Militares y civiles antiperonistas
Samuel Toranzo Calderón
Aníbal Olivieri
Benjamín Gargiulo
Juan Carlos Argerich
Miguel Ángel Zavala Ortiz
El bombardeo o masacre de la plaza de Mayo fue el inicio de un golpe de estado iniciado el 16 de junio de 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Ese día, un grupo de militares y civiles opositores intentaron derrocar al presidente Juan Domingo Perón, decidiendo bombardear la Casa de Gobierno, y de ser posible asesinar al presidente de la Nación. Fracasaron ya que el presidente, advertido, se refugió en el edificio del Ministerio de Ejército. Los aviones atacantes, una vez efectuadas las descargas fueron a buscar refugio a Montevideo, Uruguay. Durante el ataque, varios escuadrones de aviones pertenecientes a la Armada Argentina bombardearon y ametrallaron con munición aérea de 20 mm la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, así como el edificio de la CGT (Confederación General del Trabajo) y la entonces residencia presidencial, matando a más de 308 personas e hiriendo a más de 700, entre civiles y militares, en el bombardeo y los combates que siguieron.
Perón se había retirado al Ministerio de Ejército, ubicado a 200 metros de la Casa Rosada, por lo cual no se encontraba en ella al comenzar los ataques aéreos y el intento de asalto por fuerzas de tierra. El ataque fue caracterizado por un alto grado de violencia y odio político-social, así como por la impunidad de los responsables decretada por la dictadura autodenominada Revolución Libertadora, que tomó el poder tres meses después. Se lo vincula con el terrorismo de Estado, aparecido años después en el país.
Posteriormente, la autodenominada Revolución Libertadora afirmaría que «la principal causa de la crecida cantidad de víctimas» fue la decisión de la CGT de movilizar a sus militantes a la Plaza de Mayo en defensa del orden constitucional, que el Libro negro de la segunda tiranía calificó como una «determinación absurda».
En 2010, el Archivo Nacional de la Memoria de la Secretaría de Derechos Humanos publicó una investigación oficial en la que identificó a 308 muertos, aclarando que a esa cantidad debían sumarse «un número incierto de víctimas cuyos cadáveres no lograron identificarse, como consecuencia de las mutilaciones y carbonización causadas por las deflagraciones».
Fue el primer ataque aéreo contra objetivos terrestres efectuado por las fuerzas aéreas argentinas, tanto la Fuerza Aérea como la Aviación Naval. Tal acción ha sido calificada como el bautismo de fuego de ambos cuerpos, aunque oficialmente no es reconocida de ese modo.
El 24 de febrero de 1946 se realizaron elecciones en las que Juan Domingo Perón resultó elegido presidente de la Nación Argentina con el cincuenta y dos por ciento de los votos. El primer Gobierno de Perón se desarrolló con una fuerte oposición antiperonista y contra el poder que alcanzaron los sindicatos, esta oposición fue formada y organizada incluso antes de las elecciones, en la que se combinaban intereses británicos y estadounidenses en la región, confrontaciones de tipo racial y social, y sobre la legitimidad democrática.
En 1951 se produjo un primer intento de golpe de Estado, por parte de algunos efectivos del Ejército con apoyo de algunos sectores civiles. A partir de entonces algunos militares habían permanecido en estado de conspiración latente. Ese mismo año se realizaron las elecciones presidenciales en las que Perón volvió a ganar, ampliando su apoyo hasta alcanzar un 62,49%.
Entre los integrantes de la Armada Argentina, Perón tenía escaso apoyo.
En 1951, algunos oficiales navales se habían vinculado al intento de Menéndez, pero el Servicio de Inteligencia de la Marina no colaboró para detectarlos.
En 1953, un piloto de la Fuerza Aérea que tripulaba los nuevos aviones a reacción británicos Gloster Meteor había ofrecido al capitán Francisco Manrique un atrevido plan. Consistía en ametrallar el avión en el que viajaría Perón. El intento falló y un año después en 1954, un grupo de oficiales de la Armada planificó una emboscada: aprovechar una visita oficial a la VII Brigada Aérea de Morón, detener a Perón y fusilarlo, sin embargó Perón faltó a la cita, al llegar un día antes de lo previsto el embajador francés por lo que Perón suspendió su agenda para recibirlo en Casa de Gobierno.
El 15 de abril de 1953, un grupo comando antiperonista realizó un atentado terrorista en la Plaza de Mayo contra una manifestación sindical organizada por la CGT, que dejó como saldo 6 personas muertas y 95 heridos (entre ellos 20 lisiados para toda la vida). Una vez consumado el golpe de Estado los responsables fueron amnistiados por la dictadura llamada Revolución Libertadora.
Tras el atentado de 1953 se reactivó la conspiración e incluso se elaboraron dentro de la Armada Argentina varios planes que bajo la apariencia de ejercicios de guerra tenían como finalidad prepararse para una futuro levantamiento desde la Base Naval Puerto Belgrano con el apoyo de la Flota de Mar.
El capitán de fragata Jorge Alfredo Bassi se embarcó en el rutinario viaje anual de instrucción de la Flota de Mar llevando consigo el último Boletín del Centro Naval. Allí leyó un artículo de Mitsuo Fuchida en el que este relataba cómo había planificado y dirigido la primera ola de bombarderos navales en el ataque a Pearl Harbor. De aquí Bassi tomó la idea de hacer una maniobra semejante contra la Casa Rosada.
Al capitán de fragata Francisco Manrique le había interesado la idea y junto a los capitanes de fragata Antonio Rivolta y Néstor Noriega fueron a pedir ayuda al teniente general Eduardo Lonardi para conseguir que elementos del Ejército se plegaran a la revuelta. Lonardi, cuando escuchó el plan de asesinar a Perón bombardeando la Plaza de Mayo, dijo que le desagradaba la idea y que no tenía deseos de participar.
Al poco tiempo se gestó un plan para capturar al presidente en un buque de la Armada. Con motivo de la celebración del día de la independencia, Perón con todo su gabinete, con el jefe de la Policía Federal y con los presidentes de ambas cámaras legislativas, serían agasajados a bordo del ARA Nueve de Julio.
Dirigía la operación el 2.º comandante del buque, capitán de fragata Carlos Bruzzone, secundado por Jorge Alfredo Bassi y Carlos Bonomi. Bassi se reunió nuevamente con Lonardi. El general dijo aceptar la convocatoria, pero tras entrevistarse con algunas otras personas llegó a la conclusión de que el plan no se sustentaba sino en un grupo demasiado reducido y sin los elementos suficientes como para realizar la operación con éxito. Por este motivo decidió revocar su participación; de todos modos el plan de los conjurados se tornó imposible cuando la cúpula del Gobierno canceló el acto con la Armada. La negativa de Lonardi lo apartó de sus contactos en la Armada y no volvió a reunirse con ellos hasta después de los sucesos de 1955.
Los capitanes de fragata Noriega y Bassi eran el centro de la sedición en la Base Aeronaval Punta Indio. El plan de este último, de bombardear la Casa de Gobierno imitando el ataque a Pearl Harbor, aunque carecía de apoyo del Ejército. Este era el principal impedimento que tenían para pasar a la acción inmediata.
En agosto de 1954 Raúl Lamuraglia, un hombre de negocios, había financiado la campaña de la Unión Democrática, que enfrentó en las elecciones de 1946 a la fórmula de Perón, a través de millonarios cheques del Bank of New York destinados a sostener el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical y a sus candidatos José P. Tamborini y Enrique Mosca. En 1951, el empresario había aportado recursos para apoyar la asonada fallida del general Menéndez, lo que lo llevó a prisión, tras salir en libertad marchó al Uruguay. Sin embargo con las políticas de promoción industrial del peronismo su fortuna se había expandido en una década de crecimiento económico. Esto le permitió comprar un avión de combate en Estados Unidos, un cazabombardero liviano que llevó a Montevideo para llevar adelante la misión de matar a Perón y bombardear la Plaza de Mayo. Tripulado por un aviador naval, Luis Baroja, el cazabombardero volaría hasta la Plaza de Mayo, en pleno acto del peronismo, para ametrallar el balcón donde hablaría Perón. Lamuraglia se reunía frecuentemente con referentes del Partido Colorado de Uruguay. Días antes de concretar el plan se encontró secretamente, en 1954, con el presidente Batlle Berres y el empresario argentino Alberto Gainza Paz en su residencia veraniega de Punta del Este, quienes le ofrecieron apoyos para el plan de magnicidio. Instalado de nuevo en Buenos Aires, el empresario radical Lamuraglia ofreció su quinta en Bella Vista para organizar la conspiración y se comprometió a financiar un futuro golpe, en noviembre de 1954 se reunieron finalmente Bassi, Lamuraglia, Francisco Manrique, Néstor Noriega, el excapitán del ejército Walter Viader, Carlos Bruzzone, el comandante de tropas de la Fuerza Aérea Agustín de la Vega, y políticos opositores entre ellos el político radical Miguel Ángel Zavala Ortiz, el intelectual conservador Américo Ghioldi, Jaime Mejía, Mario Amadeo y el abogado Luis María de Pablo Pardo, futuro Ministro del Interior del dictador Eduardo Lonardi, Adolfo Vicchi futuro embajador ante Estados Unidos durante la dictadura de Aramburu y Alberto Benegas Lynch. Si bien exploraron la posibilidad de convocar a los generales Gibert, Aramburu y Anaya, las reuniones no tuvieron ningún resultado concreto.
En diciembre de 1954 el movimiento incorporó definitivamente al grupo subversivo de civiles guiado por Walter Viader, pero tuvo dificultades para darse un líder hasta que ingresaron dos oficiales de Infantería de Marina: capitán de fragata Carlos Nielsen Enemark y capitán de corbeta Fernando Suárez Rodríguez. Ellos sugirieron al contraalmirante Samuel Toranzo Calderón, jefe del Estado Mayor del Comando de Infantería de Marina, que se plegó entusiasmandamente como líder del grupo revolucionario, e inmediatamente se entrevistó con Adolfo Vicchi y Miguel Ángel Zavala Ortiz para confirmar el rumbo de un posible Gobierno. Después de esto, Toranzo Calderón buscó el apoyo de los antiperonistas, que eran el general Aramburu y el teniente coronel Labayru, pero que se negaron a participar. A fines de febrero de 1955, un segundo grupo de civiles se unió a los marinos conspirados: pertenecían al círculo liderado por los doctores Mario Amadeo y Luis María de Pablo Pardo. Se buscaron más contactos con el Ejército, pero no lograron convencer ni a Lonardi, ni a Aramburu. Así, los confabulados solo lograron sumar al general Justo León Bengoa, quien como comandante de la Tercera División de Infantería, con asiento en Paraná (Entre Ríos), tenía tropas a su mando, porque comandaba la III División de infantería con sede en Paraná. Entrevistado por Amadeo, Bengoa se mostró entusiasmado, pero no llegó a comprometerse para el alzamiento. También sumaron al coronel Eduardo Señorans, jefe de personal del Estado Mayor General del Ejército con asiento en el Ministerio de Ejército, a una cuadra de la Casa de Gobierno. El propósito del bombardeo era tras asesinar al presidente constitucional de la Nación, era instaurarun triunvirato integrado por Miguel Ángel Zavala Ortiz (dirigente de la UCR), Américo Ghioldi (dirigente del Partido Socialista) y Adolfo Vicchi (del Partido Conservador).
En cuanto a la Fuerza Aérea, el comandante Dardo Eugenio Ferreyra logró comprometer el apoyo del capitán Julio César Cáceres, primer teniente Carlos Torcuato de Alvear (nieto), así como de unos pocos vicecomodoros y brigadieres retirados. Sin embargo, los interrogatorios del servicio de informaciones interno de la Fuerza Aérea, alertaron a los complotados de las sospechas que se levantaban contra ellos, y abandonaron todo contacto con los marinos.
El domingo 23 de abril de 1955, el general Justo León Bengoa, que había viajado a Buenos Aires, se reunió con Toranzo Calderón y le prometió su apoyo. A partir de entonces varios oficiales viajaron regularmente entre Paraná y Buenos Aires para organizar los preparativos. Un detallado estudio de los movimientos del presidente permitió a los marinos saber que los miércoles de 9:30 a 10:30 se reunía con todos sus ministros en la Casa Rosada: durante ese lapso se podía aniquilar al más alto nivel del Gobierno con un solo ataque. La «hora 0» serían las 10 de la mañana: Toranzo Calderón llamaría al Presidente, amenazándolo para evitar un derramamiento de sangre si en un plazo de 15 minutos no se rendía. El almirante disponía de aviones de la Base Naval de Punta Indio, y cerca de 700 efectivos de la Infantería de Marina.
Los tenientes primeros de la Fuerza Aérea, Carlos Enrique Carús y Orlando Arrechea integraron en el complot a muchos oficiales de la VII Brigada Aérea de Morón que también participarían del ataque, grupos de civiles identificados por una cinta blanca anudada al brazo, tendrían por misión neutralizar la operatoria de la CGT, la Alianza Libertadora Nacionalista, y varias estaciones de radio. Los rebeldes consideraban que todo podía llegar a estar listo para dar el golpe cerca del 9 de julio. Un simulacro aéreo oficial, previsto en la ciudad de Bariloche, fue aprovechado para realizar el traslado administrativo de los explosivos desde la base aérea Comandante Espora, de Bahía Blanca, hacia Punta Indio y Ezeiza.
La VII Brigada era un objetivo militar de la conspiración. En este caso, la toma era más delicada. Había oficiales aeronáuticos interesados en que el gobierno cayera, pero muchos aviadores eran leales por disciplina. El control de la brigada permitiría tomar los aviones caza de propulsión a reacción Gloster Meteor. Con sus cañones de 20 mm —cada munición contenía la energía de una granada—, el aparato le agregaba versatilidad y eficiencia al poder aéreo de los rebeldes. Además, la toma de Morón bloqueaba la posibilidad de una respuesta inmediata. Era la base aeronáutica más próxima a la Capital. En otro sitio del conurbano bonaerense, una columna de soldados del Regimiento de Infantería de La Tablada también fue bombardeada desde aviones golpistas. Tres soldados fueron muertos y seis heridos. Los alrededores de la sede de la Confederación General del Trabajo (CGT), en Azopardo e Independencia, fueron ametrallados.
En la madrugada del 10 de junio, Toranzo Calderón y Pablo Pardo partieron hacia el Litoral en el auto del escribano Raúl Medina Muñoz. El 11 pudieron reunirse con el general Bengoa y acordaron qué causas invocarían: el «estado de guerra interno» que regía desde el alzamiento de Benjamín Menéndez en 1951. No pusieron una fecha, más bien, Bengoa se comprometió a estar siempre alerta y movilizar todos sus efectivos apenas se conociera la noticia del alzamiento de la Armada.
Muchos capitanes, impacientes, incitaban a Toranzo a atacar cuanto antes. No se sabía qué reacción tendrían los elementos del ejército radicados en Buenos Aires, ni tampoco qué clase de apoyo u oposición les daría el superior directo de Toranzo, vicealmirante Benjamín Gargiulo, quien estaba al tanto de la existencia de una trama conspirativa pero no daba señas de querer interferir.
El 11 de junio se produjo la gran movilización opositora que reunió 250 000 manifestantes durante la Procesión del Corpus Christi desplazándose desde la Catedral al Congreso Nacional. Grupos que simpatizaban con Perón chocaran con los grupos opositores católicos, activistas católicos dañaron placas conmemorativas a la figura de Eva Perón (la líder popular fallecida de cáncer dos años antes, a quien los peronistas consideraban una santa y mártir de los pobres). En el mástil del Congreso arriaron la bandera argentina e izaron la bandera pontificia (blanca y amarilla) el conflicto entre el Gobierno y la Iglesia ―debido a las leyes de divorcio y de reconocimiento legal de los hijos extramatrimoniales, la supresión de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, la regulación de las prostíbulos y la convocatoria a una convención constituyente que decidiera la separación de la Iglesia y el Estado ― la postura de Perón fue apoyada por el monseñor Ferreyra Reinafé de La Rioja y monseñor Antonio Caggiano, arzobispo de Rosario.
La Policía Federal denunció que la bandera argentina fue quemada durante la procesión. Al día siguiente se publicaría en los diarios la fotografía de Perón y Ángel Borlenghi (ministro del Interior) mirando los restos de la bandera quemada. El 30 de junio, el subinspector de la Policía Federal, Héctor Giliberti, le confesó a su hermano José María (capitán de corbeta) que la bandera había sido quemada por sus compañeros de la policía, y ratificó luego sus dichos al declarar en el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas. También lo confirmaron los policías Juan Laperchia e Isidoro Ferrari, por lo cual el organismo solicitó a Perón la separación del jefe de policía y la detención del ministro del Interior Ángel Borlenghi. Pero al día siguiente de esa comunicación, Borlenghi salió del país hacia Montevideo. Una vez depuesto el Gobierno y en el transcurso de las investigaciones para acumular evidencias contra Perón, el contraalmirante Alberto Tessaire ―quien había sido vicepresidente de Perón, afirmó que se había ejecutado bajo la autorización e inspiración de Perón. el 13 de junio Perón expulsó del país a los monseñores Manuel Tato y Ramón Novoa El lunes 13 de junio ambas cámaras del Congreso entraron en sesión extraordinaria para repudiar la quema de la bandera.
El 14 de junio en un mensaje a la multitud reunida en la Plaza del Congreso, Perón expresó:
El Gobierno organizó un acto de desagravio a la bandera nacional, que se realizaría tres días después, el jueves 16 de junio. El ministro de Aeronáutica, brigadier mayor Juan Ignacio de San Martín, dispuso que la aviación testimoniara su adhesión al presidente de la República, desagraviando a la vez la memoria del general José de San Martín. Para esto decidió que una formación de aviones sobrevolaría la Catedral de Buenos Aires, donde descansan los restos del Libertador. El anuncio del desfile reunió en Plaza de Mayo a un numeroso público. Se trataba de un acto cívico-militar en solidaridad con el Gobierno frente a los embates de la oposición.
Mientras ocurrían estos hechos el contralmirante Toranzo Calderón fue advertido por el Servicio de Inteligencias Navales de que su implicancia personal en el movimiento había sido descubierta por el Servicio de Informaciones de la Fuerza Aérea (organismo que simpatizaba con Perón) por lo cual, ante el temor de ser arrestado y puesto a disposición del Poder Ejecutivo, decidió apresurar una acción militar contundente.
Días anteriores comandos ultracatólicos (llamados “palomas”) convocaron a la acción armada. Previamente negociaron un crédito con la Sociedad Rural para que financie actividades desestabilizadoras, como sabotajes a la red eléctrica, a los cables de la empresa telefónica Entel, disparos a las ruedas de camiones de bomberos y ambulancias, días antes represantantes de la UCR y comandos civiles viajaron a Uruguay entrevistandose con Emilio Eduardo Massera, Horacio Mayorga, Oscar Montes, y Osvaldo Cacciatore.
La noche del 15 de junio de 1955, el ministro de Ejército, general de división Franklin Lucero, fue informado por su aide-de-camp de que se produciría una rebelión en las primeras horas del día siguiente, pero Lucero no le dio crédito a la noticia ni la informó a Perón.
Según el escritor Daniel Cichero, el Gobierno posiblemente tenía conocimiento del levantamiento por otras fuentes, pero no intentó desactivar el golpe. Las fuerzas rebeldes estuvieron al mando del contraalmirante Samuel Toranzo Calderón y fue ejecutada por oficiales de la Armada y la Fuerza Aérea. Varios civiles participaron del alzamiento: el dirigente radical Miguel Ángel Zavala Ortiz, el dirigente conservador Adolfo Vicchi, el líder socialista Américo Ghioldi, el diplomático Luis María de Pablo Pardo -los cuatro huyeron a Uruguay-, y los militantes nacionalistas católicos Mariano Grondona, Carlos Burundarena, Santiago de Estrada, Rosendo Fraga, Felipe Yofré y Marcelo Sánchez Sorondo.
El plan consistía en aprovechar un vuelo-homenaje de desagravio a la bandera nacional que despegaría a las 08:00 horas, y bombardear la Casa de Gobierno y el Ministerio de Ejército con el objetivo de eliminar a Perón o provocar un duro golpe psicológico contra su administración.
Las unidades que participarían eran: las aeronaves de la Base Aeronaval Punta Indio, otras aeronaves de la VII Brigada Aérea de Morón (Fuerza Aérea), unos 700 efectivos de Infantería de Marina y varios grupos de civiles armados. A su vez, el contraalmirante Samuel Toranzo Calderón puso en conocimiento del plan a su superior inmediato, vicealmirante Benjamín Gargiulo, quien se plegó al movimiento y al mediodía se contactó con el ministro de Marina, Aníbal Olivieri, quien calificó el plan como «una locura». Tras todos esos acontecimientos, cerca de las tres de la tarde, Olivieri sufrió una descompensación y debió ser internado en el hospital naval. Ese mismo día, un auto fue enviado con urgencia a Entre Ríos, para contactar al conjurado general Bengoa y avisarle que al día siguiente debía rebelarse. Sin embargo, llegada la noche, el mensajero descubrió que Bengoa había viajado esa mañana a Buenos Aires.
El objetivo del bombardeo estuvo a cargo de Bassi, copiando la estrategia de ataque Japonés a Pearl Harbor. Era matar a Perón y a todo su gabinete. Si bien había maneras más fáciles de cometer ese magnicidio (Perón salía todo los días exactamente a las 05:45 AM de la Residencia Presidencial manejando su propio auto Cadillac, sin blindaje, acompañado por otro auto con custodios) se buscaba hacerlo de una manera tan espectacular que quitara la voluntad de lucha a sus millones de seguidores.
Dado el súbito desencadenamiento de los hechos, había poco planeamiento sobre de la sublevación de las bases. Por ejemplo, Agustín Héctor de la Vega, responsable de sublevar la base de Morón, supo esa misma noche que el alzamiento se realizaría al día siguiente. Simultáneamente, el capitán Noriega, responsable por la Base de Punta Indio, recibió un informe meteorológico que anunciaba pésimas condiciones para el día siguiente, pero no tenía ya la posibilidad de cambiar nada. Tropas del Batallón de Infantería de Marina N.º 4 (BIM4) al mando del vicealmirante Benjamín Gargiulo ―quien pocas horas antes había sido informado sobre la sedición y se había plegado a ella― avanzarían desde la Dársena Norte del Puerto de Buenos Aires para tomar la Casa de Gobierno, con el apoyo armado de grupos civiles apostados en la Plaza. Se había previsto la toma de la emisora de Radio Mitre y de la central de Teléfonos del Estado para difundir una proclama revolucionaria redactada por Miguel Ángel Zavala Ortiz. Se había previsto movilizar las unidades navales de la Marina de Guerra. Los revolucionarios contaban también con recibir apoyo ―una vez iniciados los hechos― por parte de otros sectores del Ejército y de la oposición que no habían sido consultados.
Los perpetradores del bombardeo afirmarían posteriormente que el objetivo no era matar al presidente de la Nación, sino «quebrarlo en su fortaleza de mando».
Muchos de los aviones que participaron en el bombardeo de Plaza de Mayo habían sido pintados con el signo de «Cristo Vence», una cruz dibujada dentro de una letra V. Tras el exilio de Perón, sus partidarios modificaron este símbolo: agregándole un arco curvo al sector superior derecho de la cruz, se formaba el signo de «Perón Vuelve» (o según otros «Perón Vence», «Perón Vive», «Perón Viene»).
En horas de la mañana del 16 de junio el vicealmirante Gargiulo arengó a sus hombres del Batallón de Infantería de Marina N.º 4, quienes no estaban al corriente de la acción que se les pediría emprender. A los pocos minutos se les ordenó regresar: el despegue de los rebeldes de Punta Indio (estipulado para las 08:00 de la mañana) se había retrasado hasta las 10:45 por la neblina matinal, y el plan requería la coordinación con el ataque aéreo. La Flota de Mar tampoco pudo salir de Puerto Belgrano por falta de coordinación y por supuestos problemas técnicos en las calderas de sus buques.
A las 8 de la mañana, Perón fue informado de los movimientos militares por el ministro de Ejército Lucero, quien le pidió que abandonase la Casa de Gobierno, pues podría ser objeto de un ataque, por lo que Perón se trasladó entonces a la sede de ese Ministerio.
A las 12:40,North American AT-6, cinco Beechcraft AT-11, tres hidroaviones de patrulla y rescate Catalina), iniciaron sus bombardeos y ametrallamientos al área de la Plaza de Mayo.
la escuadra de 30 aviones de la Armada Argentina, que había estado sobrevolando la ciudad desde hacía bastante tiempo (veintidósEl historiador estadounidense Robert Scheina afirma que los pilotos primero trataron de evitar víctimas civiles,[cita requerida] volando repetidamente sobre la Casa Rosada, pero la multitud creía que eran demostraciones de vuelos.
La sorpresa del ataque hizo que el mismo cayera sobre la población, que realizaba sus actividades normales debido a que era un día hábil. Entre las primeras víctimas se contaron los ocupantes de los vehículos de transporte público de pasajeros.trolebús repleto de niños, muriendo todos sus ocupantes.
La primera bomba cayó sobre unBajo la cobertura de los ataques aéreos, las tropas de Argerich atacaron a los granaderos que defendían la Casa Rosada: al llegar camiones con refuerzos, los sublevados mataron a los conscriptos que los manejaban para impedir que las tropas llegaran al destino.
Al enterarse de que la Casa Rosada está bajo ataque, miles de obreros se movilizaron para respaldar a las tropas leales, pero fueron atacados al llegar por una segunda ola de bombardeos, y luego sufrieron más bajas cuando participaron en la toma del Ministerio de Marina. Este ataque contra civiles fue el primer ataque aéreo contra blancos de superficie tanto de la Aviación Naval como de la Fuerza Aérea Argentina. Las fuerzas arrojaron un total de 9500 kg de bombas y dispararon innumerables balas de los calibres 7,65 mm y 20 mm. Según una versión, como los confabulados no consiguieron bombas de alto poder explosivo emplearon, contra la ciudad abierta, bombas de fragmentación de 50 kg de trotil, provocando rápidamente decenas de víctimas y daños materiales, en tanto otra versión sostiene que se usaron bombas comunes de demolición. Un estimado teórico indica que el peso total de las bombas arrojadas pudo ser de 13,8 toneladas.
Era el cuarto bombardeo sobre Buenos Aires; el primero había sido en ocasión de las Invasiones inglesas de 1806 y 1807, el segundo en ocasión del combate de Los Pozos (1826) y el tercero cuando se produjo la Revolución del Parque (1890).
Las evacuaciones médicas se iniciaron de inmediato, algunas incluso entre los bombardeos aéreos y fueron llevadas a cabo por los habitantes que se encontraban en las inmediaciones.
En vuelo rasante, un Gloster ametralló el edificio de la CGT, matando al dirigente obrero Héctor Passano, y también dispararon sobre el Departamento de Policía y el Ministerio de Obras Públicas en la Avenida 9 de julio. Un oficial fue alcanzado por los disparos. Murió en su oficina.Por detrás de la cúpula del Congreso asomó otro Gloster. Volaba apenas por encima de la Avenida de Mayo. Se dirigió hacia la Casa de Gobierno para ametrallarla. Ezeiza, en tanto, estaba siendo atacada por los soldados del Regimiento 3 de La Tablada. La residencia presidencial también fue atacada. Cada avión que la sobrevoló lanzó una bomba. Una cayó en el parque del Palacio Unzué y no detonó. Otra mató a un barrendero en la calle. La tercera, que erró el blanco por 200 metros, cayó sobre la calle Pueyrredón: mató a un automovilista y a un niño de 15 años. El ataque fuera del palacio tenía una razón de ser: suponían que en un edificio de la calle Gelly y Obes se había refugiado Perón.
Desde el interior de la Casa de Gobierno y el Ministerio de Ejército, el bando leal comenzó a organizar la resistencia. Por su parte, las tropas rebeldes del Batallón 4 fueron transportadas en camiones a primeras horas de la tarde y desplegadas alrededor de la Casa Rosada, con intenciones de tomarla.Automóvil Club, entre el Parque Colón y el Correo Central, a 100 m de la retaguardia. Sin embargo, fueron repelidos desde el interior por efectivos del Regimiento de Granaderos a Caballo y desde el exterior por tropas del Ejército que marchaban desde el sector del Ministerio de Hacienda, bajo el mando del general Lucero. La defensa de la Casa Rosada estaba compuesta por dos ametralladoras Browning M2 de 12.7 mm situadas en el techo, mientras que desde los pisos inferiores se empleaban diversas armas ligeras, incluyendo fusiles Mauser 1909. En atención a que muchos soldados rebeldes eran jóvenes en servicio militar, no dispararon a matar, sino a rebote. Las tropas leales fueron acompañadas por simpatizantes peronistas que empuñaron las armas.
Una compañía se apostó, calle de por medio, a 40 metros de la explanada norte, y la otra se refugió en la playa de estacionamiento delA las 13:12, el dirigente sindical Héctor Hugo Di Pietro que se encontraba a cargo de la CGT por ausencia del Secretario General habló por la cadena nacional de radiodifusión y llamó a todos los trabajadores de la Capital Federal y Gran Buenos Aires a concentrarse inmediatamente en los alrededores de la CGT para defender a su líder. Por otra parte, delegados sindicales estaban movilizando obreros desde las fábricas de los alrededores de Buenos Aires hacia el Centro de la ciudad.
Perón le ordenó a su ayudante, el mayor Cialceta, que le comunicara a Di Pietro que no debía concurrir un solo hombre a la Plaza de Mayo, puesto que se trataba de «un enfrentamiento entre soldados». El historiador Joseph Page afirma, citando como fuente un informe de la Embajada de EE. UU., que esta orden no se dio sino hasta las 16:00.
Los civiles convocados por la CGT y por los dirigentes de la Alianza Libertadora Nacionalista se concentraron en el sector noroeste de la plaza, y desde el Ministerio de Ejército también se hacía fuego contra los rebeldes. Un médico que pasaba por la plaza corrió hasta la Casa Rosada, a pesar del peligro de estar en el objetivo del bombardeo, y estuvo varias horas atendiendo a los heridos mientras se desarrollaban los hechos.
La posición dominante de los rebeldes empezó a revertirse antes de las tres de la tarde. La artillería había instalado su cuartel en un edificio ubicado en la esquina de Leandro N. Alem y Viamonte, desde donde atacarían a los infantes que se mantenían frente a la explanada norte de la Casa Rosada. Olivieri tomó contacto con la Escuela de Mecánica de la Armada en busca de refuerzos, pero ya era tarde para que esta se volcara al alzamiento, pues se encontraba rodeada por elementos del Regimiento I de Palermo.
Los elementos del Batallón 4 se replegaron en desorden hasta el Ministerio de Marina (a poca distancia de la Casa de Gobierno) combatiendo por las calles, quedando los rebeldes allí cercados junto con su líder Samuel Toranzo Calderón y el ministro de Marina, Aníbal Olivieri, plegado este último al golpe por un sorpresivo acto de «identificación moral» con los rebeldes: abandonó su internación en el hospital naval y, desde su llegada al Ministerio de Marina, tomó el mando de las operaciones.
Los comandos civiles rebeldes entraron en acción bajo el mando del radical Miguel Ángel Zavala Ortiz, hostigando a los leales, enfrentándose con la policía y disparando como francotiradores desde los techos del entonces edificio del Banco Nación. Asimismo, ocuparon diversas radios para difundir una proclama revolucionaria. Durante la tarde, desde el sector del Correo Central, tropas adicionales del Batallón 4 intentaron perforar el cerco sobre el Ministerio de Marina.
Los conspiradores combatían en tiempo de descuento. Lucero había ordenado un ataque múltiple con morteros de 80 mm desde la Casa de Gobierno y el Ministerio de Ejército. A las 15:17, tras dos conversaciones telefónicas entre Olivieri y Lucero, los rebeldes hicieron ondear una bandera blanca desde el Ministerio de la Marina, pero cuando los generales Carlos Wirth y Juan José Valle llegaron en un jeep al edificio para parlamentar con los asediados, se inició una segunda ola de bombardeos, más prolongada y nutrida que la anterior. El ataque destruyó dos pisos del ala sur del edificio y mató a un soldado y a un general. Un tanque M4 Sherman disparó sobre el segundo piso del Ministerio de Marina, provocando un boquete y un incendio en la sala de almirantes.
Los sublevados temían que las fuerzas leales no pudieran controlar al pueblo peronista y no querían correr el riesgo de que la rebelión concluyese con un linchamiento. Mientras la Marina negociaba los términos de la rendición, Noriega tomó la decisión de enviar un Douglas DC-3 de Ezeiza hasta la Brigada de Morón para evacuar a los complotados que seguían en combate contra las fuerzas oficiales. Los marinos también lograron despegar los Gloster. En vuelo hacia el Uruguay, ametrallaron la Casa Rosada. Para entonces, desde las bases de Morón y Ezeiza, treinta y seis aviones con ciento veintidós golpistas habían huido hacia el Uruguay. Uno de ellos era el radical Zavala Ortiz. En un comunicado posterior, la UCR informó que el bombardeo era el corolario de las políticas de Perón. Exaltó la culpabilidad del Presidente pero excluyó la del poder naval. Fueron detenidos varios conspiradores, entre ellos Rafael Videla, Suárez Mason, Bignone, Díaz Bessone, Harguindeguy, Menéndez, Montes, Riveros, Nicolaides, Suárez Nelson, Villareal, Vañek, Etchecolatz, Guañabens, y Lambruschini.
La Escuadra Aeronaval N.º 3 (EAN3) comandada por el capitán de fragata Osvaldo Guaita y dotada de 5 aviones Beechcraft AT-10 Wichita, partió con rumbo al palacio de gobierno a las 12:25.
El primer avión naval matrícula 3B-3 piloteado por el capitán de corbeta Jorge Imaz Iglesias tenía como bombardero apuntador al teniente de corbeta Alex Richmond, completaban la tripulación el propio capitán de fragata Osvaldo Guaita (copiloto), el cabo principal Roberto Nava (artillero) y por el guardiamarina Miguel Grondona (supernumerario). La aeronave arribó a su objetivo y dejó caer sus bombas, cuyas espoletas fueron activadas manualmente por el guardiamarina Miguel Grondona y el cabo principal Roberto Nava. La primera dio contra un trolebús provocando que todos los pasajeros murieran, mientras que la segunda pegó frente a la Casa Rosada.
El segundo de ellos, de matrícula 3B-4, estaba equipado con dos bombas de 110 kilogramos cada una al -igual que los demás aviones de la escuadrilla- era conducido por el teniente de fragata Carlos Fraguío y tenía como apuntador al capitán de fragata Néstor Noriega (jefe de la base naval de Punta Indio, pidió expresamente ocupar ese lugar en el avión), su navegante bombardero era el teniente de corbeta Roberto Benito Moya y el suboficial primero José Radrizzi era artillero. La primera de las bombas del avión 3B-4 de Moya impactó de lleno en el centro de la Casa Rosada, mientras que la segunda se fue larga y terminó estallando en el Palacio de Hacienda del Ministerio de Economía). El resto de la tripulación estaba compuesta por: capitán de fragata Néstor Noriega, teniente de navío Carlos Fraguío, el ya nombrado teniente de corbeta Roberto Moya y el suboficial primero José Radrizzi
El tercer avión de patente 3B-11 era piloteado por el teniente de navío Jorge Alberto Irigoin, el apuntador era el teniente de fragata Augusto Artigas, el teniente de corbeta Santiago Martínez Autin era el navegador y el cabo principal Francisco Calvi era el mecánico y artillero.
Los dos restantes aviones eran: el de matrícula 3B-6 piloteado por el teniente de fragata Alfredo Eustaquio y acompañado por el teniente de corbeta Hugo Adamoli (apuntador) y los suboficiales primeros Maciel y Girardi como navegadores y artilleros. Al avión con 3B-10 lo piloteaba el teniente de fragata Alfredo del Fresno, acompañado del teniente de corbeta Carlos Corti y los suboficiales primeros Mario Héctor Mercante y Ricardo Díaz.
Mientras recrudecía el fuego en el centro porteño, el mando leal ordenó a la Base Aérea de Morón el despegue de interceptores a reacción. Los pilotos se encontraban entonces en acaloradas discusiones sobre si debían adherirse o no al movimiento revolucionario. Rápidamente se hizo al aire una escuadrilla de cuatro Gloster Meteor leales al Gobierno. Si bien no pudieron llegar a tiempo para impedir el bombardeo, lograron interceptar una escuadrilla naval rebelde que se retiraba de la zona.
La escuadrilla de interceptores Meteor leales estaba formada por los tenientes primeros Juan García (volando el I-039, al mando), Mario Olezza (I-077), Osvaldo Rosito (I-090) y el teniente Ernesto Adradas (I-063). Por su parte, los AT-6 Texan rebeldes eran piloteados por el teniente de corbeta Máximo Rivero Kelly (0342/3-A-29), el guardamarina Armando Román (0352/3-A-23, derribado), Capitán de Corbeta Santiago Sabarots, tenientes de Navío Héctor Florido, Eduardo Velarde, Tomás Orsi; tenientes de Fragata Alfredo Mac Dougall, Raúl Robito, Heriberto Frind, Carlos García Boll, Tenientes de Corbeta José M. Huergo, Julio Cano, José de Demartini, Eduardo Invierno, Luis Suárez; guardiamarinas Arnaldo Román, César Dennehy, Eduardo Bisso (derribado sobre Ezeiza), Héctor Cordero, Sergio Rodríguez, Horacio Estrada y Juan Romanella.
El combate se produjo a baja altura sobre el Aeroparque Jorge Newbery y el río de la Plata. El Texan 0352/3-A-23 cayó bajo los cañones de 20 mm de Adradas y Román pudo saltar en paracaídas, cayó al río para luego ser capturado. Adradas logró el primer derribo de la Fuerza Aérea Argentina, y el primer derribo de una aeronave a reacción en el continente americano. Era el primer combate aéreo de la fuerza.
Al aterrizar, los pilotos leales se encontraron con que la Base Aérea de Morón había caído en manos rebeldes y fueron reducidos por estos, quienes se hicieron con los Meteor.bomba incendiaria, que cayó sobre los automóviles que se encontraban en el estacionamiento de la Casa de Gobierno.
Los hicieron despegar para continuar ametrallando la zona de Plaza de Mayo en apoyo a los rebeldes emplazados en la zona del Ministerio de Marina, extendiendo sus acciones hasta las 17:20. Los aviones de la Fuerza Aérea, junto a todos los de la Marina, realizaron ese segundo ataque a la Casa Rosada cuando el resto del alzamiento estaba al borde del fracaso: todos los rebeldes estaban en el Ministerio de Marina, rodeados por fuerzas muy superiores. El presidente Perón quedó visiblemente impactado al ver que efectivos de la Fuerza Aérea que él había creado se alzaban en su contra. Al no contar con bombas, uno de estos, aviadores empleó su tanque de combustible auxiliar como si fuese unaAnte el fracaso del combate en tierra y tras sufrir dos derribos por las baterías antiaéreas montadas en la zona, más uno en el aire, los pilotos rebeldes recibieron la orden de huir a Uruguay y pedir asilo.
Los aviones rebeldes cruzaron el Río de la Plata hacia el Aeropuerto de Carrasco, para buscar refugio en el vecino país. «En el camino ametrallaron todo lo que se movía en la Plaza de Mayo». Un Douglas DC-3 logró despegar a Uruguay, transportando a Miguel Ángel Zavala Ortiz y otros 50 conspiradores. Algunos aparatos no llegaron a aterrizar en el territorio uruguayo por el excesivo consumo de combustible invertido en los ametrallamientos, por lo que sus pilotos debieron descender forzosamente al Río de la Plata o en campos de la zona de Carmelo.
Hasta que la autodenominada Revolución Libertadora derrocara a Perón en septiembre, los sediciosos fugados continuaron exiliados en territorio uruguayo.
En un mensaje radial emitido a las 17:15, Perón afirmó:
Hacia las 17:40, cuando Perón llevaba unos diez minutos hablando por cadena nacional y la Plaza de Mayo se había llenado nuevamente de personas, un Fiat G-6 de la Fuerza Aérea efectuó un último vuelo rasante, ametrallando sobre la multitud, antes de escapar a Uruguay.
Tras el duro combate terrestre, que incluyó un incidente de falsa rendición por parte de los rebeldes, estos decidieron entregar el Ministerio de Marina a las unidades del Ejército apostadas afuera.
De los veinte aviones que arrojaron trece toneladas de bombas aproximadamente, decía G. Chávez: “El de mas perversidad fue Carlos Enrique Carus, quien tiró la última bomba y además arrojó los tanques suplementarios de combustibles sobre 30 000 trabajadores que estaban en la Plaza, para prenderles fuego”.
En 2010 se publicó una investigación oficial realizada por el Archivo de la Memoria de la Secretaría de Derechos Humanos que identificó a 308 muertos, aclarando que a esa cantidad debían sumarse «un número incierto de víctimas cuyos cadáveres no lograron identificarse, como consecuencia de las mutilaciones y carbonización causadas por las deflagraciones».CGT, de las cuales 23 eran mujeres. También fueron identificados 6 niños y niñas muertos, el menor de ellos de 3 años. La mayoría de los muertos fueron argentinos, pero fueron también identificados 12 italianos, 5 españoles, 4 alemanes y 6 muertos de nacionalidades boliviana, chilena, estadounidense, paraguaya, rusa y yugoslava.
Entre las personas asesinadas fueron identificadas 111 activistas sindicales de laEl bombardeo-ametrallamiento es uno de los antecedentes directos del golpe de Estado que se produciría tres meses después, logrando deponer el 16 de septiembre de 1955 al presidente Perón e instaurándose la dictadura autodenominada Revolución Libertadora.
En represalia, la noche del 16 de junio simpatizantes peronistas ―en el conocimiento de la estrecha relación entre la cúpula eclesiástica y los sediciosos que provocaron el atentado terrorista― incendiaron la Curia Metropolitana, las basílicas de Santo Domingo y San Francisco, junto con otras ocho iglesias. Los diarios El Líder y Democracia de los días 17, 18 y 19 de junio reiteraron informaciones sobre descubrimiento de “incendiarios comunistas”, por parte de la Policía así como de vastos planes de agitación y agresión contra templos católicos. Al producirse el derrocamiento de Perón, las carpetas con todos las documentaciones referidas al incendio de las iglesias fueron halladas en una oficina estatal, pero sus conclusiones se desestimaron porque sindicaban como responsables de los incendios a una logia masónica ligada a los revolucionarios, por lo que Fernando Paolella opinó que dichos incendios, a los que califica de hecho "menor que a la larga es sobredimensionado" respecto al hecho gravísimo del bombardeo ocurrido ese día, no se encuentra esclarecido. por su parte, Mariana Broz atribuye los incendios a prosélitos de Perón.
Si bien se decretó estado de sitio, Perón intentó una reconciliación con los sectores opositores, abandonando su política de confrontación[cita requerida] y tratando de calmar a la clase trabajadora mediante llamamientos por radio.
Luego de fracasar el golpe las máquinas volaron hacia el Uruguay, donde hallaron resguardo. Allí también, a bordo de un DC-3 fletado especialmente, recalaron los dirigentes políticos implicados en el golpe. La masacre, según algunos historiadores dio inicio a todas las expresiones del terrorismo de Estado en la Argentina que vinieron después. Incluso algunos perpetradores también tendrían participación en el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
Los pilotos fugados a Uruguay fueron recibidos por Guillermo Suárez Mason, prófugo de la Justicia argentina desde su participación en el intento de golpe de 1951. Entre los pilotos y tripulantes de aviones estaba Máximo Rivero Kelly, quien luego fue acusado de delitos de lesa humanidad como jefe de la Base Almirante Zar de Trelew y de la Fuerza de Tareas 7 de la zona norte de Chubut. Horacio Estrada, jefe del grupo de tareas de la ESMA; Eduardo Invierno, jefe del servicio de Inteligencia Naval en la dictadura; Carlos Fraguio, jefe de la dirección general naval en 1976 con responsabilidad en los centros de detención como la ESMA y la escuela de suboficiales de la Marina; Carlos Carpineto, secretario de prensa de la Armada en 1976; Carlos Corti, su sucesor, y Alex Richmond, agregado naval en Asunción. De la Fuerza Aérea, Jorge Mones Ruiz, quien fue delegado de la dictadura en la SIDE de La Rioja y Osvaldo Andrés Cacciatore, futuro intendente de la ciudad de Buenos Aires. Los tres ayudantes del contraalmirante Aníbal Olivieri, ministro de Marina y jefe de la conspiración eran los capitanes de fragata Emilio Massera, Horacio Mayorga y Oscar Montes. Massera integró la primera de las Juntas Militares, a partir de 1976, Mayorga estuvo involucrado en la masacre de Trelew y Montes fue canciller del Proceso de Reorganización Nacional.
A las 03:00 de la mañana del 17 de junio, se comunicó a los líderes del alzamiento, Olivieri, Gargiulo y Toranzo Calderón, que serían juzgados bajo ley marcial y se les ofreció a cada uno un arma para terminar con sus vidas. Olivieri y Toranzo rechazaron esta invitación, pero el vicealmirante Benjamín Gargiulo optó por suicidarse. A las 05:45, poco antes del amanecer, se disparó en su oficina. Olivieri, a cuyas órdenes estaban los tenientes Emilio Eduardo Massera y Horacio Mayorga, fue destituido y condenado a un año y seis meses de prisión. Su defensor en el juicio sería Isaac Francisco Rojas. Otro responsable directo, Samuel Toranzo Calderón, fue degradado y condenado a prisión por tiempo indeterminado.
Entre los autores intelectuales, se encontraban el socialdemócrata Américo Ghioldi, el radical unionista Miguel Ángel Zavala Ortiz, el conservador Oscar Vichi y los nacionalistas católicos Mario Amadeo y Luis María de Pablo Pardo. Ciento diez personas, entre ellos Zavala Ortiz, llegaron a Montevideo a bordo de los 39 aviones utilizados en el ataque.
En 2013, el Senado convirtió por unanimidad en ley un proyecto del Poder Ejecutivo que incluye a las víctimas de los atentados y bombardeos ocurridos del 16 de junio al 16 de septiembre de 1955, como beneficiarios de las leyes de resarcimiento por haber estado detenidos o hayan sufrido la desaparición forzada u otro acto de fuerza no lícita de parte del Estado. La medida también reconoce los militares que sufrieron represalias o fueron dados de baja por no sumarse al bombardeo. Las víctimas sobrevivientes han recibido homenajes del Archivo Nacional de la Memoria.
Si bien los cabecillas de la masacre temieron recibir la pena de muerte por traición a la Patria, la pena más dura fue impuesta contra Toranzo Calderón, condenado a cadena perpetua. Los militares que se asilaron en Uruguay fueron dados de baja por el cargo de rebelión y, tras el golpe de Estado del 16 de septiembre fueron reintegrados por los nuevos mandos. Ningún civil fue condenado. El Batallón de Infantería de Marina 4 fue disuelto y la Marina de Guerra fue despojada de su poder de fuego (se les quitaron las espoletas para sus cañones navales de grueso calibre),[cita requerida] y militares involucrados o simpatizantes solicitaron la baja al jefe de la fuerza. El resto de los culpables no fueron juzgados.
En la década de 2000 se abrieron varias causas orientadas a calificar el acto como delito de lesa humanidad. En 2008 la Cámara Federal de la Ciudad de Buenos Aires calificó el hecho como delito de lesa humanidad y ordenó al juez Rodolfo Canicoba Corral proceder a la investigación del mismo para establecer las responsabilidades y condenas que correspondan. Canicoba Corral resolvió que no fue un delito de lesa humanidad, sino «un magnicidio que buscó matar a Juan Domingo Perón, entonces presidente constitucional del país», y archivó la causa.
Durante el gobierno peronista no hubo referencia a los bombardeos en los noticieros de Sucesos Argentinos ni en Noticiero Panamericano, que contaban con material audiovisual. Este último emitió un informe a fines de septiembre de 1955, ya derrocado Perón, desde una óptica favorable a la Revolución Libertadora que incluía algunas imágenes de los bombardeos. Durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, la serie documental Argentina en este siglo tenía previsto emitir el episodio Tiempo de violencia por el Canal 13 de Buenos Aires, donde se narraban los hechos de la masacre de la Plaza de Mayo. A pesar de haber sido anunciado por la crítica, que mencionaba a los hechos como «revolucionarios», el capítulo fue censurado y el ciclo televisivo, quitado de la grilla de programación. Esto se debió a que la estética de los documentales previos a Tiempo de violencia, tendían a minimizar la masacre, mostrando los bombardeos con planos lejanos y enfocándose principalmente en el sobrevuelo de los aviones. Las circunstancias de mayor gravedad que se exponían, eran la destrucción de edificios de la ciudad y jamás estaban presentes las víctimas de los bombardeos ni la presencia de resistencia civil al atentado. Se presentaban como mártires y héroes a los soldados caídos del bando de la autodenominada Revolución Libertadora y eran «invertidos el lugar de las víctimas y de los victimarios». No había imágenes referidas a la resistencia, excepto por la quema de iglesias que esta efectuó luego de los bombardeos, donde se lamentaba la pérdida de «templos que son reliquias [...] un gran valor espiritual e histórico». Las imágenes del bombardeo a la población civil, los enfrentamientos sociales previos y posteriores al bombardeo, como así también las imágenes de los muertos, no habrían sido mostrados con su verdadero significado hasta el año 1966 en Tiempo de violencia.
El cortometraje documental Tiempo de violencia del periodista Carlos Alberto Aguilar fue el primero en narrar de forma cronológica y objetiva los hechos históricos del atentado, sin politizar ni censurar su discurso. Se trató del primer relato que disputó la «versión oficial» de los hechos instalada por el discurso afín de la Revolución Libertadora. Al contrario de las interpretaciones de los documentales previos, donde el bombardeo y el posterior golpe de estado eran presentados como parte de una «gesta libertadora», en Tiempo de violencia eran «emergentes de un proceso progresivo de violencia que enfrentaba a los argentinos». El relato del documental de 1966 permite comprender los «umbrales de aceptación de la violencia a mediados del 60: sublevaciones, golpes de Estado, bombas y quema de templos». La violencia previamente al audiovisual de Aguilar era justificada por el orden instaurado y desplaza la connotación más violenta hacia los sectores peronistas, mientras que en Tiempo de violencia asumía directamente la problematización de la violencia y proponía superar el origen de la misma: la antinomia peronismo-antiperonismo. La posición neutral construida por el documental y la condena de la violencia permitían configurar «la idea de horror o barbarie como una de las acepciones de la violencia» y las palabras con las que fue identificado el bombardeo —destrucción, terror, devastación, muerte, guerra— remarcaban el carácter irracional de los hechos representados. El documental de Aguilar buscaba llamar la atención sobre el momento político del país, de marcado enfrentamiento entre sectores políticos e intentando hacer un «llamado a la mesura». Por su parte, es la producción que más condena moralmente a la violencia y es el único en el que la argumentación, antes que impugnar sectores o marcar responsabilidades, ensaya una retórica «destinada a superar la confrontación». Esta narración sin embargo, posiblemente fuese la menos convocante en un contexto de fuerte politización y creciente legitimación de la violencia. A pesar de que el documental Tiempo de violencia fue integrado a la colección fílmica del Archivo General de la Nación para su conservación y restauración con una duración original de 23 minutos, la copia disponible solo posee 19 minutos y medio y carece de las dos primeras partes, relativas a los hechos del 11 y 13 de junio, por lo que le fueron removidos 3 minutos y medio.
En julio de 1993, la documentación personal de Isaac F. Rojas fue entregada por sus tres hijos al Archivo General de la Armada Argentina.
Luego de diversos avatares, en el año 2012 el Departamento de Estudios Históricos Navales de la Armada Argentina (DEHN), durante las tareas de relevamiento de los documentos contenidos en el denominado "Fondo Rojas", descubre un libro encuadernado que contiene el "Informe Casa Militar del 16 de junio de 1955". Dicho informe, producido por el capitán D. Miguel Ángel Siniscalchi, adjunta gráficos de situación y de las zonas atacadas, e importantes fotografías que permiten reconstruir la historia de lo sucedido durante el bombardeo al interior de la Casa de Gobierno.En 2015, al cumplirse los 60 años del bombardeo, el Ministerio de Defensa – a cargo de Agustín Rossi – inauguró en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada, una muestra denominada "1955 Golpean la Casa", con la intención de hacer visibles hechos de la historia que durante muchos años fueron ocultados. En ese marco se publicó una copia del informe recientemente desclasificado. Asimismo, se habilitó el acceso a documentos desclasificados como el "Informe de los sucesos revolucionarios del 16 de junio de 1955" y el "Acta Nro 1 – De la Marina de Guerra en Operaciones del 16 de septiembre de 1955", contenidos en el "Fondo Rojas".
El 27 de mayo de 2007, se dio a conocer una película de medio metraje con 25 minutos de duración, en 16 mm con sonido óptico, filmada por un equipo cinematográfico francés, que se encontraba en la capital argentina tomando imágenes que no guardaban relación con este acontecimiento.Plaza de Mayo y permaneció oculta hasta que el periodista argentino Roberto Di Chiara logró descubrirla y recuperar con ella un testimonio de gran valor histórico. Este documento está preservado en el Archivo DiFilm.
La película nunca fue estrenada ni en la Argentina ni en Francia, y contiene imágenes inéditas del bombardeo deEl 11 de junio de 2015, en el Canal Encuentro utiliza fragmentos de estos archivos inéditos
para homenajear a las víctimas del bombardeo, al cumplirse el 60.º aniversario.En junio de 2016, la TV Pública estrenó Las palomas y las bombas, una miniserie de ficción dirigida por Maximiliano González, basada en cuentos de Ricardo Piglia, que recorre los hechos del 16 de junio de 1955. El elenco estuvo integrado por Luis Machín, Violeta Urtizberea, Martín Slipak, Arturo Bonin y Osvaldo Santoro, entre otros.
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