Pachacútec (del quechua: Pacha Kutiq Inka Yupanki, «Inca del cambio del rumbo de la tierra, digno de estima» , Cuzco, ca. 1400-Cuzco, ca. 1471) fue el noveno gobernante del estado Inca y quien lo convirtió de un simple curacazgo a un gran imperio: el Tahuantinsuyo. Su padre, el Inca Huiracocha lo designó como sucesor alrededor de 1438, tras dirigir victoriosamente la defensa militar del Cuzco ante la invasión del belicoso ejército chanca. Como parte de su visión de estadista y caudillo guerrero, conquistó muchas etnias y estados, destacando su conquista del Collao, que acrecentó el prestigio de los incas y particularmente de Pachacútec, quien por la notable expansión de sus dominios fue considerado un excepcional líder, dando vida a historias épicas e himnos gloriosos en tributo a sus hazañas. Numerosos curacas no dudaban en reconocer sus destrezas e identificarlo como Hijo del Sol. Mientras aún vivía, su hijo y sucesor Túpac Yupanqui derrotó al señorío Chimú y continuó con la expansión del Tahuantinsuyo. Además de conquistador, guerrero y emperador, diversas crónicas afirman que fue también un gran administrador, planificador, filósofo, observador de la psicología humana y carismático general.
Pachacútec es el primer inca del cual se encuentran referencias históricas que corroboran su existencia, por cual es reconocido como el "primer inca histórico", sin embargo, la relevancia de su figura y legado, así como el de su denominación, lleva a pensar a varios estudiosos que tiene una importancia mucho mayor que la de solo un personaje, llegando a representar el inicio de toda una época de transición y reestructuración para la sociedad inca, etapa de cambios que continuaría posterior a su muerte en 1471, por su hijo Túpac Yupanqui y su nieto Huayna Cápac.
Fue hijo del inca Huiracocha Inca y de Mama Runto; y su nombre original era Cusi Yupanqui, cuyo significado es «Príncipe dichoso». Nació en el Cuzco, en el palacio de Cusicancha o «Casa de regocijo», fronterizo al templo del Coricancha. Su ayo Micuymana fue quien le enseñó historia, leyes y lengua, así como el manejo de los quipus.
Desde muy joven fue admirado por los nobles incas, pues tenía la valentía, inteligencia y madurez que tanto le hacía falta a su hermano Inca Urco (quien había sido nombrado como sucesor de Huiracocha Inca), del mismo modo mostraba aptitudes para el gobierno y las conquistas, que de igual modo carecía su hermano. Al cumplir el rito del Huarachico, el principe Cusi Yupanqui tomó parte de empresas militares, bajo la dirección de los generales Apo Maita y Vicaquirao. Sarmiento de Gamboa refiere que "sus jefes tenían buena esperanza por el valor que mostraba en su florida adolescencia."
Se dice que los nobles incas aconsejaron a Huiracocha que nombrara como su heredero a Pachacútec, pero Huiracocha se había encariñado tanto con Inca Urco que siempre lo prefería ante cualquiera otra persona. Cuando Huiracocha decidió retirarse al valle de Yucay, envió la borla o mascapaicha (símbolo del poder real inca) a Urco, que asumió así como correinante de la Confederación Cuzqueña. Sin embargo, Urco, en vez de cumplir su función política, cayó en la holganza y pasó el tiempo en diversiones y vicios.
Hacia 1430 se produjo la invasión de los chancas. Se hallaban estos ya en Vilcaconga, cuando enviaron sus emisarios a Cuzco para exigir la rendición a Huiracocha Inca. Este, ya anciano y temeroso del poderío de los invasores, respondió que estaba de acuerdo con someterse y que deseaba entrevistarse con el jefe chanca. Acto seguido, Huiracocha y su hijo Inca Urco huyeron del Cuzco y se refugiaron en el fuerte de Caquia Xaquixahuana, ante la sorpresa de la etnia inca, que depositó entonces su esperanza en el joven príncipe Cusi Yupanqui, que recibió el apoyo de los generales Vicaquirao y Apo Mayta para organizar la defensa de Cuzco.
Cusi Yupanqui pidió a su padre que regresara a encabezar la defensa de Cuzco, pero al recibir su negativa, hizo un llamado general a las etnias vecinas para resistir juntos a la amenaza Chanca. Los Canas fueron los únicos que se aliaron a los incas, mientras que por otro lado, los Ayamarcas fueron los únicos que apoyaron a los Chancas; las demás etnias esperaron a ver el bando sobre el que se inclinaría la victoria para unírseles a él.
La primera batalla fue en Cuzco, donde los soldados del ejército inca vencieron favorecidos por las etnias espectadoras, que se les unieron en cuanto empezaron a ganar. Luego, en Ichubamba, la victoria Inca se acentuó, dando origen a la leyenda de los soldados de piedra.
Una vez derrotados los Chancas, los incas alistaron las celebraciones en Cuzco a las cuales Huiracocha fue invitado por Pachacútec; sin embargo, Huiracocha se negó a recoger el fruto de la victoria, pues consideraba que ello debía hacerlo Urco, por ser el correinante al momento de la invasión chanca. Obviamente, ni Pachacútec ni nadie quiso recibir a Urco. Motivado por la envidia, Urco organizó un pequeño ejército y marchó a Cuzco para derrocar a Pachacútec pero este, hábilmente preparado, lo derrotó. Inca Urco fue herido de una pedrada en la garganta, siendo capturado y descuartizado. Sus restos fueron arrojados al río Tambo. Mientras que Huiracocha regresó a su refugio campestre de Calca y no quiso volver a vivir en el Cuzco.
Al morir Inca Urco, Cusi Yupanqui fue el único candidato para asumir el gobierno de la confederación cuzqueña. Se iniciaron los preparativos para la ceremonia en la que el príncipe se ceñiría la mascapaicha. A solicitud de Cusi, una comitiva de orejones se dirigió a Calca en busca de Huiracocha Inca para solicitar y rogar que fuera al Cuzco a entregar la mascapaicha al nuevo líder; de ese modo enmendaría la deshonra de haber abandonado la capital en pleno conflicto contra los Chancas.
Numerosas llamas cargadas de ofrendas comenzaron a llegar a la ciudad del Cuzco desde los poblados vecinos e, incluso, desde más lejos. Del Anti se traían innumerables cestas de coca, hierbas y resinas aromáticas; de los Yungas, por su parte, llegaban conchas utilizadas en los sacrificios, así como pimientos y rocotos rojos que serían empleados para sazonar el banquete real.
Conforme se aproximaba el día de la ceremonia, los curacas y nobles confederados invitados hacían su ingreso en la capital con gran fastuosidad rodeados por su séquito. Cada uno de los visitantes traía hermosos regalos en señal de reconocimiento, entre los que podían observarse vistosas andas, queros decorados, suaves mantas, metales preciosos y exóticas plumerías.
Llegado el día esperado, después de que los sacerdotes encabezados por el willac umu hicieran una serie de sacrificios y plegarias, incluyendo la inmolación de cien niños como parte del ritual conocido como Cápac Cocha, el propio Inca Huiracocha procedió a colocar la borla real en la cabeza del joven Cusi Yupanqui, nombrándolo de allí en adelante, como Pachacútec Yupanqui Cápac Intichuri, es decir, «hijo del Sol que transforma el mundo».
Una vez investido como Inca, Pachacútec determinó que fuera su padre Huiracocha el primero en rendirle homenaje. Para ello el viejo Inca debió beber una olla llena de chicha hasta dejarla vacía. Sin ninguna objeción, Huiracocha cumplió lo ordenado y, al terminar, se inclinó pidiendo perdón por haber abandonado el Cuzco en plena guerra. Pachacútec, respetando siempre el rango del anciano, y a la vez como hijo, lo ayudó a incorporarse inmediatamente.
Según la información recogida por varios cronistas, los historiadores aceptan comúnmente que el gobierno de Pachacútec se inició alrededor del año 1438 y terminó con su muerte alrededor del año 1471. Durante su gobierno, consolidó el Curacazgo Inca frente a amenazas de pueblos locales y lo transformó en el Tahuantinsuyo, iniciando una época imperial para los incas. Realizó varias expediciones conquistadoras y encargó otras a su hermano e hijo respectivamente. Por todo esto, su gobierno es reconocido como uno de los más exitosos en la historia de la América precolombina.
Al igual que sus antecesores, la primera actividad que debió realizar el nuevo Inca fue enfrentar una rebelión, esta vez organizada por los descendientes ayarmacas de Tocay Cápac. Una encarnizada batalla se llevó a cabo en Huanancancha, pero la superioridad del ejército inca dio la victoria a Pachacútec, quien, decidido a aniquilar definitivamente a los insurrectos, asoló los pueblos enemigos diezmando gran parte de su población. Después de esta derrota, el peligroso curacazgo de los ayarmacas no volvería a recuperar su antiguo poderío. El sinchi ayarmaca fue conducido como prisionero al Cuzco, donde pasó el resto de sus días encerrado en prisión.
Durante los primeros meses de su gobierno, Pachacútec tuvo que someter a varios sinchis vecinos del Cuzco: Páucar Ancho y Tocari Topa de Ollantaytambo; Ascaguana y Urcocona de Huacara; y Alcapariguana de Toguaro. A diferencia de las guerras realizadas en los reinados anteriores, estas campañas militares representaban un verdadero esfuerzo por consolidar una unidad territorial, un predominio de los cusqueños sobre sus comarcanos. Las numerosas guerras que sostendría en el futuro le permitirían adquirir una enorme extensión territorial.
Dominados los curacas vecinos, Pachacútec decidió organizar una expedición hacia los antiguos territorios chancas. Al mando de más de 40.000 hombres, transportado en andas, el Inca se dirigió hacia el río Apurímac. Al llegar a Curahuasi, a 26 leguas del Cuzco, entregó una palla del Cuzco al jefe o sinchi chanca Túpac Uasco. Con este acto, Pachacútec logró la adhesión del sinchi. La expedición continuó hacia Andahuaylas, donde, tras una reunión del consejo de orejones, se resolvió avanzar hacia el territorio de los soras. La resistencia ofrecida por los sinchis Guacralla, de Soras, y Puxayco, de Chalco, fue desbaratada con facilidad. Los soras y rucanas huyeron hacia las proximidades del río Vilcas y se refugiaron en un peñón.
Pachacútec estableció su cuartel en Soras y permaneció allí todo el invierno, pues las lluvias le impedían continuar. Pasado el invierno, salieron dos ejércitos incas: el uno al mando de Cápac Yupanqui (hermano del Inca), que se dirigió hacia la costa para conquistar el señorío de Chincha; y el otro al mando de Apo Mayta, para cercar a los soras y los vilcas refugiados en el peñón de Vilcas. Sobre estas campañas militares llevadas a cabo por los generales de Pachacútec, existe mucha confusión entre los cronistas, y no es posible hacer una correlación cronológica de los hechos.
Después de permanecer algún tiempo en Soras, Pachacútec levantó su cuartel general y se desplazó hacia Huamanga, conquistando todos los pueblos visitados en el trayecto. El siguiente objetivo fue Vilcashuamán, un centro importante de la región. Cuando llegó a este lugar, Pachacútec mandó construir un Templo del Sol y varias edificaciones. De esta manera, el asentamiento se convirtió en un importante centro administrativo.
Una vez dominada toda la región de los chancas y sus confederados, se emprendió el regreso a tierras cusqueñas. Antes de llegar a la capital, el Inca debió someter a los sinchis Ocacique y Otaguasi, señores del pueblo de Acos, localizado a diez leguas del Cuzco. Como represalia por haber sido herido en la cabeza durante el enfrentamiento, Pachacútec desterró a los sobrevivientes y los reubicó en los términos de Huamanga, donde está hoy el pueblo de Acos.
Habían pasado aproximadamente diez años desde la coronación de Pachacútec, cuando el viejo Inca Huiracocha moría en su residencia de Calca. En honor a su rango, Pachacútec organizó un solemne entierro. El cuerpo del Inca difunto fue paseado en andas por el Cuzco portando sus armas e insignias reales. El cortejo fúnebre se desplazaba acompasado por el lento retumbar de los tambores, cuyo sonido marcaba el paso de decenas de guerreros.
Al poco tiempo, Pachacútec reinició su campaña militar expansionista, enviando un grupo de soldados al mando de Apo Conde Mayta hacia la frontera con los collas, poderoso grupo que tenía como señor a Chuchi Cápac, también conocido como el Colla Cápac. No tardó Pachacútec en unirse a estas tropas de avanzada, ingresando en tierras enemigas hasta llegar al pie del Vilcanota.
Enterado el Colla Cápac de la incursión inca en sus territorios, se dirigió con sus ejércitos al pueblo de Ayaviri para esperar a los cuzqueños. Al llegar a esta localidad, Pachacútec pudo comprobar que no se produciría un sometimiento pacífico, por lo que se entabló una larga batalla. A medida que la lucha se prolongaba temiendo ser derrotados, los collas se replegaron hacia Pucará, hasta donde fueron perseguidos por los incas. En Pucará se libró un segundo enfrentamiento del que no solamente salieron victoriosos los cusqueños, sino que lograron tomar prisionero al poderoso Colla Cápac. Una vez asegurado el triunfo, Pachacútec se dirigió a Hatun Colla, morada del curaca derrotado, donde permaneció hasta que todos los pueblos subordinados se acercaron a rendirle obediencia.
Tras pequeñas luchas con los pobladores de Juli y los pacasas, Pachacútec consiguió dominar todo el Collao, dejando allí guarniciones y un gobernador general. Su siguiente destino fue el territorio de Condesuyos: sus conquistas le llevaron por Arequipa y Camaná. Terminado esto, regresó al Cuzco por Chumbivilcas.
Ocurrieron también sublevaciones de algunos pueblos sometidos. Estando en el pueblo de Cuyos, Pachácútec fue víctima de un atentado contra su vida. Un ollero se le acercó y le dio un fuerte golpe en la cabeza, dejándolo herido, aunque no de gravedad. El agresor fue apresado y bajo tortura confesó haber actuado por orden de los curacas o caciques de Cuyos. Estos fueron apresados y ejecutados. El pueblo de Cuyos fue arrasado. Otro acontecimiento importante que ocurrió en esta época fue el nacimiento del príncipe Túpac Yupanqui, hijo de la coya Mama Anahuarque.
Tras la victoria sobre chancas y collas, las obligaciones legislativas y administrativas de Pachacútec lo retuvieron en el Cuzco, por lo que tuvo que encargar a sus subordinados las siguientes expediciones conquistadoras del Imperio Inca, mientras él se encargaba de la remodelación del Cuzco y la consolidación del gobierno imperial.
La primera de dichas expediciones fue encargada a su hermano Cápac Yupanqui hacia territorios del Chinchaysuyo, y las demás a su hijo y sucesor Túpac Yupanqui tanto al norte como al sur del imperio. Con estas conquistas, el Tahuantinsuyo llegaría cerca de su máxima expansión y mejor consolidación.
La conquista del Chinchaysuyo o las provincias del norte fue encomendada al general Cápac Yupanqui, que ya se había destacado en la conquista del señorío costeño de Chincha. Contaba con la colaboración de los guerreros chancas, al mando de Anco Huallu.
El ejército de Cápac Yupanqui marchó hacia el norte, siguiendo la ruta de Andahuaylas. Asediaron la fortaleza de Urcocollac, al norte de Huamanga, donde se habían refugiado un grupo de lugareños reacios a la dominación inca. Pero dos ataques sucesivos de los cuzqueños fracasaron estrepitosamente. Hasta que un tercer ataque, encomendado a los chancas, logró tomar la fortaleza. Esto provocó los celos de los cuzqueños, que temieron que los chancas se envalentonaran y se rebelaran contra su autoridad, por lo que informaron del hecho a Pachacútec. Por lo pronto, continuaron juntos con la campaña conquistadora.
El siguiente rival del ejército inca fue la nación huanca, del valle del Mantaro (Jauja). Cápac Yupanqui les ofreció la paz a cambio de someterse, pero los huancas se negaron y resistieron con valor. Finalmente fueron derrotados, aunque el general inca se mostró magnánimo y liberó a los prisioneros, así como prohibió a sus tropas dedicarse al pillaje.
Luego, el ejército inca sometió Yauyos, Huarochirí y Canta (Atavillos). Prosiguió su avance hacia Bombón, donde se halla la laguna de Junín (donde no encontraron resistencia y se limitaron a cosechar los sembríos abandonados); y hacia Tarma (cuyos habitantes, al verse en inferioridad militar, se sometieron).
Estando en camino hacia el norte, a la región de Huaylas (actual Áncash), Cápac Yupanqui recibió la respuesta de Pachacútec con respecto a los chancas: la orden era que los exterminara a todos. Los chancas se enteraron del mensaje y a medianoche levantaron su campamento y huyeron para internarse en la región selvática, donde provenían sus ancestros.
En Huaylas, Cápac Yupanqui, derrotó a los grupos étnicos confederados de huaylas, pincos, piscopampas, huaris y conchucos, no sin antes construir el tambo militar de Maraycalle. Luego de que el inca derrotara a una facción sureste, avanzó en dirección norte hacia el río Yanamayo, donde fue atacado y obligado a retroceder a un lugar elevado. Eligió las alturas de Yauya por su ubicación estratégica, donde construyó un tambo militar. Desde este punto, dirigió los asedios a todas los centros poblados de la región. Los confederados tuvieron ventajas sobre los cusqueños debido a la ubicación elevada de sus fortalezas que las hacían inexpugnables. Luego de medio año de batallas, los incas lograron derrotar a los rebeldes.
En persecución de los chancas, Cápac Yupanqui llegó cerca de Cajamarca, capital de Guzmango Cápac, el señor de los cajamarcas. Este se alió con el Chimú Cápac, señor de los chimúes de la costa, y enfrentó a los incas. Pero Cápac Yupanqui, apelando a la astucia, apresó a los dos señores, y derrotó finalmente a los ejércitos aliados. El botín que recogieron los incas fue fabuloso. Enorgullecido Cápac Yupanqui, llegó a decir que había adquirido mayores trofeos que su hermano el Inca. Este desliz, sumado al hecho de que se había extralimitado en muchas de sus funciones, determinaron que Pachacútec lo condenara a la pena capital. Cápac Yupanqui murió ahorcado, aunque no se ha determinado si le aplicaron la pena o se autoeliminó.
Hacia 1460, cuando Pachacútec tenía 60 años de edad y casi 30 de reinado, nombró como correinante a su hijo Amaru Inca Yupanqui. Pero este se mostró más apegado a las actividades pacíficas, en una época en que se forjaba el imperio incaico a base de conquistas militares. Su carencia de cualidades militares se hizo evidente cuando se le encargó la represión de una rebelión de los collas. Ello provocó las críticas de los nobles, por lo que Pachacútec decidió separar a Amaru del correinado. En su lugar fue elegido el príncipe Túpac Yupanqui, que por entonces tenía 18 años de edad.
Túpac Yupanqui era lo contrario de su hermano. Ya desde temprana edad demostró grandes dotes de guerrero. De inmediato, encabezó una expedición militar al Chinchaysuyo para anexar más territorios. El mando efectivo lo tenían tres generales, Tilca Yupanqui, Auqui Yupanqui y Túpac Cápac, todos hijos de Pachacútec.
Si bien la región entre el Cuzco y Cajamarca ya había sido anexada al imperio, quedaban todavía focos aislados de resistencia. Uno tras otro, Túpac Yupanqui los fue reduciendo. Llegado a Cajamarca, donde estableció su cuartel, dirigió sus miras hacia el reino chimú. Sabiendo que era difícil atacar Chan Chan, la capital chimú, por los arenales de la costa, elaboró una certera estrategia: bajar por las quebradas andinas y cortar el suministro de agua de la ciudad, desviando el curso de las torrenteras. Como Chan Chan se encontraba en medio del desierto, no tardó muchos días en anunciar su rendición.
Luego, Túpac Yupanqui se dirigió a la conquista de los chachapoyas, gente guerrera que le opuso tenaz resistencia, pero que terminaron por ser sometidos. En otra salida, Túpac Yupanqui marchó a la conquista de Cutervo, Huambo, Chota, llegando posiblemente hasta Huancabamba.
Terminada la primera expedición al norte, Túpac Yupanqui volvió al Cusco con numeroso botín y llevando a muchos orfebres y artesanos chimúes, para que enseñaran esas artes en la capital. Descansó ahí dos años, y enseguida salió nuevamente hacia el norte.Tumibamba (donde nació su hijo, el futuro inca Huayna Cápac) y edificó la fortaleza de Quinche en las cercanías de Quito. Habían transcurrido cuatro años desde que dejara el Cuzco, pero pese a que era requerido en la capital, inició otra campaña de conquista en el norte, en la costa del actual Ecuador, entre Manta y Guayaquil, donde derrotó a los chonos, huancavilcas, punaeños y paches.
Conquistó a los guayacondos, los bracamoros, los paltas, los cañaris. Llegó así hasta la tierra de Quito-Carangue. FundóLos pueblos costeros de Manta eran expertos navegantes, que se adentraban en el mar en balsas de madera. Túpac Yupanqui se enteró a través de ellos de la existencia de unas misteriosas islas llamadas Auachumbi y Ninachumbi, rebosantes de riquezas. Entusiasmado por esta noticia, el joven inca organizó una nutrida flota de balsas, que partió desde Manta a descubrir dichas islas. Las crónicas de Pedro Sarmiento de Gamboa y Miguel Cabello Balboa relatan el éxito de esta expedición. A las misteriosas islas a las que arribó Túpac Yupanqui se las ha querido identificar con las islas Galápagos, la isla de Pascua e incluso la lejana Polinesia.
Victorioso y con abundante botín, Túpac Yupanqui emprendió el retornó al Cuzco, del cual había estado ausente durante seis años. Su padre, el ya anciano inca Pachacútec, salió a recibirle en Vilcaconga. Ambos entraron triunfantes en la capital imperial, en medio de gritos de júbilo de la gente.
Mientras su hijo Túpac Yupanqui se encargaba de las expediciones conquistadoras, Pachacútec se encargó y continuó con las remodelaciones de la capital del imperio: la ciudad del Cuzco. Al haber aumentado la población de la capital, las demandas de viviendas, alimentos y necesidades primarias también aumentaron, por lo cual Pachacútec emprendió una serie de obras constructivas y agrícolas: la formación de nuevos barrios, su distribución en solares y el levantamiento de nuevas plazas y canchas; el Inca hizo despoblar varias áreas alrededor del Cuzco para que fueran utilizadas como sementeras, reubicando a sus ocupantes en zonas con clima similar. Del mismo modo, se intensificó la producción agrícola gracias a la creación de canales en la ciudad del Cuzco, a la mejor distribución de aguas, a los nuevos sistemas de almacenamiento y construcción de andenes.
Puede considerarse su primera gran obra arquitectónica la reedificación del Templo del Sol o Inticancha: la edificación humilde de sus antepasados se transformó en un templo repleto de riquezas; se refaccionó la estructura con bloques líticos obtenidos desde las canteras de Salu, a cinco leguas del Cuzco; por toda la nueva suntuosidad del palacio pasó a ser conocido como Coricancha (Cerco de oro).
Otro de los cambios más importantes realizados por Pachacuti fue la división del creciente imperio en cuatro suyos, teniendo como centro la ciudad del Cuzco (ombligo del mundo); al este el Antisuyo, al oeste el Contisuyo, al norte el Chinchaysuyo y al sur el Collasuyo.
Murió naturalmente en pleno apogeo del imperio, fue reconocido y valorado como el más grande Sapa Inca por sus contribuciones a la expansión y consolidación del naciente Imperio inca. Su momia fue llevada en su tiana o asiento, cargada por los grandes señores hasta la plaza Aucaypata, donde se le rindió homenaje. Las exequias reales se iniciaron con el encuentro entre las momias de Pachacútec y Huiracocha Inca, su padre. El fallecido soberano fue vestido con suntuosas mantas y adornos de oro y plata, además de un tocado de plumas y un escudo de armas. Finalmente, su momia fue colocada en el centro de Tococache (actual barrio de San Blas, en Cuzco) en un templo dedicado al trueno que él mismo mandó a edificar.
La sucesión en el mando del Imperio inca, fue asumida por su hijo, Túpac Inca Yupanqui, con quien había co-gobernado durante los últimos años y quien había demostrado una gran destreza guerrera y conquistadora en las expediciones que Pachacútec le había encargado tanto hacia el norte como hacia el sur del territorio imperial. De este modo, sin ninguna objeción, Túpac Yupanqui se ceñiría la mascaipacha y asumiría por completo el gobierno del Tahuantinsuyo, tras la muerte y exequias reales de su padre.
Gracias a Pachacútec, los dominios del incario dejaron de constituir un simple reino para conformar el Tahuantinsuyo, un Estado que logró dominar y controlar política, militar y económicamente a otros estados y cacicazgos ubicados en las proximidades de los Andes. Esta transformación devino de las victorias obtenidas ante varios estados que rodeaban inicialmente el reino inca: principalmente la confederación chanca y el señorío de los Ayamarca.
También se debió a Pachacútec la implantación del sistema de mitmakuna o mitimaes -traslados- en todo el Tahuantinsuyo. Estos eran grupos humanos desplazados por el Estado a cualquier punto conquistado por el incario a fin de cumplir tareas específicas que vertebraran y cohesionaran el imperio. Los mitimaes colonizaban, llevaban consigo las técnicas y modos de producción cusqueños, enseñaban las leyes y costumbres y divulgaban la religión de los incas. También realizaban una labor de control de las poblaciones recién incorporadas al Tahuantinsuyo. Su función era de producir los elementos básicos que cubriesen las necesidades de los súbditos y la de reproducir los rasgos culturales con el objetivo de quechuizar a los recién incorporados.
Desde el punto de vista de los logros urbanísticos y arquitectónicos, Pachacútec mandó canalizar los ríos Saphy y Tullumayo, que frecuentemente anegaba la ciudad del Sol, Cuzco.
Asimismo reedificó y ornamentó con grandes riquezas el santuario del Inticancha o recinto del Sol, cuyo nombre hizo cambiar por el de Coricancha, que significa "recinto de oro". El primer emperador inca restauró el palacio de Pomamarca o Ciudad del Puma, y el de Patallacta, donde falleció, en Carmenca. Finalmente, planificó la construcción del templo-fortaleza de Sacsayhuamán, ubicada al norte de la ciudad del Cuzco, la misma que empezó a levantar su hijo Túpac Yupanqui y concluyó su nieto Huayna Cápac, padre de Huáscar y Atahualpa. Algunos historiadores le atribuyen también el arreglo del Acllahuasi en Cuzco, y la planificación y construcción de la ciudadela de Machu Picchu.
Como toda realeza inca, su cuerpo fue momificado y preservado por muchos años, incluso después de la conquista del Perú. El último lugar conocido de haber albergado sus restos fue el antiguo Real Hospital de San Andrés en Lima, Perú.
La figura de Pachacútec, dada la implicancia y connotación de su título en quechua: el que transforma el mundo, ha sido objeto de innumerables discusiones de acuerdo a la visión mítica e idealista que se tiene sobre él y la consolidación del Imperio inca, para la visión andina.
Otros historiadores recalcan su figura histórica y tienden a considerarlo como una de las principales figuras en el desarrollo de las civilizaciones precolombinas como, por ejemplo, diría de él el historiador británico Clements R. Markham: «El más grande hombre que la raza aborigen de América haya producido»; otros historiadores y cronistas comparan su figura con la de un Carlomagno americano, haciendo referencia a la expansión del Estado Inca y la consolidación del imperio que logró; e incluso a la de Solón, recalcando los dotes de legislador y estadista que se cuenta tuvo Pachacútec.
El compositor peruano José María Valle Riestra (1858) compuso el poema sinfónico Pachacutec: fantasía incaica, en honor al inmortal inca.
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