Servio Sulpicio Galba (en latín: Servius Sulpicius Galba; Terracina, 24 de diciembre de 6, 5 o 3 a. C. - Roma, 15 de enero de 69), más conocido en la historiografía romana como Galba, fue un emperador romano que gobernó desde el 8 de junio de 68 hasta el 15 de enero de 69.
Servio Sulpicio procedía de una familia patricia noble y rica. Fue el último emperador romano que perteneció a la antigua aristocracia republicana. Bajo los Julio Claudios hizo carrera como militar y político. Bajo Tiberio Galba fue legado de Aquitania desde 31 hasta 32 y cónsul en el 33; bajo Calígula fue legado de Germania Superior desde 39 hasta 41; y bajo Claudio participó en la conquista de Britania en el 43 y gobernó la provincia de África con el rango de procónsul desde 45 hasta 47. Después estuvo mucho tiempo en reposo, hasta que en el año 60 o 61 el emperador Nerón lo nombró gobernador de Hispania Tarraconense.
En el año 68, Cayo Julio Víndex se sublevó en Galia Lugdunense y ofreció una alianza y el poder imperial a Galba, quien, tras alguna duda, aceptó. Víndex murió pronto, pero otros gobernadores también se rebelaron contra Nerón. Finalmente, el Senado reconoció oficialmente a Galba como emperador y Nerón optó por suicidarse. Unos meses más tarde, Servio Sulpicio entró en Roma, pero para entonces ya había empezado a ser impopular a los ojos de la población de la capital, de la Guardia Pretoriana y de los soldados de los ejércitos provinciales. Esto fue causado por las represalias adoptadas contra algunos dignatarios y comandantes militares prominentes, por el debilitamiento general del gobierno central así como por el descontento de los soldados respecto a su «avaricia». En la Germania Inferior, el gobernador Aulo Vitelio se rebeló, apoyado por varias provincias occidentales. Finalmente, Galba adoptó a Lucio Calpurnio Pisón Frugi Liciniano, un joven noble sin influencia. Uno de sus compinches, Marco Salvio Otón, organizó un motín junto a la Guardia Pretoriana y se hizo con el poder. Servio Sulpicio fue asesinado en el Foro Romano tras sólo siete meses en el poder.
La fuente primaria que relataba el corto reinado de Galba fue la Historia del senador Marco Cluvio Rufo, de la que dependen en mayor o menor medida todos los textos antiguos posteriores sobre este emperador. Dicha obra no ha sobrevivido, pero los estudiosos ven rastros de su uso en las Historias de Tácito, en las biografías de Plutarco sobre Galba y Otón, y en Suetonio, quien incluyó las biografías de los dos anteriores emperadores y Vitelio en su Vidas de los doce césares. Estos autores no usaron directamente el texto de Rufo, sino que también pudo haber un vínculo intermedio a través de las obras de Fabio Rústico, Vipstano Mesala o Plinio el Viejo.
La fuente más antigua que se conserva es una biografía de Galba escrita por Plutarco, quien llegó a Roma poco después de los tumultuosos acontecimientos del 69 y pudo comunicarse estrechamente con los testigos presenciales. Es lícito suponer que tuvieron más peso en su obra los testimonios orales que las fuentes escritas. Tácito y Suetonio no leyeron a este autor, por lo que la abundancia de pasajes paralelos es explicada por los investigadores como si los tres compartieran una fuente común.
Publio Cornelio Tácito dedicó la primera de sus grandes obras, las Historias, escrita presumiblemente hacia el año 109, Anales cubrieron los acontecimientos del 68, pero no han podido recuperarse. Tácito utilizó una amplia gama de fuentes latinas, incluyendo las actas del Senado, que no estaban disponibles para Plutarco y Suetonio. La biografía de Suetonio sobre Servio Sulpicio es la única fuente existente que cuenta la vida de este último antes de su llegada al poder. Al mismo tiempo, el valor de los relatos de este autor se ve disminuido por su falta de orden cronológico y su excesiva atención a todo tipo de rumores y chismes.
al periodo comprendido entre el 69 y el 96. De este modo, describió los acontecimientos de la guerra civil, que representan una parte sustancial de su obra con tres libros de los doce, con el mayor detalle. Los últimos libros de susLa Historia de Rufo fue utilizada por otro historiador romano, Dion Casio, pero de la parte de su obra que hablaba de Galba sólo queda el epítome compilado por Juan Xifilino. Además, hay breves relatos sobre Servio Sulpicio en el Breviarium historiae romanae de Eutropio, en la Historiæ adversus paganos de Paulo Orosio, y en el De Caesaribus de Aurelio Víctor.
Tácito sobre el «año de los cuatro emperadores».
Servio Sulpicio pertenecía a la noble familia patricia de la gens Sulpicia, presumiblemente descendiente de Camerino. El primer Sulpicio mencionado en las fuentes fue cónsul en 500 a. C., y a partir de entonces los miembros de esta familia ocuparon regularmente los más altos cargos romanos. Los Sulpicios de Galba eran descendientes de los Sulpicios de Saverrio. No hay información precisa sobre el origen del cognomen Galba, que apareció en el siglo III a. C. Suetonio enumera cuatro versiones asociadas a palabras que suenan de forma similar:
Ninguna de estas versiones se considera plausible en la historiografía. Los Sulpicios de Galba se habían convertido ya durante la segunda guerra púnica en la rama más destacada de la familia, tanto en peso político como en riqueza. Publio Sulpicio Galba Máximo fue cónsul en dos ocasiones, en 211 y en 200 a. C., y mandó en la primera y en la segunda guerra macedónica. Su nieto Servio Sulpicio, cónsul en 144 a. C., fue un distinguido orador, pero se hizo famoso sobre todo como protagonista de un sonado escándalo: fue acusado de traición a los lusitanos durante su gobierno en Hispania Ulterior. El nieto de este último, quien llevaba el mismo nombre, apoyó a Cayo Julio César durante las guerras civiles. Su hijo Sulpicio Galba fue un destacado historiador y abuelo del emperador Galba.
El padre del futuro emperador llevaba supuestamente el praenomen Cayo, sin embargo, la historiografía también tiene opiniones a favor del praenomen Servio. Las fuentes informan de que era jorobado, pero que, no obstante, era activo en los tribunales; la cúspide de su carrera política fue como cónsul sufecto en el año 5 a. C. (uno de los cónsules ordinarios de ese año fue el propio Augusto). Los hijos de Cayo nacieron en su primer matrimonio, con Mumia Acaica, quien era la bisnieta paterna de Lucio Mumio Acaico, conquistador de Grecia, y la nieta materna de Quinto Lutacio Cátulo y descendiente de los patricios Servilios Cepiones. Galba estaba muy orgulloso de su ascendencia de la gens Lutacia, o más bien del padre de Capitolino, cónsul de 102 a. C., quien, según Plutarco, «aventajaba a todos sus contemporáneos en gloria y dignidad moral, aunque cedía voluntariamente la primacía en fuerza y poder a otros».
El hijo mayor de Cayo Sulpicio y Mumia Acaica fue otro Cayo Sulpicio Galba, quien fue cónsul en 22 y se suicidó en 36 cuando Tiberio le negó el cargo de procónsul. El segundo hijo fue Servio Sulpicio, el futuro emperador, quien se sabe que tenía alguna relación de parentesco con Livia, la esposa de Augusto. Según Plutarco, Galba era el primero de sus contemporáneos en nobleza y riqueza y «el más rico de los particulares que jamás entró en la casa de los césares».
Servio Sulpicio nació, según Suetonio, «en el consulado de Marco Valerio Mesala y Lucio Léntulo, el noveno día antes de las calendas de enero», que corresponde al 24 de diciembre de 3 a. C. Sin embargo, Juan Zonaras escribe el 23 de diciembre, y otras fuentes informan de que Galba vivió 72 o 73 años, lo que da el 6 o el 5 a. C. como fecha estimada de nacimiento, aunque la mayoría de los historiadores se decantan por este último año. El lugar de nacimiento fue en una casa solariega cerca de Terracina, en el Latium.
Siendo aún un niño, Servio Sulpicio se encontró con Augusto, lo que cuenta Suetonio así:toga como símbolo a su conversión en adulto. La madre de Galba murió pronto o se divorció; en cualquier caso, el padre de Galba se casó por segunda vez con Livia Ocelina, «una mujer muy rica y hermosa». Esta matrona adoptó a Servio Sulpicio, quien, según Suetonio, desde entonces hasta que fue proclamado emperador, llevó el nombre de Lucio Livio Ocela. No hay un consenso completo en las fuentes sobre el segundo nombre de Galba: las téseras fechadas en su año consular llevan el nombre de Lucio Sulpicio, mientras que en las monedas acuñadas en Egipto durante su reinado el de Lucio Livio Sulpicio.
«cuando Galba lo saludó como un niño entre sus pares, le pellizcó la mejilla y le dijo: “Y tú, pequeño, probarás el poder”». El 1 de enero de 14, Servio Sulpicio vistió unaDurante su juventud Servio Sulpicio pasaba todos los veranos en Tusculum, y estudió las «ciencias nobles», incluido el derecho. Livia, viuda de Augusto y madre de su sucesor Tiberio, «distinguió a Galba por su misericordia» y, según Suetonio, le legó la enorme suma de cincuenta millones de sestercios en el 29, pero, como en el testamento esta cantidad estaba anotada sólo en cifras y no duplicada en palabras, Tiberio redujo el legado a quinientos mil, aunque este dinero, como muchos otros legados de la difunta emperatriz, nunca fue entregado.
Galba comenzó su carrera política algo antes de lo habitual, probablemente gracias al favor de Tiberio.pretura participó en la organización de la Floralias y, en particular, mostró al pueblo unos elefantes bailando sobre una cuerda. Después de esto, durante un año, en 31-32, Servio Sulpicio fue gobernador de Aquitania. En 33 recibió un consulado durante seis meses, que Plutarco describe que Galba debía a Livia, pero esto es claramente erróneo, ya que la emperatriz había muerto cuatro años antes. El colega de Servio era el patricio Lucio Cornelio Sila Félix.
Las fuentes informan de que durante laEn el año 39, el emperador Calígula nombró a Galba legado de Germania Superior. El nuevo gobernador tomó inmediatamente medidas para reforzar la disciplina en el ejército provincial, ya que, al día siguiente de su llegada, ordenó a los soldados que no aplaudieran durante las fiestas que se celebraban en ese momento, sino que mantuvieran las manos bajo los mantos, prohibió las peticiones de licencias y el ejército se dedicó a trabajar. A partir de entonces, Galba pudo enfrentarse a los numerosos grupos de germanos que trataban de saquear la provincia cruzando desde el otro lado del Rin; como respuesta, Galba realizó algunas pequeñas incursiones en la orilla derecha del Rin contra esos germanos. Es posible que en está época fueran construidas las fortalezas romanas de Wiesbaden y Gross-Gerau. En la primavera o verano de 40, cuando Calígula estaba de paso por la Germania Superior, Servio Sulpicio dirigió una inspección de las tropas y ejercicios de campo para él y se ganó los mayores elogios. El emperador se alegró especialmente de que el legado corriera detrás de su carro durante toda una veintena de millas con armadura completa.
La partida del césar fue entendida por los germanos como una manifestación de la debilidad de Roma y por ello se intensificó durante un tiempo un posible «levantamiento germánico», cuyos rumores hicieron que Calígula entrara en pánico y preparara una flota para huir de Italia, pero Galba fue capaz de someter a los bárbaros y, en particular, derrotar a la tribu de los catos en el año 41. Sus victorias aseguraron una década de calma en la frontera del Rin y, según Tácito, aseguró a Servio Sulpicio «una resonante gloria militar».
Suetonio sobre la justicia de Galba en la Hispania Tarraconense.
Calígula fue asesinado por una conspiración en el año 41, y en consecuencia, se aconsejó a Galba que aprovechara la oportunidad de rebelarse para hacerse con el poder supremo, pero no hizo caso. La gratitud del nuevo emperador Claudio era tan grande que Servio Sulpicio entró en el estrecho círculo de los amigos más cercanos del princeps; su enfermedad incluso retrasó la campaña a Britania hasta el año 43, cuando Galba acompañó a Claudio a esta isla. La guerra se saldó rápidamente con una victoria total, e inmediatamente después del triunfo, en el año 44 o 45, Servio Sulpicio se convirtió en procónsul de África, donde permaneció dos años. Allí, restauró la disciplina de las tropas locales, como indica Suetonio con más ejemplos del rigor y la justicia de Galba, y suprimió el desorden. Como recompensa recibió los ornamenta triumphalia a su regreso a Roma; además, fue elegido de inmediato para tres prestigiosos colegios sacerdotales, los quindecenviros, los titii y los augustales.
Durante los siguientes catorce años, Galba vivió alejado de la vida pública. Mientras tanto, Claudio murió y el poder supremo pasó a Nerón, quien trató a Servio con desagrado. En este sentido, Galba estaba preparado para huir en cualquier momento y, en particular, no salía a pasear sin que le siguiese un vehículo cargado con un millón de sestercios. En 60 o 61, estando en Fundi, se enteró repentinamente de su nombramiento como gobernador de Hispania Tarraconense y partió hacia los Pirineos. Galba estuvo allí durante ocho años y gobernó la provincia de diversas maneras: al principio se ocupó de los asuntos con vigor y castigó a los delincuentes con extrema severidad, pero poco a poco «cayó en la inactividad y la desidia, pues no quería dar motivos a Nerón».
En el año 68, estalló una importante crisis política en el Imperio romano. El emperador Nerón desencadenó el terror contra los senadores y contra los altos mandos militares, vació el tesoro y puso a una parte importante de la sociedad romana en su contra por su comportamiento extravagante. En respuesta a todo esto, en marzo de 68, el gobernador de Galia Lugdunense Cayo Julio Víndex, descendiente de los reyes aquitanos, se rebeló, declarando su objetivo de devolver el poder supremo al «Senado y al pueblo de Roma». Incluso antes de su aparición pública, Víndex había ofrecido una alianza a Galba, quien ignoró sus cartas, aunque tampoco informó a Roma, debido a que posiblemente miembros de la familia Sulpicia se encontraban entre las víctimas del terror de Nerón, y es posible que Galba también tuviera antiguos vínculos con la familia Víndex desde los tiempos de su gobierno en Aquitania. El rebelde escribió ahora de nuevo a Servio Sulpicio, y le informaba que ya había reunido un ejército de cien mil personas y le ofrecía el mando supremo y la autoridad imperial. El propio Víndex, como aquitano, no podía reclamar el poder sobre Roma, y en consecuencia, escogió a Galba, un patricio con relación con los Julio-Claudios. Justo en ese momento, Servio Sulpicio se enteró de que Nerón había ordenado a su procurador hispano que lo matara; no obstante, seguía dudando en oponerse a la autoridad central. Galba convocó una reunión, en la que leyó la carta de Víndex a sus subordinados y les pidió consejo. El más franco, según Plutarco, fue Tito Vinio, comandante de la única legión provincial:
Entonces Servio Sulpicio finalmente se aventuró a la rebelión. En Cartago Nova el 2 de abril de 68, se dirigió a los soldados y al pueblo mientras mostraba ante el tribunal representaciones de hombres ejecutados por Nerón. En su discurso, Galba habló de la difícil situación en la que se encontraba el imperio a causa de un gobernante incapaz, y negó obediencia a Nerón. La asamblea le proclamó emperador, pero él rechazó el título para no incitar al Senado romano contra él, y se limitó a la condición formal de «legado del Senado y del pueblo romano». Sin embargo, la pretensión de Galba de obtener el estatus de princeps quedó clara en este día, y fue el 2 de abril cuando este consideró como el primer día de su reinado.
Servio Sulpicio formó una especie de Senado a partir de la nobleza local, se rodeó de guardias formados por jóvenes caballeros romanos y reclutó otra legión entre la gente de su provincia, la Legio VII Galbiana, porque toda su fuerza militar en ese momento incluía una legión, tres cohortes de infantería y tres alas quinquagenarias. Además, envió cartas a otros gobernadores ofreciéndoles una alianza; fue apoyado por el gobernante de Lusitania Marco Salvio Otón y el cuestor de Bética Aulo Cecina Alieno. Además, el propretor de África Lucio Clodio Macro también se rebeló, lo que dejó a Roma sin suministro de grano, pero no se unió a Galba. A esta época pertenece la acuñación de monedas con las elocuentes leyendas concordia, fides militum, Gallia, tres Galliae, Gallia Hispania e Hispania en Tarraco. La rebelión de Galba hizo que una intervención localizada de un solo gobernador se convirtiera en una guerra civil a gran escala, y Nerón quedó muy impresionado por la noticia: al oírla, «se desplomó y, agotado mentalmente, permaneció largo tiempo como un muerto, sin decir una palabra; y cuando recobró el sentido, rasgó sus vestidos, se golpeó la cabeza y exclamó que todo había concluido para él».
Nerón, recuperándose de esta conmoción, hizo que el Senado declarara a Galba «enemigo de la patria» y ordenara la venta de todas sus posesiones al Estado.Rubrio Galo y a varios otros comandantes cuyos nombres se desconocen. El investigador A. Egorov señala que, en aquella época, las fuerzas de los bandos enfrentados estaban más o menos igualadas, y que Nerón no podía contar totalmente con las legiones renanas y no podía llamar a las tropas de las fronteras más lejanas.
El emperador decidió dirigir personalmente el ejército en la guerra contra los rebeldes, pero más tarde cambió de opinión y nombró aEn un momento dado, las cosas fueron mal para Galba. Una de las unidades de caballería bajo su mando intentó pasarse al lado de Nerón y fue retenida con gran dificultad; un grupo de esclavos decidió apuñalar a Servio Sulpicio de camino al baño, y este complot fue descubierto por accidente. Finalmente, llegaron noticias de Galia. Al parecer, a finales de mayo el gobernador de Germania Superior Lucio Verginio Rufo derrotó a Víndex en Vesontio, tras lo cual el gobernador de Galia Lugdunense se suicidó. El ejército victorioso declaró inmediatamente a su comandante como emperador y este declaró que no tenía derecho al poder y que no permitiría que nadie más lo tomara en contra de la voluntad del Senado y del pueblo de Roma, declaración que iba dirigida tanto a Nerón como a Galba, quien, al enterarse de lo sucedido, intentó entablar negociaciones con Verginio Rufo; al fracasar, dejó de prepararse para la guerra y se marchó a la ciudad de Clunia, en un lugar remoto de la provincia. Considerado su objetivo perdido, estuvo incluso cerca del suicidio.
Mientras tanto, Nerón, quien había perdido el apoyo de todas las provincias occidentales, conspiró para huir a Egipto. En esta situación los pretorianos, pilar del poder del princeps sobre Roma, le negaron su apoyo. El prefecto del pretorio Cayo Ninfidio Sabino apeló al Senado para que proclamara emperador a Galba, aunque no está claro por qué lo hizo. Los senadores aceptaron la propuesta; declararon a Nerón «enemigo de la patria» y lo condenaron a muerte el 8 de junio de 68. El emperador depuesto huyó a la villa de uno de sus amigos y allí al día siguiente se suicidó. Galba, al enterarse de estos acontecimientos en Clunia, permitió finalmente a sus criados llamarle césar. Algunas fuentes fechan la proclamación de Galba en el 8 de junio, mientras que otras dan el 9 de junio.
Después de Roma, la autoridad de Galba fue reconocida en otras partes del Imperio. En la Germania Superior surgieron graves problemas, ya que los soldados del ejército provincial intentaron una vez más proclamar emperador a su comandante Lucio Verginio Rufo, pero este se negó y siguió insistiendo en que sólo el Senado podía otorgar el poder supremo. Uno de los caudillos de la frontera del Rin, Fabio Valente, en Castra Bonnensia, juró arbitrariamente su legión, la Legio I Germanica, a Galba. Al enterarse de esto y de la muerte de Nerón, Lucio Verginio reconoció finalmente al nuevo césar y convenció a todo su ejército para que lo hiciera, aunque las fuentes dicen que le costó mucho persuadir a sus soldados. El ejemplo de las legiones de Germania Superior fue seguido por las tropas de la frontera danubiana y de Oriente: cuatro legiones del gobernador de Siria, Cayo Licinio Muciano, y tres legiones de Tito Flavio Vespasiano, que en ese momento actuaban contra los rebeldes en Judea. La lealtad de Galba al gobernador de la Germania Inferior, Fonteyo Capitón, emparentado por parentesco con la casa imperial, estaba en entredicho, pero este comandante fue asesinado por los legados Cornelio Aquino y Fabio Valente, quienes actuaron por su cuenta y riesgo. Según una versión, los legados masacraron al gobernador en interés del nuevo emperador; según otra, fue al revés, trataron de incitar a Capitón a la rebelión y lo mataron porque fracasaron. En cualquier caso, Aquino y Valente expresaron su lealtad a Galba, quien aprobó retrospectivamente el asesinato de Capitón. El gobernador africano Lucio Clodio Macro, quien se negaba a someterse a Roma y se disponía a iniciar una guerra por el poder supremo, fue asesinado por el procurador Trebonio Garuciano por orden del emperador. El gobernador de Mauritania Cesariense Luceio Albino reconoció a Galba y recibió de él también la administración de Mauritania Tingitana. Tiberio Julio Alejandro, gobernador de Egipto, reconoció la autoridad de Galba antes del 6 de julio de 68. Así, en el otoño de 68, Galba controlaba todo el territorio del Imperio romano, hecho que se refleja en la acuñación de una moneda con la inscripción «Concordia provinciarum».
Servio Sulpicio se instaló en la capital en julio del 68, poco después de recibir la noticia de la muerte de Nerón, junto a Marco Salvio Otón y Tito Vinio. Mientras estaba de camino, el emperador impuso fuertes multas a los procuradores hispanos de Nerón y a las ciudades de Hispania que no habían apoyado su rebelión. Además, recompensó con una reducción de impuestos a las comunidades galas que en su día se habían adherido a Cayo Julio Víndex; en cambio, castigó a los partidarios de Verginio Rufo,Vía Augusta, y se sabe que algunas comunidades del camino «tardaron en unirse a él». En estos casos, el emperador era brutal: ejecutaba a los magistrados y a sus familias, destruía las murallas de las ciudades e imponía impuestos adicionales (suerte que corrió Lugdunum en particular). Se cree que, en general, Galba contó con el apoyo más vigoroso de los territorios con los niveles más bajos de romanización.
quien fue depuesto y se unió al séquito del emperador. Según Plutarco, «fue recibido sin ninguna hostilidad, pero también sin ningún honor especial; la primera razón fue el propio Galba, quien desconfiaba un poco de él». Galba se desplazó por laCerca de Narbona el emperador fue recibido por embajadores del Senado, quienes le pidieron que fuera a Roma lo antes posible. La reunión se celebró en un ambiente muy cordial. Mientras tanto, el poder de Cayo Ninfidio Sabino, quien controlaba el Senado a través de sus pretorianos, se consolidaba en la capital. Este dignatario esperaba ser hijo adoptivo de Galba y en un futuro próximo, dada la avanzada edad del emperador, heredar el poder de este; pero resultó que Servio Sulpicio estaba bajo la influencia de Tito Vinio y del jefe de la corte Cornelio Lacón. Convencido de que no podía hacer frente a estos favoritos, Sabino intentó organizar un golpe de Estado en Roma, por lo que se presentó en el campamento pretoriano con la intención de pronunciar un discurso ante ellos y animarles a proclamarlo emperador, pero no recibió ningún apoyo y fue asesinado. Galba ordenó la ejecución sin juicio de sus cómplices, incluido el cónsul de este año Cingonio Varrón; además, el consularis Publio Petronio Turpiliano fue ejecutado por su antigua lealtad a Nerón.
Cuando Galba se encontraba a sólo 25 estadios de Roma, se produjo otro incidente: el emperador fue detenido por una legión naval, una unidad formada por Nerón de marineros a los que, por tanto, se les había dado el estatus superior de legionarios. Estos hombres temían ahora ser relegados a remeros de nuevo, y querían que Galba les confirmara su «rango de soldados». Servio Sulpicio trató de evadir una respuesta directa, y, ante el descontento abierto, ordenó a las tropas que le acompañaban que restablecieran el orden por la fuerza. Los autores de la antigüedad escriben sobre esto de diferentes maneras: Plutarco y Tácito escriben sobre una masacre, siendo esta última «la matanza de varios miles de soldados desarmados, que causó asco y horror incluso a los propios asesinos»; según Suetonio, los jinetes de Galba dispersaron a esta congregación, y después uno de cada diez fue ejecutado; por último, Dion Casio escribe que la caballería imperial masacró a siete mil hombres en el lugar y que algunos de los supervivientes fueron posteriormente diezmados. Al parecer, en el transcurso de estos acontecimientos, Galba sometió a los amotinados a varios castigos que no se combinaban normalmente: no sólo se dispersó la legión naval por la fuerza de las armas y se la sometió a la decimatio, todos los sobrevivientes fueron luego encarcelados, aunque normalmente el sorteo de la suerte en una decimatio era suficiente para la absolución. De este modo, Galba demostró una vez más su severidad y su deseo de restablecer la disciplina.
Debido a diversos incidentes, así como al tamaño del ejército y del convoy que acompañaba a Galba y a la necesidad de preparar la entrada solemne en Roma, el nuevo emperador no llegó a su capital hasta el otoño, a finales de septiembre o principios de octubre del 68. La historiografía sugiere que ocurrió incluso a mediados de octubre, es decir, más de cuatro meses después de la muerte de Nerón.
Durante su estancia en Hispania, Galba comenzó a acuñar monedas con la inscripción «Divus Augustus Hispania», lo que es considerado por los estudiosos como una prueba de que Servio Sulpicio quería gobernar basándose en la experiencia de Augusto, apoyándose en la ideología de la «república restaurada».
Después de los excesos del reinado de Nerón, la aristocracia esperaba tener un papel de liderazgo en el Senado, y Galba, al menos en las primeras semanas tras su llegada a Roma, no pudo impedir en ningún caso dicha transición. La peculiar «reacción republicana» está indicada por las inscripciones en las monedas: «Libertas P.R.», «Libertas Restituta», «Libertas Renascens», etc. Sin embargo, hacia el final de su reinado, Servio Sulpicio reveló su pretensión de ser el único gobernante. Galba subrayó su veneración por los Julio-Claudios ordenando que los restos de varios miembros de la dinastía, ejecutados por emperadores anteriores, volvieran a ser enterrados en el mausoleo de Augusto y sus estatuas fueran restauradas. Además, honró la memoria de su patrona Livia acuñando una moneda especial.
En el otoño e invierno del 68 corrió el rumor en Roma de que Galba «iba a limitar los cargos senatoriales y de caballería a dos años y a darlos sólo a quienes los rehuyeran y evitaran».magistratura en cinco segmentos, uno de cuatro meses y cuatro de dos meses, cada uno de los cuales estaba sujeto a un nuevo grupo de funcionarios sufectos. Una consecuencia inevitable de esto fue la disminución de la importancia de la magistratura republicana.
No se introdujeron tales restricciones, pero a partir del reinado de Servio Sulpicio se convirtió en norma dividir cada año deEn esta época se prestó especial atención al problema judicial. Bajo el mandato de Nerón volvieron a aumentar los delatores que acusaban a los miembros de la aristocracia senatorial de «insultar a la majestad»; a principios del imperio de Servio Sulpicio los senadores decidieron que ellos mismos se ocuparían de esos casos. A todos los exiliados bajo Nerón por cargos políticos se les concedió la amnistía y el derecho a regresar. Tácito menciona «la multitud de aristócratas que Galba devolvió del exilio, miserables, indigentes, cargados de niños», pero que al principio no recibieron ninguna ayuda adicional de las autoridades. Algunos de estos hombres intentaron vengarse de los informadores. Así, Cayo Helvidio Prisco llevó a juicio a Tito Clodio Eprio Marcelo, quien había causado la muerte de Publio Clodio Trásea Peto, el suegro del primero. El juicio resultó ser muy sonado y dividió al Senado en dos «partidos»: muchos, aunque simpatizaban con Cayo Helvidio, habrían preferido, sin embargo, que no se condenara a Eprio Marcelo, ya que después de tal precedente habría sido necesario «condenar a las multitudes». Al final Prisco retiró la acusación.
La posición de Galba en esta historia era ambigua.Locusta, pero Galba perdonó al más importante, Cayo Ofonio Tigelino. En un edicto especial, incluso «reprendió la crueldad» del pueblo que le exigía que castigara a este hombre. Al mismo tiempo, Servio Sulpicio indultó a Marco Antonio Primo, condenado bajo el mandato de Nerón por falsificar un testamento, lo devolvió al Senado y lo nombró comandante de la Legio VII Galbiana, y, además, ordenó la liberación del bátavo Gayo Julio Civilis, quien fue encadenado por ser sospechoso de planear una rebelión.
En general, fue inconsistente en su tratamiento con el séquito de Nerón, ya que muchos «sirvientes» del difunto emperador fueron ejecutados y Plutarco nombra los nombres de Elio, Policleto, Petino, Patrobio, Dion Casio el nombre de la envenenadoraEn ese momento el problema financiero se agudizó porque Nerón había agotado el tesoro romano y Galba había perdonado a muchas comunidades por sus atrasos,
o reducido los impuestos, en particular en agradecimiento por su apoyo a su sublevación. Para conseguir fondos, decidió recuperar todo lo regalado por Nerón, estimado en dos mil doscientos millones de sestercios, por lo que formó una comisión de treinta o cincuenta caballeros romanos con el encargo de la recogida de este dinero. En la mayoría de los casos, los regalos ya se habían gastado y si no se trataba de dinero en efectivo, sino de alguna propiedad que había pasado a los nuevos propietarios, la comisión intentaba obtener el dinero del comprador. Estas actividades no aportaron beneficios tangibles al erario y perjudicaron considerablemente la popularidad del nuevo gobierno. Durante el corto reinado de Galba, su popularidad disminuyó constantemente. La plebe de la capital amaba a Nerón, y este amor aumentó tras la muerte del emperador.Júpiter, la hizo fundir, y habiendo resultado tres onzas menos, exigió el pago de lo que faltaba»; había lanzado un profundo suspiro al ver su mesa abundantemente servida; que habiéndole presentado las cuentas un día su intendente, le regaló un plato de legumbres como recompensa de su celo y fidelidad; Al flautista Cano, un «famoso músico» según Plutarco, le dio cinco denarios, diciendo: «Esto te lo doy de mi propio dinero, no del tesoro». La reputación de Galba como un avaro que violaba las reglas de la decencia y el sentido común fue confirmada por sus intentos de devolver los regalos de Nerón al tesoro.
Incluso antes de que Servio Sulpicio llegara a Roma, los rumores sobre su crueldad y avaricia comenzaron a circular entre los ciudadanos. Fue acusado de sanciones contra las comunidades hispanas y galas que se habían negado a apoyarle al principio de la rebelión; la masacre de la legión naval; la ejecución de Petronio Turpiliano, al que sólo se le podía reprochar su lealtad a Nerón; y la legitimación del asesinato de Fonteyo Capitón. La crueldad de Galba causó una impresión especialmente desagradable en el pueblo y en el Senado, ya que cada uno de sus predecesores comenzó su reinado con una amnistía como muestra de la «misericordia del césar» (clementia caesaris). El ahorro característico de Servio Sulpicio desde su juventud y ahora asociado al deplorable estado de las finanzas imperiales fue visto por sus detractores como algo tacaño, vergonzoso para el gobernante de una vasta potencia. Los autores antiguos cuentan muchas historias sobre este tema. Así, Galba «habiéndole ofrecido los tarraconenses una corona de oro de quince libras de peso, sacada de un antiguo templo deAl mismo tiempo, Servio Sulpicio cayó bajo la influencia de varios favoritos que utilizaron su poder para enriquecerse: Tito Vinio, el liberto Icelo Marciano y Cornelio Lacón. El primero fue nombrado por Galba como su colega cónsul en el 69, el segundo, quien había llevado una vez la noticia de la muerte de Nerón a Clunia, recibió un anillo ecuestre, y el tercero, «intolerablemente brusco y arrogante», se convirtió en prefecto del pretorio. Los tres son caracterizados muy negativamente por las fuentes que informan de su codicia y crueldad, y de que el emperador «les permitía mangonear». En particular, Tigelino pudo salvarse sobornando a Tito Vinio.
Los soldados estaban descontentos con Galba por la disolución de una serie de unidades del ejército, en particular la Legio I Adiutrix en las cercanías de Roma, la Legio I Macriana en África y la guardia germana encargada de custodiar a los emperadores. Servio Sulpicio despidió a varios oficiales y muchos de los que permanecieron en las filas temieron ser tratados de la misma manera. Las legiones de Germania Superior estaban orgullosas de su victoria sobre Cayo Julio Víndex y pensaban que merecían ser recompensadas por ello, pero Galba sólo premió a los que apoyaron a Víndex y sustituyó al comandante del ejército vencedor, Lucio Verginio Rufo, por Marco Hordeonio Flaco, un débil gotoso e incompetente general, al que los soldados despreciaban. Como resultado, las legiones de Germania Superior eran muy poco fiables.
Los soldados de las legiones de Germania Inferior tampoco estaban contentos como informaron reiteradamente a Galba los procuradores.donativum de la misma cuantía que el recibido de Nerón, pero fueron defraudados porque Servio Sulpicio declaró en una ocasión que estaba «acostumbrado a contratar soldados, no a comprarlos». El problema era especialmente grave para los pretorianos: en una ocasión, Cayo Ninfidio Sabino, para persuadir a los guardias de que proclamaran emperador a Galba, prometió en su nombre 7500 denarios a cada pretoriano y otros 1250 a cada soldado que sirviera fuera de Roma, lo que era una suma enorme, el doble de la donación de Claudio y Nerón, y totalmente inasequible para el tesoro. Por el contrario, tras el motín de Sabino, muchos de sus subordinados se encontraron bajo sospecha de traición y temieron por su seguridad.
Además, los legionarios esperaban del nuevo emperador unGalba creía que su posición sería más segura cuando nombrara un heredero. El emperador era anciano y carecía de hijos, por lo que se esperaba que adoptase a alguien. Su entorno estaba dividido en dos facciones: una minoría estaba a favor de Gneo Cornelio Dolabela, un pariente de Galba; la mayoría estaba a favor de Marco Salvio Otón, quien pensaba que el asunto ya estaba casi resuelto a su favor, ya que primero había apoyado la rebelión de Galba, seguía siendo uno de sus confidentes y era popular entre los soldados y los pretorianos. Además, Tito Vinio garantizó su apoyo a Otón, debido a que esperaba casar a su hija con él. También es posible que Tito Flavio Vespasiano propusiese como hijo adoptivo a Galba a su propio hijo del mismo nombre, quien posteriormente se convirtió en emperador. Galba dudó durante un tiempo y no pudo tomar una decisión definitiva, aunque descartó a Otón debido a que no le convenía por su anterior cercanía a Nerón.
Mientras tanto, el malestar en las legiones germanas derivó en otro motín. Con ocasión del tradicional juramento al emperador, que se realizaba el 1 de enero de cada año, ese día los soldados de las legiones I y V lanzaron piedras contra las imágenes de Galba; los soldados de las legiones XV y XVI se limitaron a proferir amenazas. En la Germania Superior, las legiones IV y XXII estacionadas en Maguncia destrozaron las imágenes del emperador, ataron a los oficiales que intentaron impedirlo y juraron lealtad no al césar, sino al «Senado y al pueblo de Roma». Esa misma noche el abanderado de la legión IV viajó a Colonia Agripina e informó a Aulo Vitelio, gobernador de la provincia Germania Inferior, de la revuelta y de la necesidad de elegir un nuevo emperador, y en consecuencia, el 2 de enero, Vitelio fue proclamado como tal, apoyado por los fuertes ejércitos de las dos provincias germanas, que comprendían un total de siete legiones con sus auxiliares. En los primeros días los gobernadores de Bélgica, Galia Lugdunense y Recia se pusieron de su lado y comenzaron los preparativos para la campaña en Italia.
Galba, al enterarse de estos acontecimientos, eligió finalmente un heredero, decisión que sorprendió a todos. El 10 de enero del 69 adoptó a Lucio Calpurnio Pisón Frugi Liciniano, un joven de familia muy noble. Su abuelo, quien pertenecía por nacimiento a la familia de Pupio Pisón, fue adoptado por Marco Licinio Craso, cónsul en 30 a. C. y nieto del triunviro Craso; por parte de su madre, a través de los Escribonios Libones, descendía de Cneo Pompeyo Magno. Sus padres y su hermano mayor habían sido víctimas de las represalias de Nerón. Una vez elegido, Pisón se cambió el nombre a Servius Sulpicius Galba Caesar. Según Plutarco, se distinguía por «todas las virtudes morales, pero especialmente ... por la pureza y la severidad de la vida»; sin embargo, carecía de influencia dentro del ejército y la Guardia Pretoriana, y su adopción fue una cruel decepción para Otón, quien decidió que si Galba rechazaba su candidatura, su vida corría peligro y consideró necesario atacar primero. Así que la adopción de Pisón fue un error fatal para Servio Sulpicio. Además, los pretorianos, incluso en relación con un acontecimiento tan importante para el imperio, no recibieron ningún donativo, aunque contaban con ellos.
El 15 de enero del 69 Galba debía ofrecer sacrificios a los dioses en el Palatino con los criados del emperador y Otón presentes. Al comienzo de la ceremonia, su liberto se acercó a este último para decirle que los arquitectos le estaban esperando en su casa, lo que era una señal de que los soldados estaban listos para marchar. Con un pretexto plausible, Otón abandonó al césar y se dirigió al campamento pretoriano, donde fue inmediatamente proclamado emperador. En el Palatino, donde Galba seguía haciendo sacrificios, empezaron a llegarle noticias de que los pretorianos se habían llevado a un senador, y luego de que habían secuestrado a Otón. Cuando se hizo evidente lo que estaba sucediendo, Servio Sulpicio envió a sus hombres a las distintas formaciones militares para ver con quién podía contar. Resultó que sólo una cohorte estaba dispuesta a apoyarle, la Legio I Adiutrix se unió abiertamente a los rebeldes y los legionarios ilirios que se encontraban en el pórtico de Vipsania ahuyentaron al enviado imperial, amenazándolo con las armas.
En esta situación, Galba no pudo decidir nada; algunos le aconsejaron que se encerrara en el palacio y esperara y otros que fuera al campamento pretoriano para atraerlos de nuevo a su lado. Entonces se corrió la voz de que Otón había sido asesinado y Servio Sulpicio fue rodeado por una multitud entusiasta en la que todos querían dar la bienvenida al emperador y expresarle su lealtad. Un guardaespaldas llamado Julio Ático incluso mostró la espada ensangrentada con la que, según él, había matado a Otón. Galba, al ver esto, se limitó a preguntar: «¿Quién te ordenó hacerlo, compañero?». Para entender lo que ocurría y mostrarse al pueblo, Servio Sulpicio se subió a una litera y se dirigió al foro, donde se enteró de que Otón estaba realmente vivo y que contaba con el apoyo no sólo de los pretorianos, sino también de la Legio I Adiutrix y que los rebeldes ya estaban en las calles de la ciudad. Ahora Galba volvía a ser incapaz de decidir nada, mientras se le aconsejaba o bien ocupar rostras, atrincherarse en la colina Capitolina o volver al Palatino. Los pórticos y las colinas que rodean el foro estaban ocupados por los ciudadanos, quienes actuaban como espectadores. La litera imperial, encajada entre la multitud que corría en todas direcciones, fue arrojada de un lado a otro hasta que se oyó el pisoteo de los jinetes de Otón, lo que causó que la gente comenzara a dispersarse y Galba cayera al suelo.
El imaginifer del destacamento pretoriano que escoltaba a Servio Sulpicio, llamado Atilio Vergilión, arrancó la imagen del emperador de su asta, lo que significaba que la última leal cohorte se pasaba al bando rebelde. El foro quedó rápidamente desierto, sólo quedaban los jinetes, la infantería de Otón, que avanzaba por la basílica de Paulo, y el centurión Sempronio Denso, quien intentó proteger a Galba de ellos cuando cayó al suelo: «Al principio, levantando en alto la vara con que los centuriones castigan a los que han caído en falta, gritaba a los que se acercaban, intimándoles que respetaran al emperador, después, como embistiesen con él, sacando la espada se defendió largo tiempo, hasta que, herido en las piernas, cayó».
Las fuentes contienen información contradictoria sobre cómo encontró la muerte Galba. Según Plutarco, dijo, alargando el cuello: «Acabad vuestra obra, si así conviene al pueblo romano».
Suetonio y Tácito lo confirman con referencia a la «mayoría». Al mismo tiempo «algunos informan», según Suetonio, que el emperador gritó: «¿Qué hacéis, compañeros? Soy vuestro como vosotros míos». Tácito da otra versión: «pidió una explicación de su culpa y unos días de vida para poder repartir dinero a los soldados». Sin embargo, según este historiador, hay varias versiones sobre cuáles fueron sus últimas palabras, según hablen sus enemigos o sus partidarios. En cualquier caso, Servio Sulpicio fue asesinado en el acto. La mayoría de las fuentes, desde Plutarco y Tácito, informan de que el golpe mortal en la garganta lo asestó Camurio, un soldado de la Legio XV Primigenia; algunos nombran a Terencio, Lecanio y Fabio Fabulo. Otros soldados mutilaron el cuerpo del emperador ya muerto, en cambio su torso era invulnerable gracias a su armadura. El asesino cortó la cabeza de Galba y se la llevó consigo, envolviéndola en su manto, ya que la calva hacía imposible agarrarla. Sin embargo, mientras los otros soldados le gritaban que «no ocultara ni escondiera su hazaña», el asesino del emperador puso la cabeza en una lanza y así la llevó por las calles para mostrársela a Otón. Según otra versión, el cuerpo de Galba, todavía con la cabeza, permaneció durante algún tiempo en el lugar del asesinato, hasta que un soldado que pasaba por allí casualmente la cortó y se la llevó al nuevo emperador introduciendo su dedo por la boca. Cuando le trajeron a Otón la cabeza cortada de Galba, dijo: «¡Esto no vale nada ¡oh soldados!; mostradme la cabeza de Pisón!», y en consecuencia, esta orden se cumplió rápidamente. La cabeza de Servio Sulpicio cayó en manos de los vivanderos y criados del ejército que, «riendo, la llevaron por el campamento clavada en una lanza, gritando: “¡Vamos, hermoso Galba, goza de tu juventud!”». Entonces un liberto de Patrobio Neroniano, uno de los confidentes de Nerón, ejecutado por orden de Galba, les compró la cabeza por cien piezas de oro y la arrojó atravesada con clavos en el lugar de la muerte de su patrón. El cuerpo del emperador fue llevado por Cayo Helvidio Prisco y enterrado por la noche en los jardines de Galba en la Vía Aurelia; al día siguiente la cabeza también fue enterrada allí.
Galba era un hombre de mediana estatura, de ojos azules y nariz aguileña. Cuando llegó al poder tenía las manos y los pies tan lisiados por la gota que no podía llevar zapatos durante mucho tiempo ni siquiera sostener un pergamino. Suetonio informa de una «excrecencia tan considerable de carne» en su lado derecho que apenas fue contenido por un vendaje.
Plutarco menciona las arrugas y la calvicie de Servio Sulpicio, que fue motivo de burla para Mitridates Póntico en el año 68. Galba aparece en las monedas como un hombre mayor, con el pelo rapado y las mejillas hundidas. A menudo no se le representa con una corona de laurel, como era costumbre, sino con una corona de hojas de roble.
Servio Sulpicio estaba casado con la patricia Emilia Lépida.Manio Emilio Lépido, cónsul del año 11. En este caso, era bisnieta paterna del triunviro Marco Emilio Lépido y sobrina nieta de Marco Junio Bruto, y bisnieta materna de Lucio Cornelio Sila y de Cneo Pompeyo Magno. En este matrimonio Galba tuvo dos hijos que murieron tempranamente, sin embargo, no está claro en la formulación de Suetonio (duos filios) si se trata de dos hijos o de un hijo y una hija.
Sus orígenes no se conocen con exactitud; presumiblemente era la hija deEmilia Lepida murió cuando Galba era todavía un ciudadano privado, aunque este último no se casó por segunda vez. Agripina la Menor, hermana de Calígula y madre de Nerón, quien había perdido a su primer marido, Cneo Domicio Enobarbo, quiso casarse con él. Demostró abiertamente sus intenciones, aunque Emilia Lepida todavía estaba viva, lo que ocasionó que la madre de esta última llegara a abofetear a Agripina en público. La historiografía atribuye estos acontecimientos al período comprendido entre los años 40 y 44.
Según Suetonio, Servio Sulpicio prefería los hombres a las mujeres: «Su pasión lo impulsaba hacia los varones: pero los quería vigorosos y maduros». Incluso cuando Icelo le llevó la noticia de la muerte de Nerón en Clunia, se dice que Galba «no contento con besarle indecentemente delante de todos, le hizo depilar en seguida y se lo llevó a solas consigo».
El nombre de Servio Sulpicio no fue formalmente maldecido (damnatio) y sus decretos siguieron aplicándose después de su muerte.batalla de Bedriacum por los generales de Aulo Vitelio tres meses después, lo que ocasionó que el primero se suicidara poco después. Los romanos, al enterarse de lo sucedido, sacaron en procesión alrededor de los templos las imágenes de Galba, orladas de laurel y de flores, y, a modo de túmulo, cubrieron con coronas el lugar de su muerte. Vitelio, después de tomar Roma, se ocupó de los asesinos de Servio Sulpicio. Encontró en los archivos más de ciento veinte peticiones de recompensa de personas que reclamaban una especie de mérito, la participación en el asesinato del emperador, y terminó ejecutando a todas estas.
Marco Salvio Otón se convirtió en emperador por poco tiempo, sin embargo, su ejército fue derrotadoEl propio Vitelio fue asesinado ocho meses después, tras ser derrotado por Tito Flavio Vespasiano, durante cuyo reinado terminó la guerra civil. Debido a todos estos acontecimientos, el año 69 se conoce en las fuentes como el «año de los cuatro emperadores». El 1 de enero del 70, el hijo de Vespasiano Domiciano, quien entonces ocupaba el cargo de pretor de la ciudad, propuso a los senadores «restaurar los honores que antes rodeaban el nombre de Galba», y una decisión terminó siendo adoptada en este sentido. Más tarde, el Senado decidió erigir una estatua de Servio Sulpicio en el foro, cerca del lugar de su muerte, pero Vespasiano se opuso, ya que creyó los rumores de que en el verano del 68 Galba había enviado a sus asesinos desde Hispania.
Poco después de la muerte de Servio Sulpicio, Plutarco escribió su biografía. Este escritor llama a Galba «un verdadero emperador en el sentido original de la palabra», pero afirma que este princeps «quería gobernar sobre las bestias», ligeramente domesticadas por Tigelino y Ninfidio, al igual que Escipión, Fabricio y Camilo habían gobernado a los romanos en los viejos tiempos. Además, Galba, al igual que Nerón, se entregó a favorecedores codiciosos, por lo que los romanos no tuvieron motivos para lamentar su reinado.
Servio Sulpicio se convirtió en uno de los personajes principales de las Historias de Tácito. Parte de esta obra se construye sobre el contraste de Galba, el «antiguo romano», que condena incluso al supuesto asesino de su enemigo, Otón, quien se alegra abiertamente de la muerte de su rival en la lucha por el poder.
Tácito, al igual que Plutarco, ve en Servio Sulpicio la encarnación de antiguas virtudes que se revelan irrelevantes en la era del imperio y llevan a su portador a la ruina. El discurso pronunciado por Galba durante la adopción de Pisón es el de un hombre profundamente decente, pero en el contexto del 69 carece de todo sentido. Tácito describe al emperador como un «anciano enfermo», «un gobernante enfermizo y crédulo», que en los momentos críticos mostró una «vergonzosa indecisión». El principal resultado de su rebelión fue que «se desveló el misterio que rodeaba el ascenso al poder del nuevo princeps y quedó claro que podía hacerse no sólo en Roma». En general, Tácito, según el anticólogo Eugene Sherstnev, «aprueba bastante» a Galba y «desaprueba bastante» a Otón. En Suetonio la valoración es diametralmente opuesta, «más bien desaprueba» a Galba y «más bien aprueba» a Otón. Esto puede explicarse por el hecho de que Tácito evaluó los acontecimientos como un representante de la clase senatorial, en la que se basó Servio Sulpicio, y Suetonio gravitó hacia la equitación.
La caracterización de Galba por parte de los historiadores romanos posteriores fue negativa. Según Eutropio, Servio Sulpicio, tras su llegada al poder, «mostró una tendencia a la crueldad».
Sexto Aurelio Víctor escribe que cuando Galba entró en Roma en el año 68, «parecía que venía a mantener el lujo y hasta la crueldad, a apoderarse de todo, arrastrar, atormentar a la gente y de la manera más espantosa a devastar y profanar todo». Según Orosio, Galba «por su avaricia, dureza y lentitud provocó el descontento general». Los estudiosos han señalado que Galba fue el primer emperador que llegó al poder como resultado de la rebelión de un soldado. Este fue el comienzo de la desestabilización del imperio: Roma se había convertido en un premio para los gobernadores provinciales y una nueva ola de revueltas comenzó durante la vida de Servio Sulpicio.
Existen diferentes opiniones en la historiografía sobre las causas de la guerra civil del 68-69 y, en particular, sobre la actuación de Galba. Destacan dos tendencias principales: algunos estudiosos hablan de la lucha entre las provincias y Roma como el componente principal de esta guerra, mientras que otros hablan de la rivalidad entre los ejércitos provinciales. En la historiografía soviética, de acuerdo con la ideología imperante, se extendió la visión de que una crisis socioeconómica fue el motor de los acontecimientos (la población de ciertas partes del imperio se levantó contra el gobierno y fue apoyada por el ejército). El historiador soviético Serguéi Kovaliov ve en las revueltas del 68-69 una prueba, por un lado, de la fragilidad de la base social julio-claudia, y por otro, del auge de las provincias, que se recuperan de las guerras civiles del siglo I a. C. Las revueltas de los gobernadores, empezando por Galba, fueron la primera manifestación de las tendencias separatistas, que acabaron por arruinar el imperio. Según Mijaíl Rostóvtsev, estas revueltas fueron «una reacción saludable a la transformación del principado en la tiranía de Nerón».
La investigadora alemana Brigitte Ritter cree que los disturbios del 68-69 fueron «experimentos e improvisaciones» debidos a la incomprensión de la sociedad romana de en qué se basaba exactamente el poder imperial. Hasta entonces había cambiado de manos dentro de una misma familia. Ahora los romanos estaban aprendiendo por experiencia que podían «crear princeps»: «el Senado y el pueblo de Roma», los pretorianos o los ejércitos provinciales. Galba fue víctima de uno de esos intentos.
Para Alexei Egorov, el discurso de Galba contra Nerón era un discurso contra el régimen imperial emergente de las «fuerzas del polisenado». Al elegir entre adoptar a Otón y Pisón, Servio Sulpicio, según Egorov, eligió entre «un bloque con el Senado y las fuerzas aristocráticas dentro de él» y la confianza en el «aparato imperial», los pretorianos y los antiguos partidarios de Nerón; la muerte de Galba significó que la polis había perdido la batalla con el Imperio. El reinado de Servio Sulpicio constituyó una especie de fase de transición entre los Julio-Claudios, enraizados por su origen en la tradición de la polis, y los Flavios, no vinculados ni a la polis romana ni a la nobleza. Es generalmente aceptado que Galba no era un gobernante muy capaz.Antoninianos, esto se convirtió en uno de los principios constantes de la política estatal. Algunos estudiosos consideran que Servio Sulpicio sentó un precedente: adoptó uno de los «mejores», combinando así el republicanismo condicional del primer principado con el dinasticismo que se desarrolló paralelamente. Treinta años después su experiencia fue repetida por Nerva, y con más éxito, adoptando uno de los principales líderes militares del imperio.
Su política de austeridad estaba justificada tras el despilfarro de Nerón, «pero se llevó a cabo con una repulsiva falta de tacto»; no quiso entender las nuevas tendencias en la relación entre el emperador y el ejército; no supo seleccionar a los asesores y en el caso de su sucesor cometió un error imperdonable. Aun así, era el primer intento de transferir el poder no a uno de los parientes más cercanos, como habían hecho los Julio-Claudios, sino al miembro más capaz del séquito imperial. Décadas más tarde, bajo losMichael Grant señala que Servio Sulpicio fue el primer emperador que murió a manos de soldados ordinarios: la anterior víctima de los pretorianos, Calígula, fue asesinada por oficiales.
Georgy Knabe se refiere a Galba a los «senadores de la mayoría», aquellos romanos que en el siglo I, en medio de la crisis de las virtudes republicanas tradicionales, mantuvieron su devoción por la «moral de sus antepasados». A este grupo, según el historiador, también pertenecen Publio Clodio Trásea Peto y Aruleno Rústico.
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