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Parque de la Ciudadela (Barcelona)



El parque de la Ciudadela (en catalán parc de la Ciutadella) se encuentra en el distrito de Ciutat Vella, en Barcelona (España). Durante muchos años fue el único parque público de la Ciudad Condal. Fue trazado en los antiguos terrenos de la fortaleza de la Ciudadela —de ahí su nombre—, a imagen y semejanza del jardín de Luxemburgo de París. Fue diseñado por José Fontseré e inaugurado en 1881. Pocos años después, en 1888, acogió a la Exposición Universal de Barcelona.

Está situado en el barrio de la Ribera, en el triángulo comprendido entre la estación de Francia, el Arco de Triunfo y la Villa Olímpica. Está delimitado por cuatro vías principales: el paseo de Pujades, el paseo de Picasso, el paseo de Circunvalación y la calle de Wellington. Dispone de diez accesos y tiene una extensión de 17,42 hectáreas (31 con el Zoo de Barcelona). Es el parque urbano más grande de Barcelona después del de Montjuic.[1]

En el parque se encuentra el antiguo Arsenal de la Ciudadela, actual sede del Parlamento de Cataluña, además de diversos edificios: dos antiguos museos que forman parte del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (en curso de reafectación), una iglesia y un colegio (IES Verdaguer), además del Umbráculo y el Invernáculo, dedicados a la conservación de especies botánicas. También alberga el Zoo de Barcelona. En su terreno se halla una extensa colección de arte público que lo convierte en un museo de esculturas al aire libre.[2]

En 1951 el parque fue declarado monumento histórico-artístico y figura en el registro de Bienes Culturales de Interés Nacional del patrimonio catalán y en el registro de Bienes de Interés Cultural del patrimonio español, con el código RI-52-0000030.[3]

El solar en el que se emplaza el parque de la Ciudadela se encuentra en el barrio de la Ribera, en la parte oriental del llano aluvial del río Besós.[4]​ En época medieval estaba situado a extramuros de la ciudad. Era un barrio de pescadores y marineros, cuyas principales construcciones eran la iglesia de Santa María del Mar y los conventos de San Agustín y Santa Clara.[5]

En 1700, la muerte sin descendencia del rey Carlos II provocó un conflicto sucesorio que dio origen a la guerra de Sucesión, donde intervinieron las principales potencias europeas: Francia, en defensa del pretendiente Felipe de Borbón —futuro Felipe V— y el Sacro Imperio Romano Germánico, Gran Bretaña, Países Bajos y Portugal, a favor de Carlos de Austria —futuro emperador Carlos VI—.[6]

Cataluña optó inicialmente por Felipe, el cual juró las constituciones catalanas ante las Cortes en 1701. Sin embargo, algunos excesos cometidos por el virrey Francisco Antonio de Velasco, junto a otros factores, provocaron un giro en las simpatías de algunos dirigentes catalanes, los cuales se pasaron al bando de Carlos, en 1705.[7]

Felipe V intentó recuperar la capital catalana en 1706, con un ejército que sitió Barcelona por tierra y mar, pero fue obligado a retirarse.[8]​ Pese a todo, el éxito de la ofensiva francesa en las batallas de Almansa (1707), Brihuega y Villaviciosa (1710) y la retirada del pretendiente austríaco tras su entronización como emperador en 1711 (Tratado de Utrecht, 1713) dejaron sola a Cataluña.[9]​ Barcelona sufrió un asedio prolongado (14 meses), hasta que la ciudad fue tomada el 11 de septiembre de 1714.[10]

Para mantener la ciudad bajo un firme control, Felipe V mandó construir una fortaleza, la Ciudadela, como parte integrante de un conjunto militar para dominar la ciudad en el que, junto a la Ciudadela propiamente dicha, se reconstruyó el castillo de Montjuïc, un antiguo baluarte situado en lo alto de la montaña homónima. La construcción de la Ciudadela se encargó al ingeniero militar de origen flamenco Joris Prosper van Verboom y se realizó entre 1716 y 1751. Era un baluarte amurallado de forma pentagonal, con una fosa de protección y una explanada de 120 m de separación entre las murallas y las construcciones de alrededor.[11]

Para su construcción fue necesario demoler parte del barrio de la Ribera: se derribaron 1200 casas, se desvió la Acequia Condal y se derribaron diversos edificios de interés artístico, como los conventos de San Agustín, Santa Clara y Nuestra Señora de la Piedad, la iglesia de Santa Marta y el hospicio de Montserrat.[12]​ En total se desalojó a unas 4500 personas, que no recibieron indemnización alguna y fueron abandonadas a su suerte. Algunas fueron recolocadas tres décadas más tarde en el nuevo barrio de la Barceloneta, en unos terrenos ganados al mar.[13]

La fortaleza estaba formada por cinco baluartes (del Rey, de la Reina, del Príncipe, de Don Felipe y de Don Fernando), unidos por muros rectilíneos con revellines, y también tenía otras dos pequeñas fortificaciones en las inmediaciones, el fuerte Pío y el de Don Carlos. En su interior, la torre de San Juan servía de prisión y la acompañaban diversas edificaciones para el acuartelamiento, entre las que destacaban el arsenal, la capilla y el palacio del gobernador.[14]​ Cabe señalar que la torre de San Juan había sido el campanario de la iglesia de Santa Clara, que se aprovechó para su nuevo cometido tras algunas reformas.[15]

Con el tiempo, la Ciudadela se convirtió en un símbolo de represión y en ella fueron ajusticiados numerosos presos políticos, especialmente durante la ocupación napoleónica y durante el gobierno absolutista de Fernando VII. Entre 1828 y 1830 el capitán general Carlos de España inició una brutal represión contra los liberales, con cientos de ejecuciones y miles de encarcelamientos, generalmente sin juicio ni pruebas.[16]​ En 1836, las noticias llegadas a la ciudad de los excesos cometidos por los carlistas condujeron a la multitud a asaltar la cárcel de la Ciudadela y matar a unos cien carlistas prisioneros de guerra.[17]

En 1841, la Junta de Vigilancia constituida en la ciudad tras el acceso al poder del general Espartero inició el derribo de la fortaleza, pero el fracaso del golpe antiesparterista de O'Donnell en Pamplona paró la iniciativa y el Ayuntamiento fue obligado a reconstruir las partes derribadas, unas obras que se prolongaron hasta 1850.[18]

Con todo, a principios del siglo XIX se realizaron en torno a la Ciudadela diversas mejoras urbanísticas, como la apertura del paseo de la Explanada (1797), una amplia avenida jalonada de álamos y olmos y decorada con fuentes ornamentales, que durante un tiempo fue el principal espacio verde de la ciudad, desaparecido durante las obras de urbanización del parque de la Ciudadela;[19]​ o la instalación en 1816 del jardín del General, el primer jardín público de la ciudad, una iniciativa del capitán general Francisco Javier Castaños, con una extensión de 0,4 ha, desaparecido en 1877 también durante la urbanización del parque.[20]

En 1854 se derribaron las murallas medievales de la ciudad, aunque tal circunstancia no afectó a la fortaleza. El derribo de las murallas propició el Ensanche de Barcelona, que se canalizó con un proyecto de Ildefonso Cerdá elaborado en 1859: el Plan Cerdá instituía un trazado ortogonal entre Montjuïc y el Besós, con un sistema de calles rectilíneas que delimitaban una serie de manzanas de planta octogonal.[21]​ En el trazado de Cerdá la Ciudadela estaba ocupada por manzanas de viviendas, excepto la parte septentrional, donde ubicaba un parque y un centro de servicios; por otro lado, este sector habría estado partido por la avenida Meridiana. Sin embargo, esta parte del Plan Cerdá no llegó a realizarse.[22]

Finalmente, con el estallido de la Revolución de 1868 se abrió el camino para la demolición de la Ciudadela: el 12 de diciembre de 1869, el gobierno del general Prim aprobó el decreto que cedía la fortaleza a la ciudad con la condición de que el terreno fuese destinado a un jardín público y el Ayuntamiento se hiciese cargo del coste de la demolición.[11]​ Se comenzó con el derribo de la torre de San Juan, la prisión militar situada en la plaza de armas de la Ciudadela. De la fortaleza original quedaron solo la capilla (actual Parroquia Castrense), el palacio del gobernador (hoy en día un instituto de educación secundaria, el IES Verdaguer) y el arsenal, actual sede del Parlamento de Cataluña. Las obras de derribo corrieron a cargo del arquitecto municipal Antonio Rovira y Trías.[23]

Ante la perspectiva del derribo de la Ciudadela creada tras la revolución de 1868 surgieron ya algunos anteproyectos de arquitectos y maestros de obras que ofrecieron sus propuestas al Ayuntamiento: ese fue el caso de Miquel Garriga i Roca (15 de octubre de 1868, 17 de noviembre de 1868 y 29 de septiembre de 1871), José Fontseré (19 de octubre de 1868) y Ermengol Támaro (27 de febrero de 1869). Todos ellos compartían la idea de una gran zona de ocio combinada con la construcción de un palacio de exposiciones, en la línea del construido en 1860 en el Campo de Marte —una explanada frente a la Ciudadela— para la visita de la reina Isabel II.[24]

Para el proyecto del parque la comisión del Ayuntamiento que dirigía la reconversión de la Ciudadela, presidida por Francisco de Paula Rius y Taulet, convocó un concurso público en 1871. El jurado estaba formado mayoritariamente por políticos y la ambigüedad de las bases y el hecho de que estuviese abierto a cualquier persona, fuese arquitecto o no, generó confusión entre los participantes. Por otro lado, la obtención del premio no comportaba la adjudicación de las obras.[23]

El 19 de marzo de 1872 el concurso se declaró desierto y se concedió un primer accésit al proyecto presentado por Josep Fontseré bajo el lema «los jardines son a las ciudades lo que los pulmones al cuerpo humano». Hubo sospechas de que la adjudicación fue realizada a dedo y la polémica se acrecentó porque Fontserè no era arquitecto, sino maestro de obras, por lo que no podía realizar obras públicas, monumentales o religiosas.[25]​ También se otorgó una segunda mención al proyecto de un arquitecto milanés, Carlo Maciachini, quien esbozó un proyecto más académico y estético, pero inconexo con la trama urbana de Barcelona, seguramente por desconocimiento de la misma.[26]

Fontseré proyectó unos amplios jardines para esparcimiento de los ciudadanos,[27]​ inspirado en jardines europeos como los de William Rent en Inglaterra, André Le Nôtre en Francia o las villas de recreo de Roma y Florencia.[28]​ Junto con la zona verde proyectó una plaza central con un palacio de exposiciones, un paseo de circunvalación, una fuente monumental y diversos elementos ornamentales, dos lagos y una zona de bosque, además de diversos edificios auxiliares e infraestructuras, como un mercado (el del Borne), un matadero, un depósito de agua (actual Biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra), un puente de hierro sobre las líneas de ferrocarril y varias casetas de servicios.[28]

El proyecto de Fontseré tuvo en cuenta su articulación con el Ensanche de Cerdá: las principales vías del parque estaban encuadradas con la trama cerdaniana, con una orientación preferente hacia la parte nueva de la ciudad a través del paseo de San Juan; la conexión con la parte vieja de la ciudad se efectuaba a través de una transición ortogonal articulada mediante el mercado; las vías del parque se diferenciaban entre las destinadas a carruajes en el exterior y los caminos peatonales en el interior. Incluso el previsto palacio de la plaza central, denominado por Fontseré de la Industria y las Bellas Artes, tenía un trazado octogonal similar a las manzanas del Ensanche, dentro del cual el edificio tendría una forma de cruz griega y en los cuatro chaflanes habría unos claustros triangulares.[29]

Este proyecto se realizó solo parcialmente: el elemento no construido más relevante fue el gran palacio de la plaza central, mientras que de los dos lagos solo se instaló uno. Hay que tener en cuenta además que Fontseré no preveía mantener ningún edificio de la Ciudadela, como finalmente sucedió. En cuanto al proyecto paisajístico, Fontseré combinó la racionalidad de los parterres de filiación clasicista con la exuberancia y frondosidad de los jardines románticos, en un ejercicio de eclecticismo típico de la arquitectura historicista de mediados del siglo XIX.[30]

El 22 de marzo de 1872 se adjudicó la dirección de las obras a Fontserè, al frente de una comisión integrada por los arquitectos Elías Rogent, Joan Torras y Antonio Rovira y Trías.[31]​ Los primeros trabajos se efectuaron en 1873, aunque las obras se prolongarían hasta 1886.[32]​ Ese año Fontseré fue sustituido por Elías Rogent de cara a los trabajos para la Exposición Universal.[31]

La lentitud de las obras fue motivada principalmente por el hecho de que la comisión no abordó el proyecto en su conjunto, sino que fue aprobando paulatinamente trabajos parciales, hecho que motivó finalmente la mutilación del proyecto original de Fontseré. También influyeron las dificultades presupuestarias motivadas generalmente por la alternancia política al frente del Ayuntamiento, así como los pleitos judiciales con los herederos de los antiguos propietarios del terreno desposeídos por Felipe V para la construcción de la fortaleza.[31]

Fontseré contó con la colaboración de un joven Antoni Gaudí, que intervino en el proyecto de la Cascada Monumental, uno de los puntos neurálgicos del parque, donde realizó el proyecto hidráulico y diseñó una gruta artificial debajo de la Cascada. También trabajó probablemente en la reja de entrada y en la balaustrada del monumento a Aribau.[33]

Los trabajos de jardinería fueron responsabilidad de Ramón Oliva, director de los jardines públicos de Barcelona desde 1874 y responsable también de diversos proyectos jardinísticos en otras ciudades españolas, como el Campo Grande de Valladolid y el Campo del Moro de Madrid. Oliva, formado en Bélgica, aplicó a la jardinería las innovaciones de la Revolución Industrial, especialmente en el uso de maquinaria, pero también en la gestión con criterios empresariales.[34]

Las primeras obras se efectuaron en la zona del Borne, donde el antiguo paseo de la Explanada fue reconvertido en una nueva zona residencial cuyos beneficios sirvieron para sufragar las obras del parque; aquí se edificó además el mercado del Borne.[31]​ En 1874 la restauración de la monarquía debilitó la posición de Fontseré, que era republicano, y desde el año siguiente todas sus intervenciones debían ser aprobadas previamente por Rovira i Trias.[31]​ Ello comportó, por ejemplo, que el proyecto de Fontseré para el Museo Botánico fuese desestimado y sustituido por otro de Rovira, el Museo Martorell de Arqueología y Ciencias naturales.[35]

La llegada a la alcaldía de Rius y Taulet en 1881 relanzó el proyecto y durante los siguientes años se finalizaron numerosas obras, como la de la Gran Cascada en 1882, la del Umbráculo en 1883 —edificado según un diseño de Fontseré— o la Vaquería Suiza —un café-restaurante situado junto a la estación de Francia— en 1884. Sin embargo, en 1884 se acordó mantener diversos edificios de la antigua fortaleza y reconvertirlos en museos y palacios de exposiciones, lo que eliminó definitivamente el proyecto fontseriano de un gran palacio central.[36]​ En 1888 se construyó el puente de la sección marítima, que conectaba el parque con el mar por encima de las vías de tren, obra del ingeniero Cayetano Buigas, que fue derribado en 1939 debido a su mal estado de conservación tras la Guerra Civil.[37]

Por otro lado, en los años 1880 surgió una nueva concepción de parque más simbólico y vinculado al catalanismo, alejado de la asepsia política que le había conferido Fontseré, lo que se concretó en monumentos como los dedicados a Prim o Aribau, o en el proyecto de una galería de catalanes ilustres que se concretaría en el cambio de siglo con la colocación de diversos bustos de catalanes destacados en diversas actividades.[36]

El parque de la Ciudadela fue concebido como un parque científico y de difusión de la cultura, en el marco de los adelantos científicos logrados en el siglo XIX. Buena parte de las obras arquitectónicas efectuadas respondían a ese objetivo, como el Umbráculo y el Invernáculo, los cuales, junto a un jardín botánico que finalmente no se constituyó, suponían unos exponentes de conservación y divulgación de especies botánicas; o los antiguos museos de Geología (el Museo Martorell) y de Zoología (el Castillo de los Tres Dragones), que, aunque actualmente desafectados, junto al parque zoológico siguen estando dedicados a las ciencias naturales, puesto que los dos forman parte del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. Para la ubicación de estos museos Fontseré se inspiró en el Jardin des Plantes de París, cuyos museos de historia natural se encuentran en los laterales.[38]

Además de las muestras exhibidas en el interior de los museos se situaron a lo largo del parque diversos exponentes de contenido científico: en el exterior del Museo Martorell se colocaron una serie de piedras y rocas de diverso origen, así como un dolmen y un menhir procedentes de Capmany (Alto Ampurdán); aunque estos dos últimos ya no se encuentran aquí, la colección de rocas todavía es visible frente al museo.[38]

Frente al Umbráculo se situó también un parque meteorológico, planificado por el marino, historiador y meteorólogo José Ricart y Giralt en 1884, que incluía una columna meteorológica y una mesa de mármol con distancias entre Barcelona y las principales ciudades del mundo. La primera incluía un reloj de sol, un termómetro, un barómetro y un higrómetro, al tiempo que la columna de mármol, de forma prismática, señala los cuatro puntos cardinales; los aparatos se han perdido y hoy día solo queda la columna. En cuanto a la mesa de distancias, está diseñada en estilo Beaux-Arts, y tiene un punto en el centro que señala Barcelona y el resto de ciudades colocado de forma radial.[39]

Por otro lado, estaba previsto hacer una serie de réplicas de animales prehistóricos, de los cuales solo se realizó el Mamut, obra de Miquel Dalmau de 1907, situado junto al lago. También debía haber un parque geológico, del cual el único elemento confeccionado fue una réplica de la montaña de Montserrat, que aún se conserva dentro del recinto del Zoo, dedicada a la fauna ibérica. El conjunto se completaba con la cascada, que incluía un acuario y una gruta con estalactitas, hoy día cerrada al público.[38]

La idea de organizar una Exposición Universal en Barcelona la tuvo el empresario gallego Eugenio Serrano de Casanova, pero ante la imposibilidad de Serrano de llevar a cabo el evento en solitario asumió el proyecto el Ayuntamiento presidido por Francisco Rius y Taulet.[40]​ El certamen fue proyectado inicialmente para 1887, pero el retraso en la organización del evento provocó su postergación al año siguiente, fecha que incluso fue un poco ajustada para concluirla satisfactoriamente, pero al estar prevista para 1889 una nueva exposición en París no se pudo relegar más.[41]

El 30 de abril de 1886 Fontseré fue destituido como director de las obras del parque, ya que se había mostrado reacio a albergar la exposición en el recinto, que se habría visto afectado por las obras del evento; en su lugar fue nombrado director Elías Rogent. El nuevo arquitecto tuvo que sortear numerosas dificultades, entre otras el abandono final del ejército de las instalaciones militares, ya que hasta el 4 de septiembre de 1888 no se libró al Ayuntamiento el último edificio, el arsenal.[42]​ Rogent amplió el entramado urbanístico del parque a través del Salón de San Juan, del paseo de la Aduana y hacia el mar a través de la sección marítima del certamen. Junto a las nuevas construcciones integró los edificios de la vieja fortaleza y llevó a cabo diversos trabajos de infraestructuras en el parque, especialmente en lo relativo a la jardinería, la iluminación y el suministro de agua.[43]

La Exposición Universal tuvo lugar entre el 8 de abril y el 9 de diciembre de 1888. Además de la sección oficial, concurrieron un total de 22 países de todo el mundo y recibió unos 2 240 000 visitantes. El incentivo de los actos feriales conllevó la mejora de las infraestructuras de toda la ciudad, que dio un enorme salto hacia la modernización y el desarrollo. Asimismo, supuso el banco de pruebas de un nuevo estilo artístico, el modernismo, que hasta principios del siglo XX fue el que imperó en las nuevas construcciones de la ciudad.[44]

Para la Exposición se construyó el Arco de Triunfo, diseñado por José Vilaseca en estilo neomudéjar.[45]​ Entre los pabellones del recinto, la mayoría derribados tras el certamen, destacaba el palacio de Bellas Artes, obra de Augusto Font Carreras, así como el palacio de la Industria, de Jaume Gustà. También cabe destacar el pabellón de la Compañía Trasatlántica, de Antoni Gaudí, y el Hotel Internacional, de Lluís Domènech i Montaner.[46]​ Fuera del recinto se construyó el monumento a Colón, obra del ingeniero Cayetano Buigas, con una escultura del descubridor obra de Rafael Atché.[47]

Por otro lado, se urbanizó todo el frente marítimo de la ciudad, entre el parque de la Ciudadela y las Ramblas, a través de la construcción del paseo de Colón y un nuevo muelle, el Moll de la Fusta (muelle de la Madera). Igualmente, se empezó a urbanizar la plaza de Cataluña, un proceso que culminaría en 1929 gracias a otra Exposición, la Internacional de Industrias Eléctricas; se cubrió la Riera d'en Malla, dando lugar a la rambla de Cataluña; se inició la avenida del Paralelo y se prolongó el paseo de San Juan hacia Gracia y la Gran Vía de las Cortes Catalanas hacia poniente.[48]​ También se dotó de iluminación eléctrica a las primeras calles de Barcelona: la Rambla, el paseo de Colón, la plaza de San Jaime y el interior del recinto de la Exposición.[49]

Varios de los edificios construidos para la Exposición se han conservado: el restaurante (conocido como Castillo de los Tres Dragones y actual «Laboratorio de Naturaleza» del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona), obra de Lluís Domènech i Montaner; el Invernáculo, obra de Josep Amargós; el Museo Martorell, de Antonio Rovira y Trías; y el Umbráculo, de José Fontseré.

Foto histórica del Arco de Triunfo

Entrada al parque por el Salón de San Juan y vista del café-restaurante (Castillo de los Tres Dragones)

Pabellón de la Compañía Trasatlántica, de Antoni Gaudí

Hotel Internacional, de Lluís Domènech i Montaner

Palacio de las Ciencias, de Pere Falqués

Palacio de Bellas Artes, de Augusto Font Carreras

Vista aérea del palacio de la Industria, de Jaume Gustà i Bondia

Tras la Exposición decayó la euforia inicial con que se había acometido el diseño del parque y muchos de los proyectos pensados inicialmente para el recinto quedaron en el tintero, como un panteón de catalanes ilustres, una biblioteca de autores catalanes, un jardín botánico o la reconversión del antiguo arsenal en palacio real.[50]

Las siguientes intervenciones en el parque siguieron las líneas generales del proyecto de Fontseré, aunque con modificaciones. El objetivo siguió siendo un parque destinado al ocio, la cultura y el simbolismo catalanista. Los primeros trabajos se encaminaron al desmantelamiento de los pabellones construidos de forma provisional para la Exposición —algunos de ellos se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX, como el palacio de Bellas Artes o la nave central del palacio de la Industria—, así como la restauración y consolidación de los que debían quedar de forma permanente. Las principales dificultades consistieron en armonizar dentro del parque la zona del antiguo patio de armas y el espacio semicircular dejado por el palacio de la Industria.[51]

En 1892 se inauguró el Zoo, con animales procedentes de la colección privada de Lluís Martí i Codolar.[52]​ Dos años después, en 1894, en el transcurso de las obras de reurbanización del parque, se emplazaron dos plazoletas con fuentes, situadas a ambos lados de la nave central del palacio de la Industria. La primera, la fuente del Águila, fue derribada en 1963 en el transcurso de unas obras de ampliación del Zoo; la segunda, la Dama del paraguas, obra de Joan Roig i Solé de 1884, se encuentra actualmente dentro del Zoo.[53]

En 1904 se instaló en la plaza de armas del parque un velódromo, formado por una pista de madera para bicicletas y gradas también de madera para los espectadores. Inaugurado el 27 de septiembre, a finales de ese mismo año fue desmontado.[54]

Durante los primeros años del siglo XX el parque fue objeto de numerosos estudios para establecer unas directrices definitivas sobre su función y su ubicación en el entramado urbano, especialmente ante la aprobación en 1903 del nuevo proyecto urbanístico para la Ciudad Condal, el Plan Jaussely.[55]​ El antiguo arsenal fue restaurado por Pere Falqués entre 1904 y 1915, y ese último año fue inaugurado como Museo de Arte Moderno.[56]​ Por otro lado, desde 1905 surgió la idea de celebrar otra exposición internacional —que no se produjo hasta 1929—, para lo que se barajó de nuevo el escenario de la Ciudadela, relegado posteriormente por la montaña de Montjuïc.[57]

Desde 1908 se celebraron en el palacio de Bellas Artes los Juegos Florales y surgió la idea de colocar como colofón cada año un busto dedicado a un personaje ilustre catalán, retomando el antiguo proyecto de un panteón de catalanes ilustres, aunque en este caso al aire libre. Se siguió esta costumbre hasta 1913, ya que al año siguiente se interrumpió por el estallido de la Primera Guerra Mundial. En esos años se colocaron los bustos de Manuel Milá (1908), Emili Vilanova (1908), Marian Aguiló (1909), Víctor Balaguer (1910), Lleó Fontova (1910), Teodoro Llorente (1912) y Joan Maragall (1913). La mayoría se encuentra en el llamado «jardín romántico», en el sector occidental del parque.[58]

En 1911 se instaló en el antiguo patio de armas de la fortaleza el parque de atracciones Saturno Park. En su día fue el lugar de ocio predilecto de los barceloneses, que disfrutaban de atracciones como las montañas rusas Los Urales, el tobogán Water Chutt, la pista de coches eléctricos Witching Waves o la pista de patinaje Skating Ring.[59][60]​ El recinto cerró en 1921 y en su lugar se instaló un jardín proyectado por Jean-Claude Nicolas Forestier, donde destaca un estanque ovalado con la célebre escultura Desconsuelo, obra de Josep Llimona.[59]

Por otro lado, en 1913 la Vaquería Suiza fue reconvertida en sede del Servicio Municipal de Alcantarillado e Higiene, aunque en 1926 fue derribada y en su lugar se construyó un colegio, el actual CEIP Parc de la Ciutadella.[61]

En 1916 se construyó un casino entre el lago y la cascada, obra del arquitecto Josep Plantada en estilo renacentista francés. Tenía dos pisos, el inferior destinado a café-restaurante y el superior donde se ubicaba el casino. Fue derribado en 1964.[62]

El arquitecto y paisajista Nicolau Maria Rubió i Tudurí, director de Parques y jardines de Barcelona, efectuó algunas intervenciones en el parque en 1927: mandó derribar el palacio de la Industria, restauró jardines y edificios, amplió el Zoo, trazó un nuevo diseño para el llamado paseo Militar —el que va de la estatua de Prim a la calle Wellington—, amplió los jardines diseñados por Forestier y adaptó el paseo de Circunvalación al tránsito automovilístico.[57]

En 1932 el arsenal de la antigua fortaleza fue convertido en sede del nuevo Parlamento de Cataluña, tras la restauración de la Generalidad al inicio de la Segunda República.[63]​ El Plan Macià, un ambicioso proyecto urbanístico trazado por Josep Lluís Sert y Le Corbusier que no llegó a realizarse, preveía para todos los edificios del parque un uso dedicado a instituciones autonómicas.[64]

Tras la Guerra Civil fueron derribados algunos edificios e infraestructuras dañados por los bombardeos, como el palacio de Bellas Artes o el puente de la sección marítima. El arsenal fue de nuevo dedicado a Museo de Arte Moderno, el cual fue inaugurado en 1945. La iglesia, que en 1934 había sido destinada a panteón del presidente de la Generalidad Francesc Macià, fue reconvertida en capilla castrense. El palacio del gobernador se convirtió en un instituto femenino de educación secundaria.[64]

El nuevo consistorio franquista descuidó el parque durante bastantes años e incluso aprobó una ampliación del adyacente mercado de frutas y verduras que comportó la eliminación de varias filas de árboles del paseo del General Martínez Anido (actualmente de Picasso). Esta actuación provocó una reacción de la opinión pública barcelonesa a favor del parque, lo que conllevó que el 21 de diciembre de 1951 fuese declarado jardín histórico-artístico, tras un dictamen de la Academia de San Fernando de Madrid.[64]

La etapa al frente de la alcaldía de José María de Porcioles (1957-1973) significó un nuevo impulso para el parque, que fue restaurado y donde se trazaron nuevos proyectos. En 1956 se aprobó la ampliación y modernización del Zoo, con unos nuevos criterios más naturalistas y unas nuevas instalaciones más atractivas para el público. El acotamiento del nuevo Zoo, que ocupaba más de un tercio de la superficie del parque, inutilizó diversos tramos del paseo de Circunvalación, que fueron destinados en 1961 a zonas verdes. Entre 1958 y 1965 surgieron varios proyectos destinados al público infantil: una ciudad en miniatura, un jardín infantil con biblioteca y un parque de tránsito. Entre 1961 y 1964 se remodelaron los jardines del lago, lo que conllevó el derribo del casino ubicado en esa zona.[65]

Tras el restablecimiento de la democracia el arsenal volvió a su labor parlamentaria y la colección de arte fue trasladada al Museo Nacional de Arte de Cataluña.[66]​ En esta etapa el parque ha sufrido pocas modificaciones y se han mantenido sus líneas generales. La mayor parte de las intervenciones se han efectuado en su entorno: apertura del tramo inferior de la avenida Meridiana, soterramiento parcial de las vías de tren que salen de la estación de Francia, traslado del mercado de frutas y verduras, nuevas estaciones de metro, trazado del cinturón litoral y saneamiento de las playas, un proceso que culminaría con la ubicación próxima al parque de la Villa Olímpica construida para los Juegos Olímpicos de 1992.[67]

En 1982 se abrió el paseo del Borne, que unía el mercado con la iglesia de Santa María del Mar, con un proyecto de Roser Amadó y Lluís Domènech i Girbau. La reforma comportó la remodelación del paseo de Picasso, que contó como elemento más destacado la instalación del monumento Homenaje a Picasso, obra de Antoni Tàpies.[68]

Con motivo del centenario del parque en 1988 se efectuaron diversas obras de rehabilitación: se restauró el Umbráculo, se actualizó la iluminación, la canalización de riego y el mobiliario urbano, y se etiquetaron numerosas especies vegetales.[69]

Entre las últimas intervenciones efectuadas cabe señalar las producidas entre 2009 y 2010, que generaron bastante polémica: se eliminó el parque infantil de tránsito, cuyos terrenos fueron aglutinados al Zoo, con la pérdida de uno de los dos jardines de ampliación de la plaza de armas proyectado por Rubió i Tudurí en 1927; y se construyó un polideportivo junto a la entrada al parque por la avenida de Picasso, lo que supuso la pérdida de 2000 m² de jardines.[70]

Desde inicios del siglo XXI se han formulado diversos proyectos de reforma y ampliación del parque, una de cuyas premisas principales sería la de conectarlo con la playa, salvando las vías de tren de la estación de Francia: un primer proyecto, desarrollado por Enric Batlle y Joan Roig, se planteó en 2003 bajo la alcaldía de Joan Clos; en 2012, bajo la alcaldía de Xavier Trias, se esbozó otro a cargo de Enric Ruiz-Geli; por último, en 2018 se anunció otro proyecto durante la alcaldía de Ada Colau, que además de extender el parque hasta el mar incluiría la rehabilitación del Invernáculo, el Umbráculo y el Castillo de los Tres Dragones.[71]

El parque de la Ciudadela tiene forma rectangular por tres de sus lados y semicircular en su parte oriental, marcada por el paseo de Circunvalación. Cada uno de los tres lados rectangulares tenía un paseo interior paralelo a las vías exteriores que lo circundan, de los que se conservan dos: el de los Tilos, paralelo al paseo de Picasso, a cuyo largo se sitúan los edificios supervivientes de la Exposición de 1888; y el de los Álamos, paralelo al paseo de Pujades, que actualmente recibe el nombre de paseo de Joaquim Renart, un pintor, decorador y coleccionista, fundador de Fomento de las Artes Decorativas;[72]​ el tercero, el de los Olmos, era paralelo a la calle de Wellington, pero desapareció en la ampliación del Zoo.

Los jardines situados frente al Museo Martorell llevan el nombre de Fontseré Mestre, por el autor del proyecto del parque.[73]​ Un sector de estos jardines recibe asimismo el nombre de jardín del Cambalache, procedente de una exposición realizada en la Fundación Antoni Tàpies en 2001, en cuya terraza se situó una mezcla de huerto y jardín con diversos objetos, una obra de land art del escultor sevillano Federico Guzmán.[74]

El parque destaca por su gran extensión ajardinada, con amplias arboledas y zonas para pasear, así como el lago y la cascada. El lago es uno de los centros neurálgicos del parque, con varios islotes y gran profusión de plantas exóticas y animales acuáticos; se puede navegar en él con barcas de remos. Junto a la cascada se encuentra el Jardín Romántico, con una gran variedad de especies vegetales, dentro del cual se halla la glorieta con el monumento a Aribau, en un terreno elevado delimitado por una balaustrada de piedra con florones. En la antigua plaza de armas hay un estanque ovalado con la célebre escultura Desconsuelo, obra de Josep Llimona. Cerca de esta plaza y frente a la entrada al Zoo se halla el monumento a Prim. Jalonan el parque diversas esculturas más, que forman en conjunto un auténtico museo al aire libre.[75]

La zona cuenta además con diversos equipamientos, como un área de juego infantil, una zona para perros, bar, lavabos, una ludoteca, un área de pícnic, mesas de ping-pong y una estación de compostaje.

El recinto del parque es escenario habitual de numerosos actos sociales y culturales, y suele ser uno de los epicentros de las fiestas de la Merced. También suele ser escenario de manifestaciones y actos políticos y reivindicativos, debido a la presencia del Parlamento de Cataluña, especialmente el 11 de septiembre, Día Nacional de Cataluña.[2]

El parque de la Ciudadela tiene más de un centenar de especies, muchas de ellas plantadas en el siglo XIX, por lo que es uno de los parques más antiguos de la ciudad. Son abundantes el tilo (Tilia X europaea, Tilia tomentosa y Tilia X euchlora), la magnolia (Magnolia grandiflora), el álamo (Populus alba y Populus alba "Pyramidalis") y el plátano (Platanus X hispanica), que se encuentran junto a otras especies como el almez (Celtis australis), la paulownia (Paulownia tormentosa), el árbol de los escudos (Ginkgo biloba), la acacia (Robinia pseudoacacia), la acacia de Constantinopla (Albizia julibrissin), el ciprés (Cupressus macrocarpa y Cupressus sempervirens), el pino australiano (Casuarina cunnighamiana), el naranjo de Luisiana (Maclura pomifera), la bellasombra (Phytolacca dioica), el castaño de Indias (Aesculus hippocastanum), el ciprés calvo (Taxodium distichum), la palmera de Canarias (Phoenix canariensis), la palmera datilera (Phoenix dactylifera), la palmera azul (Brahea armata), la yuca (Yucca elephatipes), el laurel (Laurus nobilis), el taray (Tamarix gallica), la adelfa (Nerium oleander), el azahar de la China (Pittosporum tobira) y el huso japonés (Euonymus japonicus).[27]

Varios de los árboles del parque están incluidos en el Catálogo de árboles de interés local de Barcelona: una acacia de Constantinopla (Albizia julibrissin), un naranjo de Luisiana (Maclura pomifera), un pino australiano (Casuarina cunninghamiana) y un Quercus polymorpha, así como los cipreses calvos (Taxodium distichum) del lago.[27]​ Frente al Museo Martorell hay un pino marítimo (Pinus pinaster) que fue donado en 1999 por Montserrat Pla, viuda de Nicolau Maria Rubió i Tudurí.[76]

La fauna del parque está compuesta principalmente por aves, de las que hay censadas más de cien especies diferentes, entre las que destacan las garzas reales, cuya colonia es actualmente la más importante de Cataluña.[27]​ Entre otras especies, se pueden encontrar en el parque: agateador común, ánade azulón, ánsar común, aratinga mitrada, aratinga ñanday, avión común, busardo ratonero, carbonero común, colirrojo tizón, cotorra argentina, cotorra de Kramer, cuervo, curruca cabecinegra, curruca capirotada, estornino negro, estornino pinto, gallineta común, garceta común, garcilla bueyera, gaviota patiamarilla, gaviota reidora, gorrión común, grajilla, halcón peregrino, herrerillo común, ibis sagrado, jilguero, lavandera blanca, lavandera cascadeña, mirlo común, mosquitero común, paloma bravía, paloma torcaz, pato criollo, pato doméstico, petirrojo europeo, tórtola turca, urraca, vencejo real, etc.[77]


El parque cuenta con diez accesos, de los cuales destacan dos puertas monumentales, una situada en el paseo de Pujades y otra en el paseo de Picasso. Fueron diseñadas por Josep Fontserè, aunque habitualmente se ha adjudicado su realización a Antoni Gaudí, ayudante de Fontserè por aquel entonces.[78]

Las puertas fueron construidas entre 1876 y 1880, y presentan unas rejas de hierro con unas farolas de elaborado diseño: en la base tienen unos relieves de leones, sobre la que se sitúa el fuste del candelabro con el escudo de Barcelona y un conjunto de siete u ocho globos de iluminación, sobre los que se yergue un mástil rematado por un yelmo con corona y un murciélago. Hoy día se encuentran en bastante mal estado.[79]

Otro elemento destacado de las puertas son las esculturas, dos en cada una de ellas, situadas sobre unos pedestales flanqueando la entrada. Son de significado alegórico: en el paseo de Pujades figuran el Comercio y la Industria, obra de Agapito Vallmitjana; en el paseo de Picasso se hallan la Marina y la Agricultura, elaboradas por Venancio Vallmitjana. Fueron colocadas en 1884.[80]

En la entrada por el paseo de Pujades hay una placa con la siguiente inscripción:

La Cascada Monumental fue construida entre 1875 y 1888 con un diseño general de José Fontseré, mientras que el proyecto hidráulico fue de Antoni Gaudí. El conjunto arquitectónico presenta una estructura central en forma de arco triunfal con dos pabellones en sus costados y dos alas laterales con escalinatas, que acogen un estanque dividido en dos niveles. El monumento destaca por su profusión escultórica, en la que intervinieron varios de los mejores escultores del momento: destaca el grupo escultórico de hierro forjado La Cuadriga de la Aurora, de Rossend Nobas, así como El nacimiento de Venus, de Venancio Vallmitjana; el frontón es obra de Francisco Pagés Serratosa. Otras esculturas son: Anfítrite, de Josep Gamot; Neptuno y Leda, de Manuel Fuxá; y Dánae, de Joan Flotats. Asimismo, Rafael Atché realizó los cuatro grifos que expulsan agua por la boca, en la parte inferior del monumento.[82]


La glorieta de música se sitúa frente a la Cascada Monumental. El principal elemento es un quiosco donde se emplazaba antiguamente la banda de música municipal, obra de Antoni Maria Gallissà construida en 1884. Elaborado en piedra, hierro y madera, tiene una base circular con un banco convexo de trencadís dividido en siete secciones separadas por pilastras coronadas con esferas, mientras que una octava parte de la base tiene unas escaleras; sobre esta base se sitúa la plataforma para la banda de música, cercada con una barandilla de hierro forjado, y de aquí se elevan ocho pilares que sostienen una cubierta octogonal con una estructura de jácenas y cartelas, rematada por un cupulín también octogonal. En 2013 este espacio fue denominado glorieta de la Transexual Sonia, en honor de Sonia Rescalvo, una transexual asesinada en ese lugar por un grupo de neonazis en 1991.[83]

La antigua plaza de armas de la Ciudadela fue remodelada en 1921 con un proyecto del paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier. Llegado a Barcelona en 1915 para el ajardinamiento de la montaña de Montjuïc de cara a la celebración de la Exposición Internacional, se aprovechó su presencia para el diseño de esta zona del parque, que aún no había sido reconvertida desde su anterior uso militar. El proyecto de Forestier es de 1916, aunque no se ejecutó hasta 1921, fecha en que desapareció el parque de atracciones Saturno Park, ubicado en la plaza.[84]

El proyecto de Forestier se enmarcó en un estilo clasicista acorde con el marco arquitectónico que lo envuelve, los edificios de la antigua fortaleza del siglo XVIII. Dentro del trazado rectangular de la plaza situó en el centro un estanque ovalado rodeado de una serie de parterres que proyectan en conjunto la misma forma ovalada. Forestier escogió para la vegetación árboles de pequeño tamaño y arbustos, más adecuados a la geometría del trazado y a la contemplación visual del entorno. Para presidir el conjunto en el centro del estanque escogió la escultura Desconsuelo, de Josep Llimona, una obra modernista que se convertiría en uno de los emblemas del parque —la que se encuentra actualmente en el parque es una copia, ya que el original fue trasladado al Museo Nacional de Arte de Cataluña—.[84]

En 1927 el director de Parques y jardines, Nicolau Maria Rubió i Tudurí, discípulo de Forestier, amplió el trazado diseñado por el paisajista francés en sus dos extremos, hacia el lago y hacia el paseo Militar. En cada uno de estos costados situó también obras de arte: la Diosa de Josep Dunyach y el Monumento a los voluntarios catalanes en la guerra de 1914, de Josep Clarà, ambas de estilo novecentista. El lado oriental fue posteriormente aglutinado al Zoo y la escultura de Dunyach fue trasladada al paseo de los Álamos.[84]

La plaza de armas tiene actualmente el nombre de plaza de Joan Fiveller, consejero del Ayuntamiento de Barcelona a finales del siglo XV, famoso por el llamado «enfrentamiento del vectigal» con el rey Fernando I, que lo convirtió en símbolo de las libertades municipales ante el poder real.[85]

El Parque Zoológico de Barcelona abrió sus puertas el 24 de septiembre de 1892. Los primeros animales venían de la colección privada de Lluís Martí i Codolar, que tenía en una granja en Horta. Su primer director fue el veterinario Francesc Darder i Llimona.[52]

En 1956 se amplió el recinto, que llegó a las 13 ha, al tiempo que se inició una modernización del mismo, con una concepción más científica y encaminada a la preservación de las especies; entre otras cosas, se sustituyeron numerosas jaulas por espacios abiertos que recreaban los hábitats naturales de los animales. En 1966 llegó Copito de Nieve, un gorila albino que se convirtió en el emblema del Zoo. En 1972 se abrió el espacio de los delfines, así como un aviario y un terrario. En 1985 dejó de depender del Servicio Municipal de Parques y Jardines y se constituyó como sociedad privada municipal.[52]

En la actualidad sus principales directrices son la conservación, la investigación y la difusión cultural. También colabora con diversos programas internacionales de mantenimiento y reproducción de especies en peligro de extinción, así como en programas de reintroducción de especies en la naturaleza.[52]​ Alberga unas 400 especies de todo el mundo y cuenta con unos 7500 ejemplares.[2]

Durante años, uno de los atractivos del zoo de Barcelona fue el esqueleto de un gran cetáceo, un rorcual común, que había sido montado en uno de los accesos al parque y que permitía al público recorrerlo en toda su longitud por debajo de su gigantesco vientre. El animal había encallado en una playa de El Prat de Llobregat en 1983. El personal del zoo se ocupó entonces del largo procedimiento de la extracción de sus huesos y en 1985 pudo finalmente montar el esqueleto en una estructura elevada de metal. En 2018, tras más de 30 años de exposición a la intemperie, los huesos estaban en tan mal estado que el esqueleto del animal fue desmontado y sus huesos fueron depositados en un almacén.[86]​ Un colectivo de vecinos de El Prat de Llobregat reclama el regreso del cetáceo al municipio de El Prat.[87]



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