Distrito de Miraflores (Lima) nació en Lima.
El distrito de Miraflores es uno de los cuarenta y tres que conforman la provincia de Lima ubicada en el departamento de Lima en el Perú. Limita por el Norte con el distrito de San Isidro; por el Este con el distrito de Surquillo y el distrito de Santiago de Surco; por el Sur con el distrito de Barranco; y por el Oeste con el océano Pacífico en la Costa Verde.
Gracias a su ambiente cosmopolita y su vista al Pacífico es considerado el distrito turístico preferido por personalidades nacionales y extranjeras.
Miraflores ocupa el sexto lugar en el índice de desarrollo humano de los distritos del Perú. Está habitado fundamentalmente por familias de nivel socieconómico alto.
El distrito de Miraflores se encuentra en la ciudad de Lima, al suroeste del centro de la ciudad, con una extensión de 9,62 kilómetros cuadrados y una población aproximada de 89,060 habitantes. Este distrito ocupa el segundo puesto en el Índice de Desarrollo Humano de los distritos del Perú, superado solo por el distrito de San Isidro. Cuenta con las urbanizaciones San Antonio, La Aurora y Santa Cruz, siendo en este último donde hasta fines del siglo XX vivió la población considerada de clase media y donde existían un buen número de talleres de mecánica automotriz, hoy convertidos en restaurantes de categoría, habiéndose transformado al igual que el resto del distrito de zona residencial. Cabe mencionar que Miraflores limita con el distrito de San Isidro, por ende, al concentrar ambos la zona financiera de Lima, es el lugar con más habitantes con más posibilidades de dedicar tiempo a actividades de ocio y entretenimiento. En consecuencia, cuenta con varios establecimientos de vida nocturna, recintos culturales, centros comerciales y espacios convenientes para marcas de alta costura. A su vez, es visitado por muchos extranjeros, por lo que lidera en políticas de seguridad ciudadana.
La persistente importancia de la fauna marina en el sustento de los antiguos limeños está evidenciada por los conchales, como los califica Max Uhle (1913), esto es, los montículos de desperdicios de alimentos provenientes del mar. Federico Engel menciona como fuente alimenticia suplementaria la caza de lobos marinos, al ser empleada su fibra en la confección de redes de pesca. La calabaza, además de su condición de recipiente y de fuente alimenticia, contribuyó también de modo indirecto al sustento al ser usada su corteza en la confección de flotadores para las redes de pesca.
Restos de numerosos villorrios de pescadores sedentarios fueron identificados por Federico Engel a lo largo de prácticamente toda la costa limeña. Señala Engel que con anterioridad a los 3000 años antes de nuestra era no se construían poblados extensos, salvo excepciones, como el caso de río Seco, 90 kilómetros al norte de Lima, pueblo típico de la “fase con algodón”, o sea, posterior a los 2500 años antes de nuestra era. A partir de entonces fueron numerosas las aldeas costeras, llegando algunas a alcanzar superficies de hasta diez hectáreas.
Los centros de administración y culto de mayor magnitud aparecen en los valles de Supe, Chancay, Chillón, Rímac y Lurín. En áreas de la Cordillera de los Andes, son contemporáneos los restos de Cotosh/Manos Cruzadas y La Galgada.
La antigua cultura llamada Lima, surgida hacia los siglos II y III de nuestra era, centró su desarrollo en el valle del Rímac, donde se levanta el conjunto arquitectónico de Maranga, y en el de Lurín, donde le corresponde la fase más temprana del santuario de Pachacámac. También le corresponden manifestaciones presentes en los valles de Supe, Paramonga y Huarmey, por el norte y Asia, Omas y Mala, por el sur.
El estilo Lima se manifiesta en una cerámica que se distingue por su decoración geométrica y su color blanco sobre superficie roja oscura y otras veces anaranjada. El monumental complejo de Maranga es, definitivamente, el mayor exponente arquitectónico de la cultura Lima.
Los monumentos de Maranga son piramidales, con rampas y gradas, recintos y almacenes levantados con adobes pequeños. Una de las edificaciones más notables es la huaca Aramburú, ubicada en Lima, en la avenida Venezuela, en terrenos de la ciudad universitaria de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Estos centros siguieron vigentes durante la expansión de los waris y luego durante la ocupación inca.
Se inscriben también dentro de este fenómeno cultural, Armatambo, al pie del Morro Solar; Mangomarca, entre el cerro San Cristóbal y San Juan de Lurigancho; las estructuras de Carabayllo, en el valle del Chillón; la Huaca Pucllana (Juliana), en el distrito de Miraflores, y la de Huallamarca (llamada también Pan de Azúcar), en San Isidro.
El primigenio templo de Pachacámac ofrece el estilo arquitectónico típico de esta cultura, caracterizado por el uso de adobes pequeños, que posiblemente representan granos de maíz.
Los conquistadores llegaron por primera vez a la zona de Lima luego de que Francisco Pizarro dispusiera que una expedición, al mando de Hernando Pizarro, acudiese a ver esa afamada “mezquita” de Pachacámac, considerada por los indios, según el entender de los hispanos, “como la Meca entre los moros”.
Partieron de Cajamarca, el 5 de enero de 1533, 14 jinetes, 9 peones y un número indeterminado de indígenas cargueros. La tropilla pasó por Huamachuco y Antamarca, luego por el callejón de Huaylas y Corongo, siguiendo por Pachacoto hacia la costa. Llegaron el 26 de enero a Paramonga. Según anota José Antonio del Busto (1984), luego estuvieron en Huaura (29 de enero), Lachay o Tambo de las Perdices (30 de enero) y Chancay o Suculachumba (31 de enero), donde los sorprendió un violento sismo. La tarde del sábado 1 de febrero de 1533 avizoraron el gran santuario de Pachacámac.
La expedición de Hernando Pizarro, esperaba encontrar deslumbrantes tesoros. En Lima encontraron, en cambio, según describe el escribano de la expedición, Miguel de Estete (1533), “un feo y maloliente ídolo de palo”, esto es, “un madero hincado en la tierra con una figura de hombre hecha en la cabeza de él, mal tallada y mal formada”. En tanto el sitio era afamado por tener la presencia de un oráculo, pareciera que los españoles confundieron, o fueron inducidos a confundir, una imagen votiva común con lo que creían una suprema deidad. No es casual que el propio Estete agregase que en Pachacámac, “todas las calles de este pueblo, y las puertas principales (…) tienen muchos ídolos de palo, y los adoran a imitación de su diablo”.
Hernando Pizarro estuvo merodeando los valles vecinos hasta el 28 de febrero. Convocó a los curacas de Lima, Yauyos, Huarochirí, Mala y otros señoríos menores, conminándolos a contribuir al rescate del que creían Sapa Inca Atahualpa, (en opinión de algunos Atahualpa no fue Sapa Inca; para ello se requería la aprobación de las panacas reales del Cusco, que nunca la tuvo. Sí lo fue su hermanastro Huáscar. El conquistador español, al reconocerlo, creó la confusión histórica de creer que fue el último Sapa Inca), preso en Cajamarca. Logró reunir, según el cronista, el valor de unos 90.000 pesos en oro. El conquistador tuvo oportunidad de admirar la buena irrigación de los valles del Chillón y del Rímac y comprobar la nutrida y laboriosa población de Maranga, Armatambo y Carabayllo.
Francisco Pizarro llega a Pachacámac el 29 de diciembre de 1534, decidido a fundar en esa región la capital de la conquista, luego de haber cambiado de opinión respecto a Jauja, por su lejanía del mar. Envió desde Pachacámac tres jinetes a hacer una inspección: Ruy Díaz, Juan Tello y Alonso Martín, quienes luego de vencer con gran dificultad el gran arenal de la cuesta del Hambre (hoy Lomo de Corvina), quedaron deslumbrados con el verdor del “valle de las pirámides” que vieron a sus pies. El cacique local, Taulichusco, se mostró amigable y hospitalario.
Nicolás de Ribera y Laredo había propuesto a Pizarro fundar la capital en tierras de Ica, pero el capitán general gustó más del valle de Lima por las noticias sobre su fertilidad y por la bahía apropiada para puerto ubicada a pocas leguas. Luego de fundar la Ciudad de los Reyes el 18 de enero de 1535, nombró cabildo el 22 de enero y partió al norte, a fundar la ciudad de Trujillo. Antes de concluir ese año, Lima ya contaba con un activo puerto y tenía hospedaje, zapatería, carpintería, herrería, espadería, cerrajería y carnicería. Pronto hubo iglesias y monasterios. Una bula del papa Paulo III, del 14 de mayo de 1541, dio origen a la diócesis de la Ciudad de los Reyes desmembrándola de la del Cusco y sujetándola a la de Sevilla.
Como se dijo, dispuestos a fundar la definitiva capital del Perú, Francisco Pizarro comisionó tres jinetes para que recorriesen la costa hasta la tierra de los Huaylas y eligiesen un buen sitio para edificarla. Los tres jinetes, se dijo que fueron, Ruy Díaz, Juan Tello de Guzmán y Alonso Martín de Don Benito. Estos partieron de Pachacámac, dispuestos a remontar los arenales del litoral. Pasada la que después se llamó “Cuesta de la Sed” (hoy Lomo de Corvina) y traspuesto el adoratorio de Armatampu, surgió a sus ojos el Valle de las Pirámides, el mayor de todos los conocidos en la costa. El río que lo regaba se llamaba Rímac, es decir “el hablador”, y en sus proximidades, por Rímac-Tampu, estaba una huaca nombrada Pugliana donde residía un “demonio” que daba oráculo a los indios.
El valle tenía buen clima, mucha agua y leña, tierras para sementeras y estaba cerca de un puerto natural propicio para el surgir de las naves.
El curaca del lugar se llamaba Taulichusco y los recibió con muestras de paz; tenía muchos sembríos y eso anunciaba comidas. Sin más que averiguar, los comisionados volvieron a Pachacámac, donde Alonso Martín de Don Benito informó: “que él fue por mandado de su señoría juntamente con los susodichos Ruy Díaz y Juan Tello a ver y buscar el asiento para el pueblo que se quiere fundar… y que ha seis días que lo andan buscando y mirando el mejor sitio y que habiendo paseado todo el cacique de Lima y la comarca dél le parecía que en dicho asiento de Lima que ellos vieron, es el mejor asiento que hay en toda la tierra que vieron”. Opinión similar dieron sus dos compañeros, si bien los tres se conformaron con lo que vieron y nada hicieron por llegar hasta los Huaylas.
Es decir, los comisionados quedaron maravillados por el valle que se extendía ante ellos y ya no buscaron otro sitio que pudiera ser mejor.
Pizarro escuchó atento ese 12 de enero de 1535, el parecer de los veteranos soldados, y teniéndolo por favor de los Santos Reyes, en cuya fiesta salieron los tres jinetes a explorar, determinó poner a la nueva capital bajo la advocación de estos tres regios patrones.
En efecto, la Ciudad de los Reyes se fundó el 18 de enero de 1535, lunes por la mañana, en una ceremonia similar a la del Cusco y Jauja. El primer solar fue para el templo (dedicado por Pizarro a la Virgen de la Asunción), por lo que, después de señalada la plaza mayor, inició el gobernador la construcción de la iglesia “y puso por sus manos la primera piedra y los primeros maderos de ella”.
Acto continuo, repartió los solares de la nueva ciudad, “la cual, según Acta de Fundación escrita por el actuario Domingo de la Presa, espera en Nuestro Señor y en su bendita Madre que será tan grande y tan próspera cuanto conviene y la conservará y aumentará perpetuamente de su mano, pues es hecha y edificada para su santo servicio y para que nuestra santa fe católica sea ensalzada, aumentada y comunicada entre estas gentes bárbaras, que hasta ahora han estado desviadas de su conocimiento y verdadera doctrina y servicio, para que la guarde y conserve y libre de los peligros de sus enemigos y de los que mal y daño le quisiesen hacer. Y confío, continúa expresando Pizarro a través del Acta, en la grandeza de Su Majestad, que siendo informado de la fundación de la dicha ciudad, confirmará y aprobará la dicha población por mí y le hará muchas mercedes para que sea ennoblecida y se conserve en su servicio”. Estampó el gobernador Pizarro un garabato que acostumbraba hacer por firma, “su señal”, como dicen los escritos, y después de él firmaron el escribano y los oficiales reales, también Rodrigo de Mazuelas, siendo testigos del hecho Ruy Díaz y Juan Tello, dos de los que eligieron el lugar.
El gobernador Pizarro nombró luego al primer Cabildo. Las varas de los alcaldes dio a Nicolás de Ribera el Viejo y a Juan Tello de Guzmán; las de regidores a Alonso de Riquelme, García de Salcedo, Rodrigo de Mazuelas, Cristóbal de Peralta, Alonso Palomino, Diego de Agüero, Nicolás de Ribera el Mozo y Diego Gavilán. Posteriormente se incorporaron en calidad de nuevos regidores Juan de Quiñonez y Diego de Arbieto; Martín Pizarro, por alguacil mayor; Hernán Pinto, por fiel ejecutor; Francisco de Herrera, por mayordomo de la ciudad; y Gregorio de Sotelo, por mayordomo de la iglesia.
Lima, la Ciudad de los Reyes, representó para Pizarro la capital de su gobernación. Pronto se levantó la iglesia, y en torno a la plaza mayor, llamada después de armas por ser punto de reunión de los encomenderos armados, los soldados comenzaron a edificar sus moradas. La casa del gobernador también estaba en esta plaza, lo mismo que el Cabildo, institución que con acierto empezó a regir la población. Desde un principio, Lima se caracterizó por sus calles rectas y sus solares cuadrados: Cada solar se dio a un conquistador, cuatro solares hacían una isla cuadrada y los lados de ésta se denominaron cuadras, nombre que subsiste hasta hoy.
Con tardanza acudieron a la Ciudad de los Reyes los vecinos que habían quedado en Jauja y en el pueblo de Sangallán. La capital fue creciendo prestamente y antes de finalizar el año 1535, tenía sastrería, zapatería, carpintería, herrería, espadería, cerrajería y carnicería.
Lima, la Ciudad de los Reyes, fue la capital del virreinato del Perú. El virreinato peruano nació en virtud de las llamadas Leyes Nuevas, en 1542, y abarcó en principio una jurisdicción que empezaba en Nicaragua y terminaba en el estrecho de Magallanes. Luego esta extensión se acortó, pero siempre fue Lima la cabeza del virreinato.
El primer virrey fue Blasco Núñez de Vela (1544-1546) durante el reinado de Carlos I de España de la Casa de Austria (1516-1556), quien entró a Lima, en 1544. El virrey, también llamado vice rey o vice soberano, representaba al monarca español y era escogido entre los integrantes de la nobleza. Entraba a Lima con un recibimiento apoteósico y traía consigo una Instrucción sobre lo que debería hacer y no hacer, estudiar e informar.
En Lima quedaba el palacio virreinal. Estaba en la Plaza Mayor o plaza de armas. El virrey venía por un tiempo de cuatro años, pero alguno, se quedó dieciséis. Con su presencia estable, Lima se convirtió en la capital de la metrópoli americana. Los virreyes fueron cuarenta y se desempeñaron, relativamente, bien. Tenían cinco atribuciones principales: políticas, con título de gobernador; militares, con grado de capitán general; judiciales, con cargo de presidente de la Real Audiencia; económicas, con funciones de superintendente de la Real Hacienda; y religiosas, con mención de vice patrono del Regio Patronato.
En América, con el correr de los tiempos, hubo hasta cuatro virreinatos bajo el cetro del rey de España: Perú, México o Nueva España, Colombia o Nueva Granada y Argentina o Río de la Plata. Siempre constituyó un ascenso para los virreyes de los últimos tres virreinatos el ser promovidos al virreinato del Perú. La verdad es que entonces el virreinato peruano era el más rico, el más extenso y el más afamado del mundo.
El virreinato del Perú se dividió en corregimientos desde 1550, división que originó las actuales provincias, y desde 1874 en intendencias, principio de los ex departamentos. Los corregimientos llegaron a sumar casi una centena; las intendencias sólo fueron ocho: Lima, Arequipa, Cusco, Trujillo, Tarma, Huamanga, Huancavelica y Puno.
Lima fue asiento también de la Real Audiencia, el más alto tribunal de justicia existente en el virreinato. El arzobispo de Lima, por su parte, era el primado del virreinato del Perú. Lima llegó a ser la ciudad más importante de la América española. Tenía una prestancia especial y personalidad muy propia. También estaba en Lima la Universidad de San Marcos, llamada hoy la Mayor, por ser la más antigua del continente (1551).
Hubo tres virreyes que tuvieron que ver con el engrandecimiento de la capital peruana: Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros ({1607-1615), que construyó el puente de Piedra y la alameda de los Descalzos; Manuel de Amat y Juniet (1761-1776), que edificó el Paseo de Aguas y la plaza de toros de Acho; y entre ambos José Antonio Manso de Velasco (1745-1761), que reconstruyó Lima luego del terrible terremoto de 1746. Porque el sismo conllevó un maremoto y una ola gigantesca acabó con el Callao; a este virrey la Corona lo invistió conde de Superunda, título que señalaba sus esfuerzos reedificadores del citado puerto, por encima de la súper ola o súper onda.
También han pasado a la historia dos virreinas, si bien este título no existió oficialmente, pero se les llamó así por ser esposas de virreyes: una fue Teresa de Castro, la primera esposa de un virrey que vino al Perú (García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete) y en honor de la cual se llamó Castrovirreyna a una ciudad minera del virreinato e islas Marquesas a un archipiélago de Oceanía descubierto desde el Perú; la otra fue Ana Francisca de Borja y Doria (mujer de Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos), la cual, prácticamente, ejerció el gobierno del Perú por ausencia de su marido, abocado a debelar un alzamiento en Puno.
El último virrey fue José de la Serna e Hinojosa (1821-1824) durante el reinado de Fernando VII de la Casa de Borbón (1813-1833), teniente general de los Reales Ejércitos, quien firmó la Capitulación de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, hecho que significó el fin del período virreinal tras 282 años de vigencia.
Con la independencia, la capital dejó de llamarse Ciudad de los Reyes en los documentos oficiales y se nombró escuetamente Lima, como siempre fue el uso común en las conversaciones coloquiales.
El 2 de enero de 1857, el presidente Ramón Castilla, promulgó la Ley aprobada en la Constituyente, para la formación del Registro Cívico. Es así, como en esa fecha y con la Ley Orgánica de noviembre de 1856, Miraflores surge con autoridades de distrito. Se extiende desde los lindes del Cercado de Lima hasta Barranco. El fundó Balconcillo que quedaba bajo su jurisdicción y con él, Barboncito, La Palma, Conde San Isidro, Lince, Limatambo, Santa Cruz y Chacarilla; Armendáriz con las tierras de Leuro y Ocharán y la de los naturales; las de San Francisco y de Mengoa. El pueblo se denominaba anteriormente San Miguel de Miraflores.
Hasta antes de la década de 1930, Miraflores abarcaba los actuales distritos de San Isidro (1931), Lince (1936), Surquillo (1949), La Victoria (Balconcillo y Santa Catalina), San Borja (1983) y Surco (Higuereta).
Miraflores fue el centro de los encuentros entre el virrey Pezuela y el San Martín el 24 de septiembre de 1820, así como casa de Cabada y Scheel en 1857, y lugar de la Batalla de Miraflores en 1881.
La batalla de Miraflores fue un enfrentamiento ocurrido el 15 de enero de 1881, entre las fuerzas del Ejército de Chile y el Ejército del Perú, en el marco de la Campaña de Lima, durante la Guerra del Pacífico. El ejército chileno al mando del General Manuel Baquedano, apoyado por tres buques de la armada chilena, derrotó a las fuerzas atrincheradas en parte de la segunda línea defensiva peruana en Miraflores, dirigida por Don Nicolás de Piérola luego de más de cuatro horas de combates.
En 1898, lindaba por el norte con los terrenos del fundó Surquillo y por el oeste, con la calle Bellavista; al este con los rieles del ferrocarril a Lima y al sur con las dos primeras cuadras de Larco y Porta.
Son múltiples las organizaciones sociales originarias y propias del distrito. Entre ellas, ligadas a la historia lejana y reciente del distrito de Miraflores se hallan importantes clubes sociales peruanos que aquí tienen su sede principal como son, entre otros, el Club Tenis Las Terrazas, el Club Suizo, el Club Waikiki y el Club Social Miraflores.
En el distrito de Miraflores se encuentra la sede principal de la Alianza Francesa de Lima, así como instituciones educativas como el Markham College, el Colegio San Silvestre, el Colegio Nuestra Señora del Carmen, el Colegio Mater Purissima, el Colegio Peruano Alemán Alexander von Humboldt, el Colegio Suizo Pestalozzi, el Colegio Miraflores School, el Colegio Santa Rita de Casia, el Colegio San Jorge de Miraflores, el Colegio Juana Alarco de Dammert, el Colegio Scipión E. Llona, el Colegio Adventista Miraflores, el Colegio La Reparación y el Colegio Hosanna.
Además, se encuentra el Instituto Raúl Porras Barrenechea de la Universidad de San Marcos, instalaciones de la Universidad Científica del Sur, el Campus Lima de la Universidad de Piura, la Facultad de Psicología y de Educación de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, Facultades de la Universidad Alas Peruanas, el Instituto de Gobierno y de Gestión Pública de la Universidad San Martín de Porres, un campus de la Universidad San Ignacio de Loyola y la Facultad de Oceanografía, Pesquería, Ciencias Alimentarias y Acuicultura de la Universidad Nacional Federico Villarreal, el Centro Preuniversitario Ricardo Palma, el Centro Cultural Cori Wassi de la Universidad Ricardo Palma y el Instituto Peruano de Investigaciones Genealógicas.
En el distrito se puede encontrar también arquitectura republicana muy bien conservada. Dos ejemplos son la Casa Prado, perteneciente a la familia Prado y la Casa García-Alvarado, residencia ubicada frente al actual Parque Kennedy en la avenida José Larco y en la cual habitó el ex alcalde de Miraflores don Genaro Castro Iglesias junto con su familia.
Miraflores posee muchos atractivos turísticos. Por su grado de seguridad, un alto número de turistas de todo el mundo lo prefiere y por esta misma razón cada vez más hoteles, incluyendo los más de moda en la ciudad de Lima, se ubican en este distrito. Además de sus playas y malecones con parques bien cuidados y una vista panorámica de toda la bahía de Chorrillos, los más conocidos atractivos turísticos de Miraflores son los que se mencionan a continuación:
Metropolitano es el transporte más ocupado y transitado por los ciudadanos limeños para el ingreso a sus labores, universidades, institutos, diversión entre otros.
Municipios hermanados de la ciudad:
La Huaca Pucllana de noche
Parque Reducto
Edificios en Miraflores
Torres Telmex (ahora Torre Claro) y Marriott en Miraflores.
Casa del arquitecto Emilio Harth-Terre (Hoy sede de la Municipalidad de Miraflores).
El barrio de Miraflores aparece en varias novelas del Premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, como La ciudad y los perros o Travesuras de la niña mala, así como también en los cuentos de Julio Ramón Ribeyro.
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