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Basílica del Santo Sepulcro



La iglesia del Santo Sepulcro (en latín, Ecclesia Sancti Sepulchri), también conocida como basílica del Santo Sepulcro, iglesia de la Resurrección o iglesia de la Anástasis (en árabe, كنيسة القيامة‎‎‎ [Kaneesat al-Qeyaamah]; en hebreo, כנסיית הקבר‎ [Knesiyat ha-Kever]; en griego, Ναός της Αναστάσεως [Naos tes Anastaseos]; en armenio, Սուրբ Յարութեան տաճար [Surb Harut'ian Tachar]), es un santuario religioso del cristianismo situado en la Ciudad Vieja de Jerusalén,[1]​ entre la parte oriental y occidental.

La iglesia contiene, según tradiciones que se remontan al menos al siglo IV, dos lugares sagrados en el cristianismo: el lugar donde Jesucristo fue crucificado,[2]​ denominado Calvario o Gólgota (en arameo, Golgotha, «calavera») y la tumba vacía de Jesús, donde fue enterrado y resucitó.[3]​ La tumba está cubierta por un santuario del siglo XIX conocido como Edículo. Actualmente se encuentra bajo la custodia de diversas confesiones cristianas, entre ellas católicos, armenios ortodoxos y ortodoxos.[4]

Al templo del Santo Sepulcro también se le conoce como basílica de la Resurrección (en griego: Ναός της Αναστάσεως, Naós tis Anastáseos; en georgiano: Agdgomis Tadzari; en armenio: Surp Harutyun) o de la Anástasis (en griego, «Resurrección»). Es considerado como el lugar más sagrado del Cristianismo y ha sido un importante centro de peregrinación desde el siglo IV. Hoy día alberga la sede del Patriarca Ortodoxo de Jerusalén y es la catedral del Patriarcado Latino de Jerusalén.

Tras el Sitio de Jerusalén en el año 70 durante la Primera guerra judeo-romana, la ciudad fue reducida a ruinas. En 130, el emperador romano Adriano comenzó la construcción de un edificio correspondiente a la nueva colonia romana en el lugar, cambiando el nombre de la ciudad por el de Aelia Capitolina. En torno a 135, ordenó que una cueva que contenía una tumba fuese rellenada para edificar un templo en honor a Júpiter o Venus.[3][5]​ El templo se mantuvo en pie hasta el siglo IV.[6][7]

Después de la visión de una cruz en el cielo en 312, el emperador Constantino el Grande, firmó el Edicto de Milán que legalizaba la religión y encomendó a su madre Elena marchar hacia Jerusalén para encontrar la tumba de Jesucristo. Con la ayuda del obispo de Cesarea Eusebio y el obispo de Jerusalén Macario, se hallaron tres cruces cerca de una tumba, lo que llevó a los romanos a considerar que habían encontrado el Calvario.[8]​ Constantino ordenó en torno al año 326 que el templo de Júpiter/Venus fuera reemplazado por una iglesia.[3]​ Una vez retirados los escombros y el pavimento del templo, observaron una tumba excavada en la roca que Elena y Macario identificaron como el lugar de enterramiento de Jesucristo,[9][10]​ sobre el que se construyó un santuario.[11]​ Un año más tarde, Constantino y Elena financiaron la iglesia de la Natividad en Belén para conmemorar el nacimiento de Jesús.

La iglesia del Santo Sepulcro fue construida como estructuras diferenciadas entre dos lugares sagrados: la gran basílica[12]​ (el Martyrium visitado por Egeria en torno a 380), un atrio cerrado y columnado (el Triportico) con el lugar asociado tradicionalmente al Calvario en una esquina, y a través de un patio,[5]​ la rotonda denominada Anastasis («Resurrección»), donde Elena y Macario creyeron que Jesucristo fue enterrado.[2]​ El templo cristiano se consagró el 13 de septiembre de 335. Cada año, la Iglesia Ortodoxa Oriental celebra el aniversario de la Dedicación del Templo de la Resurrección de Cristo.[13]

El edificio fue destruido durante un incendio en mayo de 614, cuando el Imperio sasánida, bajo el reinado de Cosroes II, invadió Jerusalén y se hizo con la Vera Cruz. En 630, el emperador bizantino Heraclio reconstruyó la iglesia tras reconquistar la ciudad.[8]​ Una vez Jerusalén pasó a ser gobernada por los musulmanes, continuó siendo una iglesia cristiana, debido a que los primeros gobernantes islámicos protegieron los lugares cristianos de la ciudad, prohibiendo su destrucción o utilización como viviendas. El califa ortodoxo Umar ibn al-Jattab (r. 634-644) visitó la iglesia, aunque, a la hora del rezo, oró en el exterior; este hecho se debe a que temía que este gesto fuera malinterpretado como un pretexto de que la iglesia debía convertirse en mezquita. Eutiquio añade que Umar redactó un decreto prohibiendo a los musulmanes rezar en esta zona. El edificio sufrió grandes daños durante el terremoto de 746.[14]

A principios del siglo IX, otro terremoto dañó la cúpula de la Anástasis. El daño fue subsanado en 810 por el patriarca Tomás I. En 841, la iglesia sufrió un incendio. En 935, los cristianos evitaron la construcción de una mezquita junto a la iglesia. En 938, se produjo un nuevo incendio en el interior de la basílica y se acercó a la rotonda. En 966, debido a la derrota de las tropas musulmanas en la región de Siria, se produjo una revuelta y la basílica ardió de nuevo, se quemaron puertas y tejado y el patriarca Juan VII fue asesinado.[cita requerida]

El 18 de octubre de 1009, el califa fatimí Al-Hakim bi-Amr Allah ordenó la destrucción al completo de la iglesia como una campaña contra los lugares sagrados del cristianismo en Palestina y Egipto. Las consecuencias fueron pronunciadas, quedando únicamente algunas partes de la iglesia primitiva, mientras que el techo de la tumba excavada se dañó y el santuario original fue destruido.[11]​ Algunas remodelaciones se llevaron a cabo. La Europa cristiana reaccionó con pavor y con la expulsión de judíos, sirviendo como precedente en las posteriores Cruzadas.[15][16]

Entre 1027 y 1028 se produjeron grandes negociaciones entre el Califato fatimí y el Imperio bizantino, en el que se alcanzó un acuerdo con el nuevo califa Ali az-Zahir para reconstruir y redecorar la iglesia.[17]​ La obra fue costeada por el emperador Constantino IX y el patriarca Nicéforo de Constantinopla en 1048.[18]​ Como compensación, la mezquita en Constantinopla reabrió al público y los sermones de la jutba se realizaron en honor a az-Zahir. Fuentes islámicas indican que una cláusula del acuerdo fue la renuncia del Islam por muchos cristianos que habían sido forzados a convertirse bajo las persecuciones del predecesor al-Hakim. Además, los bizantinos liberaron a más de 5000 presos musulmanes y, a cambio, clamaron recuperar iglesias destruidas por al-Hakim y el restablecimiento del patriarca de Jerusalén. Fuentes contemporáneas acreditan que el emperador gastó grandes sumas de dinero para financiar la iglesia del Santo Sepulcro tras el acuerdo.[17]​ Sin embargo, «una reconstrucción total todavía estaba lejos de ser realidad. Las obras se centraron en la rotonda y los edificios anejos: la gran basílica continuó en ruinas».

La iglesia reconstruida albergaba «un patio abierto al cielo, con cinco pequeñas capillas anexas».[19]​ Las capillas se encontraban al este del patio de resurrección (durante esta época, la tumba se encontraba al aire libre), donde había estado situado el muro occidental de la gran basílica. En ellas se conmemoraban escenas de la Pasión de Cristo, como su encarcelamiento y flagelación, y probablemente se construyeron debido a la poca libertad de movimiento entre los santuarios de la ciudad. La dedicación de estas capillas indica la importancia de la devoción de los peregrinos al sufrimiento de Cristo. Fueron descritas como «una especie de Vía Dolorosa en miniatura», debido a que no quedaban restos de la gran basílica. Los peregrinos occidentales que llegaron a Jerusalén en el siglo XI encontraron gran parte del complejo en ruinas. El control de Jerusalén y la iglesia del Santo Sepulcro continuaron cambiando de manos entre los fatimíes y los turcos selyúcidas, leales al Califato abasí de Bagdad, hasta la llegada de los cruzados en 1099.[20]

Muchos historiadores mantienen que la preocupación del papa Urbano II, cuando convocó la Primera cruzada, fue la amenaza de una invasión turca de Constantinopla tras alcanzar Asia Menor en respuesta a la solicitud del emperador Alejo I Comneno. Los historiadores también coinciden en que Jerusalén y la iglesia del Santo Sepulcro eran motivo de preocupación en 1095. La idea de conquistar Jerusalén ganó adeptos a medida que comenzó la Cruzada. La iglesia reconstruida fue arrebatada a los fatimíes por los caballeros de la Primera cruzada el 15 de julio de 1099.[21]

La Primera cruzada fue concebida como un peregrinaje armado y ningún cruzado podía considerar su viaje completo hasta haber rezado en el Santo Sepulcro. La teoría clásica es que el príncipe cruzado Godofredo de Bouillón, quien se convirtió en el primer monarca de Jerusalén, decidió no usar el título de rey durante su vida y se declaró «Advocatus Sancti Sepulchri» (Protector del Santo Sepulcro). En esta época se comenzó a rumorear que existía una cisterna donde Elena encontró la Vera Cruz y comenzó a venerarse como «capilla de la Invención de la Cruz», aunque no existen evidencias de la identificación del lugar antes del siglo XI y investigaciones arqueológicas modernas han datado reparaciones por Monomachos de ese siglo.[7]

Según el clérigo alemán y peregrino Ludolf von Sudheim, las llaves de la capilla del Santo Sepulcro estaban en manos de los «antiguos georgianos» y los peregrinos les entregaban la comida, limosnas, velas y aceite para las lámparas a ellos en la puerta sur de la iglesia.[22]

Guillermo de Tiro, cronista del Reino cruzado de Jerusalén, escribió sobre una renovación en la iglesia a mediados del siglo XII. Los cruzados investigaron las ruinas orientales del complejo, a veces excavando los escombros, e intentando alcanzar la cisterna descubrieron parte del recinto del templo de Adriano; transformaron este espacio en una capilla dedicada a Elena y ampliaron el túnel de excavaciones en una escalera. Los cruzados remodelaron la iglesia al estilo románico, añadieron un campanario y unificaron todas las capillas bajo el mismo techo por primera vez durante el gobierno de la reina Melisenda en 1149. El templo se convirtió en sede de los primeros patriarcas latinos. Tanto la iglesia como la ciudad cayó en poder del sultán Saladino en 1187, aunque el tratado tras la Tercera cruzada permitió a los cristianos seguir peregrinando al santuario. El emperador Federico II (r. 1220-50) reconquistó la ciudad y la iglesia por tratado en el siglo XIII a pesar de estar excomulgado.[23]​ La iglesia fue ampliada por el patriarca griego ortodoxo Atanasio II de Jerusalén (c. 1231-47), durante el control latino de Jerusalén.[24]​ Tanto la ciudad como el templo fueron conquistados por el Imperio corasmio en 1244.[23]

En 1545, la planta alta del campanario colapsó.[25]​ Los frailes franciscanos renovaron la iglesia en 1555, debido a que el templo se había deteriorado a pesar del aumento del número de peregrinos. Los franciscanos reconstruyeron el Edículo («pequeño edificio»), ampliando la estructura para crear una antecámara.[26]​ Se instaló un santuario de mármol sufragado por el fraile Bonifacio de Ragusa para cubrir los restos del sepulcro de Cristo,[11]​ probablemente para evitar que los peregrinos tocaran la piedra original o tomaran pequeñas piezas de recuerdo.[27]​ Asimismo, se colocó una losa de mármol sobre la cama funeraria de piedra caliza donde se cree que estuvo el cuerpo de Cristo.[11]

Tras la renovación de 1555, el control de la iglesia fue variando entre los franciscanos y los ortodoxos, dependiendo de la comunidad que pudiera obtener un acuerdo favorable con la Sublime Puerta, a menudo con sobornos, lo que produjo varios enfrentamientos violentos. No hubo acuerdos a este respecto, a pesar de que fue un tema discutido en el Tratado de Karlowitz en 1699.[28]​ Durante la Semana Santa de 1757, hubo altercados en el Templo y el gobierno otomano dividió la iglesia entre los demandantes.[29]

Un incendio dañó gravemente la estructura de nuevo en 1808,[11]​ causando el colapso de la rotonda y destruyendo la decoración exterior del Edículo. El exterior de la Rotonda y el Edículo fueron reconstruidos entre 1809-10 por el arquitecto Mikolaos Ch. Komnenos de Mitilene en estilo barroco otomano; el Edículo (el santuario sobre la tumba) también se reemplazó. El interior de la antecámara, ahora denominada capilla del Ángel, fue parcialmente reconstruida, cambiando su estructura semicircular por una cuadrada.

Otro decreto de 1853 del sultán solidificó la división territorial entre las comunidades y el Status Quo para negociaciones, lo que causó diferencias de opinión incluso en cambios de menor importancia.[30]​ Uno de los mayores ejemplos es la escalera inamovible que se encuentra en el exterior de una ventana y ha permanecido en esa posición desde al menos 1757.[31]​ La cúpula fue restaurada por católicos, griegos y turcos en 1868, siendo reconstruida en hierro desde entonces.[32]

Durante el Mandato británico de Palestina, el revestimiento de mármol rojo del Edículo realizado por Komnenos se encontraba muy deteriorado y se estaba desprendiendo de la estructura; desde 1947 hasta la restauración acometida entre 2016-17 las autoridades británicas instalaron unas vigas de hierro en su exterior.[33]

La cúpula fue restaurada de nuevo entre 1994-97 como parte de una gran restauración llevada a cabo desde 1959. Durante los trabajos de remodelación entre 1970-78 y las excavaciones en el interior del edificio y bajo el cercano bazar Muristán, se descubrió que esta zona era originalmente una cantera de la que se extraía piedra caliza blanca meleke.[34]

Al este de la capilla de Santa Elena, las excavaciones descubrieron un hueco que contenía un dibujo del siglo II de un barco de peregrinaje romano,[35]​ dos estructuras murarias que sostenían la plataforma del templo de Adriano del siglo II y un muro más alto del siglo IV construido para sostener la basílica de Constantino. Tras las excavaciones de principios de 1970, las autoridades armenias convirtieron este espacio arqueológico en la capilla de san Vartan, y crearon una pasarela artificial sobre la cantera al norte de la sala para que la nueva capilla fuera accesible desde la capilla de Santa Elena.[36]

Tras siete décadas en las que el Edículo había estado cubierto por vigas de hierro, finalmente se aprobó una cuidada restauración del Edículo que se llevó a cabo entre 2016-17, sufragada con 4 millones de dólares por el rey Abdalá II de Jordania y 1,3 millones de dólares de Mica Ertegun.[33]​ Por primera vez desde al menos 1555 se abrió la lápida de mármol que protegía la cama funeraria de Jesús del vandalismo.[37][38]​ Cuando se abrió la losa el 26 de octubre, el equipo de la Universidad Politécnica Nacional de Atenas únicamente descubrió material de relleno (argamasa) en su interior. La noche del 28 de octubre se descubrió la piedra caliza de la cama funeraria intacta, lo que sugería que la localización de la tumba no había cambiado a lo largo del tiempo y confirmaba la existencia de una cueva de piedra caliza original en el interior del Edículo.[37]

El "status quo"[39]​ es un entendimiento entre las comunidades religiosas con respecto a nueve lugares religiosos -entre ellos la Basílica del Santa Sepulcro- compartidos en Jerusalén y Belén. Otros lugares santos no se consideraron sujetos al "status quo" porque las autoridades de una religión o de una comunidad dentro de una religión están en posesión reconocida o efectiva.

El "status quo" derivó de un "firmán" (decreto) del sultán otomano Osman III en 1757 dictado como consecuencia de unas importantes revueltas que hubo en la Semana Santa de ese año[40]​ en la Basílica del Santo Sepulcro. Estableció la división de la propiedad y las responsabilidades de varios lugares sagrados cristianos. Otros decretos emitidos en 1852 y 1853 afirmaron que no se podían hacer cambios sin el consenso de las seis comunidades cristianas. Así, hay que mantener el estado de cosas existente, el "status quo", si no hay unanimidad para modificarlo. Estos "firmans" recibieron reconocimiento internacional en el artículo 9 del Tratado de París (1856).

El significado religioso dado al Santo Sepulcro dentro del Cristianismo es importantísimo, pues dentro de este recinto se encuentra tanto el Calvario, donde se afirma Jesucristo murió, como su sepulcro, lugar en el que, afirman los Evangelios, resucitó al tercer día de su muerte. Por esta razón el sepulcro es el centro principal de la basílica. La capilla que lo contiene, en medio de la llamada «Rotonda» al frente del coro de los griegos, es conocida como la ἀνάστασις (que en griego significa 'resurrección').

Según los evangelios, antes de la muerte de Jesús el sitio era una tumba ya habilitada como tal, pero no utilizada todavía, propiedad de un rico judío seguidor de Cristo llamado José de Arimatea. Se trataría de un hueco horadado en la roca, que podía taparse con una gran piedra destinada al efecto para que rodara o se deslizara hasta la abertura del nicho.

Una de las versiones sobre el primer anuncio de la Resurrección de Cristo, según los Evangelios, es el momento en que las mujeres que iban a ungir su cadáver con especias aromáticas —María Magdalena, María de Cleofás, madre de Santiago el Menor y Judas Tadeo, y Salomé, madre de Santiago y Juan— se encontraron con la piedra desplazada y el nicho expuesto y vacío.

Siempre teniendo como única fuente los Evangelios, la tumba estaría situada en un jardín próximo a la roca —o montaña, o montículo; los evangelios dicen lugar— donde se produjo la Crucifixión, llamado originalmente Gólgota y luego Calvario (lat. calvaria, «calavera»), o en griego kranion («cráneo»). Ese lugar estaba muy próximo a la muralla herodiana de la ciudad de Jerusalén, e incluso comunicado con ella por una calle, pero extramuros, ya que las normas judías prohibían los enterramientos intramuros, salvo para el caso de los reyes.

La destrucción de Jerusalén por los romanos, con el general Tito, durante el gobierno de su padre, el emperador Vespasiano, trajo la ruina para el Templo de Jerusalén y para otros lugares tradicionales de la antigua ciudad puesta entonces bajo el mando de los paganos. Si bien los primeros cristianos huyeron hacia Pella antes de la destrucción, siguiendo una interpretación profética de Jesús (Lucas 21, 20–22), los mismos dejaron por escrito en los Evangelios la descripción del lugar de la Crucifixión y de la sepultura: Mateo 27, 33; 57–61; Marcos 15, 22; 42–47; Lucas 23, 33; 50–55; Juan 19, 17; 38–42.

Ambos sitios, el Gólgota y la Tumba, están a pocos metros de distancia y entre ellos se encuentra la Piedra de la Deposición, lugar en donde dice la tradición que el cuerpo de Jesús fue preparado después de ser bajado de la cruz para ser enterrado —Mateo 27, 59 passim—. El lugar fue evidentemente una cantera por la enorme riqueza lítica y la red de cavernas que se pueden observar[cita requerida], un sitio ideal para la construcción de tumbas, una actividad muy normal en la época, especialmente entre personas de cierta posición social.

El nombre «Gólgota», la «Calavera», viene probablemente de la semejanza que las formas de las rocas tenían, como se puede comprobar hoy en día en los paisajes desérticos del Mar Muerto.



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