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Progresista (adjetivo)



El adjetivo progresista, su apócope coloquial progre, o el sustantivo colectivo progresía[8]​ son términos que se utilizan para aludir a personas, ideologías, grupos o instituciones progresistas.[9]

Lo que es y lo que puede ser progresista está acondicionado al contexto cultural y político de cada parte del mundo. Siendo en lo general definido como progre una persona que tiene presentes los problemas de desigualdad que pueden existir en temas de género, economía, defensa de minorías, defensa del medio ambiente, etc; y que tiene inquietudes intelectuales, simpatía con la izquierda política y a menudo una postura crítica o contraria a la derecha política, capitalismo, conservadurismo, y liberalismo.[10][11]​ Los detractores de lo que se define como progresismo suelen tildar a sus simpatizantes de «pequeños burgueses con ideas de izquierda» e «hipócritas» y llegar al punto de calificar a todo el progresismo como izquierda caviar.[12][n. 1]

Aunque en sentido estricto el término progresista se refiere a la ideología de desarrollo que se impuso en los regímenes políticos democráticos progresistas, hoy es una palabra muy extendida, tanto en el lenguaje coloquial como de forma muy frecuente en todo tipo de literatura. Hasta el punto de estar perdiendo su significado, como se ha denunciado en repetidas ocasiones.[10]

La Real Academia Española lo define como un dicho de una persona o una colectividad: que dice ser de ideas y actitudes avanzadas (determinando en la definición que solo es un dicho y no lo determina como un atributo)[15]​; desde ciertos sectores políticos y sociales lo relacionan a conceptos políticos y culturales como socialismo, de lucha de clases e igualdad social. El término representaba en un principio a una posición contraria a algo «retrógrado», sufriendo una mutación, cuando en círculos intelectuales próximos al marxismo se comenzaron a autodefinir como progresistas los contrarios a gobiernos tradicionalistas, a los que se solía posicionar en el aspecto de burgueses. Karl Marx decía que: "La peor lucha es la que no se hace".[16]

Para 1995 el ensayista francés Raymond Aron en El opio de los intelectuales criticaba está visión del progresista:[17]

El concepto moderno se definió en la contracultura de los 60 en donde la visión de «dos bandos existentes» se volvió a dar pero renovada al tiempo presente. Esta vez entre los que protegían un sistema, ya sea político o cultural, y los que se declaraban contrarios al mismo.[18]​ Los espectros políticos clásicos también volvieron a jugar un rol clásico, pues la izquierda tomó partido por todo lo que representara una lucha contra el sistema para traer progreso a la gente y la derecha como la de defensora de las tradiciones culturales y religiosas propias del mundo occidental. Otras ideologías que originalmente no aparecían alineadas con ningún espectro como pacifismo, ambientalismo, animalismo y anarquismo, así como la religión y el nacionalismo acabaron integrándose en uno de los dos bandos.[19]

Con la caída del comunismo soviético en 1991 las personas que se autoidentificaban como progresistas y por tal eran tachados de progres quedaron relegados al mero contexto histórico, ya que para los conservadores no tenía sentido mostrar su disconformidad ante el colapso del sistema comunista.[19]​ Si bien el componente marxista-leninista ortodoxo quedó en segundo plano, según el criterio de los propios socialistas las reivindicaciones contra las desigualdades mantienen su vigencia, mientras que las preocupaciones por el medio ambiente han superado con creces los márgenes tradicionales del ecologismo con la problemática del cambio climático.[19]​ Así como la defensa del Estado frente al modelo neoliberal que propone privatizar aspectos esenciales del mismo. El sociólogo español Mario Gaviria lo resume así:[19]

Las críticas hacia lo que es progresista suele venir de diversos sectores, tanto de derecha como de izquierda, así como de otras ideologías.[26]​ Desde posturas liberales suelen mostrar la incoherencia de la animadversión progresista con todo lo referente al capitalismo, siendo ellos también parte del grupo beneficiado por las políticas económicas capitalistas.[26]​ El jurista estadounidense G. Gordon Liddy lo define así: "[el progresista es] aquel que se siente profundamente en deuda con el prójimo y propone saldar esa deuda con tu dinero", mientras que Tom Wolfe los definía como radical chic y por tal de falsos revolucionarios.[26]​ La politóloga libertaria guatemalteca Gloria Álvarez se refirió de esta forma:[26]

En el diario español El País en una artículo del 1 de diciembre de 1989 llamado "Proletarios del mundo, ¡perdonadnos!", un supuesto joven ruso relataba las atrocidades cometidas durante el régimen soviético y terminaba por tachar a los progresistas del mundo occidental como ≪idiotas útiles de los comunistas ortodoxos≫.[27]

Algunos sectores de derecha conservadora suelen etiquetar al progresista como alguien que intenta o que corre el riesgo de destruir la cultura occidental de influencia cristiana en su defensa de la laicidad de un Estado. También se critica del progresista su supuesto revisionismo histórico y su pretendida «superioridad moral e intelectual»:[10]

Algunos sectores socialistas también se han mostrado no favorables a la progresía, tildándola de «colaboradores con la derecha», de expandir una visión deforme del socialismo (siendo el ejemplo más específico para ellos el socialismo del siglo XXI) y de abandonar al proletariado por metas considerada por ellos como burguesas, como el movimiento LGBT y el feminismo.[28]​ Para el socialismo crítico hacia el progresismo, este último es el único responsable del creciente apoyo de obreros y clase baja a políticos de derecha.[29]

En el diario español Okdiario en un artículo del 6 de marzo de 2017 tachan a los progresistas del mundo occidental de excesivamente buenistas y políticamente correctos en una especie de lucha a favor de la justicia social multicultural y que en la práctica solo les hace daño a ellos mismos, el diario pone de ejemplo la introducción progresista en la política internacional de los Estados Unidos:[30]

Igualmente se acusa a movimientos autodeclarados progresistas, como el antifascismo, de marionetas de la izquierda, argumentado que la mayoría de los antifascistas no luchan por la democracia, sino por la imposición de un totalitarismo contrario al fascismo: el comunismo.[31]​ Se acusa también a movimientos autodenominados antifascistas de usar la falacia del falso dilema «del bueno y el malo» para conseguir apoyo y en caso de no lograrse, recurrir a tácticas violentas y autoritarias propiamente fascistas a pesar de que se consideren como «antifascistas».[32]

Se critica también a algunos progresistas de tildar de «fascista», «machista» o «racista» a cualquier individuo que no simpatice con las ideas progresistas más allá de si dicho individuo se considera o no propiamente parte de alguno de esos adjetivos tildados por ellos.[33]​ Siendo principalmente conservadores, masculinistas y nacionalistas los que sufren dichos ataques.[34]

Anarquismo contemporáneo.[35]

Antifascismo contemporáneo.[36]

Antirreligioso y específicamente anticristiano.[37]

Feminismo radical.[38][39]

Proelección.[40]

Socialismo y comunismo contemporáneo.

Movimiento LGBT.[41]

Lenguaje inclusivo y corrección política.[42]



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