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Invasión de los bárbaros



Período de las grandes migraciones (en la historiografía tradicional europea también se han denominado invasiones bárbaras o migraciones germánicas) es un período situado entre el siglo III y el siglo VII d.C que afectó a extensas regiones de la zona templada de Eurasia, y que acabó provocando la caída o desestabilización de grandes imperios consolidados como el Imperio romano, el Imperio sasánida, el Imperio Gupta o el Imperio Han.

En sentido más restringido, las denominaciones "invasiones bárbaras" o "migraciones germánicas" son distintas denominaciones historiográficas para el periodo histórico caracterizado por las migraciones masivas de pueblos denominados bárbaros (‘extranjeros’, que no hablaban una lengua "civilizada" como el latín o el griego) hacia el Imperio romano, que llegaron a invadir grandes extensiones de este, ocupandolas violentamente o llegando a acuerdos políticos, y que fueron la causa directa de la caída del Imperio romano de Occidente (la deposición del último emperador de Occidente se produjo en el 476, aunque su poder ya no era más que una ficción jurídica).

Tuvieron lugar a lo largo de un ciclo histórico de larga duración, entre los siglos III y VII, y afectaron a la práctica totalidad de Europa y la cuenca del Mediterráneo, marcando la transición entre la Edad Antigua y la Edad Media que se conoce con el nombre de Antigüedad tardía.

Las invasiones bárbaras que se produjeron entre el siglo III al VIII son las más importantes. Sin embargo, existieron otras invasiones que tuvieron su momento de mayor relevancia en torno al siglo IX y que generaron un período de gran inestabilidad e inseguridad en la Cristiandad Latina.

Aunque la historiografía tradicional ha usado el término "invasiones", desde un punto de vista etnocéntrico, se trataron de migraciones de pueblos seminómadas que buscaban lugares de asentamiento más favorables, en las que no existía un liderazgo militar claro o intenciones expansionistas. Si bien hubo algunas incursiones bélicas lideradas por caudillos militares germanos y hunos en Occidente y de los heftalitas en el norte de la India, muchos de los contingentes de población cruzaron las fronteras relativamente desarmados y no al modo de una invasión militar organizada. De hecho las migraciones hacia regiones más templadas siguieron produciéndose hasta bien entrado el Período cálido medieval, antes de ese período se produjeron la formación del primer imperio búlgaro por pueblos procedentes del río Volga o la migración de los magiares hasta la actual Hungría.

Entre los siglos II y VI hubo una gran cantidad de migraciones y desplazamientos de población. Las causas no son bien conocidas pero parecen haber afectado a numerosas regiones templadas de Eurasia, por lo que tras ellas pudo haber habido un empeoramiento del clima, en concreto un período frío. Es bien conocido que entre los años 535 y 536 d. C. se dio un período de frío extremo documentado tanto arqueológicamente, como por las crónicas de la época. Los registros de hielos árticos sugieren que durante la época de las grandes migraciones hubo temperaturas relativamente frías, lo cual habría empujado a pueblos de las regiones más frías de Eurasia a migrar hacia el sur, empujando a su vez a otros pueblos que acabaron presionando sobre la fronteras de los imperios de la zona templada como el Imperio romano, el Imperio sasánida o el Imperio Gupta.

Los autores clásicos dieron el nombre de «bárbaros» a todos los extranjeros de las regiones fronterizas con el Imperio romano. A partir del siglo III d.C. algunos contingentes de pueblos germanos y otros pasaron la frontera oriental del imperio, ocasionalmente el ejército romano combatió algunas incursiones como la de godos tervingios en la batalla de Adrianópolis (378 d. C.). A partir del período micro-glaciar iniciado c. 400 d.C. fueron más numerosas las incursiones militares y los desplazamientos de población en las fronteras del imperio romano. Atendiendo a su condición etnolingüística, estos pueblos eran muy diferentes entre sí, pudiendo distinguirse cuatro grupos culturales:

A excepción de los pueblos túrquicos, el idioma de los otros tres grupos pertenece a la rama indoeuropea.

Durante la decadencia del Imperio romano, fueron muchos los pueblos bárbaros que, aprovechando las disidencias internas, se aproximaron a sus fronteras y se establecieron en ellas, presionando en forma permanente para entrar. Los bárbaros lograron penetrar lentamente entre los siglos I y IV y establecerse en el interior, hasta que, finalmente, empujados por otros pueblos, lo hicieron en forma violenta.

Entre los germanos las aficiones guerreras se muestran en grado sumo, a la vez que el trabajo se considera como menos digno. Había hombres privilegiados, nobles y plebeyos, existiendo también la esclavitud. La patria potestad tenía un concepto bastante análogoal de los romanos. Aunque lo general se practicaba la monogamia, la poligamia aparece admitida entre los nobles.

Entre los pueblos germanos invasores encontramos a los godos, divididos en visigodos en Occidente y los ostrogodos en Oriente. Los francos, los suevos, los burgundios, los anglos, los sajones y los jutos, los vándalos, los frisones, los alanos (iranios) y los alamanes constituían el resto de los pueblos.

Salvo casos aislados, la mayoría eran respetuosos de la cultura romana y fusionaron las costumbres romanas con las propias. La aristocracia germana comenzó a utilizar como su idioma el latín, que luego —modificado— dio lugar a las lenguas romances.

Durante el mismo período en que Europa notó presiones migratorias procedentes del norte y noreste de Europa en China e India se registraron migraciones de pueblos procedentes del centro y norte de Asia que, al igual que sucedió con el Imperio romano, ocasionaron fragmentación política de los imperios establecidos en India y China.

El Imperio Gupta y el Imperio sasánida sufrieron las migraciones de los heftalitas o "hunos blancos", que al igual que los hunos que atacaron el Imperio romano parecen haber sido un pueblo túrquico. Mientras que en el Imperio Han rechazó las incursiones militares de los xiongnu (posiblemente relacionados con los hunos), aunque finalmente durante el período de los Tres Reinos los tuoba, un pueblo mongólico llegó a establecer su propio reino, el reino Wei del norte (386-534 d. C.).


Los pueblos germánicos adoptaron, a veces tras un período de aculturación prolongado, tanto la ley escrita, según la modalidad romana, ya que ellos se regían por el derecho consuetudinario (costumbres), así como la religión. Los germanos aceptaron el sistema de la personalidad de la ley, por la cual cada uno debía ser juzgado por sus propias leyes. Los romanos carecían de normas, ya que Roma ya no existía, y por eso, tuvieron que redactarse las que los regirían en lo sucesivo.

Teodorico el Grande, rey de los ostrogodos, redactó la primera recopilación de leyes en el año 500, conocida como el Edicto de Teodorico, para godos y romanos, siendo una excepción al referido principio de personalidad de las leyes. Estaba compuesto de 154 artículos basados en resúmenes de fuentes romanas.

En China, se produjeron adaptaciones similares y así los tuoba del período de los Tres Reinos adoptaron el sistema de administración de la civilización china, limitándose en gran parte los cambios en el norte de China al cambio de las élites dominantes.

En Persia e India, por el contrario los heftalitas fueron derrotados militarmente y desalojados del poder. En la India fueron abatidos por pueblos túrquicos en el año 528 mientras que, en Persia, Cosroes I (aliado con los túrquicos) aplastó a los heftalitas establecidos en Irán. Los heftalitas sufrieron un revés adicional, en el 563, cuando fueron derrotados pueblos rivales (en especial por los köktürks), y de este modo desaparecieron como grupo reconocible de las fuentes históricas.

Los hunos eran un pueblo nómada procedente de la zona de Mongolia, en el Asia Central, que empezó a emigrar hacia el oeste en el siglo III, probablemente a causa de cambios climáticos. El caudillo de esta confederación en su máximo apogeo fue Atila, probablemente un guerrero ligado a la nobleza (Kan) de origen túrquico.

Los caballos tenían una gran importancia para este pueblo, habituado a combatir montados, utilizando como armamento lanzas y arcos. Emigraron con sus familias y grandes rebaños de caballos y otros animales domésticos en busca de nuevas tierras de pastos donde instalarse.

Por su destreza y disciplina militar, nadie fue capaz de detenerlos y desplazaron a todos los que encontraron a su paso. Provocaron así una oleada de migraciones, ya que los pueblos huían antes de que llegaran, para no enfrentarse con ellos.

Atila (hacia 406-453) fue el último y más poderoso rey de los hunos. Gobernó el mayor imperio de su tiempo desde el 434 hasta su muerte. Sus posesiones se extendían desde la Europa Central hasta el mar Negro, y desde el Danubio hasta el mar Báltico.

Durante su reinado fue uno de los más acérrimos enemigos de los Imperios romanos Oriental y Occidental. Invadió dos veces los Balcanes, tomó la ciudad de Roma y llegó a sitiar Constantinopla en la segunda de las ocasiones. Logró hacer huir al emperador Valentiniano III de su capital, Rávena, en 452. Marchó a través de Francia hasta llegar incluso a Orleans, la que saqueó, antes de que le obligaran a retroceder en la batalla de los Campos Cataláunicos (Châlons-sur-Marne).

Aunque su imperio murió con él y no dejó ninguna herencia destacada, se convirtió en una figura legendaria de la historia de Europa.

Entre los años 235 y 285 Roma estuvo sumida en un periodo de anarquía y guerras civiles. Esto debilitó las fronteras. Los germanos, en busca de nuevas tierras, se desplazaron hasta la frontera norte del imperio. Los emperadores de la época permitieron la entrada de los germanos bajo dos condiciones: debían actuar como colonos y trabajar las tierras, además de ejercer como vigilantes de frontera. Sin embargo, esta pacificación terminó cuando Atila, el rey de los hunos, comenzó a hostigar a los germanos, que habían invadido el Imperio.

Después de la retirada de los hunos, las tribus bárbaras se establecieron en el interior del imperio: los francos y burgundios tomaron la Galia; los suevos, vándalos y visigodos se asentaron en Hispania; los hérulos tomaron la península itálica tras derrotar y destituir al último emperador romano, Rómulo Augústulo (476). Posteriormente, los hérulos se enfrentarían a los ostrogodos, saliendo estos últimos victoriosos, y haciéndose con el control de toda la península itálica. Cabe destacar que, si bien los germanos no eran muy desarrollados culturalmente, asimilaron muchas de las costumbres romanas, desarrollándose así como parte de la actual cultura occidental.

Tras los siglos dorados del Imperio romano (periodo denominado Pax Romana, siglos I al II), comenzó un deterioro en las instituciones del Imperio, particularmente la del propio Emperador. A consecuencia de las malas administraciones de la Dinastía de los Severos, en particular la de Heliogábalo, y tras la muerte del último de ellos, Alejandro Severo, el Imperio cayó en un estado de ingobernabilidad al cual se le denomina crisis del siglo III.

Entre 238 y 285 pasaron 19 emperadores, los cuales —incapaces de tomar las riendas del gobierno y actuar de manera concorde con el Senado— terminaron por situar a Roma en una verdadera crisis institucional. Durante este mismo período comenzó la llamada invasión pacífica, en la cual varias tribus bárbaras se situaron, en un principio, en los limes del Imperio debido a la falta de disciplina por parte del ejército, además de la ingobernabilidad producida en el poder central, incapaz de actuar en contra de esta situación.

Por otro lado, las guerras civiles arruinaron al Imperio, el desorden interno no solo acabó con la industria y el comercio, sino que debilitó a tal punto las defensas de las fronteras imperiales que, privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en puertas francas por donde penetraron las tribus bárbaras.

Tras una breve «estabilización» del Imperio, en manos de algunos emperadores fuertes como Diocleciano, Constantino I el Grande y Teodosio I, el Imperio se dividió definitivamente a la muerte de este último, dejándole a Flavio Honorio el sector de Occidente, con capital en Roma, y a Arcadio el sector Oriental, con capital en Constantinopla.

Las invasiones provocaron la paralización del comercio y la industria, la destrucción del Imperio romano de Occidente, es decir, el fin de una civilización antigua avanzada, y también el comienzo de una nueva era en Europa, la Edad Media. Los cimbrios eran poblaciones que incorporaban contingentes celtas y germánicos; si bien su origen último se sitúa en Jutlandia, el componente celta pudo proceder de Alemania, y salvo por algunos nombres propios que a veces pueden ser explicados como celtas y otras veces como germánicos, no se sabe virtualmente nada de la situación sociolingüística de estos pueblos. Los cimbrios migraron al sur durante el siglo II a. C. y mantuvieron batallas con pueblos celtas como los boyos. Los boyos se extendían principalmente por República Checa, Eslovaquia, Hungría y Austria y su influencia era notoria también en el sur de Alemania, estos boyos habrían hablado una variante del galo. Los pueblos germánicos del norte de Alemania eran diversos y en época romana habrían hablado lenguas diferentes, con un grado de inteligibilidad mutua difícil de establecer. Los que ocuparon el territorio de la actual Alemania en su mayor parte hablaban lenguas del grupo germánico occidental, más específicamente germánico del Elba y germánico del Rin. El primer grupo sería el origen de las lenguas bajogermánicas y el segundo de las lenguas altogermánicas (entre ellas el moderno alemán estándar). En la Edad Media está bien testimoniadas el alto alemán antiguo antecesor medieval de las alto alemán, esta lengua estaría emparentada con el lombardo hablado por la nobleza germánica de Italia y Panonia durante la alta Edad Media.

Se conoce con el término de segundas invasiones a la entrada de pueblos extranjeros en algunos territorios del Occidente cristiano que tuvieron lugar en el siglo IX. Algunos de estos reinos tuvieron ciertos problemas internos que facilitaron la entrada de estos pueblos sin apenas oposición. Entre estos destacan los vikingos, los magiares, los eslavos y los piratas sarracenos.

A continuación, vamos a mostrar algunas de las características de estos pueblos.

Los vikingos eran los parientes de los germanos, que ocasionaron en el siglo V las primeras invasiones. Este pueblo vikingo procedía de la zona nórdica, es decir, de Escandinavia. En este territorio había tres nacionalidades: los noruegos, los suecos y los daneses. En la actualidad no se sabe con seguridad cual era la intención que tenían estos pueblos al salir de su territorio. Lo que si podemos conocer son las zonas por las que se extendieron.

Los noruegos exploraron los entornos del océano Atlántico. Los daneses son considerados como los verdaderos vikingos y fueron saqueadores. Su objetivo era conseguir botín y tierras. Estos se establecieron en Inglaterra apropiándose de dos territorios: Normandía y Danelag. Por último, los suecos (o varegos), que eran comerciantes y soldados mercenarios, se extendieron desde el mar Báltico hasta el Negro y el Caspio. Una de las características que tenían en común es que eran excelentes en la navegación.[2]

Los magiares, también llamados húngaros, fueron una población nómada que procedía de Asia central. Estos se habían asentado en Panonia, una llanura húngara, desde el primer milenio.

Al igual que los vikingos, provocaron un gran miedo en la población. Este pueblo estaba formado por jinetes expertos que empleaban arcos y flechas para atacar a las poblaciones que habitaban los territorios que saqueaban . Su objetivo no era conseguir tierras, sino botín. Entre estos botines se incluía tanto a hombres como a mujeres para que cultivaran sus tierras en Panonia. A partir del último cuarto del siglo IX comenzaron a introducirse en Italia, Alemania y Francia. En el 955 fueron derrotados por Otón I del Sacro Imperio Romano Germánico en las orillas del río Lech.

Los eslavos fueron un pueblo que se introdujo en la zona sur del Danubio y se instaló en el imperio bizantino como un estado independiente. A medida que mantenían un mayor contacto con los bizantinos acabaron por convertirse al cristianismo mostrando un mayor grado de aculturación.

Los piratas sarracenos fueron un grupo que se estableció fuera de las autoridades de Al-Andalus y del norte de África. Estos normalmente se asentaban en las zonas costeras ya que desde ese entorno podían realizar saqueos en algunas ciudades y capturar personas.

Estos piratas consiguieron establecerse en la Península Itálica y en la costa de Provenza.[6]​ En el 972 fueron expulsados de estos lugares.



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