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Natalista



El natalismo es la doctrina que promueve medidas de carácter político y socioeconómico para conseguir una mayor natalidad en un territorio o Estado.[1]​ El natalismo se concreta en políticas demográficas nacionalistas. El natalismo propugna el aumento de la población con el objeto de mantener lo que se considera un óptimo de población nacional para alcanzar fines bélicos -disponer de tropa rápidamente sustituible- o economicistas -disponer de mano de obra abundante a precios asequibles-.[2][3]​ El natalismo es una forma de poblacionismo[4]​ opuesto al antinatalismo y el malthusianismo.

El objetivo político del natalismo es incrementar los miembros de un grupo religioso, étnico o nacional para aumentar su poder e influencia política, social, económica y militar.[2]

Para conseguir el objetivo político el natalismo promueve una abundante reproducción, ensalza las familias numerosas, la paternidad, la dedicación de la mujer al ámbito doméstico y la procreación;[2]​ por lo que defiende la creación de incentivos económicos y sociales para animar a la población de un país a reproducirse. El natalismo más estricto propugna limitar o prohibir el acceso a los métodos anticonceptivos así como la penalización de la práctica del aborto. El natalismo extremo o forzado promovería tanto el embarazado forzado -violaciones con el objeto de procrear- así como el casamiento forzoso y la cría de esclavos.[5][6]

Algunas propuestas natalistas pueden inculcar los derechos humanos así como los derechos reproductivos y derechos sexuales reconocidos en la legislación internacional.[7][8][9]

La promoción de la natalidad se ha practicado a lo largo de la historia para promover el aumento de la población ante las crisis de natalidad y pérdidas de población provocadas por migraciones, hambrunas, epidemias y guerras.

Durante el Imperio romano, a causa de las guerras civiles del siglo I a.C., se produjo una crisis de natalidad ante la que reaccionó César Augusto aprobando en el año 18 a. C. la lex Iulia de maritandis ordinibus -ley Iulia matrimonial- que buscaba fomentar el matrimonio y la natalidad además de penalizar a los no casados y matrimonios sin hijos.[10]

El natalismo surgiría como concepto moderno en Francia después de la Revolución Francesa. Durante el período de entreguerras -entre la primera y segunda guerra mundial- se extendió por toda Europa y se afianzó después de la Segunda Guerra Mundial, al detectarse de nuevo una disminución de la población, tanto por las bajas en los frentes de guerra como por una importante reducción de la natalidad característica de las situaciones de penurias de las postguerras. En Europa el natalismo constituirá una parte importante de la ideología de los regímenes fascistas. El natalismo se relaciona con el nativismo frente al inmigrante y extranjero. El natalismo ha sido puesto en práctica, en muy distinto grado, por numerosos países.[11]

La urbanización y el proceso de urbanización, acelerado por la revolución industrial y los límites económicos del medio rural, conllevan la progresiva concentración de la población en las ciudades que se inicia en el siglo XVIII y sigue en los siglos XIX, XX y XXI, conlleva una pérdida significativa de la población rural así como una como una caída del índice de natalidad -por los costos del mantenimiento de las familias numerosas en el medio urbano- que puede percibirse como un problema poblacional por ciertos sectores de la sociedad.[12]

En la actualidad es la política demográfica de países como Rusia y algunos países del Este de Europa con tasas negativas de crecimiento natural e Irán.[9]​ En el año 2013 en Japón, país con baja mortalidad y natalidad, la representante del Partido Demócrata Liberal propuso la probibición del aborto con el objeto de aumentar la natalidad.[13]

Francia se considera uno de los países tradicionalmente natalista. El descenso de la fecundidad en Francia comenzaría tras la revolución francesa de 1789 provocando la alarma de asociaciones familiares (en 1896 se fundó la Alliance nouvelle contre la dépopulation), estamentos políticos y administrativos y oficinas estadísticas, que entendían el descenso de la fecundidad como una debilidad militar y por tanto un claro peligro para la supervivencia nacional. Pronto el mismo Estado francés comenzó a adoptar medidas natalistas que aún hoy perduran.[11]

Francia era, a principios del siglo XX, el país europeo más pronatalista. Identificaba la baja natalidad con la decadencia nacional y con la pérdida de su poder militar y colonial. Alemania había sido enemigo natural de Francia durante muchos siglos, Alemania fue unificada como un moderno estado-nación en 1871, su mayor número de habitantes inquietaba a los franceses, de ese temor surge el natalismo oficial del Estado francés durante prácticamente todo el siglo XX, exacerbado durante los conflictos bélicos por la necesidad de tropa para la guerra.

Aunque el aborto libre fue legalizado en la URSS en 1920, y se admitío el trabajo extradoméstico femenino así como el divorcio -medidas que pueden verse como antinatalistas pero que respondían a reivindicaciones de igualdad de la mujer- con la Segunda Guerra Mundial se produjo el mayor número de bajas de todos los países participantes -llegándose a evaluar en 25 millones, entre soldados y civiles-, entonces el régimen soviético no tuvo reparos en desmarcarse del marxismo ortodoxo, reacio a las políticas demográficas, y fomentar la natalidad. Se puso entonces fin a un fácil acceso al divorcio, al aborto, a la igualdad de las mujeres así como a la información y acceso a los métodos anticonceptivos, además se fomentó la natalidad. La justificación del natalismo, como en otros países, fue el patriotismo y las necesidades de tropa para alimentar el ejército. Así, en el año 1944 Stalin creó el título de Madre Heroína (madres con 10 hijos o más) y la Orden de la Gloria Maternal (para madres con 7, 8 o 9 hijos). Se llegó a conceder a casi medio millón de mujeres.[14]

Rusia, soberana de nuevo desde 1990, alcanzó la cifra en 2010 de 142,9 millones de personas, 2,2 millones menos que en 2002. El descenso se inició a mediados de los años noventa, fenómeno asociado en un principio a la desintegración de la URSS y a los problemas sociales y económicos posteriores. No obstante, el crecimiento económico de Rusia a finales de la década de 1990 no ha interrumpido el paulatino descenso de la población razón por la que las autoridades rusas, considerando que el problema es el descenso poblacional, han promovido políticas natalistas consideradas arcaicas y falaces ya que el problema en Rusia no es la baja natalidad sino el descenso acusado de la esperanza de vida por el empeoramiento de las condiciones socioeconómicas y sanitarias.[15]

La natalidad se redujo significativamente en la Europa occidental durante el período de entreguerras (entre la primera guerra mundial y la segunda guerra mundial. En Suecia se apreció en 1934 una importante crisis en los nacimientos por lo que se amplió enormemente el estado de bienestar, con atención médica gratuita y cuidado de niños, con el objeto de elevar el número de nacimientos en todas las clases sociales. La natalidad aumentó hasta alcanzar su punto máximo en 1946. En la actualidad Suecia tiene una política generosa de apoyo a la familia y la natalidad con permisos de maternidad amplios, reducciones de impuestos y guarderías y escolarización gratuitas. Las políticas familiares suecas están claramente relacionadas con el modelo nórdico de Estado del Bienestar que ofrece protección a la familia y a la mujer -ayudas a la maternidad, reducciones fiscales- y otras ayudas públicas para las familiares que permiten la conciliación laboral-familiar. En este tipo de políticas tuvo gran importancia el libro de 1934 Crisis in the population question del matrimonio de premios nobel Alva Myrdal y Gunnar Myrdal -ambos fueron ganadores de premio Nobel (Alva el de la Paz en 1982 y Gunnar el de Economía en 1974). Las políticas suecas natalistas que facilitan ayudas una vez se producen los hechos -embarazo y nacimiento- son distintas del modelo anglosajón que se dirige exclusivamente a situaciones demostradas de pobreza y del germánico que requiere aseguramiento previo de dichas circunstancias -maternidad/paternidad-.[16]

El natalismo tiene sus inicios con el golpe de Estado de 1936. La conjunción de tradicionalismo, catolicismo de Estado y nacionalismo fascista conformó una ideología demográfica en la que la familia ocupaba un lugar central para aumentar las tasas de natalidad. En 1938, todavía en plena guerra el bando franquista aprueba una ley de subsidio familiar que contempla préstamos a los recién casados así como premios a las familias numerosas. En la postguerra se creó el plus familiar, que las empresas unían a la masa salarial para distribuirlo entre los trabajadores en función del número de hijos, a condición de que la esposa no tuviese empleo extradoméstico. Ninguna de estas políticas tuvo el efecto deseado; la dura postguerra desanimaba a los habitantes del país tanto a los matrimonios precoces como a la procreación numerosa.[17]​ Fue la emigración en masa, lo que vino a cambiar las políticas natalistas.[cita requerida]

En España, la época de la postguerra (hablando de la guerra civil) se alargó durante los años de la segunda guerra mundial, por la situación de inseguridad política a escala global. Por ello las tasas de emigración más altas se produjeron en los años 50 del siglo XX, especialmente a partir de 1952 y, sobre todo, entre 1956 y 1959, cuando el grueso de la población (jóvenes adultos de ambos sexos) se dirigió hacia los países americanos. Y a partir de 1960, la dirección de la emigración española tomó rumbo hacia los países europeos (Alemania, Francia, Gran Bretaña y otros), que ha venido disminuyendo en función de la recuperación de la economía interna (agricultura, industria, comercio y turismo).[cita requerida]

El boom económico de los años sesenta provocó un baby boom tardío y breve pero sin relación alguna con las políticas natalistas del régimen.[17]

Aunque quedaban rescoldos de las políticas natalistas -descuentos en luz, agua, matrículas universitarias, viajes...- la natalidad no aparecía como preocupación destacada para ninguna fuerza política hasta 2012, entre otras cosas porque la población en España había crecido -gracias al aumento de la esperanza de vida y la intensa inmigración en la última década del siglo XX y primera década del siglo XXI- más que a las cifras de natalidad que segúian siendo muy bajas.[17]

A partir de 2012 los datos demográficos marcan un descenso, no por cambios significativos en la natalidad sino por el aumento de la emigración y el retorno de muchos emigrantes a sus países ante la Crisis económica española de 2008-2014. Como consecuencia de esta realidad reaparecen políticas natalistas. El gobierno regional de Galicia promulgó en 2013 una ley en apoyo de la natalidad y un Plan de Dinamización Demográfica.[18]​ En 2014, desde el gobierno de Mariano Rajoy, se indicaba los beneficios económicos de una mayor natalidad consecuencia de una ley del aborto más restrictiva[19][20]​ a pesar de que no está demostrada relación alguna entre crisis económica y número de abortos.[21]

La doctrina oficial sobre demografía y el crecimiento de la población fue, una vez proclamada la República Popular China en 1949, el natalismo. No todos defendían el natalismo nacionalista, así, el presidente de la Universidad de Pekín Ma Yinchu consideraba necesaria la planificación familiar ya en 1950, razón por la que fue cesado-.[22]

El censo de 1953 mostraría una población de 583 millones de personas, más de los esperado. Las autoridades chinas se mostraron por primera vez receptivas a posiciones contrarias al natalismo -antinatalismo o neomalthusianismo-.[22]​ A partir de agosto de 1959, el Ministerio de Salud Pública desarrolló una campaña de control de la natalidad rodeada de un gran esfuerzo propagandístico, aunque sin efectos visibles en la fecundidad. Es el primer intento que apenas dura unos meses ya que la Revolución Cultural, con su Gran Salto Adelante sumirán al país en el caos.

Entre 1958 y 1961 se produjo un hundimiento de la producción agrícola que tiene como primera consecuencia 20 millones de muertos de hambre. A partir de 1963 se toman algunas medidas dirigidas al control de la población como la promoción de las virtudes del matrimonio tardío. Así, los primeros años de la década de 1960 -en las ciudades- se reduce la fecundidad casi a la mitad entre los años 1963 y 1966. Definitivamente en 1972 se asume la política nacional de control de la natalidad o antinatalismo.[22]​ La política de hijo único se establece en zonas urbanas en 1979, relajándose en 2013 cuando se permitió tener dos hijos a las parejas en las cuales el padre o la madre no tengan hermanos.[23]

En el año 1966, la República Socialista de Rumania dirigida por Nicolae Ceaușescu aplicó una política natalista que se tradujo en una represión brutal de la práctica del aborto inducido.[24][25]​ obligando a las mujeres a revisiones ginecológicas periódicas y estableciendo penalizaciones para las mujeres solteras y las parejas sin hijos. La Revolución de 1989 supuso el derrocamiento y ejecución de Nicolae y su esposa Elena Ceauşescu, el 25 de diciembre de 1989, desde dicha fecha cayó el crecimiento de la población en Rumanía como en muchos otros países del Este de Europa.[26]

Algunas naciones como Japón, Singapur, Corea del Sur, y Taiwán han implementado o intentado implementar políticas intervencionistas natalistas, básicamente creando incentivos para las familias numerosas de los nacionales, no aplicables a los inmigrantes de otros países. En la mayoría de los casos se trata de una cuestión macroeconómica -Japón o Singapur- que podría resolverse con inmigración de otros países o claramente nacionalista -aumentar la población frente a un hipotético enemigo -caso de Corea del Sur y Taiwán.[13]

Otro gobierno que ha defendido abiertamente la natalismo es el de la República Islámica del Irán, después de una pérdida enorme de su población durante la Guerra Irán-Iraq. El gobierno de Irán alentó a las parejas casadas a producir la mayor cantidad de hijos con el objeto de reemplazar las bajas de la guerra. Como resultado de esta actitud natalista, Irán ha experimentado un fuerte incremento de su población juventil siendo aproximadamente el 75% del total de su población menor de 30 años en 2007. El objetivo marcado por el ayatolá Ali Jamenei es alcanzar una población de 150 a 200 millones de habitantes, cuando en la actualidad Irán tiene unos ochenta millones de personas.[27]

En agosto de 2014 el Parlamento de Irán aprobó una nueva ley que prohibía las vasectomías y las ligaduras de trompas así como la publicidad de los métodos anticonceptivos con la intención de elevar la tasa de fecundidad que estaba situada en 1,6 hijos por mujer. En mayo de 2014 Ali Jamenei firmó un decreto en el que pedía más bebés para reforzar la identidad nacional. Los sectores reformistas de Irán ven en la nueva ley un intento por devolver a la mujer a su papel tradicional.[28][29]

En Serbia, a finales de los años ochenta y a principios de los noventa del siglo XX se promovió una fuerte propaganda dirigida a las mujeres para parir por motivos patrióticos -defensa de la seguridad nacional-. Las autoridades advirtieron que en la parte este y central de Serbia, así como en la provincia norte (Vojvodina), la natalidad decrecía de forma preocupante, en tanto que en la provincia sur (Kosovo) crecía. El desequilibrio del crecimiento demográfico lo explicaban por motivos económicos y en principio no incluían criterios étnicos, así proponían medidas administrativas como la defensa de la familia ideal con 3 hijos. Sin embargo, ante los escasos resultados el discurso demográfico fue adquiriendo un carácter represivo y racista coincidiendo con el auge de la ideología nacionalista. A partir de enero de 1990 y hasta la actualidad, todas las propuestas de ley conllevan un criterio étnico. En el aspecto legal la resolución sobre la Renovación de Población de enero de 1990, así como las enmiendas realizadas en mayo de 1990) proponen claramente una doble política de población: pronatalidad para Serbia y Vojvodina y antinatalidad para Kosovo.[2]

De acuerdo con el especialista en Tíbet Melvyn Goldstein, la política de natalidad de la Región Autónoma del Tíbet frente a las autoridades chinas se considera como un principio de supervivencia étnica y han conseguido estar fuera de las limitaciones de planificación familiar -como la política de un solo hijo- impuestas por China.[30]​ La comunidad tibetana en el exilio desalienta el mestizaje -las relaciones sexuales con extranjeros-, sin embargo, no estas consignas no son particularmente seguidas por los tibetanos.[31]

En mayo de 2012, el Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan sostuvo que el aborto es un asesinato y anunció que los preparativos legislativos para limitar severamente la práctica están en marcha. Erdogan también argumentó que la práctica del aborto inducido paraliza el crecimiento económico de Turquía. Antes de este cambio, Erdogan había pedido en repetidas ocasiones que cada pareja tenga al menos tres hijos.[32]

En 2014 el gobierno de Portugal lanzó un plan de natalidad ante la pérdida de población. En 2013 hubo 7,9 nacimientos por 1000 habitantes y una mortalidad de 10,2 por 1000 habitantes, con una pérdida de 60.000 habitantes -de 10,48 millones a 10,42- causados tanto por el decrecimiento vegetativo como por la emigración de los jóvenes sin empleo en edad de procrear provocada por la particular crisis financiera en Portugal de 2011-2013 como consecuencia de la crisis económica europea y la crisis económica de 2008-2014. El proyecto plantea que las madres tengan jornada reducida sin perder salario, bonificar a las empresas que contraten a embarazadas así como aumentar las deducciones fiscales por hijos.[33]

En 2017 el gobierno de Polonia bajo el mandato de la primera ministra Beata Szydło del Partido Ley y Justicia, de corte conservador y católico, lanzó una campaña natalista para acabar con el bajo índice de natalidad en la que anima a sus ciudadanos a reproducirse “como conejos”.[34][35]

En Italia el fascismo de Mussolini fue natalista y poblacionista a diferencia la época anterior, de corte liberal, más preocupada por los problemas de la emigración italiana hacia otros países y continentes (Inmigración italiana en Estados Unidos, Inmigración Italiana en Argentina...) El propio Mussolini consideraba el tema demográfico como un elemento clave en la construcción del estado fascista que puede reconocerse en el denominando Discorso dell’ Ascensione,[36]​ en la Cámara de los Diputados el 26 de mayo de 1927.[37]​ En septiembre de 2016 el Ministerio de Sanidad italiano lanzó la campaña Día de la Fertilidad con el objeto de convencer a las mujeres para que sean madres cuanto antes y tengan más hijos.[38]​ Fue polémica y criticada por su contenido racista y sexista.[39]​ En 2017 el movimiento político CasaPound Italia emprendió una campaña de recogida de firmas para impulsar el Reddito Nazionale di Natalità (RNN), una asignación de 500€ mensuales por niño con el objeto de aumentar la natalidad.[40][41]

Muchas religiones, incluido el Islam, el Judaísmo[42]​ y algunas ramas del Cristianismo, incluyendo la La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días,[43]​ y la Iglesia católica[44][45]​ con su Sacramento del matrimonio,[46][47]​ alientan la reproducción y por tanto el natalismo.[48]

Los Amish, por ejemplo, se encuentran entre el grupo religioso con más rápido crecimiento en el mundo, con un promedio de 6,8 hijos por familia.[49]​ El récord demográfico de fecundidad pertenece a una secta anabaptista, los hutteritas, fundada en el siglo XVI por Jakob Hutter, trasladándose en el siglo XIX desde Rusia a Dakota del Sur y extendiéndose por distintas partes de EE. UU. y de Canadá. Su fecundidad es algo superior a los diez hijos al completar su ciclo familiar. Este es el comportamiento que les convierte en el caso de referencia como máxima fecundidad jamás observada empíricamente,[50]

Un movimiento reciente entre los protestantes conservadores, conocidos como los Quiverfull, son defensores de las familias numerosas. Algunos estudiosos advierten que el natalismo de los Quiverfull es similar a otros movimientos fundamentalistas, que también defienden la reproducción entre miembros del grupo religiosos, tales como los Judíos ultra-ortodoxos, luteranos Amish, Laestadian en Finlandia y salafistas en el mundo musulmán.[51][52][53]

Los versículos 88-90 del texto canónico del hinduismo conocido como Leyes de Manu pueden interpretarse como un apoyo a la reproducción: "El que constantemente realiza actos que lleva a los nacimientos futuros se hace igual a los dioses."[54]​ Sin embargo, en el hinduismo existe una fuerte tradición de celibato practicada por los ascetas.

La crítica más importante que puede hacerse, tanto a las políticas de fomento de la natalidad -natalismo- como de control político de la natalidad -antinatalismo-, es la consideración general de que ambas políticas consideran a los seres humanos como meros medios o instrumentos para conseguir distintos fines, ya sean militares, económicos, políticos o étnicos (básicamene trabajadores en abundancia y soldados para los ejércitos).[55][56]​ La libertad individual, establecida en los derechos humanos, los derechos reproductivos, los derechos sexuales y la salud reproductiva, es el instrumento que tienen los seres humanos para decidir o no reproducirse. Las políticas estatales natalistas o antinatalistas son contrarias, desde ese punto de vista, a los intereses y la libertad de los individuos o ciudadanos de los distintos Estados.[57][58]

El economista Dean Baker critica el uso interesado del nacionalismo demográfico a la hora de interpretar ideológicamente las cifras macroeonómicas; así y ante la aparición de datos de baja natalidad se argumentaría el peligro que supone para el mantenimiento de las pensiones. Para Baker, sin embargo, la realidad económica es que la productividad por trabajador está creciendo a cifras muy altas en todo el mundo lo que garantiza el sostenimiento de las pensiones. Considera que, en todo caso, una baja natalidad reduce el número de demandantes futuros de empleo lo que no es un problema para ellos sobre todo cuando se dan coyunturas de alto desempleo.[59][60]

Hervé Le Bras ha criticado el natalismo francés, relacionándolo con el conservadurismo político e incluso con la extrema derecha. En 1990 Le Bras criticó la propia línea oficial del INED, institución en la que entonces era funcionario, lo que produjo un debate público con el director de dicha institución, Gerard Calot. Esta polémica produjo una campaña de desprestigio institucional contra Le Bras, quien respondió publicando dos libros, uno sobre la obsesión natalista francesa[61]​ y, seis años después otro, sobre la vinculación de la demografía con la derecha del país.[62][63]

Hans Rosling demostraría que la relación entre las religiones y el distinto número medio de hijos de las poblaciones que las siguen no existe, por tanto no puede ni debe establecerse esa relación. Los factores que determinan los niveles de fecundidad son múltiples y no existiría relación ni correlación entre religión y fecundidad.[64][65]

El filósofo Jesús Mosterín critica a la Iglesia católica ya que no solamente prohíbe la interrupción voluntaria del embarazo sino también la contracepción, permitiendo solamente la castidad y el 'natalismo salvaje'.[66]

El cuento de la criada, ("The Handmaid's Tale"), escrito por Margaret Atwood, es una distopía sobre la obsesión de la fertilidad y el natalismo. De esta novela de ciencia ficción se hizo una película en 1990, con guion de Harold Pinter, y dirigida por Volker Schlöndorff titulada El cuento de la doncella (Die Geschichte der Dienerin). En 2016 se produjo una serie de televisión de diez capítulos, protagonizada por Elisabeth Moss como Offred. Margaret Atwood trabajó en la serie como consulting producer. La serie obtuvo 5 galardones en los premios Emmy 2017.[67]



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