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Lengua (lingüística)



La lengua es un sistema de signos lingüísticos, conformado por la interacción comunicativa y cuyo fin es la comunicación misma.

Es un sistema convencional de signos utilizados por los grupos sociales para comunicarse entre sus miembros.

Una definición lingüística de la lengua establece que es un sistema de signos doblemente articulados, es decir, que la construcción o búsqueda del sentido se hace en dos niveles de articulación, uno, el de las entidades significativas morfemas y lexemas (o monemas) que forman los enunciados, y otro, el de los fonemas que construyen o forman las unidades significativas. Estos dos sistemas de articulación conforman los primeros niveles de la descripción lingüística: fonología, morfología lingüística y sintaxis. André Martinet precisa que el orden de descripción es necesariamente inverso del orden de percepción o de uso de la lengua: la descripción comienza por el segundo nivel de articulación (los fonemas) para luego ir al primero (la combinatoria de unidades significantes).

Se distingue igualmente, después de Ferdinand de Saussure,[1]​la lengua y la palabra (es decir, la utilización efectiva del sistema de la lengua por los locutores).

Igualmente se distingue la lengua (sistema de signos) y el lenguaje (facultad humana instrumentada por medio de un tal sistema). La lengua doblemente articulada no es más que un medio de comunicación (lenguaje) entre otros. La facultad de comunicar puede ser instrumentada también por otros sistemas de signos, como el gesto, como el dibujo, como incluso la propia vestimenta, etc.

La lingüística, como ciencia del lenguaje en sentido estricto, está necesariamente englobada en una disciplina con numerosas ramas: semiología o semiótica, ciencia general de los signos y del significado.

En una perspectiva sociolingüística (estudio de las lenguas en sus relaciones con las sociedades), el término «lengua» engloba todo idioma que cumpla dos funciones sociales fundamentales: la «comunicación» (es a través de este instrumento que los actores sociales emiten e intercambian sus ideas, sus sentimientos, sus pensamientos, etc.), y la «identificación» (en su doble aspecto individual y colectivo, la lengua sirve de marcador de identidad, en cuanto a las características del individuo y sus pertenencias sociales).

En consecuencia, las «lenguas» son entidades vivas, sujetas a las influencias de múltiples factores, por ejemplo, evolución del léxico e incluso de las reglas gramaticales. Además, las fronteras entre las distintas lenguas son consideradas no herméticas, dándose intercambios de vocabulario y hasta de idiosincrasias o de estilos de expresión y pensamiento.

Los debates con respecto a las características que hacen diferenciar a una lengua de un dialecto, así como sus discrepancias, son constantes por parte de los lingüistas y filólogos inclusive hoy en día. A pesar de que sus definiciones varían de acuerdo al autor que se consulte, hay ciertos rasgos que los identifican. Manuel Alvar dice:

“Lengua es (…) el ‘sistema lingüístico del que se vale una comunidad hablante y que se caracteriza por estar fuertemente diferenciado, por poseer un alto grado de nivelación, por ser vehículo de una importante tradición literaria y, en ocasiones, por haberse impuesto a sistemas lingüísticos de su mismo origen.”[2]

Dialecto es (…) ‘un sistema de signos desgajado de una lengua común, viva o desaparecida; con una concreta limitación geográfica, pero sin una fuerte diferenciación frente a otros de origen común’. De modo secundario, pueden llamarse dialectos 'las estructuras lingüísticas, simultáneas a otras, que no alcanzan la categoría de lengua”[3]

Con respecto a los dialectos, el filólogo y dialectólogo establece que todos los dialectos que existen o existieron surgen de una forma distinta e inclusive algunos se convierten en lenguas, como lo fue el caso del castellano, italiano y francés. Algunos más se quedan en las llamadas hablas regionales como el siliciano y gascón. Estas hablas, a su vez, erosionan y se fragmentan (la llamada patois en Francia) convirtiéndose en un habla local. Teniendo esto en cuenta, es como en el concepto de dialecto se distinguen dos momentos: su nacimiento y su estado actual.

Los múltiples intentos de los filólogos y lingüistas dedicados específicamente al tema de dialecto y lengua como entidades lingüísticas, han concordado en que no es posible establecer criterios aceptados universalmente para distinguir la lengua del dialecto. Aunque suelen haber argumentos como que los dialectos no poseen literatura, las diferencias fonéticas, léxicas y gramaticales con respecto a las lenguas y las respectivas lenguas de las que estas derivan, no son suficientes como para que dicha lengua carezca de prestigio o reconocimiento.Los criterios actuales establecidos para identificar las características de las distintas variedades lingüísticas son, sobre todo, vistas desde un ámbito sociolingüístico más que uno estrictamente filológico, como solía hacerse antes. A pesar de que las descripciones tradicionales que se derivan de estudios fonéticos, sintácticos y semánticos siguen tomándose en cuenta, ahora también tienen un gran peso los aspectos culturales y poblacionales para una mejor planificación lingüística con respecto a los conceptos de lengua y dialecto.[4]

Es por ello que no solo filólogos y lingüistas, sino también escritores y traductores, han dado su punto de vista con respecto a la diferenciación de lengua y dialecto tirando más al ámbito humanístico:

“Sorprenderá a muchos saber que no hay idiomas superiores. Todo idioma es un sistema lingüístico definible en los mismos términos que cualquier otro, con el ordenamiento gramatical necesario para una compleja gama de comunicación abstracta, simbólica, metafórica, imperativa, expresiva, lúdica, a partir de un sistema fonológico particular. El náhuatl es un sistema lingüístico tan complejo como el alemán; el maya es un sistema tan complejo como el francés; el zapoteco lo es también como el italiano y el purépecha como el griego, o el español e inglés lo son como el ñanhñu o el mazateco”[5]

Llamamos lengua natural, a una lengua que se establece con el curso del tiempo, y por la práctica social espontánea de los locutores, partiendo de anteriores estados de lenguas, y/o por influencias de otras lenguas. Este es el caso de la mayoría de las lenguas habladas en el mundo.

Por el contrario, llamamos lengua construida, a veces también impropiamente denominada lengua artificial, a una lengua que resulta de una creación normativa consciente de uno o de varios individuos. Este es por ejemplo el caso del esperanto, una de las pocas lenguas construidas que tiene un número significativo de locutores, aunque también podríamos mencionar al ido, al volapük, a la interlingua, al toki pona, al lojban, al klingon, al na'vi, etc. Podríamos pensar a la lengua en relación con un Otro, desde una mirada psicoanalítica, el sujeto es hablado (violentado, como dice Piera Aulagnier) por un Otro. Ese Otro que nos hace ser (en relación con el contexto) sujetos.

Una lengua se dice que está viva, cuando ella es utilizada oralmente por personas que la tienen como lengua materna, o en su defecto, cuando se la utiliza en forma corriente (y frecuente) en una comunidad suficientemente numerosa, de manera tal de permitir una evolución espontánea de esa forma de comunicación (por ejemplo, el caso del esperanto).

Y llamamos lengua muerta o extinta, a una lengua que ya no es practicada oralmente como lengua primera, aunque ella pueda ser utilizada en ciertos dominios (como por ejemplo en la religión, caso del latín y del copto). Por este detalle, es que algunos prefieren usar el término lenguas antiguas.

El conocimiento de las lenguas muertas, permite el estudio de textos antiguos y de inscripciones antiguas, lo que por cierto es útil para la lingüística histórica, así como para la historia y para sus disciplinas conexas. Las dos lenguas muertas más importantes para la cultura occidental son el latín y el griego antiguo. Y para el caso de la cultura de la India o para culturas que por esa región hayan sido influenciadas, la lengua muerta más trascendente es el sánscrito.

Es posible «resucitar» lenguas muertas, al menos en ciertos casos, como lo muestra el ejemplo del hebreo.

Una lengua viva es raramente un sistema uniforme y rígido, ya que por lo general presenta variaciones según el lugar geográfico (dialectos), el medio social (sociolectos), y los individuos (idiolectos), y por cierto, también variaciones en el tiempo (diacronía), lo que hace que, considerado un momento dado, una lengua está siempre en evolución, pudiéndose reconocer varios estados o estadios sucesivos. Por ejemplo, el sistema fonológico de las lenguas está en evolución constante, y es estudiado por la fonética histórica.

Una lengua viva es definida y establecida en una geografía lingüística, es internacionalmente reconocida, y queda definida por su frontera lingüística. Y si esa última es atravesada por una frontera nacional, se habla entonces de lengua transfronteriza o lengua transfrontera.

Se llama lengua materna de una persona, a la o las lengua(s) que esta persona ha adquirido en su infancia, en el curso del proceso de perfeccionamiento y adquisición del lenguaje que todo niño o niña realiza espontáneamente y en forma natural, durante sus usuales interacciones sociales en el entorno familiar y en la comunidad.

El surgimiento del lenguaje humano doblemente articulado, con todas sus enormes posibilidades, es por cierto muy enigmático. Y los orígenes remotos de las lenguas actuales han suscitado y suscitan hipótesis y supuestos a veces contradictorios. Numerosas investigaciones, principalmente de antropólogos, arqueólogos, genetistas, y lingüistas, sugieren la hipótesis de una remota lengua común u origen único, aunque por el contrario, también numerosos estudios refutan esta posibilidad.[6]

Es imposible determinar con precisión el número de lenguas habladas en el mundo, en razón de la dificultad que existe para trazar las fronteras precisas entre lenguas, y particularmente en razón de las dificultades para diferenciar lenguas y dialectos entre sí. Según estimaciones, hoy día existirían entre 3000 y 7000 lenguas vivas.[7]

Estimaciones del número de hablantes de una lengua (lengua materna y segunda lengua) pueden revelar importantes divergencias en cuanto a los valores, según los supuestos que se utilicen en los estudios. Particularmente ese es el caso del francés;[8]​ se estima el número de hablantes del francés en 128 millones en 1999, y entre ellos solamente 77 millones como primera lengua.

La lingüista Colette Grinevald[9][10]​ estima que antes del año 2100, desaparecerán alrededor de la mitad de las lenguas hoy día vivas. Y en ciertas regiones, como por ejemplo Australia o América, ese porcentaje podría elevarse del 50 % hasta incluso el 90 %.[11]

Al inicio del 2008, la ONG Survival International estimó que una lengua indígena desaparece cada dos semanas.[12]

Colette Grinevald estima que en el año 2100, las lenguas mayoritarias serían:[13][14]

El francés, además de ser lengua oficial en varios países de Europa y de África, es utilizado aún hoy día en forma preferente como lengua en materia de diplomacia internacional, particularmente entre los llamados «Países No Alineados», así como en la mayoría de las organizaciones internacionales, en los Juegos Olímpicos, en muchas competiciones deportivas internacionales y regionales, etc. Por tanto, es muy probable que la francofonía continúe fortaleciéndose en este siglo XXI, especialmente en el seno de los países hoy día francófonos, en África, en el Magreb, en Canadá, en Bélgica, en Suiza, y obviamente también en Francia.

Corresponde señalar que el demógrafo y sociólogo Richard Marcoux,[15][16]​ estima que el francés podría contar con 600 millones de locutores para el año 2050. [17]

Una lengua es considerada amenazada,[18]​ si ella arriesga no tener más locutores hacia el fin del siglo XXI. Pero no debe confiarse exageradamente de los números actuales. Una lengua que pareciera ser sólida, pues hoy día es utilizada por varios millones de personas, bien podría estar amenazada. Este es particularmente el caso de las lenguas quechuas en América del Sur, pues hoy día pocos jóvenes la aprenden.

Desde que la mayoría de la humanidad vive en medios urbanos, la desaparición de las llamadas lenguas menores se acelera. Y una de las causas bien evidentemente es el éxodo rural, que conduce a la ausencia de transmisión de tradiciones (cultura) y de las lenguas asociadas.

Con frecuencia, la presión social hace que los hablantes de lenguas minoritarias, como las amerindias y también las que se dicen regionales (en Francia como el Bretón durante los años 1950 o como la lengua corsa), practiquen cada vez menos esos sistemas lingüísticos, y los transmitan cada vez menos a su descendencia, así que esas lenguas deben ser declaradas «en peligro». Muchas veces, los propios hablantes de una lengua tradicional consideran que hablar la misma es un handicap para la integración en la sociedad y para encontrar un trabajo. Y cuando se instala este sentimiento en la juventud, la suerte de la o las lenguas involucradas está prácticamente echada.

También influye la presión ejercida por ciertos Estados, que al privilegiar un marcado centralismo y al considerar que la lengua es uno de los cimientos de la sociedad y un factor de unión, toman acciones que directa o indirectamente favorecen la reducción de la diversidad lingüística y la desaparición de lenguas menores y de dialectos.

Y estas desapariciones de lenguas, por cierto, implican generalmente la desaparición de muchas tradiciones culturales y de muchas manifestaciones artísticas, ya que lengua y cultura siempre van muy unidas.

La disminución del uso de una lengua tradicional, y en sustitución el mal aprendizaje de la lengua dominante, sin duda ocasionan una serie de problemas a las personas afectadas, escasa autoestima, dificultades de integración, dificultades para identificarse plenamente con una cultura, etc.

E Internet, la red de redes, así como los medios masivos de comunicación social, en todo este asunto juegan un rol ambivalente, pues de un lado son un acelerador de la uniformización y por tanto impulsan la desaparición de lenguas menores y el abandono de manifestaciones culturales, aunque por otro lado también permiten potenciar lengua y cultura, afirmándola, y trasmitiéndola a una población que tal vez se encuentra muy desperdigada en el territorio.

Como ya se vio, por distintas circunstancias hay lenguas que desaparecen, aunque los mecanismos de creación de lenguas también están activos.

En general, la creación de una lengua se produce por alguna de las siguientes circunstancias:

Existe adicionalmente un cuarto caso de creación de una lengua, a la que podríamos llamar lengua de ficción (caso de jerigonza, rosarigasino, vesre, vesre peruano, jeringa peruana, schtroumpf (lengua pitufa), novlangue (neolengua), kobaien, quenya, sindarin, klingon, na'vi). Esta última categoría generalmente tiene por motivación u origen más un interés lúdico o incluso literario, que una verdadera funcionalidad lingüística (a pesar que las lenguas de esta categoría bien pueden llegar a ser funcionales).

Las lenguas pueden tener diferentes status en los organismos internacionales, particularmente en lo que se refiere a los términos lengua oficial y lengua de trabajo.

En la red informática mundial, los textos en lenguaje natural son generados con apoyo de los lenguajes de marcas, que manipulan los contenidos en los documentos.[19]

En torno a la computación y la informática, existen muy diversas necesidades, variadas disposiciones jurídicas, y un amplio abanico de prácticas, todo lo que demanda por cierto gestionar la lengua y los neologismos de una cierta manera, para evitar la completa confusión y el caos. Y entre otras cosas, conviene en el presente:

Existen dos usos intensivos de la lengua común en los lenguajes artificiales: (1) El HTML, y (2) el XML.

La implanación de nuevas tecnologías, como Informática, Internet, telefonía celular, han impulsado la creación de nuevas formas de abreviar y de escribir (consultar lenguaje SMS).



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