila pero, por otra parte, no sería lógico pensar que Sila actuase por su cuenta y riesgo, sino que seguía un plan predefinido por su comandante. Por ello, y dado que Mario era el comandante de Sila, el honor de la captura de Yugurta le pertenecía a él. Si bien eso no importaba en este momento, y ambos personajes salían ganando, más adelante Sila se las ingeniaría para adjudicarse gran parte del mérito de la operación y del fin de la guerra.[12]

En 104 a. C. Mario celebró un triunfo en Roma por su victoria contra Yugurta, que fue ejecutado en la ceremonia, iniciando ese mismo día un segundo consulado para el que había sido elegido en ausencia, un procedimiento extraordinariamente irregular.[12]

Las legiones formadas por hacendados sufrieron una serie de graves derrotas, en gran parte debidas a la incapacidad de dirección de los aristócratas romanos, por lo que causaron un gran número de bajas en sus filas. Por tradición, el ejército romano estaba formado por hombres con propiedades, sobre todo granjeros, porque se esperaba que fueran los que pelearan con más ahínco en la defensa de la República. Después de las reformas agrarias de los Graco, se había asentado el tradicional reclutamiento romano, que excluía del servicio a aquellos que no tuviesen propiedades suficientes para entrar en el censo de la quinta clase. Parece ser que se redujo el requisito para formar parte de la quinta clase de 11 000 a 3000 sestercios de propiedad, y que incluso en el año 109 a. C. los cónsules habían aprobado una suspensión de estas restricciones. Sin embargo, a finales del siglo II a. C. estos deberes militares de los hacendados se habían vuelto muy pesados, hasta el punto de que Salustio afirma que los adversarios políticos de Mario esperaban que las nuevas levas de tropas minaran su popularidad.[13]​ Mario, que necesitaba más tropas y tenía graves problemas para obtenerlas, tuvo que recurrir a métodos no convencionales, y posiblemente ni siquiera se dio cuenta de las consecuencias futuras que traerían sus reformas.

En el año 107 a. C. Mario decidió ignorar la cualificación del censo completamente, y comenzó a reclutar a hombres libres sin ninguna propiedad. Estos hombres eran los proletarii o capite censi (censo por cabezas), que aparecían en el censo simplemente como números por no tener propiedades significativas, y hasta la fecha solo habían sido reclutados en el ejército en momentos de crisis extremas, como durante la segunda guerra púnica, e incluso en esos casos acababan muchos de ellos sirviendo como remeros de la flota. Con ello, Mario conseguía las tropas que necesitaba, sin minar el ánimo de los terratenientes, que eran quienes le apoyaban políticamente.[12][13]​ A estos hombres se les asignaba una paga o soldada, mediante la cual pagarían a plazos el equipamiento militar que les aportaba el estado. Desde ese momento los ejércitos romanos pasarían a estar formados en su mayoría por ciudadanos pobres del capiti censi, cuyo futuro tras el servicio pasaría a depender principalmente de que su general lograse distribuir tierras a sus veteranos.

Por ello, los soldados comenzaron a tener un gran interés personal en las disputas entre su general y el Senado. Si bien Mario no reparó en dicho potencial, en menos de dos décadas su excuestor, Sila lo acabaría usando contra el Senado y contra el propio Mario.

El cambio también supuso el comienzo de la profesionalización del ejército, que culminaría en época del Imperio. Los soldados comenzaron a recibir una paga y su manutención y equipamiento la proveía el estado.

El hecho de concederle a los más desfavorecidos la posibilidad de alistarse en las legiones romanas le trajo más de un enfrentamiento en el Senado. Estos nuevos legionarios eran analfabetos y por tanto no sabían desenvolverse dentro del campo de batalla igual que los anteriores soldados propietarios. Por este motivo, Mario ideó un símbolo el cual debían seguir todos hasta su último suspiro. Este símbolo era el águila, estandarte que de aquí en adelante sería símbolo de las legiones romanas.

No obstante lo anterior, la mayoría de los investigadores actuales quitan importancia a la reforma de Mario en el conjunto de reformas producidas hacia finales de la república romana en la estructura del ejército romano. Este nuevo enfoque contempla las reformas de Mario como un cambio importante dentro de un proceso más gradual. Desde los tiempos de la segunda guerra púnica ya se habían ido haciendo reducciones periódicas en los mínimos de riqueza necesarios para ser apto para el servicio militar, y se conoce la existencia de casos cuasi-profesionales de soldados que se reenganchaban en el servicio una y otra vez. También influía la propia expansión del territorio de la república, que convertía en imposibles las tradicionales guerras de temporada en las que el soldado tenía tiempo para regresar a casa para la cosecha y obligaba a la existencia de guarniciones permanentes en Hispania, la Galia Transalpina o Macedonia.[14]

Roma hacía frente a diversos movimientos migratorios de bárbaros del norte: cimbrios y teutones, así como otros grupos, como los ambrones o tigurinos. Se trataba de emigrantes en busca de tierras en las que asentarse que viajaban en grupos numerosos.[15]​ En el año 113 a. C. algunos de los teutones llegaron a la Nórica, poblada por aliados de Roma, y la República romana reaccionó enviando al cónsul Cneo Papirio Carbón con su ejército. En mitad de las negociaciones Carbón atacó por sorpresa a los germanos pero, a pesar del engaño, el ejército romano terminó siendo derrotado.[16]

Cuatro años más tarde, en el año 109 a. C., se produjo la llegada de los cimbrios a la Galia, y durante la guerra cimbria se produciría la derrota del cónsul Marco Junio Silano,[16]​ lo que llevó a un malestar creciente en las tribus célticas conquistadas recientemente en el sur de la Galia. En el año 107 a. C., el cónsul Lucio Casio Longino fue derrotado por una tribu local y su oficial superviviente, Cayo Popilio Lenas, hijo del cónsul Publio Popilio Lenas del año 132 a. C., había salvado lo posible tras el abandono de parte del equipamiento y tras la humillación de pasar bajo el yugo. Al año siguiente, otro cónsul, Quinto Servilio Cepión marchó a la Galia a sofocar una rebelión y capturó la ciudad de Tolosa (Toulouse, Francia), en donde capturó una enorme suma de dinero, el oro de Tolosa (en latín, aurum Tolosanum). Parte de ese dinero desapareció misteriosamente cuando se transportaba a Massilia (Marsella, Francia). Cepión fue prorrogado en el mando un año más y cuando uno de los cónsules, Cneo Malio Máximo, otro hombre nuevo entró a operar militarmente en el sur de la Galia, él y el noble Cepión, quien, debido a su linaje, era incapaz de ponerse a las órdenes de un hombre nuevo, a pesar de que fuese un cónsul, lo que imposibilitó un mando coordinado y cooperativo.[17]

Aparecieron entonces los cimbrios y los teutones en el Ródano. Estas eran tribus germánicas en plena migración y, mientras que Cepión se encontraba en la rivera oeste, se negó a ir en ayuda de Malio, cuyas fuerzas se encontraban separadas y a bastante distancia. Finalmente el Senado logró que Cepión aceptase, a su pesar, colaborar con el otro cónsul, pero incluso cuando cruzó el río para ayudar a Malio se negó a unir sus fuerzas, manteniendo las suyas a bastante distancia.[cita requerida] Boiorix, el jefe germano, al verse rodeado de dos ejércitos, se replanteó la situación y comenzó unas negociaciones con Malio. Cepión, temeroso de que Malio obtuviera el éxito en las negociaciones y regresara a Roma como un héroe, lanzó un ataque unilateral contra el campamento cimbrio el 6 de octubre de 105 a. C., comenzando la batalla de Arausio. Sin embargo, la naturaleza precipitada del asalto unido a la tenaz resistencia cimbria causó la aniquilación del ejército de Cepión. Además, los cimbrios también arrasaron el campamento del procónsul, que había quedado prácticamente desprotegido. Los germanos, tras aplastar a Cepión se abalanzaron contra las legiones del cónsul Malio, moralmente hundidas. Como los romanos luchaban con el río a su espalda, la huida era imposible, y Tito Livio cifra las muertes en 80.000,[18]​ lo cual implicaría un número de bajas comparables a las de la batalla de Cannas.[17]

Las pérdidas de vidas humanas durante la década precedente ya habían sido duras, pero esta gran derrota y la culpa aparente de la nobleza por su arrogancia fue la gota que colmó el vaso. No solo se había perdido un gran número de vidas de romanos, sino que la propia Italia se encontraba a merced de la invasión de las hordas de bárbaros y el descontento popular con la oligarquía llegó a su máximo. El conflicto entre los optimates y los populares comenzó a incrementarse volviéndose cada vez más enconado.[19]

A finales del año 105 a. C. Mario fue elegido cónsul por segunda vez mientras se encontraba todavía en África. La elección en ausencia o in absentia era ya algo bastante inusual, pero no solo eso. Algún tiempo después del año 152 a. C. se promulgó una ley que establecía un lapso de tiempo de diez años que debería transcurrir para que una misma persona optase a otro consulado, e incluso existe alguna evidencia de que alrededor del año 135 a. C. hubo una ley que llegó a prohibir los segundos consulados. Sin embargo, en este momento habían llegado noticias a Roma del avance de la tribu de los cimbrios, y para la emergencia se eligió a Mario como cónsul. La ley se repitió, y Mario fue elegido durante cinco años consecutivos (104-100 a. C.) en un hecho sin precedentes en la historia de Roma. Volvió a Roma aproximadamente el 1 de enero del año 104 a. C. para celebrar su triunfo sobre Yugurta, que fue llevado en procesión y ejecutado al final.

La principal amenaza eran los bárbaros del norte, que habían logrado derrotar a cinco ejércitos consulares y hacían temer su llegada a Roma. Los cimbrios, sin embargo marcharon hacia Hispania, y los teutones se dirigieron al norte de la Galia, dejando a Mario tiempo para preparar su ejército.[17]​ Uno de sus legados en ese momento fue su antiguo cuestor, Lucio Cornelio Sila, lo que demuestra que por entonces no existía ningún conflicto entre ellos.

El ejército del norte de África había sido licenciado tras la muerte de Yugurta. Para hacer frente a la amenaza del norte, Mario se hizo cargo del ejército que Publio Rutilio Rufo, cónsul el año anterior, había reclutado durante su consulado, y que probablemente había sido reclutado también de entre las capas de ciudadanos más pobres.[20]​ En cualquier caso, Mario dirigió a este nuevo ejército de igual manera que había hecho con sus antiguas tropas: entrenamiento continuo, marchas regulares y severidad en el cumplimiento de las normas.[20]

Mario fue reelegido para cónsul para el año 103 a. C., aunque pudo haber continuado operando en el cargo de procónsul. Parece ser que su posición como cónsul haría su nombramiento como comandante completamente indiscutible y evitaría problemas con los cónsules que habrían surgido de haber sido simplemente procónsul, con un rango inferior. Mario parece que pudo conseguir todo lo que deseaba, y que esto lo logró gracias al apoyo del pueblo, que elegían a sus colegas consulares en función de sus deseos. En el año 103 a. C. los germanos todavía no habían salido de Hispania, y el colega consular de Mario (Lucio Aurelio Orestes) murió, por lo que Mario se vio obligado a volver a Roma para las elecciones, siendo reelegido para el año 102 a. C.

En el año 102 a. C., los cimbros volvieron de Hispania y se adentraron en la Galia y, junto con los teutones, decidieron invadir Italia. Los teutones se dirigieron hacia el sur, y avanzaron hacia Italia por la costa mediterránea. Por otro lado, los cimbrios tratarían de cruzar los Alpes, entrando por el noroeste. Por último, los tigurinos (la tribu celta que había derrotado a Longino pocos años antes) tratarían de cruzar los Alpes por el noreste. Esta decisión resultó fatal, dado que las tribus germánicas dividieron sus fuerzas y permitieron al ejército romano enfrentarse a ellas por separado.

Mario debía enfrentarse primero a los teutones, que estaban en la Galia Narbonense dirigiéndose a los Alpes. Rechazó librar batalla en su terreno, y se retiró a Aquae Sextiae, población fundada por Cayo Sextio Calvino en el año 124 a. C., que bloqueaba el paso. Mario acampó cerca del enemigo en una posición fortificada, y al poco de acampar se produjo una pequeña refriega entre germanos y romanos por el control del acceso al agua.[21]​ El incidente se saldó con victoria romana, lo cual sirvió también como inyección de moral para las tropas de la república, que se habían visto capaces de derrotar al enemigo germano.[22]​ La noche siguiente, Mario envió un destacamento de 3000 hombres al mando de Marco Claudio Marcelo para preparar una emboscada, esperando al contingente principal. Al amanecer, Mario hizo formar al ejército en orden de combate en la colina, y provocó a los teutones con su caballería.

Los romanos tenían orden de mantener la posición hasta que el enemigo avanzara colina arriba, y Mario se mantuvo con ellos en primera fila para inspirar a sus tropas, a pesar de que ello le suponía perder control sobre el desarrollo global de la batalla.[21]​ Se trata de una actuación extraordinaria para un general romano, y el único caso en el que existen datos de que Mario actuase de aquella manera.[22]

La primera oleada de enemigos fue abatida con el lanzamiento de pila desde lo alto de la colina, acabando con el ímpetu inicial de la carga y con la formación cerrada de los germanos. Después cargaron los legionarios romanos, que comenzaron a ganar terreno frente a los germanos. Cuando la batalla llegó a la llanura, los romanos perdieron la ventaja de la altitud, pero Marcelo dirigió sus hombres contra la retaguardia germana, logrando así la victoria. En la batalla final, los ambrones y teutones fueron aniquilados, hasta el punto de que se habla de la captura de 100 000 prisioneros y de un cuantioso botín.[23]

Por su parte, el colega de Mario, Quinto Lutacio Cátulo, no tuvo tanta suerte. Intentó retener a los cimbrios en el paso del Brennero, pero tuvo que ceder y permitir su avance hasta el norte de Italia a finales de año. Mario estaba en Roma, y tras ser nombrado cónsul nuevamente en el año 101 a. C., a la vez que rechazaba un triunfo por su victoria contra los teutones, se dirigió al norte para unirse a Cátulo, prorrogado en el mando un año más, en su caso como procónsul. Finalmente, en el verano de ese año se libró batalla en Vercelae, en la Galia Cisalpina.[24]​ Una vez más, la disciplina de las tropas romanas pudo contra una fuerza bastante mayor. Al menos unos 65 000 germanos murieron -es posible que llegasen a otros 100 000- y los supervivientes fueron esclavizados. Los tigurinos dieron media vuelta y volvieron a su lugar de origen. Cátulo y Mario, por su parte, celebraron un triunfo conjunto, pero el pueblo dio todo el crédito de la victoria a Mario, motivo por el cual Cátulo se convertiría en el futuro en uno de sus enemigos políticos. Como recompensa, Mario fue nombrado cónsul un año más, en el año 100 a. C., a pesar de que el peligro había acabado. Este, sin embargo, no sería un buen año para Mario.

Durante su sexto consulado Mario se encontró con problemas de cara a asegurar muchos de sus objetivos políticos, incluyendo una norma para otorgar tierras a sus veteranos en la Galia Transalpina, Sicilia y Grecia, aunque muchos veteranos de Numidia habían conseguido tierras en el norte de África. Durante este año, Lucio Apuleyo Saturnino fue nombrado tribuno de la plebe y defendió reformas parecidas a las que anteriormente habían defendido los Graco. Mario se alió políticamente con Lucio Apuleyo Saturnino, pero este llegó demasiado lejos, no solo impulsando las medidas populistas, sino llegando incluso a ordenar el asesinato de Memmio, uno de sus rivales políticos, provocando con ello la ruptura con Mario.[25]

El Senado se opuso a estas medidas y se desencadenaron las respuestas violentas. Mediante la aprobación de un senatus consultum ultimum el Senado ordenó a Mario, como cónsul, que sofocase la revuelta. Si bien Mario solía estar aliado con los radicales, cumplió con la solicitud del Senado y redujo la revuelta por el bien del orden público. Después de esto marchó al este para retirarse. Mario participó muy poco en la vida política durante la siguiente década.[25]

Durante el tiempo en el que Mario estuvo fuera, y un tiempo después cuando volvió a Roma, hubo una serie de años de paz relativa. Sin embargo, en el año 95 a. C. se emitió un decreto mediante el cual todos los residentes de Roma que no fueran ciudadanos romanos sino ciudadanos de otras ciudades italianas, deberían ser expulsados de la capital. En el año 91 a. C. Marco Livio Druso fue elegido tribuno de la plebe y propuso una división mayor de las tierras del estado, el incremento de los miembros del Senado y la ampliación de la ciudadanía romana a todos los hombres libres de Italia.

Druso fue asesinado y los estados itálicos estallaron en una revuelta contra Roma en lo que se llamó la guerra social y que duró desde el año 91 a. C. hasta el 88 a. C. Mario tomó el control y luchó junto con Sila contra las ciudades rebeldes. Mario luchó durante los primeros años de guerra sin obtener ninguna victoria de primer orden, aunque es posible que por entonces tuviera problemas de salud que le impidieron desempeñar un papel más destacado en el conflicto.[25]

Tras finalizar la guerra social, el rey Mitrídates del Ponto comenzó una serie de ataques expansionistas e invadió Grecia. En el año 88 a. C., Sila, que se había destacado militarmente durante la guerra social, fue elegido cónsul. La elección que el Senado tenía ante sí era si elegir a Sila o a Mario como comandantes de un ejército que defendiese a los aliados romanos y llevase a la derrota de Mitrídates. El Senado finalmente nombró a Sila, entre otras cosas porque los 69 años de edad que tenía Mario en ese momento le hacían demasiado mayor para ostentar el mando en una campaña tan dura. Sin embargo, Mario estaba obsesionado por conseguir ese mando y lograr con ello volver al centro de la vida pública, y para revertir la decisión del Senado recurrió a obtener el mismo nombramiento a través de la Asamblea. Para ello se valió de la ayuda del tribuno Publio Sulpicio Rufo.[26]

En este momento, Sila se había convertido en un gran enemigo de Mario y se negó a aceptar la validez de la acción de la asamblea. Sila dejó Roma y fue al encuentro de su ejército, el que el Senado le había asignado para la campaña contra Mitrídates, que se encontraba acampado en Nola. Pidió a las legiones que desafiasen a la asamblea y le aceptasen como líder legítimo, y estas le aceptaron, para lo cual lapidaron a los representantes de la asamblea. Sila dirigió seis legiones para marchar contra Roma, algo completamente imprevisto y que cogió a Mario por sorpresa, dado que ningún ejército romano había marchado jamás contra Roma, algo prohibido por la ley y por las tradiciones más antiguas.

Una vez se hicieron evidentes las intenciones de Sila de tomar Roma por la fuerza, Mario intentó organizar una defensa de la ciudad utilizando gladiadores. Sin embargo, esta fuerza no era rival para las legiones de Sila, y Mario fue vencido y huyó a África. Sila, junto con sus partidarios en el Senado, emitió una sentencia de muerte contra Mario, Sulpicio y algunos otros aliados de Mario. Un pequeño número de siete hombres fueron ejecutados, pero no Mario y Plutarco narra que escapó de la captura por poco en varias ocasiones y que finalmente encontró la seguridad en el norte de África.

Por otro lado, las acciones de Sila produjeron el rechazo de muchos romanos. Algunos de los opositores a Sila fueron incluso elegidos para cargos públicos en el año 87 a. C. Cneo Octavio, partidario de Sila, y Lucio Cornelio Cina, partidario de Mario, fueron elegidos cónsules mientras que Sila pasaba al cargo de procónsul al finalizar su mandato. De nuevo, Sila fue nombrado general de la campaña contra Mitrídates, por lo que tomó a sus legiones y marchó al este hacia la guerra.

Mientras Sila se encontraba combatiendo en Grecia, estalló de nuevo la guerra entre los populares, el partido político de Mario, con Cina al mando, y los optimates, el partido de Sila, con Octavio al frente. Mario logró recabar apoyos suficientes, en gran parte desde las colonias de veteranos del norte de África, para regresar a Italia al mando de un ejército.[27]​ Su hijo, Mario el joven, le acompañaba. Dicho ejército se unió a las fuerzas de Cina para derrotar a Octavio. En este momento el ejército de Mario entró en Roma y, siguiendo sus órdenes, algunos de sus soldados ejecutaron a aquellos líderes que eran partidarios de Sila, incluyendo a Octavio. Sus cabezas fueron expuestas en el Foro.

Cinco días después, Cina ordenó a sus tropas, mucho más disciplinadas que las de Mario, que habían sido reclutadas entre gladiadores, esclavos y demás, asesinar a los soldados de Mario. Tras una matanza que conmocionó a Roma, al parecer se habían ejecutado a unos 100 nobles romanos. El Senado, ahora en control de los populares dictó una orden exiliando a Sila, y Mario fue nombrado nuevo general para la guerra en el este. Cina, por su parte, fue elegido para un segundo consulado, y Mario para un séptimo. Sin embargo, poco más de un mes después de su vuelta a Roma, Mario murió repentinamente a la edad de 71. Su epitafio reza:[cita requerida]

Cina fue elegido cónsul después dos veces más, pero luego murió en un motín cuando trataba de dirigir a sus tropas hacia Grecia. Las tropas de Sila volvieron a Italia en Brindisi, en el año 83 a. C., y el hijo de Mario murió en la defensa. En su vuelta a Roma, Sila estableció un nuevo reinado de terror que ensombreció todo lo acontecido anteriormente. Miles de senadores y otros nobles romanos que habían apoyado a Mario fueron puestos fuera de la ley y ejecutados. Julio César, sobrino de la esposa de Mario, y casado con la hija de Cina, fue uno de tantos que fueron proscritos. Sin embargo, César huyó a Cilicia y vivió ahí hasta la muerte de Sila, en el año 78 a. C.

Mario fue un gran general romano y llevó a cabo grandes reformas, profundas y efectivas, en la estructura y la organización de la legión romana. Sin embargo, fue en parte responsable por la ruptura con Sila, que llevó a que este marchase contra Roma. Él mismo acabó en varias ocasiones con varias tradiciones mediante acciones legislativas en la asamblea, y su acción para deponer a Sila como comandante en las guerras contra Mitrídates resulta altamente cuestionable bajo la constitución consuetudinaria romana.




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