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Manuel Javier Rodríguez Erdoíza



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Manuel Javier Rodríguez Erdoíza nació el día 27 de febrero de 1785.


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Manuel Javier Rodríguez y Erdoíza (Santiago, 27 de febrero de 1785Tiltil, 26 de mayo de 1818) fue un patriota chileno que realizó innumerables acciones en diferentes cargos para lograr la independencia de Chile, como abogado, político, guerrillero y con el grado militar de Coronel, siendo reconocido como uno de los «padres de la Patria de Chile».

Durante la Patria Vieja, fue ministro de Hacienda y de Guerra del gobierno de José Miguel Carrera, además de su secretario personal. Pese a que hubo varios y graves desencuentros entre Carrera y Rodríguez, siempre retomaron su amistad, camaradería y trabajo en conjunto, razón por la cual fue la persona con quien Carrera gobernó más estrechamente.

En el periodo de la Reconquista española, su labor como guerrillero, espía y principal figura de la resistencia independentista en Chile lo transformó en mito y leyenda popular.

Durante la Patria Nueva, tras la derrota independentista de Chile en la batalla de Rancagua, Rodríguez conspiró más de una vez para deponer del cargo de director supremo a Bernardo O'Higgins. Reapareció en la escena pública tras el combate de Cancha Rayada, asumiendo brevemente como director supremo interino en Santiago, para evitar el desbande general de la causa patriota. Tras dejar su puesto, una vez que se supo que O'Higgins no había muerto, y luego de la victoria en la batalla de Maipú, fue apresado por O'Higgins. Fue custodiado por soldados, siendo asesinado de un balazo por la espalda en las cercanías de Til-til mientras lo trasladaban a la cárcel de Quillota.

Su padre fue el español Carlos Rodríguez de Herrera y Zeballos, quien vivió en el Virreinato del Perú. Arribó a Chile alrededor de los 27 años, en 1780, como secretario de un importante emisario español de las aduanas reales de Lima. Luego permaneció trabajando en dicha institución como empleado, donde hizo carrera como funcionario de la corona y alcanzó el cargo de director de Aduanas de la Gobernación de Chile, un cargo de bastante importancia dentro del estado colonial. Sin ser un hombre acaudalado, pero gracias a la dote de su esposa que era viuda y su carrera en la Aduana chilena, pudo entregar un buen pasar a su familia. Aunque con mucha austeridad, educó a sus tres hijos, además de ser tutor y curador de su hijastro José Joaquín Fernández de Leiva y Erdoíza, el hijo menor del difunto marido de doña María Loreto; en efecto, la dote dejada por Fernández de Leiva alcanzaba a $ 22 000 de la época, de los que habría gastado $ 11 463 en la educación del hijastro en 25 años.[2]​ Tanto Joaquín como Manuel estudiaron en el mejor colegio de Chile de la época, el Convictorio Carolino de Santiago, aunque para el caso de Manuel (del que se decía alumno aventajado y sobresaliente),[3]​ su educación fue pagada en parte con una de las cuatro becas que entregaba dicho colegio.[2]

Su madre, María Loreto de Erdoíza y Aguirre, era una criolla de elevada posición social, descendiente por su madre de los primeros conquistadores y emparentada con las más prominentes familias coloniales. Era hija del acaudalado comerciante vasco Juan de Erdoíza y Olaguibel, y sobrina directa del Marqués de Montepío, Nicolás de Aguirre y Barrenechea, destacado realista, el cual era hermano de su madre. Tenía fuerte raigambre vasca por su madre y su padre. Antes de su unión con Carlos Rodríguez, se había casado en primeras nupcias con Lucas Fernández de Leiva, adinerado comerciante español, del que enviudó prematuramente, quedándole una respetable herencia, y solo un hijo, llamado Lucas Fernández de Leiva y Erdoíza, que fue medio hermano de los Rodríguez Erdoíza, y que vivió junto a ellos, hasta que por razones de su profesión debió partir a España y luego a Lima.

Aun cuando provenía de una tradicional familia arequipeña, Carlos Rodríguez, el padre de Manuel, no tenía fortuna, sin embargo tenía educación y la profesión de contador (tenedor de libros). La familia Rodríguez Erdoíza era de jerarquía, educada y culta, pues en su testamento (en poder de la familia) legaba una importante biblioteca personal. Además se relacionaban con la sociedad y la élite de la época, sin embargo sufrían de una constante estrechez económica, por lo que se decía que eran "aristócratas pobres", lo que limitaba seriamente la convivencia con sus pares sociales.

La familia vivía del siempre insuficiente sueldo de un funcionario público, complementado por la herencia recibida de su esposa, por lo que los hermanos Rodríguez Erdoíza siempre se sintieron algo disminuidos en su relación con la gente de sociedad con que se relacionaban.

Manuel Rodríguez fraguó rechazo contra la que era la mayor injusticia, ya que no tomaba en cuenta para nada el valor de la meritocracia. Ya que existía un sistema de castas y preferencias inalterable. La familia Rodríguez Erdoíza se rozaba con dos mundos diferentes, el de la aristocracia de fortuna, pero a la vez tenían que luchar día a día por mantener el decoro y la forma de vida que les correspondía, y a la cual difícilmente alcanzaban debido a su estrechez económica. Por esa razón se gestó el carácter contradictorio y rebelde que tenía Manuel Javier y que en el futuro le provocaría estar permanentemente en la montaña rusa del poder político y que a la postre le costaría la vida. La enorme e imponente casa, actualmente en el lugar que ocupa el Banco Central de Chile y en la que vivieron siempre los hermanos Rodríguez Erdoíza, era una herencia dejada por el primer marido de Doña María Loreto. Dicha casa poseía numerosas habitaciones, patios, y salones. Sin embargo, se respiraba un ambiente de mucha austeridad y de escasez económica, ya que contaban con muy pocos sirvientes además de una mínima vida social comparado con otras familias de alcurnia en las que abundaban una larga corte de personas a su servicio, tales como cocineras, cocheros, niñas de mano y en muchas familias los esclavos; de hecho, Carlos Rodríguez padre, poseía dos esclavas para el servicio doméstico, a las que en su testamento de 1823 les otorga la libertad y les regala a cada una una casa de valor de $100 de la época, en retribución a sus abnegados servicios de toda la vida en la casa de la familia Rodríguez Erdoíza.

Manuel Rodríguez cursó sus primeros estudios en el aristocrático y exclusivo colegio Convictorio Carolino de Santiago, pagado a medias por su padre y también con ayuda de becas. Allí Manuel fue compañero y mejor amigo de otro futuro prócer independentista, José Miguel Carrera, y además de todos los jóvenes que provocarían la independencia y posteriormente gobernarían los destinos de Chile en los primeros años de la república. Mientras el hogar familiar de los Rodríguez se ubicaba en la esquina suroriente de la intersección de las actuales calles Morandé y Agustinas, la casa de los Carrera se encontraba en la esquina sur poniente, sobre la actual Plaza de la Constitución, razón por lo cual desde su infancia y luego en el colegio, fueron amigos entrañables.

Rodríguez siguió sus estudios superiores de Derecho en la Real Universidad de San Felipe, recibiendo su doctorado de leyes en 1804. Ejerció la profesión.. posteriormente como procurador del Cabildo de Santiago, pero no habría podido titularse, según la explicación tradicional, debido que a que el sistema colonial de privilegios relativos al lugar de nacimiento (España o América), lo postergó frente a otros estudiantes con mayores influencias y nacidos en la península,[4]​ versión que no es consistente con el hecho de que Joaquín Fernández de Leiva, su medio hermano y tutor de Rodríguez, era vicerrector de la misma universidad.[5]

Los tres hermanos Rodríguez Erdoíza: Manuel, Carlos y Ambrosio, más su medio hermano, Joaquín Fernández de Leiva, estudiaron Doctorado en Leyes.

Joaquín Fernández de Leiva, el mayor de todos y medio hermano de los Rodríguez Erdoíza, era el hijo del primer matrimonio de la madre con el comerciante español Lucas Fernández de Leiva. Joaquín tuvo una exitosa carrera como magistrado, llegando a ser diputado representante de Chile en las Cortes de Cádiz en 1810, y luego miembro de la corte Virreinal en Lima, falleciendo en esa ciudad por 1814. El tomó como protegidos a sus hermanastros Manuel y Carlos, animándolos a seguir estudios en abogacía.[5]

Mientras Manuel participaba en las últimas convulsiones de la Patria Vieja, Joaquín figuraba como miembro de la corte limeña, en calidad de oidor de la Real Audiencia de Perú, hasta que murió muy joven en 1814. Carlos Rodríguez Erdoíza, por su parte, tuvo una dilatada carrera política durante los primeros años de la independencia. En 1814, José Miguel Carrera lo nombró secretario de Guerra —ministro—. Más adelante, durante la llamada Organización de la República, alcanzó el cargo de diputado, Ministro de Gobierno y Relaciones e integrante de la Corte Suprema. En 1833, exiliado en Lima, mantuvo una ácida polémica de prensa con Bernardo O'Higgins acerca del asesinato de su hermano Manuel, responsabilizándolo del crimen. Por su parte, Ambrosio Rodríguez Erdoíza, también estuvo involucrado en el proceso de independencia, llegando a ejercer como intendente de Chillán.

Los 3 hermanos Rodríguez Erdoíza fueron compañeros de luchas políticas, participando durante la Patria Vieja principalmente en el bando carrerino. No obstante, existió un temporal distanciamiento entre los Rodríguez y los Carrera, en enero de 1813, cuando Manuel y Carlos fueron acusados de complotar contra la junta presidida por José Miguel Carrera.

La situación reinante entre 1810 y 1811 era de un gobierno dirigido por una Junta Nacional, presidida por Mateo de Toro Zambrano y Ureta, Conde de la Conquista, y compuesta por notables criollos aristócratas de la capital chilena. En los primeros meses de 1811 las ideas revolucionarias fueron ganando terreno, enfrentándose a las ideas reformistas de los criollos aristocráticos. Pronto la Junta, que gobernaba en nombre de Fernando VII, fue convirtiéndose en un órgano de gobierno nacional dispuesta a resistir el retorno de la dominación española. En este entorno, José Miguel Carrera, quien con 25 años retornaba de luchar contra la invasión napoleónica en España, se transformó en el caudillo más popular de Chile por sus ideas radicales y progresistas.

El 4 de septiembre de 1811, Carrera, secundado en lo militar por sus hermanos Juan José y Luis, llevaron a cabo un golpe de Estado y formaron una junta de cinco miembros, compuesta por Juan Enrique Rosales, Juan Mackenna, Juan Martínez de Rozas, Manuel Blanco Encalada y Gaspar Marín, quedando como Presidente del Congreso Nacional el sacerdote Joaquín Larraín. Así, se adueñaron del Poder Ejecutivo y del Legislativo y emprendieron una serie de reformas de todo orden. Es en este golpe de Estado cuando Rodríguez pierde su puesto de Procurador de la ciudad de Santiago, pues así lo "exigía el pueblo" en sus demandas. Este desplazamiento es seguramente atribuible a las rencillas que habrían tenido Carlos Correa de Saa —uno de los líderes intelectuales del movimiento— con el padre de Manuel, Carlos Rodríguez.[6]

El 15 de noviembre de 1811, Carrera llevó a cabo el reemplazo de la Junta de Gobierno por una compuesta de tres miembros, que gobernó entre 1811 y 1813. Durante 1812 la Junta realizó una labor que señalaba los progresos de la emancipación. Se imprimió la Aurora de Chile, cuyo primer director fue fray Camilo Henríquez González con la colaboración de Manuel de Salas, Antonio José de Irisarri y el Doctor Bernardo Vera y Pintado. Asimismo, se entablaron relaciones con los Estados Unidos de América, cuyo gobierno envió al representante comercial, con el título de Cónsul, Joel Roberts Poinsett. Se diseñó la bandera de la Patria Vieja y el Reglamento Constitucional Provisorio de 1812, documento precursor de la Constitución política, confeccionado y redactado por el abogado Manuel Rodríguez. Por otro lado, Rodríguez, en calidad de secretario de Carrera, ofició como una especie de Ministro del Interior de la actualidad.

En ese periodo, ambos tuvieron algunos desencuentros graves, que debido al tenso clima político llevaron a Rodríguez a la cárcel, pero finalmente los problemas se aclararon y siguieron gobernando en comunión.

En 1813, el virrey del Perú, José Fernando de Abascal, que veía a Carrera actuar como si Chile fuera independiente, envió una primera expedición al mando del brigadier español Antonio Pareja. Ante esta amenaza, el Senado, aplicando un artículo constitucional, suspendió la Constitución y reorganizó la Junta de Gobierno, siendo Carrera designado General en Jefe del Ejército, con la misión de defender la línea del río Maule. También se declaró la libertad de imprenta, se fundó el Instituto Nacional y se creó la Biblioteca Nacional, cuyo primer director fue Manuel de Salas. Además se decretó la nacionalización para extranjeros y españoles que respetasen la nueva institucionalidad del Estado, se creó el Ministerio de Relaciones Exteriores, se reestructuró el Ejército, creando los primeros cuarteles militares y se expropiaron 3 millones de pesos de la época a los potentados para cubrir gastos fiscales.

El 3 de mayo de 1814, los criollos, liderados por el director supremo Lastra y el ejército español, firmaron el Tratado de Lircay. Pero el virrey Abascal ignoró el tratado y envió una nueva expedición.

Como consecuencia, fue planeada una batalla en la Plaza de Armas de Rancagua, la que terminó en una derrota, en lo que se conoce como el Desastre de Rancagua del 1 y 2 de octubre. Acto seguido, el gobierno pasó a manos del Brigadier Mariano Osorio que gobernó entre 1814 y 1815, iniciando el periodo de la Reconquista, que duró entre 1814 y 1817. En este periodo se cometieron hechos sangrientos en la cárcel de Santiago en donde se asesinaron a los independentistas allí detenidos por orden del Capitán Vicente San Bruno, jefe del Real Regimiento de los Talaveras de la Reina

Los restos del ejército de patriotas chilenos decidió su retirada a ciudad de Mendoza, Argentina, cruzando la Cordillera de los Andes con los comandantes Carrera y O'Higgins. Junto a él emigraron los hermanos de Carrera y también Manuel Rodríguez. Eran los días de apaciguamiento entre O´Higgins, Carrera y Rodríguez.[cita requerida]

Apenas llegado a Mendoza, y en las peores condiciones, económicas y anímicas, Rodríguez trabajó modestamente en una imprenta donde se imprimían manifiestos políticos. Luego de conocer a José de San Martín, con quien simpatizó de inmediato, se incorporó a los preparativos de la Reconquista del territorio nacional y colaboró con San Martín y O'Higgins en el campamento El Plumerillo.[cita requerida] El general argentino había concebido la idea de que para asegurar la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata había que eliminar el poder realista en el Perú con una invasión desde Chile. San Martín ideó la conformación de un ejército rioplatense que junto a fuerzas chilenas pudiera invadir el Virreinato del Perú. A esta idea la tuvo que reformular debido a la reciente derrota que había sufrido el movimiento independentista chileno. En ese momento para invadir el Perú primero se debía lograr la liberación de Chile ya que el poder realista encabezado por Casimiro Marcó del Pont había retomado el control después de la batalla de Rancagua.

José de San Martín aceptó un plan propuesto por Manuel Rodríguez y le encargó la delicada misión de organizar clandestinamente la rebelión en Chile en contra del dominio español durante la Reconquista.[cita requerida] San Martín vio en Manuel Rodríguez el emisario ideal y lo comisionó para ir a Chile a deslizar una pequeña fuerza en la retaguardia enemiga para mantener vivo el espíritu de la insurrección en las poblaciones chilenas. En ese período, Manuel Rodríguez se relacionó con el bandido José Miguel Neira, parte de las montoneras, que se alió a la causa independentista.

San Martín congenió con O'Higgins y con Manuel Rodríguez; pero no con José Miguel Carrera, que se manifestó poco dispuesto a obedecerle, por este motivo el jefe argentino lo envió a Buenos Aires.

En la capital argentina recrudeció la diferencia entre o'higginistas y los carrerinos, a tal extremo que Luis Carrera se batió a duelo con el coronel Juan Mackenna, muriendo este último en la contienda por ciertas expresiones de Mackenna ofensivas para la familia de los Carrera.

Manuel Rodríguez normalmente hostigó a esas fuerzas en sus viajes al interior de Colchagua, a donde viajaba frecuentemente desde Mendoza y Uspallata, pasando por Los Andes, Curacaví, Melipilla, Alhué y Marchigüe, dejando innumerables testimonios de inteligencia militar. Esta ruta le permitió eludir las fuerzas realistas y asestar certeros y efectistas golpes en San Felipe, Santiago, Melipilla y San Fernando. Otras veces cruzaba por el Paso del Planchón, cuyos planos sirvieron al general Freire años más tarde, durante la reconquista de Chile.

Entre los años de 1815 y 1817, Manuel Rodríguez logró llevar el desorden entre las tropas realistas y organizó una red de corresponsales que se convirtieron, cuando las circunstancias lo requerían, en jefes de partidas volantes que aparecieron y desaparecieron misteriosamente. De acuerdo a la tradición oral, su osadía llegó al punto de abrirle la puerta de la calesa al mismísimo Casimiro Marcó del Pont a la salida del edificio gubernamental y recibió una moneda por el servicio de parte del gobernador, aunque Diego Barros Arana pone en tela de juicio de la veracidad de la afirmación, que describió como un hecho solo referido, no documentado.[7]​ Pronto la figura de Rodríguez adquirió el relieve y la aureola de la leyenda con sus acciones de gran riesgo frente a las mismas espaldas de los realistas. Sus hazañas fueron la comidilla de las tertulias de la ciudad.

En enero de 1817, Rodríguez perpetró sus últimas hazañas. Con ochenta hombres cayó sobre Melipilla y se apoderó de los fondos recaudados por contribuciones forzosas, unos dos mil pesos, que repartió entre sus hombres, para que pudiesen alimentar a sus familias.

Pocos días después, ciento cincuenta de sus hombres, al mando de Francisco Salas, asaltaron de noche a San Fernando. La guarnición realista resistió el ataque; entonces Salas gritó con voz atronadora: ¡Que avance la artillería! ¡Que se muevan los cañones!.[4]​ Inmediatamente los montoneros pusieron en movimiento unas rastras de cueros con piedras que producían un ruido idéntico al rodado de cañones. Los realistas, creyéndose atacados por una gran fuerza militar, huyeron. Así, Salas se apoderó de San Fernando.

Una vez divididas las fuerzas españolas gracias al talento guerrillero de Manuel Rodríguez y sus montoneros, el 21 de enero de 1817 el ejército libertador, compuesto por unos cinco mil soldados, logró atravesar la cordillera de los Andes por los pasos de Uspallata, Piuquenes, el Planchón y los Patos, a principios de febrero todas las divisiones avistaban territorio chileno.

El general Rafael Maroto, jefe del ejército realista, salió al encuentro de los independentistas. El 12 de febrero de 1817 se encontraron los dos ejércitos en la cuesta de Chacabuco, tras la ardua batalla ese día se convirtió en un día de gloria. En 1814, la causa de la independencia había acabado en la plaza de Rancagua, para renacer triunfante en Chacabuco. Durante un año siguieron las acciones para expulsar a los realistas del país, así llegó el 2 de febrero de 1818 y en Talca se firmó oficialmente la Independencia de Chile, siendo jurada el día 12 del mismo mes en Santiago.

En diciembre de 1817, uno de sus aliados, José Miguel Neira era fusilado por órdenes del coronel Ramón Freire en Talca; este hecho contribuyó a distanciarlo del entorno de O'Higgins. El 19 de marzo de 1818, las fuerzas chilenas fueron sorprendidas durante la noche en Cancha Rayada (salida norte de Talca) por las fuerzas del general Osorio, que estaban compuestas por aproximadamente cinco mil soldados. En la oscuridad y la confusión, los patriotas se abrieron fuego unos a otros sin reconocerse y pronto huyeron derrotados. La noticia del desastre de Cancha Rayada causó gran consternación en la capital y todos pensaron en una nueva emigración a Mendoza, en aquellas críticas circunstancias apareció Manuel Rodríguez, y al grito desgarrador de "¡Aún tenemos Patria, ciudadanos!", encendió un fuego abrasador en el corazón libertario de cada ciudadano, devolvió el ánimo a los que creían todo perdido y se preparaban a huir presos del más grande pánico.

Gracias a la audacia y oportunidad de Manuel Rodríguez se evitó un nuevo desbande y con ello aseguró la supervivencia de la novel república. Los convenció, animó, organizó y finalmente los motivó fervorosamente a unirse y prepararse a defender la ciudad. Esta acción lo transformó en el hombre más popular de Chile lo que finalmente sería una de las principales razones de su asesinato.

El pueblo lo asoció al gobierno de la Junta Delegada que presidía don Luis de la Cruz, y en pocas horas Rodríguez organizó y armó un regimiento que llamó los Húsares de la Muerte. Es Manuel Rodríguez el que domina la situación y apresta la capital para resistir a los realistas, agitando al pueblo y organizando la movilización más extraordinaria. Posteriormente aparece O'Higgins herido y Rodríguez sin chistar le hace entrega formal del mando, y aunque respetuosamente se pone a las órdenes de O'Higgins, este se desentiende, lo ningunea y no llega a colaborar con él.

Dos semanas después, el 5 de abril de 1818, a tres leguas de la capital, en los campos de Maipú, se libró la batalla decisiva y se logró dar fin a la campaña libertadora de Chile. Sobre la actitud de Rodríguez sobre este acontecimiento se afirma que él retiene a sus "Húsares de la Muerte" y no participa en la batalla como un acto de desapoyo a O'Higgins, pero también se afirma que Rodríguez al devolver el mando supremo a O'Higgins y presentarle el nuevo cuerpo que había creado para ir a la batalla O'Higgins le impide participar en el enfrentamiento pronto a librarse debido a la desconfianza que había por la lucha entre Carrerinos y O´Higginistas. Sin embargo a pesar de estas desavenencias de su no participación, se deja en claro que la unidad de “Húsares de La Muerte” se mantuvo a retaguardia por disposiciones de Bernardo O'Higgins, y que posteriormente realizaron la última carga de caballería de la batalla donde arrolló y capturó a 700 soldados realistas al mando del desertor patriota Ángel Calvo en el cerro Niebla donde se habían posicionado para defenderse.

Posteriormente a derrotar a ese destacamento se les dio la orden de continuar al sur para ir en persecución de los dispersos, Rodríguez volvió a Santiago y el teniente coronel Serrano llevó a cabo esa orden.[8]​ Luego este grupo sería disuelto por ser considerados una amenaza por gobierno de O'Higgins.

El 17 de abril de 1818 se celebró un cabildo abierto en el cual tomó parte Manuel Rodríguez, sosteniendo allí su opinión de que dicho cabildo debía de tomar el mando del país hasta una reunión del Congreso. Luego, siendo ya Chile independiente, Manuel Rodríguez ejerció algunos cargos públicos de mediana importancia y dentro del Ejército ofició el grado de coronel, siempre con la simpatía de José de San Martín, y la abyecta antipatía del director supremo, O'Higgins, con lo cual comenzó su rápida declinación en el poder, lo que a la postre le costaría la vida, siendo cobardemente apresado y después asesinado.

El dominio que Rodríguez ejercía sobre el pueblo, la amistad que lo unía a los hermanos Carrera y su carácter díscolo, lo colocaron en una situación límite con el director Supremo, Bernardo O'Higgins, y este, bajo un consejo del abogado Bernardo Monteagudo, quiso alejarlo del país ofreciéndole una misión diplomática en Estados Unidos, lo que en la práctica era una deportación, puesto que sería subido a bordo vigilado y engrillado. Esto ya se vislumbraba, ya que cuando O'Higgins conversó con Rodríguez sobre esto, había ya una amenaza implícita de O'Higgins que se transcribe a continuación:

Así es como Benjamín Vicuña Mackenna describiría el supuesto diálogo entre O'Higgins y Rodríguez, cincuenta años después (...aunque él era descendiente directo de Carrera y más dedicado a la literatura fantástica y al periodismo encendido que a la historia -que desconocía- por lo que cabe dudar seriamente de su relato) :

"Responde Rodríguez con lo siguiente:

Un día, después de la batalla de Maipú, Rodríguez cometió una temeraria (y desatinada) acción debido a su carácter apasionado: osó entrar a caballo en el patio del palacio de gobierno junto a una turba, para protestar violentamente por el fusilamiento -que él consideraba asesinato- de los hermanos Juan José y Luis Carrera en Argentina (por participar en las guerras internas de ese país).[9]​ Esto exasperó al Director Supremo, quien ordenó nuevamente su prisión en el cuartel de los Cazadores de los Andes, situado en lo que es hoy la esquina norponiente de las calles Teatinos y San Pablo y se le siguió un proceso. Los esfuerzos de sus familiares por permitir que O'Higgins desistiera del proceso fueron inútiles.

El 26 de mayo de 1818, el exguerrillero Manuel Rodríguez, acusado de "alborotador incorregible" y encarcelado en el cuartel de calle San Pablo, fue trasladado a la prisión militar de Quillota, el prisionero fue custodiado por el batallón Cazadores de los Andes, al mando del coronel argentino Rudecindo Alvarado. La ruta que siguieron fue saliendo por Chicureo, pasaron una noche en la casona de Polpaico, en ese lugar tomó el mando el coronel Alvarado y el batallón fue separado del destacamento que custodiaba a Rodríguez. El destacamento lo componían los soldados de apellido Parra y Gómez, el teniente Maure y el cabo Agüero.

Rudecindo Alvarado y un pequeño destacamento con el prisionero se dirigieron a Til-til.

Estando el destacamento a aproximadamente 4 km al sur del pueblo de Tiltil, específicamente frente a la Hacienda "El Sauce", en el sector escampado "Cancha del Gato" (que aún existe sin modificaciones antrópicas), cerca de un bosque de maitenes a orillas del río Lampa (hoy estero Lampa), según indica el parte oficial consignado por Bernardo Monteagudo fue asesinado de un tiro por la espalda por el teniente Antonio Navarro al distraer su atención con un comentario de un ave que pasaba por el sector. Se adujo como causa de muerte, que el guerrillero tomó una daga atacando a Navarro e intentó escapar. Esta versión fue oficializada por el gobierno de Bernardo O´Higgins.[10]

Rodríguez recibió un balazo de pistola o arcabuz (arma más probable) a quemarropa en la espalda, bayonetazos en el abdomen y cuello y luego uno o varios golpes de culata en el cráneo para rematarlo, su cuerpo fue despojado dejándolo semidesnudo y abandonado sin ser enterrado con el evidente objetivo de que los animales carroñeros hicieran la parte final de la tarea.

Hubo un testigo, el campesino Hilario Cortés que cumplía labores agrícolas en el sector quien se escondió y presenció el asesinato.[11]​ Cortés y su patrón Tomás del Valle tomaron 5 días más tarde los restos y los enterraron en una capilla en Til-Til en secreto. Navarro diría mucho más tarde que el autor material fue el coronel Rudecindo Alvarado, jefe de la comitiva militar y que la autoría de Navarro solo fue de conveniencia para el oficialismo.[12]

El teniente Navarro confesaría, en 1825, que el abogado Bernardo de Monteagudo le dio la orden de asesinar a Rodríguez. Monteagudo fue expulsado a Perú, donde sería asesinado el mismo año en que Navarro confesó.

Como recuerdo de aquel luctuoso suceso se erigió, en 1863 un monolito en su memoria, en que se lee la siguiente estrofa del poeta Guillermo Matta:

Los restos del héroe guerrillero fueron trasladados de Tiltil a Santiago en 1895, y presuntamente reposan en el Cementerio General.

El Fundo donde fue mantenido Manuel Rodríguez en TilTil y donde se le ofreció su última cena pertenecía a don José Serey Osbando, español, que fue nacido en Cataluña, teniendo 22 varones y 2 damas de descendencia, su hijo Pedro Serey Soliz relata que fue testigo del "fusilamiento" junto a sus hermanos a su hijo Pedro Serey Espinoza : " También mi padre dice que estuvo presente de la muerte de Don Manuel Rodríguez, que fue fusilado en el fundo de Tiltil, en tiempos que mi abuelo vivía ahí, * donde lo fusilaron, al día siguiente lo desenterraron, y lo cambiaron a otro sitio y le pusieron en un nicho fuera del peligro donde estaba enterrado a la orilla del río, a por muchos años preguntaban dónde estaría enterrado Rodríguez, un tío sabía, dio noticias en Santiago y fueron personas a desenterrarlo, a donde el con mi abuelo y otros tíos varios el que se llamaba José Serey Solís, cuenta mi padre."[14]

Recientemente, se descubrió un documento inédito, escrito de puño y letra por el teniente José Antonio Maure, miembro del pelotón que custodiaba a Rodríguez. En dicho escrito, donado por la familia al museo Colchagua de Santa Cruz, el teniente Maure relata con gran minuciosidad las horas previas a la muerte, las circunstancias del crimen, detalles desconocidos y los hechos materiales del crimen y, además, se inculpa personalmente de haber dado los tiros de gracia al patriota, siguiendo órdenes de su superior Navarro. Claramente se trata de un documento de gran valor histórico, que servirá para aclarar las circunstancias del crimen, no así sus autores intelectuales, ya que en el lugar del documento donde parece nombrarlos, este se encuentra con una mancha de tinta ex profeso.

Otra versión y que corresponde al parte militar entregado en Quillota indica que el autor de los disparos fue el coronel Rudecindo Alvarado, comandante del destacamento y batallón Cazadores de los Andes, quien además era miembro de un grupo extremo de la Logia Lautarina. Alvarado apartó a Navarro y junto con el sargento Sequeira, los soldados Parra, Gómez y Agüero armados a la bayoneta tomaron a Rodríguez y lo condujeron a la "cancha del Gato" donde Alvarado disparó al prisionero y los acompañantes lo remataron con particular salvajismo.[15]

A fines de 1894 y comienzos de 1895, sus restos fueron trasladados desde la capilla de Tiltil al Cementerio General en Santiago.

En 2008, los descendientes de Rodríguez solicitaron a la justicia la exhumación del cuerpo supuestamente depositado en el Cementerio General de Santiago de Chile en 1895 y que había sido trasladado desde Til-Til, la iniciativa fue llevada por su tátara-tátara nieto: Juan Esteban Rodríguez quien manifestó que no existe la total certeza de que se trate de los restos del Prócer.[16]

La tumba en el Cementerio General fue violada en 1985 cuando se descubrió que sus sellos habían sido removidos. Claudio Paredes, médico del equipo de tanatólogos del Instituto Médico Legal (IML), examinaron los restos depositados y determinaron que el individuo allí sepultado tenía más de 50 años al comprobarse que las suturas craneales estaban completamente fusionadas.[17]​ Parvex indica que estos restos podrían ser de Manuel Tomas Valle quien sepultó a Rodríguez en el presbiterio de Tiltil, y luego al fallecer a los 51 años fue inhumado en ese mismo lugar.[18]

La Policía de Investigaciones (PDI) y su equipo descubrieron los restos de Francisca de Paula Segura y Ruiz en Pumanque y al lado de ella otro cadáver que no pudo ser exhumado, que bien podría pertenecer a Manuel Rodríguez, esto no está confirmado.[19]

Hacia fines de 1817, Manuel Rodríguez mantenía una relación estable con Francisca de Paula Segura y Ruiz, una criolla de posición acomodada de 36 años de edad. Sin embargo, no hay elementos probatorios que certifiquen un matrimonio, que algunos historiadores mencionan. Asimismo, dadas las condiciones de inestabilidad del momento, hacen muy improbable que Manuel Rodríguez hubiese querido o podido casarse; aunque lo que se sabe es que de esta relación nació un hijo, de nombre Juan Esteban Rodríguez Segura, el 24 de abril de 1818 en Santiago, como consta en su rosario de bautismo, el cual se encuentra en exhibición en el Museo de Colchagua.

La existencia de este hijo se menciona en los textos de los historiadores Gustavo Opazo Maturana, Alejandro Chelen Rojas, Armando de Ramón y Manuel Balbontín que corresponden a biografías del patriota, y en el diccionario biográfico del historiador y genealogista Guillermo de la Cuadra Gormaz. En consecuencia, aunque no se puede dudar de la existencia de este hijo aún no ha sido posible encontrar su certificado de bautismo.

Reafirma más aún la convicción de su existencia el propio certificado de defunción de Francisca de Paula Segura, donde se lee claramente "viuda de Manuel Rodríguez". Dicho certificado, que había pasado de mano en mano por varias generaciones en la familia y descendientes de Juan Esteban Rodríguez, fue donado en la forma de su documento original por la familia, encontrándose expuesto también en el Museo de Colchagua en Santa Cruz y en el libro de defunciones de la Parroquia de Pumanque.[cita requerida]

Todos estos elementos, así como la fecha de concepción (1817) y nacimiento de este hijo (24 de abril de 1818) se sitúan perfectamente en la cronología de la historia. Unido esto a la tradición de la familia Rodríguez-Segura traspasada de padres a hijos, no se deja duda alguna que la sangre del patriota sigue aún corriendo por las venas de sus actuales descendientes.[cita requerida]

Juan Esteban Rodríguez Segura, el hijo de Manuel Rodríguez, alcanzó altos cargos como servidor público y gran figuración política. Se caracterizó por su oratoria de tribuno, siendo muy respetado y oído por correligionarios y adversarios políticos. Fue Intendente de Copiapó (1855), Talca (1859-1864), siendo electo posteriormente como diputado y senador por catorce años en la circunscripción de Curicó. Fue además un progresista agricultor de la zona de Colchagua, específicamente en la localidad de Pumanque donde poseía una extensa propiedad de 6500 hectáreas. Llamada Hacienda Pumanque y que con el tiempo vino a llamarse hasta la actualidad como Hacienda Manuel Rodríguez. Curiosamente, Juan Esteban en su vida privada era muy reservado en lo que se refería a su progenitor, hecho que mencionó en contadas ocasiones durante su vida, dado que la familia era muy religiosa, y sentían cierta vergüenza de descender de un hijo natural, nombre que se daba en esa época a los hijos fuera del matrimonio.[cita requerida]

El hijo de Manuel Rodríguez se casó en dos oportunidades y tuvo 14 hijos nacidos entre 1843 y 1866. De esta forma actualmente viven numerosos descendientes de aquellos nietos del patriota, los cuales han conservado el famoso y distintivo apellido. De hecho, una de las ramas de descendientes (Rodríguez Besa) se han transformado en voceros de la familia del patriota, de tal forma de proteger el acervo histórico/familiar.[cita requerida]

Es perfectamente posible que el héroe de la Guerra del Pacífico, también de nombre Manuel Rodríguez -quien fuera mayor del Regimiento "Cazadores del Desierto"- descendiera también del guerrillero. O, en palabras atribuidas al general Baquedano "merecería serlo".[cita requerida]

En 2007, falleció la última bisnieta del patriota, Rosa Rodríguez Velasco, con más de 90 años, y como prueba viviente de la historia recordaba vívidamente haber estado en los brazos de su abuelo, quien ni más ni menos era el hijo desconocido de Manuel Rodríguez.[cita requerida]

Existe también otra línea de descendencia que originó incluso un Presidente de la República, que fue Juan Esteban Montero Rodríguez, su hijo Juan Esteban Montero Fermann e hijo de este Juan Esteban Montero Matta, los tres descendientes directos del patriota.[cita requerida]

En algunas publicaciones se ha expresado que Francisca de Paula Segura era originaria de la localidad de Pumanque (al interior de Colchagua, incluso se ha hablado de la casa de Manuel Rodríguez en Pumanque, que era el lugar donde vivía Francisca de Paula Segura y que allí se inició el idilio durante sus correrías por el sector). Sin embargo, esta versión constituye una leyenda, por lo demás muy respetable por lo que es muy difícil de separar respecto de ese hecho, lo que es historia y lo que es leyenda, además los habitantes de Pumanque tienen una tradición oral traspasada por muchas generaciones que los vinculan como lugar, a las correrías de Manuel Rodríguez.[cita requerida] En consecuencia, no hay elementos probatorios de Manuel Rodríguez en Pumanque, sin embargo, la tradición histórica es tan fuerte al respecto, que no podemos desconocerla en aras del purismo histórico.[cita requerida]

La historia tradicional señala que Francisca de Paula Segura y Ruiz nació en Santiago y falleció en Pumanque. Su hijo Juan Esteban Rodríguez, el hijo del patriota, la llevó a vivir con él a la Hacienda de Pumanque de su propiedad. La familia de Francisca no era aristocrática ni realista, pues no figuraba entre las familias importantes de la época. Sin embargo, en un documento familiar se puede apreciar su firma hecha con elaborados trazos, caso extraño entre mujeres de la colonia, las cuales, incluso entre familias acaudaladas, no sabían escribir.[cita requerida] El hijo de Manuel Rodríguez, Juan Esteban, en 1854 se hace servidor público asumiendo la Intendencia de Copiapó y luego de Talca.[cita requerida]

Efectivamente Francisca de Paula Segura fallece en su dormitorio de la Hacienda Pumanque (Actualmente llamada Hacienda Manuel Rodríguez) a los 92 años en 1874. En dicho lugar existía un gran comedor, al fondo un cuadro de Manuel Rodríguez que era venerado por toda la familia compuesta por 14 hijos e infinidad de nietos que miraban el cuadro con gran respeto y admiración. Actualmente, Francisca de Paula Segura se encuentra sepultada en el recinto de la Parroquia de Pumanque, desafortunadamente destruida en el terremoto de febrero de 2010.[cita requerida]

Entre los habitantes del pueblo de Pumanque, actualmente muy dañado por el sismo, existiría un orgullo basado en la creencia de "poseer" los restos de la compañera del patriota. Actualmente se hacen esfuerzos por conseguir las autorizaciones respectivas para poder exhumar sus restos y darle nueva sepultura en un digno lugar del pueblo que permita la peregrinación a dicho lugar de lugareños y turistas.[cita requerida]

Don Juan Esteban casi nunca reveló su origen debido a una contradicción vital que tenía, por una parte no conoció a su padre, nunca fue reconocido como un sobrino por los demás hermanos Rodríguez Erdoíza, por otra parte él se forjó su carrera política a sí mismo sin siquiera mencionar que era hijo de un padre de la patria, y por último para proteger el buen nombre de su madre, cuyo único amor había sido Rodríguez.[cita requerida]

Sin embargo, por amor entrañable que le profesaba a su madre, quiso aislarla de la curiosidad y morbo público, en esa sociedad tan pacata e hipócrita de los años del 1800 por lo que prácticamente la alejó de la civilización llevándola a vivir a las serranías de la costa colchagüina donde entregó su último aliento con la mirada fija en el cuadro, del que había sido su único amor, y al cual se había entregado en cuerpo y alma.

Los descendientes actuales, le deben un sentido homenaje a esta mujer, que frente a todas las adversidades dio a luz al vástago que nos permite, que aún se lleve la sangre de aquel hombre que entregó su vida, sin esperar honores, fortuna, ni reconocimiento alguno, en pro de su ideal que era la libertad de la patria, su progreso material y la justicia social para todos los chilenos.[cita requerida]

En Chile, el recuerdo del patriota ha inspirado desde un nutrido folclore y literatura oral, hasta reivindicaciones políticas de su imagen que, junto al personaje de Manuel Rodríguez, siempre ha sido un ícono de la cultura popular y mítica de su país. Tal es el caso de que en Chile, muchas compañías de Bomberos lo tienen como patrono y llevan su nombre, como la Primera Compañía de Bomberos de Til-Til, Segunda Compañía de Talca. Segunda Compañía de Río Bueno y la Cuarta Compañía de Melipilla. No obstante, su figura se ha comenzado recientemente a representar en su digna proporción, como un hombre de estado y Padre de la Patria también. Su rostro se imprime en los billetes de $2000.[20][21]

Manuel Rodríguez es considerado como una de las figuras más destacables, siendo un padre de la patria. También es visto por los chilenos como el "patriota del pueblo".

Manuel Rodríguez se convirtió tempranamente en un tema de creación literaria. Existen registros de décimas dedicadas a él en diversos periódicos populares, las llamadas liras, aparecidos en la segunda mitad del siglo XIX. Por lo que es de suponer incluso una presencia previa en las canciones folclóricas, que usaban la misma métrica de décimas, y que inspiraban estos impresos.

Por otro lado, sin dedicarle aún una gran obra o una biografía mayor, la naciente historiografía chilena venía prestándole gran atención a Rodríguez desde mediados del mismo siglo, en textos centrados en Carrera y O'Higgins y en historias generales del periodo independentista.[cita requerida]

El primer texto literario dedicado especialmente a su figura fue Don Manuel Rodríguez, una biografía de pocas páginas, escrita en 1854 por el poeta pipiolo Guillermo Matta, e incluida en el volumen Galería nacional, o Colección de biografías y retratos de hombres célebres de Chile. Dicho libro, en el que colaboraron los principales escritores de la época, como Domingo Faustino Sarmiento, Diego Barros Arana y Miguel Luis Amunátegui, presentaba a la ciudadanía un primer panteón de héroes nacionales. Allí, el nombre de Rodríguez acompaña a otras figuras protagónicas de la emancipación, como José de San Martín, Thomas Cochrane, O'Higgins y Carrera. En el libro también se publicó por primera vez un retrato suyo, que se transformaría, con el tiempo, en modelo de todas sus siguientes representaciones.

La pequeña biografía de Matta, escrita en estilo romántico y literario, salpicada de alusiones a Plutarco, Lamartine y Michelet, se publicaba a 36 años de la muerte del guerrillero. El paradero de su cadáver era aún desconocido y el autor siente que todavía debe dirigirse a sus lectores pidiendo que depongan sus pasiones políticas:

Por otro lado, Matta reconoce de inmediato que Rodríguez se transformará en un verdadero tópico de creación artística:

Algunos movimientos políticos chilenos han adoptado el nombre de Manuel Rodríguez, entre los que se cuentan:



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