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Himno Nacional de Mexico



El Himno Nacional Mexicano es uno de los tres símbolos patrios establecidos por la ley en dicho país junto con el escudo y la bandera. Pese a conocerse y usarse como tal desde 1854, solo se hizo oficial desde 1943, a partir de un decreto expedido por Manuel Ávila Camacho, quien fungió como presidente de México de 1940 a 1946. Y desde febrero de 1984 su uso es regulado por la Secretaría de Gobernación con base en la Ley sobre el escudo, la bandera y el himno nacional.[1][2][3]

La letra del himno alude a victorias mexicanas en batallas, trata sobre la defensa de la patria, las virtudes del pueblo que la ejerce y el sacrificio que conlleva. Sus estrofas y estribillo fueron compuestas por el poeta potosino Francisco González Bocanegra en 1853, mientras que su música, obra del músico español Jaime Nunó, fue compuesta al año siguiente. En su versión original, el himno está compuesto por diez estrofas,[4]​ pero en los noventa años que pasó para su oficialización pasó por varias modificaciones o intentos de modificación, y quedó reducido solo a cuatro estrofas y el estribillo a partir de 1943, cuando se oficializó.

Las características y uso del Himno Nacional Mexicano los regula la Ley sobre el escudo, la bandera y el himno nacionales, en sus artículos 1, 4, Capítulo V, de los artículos 38 a 49, y el Capítulo Especial de los artículos 57 a 60.[3]​ Y se menciona que el texto del himno y partitura de la música se encuentran autentificados por firma de los titulares de los poderes federales, en una copia triple que se deposita para su resguardo en el Archivo General de la Nación, en la Biblioteca Nacional y en el Museo Nacional de Historia.[5]

La letra oficial del himno mexicano se compone de cuatro estrofas y un estribillo, como marca el artículo 57 de la citada ley y esas estrofas y estribillo son:

V

X

Oficialmente, en 1943 se publicó el texto íntegro del himno nacional, con sus diez estrofas y estribillo, pero algunas se recortaron porque hacían referencia a Santa Anna y a Iturbide: por eso, se recortó a solo cuatro estrofas: las estrofas I, V, VI y X, de la versión original, y el estribillo. La modificación de la letra fue ordenada primero por el presidente Manuel Ávila Camacho, pero solo se oficializó en 1984 por el presidente Miguel de la Madrid Hurtado a las cuatro estrofas, con el fin de hacerlo más fácil de interpretar.[6][3]

En el capítulo especial, artículo 58 de la ley, se presenta una copia de la partitura de la música del himno, consistente básicamente en dos partes: una para el estribillo y otra para las estrofas.[7]

Primera página de la partitura y letra.

Segunda página de la partitura y letra.

La forma de interpretar el himno es como sigue:

En el artículo 42 de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, se menciona que:

En el caso de las versiones parciales indica que en planteles escolares y eventos deportivos, tales como los Juegos Olímpicos, las únicas partes del himno que pueden interpretarse o reproducirse son estribillo y estrofa I. Otras salvedades son: para otros casos como los cierres y aperturas de trasmisiones de estaciones de radio o televisión, pueden alterar dentro de las cuatro estrofas oficiales y previa autorización de la Secretaría de Gobernación la versión que transmiten, aunque nunca pueden acortar las versiones completas que se producen durante ceremonias oficiales.[8]

En ceremonias oficiales en territorio mexicano de instituciones públicas y privadas donde deba tocarse el Himno Nacional y otro extranjero, se ejecutará en primer lugar el mexicano; pero si existe un protocolo, como en los Juegos Olímpicos, se interpretará de acuerdo al orden que marque el protocolo correspondiente de ese acto.[3]

Por otro lado su uso como distintivo de honor se ejecuta acompañado de otra música; por ejemplo; para hacer honores al Presidente de la República, las bandas militares presentes tocarán la «Marcha de Honor»; el caso de honores a la bandera, las bandas de música ejecutarán el himno y a la vez las bandas militares tocarán la marcha llamada «Bandera» y establece un límite a sus interpretaciones en ese caso, dos veces, para hacer honores a la Bandera y rendir honores al Presidente de la República. Aunque se indica la salvedad de que cuando sea interpretado por un coro las bandas militares deberán permanecer en silencio para no apagar al coro.[3]

En cualquier caso los presentes deberán demostrar el respeto asumiendo la posición de firmes y en caso de que existan varones deben tener la cabeza descubierta, salvedad que se hace con militares que disponen de un ceremonial propio.[3]

En el extranjero, las embajadas, consulados y delegaciones oficiales de la Secretaría de Relaciones Exteriores son las encargadas de la vigilancia de la aplicación de la ley y el respeto al himno nacional, evitando su uso comercial y autorizando su interpretación previa consulta con la Secretaría de Gobernación en situaciones que no sean actos cívicos, además de promover su interpretación en actos públicos solemnes realizados por mexicanos. Además tiene la obligación de solicitar ante el gobierno que está acreditado que prohíba su uso, sobre todo si es de carácter comercial.[3]

En México hay personas que conservan y hablan exclusivamente lenguas indígenas o propias de su cultura de origen, desde el 8 de diciembre de 2005, el artículo 39 de la ley permite la traducción de la letra a las lenguas nativas. La traducción debe ser sancionada por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas y autorizada por la Secretaría de Gobernación.[9]

Hasta 2014, el himno nacional ha sido traducido a las siguientes lenguas indígenas: chinanteco, otomí, mixteco, maya, náhuatl y huasteco. Otros grupos nativos han traducido el himno a sus respectivas lenguas, pero no ha sido sancionado por el gobierno.[10]

Fuera de las lenguas nativas, ha sido traducido al bajo alemán (Plautdietsch). Niños y jóvenes menonitas de México entonan el himno nacional mexicano traducido al alemán dentro de sus colegios cada lunes. En 2008 resultó ganador a nivel estatal un colegio menonita llamado La Esperanza del municipio chihuahuense de Cuauhtémoc, quienes entonaron el himno nacional mexicano en español y una estrofa en su idioma materno.[11]

Desde 2005 es una obligación la enseñanza del Himno Nacional en todos los planteles de educación preescolar, primaria y secundaria en el país. Para lograr eso, desde ese año se organiza un Concurso Nacional de Interpretación del Himno por Coros Infantiles.[12]

En México la Secretaría de Gobernación es la encargada de la vigilancia de la aplicación de la ley, aunque se puede ayudar de las demás oficinas del gobierno federal. Como el caso de la Secretaría de Relaciones Exteriores para otras naciones o la Secretaría de Educación Pública para el caso de la difusión y enseñanza.

Tras la escritura del himno, México seguía enfrentándose a los efectos de una derrota en una invasión estadounidense. El país se sentía desmoralizado y también dividido, debido a la pérdida de aproximadamente la mitad de su territorio, el cual le pertenecía ya a Estados Unidos. De acuerdo con el historiador Javier Garciadiego, quien habló en una ceremonia conmemorativa del 150.º aniversario de la aprobación del himno en 2004, el himno hace caso omiso a las divisiones y conflictos y anima la unidad nacional. En esa misma fecha, la Ciudad de México y otras partes del país detuvieron lo que hacían e interpretaron un canto del himno a nivel nacional. Individuos de otras naciones participaron también, mayoritariamente en las oficinas diplomáticas o en lugares donde se encontraban una alta concentración de expatriados de México. El himno también ha sido descrito como uno de los símbolos de la «identidad mexicana».[13]

Entre los pueblos prehispánicos no se tiene noticia de que existiera al menos algo parecido a un himno que se identificara unívocamente a algunos de los altépetl, pero al llegar las tradiciones europeas tras la llamada Conquista Española, florecieron los llamados himnos religiosos en cuyas letras y música alababan la vida de algún Santo o la deidad de la Iglesia católica, así como los himnos cívicos que trataban de alabar la llegada de virreyes, de obispos, clérigos, la entronización de reyes españoles y más comúnmente la vida de algún personaje o grupo novohispano, de entre los autores más destacados de ese tipo de himnos tenemos a Manuel de Sumaya, José de Torres y José Aldana, cuya obra religiosa fue profusamente elogiadas en su tiempo y aún hoy, destacan de toda su obra los himnos dedicados a la Virgen de Guadalupe. La primera vez que existió en México algo muy parecido a un Himno Nacional fue la llamada Marcha Real o Marcha Granadera que desde 1761 se empezó a usar en España y sus colonias durante las ceremonias cívicas, autoría de Manuel de Espinosa de los Monteros, fue una obra de cierto agrado que influyo en los años posteriores en el nuevo nacionalismo mexicano que se formó durante la Guerra de Independencia.

Al consumarse la independencia de México en 1821, el nuevo nacionalismo mexicano solo impulsó la creación de un escudo y bandera nacional como símbolo del nuevo estado. Al parecer, la idea de un Himno Nacional no era una necesidad, por eso durante la entronización de Agustín de Iturbide se cantó el himno religioso Veni Creator en forma especial. Posteriormente, el protocolo de toma del cargo para el primer presidente y vicepresidente de México no incluyó ningún himno o canción usada como un himno.[14][15][16]

A pesar de eso, durante ese primer medio siglo, nunca faltaron propuestas informales de himnos que trataron de tomar el lugar. Por ejemplo, durante la etapa final de la Guerra de Independencia se realizó un sitio a la ciudad de Querétaro por parte de tropas Trigarantes, entre esas tropas se encontraba un músico llamado José Torrescano quien compuso un himno muy anti español, cuya frase más cuestionada era:

Por eso no fue muy promovido el himno, ya que la idea del Ejército Trigarante era lograr la unidad de todos los grupos sociales de la Nueva España.

Ya en lo que se considera el México independiente, en 1822, otro músico de nombre José María Garmendía realizó otro himno que no gustó por estar muy centrado en la figura de Agustín de Iturbide. Por ejemplo, sus primeras palabras eran:

Por eso al cambiar de régimen monárquico a republicano este fue totalmente olvidado.

Luego, durante las repúblicas tanto federalista como centralista, cuando se querían hacer honores al presidente o vicepresidente se interpretaba alguna pieza de su agrado. Por ejemplo Antonio López de Santa Anna gustaba de la obertura Semiramis de Gioachino Rossini, mientras José Joaquín de Herrera prefería Poeta y campesino de Franz von Suppé.[17]

El 13 de julio de 1844 otro músico de nombre Eusebio Delgado musicalizó un poema anónimo que honraba a Antonio López de Santa Anna quien estaba en su 8º periodo de gobierno durante la república centralista, este no gustó al público y terminó olvidado.[17]

En 1849 luego de la desastrosa invasión estadounidense de 1846 a 1848 y durante la presidencia federal de José Joaquín de Herrera se formó una llamada Junta Patriótica de la Ciudad de México que, a través de la Academia de San Juan de Letrán, organizó un concurso para buscar una letra que junto a la música del pianista austriaco Henri Herz, pudiera formar un himno nacional. Ese primer concurso fue la propuesta más seria hasta el momento, incluía entre sus jueces a personajes muy destacados de la época, como Andrés Quintana Roo, Manuel Lacunza, José Joaquín Pesado, Manuel Carpio y Alejandro Arango y Escandón. El concurso fue ganado por el estadounidense Andrés David Bradburn, lo cual junto con el contenido de la obra hizo que fuera un verdadero fracaso que terminó por olvidarse.[17]

Poco después, en 1850, la misma Academia de San Juan de Letrán realizó su propio concurso para musicalizar un poema del cubano Juan Miguel Lozada, la música seleccionada fue obra de Nicolás-Charles Bochsa, pero al ser un poema muy centrado en la figura del presidente José Joaquín de Herrera no trascendió.[17]

Al parecer durante ese año se dio una especie de competencia informal, ya que el músico italiano Antonio Barilli propuso no solo un himno, propuso dos, los cuales de ninguna manera fueron del agrado del pueblo mexicano. Poco después, en 1851, otro músico de origen checo Max Maretzek presentó su propuesta y no fructificó, y así se fueron acumulando en tan solo tres años varios intentos. En abril de 1853, el italiano Inocencio Pellegrini, presentó su “Canto Nacional” sin mucho éxito, si es que tuvo alguno. En diciembre de 1853, otro músico de apellido Infante creó una composición patriótica dedicada a Antonio López de Santa Anna la cual solo se tocó una noche.[18][17]

Otras personalidades que presentaron propuestas formales e informales fueron, Fernando Calderón y Beltrán, José María Garmendia, Francisco Manuel Sánchez de Tagle, Mariano Elízaga y José María Heredia.[19][20][17]

No se sabe si debido a esa efervescencia o solo por el gusto del entonces presidente y dictador Antonio López de Santa Anna el 12 de noviembre de 1853 por medio del Diario Oficial del gobierno de la República Mexicana se dio a conocer un doble concurso, cuyo fin y orden sería seleccionar un poema patriótico y su musicalización posterior para formar un Himno a la Patria.[17]

En 1854 se celebraría el 25 Aniversario de "La Victoria de Tampico de 1829" cuando Antonio López de Santa Anna venció al Ejército Español en su intento de reconquista. Buscó Santa Anna festejar por todo lo alto su gran victoria militar donde alcanzó el rango de General de División. El concurso se convocó con la anticipación debida para que el 11 de septiembre del siguiente año se tuviera el Himno Nacional arreglado.

Para la letra se solicitaba enviar la propuesta en sobre cerrado con un seudónimo al Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio en menos de veinte días, tras lo cual se tardarían diez días para definir al ganador, luego de darse a conocer al ganador, la musicalización tendría otro mes para recibir propuestas, tras lo cual se tardaría un mes más para dar a conocer al ganador de la música. En la misma convocatoria se definía que los derechos de explotación de las propuestas pasarían a manos del gobierno central y solo se entregaría una contraprestación a los ganadores. Esta convocatoria fue firmada por el entonces oficial mayor del ministerio Miguel Lerdo de Tejada, el jurado para la letra estuvo formado por José Bernardo Couto, Manuel Carpio y José Joaquín Pesado, mientras el jurado para la música se integró por José Antonio Gómez, Agustín Balderas y Tomás León.[17]

El resultado para la letra se publicó el 4 de febrero de 1854 en el diario oficial junto a la letra, siendo ganador el potosino Francisco González Bocanegra, quien luego se supiera realizó la letra encerrado en una habitación por la que era entonces su prometida, Guadalupe González del Pino, ya que él no quería participar en el concurso.[21]​ González fue anunciado el ganador en el Diario Oficial del gobierno de la República Mexicana del 3 de febrero de 1854.[17]

Si bien el himno de González Bocanegra es un himno de corte bélico, no lo es de ataque, agresión o expansionismo sino todo lo contrario, es un himno de defensa de la patria y del territorio nacional. Seguramente inspirado en el evento militar que se recordaba y festejaba ese año de 1854 al cumplirse 25 años de la Invasión Española de Reconquista, el poeta narra en sus estrofas la situación y disposición de los mexicanos y la nación ante una invasión extranjera, no así para una guerra intestina y fratricida. Santa Anna, el gran "Vencedor de Tampico" sería recordado en ese himno santanista que incluso le fue obsequiado por González Bocanegra en la dedicatoria la misma noche de su estreno en el Gran Teatro de Santa Anna. El himno reseña una gran victoria militar contra un "extraño enemigo" es decir una nación extranjera. La única gran victoria con esas características que se celebraba en México en esa época era la obtenida en Tampico en 1829.[cita requerida]

Como decía la convocatoria, tras darse a conocer al ganador de la letra se abrió el concurso de la música, se realizó como se decía en un mes, siendo ganadora la obra del músico italiano Giovanni Bottesini, pero simplemente no gustó, además, fue acusado de musicalizar y dar a conocer por fuera del concurso su propuesta, lo cual era contrario a los términos del concurso. Debido a eso, el concurso se prolongó hasta los ciento ochenta días, mientras el 18 de mayo de 1854 estrenó formalmente su propuesta en el Teatro Santa Anna con las voces de la soprano Enriqueta Sontag y el tenor Gaspar Pozzolini, pero aun así no fue del agrado del público en general.[22][17]

Tras esa prolongación a ciento ochenta días, fue la propuesta del músico español Jaime Nunó Roca la que ganó. Por entonces Nunó era director de las bandas militares del ejército nacional, ese puesto lo había logrado por invitación de Antonio López de Santa Anna quien lo había conocido en uno de sus varios exilios en Cuba. Su obra con el seudónimo Dios y Libertad, fue declarada ganadora el 12 de agosto de 1854 por medio del Diario Oficial del gobierno de la República Mexicana.[23]​ El himno fue aceptado el día de la independencia del mismo año. La interpretación inaugural fue dirigida por Giovanni Bottesini, cantado por Claudia Florenti y Lorenzo Salvi, en el Teatro Santa Anna.[22][24][17]

Poco más de un mes después, la noche del 15 de septiembre de 1854, fue interpretado públicamente por primera vez el himno, en el entonces famoso Teatro Santa Anna, que por entonces cerraba al poniente la calle que hoy se llama 5 de Mayo en el hoy llamado Centro Histórico de la ciudad de México que en aquella época era lo único que se llamaba ciudad de México. Luego de algunas palabras del poeta Francisco González Bocanegra se interpretó el himno, dirigido por Giovanni Bottesini y las voces de Claudina Florentini, Lorenzo Salvi y coros del teatro a cargo de René Masón y Pedro Carvajal, esa primera vez no fue el estreno oficial, ya que solo hasta el día siguiente fue cuando Antonio López de Santa Anna en su carácter de presidente asistió a su interpretación, por parte de Balbina Steffenone y Lorenzo Salvi. Al contrario de todos los intentos anteriores su éxito fue casi inmediato y su partitura se vendió en las calles.[17][25]

Pero no duro mucho su fortuna, el 9 de agosto de 1855 Antonio López de Santa Anna deja la presidencia por última vez y abandona México, Jaime Nunó le sigue a la Habana y luego se pierde en los EE. UU.; A la vez Francisco González Bocanegra se esconde en casa de un tío para evitar represalias y no vuelve ponerse a descubierto del público, muere de tifo el 11 de abril de 1861 a sus 37 años. La causa de ese repentino cambio es por la llamada Revolución de Ayutla que desde el 1 de marzo de 1854 venía impulsando un cambio de gobierno, federalista y liberal.[17]

Por la Revolución de Ayutla los grupos liberales y federalistas se hacen del poder e inicia la llamada Época de la Reforma, que traería personajes como Benito Juárez, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Miguel Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto, Juan N. Álvarez e Ignacio Comonfort, como eran contrarios a Santa Anna hicieron lo posible para que se olvidara el himno santanista, si bien no lo prohibieron de ninguna manera alentaron su interpretación, pero poco a poco el himno fue ganando adeptos.[26][17]​ Por ejemplo, al final de la Guerra de Reforma cuando las tropas federales retomaban la ciudad de México el Gral. Liberal Florencio María del Castillo relata que:

De lo anterior se puede ampliar que hasta la llamada Segunda Intervención Francesa el himno más popular en México entre los liberales y muchos otros grupos era La Marsellesa, y que aun durante la guerra en el Segundo Imperio Mexicano era el himno preferido por Benito Juárez para ser tocado en su presencia como Presidente de México. Otro himno muy popular, aunque no fue escrito como tal, fue obra de Guillermo Prieto quien la había escrito como poema satírico en 1853, apareció en su libro de 1854 “Viajes de Orden Suprema”, ese poema musicalizado había sido presentado al concurso santanista por Guillermo Prieto a través de un tercero y titulada “La Marcha de los Cangrejos”, obviamente no ganó, pero para 1864 al inicio del Segundo Imperio Mexicano ya era una de las canciones más populares en México, al punto de que el propio Emperador Maximiliano solicitó que se tocara en su presencia durante una visita a la ciudad de Guanajuato en 1864, como una manera de congraciarse con los liberales, pero el efecto fue un severo susto e indignación de los grupos conservadores y monárquicos que lo apoyaron para llegar al trono. De ese himno informal Melchor Ocampo cuenta que

Otra obra que llegó a ser muy popular y usada como himno fue “Adiós Mamá Carlota” que solo por su letra no terminó por oficializarse. En todo caso al final de la guerra y con la República Restaurada, el himno santanista volvió a tener presencia, si no es que la tuvo durante toda la guerra, aunque con varias modificaciones, por ejemplo en 1864 el presidente Benito Juárez discutió con varios sobre ciertas modificaciones a la letra, le sugerían suprimir la referencia al “Guerrero inmortal de Zempoala”, a lo que contestó:[17]

Otro cambio que sí perduró fue en la séptima estrofa, cambiando, “Si a la lid contra Estado enemigo” por “Si a la lid contra hueste enemiga”, además de muchas otras que no perduraron.[17]

Tras esa época llegó la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada hermano de quien siendo oficial mayor firmó la convocatoria al concurso de 1853, al parecer desde ese momento se impulsó el uso del himno santanista aunque con modificaciones. Tras la caída de su gobierno por el Plan de Tuxtepec, el nuevo presidente Porfirio Díaz empezó a usar el himno santanista de común para las ceremonias oficiales.[26][17]

En 1901 es redescubierto, por decirlo de alguna manera, el compositor Jaime Nunó. Un grupo de mexicanos que estaban de viaje por Estados Unidos lo encuentra en la ciudad de Buffalo, Nueva York, lo dan a conocer al presidente y este lo invita a visitar México, acepta y durante su visita por primera vez dirige orquesta y coros para interpretar el Himno Mexicano, pero su visita no resulta cálida y regresa a Nueva York. Para entonces era ciudadano estadounidense. En 1904 vuelve a ser invitado con motivo de los cincuenta años del Himno, con mucho más éxito que la visita anterior, esa fue la última vez que, vivo, tocó suelo mexicano, ya que muere el 18 de julio de 1908 en Bay City, Nueva Jersey. Durante su primera visita el 11 de febrero de 1901 tras una sesión solemne se anunció que el Congreso de la Unión concedía a Jaime Nunó y González Bocanegra la cantidad de dos mil pesos de entonces como contraprestación y premio por el concurso de 1853. Por parte de González Bocanegra, el dinero fue recibido por Mercedes Serralde de González Bocanegra como heredera del poeta, además a Nunó se le dieron los 388 pesos que puso de su bolsillo para hacer la primera tirada de la partitura en 1854, lo cual él ratificó en una entrevista al diario El Imparcial del 9 de julio de 1901.[26][17]

Durante las celebraciones del Centenario de la Independencia se vuelve normal el uso del himno santanista y se le empieza a llamar corrientemente como “Himno Nacional Méxicano”. Durante la Revolución mexicana ya tiene el sello de aprobación popular y oficial, pero sin una reglamentación clara, se interpreta con las estrofas a gusto del intérprete, aunque algunas ya se destacan entre las diez, cuatro de ellas en concreto. Para la llamada Guerra Cristera incluso se usa por parte del gobierno anticlerical la segunda estrofa que dice:[26][17]

La primera vez que se grabó el Himno en un medio sonoro fue el 28 de julio de 1922 por la cantante duranguense Fanny Anitúa. Su versión, al decir de muchos, fue deficiente y modificada, lo que causó gran polémica al grado de requerir una revisión oficial, por parte del Consejo Cultural del Distrito Federal. La revisión fue llevada a cabo por José López Portillo y Rojas, Manuel Barajas y Julián Carrillo. Durante esta revisión se conoció la pérdida de los textos originales, entonces el grupo recurrió a la familia de González Bocanegra, quienes entregaron originales del estribillo y las estrofas, también se consiguió una primera edición del Himno bajo el sello de la Casa Murguía en 1854. Por otra parte, una de las familias pudientes de la época, identificada como Pérez Salas, obsequió una instrumentación del Himno que el mismo Jaime Nunó envió a la plana mayor del Ejército Nacional y a la Dirección General de Artillería, uno de los que pagó con 388 pesos.[26][17]

Esa revisión demostró los varios cambios que había sufrido el Himno, así como la dificultad de interpretarlo completo, por eso se empezó a limitar el número de estrofas, pero sin seguir una formalidad. Por eso el 4 de mayo de 1943, el entonces Presidente de México, Manuel Ávila Camacho, durante la participación de México en la Segunda Guerra Mundial, promulgó un Decreto que oficializaba el Himno y lo limitaba a las estrofas I, V, VI y X, más el estribillo. Por ese decreto se prohibió alterar, corregir o modificar la letra o la música. Ese decreto se formalizó aún más y conjugó con los otros símbolos patrios el 23 de diciembre de 1967 por la Ley sobre las características y el uso del Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, ley que fue suprimida en 1984 por la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, la cual es el ordenamiento vigente.[26][17]

En 1959 la Sociedad Repertorio Wagner, S. A., publicó una partitura para que se pudiera interpretar el Himno Nacional Mexicano por parte de las bandas civiles de música, el decreto de 1943 no tenía una partitura anexa y debía conseguirse aparte, además de que no era fácil duplicar el decreto, esa publicación levantó varios gritos de histeria y terror entre el pueblo mexicano, ya que varios periódicos difundieron la supuesta noticia de que Wagner era propietaria o se hacía pasar por propietaria del himno nacional. Debido a eso, por ejemplo, se dijo que cada lunes los estudiantes debían dar un peso a su escuela para poder interpretar el himno. Lo que a todas luces es falso.[29][30][31][32]

Aun existiendo un desmentido oficial por parte del gobierno mexicano, el mito persistía. En septiembre de 1959 luego de poner una multa a la Casa Wagner, se realizó una investigación para dilucidar si el rumor de que la familia de Jaime Nunó había vendido los derechos del autor a una casa musical en los EE. UU. de la investigación se determinó que no existió tal venta de sus derechos de explotación y menos sus derechos de autor, aunque luego se encontró que el mismo Jaime Nunó había vendido en la década de 1850 sus derechos de explotación efectivamente a una casa de música estadounidense, pero solo de un arreglo a la música del himno, un arreglo para tocar el himno al piano, ese arreglo además estaba en otro ritmo y tenor por lo que era muy diferente a la versión original. Además, para 1960, ya habían pasado los cien años que protegía la legislación estadounidense los derechos de explotación y por la misma legislación al ser una obra anterior a 1909 no le aplicaba la ley vigente en 1953, antes de 1909 no existía ley en EE. UU. que protegiera eso, en último caso no transcendía su ley fuera de sus fronteras.[29][32]

Otra versión de la venta de los derechos de Jaime Nunó es como sigue, el propio Nunó y dos estadounidenses, Harry Henneman y Phil Hill[33]​ registraron la música de Nunó con la empresa BMI, Edward B. Marks Music Company fue entonces la editora del himno en los EE. UU. en 1910 y 1911.[34]​ Por lo que luego de encontrarse con las publicaciones de esa casa editorial varios mexicanos empezaron a propagar el rumor sobre que esa casa comercial era la dueña de los derechos de autor.[13]​ No obstante, la ley de los derechos de autor en Estados Unidos declara que el himno mexicano está en el dominio público dentro de dicho país, dado que tanto la letra como la música fueron estrenadas antes de 1909.[35]​ Además, bajo la ley de derechos de autor en México, el artículo 155 expone que el gobierno tiene los derechos morales, pero no el derecho de autor, del himno; además de que también en México está en dominio público, ya que se cumplieron los cien años establecidos para su liberación desde el 2008.[36]

Otra polémica muy habitual se basa en que la letra del himno es muy bélica, por ejemplo se dice que el estribillo llama a la guerra “Mexicanos al grito de guerra”, por lo que varias veces se ha propuesto modificar o cambiar de plano el himno, incluso en tiempos recientes el poeta Javier Sicilia en una entrevista sobre la Caravana con Justicia y Dignidad a la pregunta de

Respondió Sicilia.

En forma paralela sobre el tema belicista del himno, esta la polémica sobre su origen santanista, ya que Antonio López de Santa Anna es uno, si no, el más odiado personaje de la historia mexicana, sobre todo se recuerda su participación en la Intervención estadounidense en México y en la Guerra Texana, los principales defensores de esta polémica están en la llamada Izquierda, mientras los llamados políticos de Derecha normalmente defienden el himno como una obra propia de su tiempo que ha ganado su lugar en la historia y estima del pueblo. Como refuerzo del rechazo al himno se marca su estilo musical conocido como Quinta Real por su parecido con la Marcha Real, una marcha militar que desde 1791 se usa como himno de España.[37][40]

En 1943, cuando se oficializó el himno, se estrenó la película Mexicanos al grito de guerra, dirigida por Álvaro Gálvez y Fuentes e Ismael Rodríguez y protagonizada por Pedro Infante y Lina Montes, cuya trama básica es la supuesta historia del Himno Nacional hasta la Batalla del 5 de mayo en Puebla. En la parte final se muestra a los soldados mexicanos cantando el himno para darse valor, pero ningún documento histórico ha podido respaldar esa escena.[41][17][42][43][44]

Durante décadas se ha dicho, e incluso medios de comunicación han informado, que el Himno Nacional Mexicano es considerado el segundo más bello del mundo, detrás de La Marsellesa, pero hasta el día de hoy, no se ha llevado a cabo ningún tipo de concurso o competición arbitrada que avale ese dicho. Incluso es común oír este mito aplicado a otros Himnos Nacionales, como por ejemplo el ecuatoriano, colombiano, peruano, inglés, estadounidense, etc.[45][46][47]

Versión original y completa del himno como se conoció en 1853.[48]



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