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Filosofía política



La filosofía política es la rama de la filosofía que estudia cómo debería ser la relación entre las personas y la sociedad,[1]​ e incluye cuestiones fundamentales acerca del gobierno, la política, las leyes, la libertad, la igualdad, la justicia, la propiedad, los derechos, el poder político, la aplicación de un código legal por una autoridad, qué hace a un gobierno legítimo, qué derechos y libertades debe proteger y por qué, qué forma debe adoptar y por qué, qué obligaciones tienen los ciudadanos para con un gobierno legítimo (si acaso alguna), y cuándo lo pueden derrocar legítimamente (si alguna vez).[2][3]​ Mientras la ciencia política investiga cómo fueron, son y serán los fenómenos políticos, la filosofía política se encarga de teorizar cómo deberían ser dichos fenómenos.[1][4]

En un sentido vernacular, el término «filosofía política» a menudo refiere a una perspectiva general, o a una ética, creencia o actitud específica, sobre la política que no necesariamente debe pertenecer a la disciplina técnica de la filosofía.[5]Charles Blattberg, que define la política como «responder a los conflictos con el diálogo», sugiere que las filosofías políticas ofrecen consideraciones filosóficas de ese diálogo.[6]

La filosofía política tiene un campo de estudio amplio y se conecta fácilmente con otras ramas y subdisciplinas de la filosofía, como la filosofía del derecho y la filosofía de la economía.[1]​ Se relaciona fuertemente con la ética en que las preguntas acerca de qué tipo de instituciones políticas son adecuadas para un grupo depende de qué forma de vida se considere adecuada para ese grupo o para los miembros de ese grupo.[1]​ Las mejores instituciones serán aquellas que promuevan esa forma de vida.[1]

En el plano metafísico, la principal controversia divisora de aguas es acerca de si la entidad fundamental sobre la cual deben recaer los derechos y las obligaciones es el individuo, o el grupo.[1]​ El individualismo considera que la entidad fundamental es el individuo, y por lo tanto promueven el individualismo metodológico.[1]​ El comunitarismo enfatiza que el individuo es parte de un grupo, y por lo tanto da prioridad al grupo como entidad fundamental y como unidad de análisis.[1]

Los fundamentos de la filosofía política han variado a través de la historia. Para los griegos la ciudad era el centro y fin de toda actividad política. En la Edad Media toda actividad política se centraba en las relaciones que debe mantener el ser humano con el orden dado por Dios. A partir del Renacimiento la política adopta un enfoque básicamente antropocéntrico. En el mundo moderno y contemporáneo surgen y conviven muchos modelos, que van desde los totalitarismos hasta los sistemas democráticos participativos (entre los cuales existen muchas variantes).

Algunos filósofos políticos influyentes fueron: en el Reino Unido, Thomas Hobbes, John Locke, John Stuart Mill, Jeremy Bentham y James Mill; en Francia, Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau y Voltaire; en Italia, Cesare Beccaria, Giambattista Vico y Giuseppe Mazzini; y en Alemania, Karl Marx y Friedrich Engels.

La filosofía política china data del periodo de las Primaveras y otoños, específicamente con Confucio en el siglo VI a. C. La filosofía política china se desarrolló como una respuesta a la ruptura social y política del país característico del período de primaveras y otoño y del período de los Reinos Combatientes. Cada una de las principales filosofías durante el período, el confucianismo, el legalismo, el moísmo, el agriculturalismo y el taoísmo, poseía un aspecto político en su desarrollo disciplinario. Filósofos como Confucio, Mencio, y Mozi, se centraron en la unidad y en la estabilidad como base de sus filosofías políticas. El confucianismo abogó por un gobierno meritocrático jerarquizado, basado en la empatía, la lealtad y las relaciones interpersonales. El legalismo propugnó por un gobierno altamente autoritario basado en castigos y leyes draconianas. El mohismo defendía la idea de un gobierno comunitario y descentralizado, centrado en la frugalidad y el ascetismo. Los agrarios abogaban por un comunalismo utópico campesino y el igualitarismo[7]​ El taoísmo defendía un protoanarquismo, mientras que el legalismo era la filosofía política dominante de la dinastía Qin, pero fue substituido por el confucionamismo de Estado durante la dinastía Han. Antes de la adopción del comunismo por parte de China, el confucianismo de Estado seguía siendo la filosofía política dominante en el país hasta el siglo XX.[8]

La filosofía política occidental se origina en la filosofía de la antigua Grecia, remontándose al menos hasta Platón.[9]​ La antigua Grecia estaba dominada por las ciudades-estado, que experimentaban con diversas formas de organización política, agrupadas por Platón en cuatro categorías: timocracia, tiranía, democracia y oligarquía. Una de las primeras y extremadamente importantes obras clásicas de la filosofía política es la República de Platón,[9]​ a la que le sigue la Ética a Nicómaco y la Política de Aristóteles.[10]​ La filosofía política romana fue influenciada por los estoicos, incluyendo al estadista romano Cicerón.[11]

La filosofía política india evolucionó en tiempos antiguos y efectuó una distinción clara entre “nación y Estado” y “religión y Estado”. Las constituciones de los estados hindúes evolucionaron con el tiempo y se basaron en tratados políticos y jurídicos y en instituciones sociales predominantes. Las instituciones del Estado se dividieron en gran parte en aquellas dirigidas a la gobernabilidad, la administración, la defensa, la ley y el orden. ´´Mantranga´´, el principal cuerpo gobernante de estos estados, consistía en el Rey, Primer Ministro, Comandante en Jefe del Ejército, y el Sacerdote-Jefe Real. El Primer Ministro encabezaba el comité de ministros junto con el jefe del ejecutivo (Maha Amatya).

El Artha-shastra proporciona un relato de la ciencia de la política para un gobernante sabio, incluyendo asuntos como las políticas para las relaciones exteriores y las guerras, el sistema de un “Estado espía”, y la vigilancia y la estabilidad económica del Estado.[12]Chanakia, filósofo indio del siglo IV a. C. cita a varias autoridades, como Brihaspati, Ushana, Prachetasa Manu, Parashará, y Ambi, y se describió como descendiente de un linaje de filósofos políticos, con su padre Chanaka siendo su predecesor inmediato.[13]​ Otro influyente tratado indio sobre la filosofía política es el Sukra Neeti.[14][15]​ Un ejemplo de código en la antigua India es el Manusmṛti.[16]

La filosofía cristiana temprana de Agustín de Hipona fue fuertemente influenciada por Platón. Un cambio clave provocado por el pensamiento cristiano fue la moderación del estoicismo y la teoría de la justicia del mundo romano, así como el énfasis en el papel del Estado en la aplicación de la misericordia como ejemplo moral. Agustín también predicó que uno no era un miembro de su ciudad, sino que era tanto ciudadano de la Ciudad de Dios (Civitas Dei) como de la Ciudad del Hombre (Civitas Terrena). La Ciudad de Dios de Agustín es una obra influyente de este período que atacó la tesis, sostenida por muchos cristianos romanos, de que la visión cristiana podría realizarse en la Tierra.[17]

Tomás de Aquino se ocupó meticulosamente de las variedades del derecho. Según Tomás de Aquino, hay cuatro tipos de ley:

Aquino nunca discute la naturaleza o categorización del derecho canónico. Hay un debate académico alrededor del lugar del derecho canónico dentro del marco jurisprudencial tomista.

El surgimiento del islam, basado tanto en el Corán como en Mahoma, alteró fuertemente los equilibrios de poder y las percepciones de origen del poder en la región mediterránea. La filosofía islámica antigua enfatizó un vínculo inexorable entre la ciencia y la religión, y el proceso de ijtihad para encontrar la verdad; en efecto, toda filosofía era "política", puesto que tenía implicaciones reales para la gobernabilidad. Esta opinión fue desafiada por los filósofos "racionalistas" mutazilitas, que sostuvieron una visión más helénica, poniendo la razón por encima de la revelación, y como tal, son conocidos por los eruditos modernos como los primeros teólogos especulativos del Islam; Fueron apoyados por una aristocracia secular que buscaba libertad de acción independiente del califato. Sin embargo, hacia finales del periodo antiguo, la "tradicionalista" visión azharita del islam había triunfado en general. Según esta, la razón debe estar subordinada al Corán y a la Sunna.[18]

La filosofía política islámica, estaba, de hecho, arraigada en las mismas fuentes del islam, es decir, el Corán y la Sunna, las palabras y prácticas de Mahoma, haciéndolo esencialmente teocrático. Sin embargo, en el pensamiento occidental, se supone generalmente que era un área específica peculiar meramente a los grandes filósofos del Islam: al-Kindi (Alkindus), al-Farabi (Abunaser), İbn Sina (Avicena), Ibn Bajjah (Avempace), Ibn Rushd (Averroes) e Ibn Jaldún. Las concepciones políticas del Islam como kudrah (poder), sultán, umma, cemaa (obligación) -e incluso los términos "básicos" del Corán -como, ibadah (culto), din (religión), rab (maestro) e ilá (deidad)- se toman como base analítico. Por lo tanto, no solo las ideas de los filósofos políticos musulmanes sino también muchos otros juristas y ulama plantearon ideas y teorías políticas. Por ejemplo, las ideas de los jariyíes sobre el califato y la umma en los primeros años de la historia del islam, o las de los chiitas sobre el concepto de imamah, se consideran pruebas del pensamiento político. Los enfrentamientos entre los sunitas y los chiitas en los siglos VII y VIII tuvieron un auténtico carácter político.

El intelectual árabe Ibn Jaldún es considerado uno de los más grandes teóricos políticos. El filósofo y antropólogo británico Ernest Gellner consideró la definición de gobierno de Ibn Jaldún "...una institución que previene la injusticia de otra manera que la que comete a sí misma", como la mejor en la historia de la teoría política. Para Ibn Jaldún, el gobierno debería restringirse a un mínimo por ser un mal necesario, siendo la restricción que hacen los hombres a otros hombres.[19]

La filosofía política medieval en Europa estaba fuertemente influenciada por el pensamiento cristiano. Tenía mucho en común con el pensamiento islámico mutazalita en el sentido de que los católicos, aunque subordinaban la filosofía a la teología, no sometieron la razón a la revelación, pero en caso de contradicciones, subordinaron la razón a la fe como los islámicos azharitas. Los escolásticos, al combinar la filosofía de Aristóteles con el cristianismo de San Agustín, enfatizaron la armonía potencial inherente a la razón y a la revelación.[20]​ Quizás el filósofo político más influyente en la Europa medieval fue Santo Tomás de Aquino, quien contribuyó a reintroducir las obras aristotélicas, las cuales solo habían sido transmitidas a la Europa Católica a través de la España Musulmana, junto con los comentarios de Averroes. Su utilización, por parte de Tomás de Aquino, instaló la agenda para que la filosofía política escolástica dominara el pensamiento europeo durante siglos, hasta el Renacimiento.[21]

Filósofos políticos medievales, como Tomás de Aquino en Summa Theologiae, desarrollaron la idea de que un rey que es un tirano no es rey en absoluto, y podría ser derrocado.

La Carta Magna, considerada por muchos como la piedra angular de la libertad política angloamericana, propone explícitamente el derecho a la rebelión contra el gobernante por causa de la justicia. Otros documentos similares a la Carta Magna se encuentran en otros países europeos como España y Hungría.[22]

Durante el Renacimiento, la filosofía política secular empezó a emerger después de cerca de un siglo de pensamiento político teológico en Europa. Mientras que la Edad Media sí vio la política secular en la práctica bajo el gobierno del Sacro Imperio Romano Germánico, el campo académico era completamente escolástico, y por lo tanto, de naturaleza cristiana.

Una de las obras más influyentes durante este floreciente período fue “El príncipe” de Nicolás Maquiavelo, escrito entre 1511 y 1512 y publicado en 1532, después de la muerte de su autor. Ese trabajo, así como los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, un riguroso análisis del período clásico, influyeron mucho en el pensamiento político moderno en occidente. Una minoría (incluyendo a Jean-Jacques Rousseau) interpretaba “El príncipe” como una sátira destinada como regalo a los Médici después de su recuperación de Florencia atendiendo a la posterior expulsión de Maquiavelo de Florencia.[23]​ Aunque la obra fue escrita para la familia Médici quizás con el fin de influir para que lo redimieran del exilio, Maquiavelo apoyó a la República de Florencia en lugar de la oligarquía de los Médici. En cualquier caso, Maquiavelo presenta una visión pragmática y un tanto consecuencialista de la política, según la cual el bien y el mal son simples medios utilizados para lograr un fin, es decir, el Estado seguro y poderoso. Thomas Hobbes, conocido por su teoría del contrato social, continuó ampliando esta visión a principios del siglo XVII durante el Renacimiento inglés. Aunque ni Maquiavelo ni Hobbes creían en el derecho divino de los reyes, ambos creían que el egoísmo era inherente en el individuo. Fue esta creencia la que necesariamente los llevó a adoptar la idea de un fuerte poder central como el único medio para impedir la desintegración del orden social.[24]

Durante el periodo de la Ilustración, nuevas teorías sobre lo que es el ser humano y sobre la definición de la realidad y la forma en que esta se percibe, junto con el descubrimiento de otras sociedades en las Américas y las cambiantes necesidades de las sociedades políticas (especialmente después de las revoluciones en Inglaterra, Francia, las colonias inglesas en Norteamérica y Haití) llevaron a nuevas preguntas e ideas de pensadores como Thomas Hobbes, John Locke, Montesquieu y Jean-Jacques Rousseau.

Estos teóricos fueron impulsados por dos preguntas básicas: una, por qué derecho o necesidad las personas forman Estados; y dos, cuál podría ser la mejor forma que debiera adoptar un Estado. Estas preguntas fundamentales implicaban una distinción conceptual entre los conceptos de "Estado" y "gobierno". Se decidió que "Estado" se referiría a un conjunto de instituciones duraderas a través de las cuales el poder sería distribuido y su uso se justificaría. El término "gobierno" se referiría a un grupo específico de personas que ocuparían las instituciones del Estado, y crearían las leyes y ordenanzas por las cuales las personas, incluidas ellas mismas, estarían obligadas. Esta distinción conceptual continúa operando en la ciencia política contemporánea, aunque algunos politólogos, filósofos, historiadores y antropólogos culturales han argumentado que la mayor parte de la acción política en cualquier sociedad ocurre fuera del Estado, y que hay sociedades que no están organizadas en Estados que igualmente deben ser tenidas en cuenta en términos políticos. Mientras no se introdujera el concepto de orden natural, las ciencias sociales no podrían evolucionar independientemente del pensamiento teísta. Desde la revolución cultural del siglo XVII en Inglaterra, que se extendió a Francia y al resto de Europa, la sociedad ha sido considerada sujeta a leyes naturales similares al mundo físico.[25]

Las relaciones políticas y económicas fueron influenciadas drásticamente por estas teorías mientras que el concepto de gremio fue subordinado a la teoría del comercio libre, y el dominio católico de la teología fue cada vez más desafiado por las Iglesias protestantes subordinadas a cada Estado-nación, las que también predicaban en la lengua vulgar o nativa de cada región (lo que la Iglesia católica condenaba airadamente). Con todo, la Ilustración fue un ataque directo a la religión, particularmente al cristianismo. El crítico más franco de la iglesia en Francia fue Voltaire, una figura representativa de la Ilustración. Después de Voltaire, la religión nunca volvería a ser la misma en Francia.[26]

John Locke, en particular, ejemplificó esta nueva era de la teoría política con su obra Dos tratados sobre el gobierno civil, donde propone una teoría del estado de naturaleza que complementa directamente su concepción de cómo ocurre el desarrollo político y cómo puede fundarse a través de la obligación contractual. Locke refutó la teoría política paternalista fundada por Sir Robert Filmer en favor de un sistema natural basado en la naturaleza en un determinado sistema. La teoría del derecho divino de los reyes se convirtió en una fantasía pasajera, expuesta al tipo de ridículo con que John Locke la trató. A diferencia de Maquiavelo y Hobbes, pero como Tomás de Aquino, Locke aceptaría el dictamen de Aristóteles de que el hombre busca ser feliz en un estado de armonía social como animal social. A diferencia de la visión preponderante de Aquino sobre la salvación del alma del pecado original, Locke creía que la mente del hombre entra en este mundo como una tabla rasa. Para Locke, el conocimiento no es innato, revelado ni basado en la autoridad, sino sujeto a la incertidumbre templada por la razón, la tolerancia y la moderación. Según Locke, un gobernante absoluto como lo propuso Hobbes es innecesario, porque la ley natural se basa en la razón y busca la paz y la supervivencia para el hombre.

La crítica de Karl Marx al capitalismo —desarrollada junto a Friedrich Engels — fue, junto al liberalismo y el fascismo, uno de los movimientos ideológicos que definieron el siglo XX. La revolución industrial produjo una revolución paralela en el pensamiento político. La urbanización y el capitalismo cambiaron la forma de la sociedad enormemente. Durante el mismo periodo, el movimiento socialista empezó a tomar forma. A mediados del siglo XIX, se desarrolló el marxismo, y el socialismo en general aumentó su apoyo popular, mayormente de la clase obrera urbana. Sin romper completamente con el pasado, Marx estableció principios que serían usados por los futuros revolucionarios del siglo XX, como Vladimir Lenin, Mao Zedong, Hồ Chí Minh, y Fidel Castro. Aunque la filosofía de la historia de Hegel es similar a la de Immanuel Kant, y que la teoría de la revolución de Marx hacia el bien común es parcialmente basada en la visión kantiana de la historia, Marx declaró que se estaba dando vuelta la dialéctica de Hegel, la que estaba "parada de cabeza”, hacia "el lado correcto otra vez".[27]​ Aunque Marx creía en el materialismo histórico, Hegel creía en la fenomenología del espíritu.[28]​ Hacia fines del siglo XIX, el socialismo y los sindicatos eran miembros establecidos del panorama político. Además, las variadas ramas del anarquismo, con pensadores como Mijaíl Bakunin, Pierre-Joseph Proudhon o Piotr Kropotkin, y del sindicalismo también obtuvieron cierta prominencia. En el mundo angloamericano, el antiimperialismo y el pluralismo político comenzaron a prevalecer hacia inicios del siglo XX.

La Primera Guerra Mundial fue un acontecimiento decisivo en la historia de la humanidad, cambiando las opiniones de los gobiernos y la política. La Revolución rusa de 1917 (y revoluciones similares, aunque menos exitosas, en muchos otros países europeos) llevó al comunismo, —en particular a la teoría política del leninismo, y también a un nivel más pequeño y gradual el luxemburguismo— al escenario mundial. Al mismo tiempo, los partidos socialdemócratas ganaron elecciones y formaron gobiernos por primera vez, a menudo como resultado de la introducción del sufragio universal[29]​ Sin embargo, un grupo de economistas de Europa Central, conducidos por los economistas de la Escuela austríaca Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, identificaron los fundamentos colectivistas de varias nuevas doctrinas socialistas y fascistas de poder gubernamental como expresiones diferentes de totalitarismo político.[30][31]

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta 1971, cuando John Rawls publicó su Teoría de la Justicia, la filosofía política declinó en el mundo académico angloamericano, a medida que los filósofos analíticos expresaban escepticismo sobre la posibilidad de que los juicios normativos tuvieran contenido cognitivo y la ciencia política se volcara hacia los métodos estadísticos y el conductismo. En Europa continental, por otra parte, las décadas de la posguerra vieron un florecimiento enorme de la filosofía política, con el marxismo dominando el campo. Esta fue la época de Jean-Paul Sartre y Louis Althusser, y las victorias de Mao Zedong en China y de Fidel Castro en Cuba, así como los acontecimientos de mayo de 1968, provocaron un creciente interés por la ideología revolucionaria, especialmente por la Nueva Izquierda. Algunos emigrantes europeos continentales a Gran Bretaña y Estados Unidos, incluyendo a Karl Popper, Friedrich Hayek, Leo Strauss, Isaiah Berlin, Eric Voegelin y Judith Shklar, fomentaron el estudio continuo de la filosofía política en el mundo angloamericano, pero en los años 1950 y 1960, ellos y sus estudiantes permanecieron en contra del establishment analítico.

El comunismo siguió siendo un foco importante especialmente durante los años 50 y los años 60. Temas como el colonialismo y el racismo fueron cuestiones importantes que surgieron en la época. En general, hubo una marcada tendencia hacia un enfoque pragmático de las cuestiones políticas, más que filosófico. La mayor parte del debate académico se centró en uno o ambos de los siguientes temas pragmáticos: la aplicación del utilitarismo a los problemas de política pública, y la aplicación de modelos económicos (como la teoría de la elección racional) a las cuestiones políticas. El surgimiento del feminismo, los movimientos sociales LGBT y el fin del dominio colonial y de la exclusión política de las minorías como afroamericanos y minorías sexuales en el mundo desarrollado, posibilitaron que el pensamiento feminista, poscolonial y multicultural se volviera significativo. Esto supuso desafíos a la idea del contrato social por filósofos como Charles W. Mills, en su libro "El contrato racial", y Carole Pateman en su obra "El contrato sexual", centrados en que el contrato social excluyó a personas de color y a las mujeres, respectivamente.

En la filosofía política académica angloamericana, la publicación de la teoría de la justicia de John Rawls en 1971 se considera un hito. Rawls utilizó un experimento mental, la posición original, en la que los partidos representativos eligen principios de justicia para la estructura básica de la sociedad desde detrás de un velo de ignorancia. Rawls también ofreció una crítica a los enfoques utilitarios en los asuntos de justicia política. El libro "Anarquía, estado y utopía" de Robert Nozick, de 1974, respondió a Rawls desde una perspectiva libertaria, ganando respeto académico por sus puntos de vista.[32]

Contemporáneamente, con el surgimiento de la ética analítica en el pensamiento angloamericano, en Europa surgieron entre los años 1950 y los años 1980 varias líneas de filosofía dirigidas a la crítica de las sociedades existentes. La mayoría tomó elementos del análisis económico marxista, pero los combinó con un énfasis más cultural o ideológico. Dentro de la Escuela de Frankfurt, pensadores como Herbert Marcuse, Theodor W. Adorno, Max Horkheimer y Jürgen Habermas combinaron perspectivas marxistas y freudianas. Por su parte, varios otros pensadores, todavía muy influenciados por el marxismo, pusieron nuevos énfasis en el estructuralismo y en un "retorno a Hegel". Dentro de la línea del posestructuralismo se pueden situar pensadores como Gilles Deleuze, Michel Foucault, Claude Lefort y Jean Baudrillard. Los situacionistas estaban más influenciados por Hegel; Guy Debord, en particular, trasladó un análisis marxista del fetichismo de la mercancía al ámbito del consumo y examinó la relación entre consumismo y formación ideológica dominante.

Otro debate se desarrolló alrededor de las distintas críticas de la teoría política liberal hechas por Michael Walzer, Michael Sandel y Charles Taylor. El debate liberal-comunitario es a menudo considerado valioso para generar un nuevo conjunto de problemas filosóficos, en lugar de un profundo e iluminador choque de perspectivas. Estos y otros comunitaristas (como Alasdair MacIntyre y Daniel A. Bell) sostienen que, contra el liberalismo, las comunidades son anteriores a los individuos, y por lo tanto, deben ser el centro del enfoque político. Los comunitaristas tienden a apoyar un mayor control local, así como políticas económicas y sociales que fomentan el crecimiento del capital social.

Un par de perspectivas políticas que se superponen entre sí, emergentes hacia finales del siglo XX, son el republicanismo (o neorrepublicanismo, o republicanismo cívico) y el enfoque de las capacidades. El resurgente movimiento republicano pretende proporcionar una definición alternativa de la libertad de las formas positivas y negativas de libertad de Isaiah Berlin, a saber, "la libertad como no-dominación". A diferencia de los liberales que entienden la libertad como "no-interferencia", la idea de "no-dominación" implica que los individuos no están sujetos a la voluntad arbitraria de cualquier otra persona. Para un liberal, un esclavo que no es interferido puede ser libre, pero para un republicano el mero estatus de esclavo, independientemente de cómo se trate a ese esclavo, es censurable. Entre los prominentes republicanos se encuentran el historiador Quentin Skinner, el jurista Cass Sunstein y el filósofo político Philip Pettit. El enfoque de la capacidad, iniciado por los economistas Mahbub ul Haq y Amartya Sen y desarrollado por la jurista Martha Nussbaum, entiende la libertad bajo líneas aliadas: la capacidad real de actuar. Tanto el enfoque de capacidad como el republicanismo tratan la elección como algo que debe ser financiado. En otras palabras, no es suficiente ser legalmente capaz de hacer algo, sino tener la opción real de hacerlo.

Uno de los temas más destacados de la filosofía política reciente ha sido la teoría de la democracia deliberativa. El trabajo seminal es de Jurgen Habermas en Alemania, pero la literatura más extensa ha sido en inglés, dirigida por teóricos como Jane Mansbridge, Joshua Cohen, Amy Gutmann y Dennis Thompson.[33]

A continuación se enumeran algunos de los pensadores más canónicos o importantes, y especialmente los filósofos que se centraban en la filosofía política y/o aquellos que pueden considerarse como representantes de una determinada escuela de pensamiento en dicha disciplina.



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