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Educación sexual



El término educación sexual hace referencia al conjunto de actividades relacionadas con la enseñanza, la difusión y la divulgación acerca de la sexualidad humana en todas las edades del desarrollo, el aparato reproductor femenino y masculino, la orientación sexual, las relaciones sexuales, la planificación familiar y el uso de anticonceptivos, el sexo seguro, la reproducción —y, más específicamente, la reproducción humana—, los derechos sexuales y los derechos reproductivos, los estudios de género y otros aspectos de la sexualidad humana, con el objetivo de alcanzar un estado específico de salud sexual y reproductiva[1]​.

Para Frederic Boix, la educación sexual puede definirse como:[2]

La pedagogía en sexualidad se lleva a cabo, consciente e inconscientemente, en el entorno familiar, fundamentalmente en la denominada familia nuclear, en el entorno social cultural y antropológico, en el grupo de amistades, a través de los medios de comunicación, en las instituciones escolares y a través de las políticas de salud pública.

La educación sexual sobre la reproducción describe el proceso en el cual nace un nuevo ser humano, lo cual incluye: el embarazo, la fecundación, el desarrollo del embrión y del feto, y el trabajo de parto. Generalmente también incluye temas como las conductas sexuales, las enfermedades de transmisión sexual (más apropiadamente llamadas infecciones de transmisión sexual) (ITS) y su prevención (sexo seguro), el uso y funcionamiento de los diferentes métodos anticonceptivos y la interrupción del embarazo o aborto.

Definir la sexualidad humana desde una perspectiva científica y describirla desde un punto de vista genético, hormonal, fisiológico, anatómico o legal es útil e interesante, pero se considera insuficiente para entenderla si no se atiende también a factores psicológicos, sociales, antropológicos y culturales (entre los que están los éticos, los morales, los políticos, los religiosos y los emocionales).

La sexualidad humana es heterogénea y compleja, pues va mucho más allá de la mera reproducción y el coito. El comportamiento sexual humano se dirige a la satisfacción de pulsiones sexuales (libido), a la obtención de placer y a una necesidad de relación íntima. Abarca todas las edades del desarrollo y permanece hasta la vejez, y constituye un ámbito fundamental de realización y satisfacción para las personas en el encuentro con otros y consigo mismo.

En Argentina tenemos dos leyes que se refieren a los derechos vinculados a la sexualidad de chicos/as: la 25.673 que defiende el derecho a recibir información, anticonceptivos gratuitos y atención médica especializada en los consultorios de adolescencia, la otra ley es la 26.150 sancionada el 4 de octubre de 2006, promulgada el 23 de octubre de 2006 y publicada en el Boletín Oficial del 24 de octubre de 2006, que defiende el derecho a recibir educación sexual integral de todos los alumnos/as de nuestro territorio, ya sea que concurran a escuelas de gestión estatal o privadas, la función de la escuela debe ser la de impartir conocimientos sociales significativos y científicos, que ayuden a los chicos y chicas a comprender su proceso de crecimiento,y a sentirse acompañados durante su desarrollo y en el cuidado de la salud.

El derecho a ser tenidos en cuenta y considerados en sus necesidades y acompañados en su crecimiento, el derecho a aprender a cuidar su cuerpo, su salud, a defenderse de situaciones de abuso sexual, el derecho a vivir libremente su orientación sexual sin ser discriminados y el derecho a habitar instituciones educativas en las que se respeten por igual los derechos de mujeres y varones.

Es importante transmitir el conocimiento de la diversidad entre los seres humanos, los distintos modos de organizar la vida social, así como los roles y relaciones entre mujeres y varones y las diferentes formas de organización familiar. De esta manera las personas tendrán conocimientos más objetivos y menos tendencia a la formación y transmisión de tabúes respecto a la sexualidad, además de que se podrán prevenir muchas enfermedades, controlar la reproducción, conocer el propio cuerpo y evitar conductas violentas o sexistas entre los géneros.

Desde el 2008, la UNESCO comenzó a desarrollar programas que mejoren la orientación sexual impartida en las aulas educativas. El programa implementado por la UNESCO ha considerado las variables que pueden presentar cada grupo de individuos a los que se dirige la educación sexual, dichas variables son estudiadas por un grupo de expertos en áreas como: la antropología, la sociología, la epidemiología, la demografía, la psicología y el trabajo social.

De entre los estudios realizados por la UNESCO, destacan: “Orientaciones técnicas internacionales sobre la educación sexual” y “Estudio del costo y la relación costo/eficacia de los programas de educación sexual”. El primero se encuentra dirigido a profesionales y a personas responsables de la toma de decisiones de los sectores de salud y educación para facilitar el desarrollo e implementación de materiales y programas impartidos en las escuelas. El segundo estudio proporciona información que demuestra lo conveniente que es invertir en los programas escolares de educación sexual ya que es un elemento fundamental para prevenir el VIH.[4]

En Argentina, se denomina Educación Sexual Integral (ESI) y es impartida en los niveles de primaria —también lo será en secundaria[cita requerida]— de manera transversal a las distintas áreas curriculares en el marco de los derechos sexuales y derechos reproductivos como derechos humanos que deben orientar la convivencia social y el desarrollo de comportamientos que prevengan el maltrato infantil, el abuso sexual, el abuso sexual infantil y la trata de niños. Una educación sexual integral debe promover el reconocimiento del cuerpo como totalidad con necesidades de afecto, cuidado y valoración. La relación con el propio cuerpo y el propio movimiento deben reconocerse como dimensiones significativas en la construcción de la identidad personal, sistematizando los conocimientos y prácticas que hacen al cuidado de la salud personal y colectiva, incluyendo la salud sexual y reproductiva desde una mirada integral.[5]

Una estrategia de educación sexual es la de llevar a cabo programas de prevención para educar a transeúntes, que fomenten la intervención de los jóvenes cuando estos sean testigos de algún tipo de agresión sexual.[6]

El enfoque integral de la ESI se basa en cuatro fundamentos:

La existencia de embarazos no deseados, sobre todo embarazos en adolescentes, abortos inducidos en situación de clandestinidad y sin garantías sanitarias de seguridad para la prevención de infecciones de transmisión sexual (como el VIH-sida) ha dado un sentido de urgencia a la educación sexual prácticamente en todo el planeta. Países muy poblados como China, India y Corea del Norte promueven políticas de educación sexual acerca de la planificación familiar y el control de la natalidad; muchas naciones africanas, sobre todo aquellas en las que el sida se considera una epidemia, intentan promover una educación sexual que permita su prevención mediante la utilización de métodos anticonceptivos como el preservativo o condón.

Algunos organismos internacionales, como la International Planned Parenthood Federation (Federación Internacional de Planificación Familiar) ven un beneficio global gracias a los programas de educación sexual, tanto en el control de la natalidad como en la igualdad sexual y en la reducción de las infecciones de transmisión sexual.

En muchos países todavía tiene importancia la virginidad femenina, y la educación sexual impartida en las escuelas promueve la abstinencia como el único método para evitar el embarazo y las infecciones de transmisión sexual. Estas prácticas educativas chocan con cifras que muestran una alta incidencia de embarazos no deseados en adolescentes en esos países.[9]

En los Estados Unidos, con cifras extraordinariamente altas en las tasas de embarazos en adolescentes (levemente por debajo de las de Haití),[9]​ se debate si la libertad sexual en los adolescentes es algo positivo o negativo, y si la información sobre el uso de métodos anticonceptivos (como el preservativo (condón), la píldora anticonceptiva, el anillo vaginal o los anticonceptivos de emergencia) reducen o incrementan las posibilidades de embarazos o ETS en los jóvenes.

El carácter polisémico del campo de la educación sexual se visibiliza cuando en una mirada histórica se reconocen las distintas iniciativas políticas, pero también las pedagógicas didácticas, en torno a su tratamiento se han ido proponiendo y delimitando algunos modelos o enfoques posibles que dan cuenta de la diversidad de improntas ideológicas, marcos teóricos y visiones sobre la sexualidad y contenidos a ser enseñados.

Se advierte que estos modelos o modos de sistematizar ciertas tradiciones, discursos y prácticas son "modelos ideales" constructos conceptuales analíticos a los fines de desagregar o desarmar precisamente, sentidos sobre los discursos en el campo de la educación sexual. Estos modelos son: moralista, biologicista, patologista o de riesgo y el paradigma de los derechos y la integralidad.[10]

La visión moralista[11]​ se relaciona con la visión católica que normativiza la sexualidad a partir de los pares "santidad-pecado" o "santidad-perversión" y la induce a los fines de la reproducción de la especie humana.

Como propuesta educativa, se trata de una formación en valores tales como: la unión de la pareja heterosexual, la trascendencia y la religiosidad familiar y la defensa inalienable del derecho de la familia y de la libertad de enseñanza como principios fundamentales de la educación sexual siendo éstas premisas recurrentes en sus discurso y exhortando así el pedido de permiso a los padres por parte de la institución escolar a la hora de impartir temas sobre la sexualidad humana o en la definición de sus contenidos.

En el enfoque pedagógico biologicista,[12]​ la sexualidad es considerada como una “etapa” que se inicia con los cambios psicofísicos en la pubertad y que finaliza en la vida adulta. Esta visión evolutiva, no considera por tanto, ni a los niños ni a los adultos mayores como seres sexuados. En este sentido, se deduce que tiene que ver únicamente con el ejercicio de la genitalidad o meramente con el plano de lo biológico.

Esta visión se caracteriza ante todo por concebir a la sexualidad como algo negativo y la aborda reduciéndola desde sus consecuencias no deseadas como lo son el contagio de las ETS o el embarazo adolescente o HIV.[13]

Los contenidos principales de este enfoque, al igual que el modelo biologicista, tienen que ver con el aprendizaje de los métodos y formas de prevención tanto de enfermedades de transmisión sexual como de métodos anticonceptivos. Al tratarse de la descripción e información sobre estos últimos por ejemplo, son típicas de esta perspectiva que las propuestas de educación sexual estén ligadas a charlas o talleres dictados por un “especialista” o “experto”. La figura del médico o de integrantes de los cuerpos de Enfermería o Ginecología, son los encargados de transmitir una serie de informaciones técnicas y datos sobre la prevención, no tanto sobre las posibilidades de los cuerpos y el vínculo con los otros.

Esta visión[14]​ es sustancialmente superadora de las anteriores, sobre todo porque sostiene una concepción positiva de la sexualidad y de las relaciones erótico-afectivas. Este enfoque tiene en cuenta la importancia de la sexualidad en la formación de la identidad y valora a la sexualidad en sí misma, es decir separada de la reproducción.

Se trata de un enfoque que contiene una serie de contenidos que deben ser abordados transversalmente en cada espacio curricular. En este sentido, es una propuesta pedagógica que pretende el desafío pedagógico y político de evitar los silencios y las omisiones, ampliando los marcos de confianza de la palabra de todos, de habilitar y hacer circular dudas, preguntas, el cuestionamiento de mitos y prejuicios es una condición institucional, pedagógica y didáctica fundamental para su tratamiento.

La sexualidad en un niño recién nacido está íntimamente vinculada a la relación con sus padres, su vivencia a través de los cuidados y las caricias de sus progenitores. A través de ellos se crean lazos afectivos que serán necesarios para el desarrollo social y sexual de los niños.

En la segunda etapa, el niño tiene un estrecho vínculo con su familia, lo que hace que su pensamiento se vaya enriqueciendo. En esta etapa se oponen a las reglas que imponen sus padres, como una forma de afianzar su independencia. En esta etapa se experimentan más sensaciones de placer al controlar los esfínteres y a excretar, con lo que empiezan a conocer su cuerpo, lo que necesitan y lo que les produce placer.

La tercera etapa se caracteriza por la exploración del mundo, tanto a nivel físico como social, con lo que refuerzan los vínculos con su familia y amigos. Por ello, comienzan a descubrir su sexualidad, y puede surgir aquí el primer periodo de enamoramiento hacia otro individuo (complejo de Edipo y complejo de Electra). Por otro lado, aprenden a relacionarse con otros y a ensayar sus roles sociales, así como a identificar su propio sexo.[15]


En la cuarta etapa comienza el crecimiento físico, que se equilibra con el desarrollo afectivo y permite que surja el interés por conocer y saber sobre el mundo y sus fenómenos. De la misma manera, es fundamental el reconocimiento de las personas de su entorno hacia ellos, y cómo afecta esto a la concepción de su propia imagen.[16]

El interés sexual se centra en el conocimiento del cuerpo y de los órganos sexuales. Los juegos sexuales, mixtos o entre miembros del mismo sexo, forman parte de esta etapa y son un elemento clave para la formación de la identidad sexual. Los valores de la sociedad y de la familia sobre la sexualidad son determinantes en esta etapa.

La juventud, según la OMS, se extiende desde los 10 a los 24 años e incluye la pubertad, la adolescencia inicial o preadolescencia (de los 10 a los 14 años), la adolescencia media o tardía (de los 15 a los 19) y la juventud plena (de los 20 a los 24 años).[17]

Las hormonas sexuales se activan en esta etapa y determinarán los cambios físicos y psicológicos. Al principio, el cuerpo sufre un crecimiento acelerado. Después surgen una serie de cambios en las formas del cuerpo: a las chicas les crecen las caderas y los pechos, les sale vello en la pelvis, y a los chicos les cambia la voz, les crecen los genitales y les sale vello en el pubis. Hay cambios en la apariencia, pero psicológica mente aún no han madurado. Las niñas se desarrollan antes que los niños —aproximadamente un año. Es la etapa de la rebeldía con los padres. En esta etapa se alcanza la madurez biológica, pero aún no está completada generalmente la madurez psicológica y social. En este periodo se experimentan emociones contradictorias. Por una parte, aún no se han abandonado ciertos caracteres de la niñez, y a la vez comienzan a experimentar sensaciones propias del adulto.

En la adolescencia, se dan muchos cambios en los jóvenes muchos de esos son físicos, psicológicos y biológicos. En muchos casos los jóvenes empiezan a tener ideas sobre su aspecto físico y quieren parecerse a los modelos que aparecen en las revistas o en los medios públicos por eso surgen ciertas enfermedades por ejemplo la anorexia. La búsqueda de una identidad propia es la tarea central. Se crean conflictos e inseguridades. Los conflictos con los padres son numerosos, ya que suelen presionarle y empujarle a tomar decisiones según sus definiciones. Los jóvenes hacen duras críticas a la sociedad y a sus padres. Se crean amistades sólidas. En este momento los jóvenes comienzan a establecer relaciones de pareja. Los padres deben establecer una serie normas de forma consensuada con sus hijos. A partir de ahí los jóvenes pueden tomar sus propias decisiones siempre que respeten los valores y normas de las personas.[18]

En el XIII Congreso Mundial de Sexología, celebrado en 1997 en Valencia, España, se formuló la Declaración Universal de los Derechos Sexuales, que posteriormente (el 26 de agosto de 1999, en el 14.º Congreso Mundial de Sexología, en Hong Kong) fue revisada y aprobada por la Asamblea General de la Asociación Mundial de Sexología (WAS).[cita requerida]

Uno de los prejuicios más dañinos para la salud es el que consiste en reducir el significado de la sexualidad a la genitalidad. La genitalidad, aunque importante, es una de las muchas partes de la sexualidad. También es frecuente simplificar el concepto sexualidad limitándolo a la copulación y a la fecundación. De estas confusiones se deriva la negativa de muchos padres a que sus hijos reciban educación sexual en la escuela.[cita requerida]

Las infecciones de transmisión sexual o enfermedades de transmisión sexual (ETS) se transmiten de persona a persona solamente por medio de contacto íntimo que se produce, casi exclusivamente, durante las relaciones sexuales. Son frecuentes, entre otras, la gonorrea , la sífilis y de especial gravedad el VIH que produce el sida. En los últimos años se han observado uretritis no gonocócicas, difíciles de diagnosticar. Otras ETS son la clamidia, papiloma humano, herpes genital, tricomoniasis.

La mejor prevención para evitar enfermedades de transmisión sexual es el uso del preservativo en las relaciones sexuales, así como una higiene coital y postcoital adecuada.[19]

La orientación sexual se clasifica habitualmente en función del sexo o de las personas deseadas en relación con el del sujeto:

Entre los estudios sobre demografía de la orientación sexual, el informe Kinsey constituyó un hito en el momento de su realización (1948-1953), pues cuestionó las simplificaciones sobre la orientación sexual que la reducen a la "heterosexualidad" y "homosexualidad" como dos caras opuestas y donde la "bisexualidad" estaría en un punto intermedio. La realidad que muestra el informe Kinsey es mucho más compleja. Realizado por Alfred C. Kinsey, es uno de los más amplios estudios llevados a cabo sobre la conducta sexual humana, y ofreció como resultado un modelo en el que se situarían los diferentes individuos (hombres o mujeres) en una escala del 0 al 6, en función de su historia y de sus vivencias sexuales previas, ya sea en determinado momento de su vida o durante toda la vida:[20]

La masturbación, tanto masculina como femenina, es la estimulación de los órganos genitales con el objeto de obtener placer sexual, pudiendo llegar o no al orgasmo.

La masturbación se inicia en la infancia de manera más o menos explícita. En la adolescencia la frecuencia máxima puede llegar a varias veces al día para chicos y 3 o 4 veces por semana para las chicas, disminuyendo con la edad. Existen periodos en los que el porcentaje aumenta.

Las técnicas de masturbación son numerosas pero, generalmente, consiste en la estimulación directa de los órganos externos.

En el hombre, consiste en extender el cuerpo del pene con las manos y efectuar movimientos bastante vigorosos de adelante hacia atrás (con o sin cubrir el glande por el prepucio). La estimulación directa del glande y la parada puede hacerse al principio pero se convierte rápidamente muy sensible y desagradable cuando la excitación es fuerte también, puede realizarse con juguetes sexuales.

En la mujer, la estimulación directa se hace al nivel de los labios menores (sobre todo internos) y alrededor del clítoris, evitando el glande clitoridiano que es también muy sensible en cuanto la excitación es fuerte. Los movimientos manuales de la mujer son mucho más lentos y suaves que los del hombre. Lo más común es que la mano de la mujer pase de los labios menores a la región clitoridiana y hacia la entrada de la vagina también se pueden usar consoladores o vibradores

Se denomina magreo (petting, en inglés) a las relaciones sexuales donde no hay penetración (coito). Consiste en el intercambio de caricias, besos (incluso placer o afecto) sin llegar a la penetración. En este tipo de relaciones sexuales, no es necesario el uso de métodos anticonceptivos. Las relaciones afectivo-sexuales deben ser placenteras y seguras.[cita requerida]

El sexo oral es una práctica sexual en la que se estimulan los órganos genitales (masculinos o femeninos) con los labios, con la boca o con la lengua.[cita requerida]

El coito o cópula consiste en la introducción del pene en la vagina o el ano.[21][22][23]​ El tiempo de duración de un acto sexual suele ser desde 2 minutos hasta más de 40 minutos.[cita requerida]

Se denominan parafilias a los desórdenes sexuales. Estas perversiones consisten en prácticas sexuales que no se consideran comunes. Determinadas prácticas sexuales pueden ser o no calificadas de parafilias, en función de: la intensidad de las mismas, la exclusividad de las mismas y el respeto a la libertad sexual de los otros.

Según el DSM IV, son desórdenes sexuales caracterizados por fantasías sexuales especializadas, así como necesidades y prácticas sexuales intensas, que suelen ser repetitivas y generan molestias o ansiedad en el individuo. Se refieren a comportamientos sexuales caracterizados por la excitación del sujeto ante objetos y situaciones que no son patrones normativos o se alejan de estímulos sexuales. En las perversiones o parafilias, encontramos anormalidades tanto en la cualidad de los impulsos sexuales como en el objeto. Es así como el sadismo, el masoquismo, el voyeurismo y el exhibicionismo muestran perturbada la naturaleza del impulso sexual. En cambio, en la pedofilia y la zoofilia, el objeto normal ha sido reemplazado, lo que lo convierte en “anormal”.[24]​ Existen infinidad de parafialias: las filias como ocurre con las fobias son tan extensas y variadas como individuos que puedan proponerlas, imaginarlas o sentirlas.

Un valor sexual es una cualidad real o ideal, deseada o deseable por su bondad, cuya fuerza estimativa orienta la vida humana, desde su dimensión comunicativa y simbólica.

Así se puede afirmar que el valor sexual dinamiza el crecimiento personal. En la apropiación creativa de valores sexuales se va ensanchando el horizonte de nuestra vida como un continuo estar-dando-de-sí nuestra propia realidad personal, para bien nuestro, de quienes nos rodean y de la entera humanidad.

La estructuración —siempre pedagógica— de las categorías de valores sexuales que utilizamos para un cuestionario sobre valores sexuales de los futuros profesionales de la Educación en la Facultad de Ciencias de la Educación de Granada es la que presentamos ahora: valores sexuales corporales, intelectuales, afectivos, estéticos, individuales-liberadores, morales, sociales instrumentales e integrales.



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