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Luis Felipe III de Orleans











Luis Felipe I (en francés: Louis-Philippe I.er; París, 6 de octubre de 1773-Claremont, 26 de agosto de 1850), nacido como Luis Felipe de Orleans, fue el último rey francés y penúltimo monarca de Francia. Reinó con el título de «rey de los franceses» (roi des français) entre 1830 y 1848 y llevando implícito con ello el título de copríncipe de Andorra.

Era hijo del duque Luis Felipe II de Orleans, primo de Luis XVI, apodado «Felipe Igualdad» (Philippe Égalité). Durante la Revolución francesa, Luis Felipe fue conocido como el «Ciudadano Chartres» (a causa de su título de duque de Chartres) o «Igualdad hijo» (Égalité fils). Fue duque de Valois hasta 1785, duque de Chartres de 1773 a 1793 y, tras la muerte de su padre, duque de Orleans con el nombre de Luis Felipe III de 1793 a 1830.

Ascendió al trono en julio de 1830 con la revolución que obligó a abdicar a Carlos X, e inició un reinado de corte liberal que la historiografía ha conocido como la Monarquía de Julio (Monarchie de Juillet). Su gobierno se caracterizó por el ascenso de la burguesía como clase dominante, por la rápida industrialización del país y por el surgimiento del proletariado. Fue derrocado por la Revolución de 1848 que dio paso a la Segunda República Francesa.

Luis Felipe I recibió varios apodos durante su reinado como: Rey Ciudadano (Roi Citoyen), Rey de los banqueros (Roi des banquiers) o Rey de las barricadas (Roi des barricades), este último a causa de que ascendió al trono a través de la revuelta popular de julio de 1830.[cita requerida]

Luis Felipe de Orleans[1]​ nació en el Palais-Royal de París el 6 de octubre de 1773, y ese mismo día recibió un bautismo de urgencia de manos de André Gautier, doctor en la Sorbona y capellán del duque de Orleans, en presencia de Jean-Jacques Poupart, párroco de la iglesia de San Eustaquio de París y confesor del rey.[2]​ Nieto de Luis Felipe, duque de Orleans, era el hijo primogénito de Luis Felipe José de Orleans, duque de Chartres (1747-1793), (más tarde conocido como «Felipe Igualdad»), descendiente del rey Luis XIII, y de Luisa María Adelaida de Borbón, mademoiselle de Penthiévre (1753-1821), también descendiente del rey Luis XIV de Francia. Desde su nacimiento tuvo el trato de Su Alteza Serenísima, el duque de Valois, hasta la muerte de su abuelo en 1785, cuando su padre tomó el título de duque de Orleans, correspondiéndole el título de duque de Chartres.

El 12 de mayo, 1788, Luis Felipe fue bautizado el mismo día que su hermano Antonio de Orleans, en la capilla del Palacio de Versalles por el obispo de Metz y gran capellán de Francia, Louis-Joseph de Montmorency-Laval en presencia de Afrodise Jacob, párroco de la iglesia de Notre-Dame de Versalles: su padrino fue el rey Luis XVI y la reina María Antonieta.[3]

Su educación fue inicialmente confiada a la marquesa de Rochambeau, nombrada institutriz, y con madame Desroys, como subgobernanta.[4]​ A la edad de cinco años, el joven duque de Valois pasó a la tutela del caballero de Bonnard, que fue nombrado vicegobernador en diciembre de 1777.[4]​ Después de las intrigas de Félicité, condesa de Genlis, cerca del duque y la duquesa de Chartres, Bonnard fue despedido a principios de 1782, mientras que la condesa de Genlis, que ya era preceptora de sus hijas, fue nombrada gobernadora de los reales niños en 1781. Se trataba de una mujer ilustrada, escritora y seguidora de una pedagogía moralizante e inspirada en Rousseau, en el que ocupaba un lugar preferente el estudio de otros idiomas, llegando Luis Felipe a dominar la conversación en alemán, inglés, italiano y español. Madame de Genlis diría del futuro rey: «Era príncipe, he hecho de él un hombre; era torpe, he hecho de él un hombre hábil; era aburrido, le he convertido en un hombre amable; era cobarde, le he convertido en un hombre bravo; era mezquino, no he podido hacer de él un hombre generoso. Liberal, todo lo que se quiera; generoso, no».[5]

Al igual que su padre el duque de Orleans, Luis Felipe fue un firme partidario de la Revolución Francesa. Bajo la influencia de su institutriz, Madame de Genlis, se unió al grupo de los jacobinos y apoyó la promulgación de la Constitución civil del clero.[4]

Con el inicio de su carrera militar, el duque de Chartres tomó el mando del 14º Regimiento de Dragones el 1 de junio de 1791 con el rango de coronel. Tras el estallido de la guerra en 1792, fue ascendido a mariscal de campo, luego participó con el ejército francés del Norte, comandado por Charles François Dumouriez, en las batallas de Valmy, en la Jemappes, donde jugó un papel importante al evitar la retirada del centro durante el primer asalto y en la de Neerwinden (su título como teniente general al servicio de los ejércitos republicanos le valió su inscripción en el Arco del Triunfo de l'Etoile).[6]

Trató de persuadir a su padre para que no participara en el juicio de Luis XVI. Felipe Igualdad, sin embargo, votó a favor de la ejecución del rey. Fue visto con hostilidad por los emigrantes realistas y cargó con la responabilidad de la participación de su padre en el regicidio.[7]

En abril de 1793, tras el guillotinamiento de Luis XVI, se trasladó a Bélgica cuando su superior, el general Dumouriez se pasó a las filas enemigas tras su intento un golpe de estado fallido contra la Convención.

La reacción en París a la participación de Luis Felipe en la traición de Dumouriez conllevó la desgracia para la familia Orleans. Felipe Igualdad habló en la Convención Nacional, condenó a su hijo por sus acciones y afirmando que no lo perdonaría, de forma muy semejante al cónsul romano Bruto y sus hijos. Sin embargo, las cartas de Luis Felipe a su padre fueron descubiertas y se leyeron a la Convención. La fortuna familiar fue incautada y Felipe Igualdad fue puesto bajo vigilancia. Poco después, los girondinos tomaron medidas para arrestarlo a él y a sus dos hijos menores, Luis Carlos y Antonio Felipe (este último había estado sirviendo en el Ejército de Italia). Los tres fueron internados en el fuerte de Saint-Jean en Marsella.

Mientras tanto, Luis Felipe se vio obligado a vivir en las sombras, evitando tanto a los revolucionarios pro republicanos como a los centros de emigrados franceses legitimistas en varias partes de Europa y también al ejército austríaco. Primero se instaló en Suiza con un nombre falso y se reunió con la condesa de Genlis y su hermana Adelaida en Schaffhausen. De allí se dirigieron a Zúrich, donde las autoridades decretaron que para proteger la neutralidad suiza, Luis Felipe tendría que abandonar la ciudad. Fueron a Zug, donde sería descubierto por un grupo de emigrados.

Se hizo bastante evidente que para que las damas se establecieran pacíficamente en cualquier lugar, tendrían que separarse de Luis Felipe. Se fue con su ayuda de cámara, Balduino, hacia los Alpes, y luego a Basilea, donde vendió todas sus pertenencias menos uno de sus caballos. Se fue mudando de ciudad en ciudad a lo largo de Suiza. Los monjes les negaron la entrada a un monasterio pues creían que eran vagabundos. En otra ocasión, tras pasar la noche en un granero, se despertó apuntado por un mosquete, por el dueño del granero que pretendía alejar a los supuestos ladrones.

A lo largo de este período, nunca permaneció en un lugar más de 48 horas. Finalmente, sin revelar su auténtica identidad por temor a ser descubierto, en octubre de 1793, Luis Felipe consiguió un puesto de profesor de geografía, historia, matemáticas y lenguas modernas en un internado para varones en Reichenau, en los Grisones. Su salario era de 1400 francos y trabajaba bajo el nombre de Monsieur Chabos. Allí mantiene una relación amorosa con Marianne Banzori, la cocinera del colegio, con la que tuvo un hijo. Llevaba un mes en la escuela cuando le llegaron noticias de París: su padre había sido guillotinado el 6 de noviembre de 1793 tras un juicio ante el Tribunal Revolucionario.

Finalmente su falsa identidad fue descubierta, lo que lo obligó a huir nuevamente de Reichenau, comenzando una serie de largos viajes por toda Europa, bajo un nombre falso. Separó a Adelaida, de dieciséis años, de la condesa de Genlis, con quien se había peleado, y la instaló con su tía abuela, la princesa de Conti en Friburgo. Posteriormente la joven princesa se trasladaría a Baviera y a Hungría y, finalmente, junto a su madre, que permanecía exiliada en España.

Visitó Escandinavia en 1795 y se trasladó a Finlandia. Durante aproximadamente un año, permaneció en Muonio, un pueblo remoto en el valle del río Torne en Laponia. Vivió en la rectoría bajo el nombre de Müller, como invitado del vicario luterano local. Durante su estancia a Muonio, supuestamente engendró un hijo con Beata Caisa Wahlborn (1766-1830) llamado Erik Kolstrøm (1796-1879).[8]​ Posteriormente partió para una expedición que lo llevó al Cabo Norte. «El primer francés en llegar al Cabo Norte», presumiría posteriormente, enviando en 1838 una fragata para traer su busto de bronce.

En 1796, el Directorio consintió en la liberación de sus dos hermanos menores, Antonio Felipe y Luis Carlos, que permanecían presos, con la condición de que los tres se embarcaran hacia los Estados Unidos. Se establecieron en Filadelfia y posteriormente en Nueva York, donde probablemente se alojaron en la finca de la familia Somerindyck en Broadway y la calle 75 con otros príncipes exiliados, y Boston, donde trabajó como profesor de francés, alojándose en el mismo edificio de lo que hoy es el restaurante más antiguo de la ciudad, el Union Oyster House. Durante su estadía en los Estados Unidos, Luis Felipe se reunió con políticos estadounidenses y personas de la alta sociedad de ese país, como George Clinton, John Jay, Alexander Hamilton y George Washington. En 1797, visitó Cabo Cod, coincidiendo con la separación de la ciudad de Eastman en dos municipios, uno de los cuales tomó el nombre de Orleans, posiblemente en su honor. Durante su estancia, viajaron por todo el país, desde Nashville, en el sur, a Maine, en el norte. Los hermanos incluso fueron detenidos brevemente en Filadelfia durante un brote de fiebre amarilla. También se cree que allí conoció a Isaac Snow, de Orleans (Massachusetts), quien había escapado de una barcaza prisión inglesa hacia Francia durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. En 1839, mientras reflexionaba sobre su visita a Estados Unidos, Luis Felipe explicó en una carta a Guizot que sus tres años en ese país tuvieron una gran influencia en su pensamiento político, cuando se convirtió en rey.

En 1797, mientras permanecía en Boston, Luis Felipe conoció el golpe de Estado del 18 de fructidor y el exilio de su madre en España, por lo que decidió volver a Europa junto con sus hermanos. Viajaron hasta Nueva Orleans, planeando navegar a La Habana y desde allí hasta España, pero sus planes se vieron alterados por la guerra entre España y Gran Bretaña. Navegaron hacia La Habana en una corbeta estadounidense, pero el barco fue detenido en el Golfo de México por un buque de guerra británico. Los británicos se hicieron cargo de los tres hermanos, aunque de todos modos los llevaron a La Habana. Tuvieron que permanecer más de un año en Cuba sin encontrar pasaje a Europa en ningún barco, para terminar siendo expulsados por las autoridades españolas, deseosas de atraerse la amistad de los franceses. Viajaron entonces, vía Bahamas, hasta Nueva Escocia, donde fueron recibidos por el duque de Kent, hijo del rey Jorge III y (más tarde) padre de la reina Victoria. Posteriormente viajaron hasta Inglaterra, donde llegaron en enero de 1800, donde permanecerían los siguientes quince años. Durante su estancia, Luis Felipe entabló una amistad duradera con la realeza británica. En estos años, enseñó matemáticas y geografía en la prestigiosa Great Ealing School, considerada, en su apogeo del siglo XIX, como «la mejor escuela privada de Inglaterra».[9][10]

Dos veces en 1808 y 1810, Luis Felipe intentó tomar las armas en España contra los ejércitos napoleónicos pero vio frustrados sus proyectos por la negativa del gobierno británico.[4]

En 1808, Luis Felipe propuso matrimonio a la hija del rey Jorge III, Isabel del Reino Unido. Pero debido a su fe católica y la oposición de su madre, la reina Carlota, hicieron que la princesa rechazara la oferta a regañadientes.[11]

Luis Felipe se refugió en Sicilia en 1809, en la corte del rey Fernando I de las Dos Sicilias, que había huido de Nápoles con el apoyo inglés después de que el ejército francés tomara la capital y Napoleón declarase la extinción de la dinastía borbónica y estableciese a su hermano José I Bonaparte como nuevo monarca. En Palermo Luis Felipe conoció a la que sería su esposa, la princesa María Amelia de Borbón-Dos Sicilias, hija del rey Fernando y María Carolina de Austria. La ceremonia se celebró en Palermo el 25 de noviembre de 1809. El matrimonio se consideró controvertido, porque ella era la sobrina de la reina María Antonieta de Francia, mientras que él era el hijo de Luis Felipe II, duque de Orleans, considerado participante en la ejecución de su tía. Por este motivo, su madre se mostró escéptica respecto al matrimonio. Había estado muy unida a su hermana menor y quedó devastada con su ejecución, pero terminó por dar su consentimiento después de que el novio la convenciera de que estaba decidido a compensar los errores de su padre.[12]​ Durante los primeros años de su matrimonio, la pareja vivió bajo protección británica en Palermo, en el palacio de Orleans, que les regaló su padre, y tuvieron diez hijos:

Tras la caída de Napoleón, en mayo de 1814, Luis Felipe regresó a Francia durante el reinado de su primo Luis XVIII, en el periodo de la Restauración. Para entonces había logrado la reconciliación, durante el exilio, de la familia de Orleans con Luis XVIII, y una vez más se encontraba en la corte. Recibió el título de duque de Orleans, y se le devolvió la tradicional residencia de su familia en París, el Palais-Royal. A su llegada, tuvo que pelearse con los guardias del palacio que no le dejaban acceder y que aún llevaban la librea imperial. Lo primero que hizo nada más entrar fue besar los escalones de la escalera principal. En septiembre de ese mismo año, llegaron la duquesa María Amelia, sus hijos y la hermana del duque, Adelaida. Durante todo el verano se habían hecho ingentes esfuerzos para restaurar el edificio y darle la importancia que tuvo antes de la Revolución. Para ello Luis Felipe tuvo que expulsar a comerciantes, locatarios e incluso a comediantes de la vecina Comédie-Française que habían ocupado varias partes del palacio durante los años previos. El 25 de octubre, nació el duque de Nemours en el Palais-Royal.[13]

Se inició entonces un proceso de recuperación de las propiedades de los Orleans, o al menos de aquellas que no habían sido vendidas como bienes nacionales. La propiedades se dividían en tres tipos:

Todo ello quedó a medias debido a la huida de Napoléon de la isla de Elba y la marcha de nuevo al exilio en Inglaterra, de donde no volvería hasta 1817, debido a su oposición manifiesta con la política del rey y a su resentimiento por el trato a su familia, una rama de la Casa de Borbón bajo el Antiguo Régimen. Todo ello provocó fricciones entre el monarca y él, poniéndose abiertamente del lado de la oposición liberal. En esa época, creció la popularidad de Luis Felipe, al encarnar una oposición mesurada a la política ultrarrealista del monarca y no rechazar la Revolución Francesa en su totalidad. Oposición que se ilustra en su condena del denominado Terror Blanco.[4]

Luis Felipe mantenía un estilo de vida modesto y burgués, enviando a sus hijos al Lycée Henri IV. Sin embargo, esta «comedia de modales sencillos» no correspondía realmente al personaje de Luis Felipe, que mantenía «el orgullo de raza» y se aferraba a sus derechos de sangre.[14]

Lentamente, se rehízo la fortuna de los Orléans ampliándose gracias a la herencia de la duquesa viuda María Adelaida de Borbón, fallecida en 1821 y que legó a sus hijos la fortuna del duque de Penthievre que incluía los castillos de Amboise, Chanteloup, Anet, Bizy, La Ferté-Vidame y la capilla de Dreux.[15]

Luis Felipe mantuvo términos mucho más amigables con el hermano y sucesor de Luis XVIII, quien accedió al trono en 1824 y con quien socializó. Al día siguiente de la muerte de Luis XVIII, Luis Felipe obtuvo el rango de alteza real otorgado por Carlos X, siendo además muy beneficiado a raíz de la «Ley del millardo a los emigrados», aprobada en 1825, que le aportó una enorme indemnización. Sin embargo, su oposición a las políticas de Villèle y más tarde de Jules de Polignac hizo que se le considerara una amenaza constante para la estabilidad del gobierno borbónico, lo que pronto resultó ser una ventaja para él.

Después de un largo período de agitación ministerial, parlamentaria y periodística, el rey Carlos X publicó unas ordenanzas en julio de 1830, buscando la consolidación de su poder absoluto. Se suspendía la libertad de prensa, se disolvía la Cámara de los Diputados y se reformaba la ley electoral, restringiendo el derecho al sufragio, para beneficiar a los grandes terratenientes, que se suponía que estaban del lado del rey. En respuesta a estas medidas, los parisinos se levantaron en los llamados «tres gloriosos» días, erigieron barricadas y se enfrentaron a las fuerzas armadas, comandadas por el mariscal Marmont, en combates que dejaron alrededor de 200 soldados muertos y casi 800 entre los insurgentes.[16]​ La revuelta rápidamente se convirtió en una revolución.

En el tercer y último día de la insurrección, el 29 de julio de 1830, Carlos X cedió ante los insurgentes: destituyó al ministro Polignac y nombró a Casimir-Louis-Victurnien de Rochechouart de Mortemart, un moderado, como jefe de gobierno. Pero ya era demasiado tarde: el 30 de julio, la comisión municipal, convertida en gobierno provisional anunció: «Carlos X ha dejado de reinar sobre Francia».

El 2 de agosto, Carlos X, se retiró a Rambouillet, abdicó y convenció a su hijo, el Delfín, de que refrendara esta abdicación. Encomendó a su primo, el duque de Orleans, la tarea de anunciar que, por tanto, su abdicación se llevaba a cabo en beneficio de su nieto el duque de Burdeos (futuro «Conde de Chambord»), convirtiendo a Luis Felipe en regente.

No habiendo sido planeado nada, comienza entonces una discusión entre las diferentes formas de suceder a la monarquía borbónica. Algunos aclaman el nombre de Napoleón, otros avanzan al grito de la República, de la que La Fayette sería la esperanza, pero estas dos soluciones no son generalmente bien acogidas. Una gran parte de los diputados no creen que el establecimiento de un régimen republicano estable sea posible, pero, aunque el reinado de los Borbones se da por terminado, hay algunos, como Thiers, que están a favor de una alternativa monárquica orleanista encabezada por Luis Felipe, que era bastante popular.

Thiers, junto con Mignet, logró superar a los republicanos y fortalecer la causa orleanista. Los diputados nombraron al duque de Orleans teniente general del reino, título que aceptó el 31 de julio.[17]

El 31 de julio de 1830, los diputados liberales presentes en la capital lograron, con la complicidad de La Fayette, terminar con la insurrección republicana que había expulsado a Carlos X y se había apoderado de la capital, proclamando a Luis Felipe de Orleans como teniente general del reino.

En Francia, este título se había atribuido en raras ocasiones, y siempre a príncipes que han ejercido la autoridad real en ausencia o incapacidad del rey legítimo. Así, durante la primera restauración en 1814, el conde de Artois, que había precedido a Luis XVIII en París, había tomado el título de teniente general del reino hasta la llegada del legítimo monarca. Al final de las jornadas de julio, se eligió esta fórmula porque se consideraba un puente para el futuro, pero sin subrayar nada.

Por entonces, el duque se encarga de la salida de la familia de Carlos X de Francia. Pues el mismo día en el que es nombrado Teniente General, envió al capitán Dumont d'Urville a El Havre con la orden de fletar los dos cruceros estadounidenses más grandes que pudiera encontrar y llevarlos a Cherburgo.[18]​ El prefecto marítimo de Cherburgo era el destinatario de un despacho secreto que le indica el destino de los cruceros y recomienda que «SM el Rey Carlos X y su familia sean rodeados de muestras del mayor respeto tanto en Cherburgo como a bordo de los barcos». Finalmente, Luis Felipe nombró a los comisarios responsables de acompañar al rey en el camino al exilio: Odilon Barrot, el mariscal Maison, Auguste de Schonen y el duque de Coigny.[19]

Siguiendo el consejo de Marmont, Carlos X intentará una última maniobra abdicando a favor de su nieto, el joven duque de Burdeos, de diez años, para intentar salvar la dinastía. Encargó a su primo, el teniente general que anunciara a la Cámara de Diputados elegida por el pueblo su deseo de que su nieto lo suceda. Sin embargo, para aumentar sus propias posibilidades de sucesión, evade el encargo, y termina así con el reinado virtual de «Enrique V».[20]​ Posteriormente, Luis Felipe citó tres razones diferentes para negarse a reconocer la doble abdicación de Carlos X y su hijo:

Carlos X y su familia, incluido su nieto, se exiliaron en Gran Bretaña. El joven pretendiente, el duque de Burdeos, que en el exilio tomó el título de conde de Chambord, se convirtió más tarde en el pretendiente al trono de Francia y sería apoyado por los legitimistas.

El 3 de agosto, el Teniente General concedió, de su fortuna personal, una pensión de 1500 francos al autor de La Marsellesa, Rouget de Lisle. Asciende al grado de subteniente a todos los estudiantes de la École polytechnique que combatieron durante la Revolución de 1830 y otorgó condecoraciones a los estudiantes de las facultades de Derecho y Medicina. Cuestionable fue el nombramiento del barón Pasquier, quien sirvió en todos los regímenes anteriores, como presidente de la Cámara de los Pares, el otorgar al duque de Chartres el derecho a sentarse en la Cámara de los Pares[22]​ y al duque de Nemours la Gran Cruz de la Legión de Honor. El 6 de agosto decidió que el Gallo galo adornase el asta de la bandera de la Guardia Nacional.[23]

Sin embargo, en el palacio del Luxemburgo los pares parecen notar su falta de control sobre el curso de los eventos. Chateaubriand pronunció un magnífico discurso en el que habló a favor de Enrique V y en contra del duque de Orleans.[24]​ Por 89 votos de los 114 presentes (de un total de 308 pares con derecho a voto), la cámara alta aceptó la propuesta de la Cámara de los Diputados con un ligero cambio en los nombramientos de pares realizados por Carlos X, para lo cual se contó con la gran prudencia del príncipe-teniente general.

Las características de la entronización del nuevo rey se fijan el domingo 8 de agosto de 1830:

La ceremonia oficial de proclamación de la Monarquía de Julio tuvo lugar el 9 de agosto de 1830 en el palacio Borbón, en la sala provisional de deliberaciones de la Cámara de Diputados,[27]​ adornada con banderas tricolores. Frente al trono se colocaron tres taburetes, junto a los cuales se disponen, sobre cojines, los cuatro símbolos de la realeza: la corona, el cetro, la espada y la mano de justicia. En el hemiciclo se instalaron a la derecha a unos noventa pares, con traje de chaqueta, en lugar de los diputados legitimistas que rehúyen de la ceremonia, mientras que el centro y la izquierda están ocupados por los diputados. Ninguno de los diplomáticos acreditados en París apareció en las galerías reservadas al cuerpo diplomático.

A las dos de la tarde, Luis Felipe, escoltado por sus dos hijos mayores, el duque de Chartres y el duque de Nemours, apareció entre vítores. Los tres iban de uniforme, sin más adorno que el gran cordón de la Legión de Honor. El duque de Orleans saludó a la asamblea y ocupó su lugar en el asiento central, frente al trono, con sus hijos a cada lado, luego, una vez sentado, se cubrió, de acuerdo con las antiguas costumbres monárquicas. El presidente de la Cámara de Diputados, Casimir Perier, leyó la declaración del 7 de agosto, tras lo cual el presidente de la Cámara de Pares, el barón Pasquier, trajo el acta de membresía de la cámara alta. Luis Felipe declaró entonces que aceptaba sin restricciones ni reservas «las cláusulas y compromisos [de estos dos actos] [...] y el título de rey de los franceses» y que está dispuesto a jurar cumplirlos. El Guardián del Sello, Dupont de l'Eure, le presentó el formulario de juramento, inspirado en el de 1791, que Luis Felipe, descubriéndose y levantando la mano derecha, pronunció en voz alta:

La asamblea entonces aclama al nuevo rey mientras tres mariscales y un general del Imperio vienen a presentarle los atributos de la realeza: la corona por parte de Macdonald, el cetro por Oudinot, la espada por Mortier y la mano de la justicia porMolitor. Ascendiendo al trono, Luis Felipe se sienta en el y da un breve discurso antes de regresar al Palais-Royal en compañía de sus hijos, sin escolta y dando muchos apretones de manos por el camino.

Despertando el entusiasmo de los partidarios del nuevo régimen,[29]​ la ceremonia fue objeto del sarcasmo de sus adversarios.[30]

El nuevo régimen, fruto de un compromiso contra natura, disgusta tanto a los republicanos, que le reprochan su falta de ratificación popular, como a los legitimistas, que lo ven como una usurpación. Pero la Monarquía de Julio no está tan mal considerada para la opinión pública. El pueblo que se rebeló contra los Borbones no lo hizo para instaurar la república, y el pequeño puñado de activistas que avivó el fuego lo sabe bien; se levantó espoleado sobre todo, como Thiers vio claramente, por el odio al «partido sacerdotal» que Carlos X y Polignac parecían instalar en el poder. En cuanto a la burguesía de las ciudades y la aristocracia del Imperio, buscaban, con el favor del movimiento, hacerse con su parte de un poder que consideraban cada vez más confiscado, bajo la Restauración, en beneficio de una aristocracia muy limitada. Desde este doble punto de vista, la monarquía de julio, decididamente laica y que dará un lugar privilegiado a la burguesía, respondía a las aspiraciones del país.

El día 30 el «ciudadano-rey» es ovacionado por la multitud frente al Palais-Royal. Las multitudes animan a Luis Felipe para que cante La Marsellesa o La Parisienne. Pero como dijo el compositor Pierre-Jean de Béranger, el rey desempeñó un papel compositivo y se apresuró a quitarse la máscara.

Los revolucionarios crearon clubes populares, como los clubes de la revolución de 1789, varios de los cuales eran extensiones de las sociedades secretas republicanas.[31]​ Exigieron reformas políticas o sociales, y pidieron la pena de muerte para cuatro ministros de Carlos X que fueron detenidos cuando intentaban salir de Francia: Polignac, Chantelauze, Guernon-Ranville y Peyronnet. Las huelgas y las manifestaciones aumentaron, agrabando la recesión económica.

En plena recesión económica, para reactivar la actividad, el gobierno votó, en el otoño de 1830, un crédito de 5 millones para financiar obras públicas, principalmente carreteras.[32]​ Luego, ante la proliferación de quiebras y el aumento del paro, especialmente en París, el gobierno propone otorgar una garantía estatal a los préstamos a empresas en crisis con una dotación de 60 millones; finalmente, la Cámara vota a principios de octubre un crédito de 30 millones destinado a subvenciones.[33]

El 27 de agosto, la monarquía de julio tuvo que afrontar su primer escándalo con la muerte del último príncipe de Condé, hallado colgado del pomo de la ventana de su habitación en el castillo de Saint-Leu. Luis Felipe y la reina María Amelia son acusados sin prueba por los legitimistas de haberlo asesinado para permitir que su hijo, el duque de Aumale, designado como su heredero universal, se quede con su inmensa fortuna.[34]

Los partidarios de «Enrique V», que disputaban la legitimidad del acceso al trono de Luis Felipe, serían los legitimistas a los que se hace referencia como los henriquinquistes. En efecto, los legitimistas «reales» consideraban que Carlos X seguía siendo rey y que su abdicación era nula, considerándose a Luis Felipe como un usurpador. Su legitimidad no solo era cuestionada por el conde de Chambord, sino también por los republicanos. Por tanto, Luis Felipe gobernaba desde el centro, uniendo las tendencias realistas (orleanistas) y liberales.[35]

A diferencia de la de su antecesor, Carlos X, su monarquía fue constitucional, y recibió (al menos mientras se sostuvo) el apoyo social de la burguesía y el beneficio de un ciclo económico expansivo, durante el que Francia accedió plenamente a la Revolución Industrial (la época del «enrichissez-vous»), con lo que las diferencias sociales entre la burguesía y el proletariado se agudizaron. Suele recibir el nombre de Monarquía de Julio, por el mes de la revolución que lo ascendió al trono. Por tal motivo, las monarquías europeas le motejaron como Rey de las barricadas. Las barricadas de 1848 le apartaron del poder, dando paso a la Segunda República.

En 1837, bloqueó el río de la Plata, afectando a Argentina y Uruguay. En 1838, sus barcos llegaron a Veracruz, México, bloquearon el puerto e intervinieron en el país, en el episodio histórico que se conoce como Guerra de los pasteles.

Al frente del gobierno, se mostró reservado y prudente y manifestó un gran apego por el poder. Contaba con el apoyo social de la burguesía y el beneficio de un ciclo económico expansivo. Sin embargo, poco a poco se apoyó en el partido de la resistencia monárquica y, a partir de 1840, en Guizot. En política exterior, comenzó por acercarse a Gran Bretaña, debido al temor que tenía que los insulares iniciasen cualquier tipo de conflicto. Por ello firmó la «primera Entente Cordiale» (1840-1846), que ponía fin a la rivalidad franco-británica en el Mediterráneo y en España. Luis Felipe inició entonces un acercamiento a Viena para que su reinado fuera mejor valorado por los países autoritarios.

En 1846 Luis Felipe supuestamente formó parte de una tentativa monarquista en el país sudamericano de Ecuador. Según Francisco Michelena y Rojas, embajador ecuatoriano en Londres, los planes de crear un Reino de Ecuador que había trazado el expresidente de ese país, Juan José Flores, habrían tenido eco en las principales cortes europeas con pretensiones en América. Michelena acusaba principalmente a Francia de agitarse en distintas formas para establecer su dominación, ofreciendo sus príncipes bajo alianzas de familia, o su protectorado, tratando de influir en los gobiernos contra los intereses nacionales y humillando sus nóveles nacionalidades; y para ello el dinero necesario para la expedición prevendría del mismo rey Luis Felipe.[36][37]

Por otra parte Manuel Moreno, embajador argentino en Londres, sospechaba también de la intervención francesa en Ecuador, pues creía que la candidatura al trono ecuatoriano que le habían ofrecido a Agustín Muñoz y Borbón, tercer hijo del segundo matrimonio de la reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, no era sino aparente y provisional, y que en el fondo todo estaba dirigido por el monarca francés para acabar con la otra parte del Tratado de Utrecht, y atraer con el tiempo a la Casa de Orleans hacia Hispanoamérica. Moreno basaba su hipótesis en el casamiento de Antonio de Orleans, duque de Montpensier y noveno hijo del rey francés, con la infanta española Luisa Fernanda de Borbón, también hija de la mencionada María Cristina y hermana de Isabel II, en cuyo beneficio sería en realidad la futura monarquía que pretendían instaurar en América desde Ecuador.[36][37][38]​ Finalmente, y por diferentes motivos, estos planes de Flores no se llegaron a concretar nunca.

Los últimos meses de su reinado se caracterizaron por la crisis general que azotaba el país. Era una crisis financiera, económica, política y moral, que se vio agudizada por la imprudencia del propio rey, quien no supo ver el peligro que corría su dinastía bajo la política ultraconservadora de Guizot.

El 22 de febrero numerosos estudiantes, a los que se unieron trabajadores, marcharon por las calles de París protestando por la prohibición del banquete e ignorando que había sido cancelado. Marcharon hasta la Asamblea Nacional demandando el sufragio universal y la dimisión del gobierno de Guizot. El Rey, ante una situación que veía insostenible, el rey decidió entonces abdicar en favor de su nieto de nueve años, Felipe conde de París, confiando la regencia a su nuera, la duquesa de Orleans.

Por la tarde del mismo día, la duquesa se dirigió a la Asamblea Nacional para la investidura de su hijo como nuevo monarca de Francia y para que se proclamara oficialmente su regencia. Pero, recordando el fracaso de la Revolución de 1830, los republicanos y la izquierda parlamentaria desconfiaban de la monarquía constitucional y exigían ahora la instauración de la república. Apoyados por la presión popular de los manifestantes que irrumpieron en la Asamblea, se decidió la formación de un gobierno provisional bajo la presidencia del veterano Dupont de l'Eure. Luis Felipe abdicó y huyó con su familia al Reino Unido. El gobierno provisional proclamó la II República, decretó el sufragio universal masculino, fijó la jornada laboral en 10-11 horas y reconoció el derecho al trabajo para todos los ciudadanos.

Con su abdicación, Luis Felipe afirmó que la colección reunida por él en la Galerie Espagnole del Louvre hasta 1848, era su colección de arte y por tanto debía considerarse como una posesión personal, una reclamación que le permitió disponer de ella en última instancia. La colección fue vendida en una subasta en 1853.[39]




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