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Mitraísmo



Se denomina mitraísmo o misterios de Mitra (en persa, مهرپرستی‎) a una religión mistérica muy difundida en el Imperio romano entre los siglos I y IV d. C. en que se rendía culto a una divinidad llamada Mitra y que tuvo especial implantación entre los soldados romanos. Existen testimonios materiales de la práctica de esta religión en numerosos lugares del antiguo Imperio romano: en Roma y en Ostia, así como en Mauritania, Britania y las provincias fronterizas a lo largo del río Rin y del Danubio, consistentes en restos de templos, inscripciones y obras de arte que representan al dios u otros aspectos de la religión. Frente a esta relativa abundancia de restos arqueológicos, son muy escasas las referencias en textos clásicos a esta religión.[1]

Los orígenes de esta religión no se conocen de forma precisa, aunque los estudiosos coinciden en afirmar que llegó al mundo romano desde Oriente, concretamente desde Asia Menor.[1]​ La práctica del mitraísmo, como la de todas las religiones paganas, fue declarada ilegal en el año 391 por el emperador Teodosio.

Según Franz Cumont, en su estudio publicado a comienzos del siglo XX,[2]​ el origen del mitraísmo se encuentra en el antiguo Irán. De hecho, Mithra es una divinidad indoirania cuyo origen puede remontarse hasta el II milenio a. C.: su nombre es mencionado por primera vez en un tratado entre los hititas y los mitani, escrito hacia el 1400 a. C.[3]

En la India, figura en los himnos védicos como dios de la luz, asociado a Váruna. En los Avesta iranios, es un dios benéfico, colaborador de Ahura Mazda, y recibe el sobrenombre de «juez de las almas». Es posible que su culto llegase a Occidente desde Irán gracias a la difusión del zoroastrismo, del que sería una especie de herejía. Sin embargo, los estudios actuales del mitraísmo[4]​ tienden a considerar que no puede admitirse una filiación directa entre el Mitra indoiranio y el mitraísmo, al que a veces denominan Mitras o Mithras, usando la forma griega de su nombre para diferenciarle del primero.[fuente cuestionable]

La información existente sobre el mitraísmo (bastante fragmentaria) se refiere a su práctica durante el Bajo Imperio Romano. Era una religión mistérica, de tipo iniciático, basada en la transmisión oral y ritual de iniciado a iniciado y no en un cuerpo de escrituras sagradas. Recoge las concepciones dualistas de origen mazdeísta (zurvanismo). Como en todas las religiones mistéricas, los adeptos estaban obligados a mantener en secreto los rituales del culto. Por todo ello, la documentación escrita concerniente al mitraísmo es prácticamente inexistente.[1]

El estudio de esta religión se ha basado sobre todo en la iconografía que decoraba los mitreos.

El culto de Mitra se realizaba en templos denominados mitreos (latín mithraeum, pl. mithraea). Estos espacios eran en un principio cavernas naturales, y, más adelante, construcciones artificiales imitándolas, oscuras y carentes de ventanas. Tenían una capacidad limitada; la mayor parte de ellos no podían acoger a más de treinta o cuarenta personas.

En un mitreo típico, pueden distinguirse tres partes:

Se han encontrado mitreos en muchos de los países que pertenecieron al Imperio romano. Algunos han sido convertidos en criptas bajo iglesias cristianas. La mayor concentración de mitreos se encuentra en la capital, Roma, pero también se han descubierto en lugares tan distantes entre sí como el norte de Inglaterra y Palestina. Su distribución por la geografía del Imperio está en relación con los cuarteles e instalaciones militares.

No hay textos sobre el mitraísmo escritos por los propios adeptos, por lo que las únicas fuentes para conocer esta religión son las imágenes sagradas encontradas en los mitreos.

Según el relato que ha podido reconstruirse a partir de las imágenes de los mitreos y los escasos testimonios escritos, el dios Mitra nació cerca de un manantial sagrado, bajo un árbol sagrado, de una roca (la petra generatrix; Mitra es llamado de petra natus o petrogenitus). Esto enlaza con las tradiciones armenias de la cueva de Meher (Mitra). En el momento de su nacimiento, llevaba el gorro frigio, una antorcha y un cuchillo. Fue adorado por pastores poco después de su nacimiento. Bebió agua del manantial sagrado. Con su cuchillo, cortó el fruto del árbol sagrado, y con las hojas de ese árbol confeccionó su ropa.

Encontró al toro primordial cuando pastaba en las montañas. Lo agarró por los cuernos y lo montó, pero, en su galope salvaje, la bestia lo hizo desmontar. Sin embargo, Mitra siguió aferrado a sus cuernos y el toro lo arrastró durante mucho tiempo, hasta que el animal quedó exhausto. El dios lo agarró entonces por sus patas traseras y lo cargó sobre sus hombros. Lo llevó, vivo, soportando muchos padecimientos, hasta su cueva. Este viaje de Mitra con el toro sobre sus hombros se denomina transitus.

Cuando Mitra llegó a la cueva, un cuervo enviado por el Sol le avisó que debía realizar el sacrificio y el dios, sujetando al toro, le clavó el cuchillo en el flanco. De la columna vertebral del toro, salió trigo y vino de su sangre. Su semen, recogido y purificado por la luna, produjo animales útiles para el hombre. Llegaron entonces el perro, que se alimentó del grano, el escorpión, que aferró los testículos del toro con sus pinzas, y la serpiente.

Algunas pinturas muestran a Mitra transportando una roca a su espalda, como Atlas en la mitología griega, o portando una capa cuyo forro interior representa el cielo estrellado. Cerca de un mitreo próximo a la Muralla de Adriano se halló una estatua de bronce de Mitra emergiendo de un anillo zodiacal en forma de huevo, hoy conservada en la Universidad de Newcastle. Una inscripción encontrada en Roma sugiere que Mitra podría identificarse con el dios creador del orfismo, Fanes, quien surgió del huevo cósmico al principio del tiempo, dando existencia al universo. Refuerza esta opinión un bajorrelieve del Museo Estense, en Módena, donde se ve a Fanes surgiendo de un huevo, rodeado de los doce signos del Zodiaco, en una imagen muy similar a la conservada en Newcastle.

La imagen central del mitraísmo es la tauroctonía o Mitra Tauróctonos, que representa el sacrificio ritual por Mitra del toro sagrado. Esta representación tiene elementos iconográficos fijos: Mitra aparece tocado con un gorro frigio y mira a su víctima con compasión; en muchas representaciones, la cabeza de Mitra al tiempo del sacrificio del toro se gira hacia atrás como si cumpliese la inmolación a disgusto. Inclinado sobre el toro, lo degüella con un cuchillo sacrificial; de la herida del toro mana grano; junto al toro, figuran varios animales: un escorpión, que aprieta con sus pinzas los testículos del toro; una serpiente; un perro, que se alimenta del grano que brota de la herida; y un cuervo. A veces aparecen también un león y una copa. La imagen está flanqueada por dos personajes portadores de antorchas, llamados Cautes y Cautópates, en los que se ha apreciado por algunos autores la doble epifanía de Mitra. La escena aparece situada en una especie de cueva, tal vez la representación del propio mitreo, o, según algunas interpretaciones, del cosmos, al estar presentes el sol y la luna.

Franz Cumont, autor de un estudio clásico sobre la religión de Mitra, interpreta esta imagen a la luz de la mitología irania. Vincula la imagen con textos que se refieren al sacrificio de un toro por Ahriman, el dios del mal; de los sangrientos restos del toro nacerían después todos los seres. Según la hipótesis de Cumont, Ahrimán sería después sustituido por Mitra en el relato mítico y en esta forma habría llegado al Mediterráneo oriental.

David Ulansey lanzó una explicación radicalmente diferente de la imagen de Mitra Tauróctonos, basada en el simbolismo astrológico. Según su teoría, la imagen del Tauróctonos es la representación de Mitra como un dios tan poderoso que es capaz de transformar el orden mismo del Universo. El toro sería el símbolo de la constelación de Tauro. En los comienzos de la astrología, en Mesopotamia, entre el 4000 y el 2000 a. C., el Sol estaba en Tauro durante el equinoccio de primavera. Debido a la precesión de los equinoccios, el Sol está en el equinoccio de primavera en una constelación diferente cada 2.160 años, aproximadamente, por lo que pasó a estar en Aries hacia el año 2000 a. C., marcando el final de la era astrológica de Tauro.

El sacrificio del toro por Mitra simbolizaría este cambio, causado, según los creyentes, por la omnipotencia de su dios. Esto estaría en consonancia con los animales que figuran en las imágenes de Mitra Tauróctonos: el perro, la serpiente, el cuervo, el escorpión, el león, la copa y el toro se interpretan como las constelaciones de Canis Minor, Hydra, Corvus, Escorpio, Leo, Acuario y Tauro, todas ellas en el ecuador celeste durante la era de Tauro. La hipótesis explicaría también la profusión de imágenes zodiacales en la iconografía mitraica. La precesión de los equinoccios fue descubierta y estudiada por el astrónomo Hiparco de Nicea en el siglo II a. C.

Otra interpretación considera que el sacrificio del toro representa la liberación de la energía de la Naturaleza. La serpiente, como en el símbolo del Ouroboros, sería una alusión al ciclo de la vida; el perro representaría a la Humanidad, alimentándose simbólicamente del sacrificio, y el escorpión podría ser el símbolo de la victoria de la muerte. Los dos compañeros de Mitra, que portan teas y se llaman Cautes y Cautópates, representarían respectivamente la salida y la puesta del sol.

Para los fieles, el sacrificio del toro tenía sin duda un carácter salvífico y la participación en los misterios garantizaba la inmortalidad.

En el mitraísmo, existían siete niveles de iniciación, que pueden estar relacionados con los siete planetas de la astronomía de la época (Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno), en este mismo orden, según la interpretación de Joseph Campbell. La mayoría de los miembros llegaban solo el cuarto grado (leo) y solo unos escogidos accedían a los rangos superiores. Los niveles, conocidos gracias a un texto de San Jerónimo que confirman varias inscripciones, eran los siguientes:

En los ritos, los iniciados llevaban máscaras de animales relativas a su nivel de iniciación y se dividían en dos grupos: los servidores, por debajo del grado de leo y los participantes, el resto.

Para la reconstrucción de los rituales mitraicos, se cuenta únicamente con los textos de los Padres de la Iglesia que critican el mitraísmo, y de la iconografía encontrada en los mitreos.

Las mujeres estaban excluidas de los misterios de Mitra. En cuanto a los varones, parece que no se requería una edad mínima para ser admitido, e incluso fueron iniciados varios niños. La lengua utilizada en los rituales era el griego, con algunas fórmulas en persa (seguramente incomprensibles para la mayoría de los fieles), aunque progresivamente se fue introduciendo el latín.

Parece ser que el rito principal de la religión mitraica era un banquete ritual, que pudo tener ciertas similitudes (en su apariencia externa) con la eucaristía del cristianismo, o más bien con una comida al estilo de un agape. Según el comentarista cristiano Justino, los alimentos ofrecidos en el banquete eran pan y agua[5]​, pero los hallazgos arqueológicos apuntan a que se trataría de carne de animales sacrificados y de libaciones de vino[6]​, o quizás de pan y vino, como en el rito cristiano.[cita requerida] Esta ceremonia se celebraba en la parte central del mitreo, en la que dos banquetas paralelas ofrecían espacio suficiente para que los fieles pudieran tenderse, según la costumbre romana, para participar del banquete. Los Cuervos (Corax) desempeñaban la función de servidores en las comidas sagradas. El rito incluía también el sacrificio de un toro. También se sacrificaban otros animales.[cita requerida]

La estatua de Mitra Tauróctonos desempeñaba sin duda un papel en estos ritos, aunque no está muy claro cuál. En algunos mitreos, se han descubierto pedestales giratorios, que permitirían mostrar y ocultar alternativamente la imagen a los fieles.

En algún momento de la evolución del mitraísmo, se utilizó también el rito del taurobolium o bautismo de los fieles con la sangre de un toro, practicado también por otras religiones orientales. Conocemos por Tertuliano la severa condena cristiana a estas prácticas.

Otros ritos debieron estar relacionados con las ceremonias de iniciación. Gracias a Tertuliano, se conoce el rito de iniciación del Soldado (Miles): el candidato era «bautizado» (probablemente por inmersión), se le marcaba con un hierro candente y por último se le probaba mediante el «rito de la corona» (se le colocaba la corona en la cabeza, y el neófito debía dejarla caer, proclamando que Mitra era su corona). Posteriormente los iniciados asistían a una muerte ritual y simulada, en la que el oficiante era un pater, posiblemente ligada a la reencarnación como último paso de la ceremonia iniciática. En el grado de Leo, sabemos por Porfirio que se colocaba miel en la lengua de los recién nacidos y que esta práctica procede del culto iranio en la que la miel representaba la luna. Para los iniciados mayores, se vertía la miel sobre las manos y estos la lamían como señal de comunión. Seguramente, cada nivel de iniciación tendría su propio ritual.

El 25 de diciembre (coincidiendo aproximadamente con el solsticio de invierno) se conmemoraba el nacimiento de Mitra. También eran sagrados los días 16 de cada mes. Los adeptos de Mitra santificaban también el domingo, día del Sol.

En la Persia aqueménida la religión oficial era el zoroastrismo, que postula la existencia de un único dios, Ahura Mazda. Esta divinidad es la única mencionada en las inscripciones que se conservan de la época de Darío el Grande (521-485 a. C.). Sin embargo, se conserva una inscripción, hallada en Susa, de la época de Artajerjes II (404-358 a. C.), en la que se menciona a Mitra junto a Ahura Mazda y a otra deidad llamada Anahita.

¿Existe vinculación entre este Mitra persa, y sus antecesores indoiranios, y el de la religión mistérica del Imperio Romano? Así lo creyó el iniciador de los estudios sobre la religión mitraica, Franz Cumont, pero en la actualidad la cuestión dista de estar clara.[cita requerida]

Un posible indicio de la vinculación entre el Mitra persa y el romano puede encontrarse en los reinos de Partia y el Reino del Ponto, muchos de cuyos reyes llevaron el nombre de Mitrídates, quizá relacionado etimológicamente con Mitra. Por otro lado, en Pérgamo, en Asia Menor, escultores griegos produjeron los primeros bajorrelieves con la imagen de Mitra Tauróctonos. Aunque el culto de Mitra no tuvo apenas difusión en la Hélade, estas imágenes marcan tal vez el camino de Mitra hacia Roma.

La primera referencia en la historiografía grecorromana al culto de Mitra se encuentra en la obra del historiador Plutarco, quien menciona que los piratas de Cilicia celebraban ritos secretos relacionados con Mitra en el año 67 a. C.

Es probable que los introductores del mitraísmo en el Imperio romano fueran los legionarios que habían servido a Roma en las fronteras orientales del Imperio. Las primeras evidencias materiales del culto de Mitra datan del año 71 o 72 de nuestra era: se trata de unas inscripciones hechas por soldados romanos que procedían de la guarnición de Carnuntum, en la provincia de Panonia Superior, y que probablemente habían estado antes en Oriente, en guerra contra los partos y en los disturbios de Jerusalén.

Hacia el año 80 de nuestra era, el autor romano Estacio menciona la escena de la tauroctonía en su Tebaida (I, 719,720). Plutarco, en su Vida de Pompeyo, deja claro que el culto de Mitra era ya conocido en su época.

A finales del siglo II el mitraísmo estaba ampliamente difundido en el ejército romano, así como entre burócratas, mercaderes y hasta entre los esclavos. La mayor parte de las evidencias arqueológicas proceden de las fronteras germanas del Imperio. Pequeños objetos de culto relacionados con Mitra se han encontrado en excavaciones arqueológicas desde Rumania hasta la Muralla de Adriano.

Los emperadores del siglo III fueron en general protectores del mitraísmo, porque su estructura fuertemente jerarquizada les servía para reforzar su propio poder. Así, Mitra se convirtió en el símbolo de la autoridad y el triunfo de los emperadores. Desde la época de Cómodo, que se inició en sus misterios, los adeptos del culto procedían de todas las clases sociales.

Numerosos mitreos han sido hallados en las guarniciones de frontera del imperio. En Inglaterra, han sido identificados al menos tres, a lo largo del Muro de Adriano, en Housesteads, Carrawburgh y Rudchester. Restos de otro mitreo han sido descubiertos en Londres. Otros santuarios de Mitra erigidos en esta época se encuentran en la provincia de Dacia (donde se halló un mitreo en Alba Iulia en 2003), y en Numidia, en el norte de África.

La mayor concentración de mitreos, sin embargo, se encuentra en la propia Roma, y en la cercana ciudad portuaria de Ostia, con un total de doce templos identificados, aunque posiblemente existieron varios centenares. La importancia del mitraísmo en Roma puede juzgarse a partir de los hallazgos: más de 75 piezas escultóricas, un centenar de inscripciones, y ruinas de templos y santuarios por toda la ciudad y sus suburbios. Uno de los mitreos más destacados, que conserva el altar y los bancos de piedra, se construyó originalmente bajo una casa romana (lo que parece haber sido una práctica habitual) y sobrevive en la cripta sobre la que se construyó la Basílica de San Clemente, en Roma.

En el periodo de máximo esplendor, se considera que el mayor número de templos mitraicos en Roma no era superior a cien y que cada uno de ellos no tenía más que un centenar de fieles, por lo que el volumen de practicantes se reduciría a unos diez mil en la metrópoli, según Windengren. La importancia otorgada al mitraismo en el Imperio romano viene dada por su abierta competencia con el cristianismo y su condición de religión militar fuertemente implantada en las legiones, más que por el número de adeptos.

A finales del siglo III se produjo un sincretismo entre la religión mitraica y ciertos cultos solares de procedencia oriental, que cristalizaron en la nueva religión del Sol Invictus. Dicha religión fue establecida como oficial en el Imperio en el año 274 por el emperador Aureliano, quien erigió en Roma un espléndido templo dedicado a la nueva divinidad y creó un cuerpo estatal de sacerdotes para rendirle culto, cuyo máximo dirigente llevaba el título de pontifex solis invicti. Aureliano atribuyó a Sol Invictus sus victorias en Oriente. Este sincretismo, sin embargo, no conllevó la desaparición del mitraísmo, que siguió existiendo como culto no oficial. Muchos de los senadores de la época profesaron al tiempo el mitraísmo y la religión del Sol Invictus.

Sin embargo, este período marcó el comienzo de la decadencia del mitraísmo, a causa de las pérdidas territoriales que el Imperio sufrió como consecuencia de las invasiones de pueblos bárbaros, y que afectaron a territorios fronterizos donde el culto estaba muy arraigado. La competencia del cristianismo, apoyado por Constantino, robó adeptos al mitraísmo. Hay que tener en cuenta que el mitraísmo excluía a las mujeres, que sí tenían derecho a participar en el culto cristiano. El cristianismo desplazó al mitraísmo durante el siglo IV, hasta convertirse en la única religión oficial del Imperio con Teodosio (379-395). Hubo algunos intentos de revitalizar el culto de Mitra por parte de Juliano el Apóstata (361-363) y del usurpador Eugenio (392-394), pero no tuvieron demasiado éxito. El mitraísmo quedó formalmente prohibido desde el año 391, aunque probablemente su práctica clandestina se mantuvo durante algunas décadas.

El mitraísmo sobrevivió aún hasta entrado el siglo V en algunas regiones de los Alpes y volvió a la vida, tenaz pero efímeramente, en las regiones orientales del Imperio, donde se había originado. Sus conceptos dualistas tuvieron un importante papel en el desarrollo del maniqueísmo, religión que resultaría otra dura competidora para los cristianos.

Los estudios arqueológicos e históricos recientes han estado mostrando que durante los tiempos precristianos existían en Egipto, regiones del centro de Asia y el Mediterráneo varias corrientes religiosas con un núcleo de miembros formando sociedades secretas practicando ritos en los cuales se usaban simbologías basadas en las posiciones de las constelaciones, los planetas, el sol y la luna. Unos enfocados en el sol, otros en algún arreglo de las constelaciones, otros enfocados en planetas, etc. Es también posible que tales sociedades secretas antiguas hayan tenido una raíz común en aquellos que estudiaban y registraban el movimiento de las estrellas. Ellas proporcionaron muchas de las alegorías que todavía se utilizan en las religiones abiertas y cerradas modernas, e incluso en instituciones no religiosas como la masonería.[7]

Morfológicamente, el cristianismo es una religión entretejida de misterios, carácter este muy esfumado hoy en día por influencia de la cristiandad medieval, pero que en la antigüedad cristiana estaba muy acentuado.[8]

En la antigüedad, en el cristianismo, las verdades que atañían a la fe no debían divulgarse sin precauciones y la participación en las ceremonias estaba reservada exclusivamente a los iniciados. Aunque este tema aún no se haya esclarecido del todo, según M. G. Hocquard, sabemos que solamente la iluminación bautismal iniciaba en los misterios cristianos que se mantenían así en reserva, inaccesibles, sin ser por ello del todo secretos.[8]

Entre 1913 y 1914, el sacerdote, padre, teólogo excomulgado católico, filósofo e historiador francés, Alfred Loisy, profesor en el Collège de France, publicó sus estudios sobre el origen del cristianismo en la Revue d’histoire et de Littérature religieuses.

En 1919, los publicó en formato de libro con el nombre de Los misterios paganos y el misterio cristiano. La primera edición se agotó rápidamente y hubo que reimprimirla luego que Loisy la revisara y corrigiera. En su libro, Loisy realizó una discusión profunda y minuciosa de los testimonios concernientes hasta esa época sobre las religiones de los misterios paganos y su influencia en los orígenes históricos del cristianismo.

Estas cuestiones ya habían sido planteadas por R. Reitzenstein en su libro Die hellenistischen Mysterierreligionen (Leipzig, Teubner, 1820) y el tema se había debatido en el Congreso de historia de la religiones reunido en Leyden en septiembre de 1912.

La hipótesis que Loisy formula es que en sus primeras épocas el cristianismo fue un plan de salvación análogo a los cultos de los misterios paganos, frente a los cuales rivalizó durante mucho tiempo para finalmente lograr vencerlos.

Los primeros pensadores cristianos fueron judíos helenizantes que vivían en un mundo pagano, por eso sus primeras teorías tienen una base teórica judía teñida de rituales propios del paganismo. Considera que el cristianismo es más o menos una adaptación de los elementos esenciales de los misterios paganos al monoteísmo judío de esos siglos. El trabajo interior de la consciencia religiosa es preparado y condicionado por una tradición religiosa anterior, no el producto de experiencias religiosas absolutamente independientes que tendrían en sí mismas toda su explicación.[9]

Similitudes con el cristianismo, según Loisy:[9]



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