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Quema de libros en la Alemania nazi



La quema de libros en Alemania por parte del régimen nacionalsocialista se inició el 10 de mayo de 1933 y consistió en una acción realizada específicamente por estudiantes, profesores y miembros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán cuando estos echaron al fuego de forma pública libros de aquellos autores que habían sido condenados al ostracismo por considerarlos «peligrosos».

La acción se realizó bajo la dirección del Nationalsozialistischer Deutscher Studentenbund (NSDStB), la federación nazi de estudiantes, en la Plaza de la Ópera en Berlín y en otras 21 ciudades universitarias. La quema pública de libros fue el punto álgido de la llamada «Aktion wider den undeutschen Geist», en español «Acción contra el espíritu antialemán», iniciada en marzo de 1933, con la que tras la toma de poder del régimen nazi, se comenzaba la persecución sistemática de los escritores judíos, marxistas, pacifistas y otros autores opositores o simplemente desagradables al régimen.

Ya durante la República de Weimar la Deutsche Studentenschaft (DSt), la asociación de estudiantes alemana, estaba influenciada por el pensamiento nazi.[1]​ Mientras las asociaciones locales eran dominadas cada vez más por fuerzas nacionalistas, antisemitas y contrarias a la república, en las universidades alemanas dominaba un ambiente fuertemente reaccionario, chovinista y nacionalista. Desde el verano de 1931, el DSt era dirigido por un representante del Nationalsozialistischer Deutscher Studentenbund (NSDStB), la federación de estudiantes nazis, que en las elecciones de 1931 a la junta de estudiantes (Allgemeiner Studierendenausschuss) había conseguido el 44,4 % de los votos. Tras la toma de poder nazi el 30 de enero de 1933, ambas organizaciones de estudiantes, la DSt y la NSDStB, compitieron por la supremacía.[2]​ Para mejorar las relaciones con los estudiantes, tres meses después de la toma de poder y poco después de la creación del Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda en marzo de 1933, se creó dentro del Reichsleitung der Deutschen Studentenschaft (Dirección del Reich para la asociación de estudiantes alemanes) la Hauptamt für Presse und Propaganda der Deutschen Studentenschaft, una dirección general para la prensa y la propaganda de la asociación de estudiantes alemanes propia.

A principios de abril de 1933, la Deutsche Studentenschaft demandó a sus órganos que participase en la «Acción contra el espíritu antialemán» que debía durar cuatro semanas, uno de cuyos principales iniciadores fue Hans Karl Leistritz, en director de la oficina principal. La acción debía comenzar el 12 de abril y finalizar el 10 de mayo con piras de libros espectaculares en las calles.[3]​ La acción se realizaba en recuerdo de la quema de libros efectuada en el Festival de Wartburg de 1817 y fue presentada como «una acción general contra el espíritu de desintegración[nota 1]​ judío»: «El espíritu judío, tal como manifiesta su completa desvergüenza en su incitación al odio[nota 2]​ mundial y tal como ya ha buscado refugio en la literatura alemana, debe ser erradicado de esta.»[4]​ Para la política universitaria la «Acción contra el espíritu antialemán» significó el comienzo de la conquista de las universidades por las asociaciones de estudiantes declaradas como «Sturmabteilung del espíritu».

Como primera medida se ordenó formar «comisiones de lucha contra el espíritu antialemán» en las instituciones de educación superior a las que debían pertenecer dos estudiantes, un profesor, un representante del Kampfbund für deutsche Kultur, asociación cultural nacionalista dirigida por Alfred Rosenberg, y un escritor. La dirección había sido reservada por Hitler para la asociación de estudiantes respectiva.

El elemento más importante en la lucha política de los estudiantes era la propaganda. El 2 de abril de 1933, un día después del inicio del boicot a los comercios judíos, se redactó un plan detallado,[3]​ el 6 de abril se envió una circular a las diferentes asociaciones de estudiantes para informar sobre las acciones preparadas:

La dirección de la Deutsche Studentenschaft trataba de demostrar por todos los medios con esta acción que estaba dispuesta y era capaz de movilizar a los estudiantes a favor del nazismo. Con ello estaba en competencia con el Nationalsozialistischen Deutsche Studentenbund, que tras las elecciones al parlamento de marzo de 1933 se arrogaba en exclusiva las competencias sobre la educación política de los estudiantes. En consecuencia, durante las preparaciones hubo desavenencias entre ambas organizaciones y sus dirigentes Gerhard Krüger (DSt) y Oskar Stäbel (NSDStB). Un día antes de la acción, el 11 de abril, Stäbel todavía ordenaba en un comunicado de urgencia no solo apoyar la acción del DSt, sino «con ello tomar el liderazgo».[5]

El inicio fue la promulgación el 12 de abril de 1933 de las «12 Thesen wider den undeutschen Geist» («12 tesis contra el espíritu antialemán»[nota 3]​). Incluía las ideas y objetivos de la «acción», además de denunciar el pensamiento judío, socialdemócrata, comunista y liberal, así como sus representantes. Las tesis se escribieron en letra gótica y en tinta roja, y fueron expuestos en forma de carteles en las universidades alemanas, además de ser publicadas por muchos periódicos:

Los «comités de lucha» locales fueron las puntas de lanza de las asociaciones de estudiantes contra el «intelectualismo judío». El director del Kampfausschusses wider den undeutschen Geist («Comité de lucha contra el espíritu antialemán») nacional era Paul Karl Schmidt, que en la posguerra se haría famoso bajo el seudónimo Paul Carell. Schmidt firmaba el cartel y las doce tesis[6]​ como responsable y con ello consiguió facilitar su puesto como jefe de prensa del Ministerio de Exteriores nazi, escribiendo propaganda de guerra antijudía. Tras la guerra, Schmidt, bajo su seudónimo Carell, tuvo una exitosa carrera como periodista y ensayista.

De forma paralela a los carteles, se creó un llamado «servicio de artículos» que debía proveer declaraciones de apoyo de artistas e intelectuales nacionalistas, a través de los cuales el público se iría mentalizando. Se pidió a 66 escritores, de los que la asociación conocía su «poción frente a la literatura alemana», que ofreciesen un ensayo que sería distribuido a través del DSt en la prensa, entre los que se encontraban Werner Bergengruen, Richard Billinger, Paul Ernst, Max Halbe, Karl Jaspers y Julius Streicher. El éxito de la acción fue mínimo. La mayoría de los autores que recibieron la petición no contestaron, ni siquiera Alfred Rosenberg, al que se había pedido en una carta ex profeso la participación. Numerosos autores señalaron el corto plazo y ofrecieron textos ya publicados para su reedición, como fue el caso de Erwin Guido Kolbenheyer.[5]​ Finalmente solo se pudieron publicar cuatro colaboraciones, las de Herbert Böhme, Will Vesper, Alfred Baeumler y Kurt Herwarth Ball (véase también la sección «Artículos periodísticos»).

El 19 de abril le siguió un llamamiento de la dirección del DSt a realizar una nueva acción en la lucha «contra los docentes universitarios que para nosotros son ineptos». El lema era el siguiente: «El estado ha sido conquistado. ¡La universidad todavía no! La SA de la mente es llamada a filas. ¡Arriba la bandera!» Los estudiantes fueron conminados a denunciar a docentes que debían abandonar su puesto de trabajo de acuerdo a nueva Ley alemana para la restauración de la función pública del 7 de abril de 1933, escribiendo declaraciones juradas y buscando material comprometedor en las clases magistrales o en libros recomendados. Al grupo de docentes afectados pertenecían judíos, miembros del Partido Comunista de Alemania o del Reichsbanner Schwarz-Rot-Gold, aunque según la interpretación del DSt, también afectaba a aquellos que «hayan insultado al Führer de la nación, al Movimiento de alzamiento nacional o a los soldados en el frente», así como a los profesores cuyo «método científico [correspondiese] a sus puntos de vista liberales o especialmente los pacifistas». También los profesores con una «posición política irreprochable» deberían ser denunciados a la dirección del DSt si solo mostraban «un talento mediocre». Casi todas las universidades participaron en la acción y los catedráticos, decanos y rectores la apoyaron. Hubo ataques organizados contra docentes, trabajadores de la administración y estudiantes judíos, clases fueron interrumpidas y boicoteadas, a profesores judíos se les impidió llegar a sus puestos de trabajo.

La caza de brujas llegó hasta tal punto, que en las universidades de Königsberg, Rostock, Erlangen, Münster y Dresde se colocaron «picotas» de dos metros de alto en las que se colocaron los nombres de profesores y obras literarias considerados enemigos:

La asociación de estudiantes de la Universidad de Rostock informó que el 5 de mayo habían realizado una gran fiesta «con erección de la picota», en la que «se clavaron con resistentes clavos de cuatro pulgadas ocho de las peores obras literarias: Magnus Hirschfeld, Tucholsky, Stephan Zweig, Lion Feuchtwanger, Wikki [sic!] Baum, Remarque, Emil Ludwig y die Weltbühne».

La segunda fase de la «campaña de formación» comenzó el 26 de abril de 1933 con la recogida de «literatura decadente». Cada estudiante debía limpiar de libros «perjudiciales» su biblioteca propia y luego la de sus conocidos, para más tarde repasar las bibliotecas de universidades e institutos. También se revisaron las bibliotecas públicas y las librerías buscando literatura «digna de ser quemada». Las bibliotecas locales y populares fueron conminadas a «limpiar» ellas mismas sus fondos bibliográficos y a entregar luego los libros voluntariamente. Los estudiantes encontraron apoyo en sus profesores y rectores, que luego no solo aparecerían para las hogueras, sino que también colaboraron en los comités de lucha que seleccionaban los materiales que debían ser quemados. La base para la selección de los libros la formaban las «listas negras» del bibliotecario Wolfgang Herrmann, de 29 años.

También la industria del libro y las bibliotecas apoyaron activamente la acción estudiantil. La dirección de la «Asociación de los bibliotecarios populares alemanes» y el Börsenblatt des deutschen Buchhandels (la revista de la industria del libro) repartieron listas comentadas de libros prohibidos, los bibliotecarios señalaban en sus aclaraciones que la literatura que iba a ser destruida era principalmente de origen judío. Aquellas instituciones perjudicados por el material requisado no se defendieron, las librerías incluso fueron conminadas a firmar una declaración:

El 6 de mayo, con el saqueo de bibliotecas y librerías en todo el país, empezó la fase final de la «acción contra el espíritu antialemán». Los libros marcados fueron reunidos y transportados por tropas de asalto de estudiantes. En Berlín asaltaron los estudiantes de la Escuela Superior de Deporte y los de Veterinaria el Institut für Sexualwissenschaft de Magnus Hirschfeld en el barrio de Tiergarten y saquearon la biblioteca con sus más de diez mil volúmenes. Hirschfeld mismo vio la destrucción de su obra vital en las noticias, en un cine de París.

Al cartel y la recogida de libros debía seguir como tercer paso la «ejecución del espíritu maligno», tal como lo había anunciado al principio de la acción la «Oficina principal para formación y propaganda» del Deutsche Studentenschaft: «El 10 de mayo de 1933, en todas las universidades se entregarán los escritos degenerados a las llamas». Los estudiantes veían en la quema de libros un acto simbólico: así como en la antigüedad se le daba al fuego una función purificante y sanadora, así debía destacarse «que en Alemania la nación se ha purificado por dentro y por fuera» (Joseph Goebbels en su discurso en la plaza de la Ópera el 10 de marzo de 1933).

Para ello se envió una circular el 9 de mayo a las diferentes asociaciones locales en la que se escribieron los llamados «Feuersprüche» («Proclamas del fuego»), que debían dar una unidad de fondo simbólica a la quema de libros del día siguiente. Esta serie de proclamas predeterminadas debían sonar en todo en país cuando un representante de los estudiantes echara al fuego de forma ejemplar las obras de los literatos de escoria y suciedad («Schund- und Schmutzliteraten»). Así se enfatizaba la acción simbólica de la quema de libros y se le daba el carácter de un ritual. La circular estaba firmada por Gerhard Krüger del DSt y el director de la oficina principal Hans Karl Leistritz:

Tucholsky en París, en 1928.

Karl Marx.

Heinrich Mann.

Carl von Ossietzky, prisionero en el Campo de concentración de Esterwegen (1934).

Erich Maria Remarque.

En la retransmisión radiofónica desde la plaza de la Ópera de Berlín, se oyen pequeñas variaciones del texto, así la última proclama en vez de «llama» se usa la palabra «fuego». Karl Marx es nombrado con el nombre de pila, Sigmund Freud es calificado como «destructor del alma» y quemado con los «escritos de la escuela de Sigmund Freud» y Emil Ludwig es llamado con gran júbilo «Emil Ludwig Kohn».

El 10 de mayo de 1933 había sido planeado como el punto álgido de la «Acción contra el espíritu antialemán». Todo debía realizarse con precisión militar, se envió un programa detallado a las asociaciones de estudiantes locales: entre las 20:30 y las 22:00 una proclama del DSt en el auditorio de la universidad respectiva debía inaugurar la Acción y tras la llegada de la oscuridad, una marcha de antorchas debía llevar los libros hasta el lugar en que se harían las hogueras, donde el acto debía terminar entre las 23:00 y las 24:00 con la quema propiamente dicha. Las asociaciones de estudiantes fueron exhortadas a seguir este plan con la mayor exactitud posible y a realizar las acciones de la forma más suntuosa posible, ya que entre las 23:00 y las 24:00 la radio Deutsche Welle tenía previsto un reportaje con conexiones locales. La lectura literal de las proclamas del fuego era obligatoria. En todas las ciudades ya se habían montado piras durante el día, ante las que se iban a dar discursos a los participantes, leídos en su mayoría por catedráticos de la universidad respectiva. En Berlín habló además el ministro de propaganda Joseph Goebbels, que así le daba a la acción un aire oficial.

Tras la clase magistral de Alfred Baeumler, que como catedrático de Filosofía y Pedagogía política en la capital había sido convocado, se formó la marcha de antorchas en la plaza de Hegel, detrás de la Universidad Humboldt de Berlín, para recorrer su camino a lo largo de la Isla de los Museos, hasta la residencia de estudiantes en la calle Oranienburg, donde esperaban las camionetas que cargaban unos 25 000 libros. Fritz Hippler, el director de la asociación de estudiantes nazis de Brandeburgo y más tarde productor de la película de propaganda antisemita El judío eterno (1940), realizó un discurso incendiario hasta que hacia las 22:00 la manifestación se dirigió bajo una lluvia torrencial, acompañados de una banda de música de las SA, en dirección del Königsplatz, delante del Reichstag. El destrozado busto de Magnus Hirschfeld, ensartado en un palo, acompañaba el desfile. Rodeados de miles de mirones, la comitiva de estudiantes nazis, miembros de Studentenverbindung en traje típico, catedráticos en traje talar, federaciones de las SA, las SS y de las Juventudes Hitlerianas, escoltados por la policía montada, pasaba por debajo de la Puerta de Brandeburgo y a lo largo de Unter den Linden, hasta llegar a la plaza de la Ópera, al lado de la Ópera. Orquestas de las SA y las SS tocaban música de marcha y patriótica; la plaza al completo estaba iluminada por los focos de las noticias de la televisión.

Debido a que la pira no pudo ser encendida, a causa de la lluvia torrencial, los bomberos ayudaron con bidones de gasolina. Tras el discurso del líder de los estudiantes, Herbert Gutjahr, que terminaba con las palabras «Hemos dirigido nuestras acciones contra el espíritu antialemán. ¡Entrego todo lo anti-alemán al fuego!», nueve representantes electos de los estudiantes echaban los primeros libros al fuego, mientras recitaban las proclamas. Seguidamente, con gran regocijo de los estudiantes y del público, se echaron al fuego el resto de los libros, formándose una cadena de manos que transportaba los libros desde las furgonetas hasta la pira, en la que acabaron libros «antialemanes» de Karl Marx, Heinrich Heine, Kurt Tucholsky, Sigmund Freud y un total de 94 autores. Muchos de los autores repudiados vivos ya estaban exiliados en el extranjero en ese momento; Erich Kästner era el único que se encontraba entre los mirones y tuvo que oír como también mencionaban su nombre.[8][9]

Unas 70 000 tomaron parte en la Acción. Hacia medianoche apareció el ministro de propaganda, Joseph Goebbels, doctorado el Germanística, y realizó su discurso, tras el que ya no quedaban de los libros más que un montón de cenizas humeantes. Con el canto del Horst-Wessel-Lied se dio fin al espectáculo.

La retransmisión del Deutschlandsender desde la plaza de la Ópera de Berlín ha sido conservada.[10]

A la vez que en Berlín, el 10 de mayo de 1933 también se realizaron cremaciones de libros en veintiún otras ciudades universitarias: Bonn, Brunswick, Brema, Breslavia, Dortmund, Dresde, Fráncfort del Meno, Gotinga, Greifswald, Hannover, Hannoversch Münden, Kiel, Königsberg, Landau, Marburgo, Múnich, Münster, Núremberg, Rostock, Worms y Wurzburgo. Debido a que el 10 de mayo hubo lluvias torrenciales en diversos lugares, en algunas ciudades se retrasó el acto; hasta el 19 de mayo se realizaron otras ocho quemas de libros: el 12 de mayo en Erlangen y Halle, el 15 de mayo en Hamburgo, el 17 de mayo en Heidelberg y Colonia y el 19 de mayo en Mannheim y Kassel (con 30 000 participantes).

La cremación pública planeada para el 10 de mayo en Friburgo[11]​ fue cancelada inicialmente por razones desconocidas, pero se buscó una fecha alternativa para una quema «simbólica» más pequeña con las asociaciones juveniles y los estudiantes en el estadio deportivo de la universidad para el 21 de junio; después de que la convocatoria también tuviese que anularse por causa del mal tiempo, se planeó realizarla el 24 de junio durante la fiesta del solsticio nazi, junto con la asociación de estudiantes de Friburgo. Durante el acto, el filósofo Martin Heidegger, en aquel momento rector de la Universidad de Friburgo, realizó un discurso:

La última quema de libros se realizó el 21 de junio en Darmstadt, mientras que la primera ya había ocurrido el 8 de mayo en Giessen. Para las ciudades universitarias de Stuttgart y Tubinga, así como en Singen,[13]​ el comisario para la asociación de estudiantes de Wurtemberg, el escritor Gerhard Schumann, prohibió la acción y mantuvo la prohibición a pesar de las protestas que algunos estudiantes realizaron desde Berlín. La asociación de estudiantes de Danzig informó que, debido a la situación política de la ciudad que se encontraba bajo administración de la Sociedad de Naciones, no era posible realizar el acto.

En Múnich se realizaron dos quemas de libros, una organizada por las Juventudes hitlerianas el 6 de mayo de 1933, ya que la dirección de la Juventudes había ordenado a sus fracciones «en todos los lugares [...] una quema de todos los libros y escritos marxistas y pacifistas», y otra el 10 de mayo, en la que participaron 50 000 mirones en la Königsplatz. Todas las cadenas de radio bávaras informaron sobre el acontecimiento.[5]

La quema de libros misma había sido organizada por el Deutsche Studentenschaft, la federación de los Allgemeiner Studierendenausschuss, la junta directiva y la agencia externa que representa al cuerpo de estudiantes (constituido), y el Nationalsozialistischer Deutscher Studentenbund (NSDStB), la federación de estudiantes nazis, y se realizó con el permiso implícito de las autoridades, siendo incluso acompañados y asesorados por la policía y los bomberos. Innumerables catedráticos y profesores participaron en los actos y aparecieron ante las piras en sus togas oficiales, para realizar sus discursos, así el filósofo Alfred Baeumler en Berlín, el germanista Hans Naumann en Bonn y los germanistas Friedrich Neumann y Gerhard Fricke en Gotinga. En Dresde fue Will Vesper quien realizó el alegato. En Greifswald se incluyó la quema de libros en la «Acción a favor del espíritu alemán» que había organizado durante varias semanas el NSDStB local. Bajo la dirección festiva de Wolfgang Stammler y Hans Wilhelm Hagen, los doctorandos de Greifswald publicaban en los periódicos de Pomerania comparaciones entre la literatura «alemana» y la «antialemana». En Fráncfort fueron unas 15 000 personas las que se reunieron en el Römerberg, la plaza del mercado, muchos de ellos estudiantes en el uniforme de las SA, pero también profesores y catedráticos vestidos con togas y birretes. Los libros se llevaron en un carro de bueyes a la pira, una horquilla de estiércol clavada en su medio, para dejar claro que se trataba de un carro cargado de fiemo. El discurso de Fráncfort lo realizó el capellán universitario Otto Fricke.[14]​ En algunos lugares, los estudiantes quemaron además de libros, banderas, así en Hamburgo se quemó la bandera del Roter Frontkämpferbund y en Mannheim y Königsberg la bandera de la República de Weimar.

Tras la anexión de Austria en marzo de 1938, el 30 de abril de 1938 también se realizaron quemas de libros en el Residenzplatz de Salzburgo, organizadas por la asociación nazi de profesores, bajo el patronazgo de Karl Springenschmid, el «Goebbels de Salzburgo». En esa cremación cayeron víctimas 1 200 libros de autores clericales y judíos, entre ellos, las obras de Stefan Zweig[15]​ y la monografía sobre Max Reinhardt de Siegfried Jacobsohn, durante cuya quema se gritó: «Quiera el fuego devorar también la ignominia y la vergüenza que ocurrió por esta chusma en esta ciudad alemana. ¡Libre y alemana sea la ciudad de Mozart!».[16]

Quemas de libros no realizadas por estudiantes ya las había habido durante el terror nazi que las SA y SS extendieron después de las elecciones de 1933 por diversas ciudades. Así hubo piras en Dresde (8 de marzo), Brunswick (9 de marzo), Wurzburgo (10 de marzo), Heidelberg (12 de marzo), Kaiserslautern (26 de marzo), Münster (31 de marzo), Wuppertal (1 de abril), Leipzig (1 de abril y 2 de mayo), Dusseldorf (11 de abril) y Coburgo (7 de mayo), en donde a menudo se asaltaba y saqueaba las sedes de la oposición restante, como editoriales de partidos democráticos o sindicatos, para conseguir material combustible, aunque también se quemaban obras de autores individuales, como Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque. En el asalto a la casa del pueblo socialdemócrata de Brunswick hubo un muerto. De esas quemas de libros surgió el impulso de las acciones posteriores de los estudiantes.

Otras quemas de libros que imitaron las de los estudiantes se realizaron tras el 10 de mayo de 1933, entre otras, el 13 de mayo en Neustrelitz, el 14 de mayo en Neustadt an der Weinstraße, el 22 de mayo en Offenbach del Meno y en Potsdam, el 30 de mayo otra vez en Hamburgo (organizado por las Juventudes Hitlerianas y la Liga de Muchachas Alemanas), el 31 de mayo en Nuevo Brandeburgo, el 17 de junio en Heidelberg, Karlsruhe, Offenburg y Pforzheim, el 21 de junio en Essen, Darmstadt y Weimar, y el 23 de junio en Maguncia. La última acción este tipo se realizó el 26 de agosto en Jena. Entre el 21 y el 34 de agosto se destruyeron en Magdeburgo con fuego 65 toneladas de biblias y otros impresos de los Testigos de Jehová, aunque esta acción no estuvo relacionada con las de los estudiantes.[17]​ El número exacto de lugares en los que se destruyeron libros no es conocido, debido a las numerosas acciones de imitación menores posteriores, pero solo para el año 1933 se han documentado unas setenta quemas de libros en todo el país.[18]

En marzo de 1938, la sección mexicana del partido nazi organizó en la Ciudad de México una «fiesta por el éxito de la anexión» de Austria, a la que siguió también una pequeña quema de libros. Ese mismo año se realizaron quemas en muchas ciudades y pueblos, por ejemplo en Hagenbach, Karlstadt y Steinach, quema de los libros de las comunidades judías. En 1941 todavía se realizaron en Alsacia, en el marco de una acción de «desromanización», varias quemas de libros.[19]

Entre los autores prohibidos se pueden contar, entre otros, a Walter Benjamin, Ernst Bloch, Bertolt Brecht, Max Brod, Otto Dix, Alfred Döblin, Albert Einstein, Lion Feuchtwanger, Marieluise Fleißer, Leonhard Frank, Sigmund Freud, Iwan Goll, George Grosz, Jaroslav Hašek, Heinrich Heine, Ödön von Horvath, Heinrich Eduard Jacob, Franz Kafka, Georg Kaiser, Erich Kästner, Alfred Kerr, Egon Erwin Kisch, Siegfried Kracauer, Karl Kraus, Theodor Lessing, Alexander Lernet-Holenia, Karl Liebknecht, Georg Lukács, Rosa Luxemburg, Heinrich Mann, Klaus Mann, Ludwig Marcuse, Karl Marx, Robert Musil, Carl von Ossietzky, Erwin Piscator, Alfred Polgar, Erich Maria Remarque, Ludwig Renn, Joachim Ringelnatz, Joseph Roth, Nelly Sachs, Felix Salten, Anna Seghers, Arthur Schnitzler, Carl Sternheim, Bertha von Suttner, Ernst Toller, Kurt Tucholsky, Jakob Wassermann, Franz Werfel, Grete Weiskopf, Arnold Zweig y Stefan Zweig.

No solo se encontraban autores de lengua alemana en las listas, sino también nombres de autores franceses, como André Gide, Romain Rolland y Henri Barbusse, americanos, como Ernest Hemingway, Upton Sinclair, Jack London y John Dos Passos, y muchos autores soviéticos, como Máximo Gorki, Isaak Bábel, Lenin, León Trotski, Vladímir Mayakovski e Ilyá Ehrenburg.

La persecución de estos autores y sus expresiones orales o escritas, que eran contrarias al punto de vista nazi y que se oponían a la exigida «posición de defensa intelectual»,[nota 5]​ no comenzó con la quema de libros, sino que esta fue el punto álgido de la persecución. Muchos autores, aunque también artistas y científicos, recibieron en consecuencia la prohibición de ejercer su profesión y de publicar sus textos, desaparecieron de las bibliotecas y de los colegios, y fueron destruidos físicamente. Fallecieron en campos de concentración, por las terribles condiciones de vida o ajusticiados —como fue el caso de Carl von Ossietzky, Erich Mühsam, Gertrud Kolmar, Jakob van Hoddis, Paul Kornfeld, Arno Nadel, Georg Hermann, Theodor Wolff, Adam Kuckhoff y Rudolf Hilferding—, perdieron su nacionalidad —como Ernst Toller y Kurt Tucholsky—, tuvieron que huir hacia el exilio —así Walter Mehring y Arnold Zweig— o fueron empujados a la emigración interior, de la que Erich Kästner escribió: «Se es un cadáver viviente». Muchos desesperaron y se suicidaron en el exilio, como Walter Hasenclever, Ernst Weiss, Carl Einstein, Walter Benjamin, Ernst Toller, Stefan Zweig.

Para los escritores que entraban dentro del concepto de los nazis, la persecución de sus colegas significaba la ocupación de los espacios que habían quedado libres. «Ahí salen arrastrándose de todos los agujeros, las pequeñas putas provincianas de la literatura», escribió Kurt Tucholsky en 1933, «finalmente, por fin ha desaparecido la competencia judía – ¡ahora! [...] Biografías de los nuevos héroes. Y entonces: la embriaguez de los Alpes y el Edelweis. El verde de los prados y el surco de la tierra. La corona de flores del terruño y la sangre de mayo[nota 6]​ –no se lo imagina, nivel cero».

Erich Kästner fue testigo de la quema de sus propios libros en la plaza de la Ópera de Berlín y oyó su nombre en la segunda proclama.

Posteriormente, Oskar Maria Graf exigió la quema de sus libros, ya que para su horror, sus libros no habían sido prohibidos, sino que habían sido recomendados en las «listas blancas» por los nazis. Graf publicó el siguiente llamamiento en el Wiener Arbeiterzeitung («Periódico de los trabajadores de Viena») en 1933:

De todas formas, en las ciudades universitarias circulaban diferentes listas de libros para quemar. Por ejemplo, en el Göttinger Tageblatt, se publicó el 11 de mayo de 1933 una lista de libros quemados que incluía a Oskar Maria Graf con todas sus obras (a excepción de Wunderbare Menschen y Kalendergeschichten).[24]

Joseph Goebbels, director de propaganda del partido nazi y Gauleiter de Berlín, realizó su discurso el 10 de mayo de 1933 en la plaza de la Ópera de Berlín. Goebbels menciona su actuación en su diario el 11 de mayo: «Por la noche, discurso en la plaza de la Ópera. Delante de la hoguera de los libros inmundos y birriosos[nota 7]​ organizada por los estudiantes. Estoy en mi mejor forma. Enorme masa de oyentes.»[25]

Discurso del germanista Hans Naumann el 10 de mayo de 1933 en la plaza del mercado de Bonn (extracto):

Estudiantes del Gymnasium Bismarck de Dortmund, recitaron el coro «Brandfackel» del discurso de su maestro Friedhelm Kaiser:

Habt ihr die Feinde erkannt? Reinigt das deutsche Land! Her mit dem flammenden Brand!
Fort mit den falschen Propheten! Laßt sie von andern anbeten – wir aber wollen sie töten!
Was die uns Fremden schreiben, was die uns Fremden dichten, soll nimmer unter uns bleiben, wollen wir heute vernichten!
Soll uns nicht mehr betören ihre zersetzende Sucht, soll uns nicht mehr zerstören Deutsche Sitte und Zucht!
Schaffet, strebet, erweist unsern, den deutschen Geist!
Altes verzehren – Neues gebären, segnen – verdammen Feuer und Flammen! Brenn, Flamme! Brenne !!

¿Habéis reconocido a los enemigos? ¡Limpiad la tierra alemana! ¡Traed el incendio llameante!
¡Fuera los falsos profetas! Dejad que otros los adoren – ¡nosotros queremos matarlos!
Lo que nos escriben los extraños,[nota 8]​ lo que nos riman los extraños, deberá desaparecer para siempre de entre nosotros, ¡queremos destruirlo hoy!
¡Ya no nos cautivará su adicción corrosiva, ya no destruirá las costumbres y la disciplina alemanas!
¡Trabajad, aspirad, demostrad nuestro espíritu alemán!
¡Consume lo viejo – germina lo nuevo, bendecir – maldecir fuego y llama! ¡Arde, llama! ¡¡Arde!!

La prensa puso de buena gana sus páginas a disposición de los estudiantes, que publicaron algunos artículos, e informaron llenos de satisfacción sobre las hogueras de libros.

Neues Mannheimer Volksblatt del 20 de mayo de 1933 sobre la quema de libros del 19 de mayo:

Pforzheimer Morgenblatt del 19 de junio de 1933 sobre la quema de libros del 17 de junio:

Jenaische Zeitung del 28 de agosto de 1933 sobre la quema de libros del 26 de agosto:

Dortmunder General-Anzeiger del 31 de mayo de 1933.[27]

El artículo «Deutsch» («Alemán») de Kurt Herwarth Ball se distribuyó como el primer texto del «Servicio de artículos» del DSt y fue publicado por los diarios:

El primer presidente de la República Federal de Alemania, Theodor Heuss, redactó un artículo (que no fue publicado) para la Vossische Zeitung, en el que veía la quema de libros dentro de la tradición del Festival de Wartburg y apostrofaba que «no [era] demasiado trágico», en parte también porque él mismo se vio afectado, ya que tres de sus obras fueron listadas y quemadas, entre ellas, Hitlers Weg (1932, «El camino de Hitler»). En una carta del 7 de mayo de 1933 Heuss comentaba: «Algunas personas que se encuentran en la lista, no son malos vecinos, como personas, pero a su lado se encuentra también toda la literatura desarraigada judía, contra la que he luchado todos estos años, y eso es menos bonito, entrar en la historia con esos.» Heuss relacionaba la quema de libros con el boicot a los judíos del 1 de abril, veía al pueblo alemán incluso «defenderse» de la «prensa mundial»: los informes sobre el «horror alemán» y los «pogromos alemanes con víctimas en masa» habrían sido «urdidas por círculos judeoorientales y comunistas de Londres y Nueva York».[29]

Esta frase profética de Heinrich Heine procede de la tragedia Almanzor (1821); se convirtió en realidad en Alemania. La cita no se refiere, en contra de lo que habitualmente se piensa, a la quema de libros realizada cuatro años antes durante el Festival del Wartburg de 1817, sino a la quema del Corán tras la toma de Granada por los caballeros cristianos.

La quema de libros tuvo un gran eco tanto dentro como fuera del país. En Alemania, la mayoría de los periódicos se mostraron entusiastas. Pero también hubo críticas públicas y resistencia puntual. La agresiva pegada de carteles de las doce tesis generaron protestas individuales en algunas universidades. El rector de la Universidad Humboldt de Berlín, Eduard Kohlrausch, anunció que dimitiría si no se retiraba el cartel del vestíbulo de la universidad. Gerhard Schumann, director regional de Wurtemberg de la federación de estudiantes nazis, prohibió la participación en la «Acción contra el espíritu antialemán» y se aferró a su prohibición a pesar de las protestas de asociaciones estudiantiles de Berlín, siendo apoyado por el Presidente y Ministro de Cultura de Wurtemberg, Prof. Mergenthaler. El teólogo Richard Rinke firmó una carta de protesta con su nombre completo, sobre su suerte no se conoce nada más. Pero en general a penas hubo protestas públicas o resistencia activa.

El 10 de mayo de 1933 apareció en la portada del Arbeiter-Illustrierte-Zeitung en Praga el famoso collage de John Heartfield, que muestra a Joseph Goebbels con dedo levantado delante del edificio de la Dieta Imperial en llamas y señala a los libros ardiendo. El título de la obra es «por la luz hacia la noche».

Escritores emigrados y sus amigos ya se habían implicado en 1933, en el extranjero contra el «Día de la barbarie» (Alfred Kantorowicz). Ya el 27 de abril hubo protestas en Estados Unidos contra los planes de quemar libros, Helen Keller intervino junto con otros famosos autores, como Sherwood Anderson y Sinclair Lewis, en una carta abierta a los estudiantes, pero sin éxito. El 10 de mayo hubo una manifestación en Nueva York, en la que participaron cientos de miles de personas, junto con legisladores y otros funcionarios de iglesias e instituciones, leyendo el alcalde de la ciudad sus principales reivindicaciones. En Holanda, el día de la quema de libros, Radio Hilversum leyó extractos de los libros durante todo el día.

En mayo de 1933, el emigrado Ernst Toller criticó en el XI congreso del PEN Club Internacional en Ragusa la actitud pasiva de muchos miembros frente al fascismo y al nacionalismo. «Millones de personas en Alemania no pueden hablar con libertad y escribir con libertad. Cuando yo hablo aquí, hablo por esos millones que hoy no tienen voz.» El PEN Club sin embargo se negó a tomar una postura clara frente a la quema de libros. Poco después los escritores alemanes en el exilio se reunían en un nuevo PEN Club para autores de habla alemana en el extranjero. Este grupo, fundado por Lion Feuchtwanger, Ernst Toller, Rudolf Olden y Max Herrmann-Neiße, tenía su sede en Londres y su primer presidente fue Heinrich Mann.

Autores austriacos y miembros del PEN Club protestaron en contra de la persecución de sus colegas alemanes, entre ellos algunos que más tarde se convertirían en emigrantes ellos mismos, como Raoul Auernheimer, Franz Theodor Csokor, Ernst Lothar y Friedrich Torberg. Csokor, al igual que muchos de sus colegas, dependientes de del marco alemán, escribió el 19 de mayo de 1933: «Hay que decidirse: ¿buen negocio – o buena conciencia? Yo estoy a favor de lo segundo – a pesar de todo peligro, incluido el de la emigración, ¡en el caso de que la magia marrón llegue a poner pie aquí!» Los miembros proalemanes y filonazis del PEN Club de Viena se dieron de baja, entre ellos Max Mell, Richard Billinger, Bruno Brehm o Josef Weinheber, y fundaron el Bund deutscher Schriftsteller Österreichs («Liga de los escritores alemanes de Austria»). De forma irónica, el 30 de mayo de 1933, el periódico vienés Arbeiterzeitung comentaba: «El Tercer Reich necesita lacayos [...] Sobre montes de cadáveres debería verdecer una primavera de poetas. [...] Göbbels invitó a tomar el té – los escritores debían elegir: espíritu o poder, carácter o coyuntura, aislamiento valiente o uniformización cobarde. Han elegido. Los hombres se han ido al exilio, los niños han ido a tomar el té.»

En consecuencia, el 10 de mayo se convirtió en el «Día del libro quemado», un encuentro anual de muchos autores en el exilio, sobre todo en París, pero también en Londres, Ciudad de México, Moscú, Nueva York y Praga. El décimo aniversario de la quema de libros, el 10 de mayo de 1943, fe especialmente celebrado en EE.UU. Una exposición de libros prohibidos y quemados se abrió en diciembre de 1942 en la Biblioteca Pública de Nueva York, seguida de numerosos otros eventos, representaciones, conferencias y cursos, en la que se dio una enorme publicidad a la literatura prohibida por los nazis. Thomas Mann señaló en un discurso emitido por la BBC, que este décimo aniversario del 10 de mayo había sido «realmente conmovedor» y que había producido «manifestaciones que generaban una profunda vergüenza» entre los refugiados alemanes.

Peter Suhrkamp habló en 1947 en la plaza de la Ópera de Berlín: «Las llamas, que inicialmente chisporroteaban por entre los montones de libros, más tarde se tragaron en una tormenta de fuego nuestras ciudades, hogares y mismo personas. No solo se debe recordar el día de la quema de libros, sino la cadena: del fuego de placer en esta plaza, pasando por la quema de sinagogas hasta el fuego del cielo sobre las ciudades.»

En la República Democrática Alemana se celebraba el 10 de mayo como «Día del libro libre».

En el Bebelplatz, al lado de la Ópera del Estado, actualmente una ventana incrustada en el empedrado recuerda la quema de libros de 1933. La ventana permite ver el monumento exhortatorio «Biblioteca», una cuadrado formado por estanterías blancas vacías, realizado por el artista israelí Micha Ullman. También recuerdan la quema de libros dos placas de bronce, en las que se puede leer la frase de Heinrich Heine, aunque no reproducida de forma literal.

En algunas ciudades alemanas existen placas conmemorativas que recuerdan los hechos: en Gotinga hay una placa en el Albanikirchhof (en su momento, llamada plaza de Adolf Hitler) con la cita de Heine. En Fráncfort del Meno, en la plaza del mercado, entre la Alter Nikolaikirche y la fuente de la justicia, recuerda una placa de bronce a la quema. En el barrio de Eimsbüttel, en Hamburgo, existe un monumento en Hoheluft am Isebekkanal, Kaiser-Friedrich-Ufer esquina con Heymannstraße. En Landau hay una placa en la plaza del ayuntamiento. En Essen hay una placa conmemorativa en el Gerlingplatz. Otras placas se pueden encontrar en Brema, Düsseldorf, Erlangen, Halle y Colonia.

En Múnich no existe hasta el día de hoy un monumento exhortatorio que recuerde a la quema de libros en la Plaza del Rey. El artista Wolfram Kastner ha quemado en diversas ocasiones un círculo negro en el césped de la plaza, en el lugar en el que se colocó la pira. También insistió en que se incluyeran restos de libros quemados en el centro de documentación nazi que está planeado en la Plaza. Kastner también ha realizado en otras ciudades acciones bajo el título «El rastro de los libros» en recuerdo de la quema; entre otras ciudaes, lo ha hecho en Salzburgo, Fráncfort, Kassel y Heidelberg.[30]

En Salzburgo se discutió en 2007 la creación del primer monumento exhortatorio en territorio austriaco durante la preparación de la remodelación de la Plaza de la Residencia. El alcalde Heinz Schaden (SPÖ) consideró que una placa conmemorativa sería suficiente. El acuerdo fue la realización de un monumento plano, incrustado en las placas «con la colaboración de historiadores» y dentro del marco de la reforma que ya había sido sacada a concurso. El proyecto ganador de los arquitectos Rieder y Knittel tenía previsto la realización de un monumento móvil, que de noche se convertiría en una escultura de luz programable y modificable. El proyecto no fue llevado a cabo y en 2009 fue reclamado por una iniciativa del partido Bürgerliste.[31]​ Para el 75 aniversario, en 2013 la iniciativa «Palabra libre» realizó un amplio programa de actos.[32]

En Viena se ha colocado en el año 2000 un monumento exhortatorio creado por la artista inglesa Rachel Whiteread que recuerda a las víctimas austriacas del Holocausto en la Plaza de los Judíos. No es un monumento que trate específicamente la quema de libros, pero representa una biblioteca de piedra, cuyos libros invertidos salen hacia afuera.

En Praga se hizo un llamamiento en 1933 para reunir una colección de libros prohibidos para una exposición, colección que más tarde sería destruida.

En el primer aniversario de la quema de libros, el escritor Alfred Kantorowicz, junto con sus amigos de la «Liga para la protección de escritores alemanes» (Schutzverband Deutscher Schriftsteller), crearon el 10 de mayo de 1934 en París una «Biblioteca de los libros prohibidos» (Deutsche Freiheitsbibliothek, «Biblioteca alemana de la libertad»), que fue inaugurada por Alfred Kerr y Egon Erwin Kisch. Lo que había sido prohibido en Alemania, fue enviado por emigrantes a París y reunido en una biblioteca. El 10 de mayo de 1934 la biblioteca contaba ya con más de 11 000 volúmenes. La Biblioteca de los libros prohibidos fue destruida tras la entrada de las tropas alemanas en París, de forma que en la actualidad ya no existe una biblioteca completa de libros quemados.[33]

Tras la Guerra, Kantorowicz y Drews editaron en conmemoración de esta biblioteca la antología Verboten und verbrannt («Prohibidos y quemados»), en la que comentan en la introducción:

El perito financiero Georg P. Salzmann ha reunido desde 1945, y de forma sistemática desde 1976, una colección de títulos de los libros destruidos en 1933 por la quema. El coleccionista tenía la intención de entregar los libros a una institución pública, que pudiese ponerlos a disposición del público, aunque sin préstamo. Durante años, los esfuerzos de diversas ciudades fracasaron en la financiación, hasta que en 2009 Baviera compró la colección completa para la biblioteca de la Universidad de Augsburgo.[35]​ La colección completa está formada por unos 12 000 tomos, de unos 120 autores perseguidos; además de muchas primeras ediciones, la mayoría de la biblioteca está formada por reediciones, en total, unos 8000 títulos distintos. La biblioteca universitaria de Augsburgo trata de cerrar los huecos existentes en la colección Salzmann, para completar la compilación.

La editorial S. Fischer publicó en la década de 1980 la serie «Verboten und verbrannt/Exil» («Prohibidos y quemados/Exilio», iniciado 1981 en la Bibliothek der verbrannten Bücher, «Biblioteca de los libros quemados», de la editorial KonkretLiteraturVerlag), en la que se publicaron algunos de los libros que habían sido publicados entre 1933 y 1945 fuera de Alemania. En 1993 se finalizó la publicación de la colección.

En 2006, con ocasión del 73 aniversario de la quema, se reeditó como proyecto piloto Staat, Recht und Freiheit, obra de Hugo Preuß. El experto en derecho constitucional Hugo Preuß (1860–1925) fue uno de los intelectuales más importantes que colaboró en la redacción de la Constitución de Weimar de 1919. Su libro se editó por primera vez en 1926 de forma póstuma, con una introducción de Theodor Heuss y fue quemada de forma pública el 10 de mayo de 1933.

El Centro Moses Mendelssohn para los estudios judeoeuropeos de Potsdam, junto con la editorial Georg Olms, editó, con ocasión del 75 aniversario de la quema de libros, el 10 de mayo de 2008, los 10 primeros tomos de una «Biblioteca de los libros quemados» (Bibliothek Verbrannter Bücher). La caja contiene libros de Salomo Friedlaender, André Gide, Theodor Heuss, Franz Kafka, Erich Kästner, Gina Kaus, Jack London, Walther Rathenau, Anna Seghers y Kurt Tucholsky. La caja ha sido regalada con ocasión del Abitur a 4000 de las escuelas más importantes gracias a la generosidad de numerosos donantes. Esta reedición con nuevos epílogos debía llegar a los 120 tomos.[36]



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