La ciudad y los perros es la primera novela del escritor peruano Mario Vargas Llosa. Ganadora del Premio Biblioteca Breve en 1962, fue publicada en octubre de 1963 y ganó el Premio de la Crítica Española. Originalmente el autor la tituló "La morada del héroe" y luego "Los impostores". Su importancia es trascendental, pues abrió un ciclo de modernidad en la narrativa latinoamericana. A la par con otras obras de diversos autores de América Latina, dio inicio al llamado boom latinoamericano. Ha tenido múltiples ediciones y ha sido traducida a decenas de idiomas.
Mario Vargas Llosa estudió dos años de educación secundaria en el Colegio Militar Leoncio Prado, entre 1950 y 1951, y esta vivencia o “aventura” (como él mismo la llama) lo marcó profundamente, al punto que cuando años después estuvo convencido de que sería escritor (hacia 1956), tuvo muy en claro que su primera novela debía basarse en esa experiencia escolar. Pero razones de tiempo impidieron que entonces se pusiera manos a la obra. Fue recién cuando partió becado a España, cuando pudo disponer de tiempo libre. Comenzó a escribir la novela en el otoño de 1958 en Madrid, en una tasca de Menéndez y Pelayo llamada «El Jute», que hoy es un restaurante con otro nombre, y la terminó en el invierno de 1961, en una buhardilla de París.
El proceso de escritura y reescritura de esta obra fue muy agobiante. Vargas Llosa lo confesó a Abelardo Oquendo en una carta que le escribió a principios de 1959:
El borrador de la novela abarcaba 1200 páginas y Mario lo presentó a diversas editoriales españolas y latinoamericanas, pero todas la rechazaron. Si bien en España acababa de ganar el premio Leopoldo Alas gracias a su libro de cuentos Los Jefes (publicado en 1959), con su primera novela surgía un escollo aparentemente imposible de superar: la censura franquista. En París hizo leer su manuscrito al hispanista francés Claude Couffon, que quedó encantado con el relato y le sugirió que encargara su publicación al editor Carlos Barral, de la editorial Seix Barral de Barcelona, ya que era el único que podía encontrar la manera de evadir hábilmente la censura.
Antes de leer el manuscrito, Carlos Barral recibió de sus asesores un informe muy negativo sobre la obra. Pese a ello, el editor barcelonés, un día en que se encontraba aburrido, encontró el original guardado en el cajón de un escritorio de su oficina en Seix Barral y lo leyó. Desde el primer momento quedó maravillado con la narración, proponiéndose hacer todo lo que estuviera a su alcance para difundirla. Pero sugirió a Mario que previamente presentara la novela al Premio Biblioteca Breve, y tal como lo había previsto, resultó ganadora. Uno de los miembros del jurado, el célebre crítico español José María Valverde, dijo que la obra era «la mejor novela de lengua española, desde Don Segundo Sombra.» (novela esta que había sido publicada en 1926).
Luego de unas largas negociaciones para esquivar la censura franquista, la obra fue publicada en 1963. Obtuvo enseguida el Premio de la Crítica Española, y estuvo a punto de obtener el Premio Formentor, perdiéndolo por un solo voto.
El primer título que tanteó el escritor para su novela fue La morada del héroe, que cambió luego por Los impostores, aunque sin quedar satisfecho. Estando en Lima se encontró con su amigo, el crítico peruano José Miguel Oviedo, a quien consultó sobre esta disyuntiva. Oviedo, que ya había leído la obra con un grupo reducido de amigos, sugirió el nombre de La ciudad y las nieblas, por alusión a la niebla que siempre cubre la zona costera donde se halla el colegio militar y que es aludida frecuentemente en la novela. Como no convencía a Mario, entonces Oviedo se sacó de la manga otro nombre, La ciudad y los perros, por alusión a los “perros” o cadetes de tercer año, personajes de la novela. Mario, entusiasmado, exclamó entonces: «Ese es el título», y así fue como quedó bautizada la primera novela del escritor.
La obra está ambientada en el Colegio Militar Leoncio Prado, donde adolescentes y jóvenes internos reciben formación escolar secundaria bajo una severa disciplina militar. Se narran las diferentes historias de unos muchachos que descubren y aprenden a convivir con una forma de vida alienante que no les permite desarrollarse como personas, y donde se les somete y humilla. No obstante, a través de este sistema, algunos encuentran la fortaleza necesaria para asumir sus retos.
Vargas Llosa critica la forma de vida y cultura castrenses, donde se potencian valores determinados (agresividad, valentía, hombría, sexualidad, etc.) que mutilan el desarrollo personal de los muchachos de ese internado. Con gran profusión de personajes, las vidas de estos se van entrecruzando, hasta tejer el tapiz de la obra. El nudo del relato se concentra en torno al robo de las preguntas de un examen, que es delatado por un cadete apodado el Esclavo, quien luego muere, presumiblemente a manos de otro cadete apodado El Jaguar. Otro cadete, el Poeta, tratará infructuosamente de denunciar al Jaguar. Todo ello enfrentará a los cadetes entre sí, y a todos ellos con las autoridades del colegio, que son a la vez oficiales del ejército. El epílogo de la novela certifica lo que ha sido el colegio para los protagonistas: una estación de paso que los ha formado o deformado, para integrarlos a la sociedad civil.
El escenario principal es el "Colegio militar de Lima", cercano al mar y rodeado de descampados o chacras. La entrada principal del colegio, vigilada por un puesto de guardia, es llamada La Prevención, que es a la vez el nombre de la edificación donde son consignados (castigados con reclusión) los cadetes; cerca se halla un patio exterior donde está la estatua del héroe Leoncio Prado. Desde La Prevención se divisan tres bloques de cemento donde están las cuadras de tercero, cuarto y quinto año. Más adentro se halla un estadio, la pista de atletismo y unas tribunas de madera desvencijadas; también una piscina, ante la cual se alza una construcción sostenida por cuatro columnas, conocida como La Glorieta.
Otros escenarios son los barrios de Lima, donde viven los personajes principales: el distrito de Lince (el Esclavo) y el distrito de Miraflores (Alberto Fernández). También la calle Huatica en el distrito de La Victoria, sede del burdel más famoso de la capital.
En las historias alternas del Poeta y del Esclavo se mencionan otras arterias principales de Lima: la avenida Nicolás de Piérola, la avenida Alfonso Ugarte, la avenida Salaverry, así como algunas de las principales plazas capitalinas. El escenario de las historias alternas del Jaguar es el distrito de Bellavista y otros sectores del Callao.
La novela está dividida así:
A la vez cada uno de los 16 capítulos (además del epílogo) está formado por episodios independientes, que se distinguen gráficamente al estar separadas por espacios en blanco.
La trama central y lineal del relato empieza in media res, es decir en plena acción medular de la novela, que se inicia con el robo de las preguntas del examen de química. Sin embargo, el relato en su conjunto no es lineal pues en torno a la trama central se intercalan episodios cronológicamente anteriores, y que están relacionados con la vida de los principales protagonistas (Ricardo Arana el Esclavo, Alberto Fernández el Poeta y un tercero no identificable por el momento, pero que después se descubrirá como El Jaguar). Estos episodios o historias paralelas se remontan a la época en que los cadetes ingresan por primera vez al colegio militar, pero a través de la técnica de flashback o analepsis retroceden aún más en el tiempo, cuando los protagonistas eran todavía niños, en los meses (e incluso años) previos a su ingreso a dicho colegio. El relato, en su conjunto, se desenvuelve pues en distintas épocas y lugares. Con esta múltiple exposición de sucesos se enriquece la trama central.
Al juego temporal anteriormente mencionado se añaden los diferentes narradores y sus diversas perspectivas. El primer narrador claramente identificable es, "el Poeta", Alberto Fernández, con una perspectiva doble: de una parte su visión “desde fuera”, como narrador objetivo, y de otra la transcripción de su monólogo interior. Otro sería el “Boa”, uno de los cadetes del “Círculo”, quien con ímpetu instintivo y emocional comenta los hechos desde una perspectiva interior, subjetiva, en forma de flujo de conciencia. También narra Ricardo Arana, el Esclavo, en forma de monólogo interior y el teniente Gamboa, de la misma manera. A veces también el Boa cumple la función del narrador, por ejemplo, en el episodio de la expulsión del serrano Cava. Otra perspectiva “desde fuera” correspondería al Jaguar, quien en primera persona relata su vida previa a su ingreso al colegio, aunque manteniendo enigmática su identidad, que solo se revelará al final.
La obra narra las vivencias de los alumnos internos del Colegio Militar Leoncio Prado en especial de Alberto Fernández “el Poeta”, El Jaguar, Ricardo Arana “el Esclavo”, el serrano Cava, El Boa, el Rulos, el brigadier Arróspide y el negro Vallano, los cuales cursan el último año de secundaria, primera sección, y están deseosos de salir de una vez del hoyo en donde se encuentran. De todos ellos, el más apocado es Ricardo Arana, por lo que siempre resulta humillado por sus congéneres, recibiendo por ello el apodo de “El Esclavo”; es el único que no logra adaptarse y se siente ajeno a todo el colegio a pesar de convivir día y noche con sus compañeros en las aulas y en las cuadras (dormitorios).
Todos los días los alumnos se levantan temprano para formarse y recibir sus clases. El teniente Gamboa dirige la formación y castiga a los tres últimos en alinearse. El estilo de vida de los internos es pesado y denigrante para algunos. La narración se remonta a tiempo atrás, cuando Alberto Fernández y sus compañeros recién ingresan al colegio para cursar el tercer año de secundaria, y reciben "el bautismo" por parte de los alumnos de cuarto, del que también participan los de quinto. Este "bautismo" consistía en tratarlos de forma denigrante frente a los miembros del colegio como a "perros", apelativo con que se les conocía a los alumnos de grados inferiores. El Jaguar es el único al que no le pueden “bautizar”, pues se opone con violencia e incluso vence en la pelea a un alumno de cuarto. Como el “bautismo” duraba un mes, El Jaguar y los alumnos de su misma sección deciden formar un "Círculo", para defenderse y vengarse de los alumnos de cuarto año. El "Círculo" es descubierto por el teniente Gamboa y toda la sección es castigada. No obstante, El Jaguar mantiene el grupo, pero reducido a sus tres amigos más cercanos: el serrano Cava, el Rulos y el Boa. Todos ellos, entre otras “hazañas”, roban uniformes para revenderlos, organizan el ingreso de licor y material prohibido en el Colegio (revistas eróticas, cigarrillos, etc.), realizan juegos de dados y naipes, y planifican el robo de las respuestas de los exámenes; la novela empieza precisamente en el momento en que se realiza el robo del examen de química. Pero el serrano Cava, a quien se le encarga tal misión, no tiene cuidado y rompe el vidrio de una ventana, por lo que los del “Círculo” temen ser descubiertos. Sin embargo, confían en que todos sean discretos y no delaten nada. Pero esa misma noche, El Esclavo y Alberto se hallan de imaginarias (guardias por turnos) y se enteran del robo.
Alberto y El Esclavo empiezan a hacerse amigos y se cuentan sus intimidades. El Esclavo deseaba salir el fin de semana para visitar a una chica llamada Teresa, vecina suya, de la que estaba enamorado, pero a la que aún no se atrevía a declararse. Alberto, conocido como el Poeta, era muy solicitado por los cadetes para escribir cartas de amor a las enamoradas y novelitas eróticas, y el Esclavo le pide que le escriba unas cuantas cartas. Durante el examen de química, un papel enrollado con las respuestas del examen cae en la carpeta de Alberto, pero Gamboa lo descubre y ordena al responsable ponerse de pie. El Esclavo se levanta declarándose culpable y Gamboa le confina a no salir el fin de semana. Ese mismo sábado Alberto decide aprovechar su salida para ir donde la célebre “Pies Dorados”, una meretriz del jirón Huatica, en el distrito de La Victoria; al mismo tiempo se ofrece para llevar una carta del Esclavo para Teresa, quien vivía en el distrito de Lince. Alberto invita al cine a Teresa, y empieza a enamorarse de ella, aunque en el fondo se siente mal por faltarle así a su amigo. Regresa a casa, en Miraflores, a pasar la noche, ya sin ganas de ir donde la “Pies Dorados”.
Como era de temer, se descubre el robo de las preguntas del examen de química, y el teniente Gamboa confina a los alumnos que estaban de imaginarias esa noche, es decir, al Esclavo y Alberto, impidiéndoseles la salida hasta que descubriesen al responsable. El Esclavo, quien ya tenía una seguidilla de confinamientos, no aguanta más el castigo y en vez de “tirar contra” (salir furtivamente del colegio), prefiere delatar al culpable, Cava; este es degradado y expulsado. Dicho castigo era terrible pues el alumno así expulsado perdía todos los años que había cursado.
El Jaguar y los demás del Círculo juran descubrir al soplón (delator) y darle un merecido castigo. Mientras tanto, El Esclavo obtiene permiso para salir del Colegio esa misma tarde y poder así visitar a Teresa. Alberto siente celos, porque también se ha enamorado de Teresa y escapa del colegio para adelantarse al Esclavo. Cuando llega donde Teresa se entera que aún no la había visitado el Esclavo. Alberto aprovecha la ocasión para declarar su amor y Teresa le corresponde. El Esclavo no llega a visitar ese día a Teresa pues sus padres le impiden salir de casa.
La vida en el colegio parece seguir su rutina habitual, pero ocurre entonces un incidente trágico. Durante una salida de práctica de tiro, hacia un descampado en las afueras del colegio, el teniente Gamboa hace las formaciones para escalar una pequeña elevación de terreno, pero en el momento de la maniobra, un alumno cae desplomado al suelo. Era El Esclavo; nadie lo nota hasta momentos después, cuando lo descubren gravemente herido. Una bala, al parecer de manera accidental, le había impactado en la cabeza.
El Esclavo es llevado a la clínica del colegio, pero fallece poco después. Se celebran sus exequias ante todo el colegio. Los oficiales del colegio explican que el cadete fue víctima de su propio error, al enredarse con el gatillo de su arma y caer al suelo, disparándose; en realidad ocultan el hecho comprobado de que el disparo había venido de atrás. Sospechan un error en las maniobras y responsabilizan a Gamboa y a los otros oficiales por no ser cuidadosos, pero a fin de evitar un escándalo, mantienen la tesis oficial del error del cadete.
Toda la sección queda impactada por el suceso. Alberto no cree en la versión oficial de la muerte y empieza a sospechar que fue un acto de venganza del Círculo, por lo de la delación del robo del examen de química. El hecho de que El Jaguar se hallara inmediatamente detrás del Esclavo al momento de las maniobras le hace convencer más en su sospecha. Atormentado por esta idea sale del colegio y se dirige donde Teresa, a quien cuenta el triste suceso; ella, confundida ante tal noticia, se limita a responderle que conocía muy poco a Ricardo, pese a que era su vecino, y trata de consolar a Alberto, preguntándole qué otra cosa más le preocupaba. Alberto se molesta con Teresa, creyéndola indiferente ante la muerte de su amigo, y ambos terminan peleando. Al final Alberto se despide de Teresa, con el presentimiento de que ya no la volvería a ver más.
Alberto visita al teniente Gamboa en su domicilio y acusa al Jaguar del asesinato del Esclavo. A la vez, delata el tráfico de licor y cigarrillos, los juegos de dados y el robo de uniformes que el Círculo realiza a escondidas en las cuadras. Gamboa trata de llevar el caso a una real investigación; por lo pronto empieza por encerrar al Jaguar en un calabozo de la Prevención, y realiza una inspección en las cuadras, donde comprueba lo dicho por Alberto, pero en cuanto a la acusación de asesinato, esta no prospera por falta de pruebas concretas. Alberto insiste en su denuncia; entonces el oficial de mayor graduación, un coronel, le llama a su oficina y le exige que deje de insistir pues de lo contrario su versión sería fácilmente rebatida, ya que la inspección realizada en las cuadras sacó también a luz sus muy solicitadas “novelitas eróticas”, lo que demostraría su gran imaginación y su nula confiabilidad como testigo. Además, sería expulsado por pervertido sexual y ningún colegio lo recibiría. Alberto declina entonces y no insiste más en su denuncia. Por el momento es recluido en el calabozo donde estaba El Jaguar, a la espera de la orden del teniente para enviarlo de regreso a la cuadra. El Jaguar y Alberto discuten. En todo momento el Jaguar niega ser el asesino del Esclavo; Alberto, por su parte, confiesa que él fue quien le acusó ante el teniente. Ambos se agarran a golpes, llevando Alberto la peor parte. Luego de pasar por la enfermería, regresan a la cuadra.
Toda la sección, encabezada por el brigadier Arróspide, cree que el Jaguar fue quien delató lo del licor y los cigarrillos, y se vuelven en su contra; varios alumnos lo rodean y lo golpean brutalmente. A pesar de ello, El Jaguar no delata a Alberto como el verdadero soplón, pero se siente muy mal al verse tratado así por sus compañeros a quienes desde un inicio había enseñado a defenderse de los abusos de los mayores. Debido a su insistencia en la investigación de la muerte del Esclavo, el teniente Gamboa cae en desgracia ante sus superiores, quienes deciden enviarlo a una base remota en Juliaca, donde no podrá insistir más sobre el caso. Antes de su partida, el Jaguar le entrega a Gamboa un escrito donde confiesa que mató al Esclavo, creyendo que con esa confesión el teniente sería rehabilitado, pero este le responde que ya es demasiado tarde, pues el Ejército había ya decidido que la muerte de Ricardo fue accidental a fin de evitar un escándalo mayúsculo. Antes de irse, Gamboa le pide al Jaguar que cambie de actitud y saque algún provecho de lo sucedido.
Más adelante, tiempo después de terminar el colegio, Alberto, quien ya se ha olvidado de Teresa, se prepara para ir a los Estados Unidos a medida que los recuerdos del Colegio Leoncio Prado van haciéndose más distantes e impersonales. Conoce a una nueva integrante de su barrio, Marcela y se enamora de ella. Por otro lado, El Jaguar consigue un empleo y se reencuentra con su amor de la infancia, Teresa (la misma que fuera enamorada fugaz del Esclavo y de Alberto), con quien contrae matrimonio, cambiando así la imagen que hasta ese momento el lector se había hecho del Jaguar, convirtiéndose en un personaje más complejo de lo esperado. Lo singular del relato es que a lo largo de él se intercala la historia del Jaguar previa a su entrada en el Colegio Militar, aunque sin mencionar su apelativo; y solo al final el lector poco atento a los detalles de la historia se entera que se trata del mismo.
Alberto Fernández h cursa el último año en el colegio militar Leoncio Prado (primera sección del quinto año), en donde es conocido como El Poeta por su destreza para escribir novelitas pornográficas y cartas de amor a cambio de dinero y cigarrillos. Es de tez blanca y vive en el barrio de Miraflores.
Alberto apenas era un niño cuando entró al colegio y venía de una familia desintegrada. Como a la gran mayoría, le costó acostumbrarse al nuevo estilo de vida que le imponía la institución.
El Poeta, al igual que los demás estudiantes leonciopradinos, debe asumir una doble identidad: dentro del colegio, como él mismo declara, debe mostrarse insensible, rudo y hosco, y no siendo un buen peleador, se las ingeniaba para no involucrarse en riñas, de esta manera evitaba que lo “fregaran”, lo que en el lenguaje de los leonciopradinos implicaba desde bromas de mal gusto hasta abusos sexuales. Por otro lado, fuera del colegio con sus amigos miraflorinos, Tico y Pluto, su comportamiento era totalmente diferente: con ellos no tenía que mostrarse insensible o arisco, ya que con ellos no se enfrentaba a situaciones estresantes ni violentas.
A pesar de ser muy diferentes, Alberto llega a convertirse en el único amigo de Ricardo (el Esclavo), sin embargo, se enamora de Teresa, el interés amoroso de Ricardo, demostrando así la poca valoración que le daba en ese entonces a la amistad que mantenía con el Esclavo.
En una práctica de tiros realizada por la institución, Ricardo Arana fallece. Alberto asume que su muerte fue una venganza contra el Esclavo por haber delatado al serrano Cava por el robo de un examen. Luego de lo sucedido Alberto siente la necesidad de encontrar el culpable de la muerte de su amigo, para lograrlo confiesa todos los actos no permitidos dentro del colegio (fumar, beber alcohol, etc.) lo cual le produce una serie de conflictos con el Jaguar.
Proveniente del distrito chalaco de Bellavista, el Jaguar es un joven de temperamento fuerte, ágil y valiente, cuyo carácter se fue formando por el contexto social bajo en el que se desenvolvía. Al entrar en el colegio militar demuestra su personalidad imponente al no permitir que lo bauticen, rompiendo así con la tradición del alumnado. Él mismo se autodenomina el Jaguar, por su agilidad para esquivar los golpes y su destreza para darlos. A partir de esta denominación, El Jaguar toma la iniciativa de agrupar a sus compañeros en el “Círculo” con el objetivo de imponer un espíritu de lucha y audacia ante la violencia e injusticia en la que vivían.
Dentro de este ambiente El Jaguar juega un rol muy importante, toda la vivencia dentro del Colegio Militar hace que este joven ante cualquier problema que se le presente utilice todos los medios que posee para defenderse. El Jaguar no se rinde ante ninguna situación, mostrando así su sentimiento de superioridad ante los demás; no se deja pisotear por nadie, ejerciendo así el control de poder que tiene ante sus compañeros.
El Jaguar está presente a lo largo de toda la obra, no solo en la trama central ambientada en el Leoncio Prado, sino en diversos relatos que se intercalan a lo largo de ella; pero su identidad no queda clara al principio: es un adolescente que narra en primera persona su vida previa a su entrada al colegio militar, cuando vive con su madre en una modesta casa cerca de la plaza de Bellavista y asiste al colegio 2 de Mayo del Callao; cuenta también sus intentos de enamorar a su vecina, una chica de su edad llamada Teresa, a quien suele visitar a la salida de su colegio (el Rosa de Santa María); relata también la manera en que, influenciado por malas compañías, termina dedicándose al robo; luego huye de su casa y pasa a vivir con sus padrinos, quienes finalmente lo envían al Colegio Militar. En la última parte de la novela se desvela el misterio de este muchacho: se trata del mismo Jaguar, quien así se hace dueño de la historia y termina casándose con Teresa, su amiga y enamorada de infancia. Podríamos así definirlo como el héroe de la novela.
Es uno de los personajes protagónicos de la novela. Este personaje se caracteriza por su actitud sumisa y dócil, producto de una infancia en la cual las mujeres fueron elemento decisivo. Debido a esto, su padre, un hombre autoritario, decide enviarlo al Colegio Militar Leoncio Prado donde recibe un gran bautizo en presencia de sus compañeros con la intención de convertirlo en “hombre”.
Dentro de este internado, donde imperaba la ley del más fuerte, Ricardo recibe el sobrenombre de “El Esclavo”, ya que toma el rol de víctima ante sus compañeros.
Pese a la pasividad de este personaje, se evidencia también su lado sentimental al demostrar el gran cariño que secretamente guardaba por Teresa, una muchacha que conoció antes de entrar al colegio. Sin embargo, un trágico destino le deparaba al Esclavo, puesto que finalmente moriría de un disparo en la cabeza, posiblemente siendo un asesinato del Jaguar a modo de venganza. Este lamentable suceso llegó a ser rápidamente encubierto por las autoridades del plantel, ya que su prioridad era mantener el prestigio de esta reconocida institución.
Es el personaje femenino más importante de la novela. El autor nos revela a Teresa como una muchacha complaciente, pulcra y delicada, proyectando así ser un icono de perfección femenil en la vida de los tres personajes principales (El Esclavo, el Jaguar y el Poeta). Llegando a ser el interés amoroso de los mismos en determinadas partes de la obra.
Todos los hombres tienen puntos en común a pesar de las diferencias socio-económicas y culturales y es debido a que están basadas en la propia esencia humana, esto es lo que Mario Vargas Llosa en su libro La ciudad y los perros quiere comunicar por medio de Teresa. Coinciden en anhelar lo que no tienen, en el deseo de ser amados, en la necesidad de espiritualidad, entre otros.
Mario Vargas Llosa resalta la dimensión humana, siendo esta más relevante que lo físico y lo económico. Al mostrar a Teresa como una persona digna y limpia a pesar de estar sumida en la pobreza, recalca que no se pierde la humanidad por la falta de recursos.
Para los protagonistas que se enamoran de Teresa, ella representa lo que ellos tuvieron que dejar para sobrevivir en el colegio militar. Para el Esclavo, la paz que anhelaba tras una vida dura y cruel. Para el Poeta, la inocencia perdida cuando es obligado a entrar al colegio. Y para el Jaguar, la vida doméstica que nunca tuvo.
Al comenzar la obra, el escritor nos relata la obsesión del Jaguar por Teresa y todo lo que hace a causa del amor que siente por ella. De pequeño, este personaje (El Jaguar) siempre ansiaba estar junto a ella, la buscaba para estudiar y la perseguía en su camino al colegio constantemente.
Más adelante, perdiendo de vista al Jaguar aparece el Esclavo. Este pretendía inocentemente a Teresa. Luego, a causa del Esclavo, El Poeta conoce a Teresa y de igual forma comienza a verla como los otros. Tan perfecta, tan pura (a pesar de saber que era el interés de su mejor amigo). Pero tras la muerte del Esclavo notamos que estas ilusiones afectivas hacia Teresa son desechadas.
Finalmente los caminos de Teresa y del Jaguar se vuelven a juntar. Este, tras abandonar el colegio militar la vuelve a encontrar y le propone matrimonio. Teresa acepta.
El “Boa”, debido a su actitud feroz y gran fuerza física, es otro de los miembros del grupo selecto de quinto año conocido como “El Círculo”, que está conformado por los matones del colegio. Su apodo, que él detesta, viene de su miembro viril notoriamente desarrollado. Boa también es uno de los narradores de la historia, notoriamente uno de los únicos dos en primera persona.
Boa es el mejor amigo del líder del Círculo, El Jaguar. Boa sigue fielmente a su amigo y cumple todas sus instrucciones a pesar de no siempre concordar con ellas debido a que confía en que la inteligencia y temeridad de su amigo siempre prevalecerá. Es el único que defiende al Jaguar cuando toda el aula acusa a este de soplón, y termina agarrándose a golpes con el brigadier Arróspide.
Boa considera vital siempre demostrarse brutal y violento debido a que la naturaleza del colegio premia esas cualidades y crea un sistema en el cual el que no domina es dominado. A pesar de vivir en un universo tan severo y salvaje, Boa tiene una amiga, la perra “Malpapeada” que es la mascota del colegio. Él admira la fidelidad que presenta este animal, convirtiéndose en un escape del mundo en el que se encuentra sumergido, es por eso que su vida gira en torno a ella, como una forma de liberación y transmisión de sensaciones de protección y calor que brinda la inocente criatura. Una interpretación común es que Malpapeada representa al mismo Boa y su relación con la perra es paralela a su relación con El Jaguar, ya que el Boa se mantiene leal y amigable con el Jaguar sin importar qué ocurra o qué abusos este le haga, tal como la Malpapeada hace con el Boa.
Porfirio Cava es otro de los integrantes del “Círculo”. Es apodado “el serrano” por ser oriundo de la sierra; también le dicen “el cholo”. Una característica física peculiar suya era que le solían crecer pelos en toda la frente, debiendo afeitarse constantemente, lo que era motivo de la burla de sus compañeros. Después del Jaguar, era el que más batía al Esclavo y a algunos profesores, como a Fontana, el profesor de francés. Era de los pocos alumnos que sentía realmente la vocación militar y su sueño era ser oficial de artillería. A él le encargaron el robo de las preguntas del examen de química, pero en su nerviosismo rompe un vidrio de la ventana por donde entra a cometer la fechoría. Sus amigos del Círculo lo increpan y lo califican de bruto. Delatado por El Esclavo, es degradado públicamente y expulsado, pierde todos los años cursados en el colegio y vuelve a su tierra, en total fracaso. «Los serranos tienen mala suerte, les ocurre lo peor. Es una suerte no haber nacido serrano.», reflexiona el "Boa".
El teniente Gamboa, tutor de la primera sección, es el encargado de que todo fluya de manera correcta. Desarrolla un papel muy importante dentro de la institución puesto que debe ser modelo y ejemplo para los cadetes, y además el primero en corregir cualquier anomalía dentro de dicha institución. Su método de enseñanza se basaba exclusivamente en una severísima disciplina militar, esta actitud siempre hostil le otorga el respeto que necesita para dirigir esta sociedad en la que prevalece la ley del más fuerte. A pesar de ser constantemente cruel con los cadetes, la mayoría de estos (notoriamente el Jaguar) lo respetan y admiran por su valentía e historia de combate. A diferencia de la mayoría de los otros oficiales del colegio, Gamboa es un militar devoto que cree en la disciplina, la jerarquía y el honor del ejército.
Al ocurrir la muerte de Ricardo Arana (el Esclavo), supuestamente a causa de un accidente, Gamboa recibe una confidencia del cadete Alberto Fernández, quien le asegura que en realidad el Jaguar había asesinado al Esclavo. Frente a tal acusación, Gamboa trata de comportarse siguiendo sus principios éticos y realiza un informe sobre el suceso para sus autoridades, pero estas prefieren mantener la tesis del accidente para evitar un escándalo que pudiera comprometerlos a todos. Después de interrogar personalmente al Jaguar, Gamboa se da cuenta de que es culpable e insiste en una investigación, lo que causa que lo destituyan y lo envíen a un puesto insignificante en una base olvidada de la ciudad de Juliaca.
Al ver esto, el Jaguar le confiesa que mató al Esclavo y le dice que lo informe a sus superiores para recuperar su carrera, pero Gamboa le dice que ya es demasiado tarde para eso y que en cambio él tiene que cambiar su actitud y «sacarle algún provecho a todo esto». La partida de Gamboa tiene un profundo efecto en el Jaguar, quien se siente culpable por todo y es lo que lo lleva a cambiar el curso de su vida.
“El Rulos” es otro de los integrantes del “Círculo”, es decir, de los matones de la primera sección del 5.º año. Particularmente se divierte fastidiando al Poeta y algunos creían que lo hacía por envidia. Cuando toda el aula se abalanza sobre el Jaguar, acusándolo de ser el soplón, El Rulos huye y deja desamparado a su amigo. Por esa razón se enemista con el Jaguar, con quien no vuelve a hablar más.
Arróspide es el brigadier de la sección y junto con el Poeta de los pocos “blanquitos” miraflorinos del Colegio, y los únicos de su sección. Era un estudiante muy dedicado, “un chancón”, por lo que lo eligieron brigadier tres años consecutivos. Es quien encabeza a toda el aula contra el Jaguar, gritándole a coro “soplón”.
Vallano es un cadete de origen afroperuano; todos le llaman «el negro», apelativo que en el Perú no es ofensivo a no ser que se diga en un tono despectivo. Se siente orgulloso de lucir el uniforme de cadete en las salidas, pues a decir de él, «el uniforme atraía a las hembritas». Él es quien aconseja a los de su cuadra a visitar a la “Pies Dorados”, la meretriz del jirón Huatica. Suele tener duelos verbales con el Poeta, pero este le gana siempre.
“Pies Dorados” es el apelativo de una prostituta que atendía en la zona roja de Lima, el jirón Huatica, del distrito de La Victoria. Era una mujer menuda, de cabellos rubios rizados y de piel muy tersa y clara. Su apodo peculiar derivaba por el hecho de que tenía los pies pequeños, blancos y cuidados. Se convierte en la preferida de los cadetes de la primera sección del 5º año. Cobraba 20 soles y muchos cadetes hacían todo lo posible para juntar esa suma e ir a visitarla los fines de semana, entre ellos el Poeta, que reunía el dinero vendiendo sus novelitas eróticas y escribiendo cartas de amor a pedido. A decir del escritor, la “Pies Dorados” es el único personaje de la vida real que ha sido reproducido fielmente en la novela, comenzando por su apelativo.
Paulino, a quien le dicen «el injerto» por parecer un mestizo de japonés, negro y cholo, atendía un kiosco, llamado “La Perlita”, situado cerca del muro posterior del colegio; allí vendía golosinas y bebidas. Se dedicaba también a introducir clandestinamente en el colegio cigarrillos y pisco, mercadería que ocultaba cuidadosamente y que revendía a precio subido. Los fines de semana se reunían en “La Perlita” algunos alumnos para tomar y fumar. Paulino era homosexual y en una de las escenas de la novela se le describe haciendo sexo oral a un grupo de alumnos, con la promesa de dar premios (diez soles y un botellón de pisco) a quienes “duraran” más.
Debemos también mencionar a los personajes de las historias alternas:
Se suele decir que la novela tiene carácter “autobiográfico”, pero lo más exacto sería decir que la novela es una ficción inspirada en las vivencias del escritor durante su paso, por dos años, en el colegio Leoncio Prado. El mismo Vargas Llosa deja este punto en claro en sus memorias:
Es inevitable, sin embargo, que en la novela se aludan situaciones reales vividas por el escritor en dicho colegio (algunas de las cuales explica en sus memoriasejército. La escena homosexual de Paulino con algunos cadetes fue sin duda la que más escándalo motivó, junto con el supuesto bestialismo practicado por algunos alumnos con gallinas y con la perra Malpapeada, al ser vistos como prácticas aberrantes, o según el decir coloquial, “cochinadas”. El general José Carlos Marín, uno de los fundadores del Colegio, llegó a decir que la obra era «un instrumento por el cual se ataca a las instituciones armadas, táctica típica del comunismo». No se ha confirmado, sin embargo, si llegó a producirse la ya legendaria quema de los ejemplares de la novela por obra de los militares en el patio del colegio.
), pero definitivamente no se debe tomarla como una crónica veraz y minuciosa. No obstante, desde el momento de su publicación en el Perú, la novela ocasionó escándalo, especialmente entre los miembros de la comunidad leonciopradina, que consideraron que la obra denigraba a su institución educativa, hasta entonces muy prestigiosa. Muchos altos miembros de las fuerzas armadas consideraron también que la obra manchaba alEn la obra, Mario Vargas Llosa se adentra en la situación social, económica y política de su país. Los personajes de la novela proceden de distintos ámbitos sociales y reflejan el microcosmos de una sociedad —Lima y el Perú de los años 1950— bajo cuya fachada hierven odios y prejuicios de todo tipo, especialmente el racial (“blancos”, “indios”, “cholos” y “negros”, enfrentados entre sí), el regional (costeños, serranos y selváticos) y el socioeconómico. Se vislumbra también en la obra la animadversión del escritor hacia el militarismo brutal y antidemocrático. Como fiel escritor de la nueva literatura latinoamericana, Vargas Llosa utiliza un lenguaje crudo y un humor negro para lograr el efecto de crítica que pretende dejar en los lectores.
Su técnica de los "vasos comunicantes" se usa por vez primera en esta novela, con gran maestría. Esta técnica, como la define el mismo autor, consiste en asociar dentro de una narrativa situaciones que ocurren en tiempos o lugares distintos, para fundirlos y hacer surgir de ellos una nueva vivencia, distinta de la que existiría si se hubieran narrado los episodios por separado.vanguardista al relato.
Es por ello que esta obra está contada en diferentes tiempos, que en ocasiones pueden hacer perder al lector lo que había pasado hasta ese momento, aunque le da un característicaPero indudablemente, la mayor ambigüedad de la novela radica en la muerte del cadete Ricardo Arana, el Esclavo. A pesar de que el Jaguar, al final de la novela, se responsabiliza de su muerte, queda siempre un hálito de duda. Al respecto ha contado el escritor lo siguiente:
El escritor rescató entonces la importancia de la verdad del lector sobre la verdad del autor: «Un escritor no tiene la última palabra sobre lo que escribe. Creo que es un gran error preguntarle a un autor cómo es esto o lo otro», explicó. Es por eso que desde entonces ha tratado de mantener la duda sobre la responsabilidad del Jaguar en el crimen, aduciendo que sus personajes «tomaron su propia vida, [y] se me fueron de las manos».
La aparición de La ciudad y los perros marcó un hito en el desarrollo de la novela hispanoamericana, significando la superación del regionalismo narrativo, en boga entonces en el ámbito latinoamericano, y de la novela social, preponderante aun entre los autores españoles. Además, abrió las puertas de la industria editorial ibérica a muchos autores latinoamericanos, iniciando lo que ha sido denominado el boom latinoamericano. En el transcurso de pocos años, escritores de la talla de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, José Donoso, Carlos Fuentes y Guillermo Cabrera Infante se harían conocidos universalmente.
Fue incluida en la lista de las 100 mejores novelas en español del siglo XX del periódico español El Mundo.
Vargas Llosa siempre ha mencionado en la necesidad de inspirarse en personas de la vida real y su interrelación con ellas al momento de escribir sus novelas, aunque en el transcurso de su redacción tienda a deformar al personaje; esta novela, naturalmente no ha sido la excepción. El Poeta, Alberto Fernández Temple, como es obvio, se inspira en sí mismo, aunque hay que señalar que las facetas de otros personajes, como la del Esclavo, también se inspiran en su propia vivencia. Por ejemplo, la relación tormentosa del Esclavo con un padre violento y vociferante, que maltrata a su madre y llega incluso a abofetearle, se inspira en su experiencia familiar propia.
El joven escritor limeño Sergio Vilela (n. 1979) ha profundizado más en esta tarea apasionante de identificar quiénes fueron las personas de la vida real que inspiraron al escritor los esbozos de los personajes de su novela. El mismo Vargas Llosa le hizo la confesión de que el personaje de El Jaguar fue inspirado en un cadete de apellido Bolognesi, un joven burlón y peleador, a quien ya había mencionado en sus memorias.
Y El Esclavo fue inspirado en otro muchacho de apellido Lynch, un cadete muy callado y tranquilo, probablemente el mismo al que menciona en sus memorias como “el Huevas Tristes”. Con esos datos, Vilela se adentró a investigar revisando los archivos del colegio y entrevistando a los antiguos cadetes compañeros de Vargas Llosa. De esas pesquisas sacó a la luz la identidad de aquellos: El Jaguar (cuyo nombre en la ficción jamás es mencionado) resultó llamarse en la vida real Estuardo Bolognesi Cedrón, bisnieto del héroe del morro de Arica, y cuyo apodo era “el Loco”. A diferencia de su heroico bisabuelo, Estuardo no siguió la carrera militar y terminó trabajando en una importante empresa de seguros; finalmente falleció en un accidente automovilístico, en 1974. El Esclavo (en la ficción, Ricardo Arana) resultó llamarse en realidad Alberto Lynch Martínez, apodado “el Nene”, o más despectivamente, “el Huevas”, quien, al momento de publicarse el libro de Vilela, aún vivía, en Houston, Estados Unidos, dedicado a los negocios y totalmente desarraigado de su patria.
Para finalizar, diremos que Teresa, uno de los pocos personajes femeninos de la novela, se inspira en Teresa Morales, la que fuera la primera enamorada del escritor (en 1952); ella vivía en Miraflores, muy cerca de la casa del entonces adolescente Mario.
Una adaptación cinematográfica de la novela fue dirigida por el peruano Francisco José Lombardi y estrenada en 1985. El guion fue escrito por el mismo Vargas Llosa y por José Watanabe. En el reparto figuraron los actores Pablo Serra (el Poeta), Gustavo Bueno (el teniente Gamboa), Luis Álvarez (el coronel), Juan Manuel Ochoa (El Jaguar), Eduardo Adrianzén (El Esclavo), Aristóteles Picho (El Boa), entre otros. Es considerada como una de las mejores cintas de Lombardi y una de las muestras emblemáticas del cine peruano.
Otra película inspirada en la novela fue Jaguar, dirigida por el chileno Sebastián Alarcón en 1986. Fue producida en la Unión Soviética.
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