La historia de la Argentina es la cronología de sucesos desde el comienzo del primigenio poblamiento humano en el actual territorio de la República Argentina hasta nuestros días.
Se inicia con los vestigios más antiguos de seres humanos en suelo argentino, detectados en el extremo sur de la Patagonia, que datan de hace unos 13 000 años. Las primeras civilizaciones agroalfareras se establecieron en el noroeste andino desde el siglo XVIII a. C..
La historia escrita de lo que es la Argentina, comenzó con los registros del cronista alemán Ulrico Schmidl en la expedición de Juan Díaz de Solís en 1516 al Río de la Plata, hecho que anticipa la dominación española que se impondría en parte de esta región.
En 1776 la corona española creó el Virreinato del Río de la Plata, entidad aglutinadora de territorios a partir de la cual, con la Revolución de Mayo de 1810, comenzaría un proceso gradual de formación de varios Estados autónomos —llamados provincias— o independientes, entre ellos el que llevó el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata.
Con la declaración de la independencia el 9 de julio de 1816 y la derrota militar del Imperio español en 1824 se formalizó la existencia soberana. En 1833 el Imperio Británico tomó posesión de las Islas Malvinas que entonces era una comandancia militar de las Provincias Unidas, cuya devolución ha reclamado la Argentina desde entonces.
Tras un prolongado período de guerras civiles, entre 1853 y 1860 se formó una república federal con el nombre de República Argentina. Mediante guerras contra los pueblos mapuche, tehuelche, ranquel, wichi y kom, conocidas como Conquista del Desierto y Conquista del Chaco, la República Argentina tomó posesión de las llanuras chaqueña y pampeana y de la Patagonia oriental, conformando su territorio actual, el octavo más extenso del mundo.
Entre 1862 y 1930 transcurrió un largo período de estabilidad constitucional, en el que debido a una gran ola migratoria proveniente sobre todo de Italia y España, la población creció cinco veces más rápido que el mundo.
La implantación del sufragio universal para varones en 1912, completado con el reconocimiento del derecho al sufragio a las mujeres en 1951, dio origen a una serie de gobiernos electos por el voto popular, que se alternaron en el poder con dictaduras militares y gobiernos fraudulentos a partir de 1930.
Luego de la derrota en 1982 en la Guerra de Malvinas contra Inglaterra, la última dictadura colapsó, siendo sus integrantes enjuiciados por graves crímenes de lesa humanidad. En 1983 se inició un extenso período de democracia que continúa en la actualidad, sucediéndose desde entonces nueve presidentes pertenecientes a tres partidos: Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández.
Los primeros seres humanos que arribaron al actual territorio argentino parecen haber llegado por el extremo sur de la Patagonia provenientes de lo que hoy es Chile. Los restos más antiguos de la presencia humana se encuentran en Piedra Museo (Santa Cruz) y se remontan al 11 000 a. C.. Junto con los yacimientos de Monte Verde (Chile) y Pedra Furada (Brasil) constituyen, hasta el momento, los sitios de poblamiento más antiguos hallados en Sudamérica. Estos yacimientos sustentan la teoría del poblamiento temprano de América (pre-Clovis).
Estos primeros habitantes del territorio argentino se dedicaban a la caza de milodones, (mamífero parecido a un gran oso con cabeza de camello, ya extinguido) e hippidions (caballos sudamericanos que desaparecieron hace 8000 años), además de guanacos, y ñandúes.
Cerca de allí, también es posible ver las pinturas de manos y guanacos estampadas 7300 a. C. en la Cueva de las Manos (río Pinturas, provincia de Santa Cruz). Se trata de una de las expresiones artísticas más antiguas de los pueblos sudamericanos y ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
Para el año 9000 a. C. ya había comenzado el poblamiento de la pampa, en tanto que la zona del Noroeste del país comenzó a ser habitada hacia el 7000 a. C..
La historia prehispánica de la Argentina hace referencia a los desarrollos culturales locales del actual territorio de la República Argentina previos a la conquista y colonización por parte de España.
El primer registro poblacional del territorio actualmente controlado por la Argentina se remonta al 12.° o al 13.er milenio AP, de acuerdo a los hallazgos de Los Toldos y Piedra Museo. Entre los pueblos originarios, los cazadores y recolectores habitaron la Patagonia, la Pampa y el Chaco. Los agricultores se instalaron en el noroeste, Cuyo, las Sierras de Córdoba y después en la mesopotamia. Tastil, en el noroeste, fue la ciudad precolombina más grande ubicada en el actual territorio argentino, con una población de 2000 habitantes.
Los pueblos indígenas argentinos se dividieron en dos grandes grupos: los cazadores y recolectores, que habitaban la Patagonia, la Pampa y el Chaco; y los agricultores, instalados en el norte, Cuyo, las Sierras de Córdoba y, más tardíamente, en la Mesopotamia.
Los primeros rastros de vida humana en este territorio corresponden a pueblos de un nivel cultural paleolítico que tres mil años atrás incorporaron los primeros aportes culturales mesolíticos y neolíticos. Hasta la época de la conquista y de la colonización europea, el territorio argentino ha estado ocupado por diversos pueblos originarios, con diferentes organizaciones sociales que se pueden dividir en tres grupos principales:
En los siglos XIV y XV, el Imperio incaico conquistó parte de las actuales provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, el extremo oeste de la provincia de Tucumán, parte oeste de las provincias de La Rioja y San Juan, el noroeste de la provincia de Mendoza y, probablemente, el norte de la de Santiago del Estero, incorporando sus territorios al Collasuyo, que era la parte sur del Tahuantinsuyo o regiones de tal imperio.
Tradicionalmente, se atribuye la conquista al monarca inca Túpac Yupanqui. Varios señoríos de la región, como los Quechuas, los likanantai (atacamas), los huarpes, los diaguitas y otros, intentaron resistir, pero los incas lograron dominarlos, trasladando a sus territorios a los mitimaes o colonos deportados de las tribus de los chichas, que habitaban en lo que es el suroeste del actual territorio boliviano. Otros, como los sanavirones, los lule-tonocoté y los henia-kâmîare (popularmente llamados «comechingones»), resistieron con éxito la invasión incaica y se mantuvieron como señoríos independientes.
La conquista española de parte del actual territorio argentino se realizó mediante tres esfuerzos independientes: expediciones desde España hacia el Río de la Plata y el Paraguay, expediciones organizadas en el Perú para ocupar las tierras del Tucumán, y expediciones de Chile hacia Cuyo. De allí surgen las tres grandes subdivisiones: Nueva Andalucía (después dividida en Río de la Plata y Guayrá-Paraguay), Córdoba del Tucumán, y el Corregimiento de Cuyo. Las primeras dos pertenecieron al Virreinato del Perú, la última a la Capitanía General de Chile. En 1779 las tres pasaron a formar parte del nuevo Virreinato del Río de la Plata.
Teniendo en cuenta que en el Imperio Español la unidad social se concebía a través de la unidad de la Fe de la Iglesia católica, gracias a la bula del Papa Pablo III Sublimis Deus de 1537 se declaró a los indígenas hombres con todos los efectos y capacidades de cristianos. Hoy en día, gracias al mestizaje, la población de los países hispanoamericanos comparte antepasados indígenas y europeos, en diversos grados.[cita requerida]
En este período se produjo la muerte de la mayor parte de la población indígena en la catástrofe demográfica en América tras la llegada de los europeos, que llevó a su vez al Imperio Español a introducir a millones de esclavos secuestrados en el África negra. Simultáneamente y a pesar de la prohibición impuesta por estatutos de limpieza de sangre, se produjo un generalizado mestizaje de la población, en el que los hombres españoles mantuvieron relaciones sexuales —muchas veces forzadas —con decenas y hasta cientos de mujeres indígenas y negras. Esta situación causó un proceso de aculturación en los sectores no nacidos en España y de ambigüedad ante el hecho de la conquista. El artista argentino Víctor Heredia expresa este dilema en su obra Taki ongoy:
El 20 de noviembre de 1542, el rey Carlos I de España firmó en Barcelona por Real Cédula las llamadas Leyes Nuevas, un conjunto legislativo para las Indias entre las cuales dispuso la creación del Virreinato del Perú en reemplazo de las antiguas gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva León, al tiempo que la sede de la Real Audiencia de Panamá fue trasladada a la Ciudad de los Reyes o Lima, capital del nuevo virreinato.
El flamante virreinato comprendió en un inicio y durante casi trescientos años gran parte de Sudamérica y el istmo de Panamá, bajo diversas formas de control o supervigilancia de sus autoridades. Abarcaba una inmensa superficie que correspondía a los actuales territorios que forman parte de las repúblicas de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Panamá, Perú y toda la región oeste y sur del Brasil. Quedaban exceptuadas Venezuela, bajo jurisdicción del Virreinato de Nueva España a través de la Real Audiencia de Santo Domingo, y Brasil, que integraba el Imperio portugués.
En el período virreinal la mayor parte del actual territorio argentino no pudo ser conquistado por el Imperio Español, debido a la resistencia opuesta por los pueblos indígenas que habitaban esos territorios, principalmente en las llanuras chaqueña, pampeana y la Patagonia.
En la pampa y la Patagonia dominaron los pueblos tehuelches hasta que en el siglo XVIII ingresó un gran contingente mapuche proveniente de la región de Arauco, mapuchizando los pueblos que habitaban la Patagonia norte y la pampa, región que tomó el nombre de Puelmapu.
En la llanura chaqueña dominaron los pueblos wichi y kom. En la región de los ríos alto Paraná y alto Uruguay los jesuitas instalaron misiones indígenas guaraníes organizadas como repúblicas teocráticas de tipo comunitario, con el fin de proteger a sus miembros de las prácticas esclavistas de los encomenderos españoles y los bandeirantes portugueses, que llevó a la Guerra Guaranítica entre 1754 y 1756.
La zona del Río de la Plata fue disputada en el período entre el Imperio Español y el Imperio Portugués, dentro de confrontación que ambas potencias mantenían a escala global, generando una fuerte confrontación entre brasileños y rioplatenses que llegó al enfrentamiento bélico en la Guerra de los Siete Años y luego durante la guerra hispano-portuguesa de 1776-1777.
Los primeros europeos que llegaron a lo que actualmente es la Argentina, lo hicieron buscando un paso hacia el continente asiático. Por entonces América era solo un obstáculo entre España y las riquezas de Catay y Cipango en Asia. La zona, además, estaba ubicada aproximadamente sobre la Línea de Tordesillas, la división del mundo que se estableció por tratado entre España y Portugal y por lo tanto tenía, para ambos países la condición de frontera aún no ocupada.
Aunque existen muchas discusiones sobre la autenticidad de los viajes de Américo Vespucio, varios historiadores aceptan como un hecho que participó de la primera expedición europea (portuguesa) en llegar al actual territorio argentino, más específicamente al Río de la Plata en 1502.
En 1516 el navegante español Juan Díaz de Solís visitó lo que actualmente se conoce como Argentina, navegando el actual Río de la Plata, al que denominó Mar Dulce por su escasa salinidad. Llegó hasta la actual isla Martín García y murió tras navegar un breve trecho del Río Uruguay. Al regresar la expedición a España una de las carabelas naufragó en Santa Catarina, quedando abandonados allí 18 náufragos. Uno de ellos Alejo García fue el primero en conocer la leyenda del Rey Blanco, sobre un país rico en plata, realizando una excursión hasta la región de Potosí en donde se halla el Cerro Rico, donde se hizo de un enorme tesoro de piezas de plata. Al volver murió en un combate con los indios payaguás.
En 1519 y 1520 Hernando de Magallanes recorrió toda la costa de la actual Argentina durante la Expedición de Magallanes-Elcano, hasta el estrecho que lleva su nombre al que llegó el 21 de octubre de 1520.
En 1525 fray García Jofre de Loaísa dirigió una expedición que recorrió la Patagonia e incluso se establecieron brevemente en el Puerto Santa Cruz para reparar dos naves.
En 1526 Sebastián Gaboto (italiano) tomó contacto en Santa Catarina (Brasil) con los guaraníes que habían pertenecido a la expedición de Alejo García y decidió ir hacia el Imperio de Plata, navegando aguas arriba el Río de la Plata conocido entonces como Río de Solís. El 9 de junio de 1527 Gaboto ordenó establecer dos fuertes: uno en el actual territorio uruguayo (San Salvador) y otro, al que llamó Sancti Spiritus, primer asentamiento europeo en el actual territorio argentino, en la actual provincia de Santa Fe. Un expedicionario de Gaboto, Francisco César, llegó posiblemente a Córdoba. Gaboto remontó también el Río Paraná, el Río Paraguay y el Río Bermejo.
Diego García de Moguer llegó a Sancti Spiritus poco después de Gaboto e intentó imponer su autoridad. Sin embargo el hambre y las derrotas con los timbúes y charrúas los obligaron a volver a España, donde difudieron las noticias sobre el Rey Blanco y el Río de la Plata.
Portugueses y españoles aceleraron entonces los planes para tomar posesión de esa región, que ambos consideraban estaba de su lado de la Línea de Tordesillas.
En 1531 Portugal envió una gran expedición al mando de Martín Alfonso de Souza para tomar posesión del Río de la Plata y expulsar a los españoles. Llegó hasta la Isla Martín García, que rebautizó Santa Ana. Se internó por el Río Uruguay y se enteró de que los españoles del fuerte San Salvador habían sido derrotados. Decidió entonces retirarse al cabo de Santa María (donde actualmente se encuentra La Paloma, Uruguay). Allí realizó mediciones astronómicas y llegó a la conclusión de que estaba del lado español de la Línea de Tordesillas, por lo que volvió a Portugal sin realizar fundación alguna.
En la exploración y conquista que Sebastián Caboto hizo del Río de la Plata, el 9 de junio de 1527 construyó un fuerte en la desembocadura del río Carcarañá en el río Paraná, a unos 50 km al norte de la actual ciudad de Rosario, al que dio el nombre de Sancti Spiritus. Este fue el primer establecimiento español en lo que hoy día es la República Argentina. Cerca de su ubicación se levantó después el pueblo de Gaboto, en la provincia de Santa Fe, para conmemorar el hecho.
En una expedición posterior, en febrero de 1528, Diego García de Moguer al mando de una expedición de tres naves, se detuvo a explorar la zona del Río de la Plata. Navegando en abril por el Río Paraná, encontró de improviso el fuerte Sancti Spiritus. Sorprendido e indignado, ordenó al capitán Caro (designado por Sebastián Gaboto), que abandonase el lugar, ya que esa era conquista que solo a él le pertenecía por haber sido designado por Castilla para explorar esas tierras. Pero vencido por los ruegos de Caro y su gente para que fuese en auxilio de Gaboto, García siguió aguas arriba y entre lo que hoy día son las localidades de Goya y Bella Vista se encontró con el piloto veneciano, quien le obligó a cooperar en la búsqueda de la Sierra de la Plata, y juntos exploraron el río Pilcomayo, para seguir después hacia el estrecho.
A todo esto, en Sancti Spiritus, los españoles descuidaron la defensa del fuerte, y en septiembre de 1529, antes del amanecer, los indígenas tomaron por asalto la fortaleza. Sebastián Gaboto y Diego García de Moguer se encontraban en ese tiempo en el asentamiento de San Salvador, preparando hombres y embarcaciones, y no sabían nada de lo que se estaba desarrollando en Sancti Spiritus, hasta que vieron llegar a Gregorio Caro con los supervivientes, y la terrible noticia de la destrucción del fuerte. Inmediatamente Gaboto y García se dirigieron al fuerte intentando rescatar a sus hombres. En los alrededores de Sancti Spiritus hallaron algunos cadáveres completamente mutilados; los bergantines defondados y hundidos, los almacenes saqueados e incendiados. Solo dos cañones quedaron como testigos de la primera fortaleza que se levantó en tierra argentina.
El 24 de agosto de 1534, Diego García de Moguer, viaja de nuevo en la carabela Concepción hacia el río de la Plata, pasa por la isla de Santiago de Cabo Verde, luego al Brasil, donde desciende el estuario de los ríos Uruguay y Paraná y funda el primer asentamiento de la ciudad de Santa María del Buen Aire.
En 1536 Pedro de Mendoza fundó el Puerto de Santa María del Buen Ayre. Sin embargo, el asentamiento fracasó debido a las hambrunas y los enfrentamientos con las tribus indígenas. Algunos de los habitantes de la población, privados de alimentos y sitiados por los indígenas locales, se vieron llevados al canibalismo. La ciudad fue abandonada, y sus pobladores se establecieron en Asunción, que se constituyó en centro de operaciones español en la región.
Para el año 1573, no existían poblaciones hechas por europeos a lo largo del río Paraná, territorio al que cronistas como Martín del Barco Centenera, llamaban el «Argentino Reyno». Es así que Juan de Garay, partiendo de la ciudad de Asunción, acompañado por los mancebos de la tierra y los planos de la ciudad, fundan Santa Fe en los márgenes de este gran río, como nudo de comunicaciones entre la salida del Río de la Plata y el Paraguay, con el Tucumán y Cuyo, el Alto Perú y Chile. Resulta así que esta ciudad histórica, se transforma en la primera planificada en el territorio, sobre la base de los ideales arquitectónicos renacentistas. Mientras que en Europa, este modelo no se pudo llevar a cabo, América en general y Santa Fe en particular, son evidencias concretas de este nuevo proceso de urbanización planificado en cuadrículas, con un orden preestablecido a diferencia de las anteriores poblaciones. Elementos que hoy pueden verse claramente en el Parque Arqueológico de Santa Fe la Vieja en Cayastá.
En este Argentino Reyno, solo Santa Fe existió por varios años y es allí en donde viven los primeros pobladores a quienes se llamó argentinos. Martín del Barco Centenera da cuenta de ello en su poema histórico "La Argentina", publicado en 1602.
En 1580, saliendo desde Santa Fe, Juan de Garay refundó la Ciudad de la Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Ayres, que con el tiempo sería conocida simplemente como Buenos Aires. Esta ciudad formaba parte de la Gobernación de la Nueva Andalucía, dentro del Virreinato del Perú, con sede en Lima.
En el siglo XVII se establecieron las misiones jesuíticas guaraníes. Fueron pueblos misionales fundados por la "Compañía de Jesús" entre los guaraníes y pueblos afines, que tenían como fin evangelizar a los indios de las actuales provincias de Misiones y Corrientes, en Argentina, y de importantes territorios actualmente en el Paraguay. Cumplieron exitosamente su tarea hasta que en el año 1768, el rey español Carlos III ordenó expulsar a los jesuitas.
En 1549, el capitán Juan Núñez de Prado fue premiado por el Virrey del Perú. Pocos años antes los dominios españoles en los territorios incas habían sufrido una grave crisis. Tras las denuncias de Fray Bartolomé de las Casas, el Emperador Carlos V dictó nuevas leyes que daban grandes derechos a los indios: se prohibía el esclavizarlos, torturarlos, convertirlos forzosamente al cristianismo, y enajenar sus tierras. También se prohibía la transmisión de encomiendas por herencia. Esto generó la Gran Rebelión de Encomenderos, en la que a duras penas el gobierno real pudo imponer los nuevos derechos para los indios. Por su destacada labor, Juan Núñez de Prado recibió la autorización para ocupar y gobernar las tierras del Tucumán.
Al año siguiente (1550) Juan Núñez de Prado y sus compañeros fundaron la ciudad de El Barco. Esto generó una protesta por parte de Francisco de Aguirre, que reclamaba todo el Tucumán como parte de la Capitanía de Chile: en 1553 De Aguirre logró su cometido, y trasladó a los pobladores fundando la ciudad de Santiago del Estero del Nuevo Maestrazgo. Según los estudios de Narciso Binayán Carmona, tres siglos más tarde la totalidad de los criollos en el Norte de la Argentina sería descendiente de alguno entre los 103 miembros de la expedición de Núñez de Prado.
Los españoles buscaron consolidar el dominio en la región fundando ciudades en puntos clave:
Juan Ramírez de Velasco, al frente de la Gobernación del Tucumán, fundó la ciudad de Todos los Santos de la nueva Rioja en 1591, refundó la ciudad de Londres en 1592, y fundó San Salvador de Jujuy en 1593.
La Crónica de Fray Reginaldo de Lizárraga contrapone la conquista de Chile con la menos gloriosa (según él) colonización de Cuyo. La colonización no resultó dificultosa y fue completamente pacífica, ya que una embajada Huarpe cruzó los Andes para solicitar a los españoles les enviaran sacerdotes y arquitectos que les enseñaran a construir ciudades. En 1561 los españoles fundaron Mendoza del Nuevo Valle de La Rioja, seguida por San Juan de la Frontera en 1562 y San Luis de la Punta de los Venados en 1594.
Aunque ya en 1512 la Monarquía Hispánica acometió las reformas necesarias para regular su trato de forma oficial y abolir la esclavitud indígena mediante las Leyes de Burgos, se ha atribuido a la bula del papa Pablo III Sublimis Deus de 1537, que declaró a los indígenas hombres con todos los efectos y capacidades de cristianos, cuyo efecto en la colonización española se dio en el mestizaje, el cual fue excepcional: la conquista católica habría buscado incorporar a los indígenas a su civilización y su Iglesia, aun a costa de la anulación de su identidad cultural.[cita requerida]
En 1585 los jesuitas llegan a Santiago del Estero y en 1587 a Córdoba. En 1588 fundaron las primeras Misiones jesuíticas guaraníes y en el mismo año llegan al Río Salado para evangelizar a los pampas.
Desde su llegada, los jesuitas erigieron a Córdoba como el centro de la Provincia Jesuítica del Paraguay, en el Virreinato del Perú. Para ello necesitaban un lugar donde asentarse y así iniciar la enseñanza superior. Fue así que 1599, y luego de manifestarle dicha necesidad al cabildo, se les entregaron las tierras que hoy se conocen como la Manzana Jesuítica.
Las primeras manifestaciones culturales y científicas en el actual territorio argentino fueron realizadas por las órdenes religiosas, en especial la de los jesuitas que han hecho numerosas contribuciones significativas al desarrollo de la ciencia y han sido descritos como "el principal contribuyente a la física experimental en el siglo diecisiete."
En 1613 con apoyo del Obispo Trejo, fue fundada la Universidad jesuítica de Córdoba, la más antigua del país y una de las primeras de América, que dictaba enseñanza en arte, teología y, a fines del siglo XVIII, jurisprudencia. Ese año también se crea la Librería Grande (hoy Biblioteca Mayor), que según registros llegó a contar con más de cinco mil volúmenes. Ésta, como el resto de las universidades del imperio español, participó activamente en el esplendor cultural del Siglo de Oro, gracias al movimiento innovador liderado por la Escuela de Salamanca.
En 1624 fue fundada la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca que aunque no exactamente en el actual territorio argentino desde su creación tuvo una notable influencia.
La red de universidades 25 universidades virreinales del Imperio español fundadas por toda América, a lo largo de casi dos siglos, difundió los importantes avances del Siglo de Oro Español. También el Camino Real Intercontinental, que afectó a la ruta del mercurio y de la plata de la Monarquía Hispánica que supuso una parte esencial en el comercio entre Europa y América entre los siglos XVI y XVIII, así como contactos culturales e innovaciones tecnológicas.
En 1609 se funda la primera de las misiones jesuíticas guaraníes. Las treinta misiones llegaron a ser, en el siglo XVIII, un verdadero emporio comercial, un "estado dentro del estado" como lo denominaban sus detractores, que se estableció como un sistema de organización económica y social distinto al de las colonias que las rodeaban. Su autonomía y la adaptación de la organización social comunitaria de los guaraníes a un nuevo contexto permitió al sistema subsistir y progresar. Las misiones eran pueblos indígenas, administrados por los mismos guaraníes (bajo la mirada paternalista de los misioneros), donde la tierra se dividía en dos: la tupá mbaé (propiedad de Dios), comunitaria, y la avá mbaé (propiedad del hombre), para la explotación familiar. El excedente era comercializado por todas las colonias circundantes (el Plata, Tucumán, el Brasil y hasta el Alto Perú y España) y les proporcionaba medios a los jesuitas para expandir las misiones y mantener sus colegios y universidades (como los que tenían en Córdoba, centro regional de la Compañía de Jesús).
Los principales productos comercializados por las misiones eran la yerba mate, el tabaco, el cuero y las fibras textiles. Sin embargo, las misiones debieron soportar un fuerte asedio de los bandeirantes, partidas de portugueses que se internaban en la selva para "cazar indios" con el objeto de venderlos como esclavos en su base de San Pablo, que irónicamente nació como reducción jesuita). Las Misiones jugaron un papel clave en la defensa del Paraguay y el Río de la Plata de la expansión portuguesa. Justamente, después de la batalla de Mbororé, en 1641 (que duró 10 días), en la que un ejército de guaraníes al mando de los jesuitas (muchos de los cuales habían sido antes soldados) derrotó a una bandeira (un ejército lusobrasileño de bandeirantes) , que se les permitió por primera vez a los indígenas utilizar armas de fuego (si bien solo las de menor calibre). Estos ejércitos misioneros fueron de gran utilidad durante los enfrentamientos entre España y Portugal en el Río de la Plata.
No solo a trabajar, rezar y pelear les enseñaron los jesuitas, sino también música y otras artes (de las que aún se pueden admirar se destacan las "barrocas" arquitecturas exornadas con relieves barrocos resaltados en las piedras sillares o tallados en los rojos ladrillos de tipo romano. Es así que, luego de la expulsión de los jesuitas, muchos guaraníes se trasladaron a las ciudades coloniales, como Corrientes, Asunción o Buenos Aires, donde se destacaron como compositores y maestros de música, plateros y pintores.
Los primeros Jesuitas llegan a Buenos Aires durante el gobierno de Hernandarias en 1608 y fundan el Colegio de San Ignacio y en 1675 fundan el Real Colegio de San Carlos. En 1654 el Cabildo de Buenos Aires encomendó a los jesuitas atender la educación juvenil de la ciudad.
Los sacerdotes de la Compañía de Jesús, se instalaron al sur del Río Salado entre los años 1740 y 1753, con el fin de establecer una población permanente en la frontera del estado colonial. Su intención fue la de hacer sedentarios e instruir a los indígenas en la doctrina cristiana. La primera reducción, fue la "Reducción de Nuestra Señora en el Misterio de su Concepción de los Pampas", fundada en año 1740 en la margen sur del Río Salado, por los padres Manuel Quevedo y Matías Strobel. La segunda fue la "Reducción de Nuestra Señora del Pilar de Puelches", fundada en el año 1746 cercana a la margen de la actual Laguna de los Padres, por los misioneros Joseph Cardiel y Tomás Falkner. Finalmente, la "Misión de los Desamparados de Tehuelches o de Patagones", fue fundada en el año 1749 a cuatro leguas al sur de la anterior, por el padre Lorenzo Balda. Allí lograron evangelizar a un gran número de indios pampas. Strobel medió entre las autoridades de Buenos Aires y los pampas para establecer la paz entre ellos. Falkner y su colega jesuita Florián Paucke recogieron una gran información acerca de las costumbres y usos de los indios pampas y guaraníes que plasmaron en libros y exquisitos dibujos que dieron origen a la etnografía en el actual territorio argentino.
En las Misiones jesuíticas guaraníes publicaron libros en guaraní sobre gramática, catecismo, manuales de oraciones y hasta un diccionario. Las reducciones contaron con la primera imprenta fundada por los padres Juan Bautista Neuman y José Serrano, quienes armaron una prensa, fundieron los tipos necesarios y publicaron los primeros libros. Las impresiones se hicieron en Nuestra Señora de Loreto, San Javier y Santa María la Mayor.
El primer libro publicado fue el Martirologio Romano en el año 1700; más adelante el Flos Sactorum del padre Pedro de Ribadeneyra en edición guaraní, y De la diferencia entre lo temporal y lo eterno del padre Juan Eusebio Nieremberg. Fue muy rica y variada la producción bibliográfica, conservándose todavía la mayoría.
La Expulsión de los jesuitas del Imperio Español de 1767 hizo que 2630 jesuitas tuvieran que dejar Iberoamérica, lo que significó un terrible golpe a nivel educativo, ya que la inmensa mayoría de las instituciones educativas del territorio estaban a cargo de ellos como profesores.
El navegante español Gabriel de Castilla zarpó de Valparaíso en marzo de 1603 al mando de tres naves en una expedición encomendada por su primo hermano, el virrey del Perú Luis de Velasco y Castilla, para reprimir las incursiones de corsarios neerlandeses en los mares al sur. Al parecer esa expedición alcanzó los 64° de latitud sur. No se han hallado aún en archivos españoles documentos que confirmen la latitud alcanzada y si realizaron avistamientos de tierras, sin embargo, el relato del marinero neerlandés Laurenz Claesz (en un testimonio sin fecha, pero probablemente posterior a 1607), documenta la latitud y la época. Claesz declara que él:
El 30 de abril de 1606 Pedro Fernández de Quirós tomó posesión de todas las tierras del sur hasta el Polo para la corona de España en la isla Espíritu Santo en Vanuatu, a la que llamó Austrialia del Espíritu Santo pensando que era parte de la Terra Australis Incognita.
Otra suposición es que en el siglo XVIII la península Antártica y los archipiélagos de las Antillas del Sur fueron frecuentemente visitados por cazadores de focas españoles e hispanoamericanos, quienes habrían ocultado los territorios en cuestión para evitar la competencia (en especial de los británicos). La presencia de estos cazadores estaría atestiguada por el encuentro de posibles restos de sus refugios en las costas orientales de la península Antártica.
Al comienzos del siglo XVII las ciudades fundadas por los españoles no eran más que pequeñas atalayas de civilización europea esparcidas en un territorio muy vasto, y durante esos cien años fueron aumentando su influencia a través de encomiendas de la formación de estancias y de la fundación de ciudades, que iban alejándose progresivamente del Camino Real. Si bien eran comunes las refriegas fronterizas, no hubo grandes conquistas como en el siglo anterior: más bien se consolidó el dominio de los territorios ya conquistados.
En 1599 los Jesuitas se instalaron en Córdoba, y en 1613 fundaron una universidad en esa ciudad. Al mismo tiempo fueron fundando asentamientos entre los indios guaraníes y guaycurúes. Las Misiones Jesuíticas estaban subordinadas a la Corona Española. Como cualquier otra ciudad española tenían un cabildo, un corregidor, alcaldes de primero y segundo voto, escribano, y todas las demás instituciones de la civilización española: la diferencia era que el corregidor y el resto de las autoridades eran casi siempre caciques.
En 1663, por orden del capitán general de las provincias del Río de La Plata y presidente de la Real Audiencia de Buenos Aires José Martínez de Salazar fue instituido el El Camino Real de Buenos Aires a Lima con dos vías principales: el Camino Real del Perú que seguía en líneas generales el itinerario de la actual Ruta Nacional 9 de la Argentina desde Buenos Aires, pasando por Córdoba, Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán, Salta, San Salvador de Jujuy, Potosí, llegando hasta el Perú y el Camino Real del Oeste que continuaba hacia San Luis, Mendoza y Santiago en Chile y que recorría un trazado similar a la Ruta Nacional 7.
Comparada con otras partes de Latinoamérica, la esclavitud jugó un rol relativamente pequeño en el desarrollo de la economía argentina, debido principalmente a la falta de minas metalíferas y de plantaciones de caña de azúcar, que habrían demandado una enorme cantidad de mano de obra esclava. El Brasil colonial, por ejemplo, importó prácticamente 2.5 millones de africanos en el siglo XVII. En contraste, un estimado de 100 000 esclavos africanos arribó al puerto de Buenos Aires en los siglos XVII y XVIII; la gran mayoría de ellos estaban destinados a Paraguay, Chile y Bolivia. El mercado del Alto Perú facilitó la plantación de algodón en Santiago del Estero y el establecimiento de una incipiente industria textil, en la cual se elaboraba el algodón junto con la lana de caprinos, ovinos y auquénidos en los territorios de las actuales provincias de Santiago del Estero, Catamarca, Salta, La Rioja así como de talabartería en Tucumán. Por otra parte la ciudad de Córdoba se encontraba beneficiada al ser la encrucijada de las rutas que unían el oeste con el este y el norte con el sureste del virreinato.
Esta base económica, con un norte metalífero y un sur agrícola y portuario significó el desarrollo de un tránsito carretero que generalmente bajaba desde el Alto Perú hasta el puerto de Buenos Aires siguiendo el Camino Real, tal tránsito supuso por su parte la cría de mulas, también de caballos y asnos) la cual se realizaba principalmente en las ciudades del Tucumán y promovió la fabricación de carretas fabricadas en San Miguel de Tucumán y en la ciudad de Mendoza. La zona de las Misiones y el Paraguay fue sede de cultivos de yerba mate, cultivos iniciados por guaraníes y jesuitas. La yerba mate abastecía a casi todo el virreinato e incluso a la Capitanía General de Chile. Otros cultivos alimenticios surgieron merced a la demanda altoperuana: vinos (en Salta, Tarija, Cuyo, Córdoba), aguardientes y singanis; e incluso plantaciones de olivo, principalmente en La Rioja y Catamarca
Un ejemplo de consolidación administrativa y territorial fue el establecimiento del Marquesado de Yavi en 1707: su capital estaba en la ciudad de Yavi, actual provincia de Jujuy; y se extendía por todo el norte argentino y el sur de Bolivia (Chuquisaca, Tarija, Orán, San Antonio de los Cobres, etc). Los marqueses tenían una enorme extensión de tierras y gozaban del reconocimiento perpetuo de sus encomiendas, que fueron declaradas inválidas por la Corte Suprema Argentina en 1877.
En Cuyo, llegando al siglo XVIII la mayor parte de los huarpes se había convertido al cristianismo, adoptando el idioma castellano. Esa fue la zona donde más rápido se dio la criollización de los pueblos originarios. Un resto de los huarpes al sur del río Diamante fue conquistado por los mapuches durante la araucanización.
En 1749 se creó en el El Camino Real de Buenos Aires a Limael servicio de Correos y Postas por iniciativa de Domingo de Basavilbaso, que por este motivo es reconocido como el padre del correo argentino. La clave del nuevo servicio era la cadena de postas que jalonaban el camino.
Entre 1680 y 1828, España y Portugal (seguidos de sus colonias independientes) tuvieron una serie de conflictos a lo largo de su frontera.
En 1680 el militar portugués Manuel de Lobo fundó la primera ciudad en el actual territorio uruguayo: Colonia del Sacramento. El gobernador español del Río de la Plata, José de Garro, pidió refuerzos a las ciudades de Tucumán, Corrientes, Santa Fe, y las misiones jesuitas: con ese ejército ocupó la ciudad. Al año siguiente el Rey firmó un tratado con Portugal para devolverla, a condición de que no comerciaran con las ciudades españolas.
Cincuenta años más tarde, en 1723, el portugués Manuel de Freytas Fonseca fundó el fuerte de Montevidéu. Los españoles de Buenos Aires tomaron el fuerte y en 1726 Felipe V ordenó fortificarlo y poblarlo. La situación permaneció estática hasta 1762: en el contexto de la guerra de los Siete Años, los españoles de Buenos Aires volvieron a ocupar la ciudad, sin embargo la guerra terminó con la firma del Tratado de París (1763), en el que se fijó el retorno de la disputada colonia a Portugal. En 1777, con el Tratado de San Ildefonso, Colonia pasó otra vez al dominio Español.
Tras la Revolución de Mayo, las fuerzas portuguesas lanzaron una invasión de la Banda Oriental en 1811. Una segunda invasión en 1816 fue definitiva: la Provincia Oriental fue anexada por el Reino del Brasil y pasó a llamarse Provincia Cisplatina. En 1825 comenzó la guerra del Brasil, el Congreso de la Florida declaró la independencia de la Provincia Oriental y su reincorporación a las Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1828 terminó la guerra y con ella finalizaron los principales conflictos limítrofes.
A lo largo del siglo XVIII, los cambios políticos llevados adelante por la Casa de Borbón que reemplazó a la Casa de Austria a partir del 16 de noviembre de 1700 en el Imperio español transformaron las dependencias americanas, hasta entonces «reinos» relativamente autónomos, en colonias enteramente dependientes de decisiones tomadas en España en beneficio de ella. Entre estas medidas se contó la fundación del Virreinato del Río de la Plata en 1777, que reunió territorios dependientes hasta entonces del Virreinato del Perú, y dio una importancia singular a su capital, la ciudad de Buenos Aires, que había tenido escasa importancia hasta ese momento.
En 1776, los españoles separaron el Virreinato del Perú, estableciendo entre otras nuevas zonas administrativas al Virreinato del Río de la Plata. La enorme superficie que abarcaba el virreinato del Perú dificultaba las tareas de gobierno, lo cual fue un poderoso motivo para su división. Buenos Aires se estableció como capital, por su creciente importancia como centro comercial y el valor del estuario del río de la Plata como entrada hacia el interior del continente.
Este virreinato abarcó lo que hoy es la Argentina, Uruguay y Paraguay, así como también la mayor parte de la actual Bolivia. Según el censo ordenado por Carlos III, en 1778 el virreinato tenía una población de 186 526 habitantes. Córdoba tenía 44 506, La ciudad de Buenos Aires 37 679, mientras que Mendoza tenía un cuarto 8765. Era importante la población afroargentina, que superaba el 50 % en Santiago del Estero y Catamarca.
En un principio, la ciudad de Buenos Aires había sufrido serios problemas de aprovisionamiento de bienes básicos, ya que el comercio exterior era monopolizado por España y dicho país priorizaba el puerto de Lima, dado que en el Perú se extraían grandes cantidades de oro y plata para la metrópoli, productos ausentes en los alrededores de Buenos Aires. Como consecuencia, se produjo un fuerte desarrollo del contrabando. La principal producción de Buenos Aires por aquel entonces era el cuero.
España impuso el cristianismo y el idioma castellano. En toda la Hispanoamérica regían las costumbres y modas españolas, aunque las diferentes etnias y culturas criollas que integraron la población colonial también encontraron mecanismos para preservar algunos aspectos de sus patrimonios culturales, lingüísticos y religiosos, que muchas veces se fusionaron entre sí para generar nuevas manifestaciones culturales. La densidad de población en el Virreinato del Río de la Plata era baja, y hasta mediados del siglo XIX más de la mitad del territorio argentino actual estuvo habitado por las tribus indígenas.
España impuso en sus colonias americanas un sistema de castas con tres grupos principales, blancos, indios y negros, así como también los grupos derivados del mestizaje de los demás: mulato, mestizo, zambo. Los híbridos se consideraban «manchados» o de «sangre impura», pero existían diferencias entre ellos ya que, mientras la «sangre india» «manchaba» por tres generaciones, la «sangre negra» «manchaba» para toda la eternidad. En la cima del sistema de castas se encontraban los españoles peninsulares, considerados de «sangre pura» a los que se reconocía la mayor cantidad de privilegios, seguidos de los españoles americanos, conocidos como «criollos», descendientes legítimos de padre y madre españoles. Si bien existía una diferencia conceptual entre peninsulares y criollos, ellos no tenían ninguna diferencia de derechos: hubo varios criollos que fueron virreyes, en el Plata Vértiz. En el lugar más bajo de la escala social se encontraban los «negros» ocupando el último lugar aquellos nacidos en África.
Sin embargo, dicha separación no era tan estricta, y sus convenciones solían ser postergadas si las necesidades prácticas así lo requerían.Invasiones Inglesas se dieron armas y rangos militares a varios grupos que en circunstancias normales no podrían acceder a tales puestos, y la escasez de mujeres españolas promovió el mestizaje. Del mismo, y teniendo como una de sus bases económicas la ganadería extensiva o el acarreo y faena de grandes rebaños, surgieron los mancebos de la tierra ya en el siglo XVII y luego los gauchos, los cuales tendrían un rol decisivo en la gesta emancipatoria del siglo XIX.
Así, durante lasLas bulas Inter Caetera y Dudum si Quidem de 1493 le adjudicaban al Reino de España «todas aquellas islas y tierras firmes, encontradas y que se encuentren, descubiertas y que se descubran hacia el mediodía», fijada en una línea a cien leguas de las islas Azores. Las Islas Malvinas, incluidas en las zonas aludidas por las bulas, fueron avistadas por primera vez en 1520 por Esteban Gómez con la nave San Antonio de la expedición española de Fernando de Magallanes. Las islas comienzan a aparecer en los mapas Pedro Reinel (1522-1523), Diego Rivero (1526-1527 y 1529), Islario de Santa Cruz (1541), Sebastián Gaboto (1544), Diego Gutiérrez (1561), Bartolomé de Olivos (1562), entre otros. Gran Bretaña afirma que las islas fueron descubiertas por John Davis en 1592
El 31 de enero de 1764 el francés Louis Antoine de Bougainville arribó a las islas, a las que nombró Illes Malouines debido a que los colonos que traía a las islas provenían de la ciudad francesa de Saint-Malo. El 17 de marzo fundó una colonia en la isla Soledad, a la que llamó Port Saint-Louis y el 5 de abril de 1764 tomó posesión formal del territorio en nombre de Luis XV. pero en 1765 España y Francia llegaron a un acuerdo para el reconocimiento de las Islas como posesión española que incluía una indemnización por gastos realizados a Louis Antoine de Bougainville. Por tal motivo, el 2 de octubre de 1766 el rey Carlos III de España dictó una real cédula por la cual creaba la Gobernación de las Islas Malvinas como dependencia del gobernador y capitán general de Buenos Aires, en ese momento Francisco de Paula Bucarelli y Uruzúa, nombrando al capitán de navío Felipe Ruiz Puente como primer gobernador del territorio. Así el primer poblado pasó de manos francesas a Españolas. Al asumir Felipe Ruiz Puente como primer gobernador español de las Malvinas se instaló en Port Saint-Louis y procedió a construir varios edificios comunes como cocinas y cuarteles, y una capilla consagrada a Nuestra Señora de la Soledad, nombre que reemplazó al topónimo francés del puerto y derivó finalmente en el de toda la isla.
En este Puerto de Nuestra Señora de La Soledad se radicó la sede de gobierno de la Gobernación de las Islas Malvinas (posteriormente Comandancia). Los sucesivos gobernadores de las islas (hubo 18 en total) cumplieron la tarea de inspeccionar regularmente las costas; el lugar era habitualmente visitado por loberos y balleneros ingleses y norteamericanos. La población de las islas estaba compuesta por oficiales, soldados y presidiarios, estos últimos pertenecientes a la cárcel instalada en 1780.
Tras los primeros conatos independentistas en el virreinato, el gobernador de Montevideo, Gaspar de Vigodet decidió reunir todas las fuerzas militares de las que disponía a fin de enfrentar a los revolucionarios de Mayo, por lo que ordenó evacuar las Malvinas. En enero de 1811 España abandonó las islas con intenciones de volver, luego de 37 años de ocupación indiscutida y dejando también placas en el campanario de la capilla y en los edificios principales, en la que afirmaba su soberanía sobre las islas:
En los siglos XV y XVI los tehuelches, ubicados en las llanuras pampeano-patagónicas comienzan a migrar hacia la zona cordillerana bajo dominio pehuenche, pertenecientes a la cultura mapuche. En la misma época los huarpes ubicados en el territorio actual de Mendoza se desplazan hacia el sur estableciendo relaciones amistosas con los pehuenches.
A partir de 1608 las incursiones esclavistas en territorio del pueblo Cunco (sur actual chileno), perteneciente a la nación Mapuche, comenzó a impulsar una migración a través del paso Pehuenche desde el lado occidental al lado oriental de la cordillera de los Andes, instalándose en la región y dando comienzo a lo que será conocido como el proceso de mapuchización de las culturas tehuelche.
Terminada la Guerra de Arauco en 1656 los mapuches comienzan a expandir su presencia en el norte de la Patagonia y la pampa, instalando fütalmapus o confederaciones, con sus correspondientes aillarehues (federaciones provinciales) y lovs (clanes). El proceso se consolidó en el siglo XVIII, asimilando culturalmente las parcialidades tehuelches y la adopción de la lengua mapudungun (que influirá también los dialectos españoles de la región), así como las leyes o admapu y costumbres mapuches.
La expansión de los pueblos indígenas por las llanuras pampeanas y patagónicas fue promovida por la adopción del caballo introducido por los españoles, transformándose en hábiles jinetes. A medida que el territorio pampeano se fue poblando de animales vacunos salvajes, reorientaron su economía hacia la caza de vacunos, manzanas en el valle del actual río Negro o Curu Leuvu y también a la extracción de sal obtenida en las grandes salinas de la región, a la vez que establecieron nuevas rutas comerciales con el valle central de Chile. Uno de los asentamientos más importantes fue el de los ragkülche o ranqueles, que instalaron sus aillarehues a lo largo del río Chadileuvú, Salado o Desaguadero y el sector del Salinas Grandes, controlando la pampa.
El malón fue una táctica militar ofensiva empleada por araucanos, que consistía en el ataque rápido y sorpresivo de una nutrida partida de guerreros a caballo contra un grupo enemigo, ya fueran otros pueblos o parcialidades indígenas, o poblaciones, fortificaciones y estancias de los criollos, con el objetivo de matar adversarios y saquear para hacerse con ganado, provisiones y prisioneros, sobre todo mujeres jóvenes y niños.
El malón fue utilizado en la extensa área de la frontera sur de la entonces Capitanía General de Chile y del Virreinato del Perú y del posterior Virreinato del Río de la Plata, que eran jurisdicciones políticas dependientes de la corona española, perviviendo hasta comienzos del siglo XX en los territorios de los nuevos estados surgidos a consecuencia de la independencia de Argentina y Chile.
En 1790 el Imperio Español celebró el primero de tres tratados con los mapuches relativos al Puel Mapu (Tratado de Paz con el Cacique Callfilqui de 1790, Tratado de Paz con los Indios Ranqueles de 1796 y el Tratado entre los Pehuenches y la Provincia de Mendoza 1799), que complementaban los que venían celebrando con el sector mapuche del otro lado de la cordillera.
Aunque en los textos de Bartolomé Mitre y de Estanislao Zeballos o en las cartas y documentos de Juan Manuel de Rosas, que son de la época, no existe la palabra mapuche, se habla solo de pampas, puelches, ranqueles, etc., se cree que los mapuches terminaron conformando en el siglo XVIII una zona de influencia llamada Puelmapu o Puel Mapu, que se extendía desde la cordillera de los Andes, el río Limay y el Curu Leuvu o río Negro por el sur, en la región del Neuquén, hasta el río Cuarto por el norte y el océano Atlántico por el este. El Puel Mapu ya figura constituido en el Parlamento de Lonquilmo de 1784.
La gran migración mapuche a la pampa y la Patagonia atlántica, comenzó en 1833.
La tradicional historiografía latinoamericana y argentina ha interpretado que los movimientos de independencia de las colonias españolas iniciados a comienzos del siglo XIX, constituyeron un momento de ruptura con el colonialismo occidental, que dio paso a la creación de estados-nación independientes de los imperios europeos. Distanciados de esa visión, varios científicos sociales sostienen que los procesos de independencia política, no rompieron con los procesos profundos de la colonialidad, creando "estados criollos republicanos" o "estados coloniales", independientes pero que mantuvieron las lógicas racistas de exclusión que caracterizó al colonialismo, tanto en el orden interno, como global.
En 1806 y 1807, en el marco de las Guerras Napoleónicas en Europa, tuvieron lugar las Invasiones Inglesas al Río de la Plata. Sir Home Riggs Popham y William Carr Beresford encabezaron la primera, que desembarcó en la zona de Quilmes y tomó el control de la ciudad de Buenos Aires durante 45 días hasta su expulsión por parte de un ejército proveniente de Montevideo encabezado por Santiago de Liniers. En 1807 un segundo ataque aún más grande (de unos 8000 soldados), encabezado por John Whitelocke, logró ser resistido con éxito.
El conflicto tuvo consecuencias políticas: se creó un quiebre del derecho institucional vigente en el virreinato; el virrey Rafael de Sobremonte fue destituido por huir durante la invasión, y el victorioso Liniers fue elegido por aclamación popular, sin intervención directa del Rey de España. Durante el segundo conflicto, los soldados eran insuficientes y no podía contarse con el auxilio de la metrópoli, por lo que sectores postergados de la población recibieron armamento y mando de tropas. Esto les permitió tener mayor injerencia en los asuntos de la vida pública. Entre ellos se destacaba el Regimiento de Patricios, compuesto por criollos y comandado por Cornelio Saavedra.
La Independencia de los Estados Unidos (1776), la Revolución francesa (1789) y las nuevas ideas de la Ilustración, se combinaron con las tradiciones de lucha de criollos, indígenas y afroamericanos contra el Imperio español para impulsar las ideas de libertad, igualdad e independencia en Latinoamérica.
La Revolución de Mayo de 1810 destituyó y expulsó al Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, y proclamó, tras un Cabildo Abierto, el primer gobierno formado en su mayoría por criollos en las Provincias Unidas del Río de la Plata, denominado la Primera Junta.
Entre 1810 y 1820 se sucedieron dos juntas de gobierno, dos triunviratos y el Directorio, una forma unipersonal y centralista de gobierno. En este período, la principal preocupación de los gobiernos era consolidarse en el orden interno y enfrentar la resistencia de los Ejércitos realistas en América (defensores del statu quo y del mantenimiento de los lazos que unían estas regiones a la corona española). En 1816 se declaró la independencia de las Provincias Unidas de América del Sur en el Congreso de Tucumán.
José de San Martín, Manuel Belgrano y Martín Miguel de Güemes fueron algunos de los principales comandantes patriotas en la guerra de independencia. A Belgrano se le encargó la dirección del Ejército del Norte y, aunque fue derrotado por los realistas, sentó las bases para que el Paraguay formase un gobierno propio, en 1811. En 1812 creó la bandera de la Argentina y dirigió el Éxodo Jujeño, tras lo cual se impuso a los españoles en las batallas de Tucumán y Salta.
En 1816, San Martín organizó el Ejército de los Andes conformado por 4000 hombres y, desde 1817 hasta 1822, encabezó las campañas libertadoras que llevarían a la independencia de Chile y Perú. Al mismo tiempo, Simón Bolívar independizaba a la Gran Colombia, completaba la independencia de Perú y liberaba a Bolivia (1824), el último bastión del dominio español en Sudamérica.
El Estado argentino considera a San Martín como el mayor héroe militar de su independencia y lo honra con el título de "Padre de la Patria". Entre las mujeres se destacaron Mariquita Sánchez de Thompson, organizadora de cenáculos patrióticos y precursora del feminismo, y Juana Azurduy, militar heroína de la lucha por la independencia en el Alto Perú y primera generala del Ejército Argentino, ascendida post-mortem en 2009.
El franco-argentino Hippolyte Bouchard luego llevó su flota para hacer la guerra contra España en el extranjero y atacó la California española, la Chile española, la española Perú y la española Filipinas. Consiguió la lealtad de los filipinos fugitivos en San Blas que desertaron de los españoles para unirse a la armada argentina, debido a los conflictos entre argentinos y filipinos contra la colonización española. En una fecha posterior, el Sol de mayo de los argentinos fue adoptado como un símbolo por los filipinos en la Revolución filipina contra España. También obtuvo el reconocimiento diplomático de Argentina por parte del Rey Kamehameha I del Reino de Hawái. El historiador Pacho O'Donnell afirma que Hawái fue el primer estado que reconoció la independencia de Argentina.
Desde antes de 1820, unitarios y federales se disputaron el gobierno y la economía del país a través de una serie de guerras civiles. Con la Batalla de Cepeda, un triunfo federal, comenzó el Período de las Autonomías Provinciales; la unión entre las provincias solo se mantuvo gracias a los «tratados interprovinciales». Las luchas internas —en general, las del interior contra Buenos Aires— se mantuvieron por más de 60 años. Los caudillos dominaron el mapa político a mediados del siglo XIX, dirigiendo grandes ejércitos propios, y en muchos casos gobernando sus provincias.
Entre 1820 y 1824 gobernó Buenos Aires Martín Rodríguez, cuyo ministro Bernardino Rivadavia realizó reformas —como la primera ley electoral en 1821, aplicada solo a la Provincia de Buenos Aires— y con el fin de incrementar las arcas del Estado firmó un empréstito con la Baring Brothers y se apoderó de todos los bienes que pertenecían a las órdenes religiosas, incautó los bienes del Santuario de Luján, de los de la Hermandad de Caridad, del Hospital de Santa Catalina y otros. En defensa de los bienes de la Iglesia católica en Argentina y el anticatolicismo de Rivadavia, el 19 de marzo de 1823 estalló la "Revolución de los Apostólicos" encabezada por Gregorio García de Tagle pero fracasó después de horas de lucha.
Los despojos arbitrarios y unilaterales de la administración rivadaviana junto con el rol de la Iglesia católica en la génesis de la nacionalidad son causa de la reparación que fundamenta el actual sostenimiento del culto reglamentado por la Ley 21.540 sobre la "Asignación a determinados dignatarios pertenecientes al Culto Católico Apostólico Romano".
En 1824, Juan Gregorio de Las Heras sucedió a Rodríguez como gobernador de Buenos Aires, que reunió el Congreso, por el cual se pretendió unificar el país.
En 1825, con el apoyo del gobierno argentino, un grupo de orientales y de otras provincias, llamados los Treinta y Tres Orientales, liderados por Juan Antonio Lavalleja, ingresó en la Provincia Oriental para desalojar a los ocupantes brasileños quienes, con la posterior ayuda de Fructuoso Rivera, en pocos meses lograron retirar al ejército brasileño y, el 25 de agosto, en el Congreso de Florida, declararon la independencia del territorio oriental del Brasil y su unificación con las provincias que conformaban las Provincias Unidas del Río de la Plata o Argentina. Brasil declaró la guerra a Argentina. En 1826, el Congreso nombró presidente a Rivadavia, de tendencia centralista, que continuó con la política económica librecambista que venían llevando adelante los gobiernos porteños, y que tiene su base en las ganancias que genera el puerto de Buenos Aires.
La Argentina sostiene que, con su independencia, heredó los derechos de España en virtud de la doctrina del uti possidetis iuris y de la de «sucesión de estados», por lo que ejerció un «dominio eminente» a partir de 1810. Al reconocer España la independencia argentina en 1859, cedió en forma explícita y retroactiva al 25 de mayo de 1810 sus derechos sobre el territorio argentino, que incluirían a las Malvinas.
El 6 de noviembre de 1820, el coronel estadounidense al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, David Jewett, al comando de la fragata Heroína realizó en Puerto Soledad la toma de posesión de las islas Malvinas en nombre del Gobierno de esas Provincias Unidas, que era el nombre de la Argentina usado entonces.
Jewett hizo izar por primera vez la bandera de Argentina en el territorio y repartió comunicaciones al respecto a los cazadores de lobos marinos y de ballenas, que de varias nacionalidades estaban allí. El explorador británico James Weddell fue testigo del hecho.
La noticia tuvo difusión en la prensa de Europa. Las islas quedaron bajo pacífica posesión de las Provincias Unidas hasta la ocupación británica de 1833.
El 2 de febrero de 1825 el Reino Unido firmó un tratado de amistad, comercio y navegación mediante el cual reconoció la independencia de las Provincias Unidas y la existencia de un ámbito territorial propio de ella, incluyendo las Malvinas, que habían tomado posesión en 1820, y ejercido otros actos de soberanía incluyendo el nombramiento y la instalación de autoridades. Además se debe sumar que en el trado el Reino Unido no expresó pretensión alguna a las islas y que el tratado implicó la admisión de las consecuencias jurídicas de tal reconocimiento.
El 10 de junio de 1829, con el fin de reforzar la presencia del Estado argentino, el gobernador delegado de Buenos Aires, Martín Rodríguez, y su ministro Salvador María del Carril, por intermedio de un decreto ley crearon la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas y adyacentes al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico, con sede en la isla Soledad y con jurisdicción sobre las islas adyacentes al cabo de Hornos que dan hacia el océano Atlántico Sur. Luis Vernet fue el primer titular del cargo.
El 5 de febrero de 1830 nació en Puerto Soledad Matilde Vernet y Sáez. La hija de Vernet fue la primera persona de la que se tenga registro en nacer en las Malvinas y primer descendiente de argentinos antes de la ocupación británica del territorio en 1833.
En 1826, los representantes de las provincias de la antigua unión se vieron en la necesidad de reunirse para lograr un frente unificado contra el Brasil. Rivadavia, de trayectoria diplomática en Europa y conocida su obra como Ministro de Gobierno de Martín Rodríguez, fue elegido presidente por treinta votos contra cinco. Durante su mandato encaminó a las Provincias Unidas a su unidad, anhelada por él, y necesaria en el momento.
El 9 de febrero de 1826, el Presidente envió al Congreso el proyecto de Ley de Capital, pues para gobernar el país necesitaba un espacio territorial desde donde hacerlo. Fue aprobado por 25 votos. En contra, se manifestaron 14. La ley establecía como capital del Estado a la ciudad de Buenos Aires, ampliando sus límites territoriales. La capital no estaba sujeta a la subordinación de la provincia. Con el resto de Buenos Aires, se creaba una nueva provincia, que perdía su ciudad cabecera, su puerto, y por lo tanto sus ingresos económicos más fuertes.
Otra ley fue la de creación del Banco Nacional, cuyo nombre oficial fue Banco de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con un capital de 10.000.000 de pesos. Este se integraba con 3.000.000 provenientes de un préstamo realizado por la provincia de Buenos Aires, 1.000.000 del Banco de Descuentos, y una suscripción anual para integrar acciones por un monto de $ 200 cada una. La administración del Banco estaría a cargo de un Directorio.
El 18 de mayo de 1826, se dictó la Ley de Enfiteusis por la cual las tierras públicas cuya venta había sido prohibida por estar afectadas a la garantía de la deuda con Inglaterra, se entregaban en enfiteusis por no menos de 20 años, contados a partir del 1 de enero de 1827.
La culminación normativa fue la Constitución de 1826. En sus 191 artículos agrupados en 10 secciones, organizaba al país bajo el sistema representativo, republicano y unitario. En la última sección se imponía la presentación del texto constitucional a la aprobación de las provincias y de la capital. Las primeras se manifestaron en desacuerdo. Esta oposición fue el golpe final para el Congreso.
Rivadavia fomentó las sociedades por acciones, con capitales británicos, para la explotación de recursos minerales
En lo que hace a la guerra, si bien al comienzo de las hostilidades las fuerzas imperiales eran mayores a las republicanas, las Provincias Unidas derrotaron a Brasil en muchas batallas en una lucha de tres años por tierra y mar; siendo la Batalla de Ituzaingó, la más importante.
Sin embargo, los problemas económicos y políticos generados en ambos estados, en especial, el bloqueo de la Armada de Brasil al puerto de Buenos Aires y el impase en tierra (dado que Colonia del Sacramento y Montevideo estuvieron bajo el control de Brasil durante todo el conflicto) aconsejaron iniciar las tratativas de paz.
En 1827, el ministro plenipotenciario argentino Manuel José García, excediéndose en su misión, firmó un acuerdo preliminar de paz con los brasileños que reconocía la soberanía del Imperio sobre la Provincia Oriental y se comprometía a pagarle a Brasil una indemnización de guerra. El presidente Rivadavia lo declaró como el «tratado deshonroso», rechazándolo y presentando su renuncia.
El conflicto continuó hasta el 27 de agosto de 1828, cuando los representantes del gobierno de la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y el Emperador del Brasil, firmaron la Convención Preliminar de Paz, que acordó la independencia de la Provincia Oriental y el cese de las hostilidades.
En 1829 Juan Manuel de Rosas, federal y porteño, asumió el gobierno de la provincia de Buenos Aires, con "Facultades Extraordinarias", y conservando la delegación de las relaciones exteriores por parte de las demás provincias. Gobernó hasta 1832 con mano de hierro y fuertes rasgos personalistas. Realizó una campaña en la Patagonia, donde luchó contra algunas tribus indígenas y negoció con otras, para ampliar la frontera hacia el sur del país. Desde 1832 hasta 1835 se sucedieron tres gobernadores débiles: Juan Ramón Balcarce, Juan José Viamonte y Manuel Vicente Maza. Los tres renunciaron por presión del rosismo, y el último a causa del asesinato del caudillo Facundo Quiroga en Barranca Yaco, ideado por los hermanos cordobeses Reynafé. En 1833, Gran Bretaña ocupó las Islas Malvinas.
En 1835, en medio de esta anarquía, Rosas fue elegido gobernador de Buenos Aires, con el agregado de tener la "Suma del Poder Público", es decir, los tres poderes del Estado resumidos en su persona. Un posterior plebiscito popular legitimó en forma amplia su designación. Inició una política económica proteccionista, aunque sin fomentar en forma explícita nuevas industrias, y realizó pactos interprovinciales (como el Pacto Federal). También impuso medidas que favorecían a sectores populares como la prohibición total de la compra-venta y el tráfico de esclavos negros, que ya habían adquirido la libertad de vientres luego de la revolución de mayo. Inició un régimen que se caracterizó por la persecución de los opositores —bajo el lema "Mueran los salvajes unitarios"— que en muchos casos fueron ejecutados, asesinados u optaron por exiliarse en países limítrofes. Su política centralista desató sublevaciones en su contra en el Interior del país y su autoritarismo generó la oposición de los romanticistas de la "Generación del 37", grupo de jóvenes intelectuales influyentes, entre ellos Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, y Domingo Faustino Sarmiento, que desde el Salón Literario criticarán con dureza al régimen.
Entre 1838 y 1840, Rosas enfrentó el Bloqueo Francés, establecido por el rechazo a aceptar beneficios para ciudadanos franceses. La acción promovió revueltas y unificó a la oposición pero fue levantada, resultó fortalecido Rosas, quien luego venció a la poderosa Coalición de las provincias del Norte y sitió Montevideo entre 1843 y 1851 para ayudar al expresidente uruguayo derrocado Manuel Oribe. Luego en 1845, resistió el Bloqueo naval Anglo-Francés en la Batalla de la Vuelta de Obligado, y logró aplastar una última sublevación de la provincia de Corrientes.
En sus últimos años de gobierno, las renuncias de Rosas se repitieron de manera simbólica; el caudillo entrerriano Justo José de Urquiza aceptó una de ellas con su denominado "Pronunciamiento" y decidió asumir él mismo las Relaciones Exteriores de su provincia. El porteño reaccionó con furiosas invectivas, pero su reacción militar fue insuficiente: se enfrentaron en la Batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852. En esta batalla, la más grande de la historia sudamericana, el Ejército Grande de 30 000 hombres comandados por Urquiza, (que incluía tropas de Brasil, Uruguay, Entre Ríos, Corrientes y exiliados políticos), derrotó al ejército federal de 22 000 hombres.
Rosas inició su exilio en Inglaterra. Quince días después, el general victorioso entró en Buenos Aires en un desfile, seguido por fusilamientos de las figuras importantes del rosismo.
La presencia del Estado argentino en las Islas Malvinas terminó 3 de enero de 1833 a través de una operación militar del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda que tomó el control de las islas luego de que el 20 de diciembre de 1832 la corbeta estadounidense USS Lexington destruyera las defensas militares del asentamiento argentino de Puerto Soledad, en la isla homónima. A pesar de estar en relaciones de paz con la Confederación Argentina, el Reino Unido, con dos buques de guerra desalojaron a la guarnición argentina de 26 soldados, quienes se marcharon dos días después. Desde entonces, las islas han estado bajo dominio británico, excepto durante el breve período de la Guerra de Malvinas en 1982.
En 1815 el comodoro de marina irlandés al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Guillermo Brown, emprendió una campaña para hostigar a la flota española en el océano Pacífico y al transponer el cabo de Hornos con los navíos Hércules y Trinidad los vientos los llevaron hasta el paralelo 65º S. En la memoria naval institucional llamada Acciones navales de la República Argentina, 1813-1828, Brown escribió:
Fuentes argentinas mencionan que Brown habría avistado tierras antárticas en esa expedición, afirman que es la razón por la cual en la cartografía suele llamarse Tierra de la Trinidad a la parte más septentrional de la península Antártica (por el navío Trinidad), pero Brown tampoco hizo mención de ese supuesto avistaje en sus Memorias escritas cuando ya se conocía la existencia de la Antártida, en las que se refiere al hecho:
El 25 de agosto de 1818 el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata otorgó las primeras concesiones para la caza de focas y pingüinos en territorios correspondientes al continente antártico a Juan Pedro de Aguirre, quien operaba con los buques Pescadora Director y San Juan Nepomuceno. En el petitorio que Aguirre había presentado el 18 de febrero solicitó autorización para la instalación de un establecimiento para caza de lobos marinos en alguna de las islas a la altura del Polo Sur.
La primera tierra descubierta confirmada al sur del paralelo 60° S fue por el inglés William Smith a bordo del bergantín mercantil Williams, mientras navegaba desde Buenos Aires a Valparaíso, desviado de su ruta al sur del cabo de Hornos, el 19 de febrero de 1819 avistó la extremidad nordeste (punta Williams) de la isla Livingston. Denunció su descubrimiento en Valparaíso, pero no le fue creído y en otro viaje volvió a desviarse alcanzando el 16 de octubre de 1819 la isla Rey Jorge. Bautizó al archipiélago como Nueva Bretaña del Sur y tomó posesión de él a nombre de la corona británica, dando a conocer sus descubrimientos al llegar a Montevideo cuando esta ciudad formaba parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El foquero argentino Spiritu Santo al mando del capitán Carlos Tidblom (o Timdblon), fue seguido en septiembre de 1819 desde las islas Malvinas por el brig estadounidense Hercilia (al mando de Nathaniel Palmer) alcanzándolo en la isla Decepción en las Shetland del Sur. El hecho de que estos foqueros se dirigieran a las islas con rumbo fijo suele ser considerado prueba de que las conocían.
El 10 de junio de 1829 el gobierno de la provincia de Buenos Aires dictó el decreto de creación de la Comandancia Político Militar de las Islas Malvinas incluyendo a las islas adyacentes al Cabo de Hornos, lo que interpreta en Argentina como que incluyó a las islas antárticas.
Justo José de Urquiza lideró el país, aunque no pudo evitar la separación del «estado de Buenos Aires».
En 1853, trece provincias (Catamarca, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Salta, San Juan, San Luis, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán), se reunieron en el Congreso Constituyente de Santa Fe y sancionaron la Constitución de 1853 que constituyó la República Argentina —conocida hasta 1860 como Confederación Argentina— sobre la base de principios republicanos, representativos, federales y liberales.
La población que habitaba los territorios que se encontraban fuera de esas provincias quedó sin representación política ni derechos cívicos hasta sus respectivas provincializaciones —Misiones, La Pampa, Chaco, Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz serían provincializadas a mediados del siglo XX d. C. y Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur lo serían en 1991. La provincia de Buenos Aires, por su parte, permaneció separada de la Confederación hasta 1860.
En las elecciones presidenciales de 1854, Urquiza fue elegido Presidente de la Confederación.
Sin un puerto importante para comerciar, las economías de las provincias de la Confederación se verían muy afectadas por la separación de Buenos Aires, por lo que intentaron unirla por medios bélicos. Tras la Batalla de Cepeda (1859), el Pacto de San José de Flores, la Reforma constitucional de 1860 y la Batalla de Pavón, de 1861, se logró la unificación del país bajo la hegemonía de Buenos Aires.
Bartolomé Mitre asumió de facto la Presidencia de la Confederación sin dejar de ser gobernador de Buenos Aires y Urquiza se retiró para siempre de la política.
Las tres presidencias que se dieron posteriores a la culminación del proceso constituyente originario del estado y que se prolongaron durante un período de dieciocho años que abarcó desde 1862 hasta 1880 suelen denominarse las presidencias históricas.
En 1862 Mitre, a la cabeza del Partido Nacionalista confirmó su poder y resultó elegido presidente constitucional. Inició una política de codificación, sancionó importantes leyes y promovió la inmigración y la educación. Combatió con brutalidad las resistencias de los caudillos provinciales, en especial la de Chacho Peñaloza.
El Paraguay de Francisco Solano López había invadido y ocupado Corrientes, la Argentina se alió con Brasil y Uruguay para derrocarlo mediante la Guerra de la Triple Alianza. Otra versión da cuenta de que la guerra se debió al cierre de la salida al mar de la nación más desarrollada por entonces, en una entente en la que Brasil y Argentina fueron estimulados por Inglaterra. El que se pensaba sería un conflicto de rápido desenlace, concluyó en 1870 luego de seis años, que dejó al Paraguay devastado y se cobró la vida de 30 000 soldados argentinos.
Sería sucedido por Domingo Faustino Sarmiento en 1868, que realizó el primer Censo Nacional de Población, promovió la educación popular, la cultura y los telégrafos. Luchó contra los últimos caudillos federales derrotándolos, y se firmaron importantes tratados internacionales, además de finalizar la Guerra de la Triple Alianza. Incentivó la inmigración europea que siguió hasta mitad del siglo XX d. C.. Entre 1871 y 1915, la Argentina recibió casi 5 000 000 de inmigrantes, sobre todo europeos, de pueblos y culturas diversas.
Tras una pequeña crisis económica, Sarmiento fue sucedido por Nicolás Avellaneda (1874), del recién creado Partido Autonomista Nacional (PAN), que se mantendría en el poder sin alternancia durante cuarenta y dos años, hasta 1916. Avellaneda emprendió la conquista de los territorios indígenas. Continuó la política de fomento de la inmigración europea, promovió la industrialización y sancionó una Ley de Tierras favoreciendo el latifundio, aunque durante su período debió enfrentar una seria recesión económica a consecuencia de la Pánico de 1873. En 1878 se efectuó la Expedición Py que aseguró la soberanía argentina al sur del río Santa Cruz, en momentos en que amenazaba un conflicto con Chile.
En 1879 se llevó a cabo la Conquista del Desierto la cual logró, por medios bélicos, el objetivo de hacer ejercer el efectivo dominio del estado nacional sobre millones de hectáreas de la llanura pampeana occidental y el norte de la Patagonia, que se encontraban bajo el control de los pueblos mapuche, ranquel y tehuelche. Esta campaña, liderada por el ministro general Julio Argentino Roca eliminó la amenaza de los malones sobre la antigua línea de la frontera con los pueblos indígenas del sur, al costo de miles de indígenas —mayoritariamente mujeres y niños— que fueron esclavizados y en beneficio de unos pocos estancieros. Un sector de la historiografía y de las organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos, considera que se trató de un genocidio. Años después se aplicó una metodología similar sobre los territorios chaqueños. Mediante ambos procesos se logró casi triplicar la superficie del país, incluyendo territorios pretendidos por otros países, consolidando de este modo las fronteras. Como contracara, provocó una drástica reducción de la población aborigen de dichas regiones.
En 1880 estalló en Buenos Aires una última guerra civil por el control del Estado y en contra del generalizado fraude electoral, habitual en la segunda mitad del siglo XIX d. C. en el país, liderado por Carlos Tejedor y Bartolomé Mitre; su derrota, que dio fin al período de las guerras civiles argentinas, permitió sancionar la Ley 1029 —previa cesión del territorio por la provincia de Buenos Aires— que federalizaba la Ciudad de Buenos Aires, transformándola en capital del país.
Poco después, Roca asumió la Presidencia e inició un plan de construcción de obras públicas a lo largo de todo el país. Con él se inició un período de más de tres décadas de gobiernos conservadores y liberales, sostenidos por prácticas electorales fraudulentas.
Durante este período predominó el Partido Autonomista Nacional (PAN) que monopolizó el poder sobre la base de elecciones fraudulentas, propiciado por el sistema del voto cantado y durante 25 años, la figura excluyente fue el general Julio Argentino Roca.
Se sucedieron en la presidencia Julio A. Roca (1880-1886), Miguel Juárez Celman, quien dimitió en 1890 como consecuencia de la revolución encabezada por Leandro N. Alem — que fue sofocada — y le sustituyó el vicepresidente Carlos Pellegrini (1890-1892). Le siguieron en el poder Luis Sáenz Peña (1892-1895), José Evaristo Uriburu (1895-1898), Julio Argentino Roca (1898-1904), Manuel Quintana (1904-1906), José Figueroa Alcorta (1906-1910), Roque Sáenz Peña (1910-1914) y Victorino de la Plaza (1914-1916).
La República Conservadora se instaló en el momento que el Imperio Británico alcanzaba la hegemonía mundial luego de vencer a China en la Segunda Guerra del Opio (1856-1860) e imponía un esquema de división internacional del trabajo que reservaba a los países del norte de Europa el papel de productores de bienes industriales. En ese esquema, se insertó con un relativamente exitoso y moderno modelo agroexportador, destinado a producir alimentos baratos (carne y cereales) para la clase obrera industrial inglesa, en las fértiles tierras de la llanura pampeana de propiedad de un pequeño grupo de estancieros mayoritariamente porteños, mientras que los capitales británicos tomaban el control mayoritario de los ferrocarriles, frigoríficos y bancos.
A tal fin, los gobiernos conservadores, también conocidos como la Generación del 80, introdujeron algunas técnicas modernas de agricultura y ganadería, construyeron una extensa red ferroviaria con eje en Buenos Aires y sus puertos, promovieron una gran ola de inmigración europea (1870-1930) (mayoritariamente campesinos italianos y en segundo lugar españoles) que llevó la población argentina del 3,5 % al 11,1 % en 1930, como porcentaje de la población de América Latina.
El historiador británico Niall Ferguson sostiene que las inversiones del Imperio Británico en Argentina y Brasil eran de tal magnitud que resulta legítimo calificar esa situación como "imperialismo informal". Esta condición de "colonia informal" sería reivindicada por el gobierno argentino durante la Década Infame de 1930, cuando la Gran Depresión puso en crisis el modelo global del Imperio Británico.
Las inversiones, provenientes sobre todo del Estado argentino y del Reino Unido, fueron destinadas a áreas como el desarrollo ferroviario, los puertos y los frigoríficos. Gran parte de la inmigración y las actividades económicas modernas se alejaron del interior del país, impulsando la concentración del desarrollo y de las riquezas en la ciudad de Buenos Aires; que se convierte en una ciudad próspera y cosmopolita.
Sin embargo, estos modelos económicos también fueron generando una fuerte acumulación de la riqueza en las manos de la aristocracia ganadera bonaerense; y la exclusión, hacinamiento o segregación de la clase trabajadora. Simultáneamente el país se desarrolló asimétricamente, con una fuerte postergación del llamado «interior», un término creado para mencionar al territorio argentino que no es Buenos Aires.
A su vez la inmigración también trajo de Europa los ideales socialistas y anarquistas, que los conservadores se encargaron de combatir y reprimir, incluso prohibiendo la entrada al país.
El PAN dominó mediante el fraude electoral la política argentina hasta 1916, cuando la ley Sáenz Peña de sufragio secreto y universal (para varones) sancionada cuatro años antes, permitió el triunfo electoral de la Unión Cívica Radical, liderada por Hipólito Yrigoyen. Los radicales, que habían protagonizado diversos intentos revolucionarios en contra de lo que denominaban el régimen alentaban la expansión de una incipiente clase media argentina.
El 26 de julio de 1890 se produjo un golpe de estado conocido como «Revolución del Parque» dirigido por la recién formada Unión Cívica, liderada por Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y Francisco Barroetaveña, entre otros, que perseguía el derrocamiento del gobierno encabezado por el presidente Miguel Juárez Celman.
El golpe fue precedido por una grave crisis económica que se había prolongado por dos años, así como denuncias de corrupción y autoritarismo por sus opositores. Se formaron una Junta Revolucionaria y una logia militar conocida como la Logia de los 33 oficiales. Entre sus líderes estaba el subteniente José Félix Uriburu que 40 años más tarde encabezaría el golpe de estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen.
El plan era que las fuerzas rebeldes se concentrarían en el Parque de Artillería y la flota bombardearía la Casa Rosada y el cuartel de Retiro. Al mismo tiempo, grupos de milicianos debían tomar prisioneros al presidente Juárez Celman, el vicepresidente Pellegrini, al ministro de Guerra general Levalle, y al presidente del senado Julio Argentino Roca, y cortar las vías de ferrocarril y telegráficas.
Ese día el levantamiento comenzó en la madrugada del 26 de julio de 1890. Un regimiento cívico armado tomó el estratégico Parque de Artillería de la Ciudad de Buenos Aires, donde hoy se levanta el edificio de la Corte Suprema de Justicia), ubicado 900 metros de la casa de gobierno y simultáneamente otros contingentes sublevados marcharon hacia allí desde otros puntos. Al mismo tiempo se sublevó la mayor parte de la escuadra naval ubicada en el puerto de la Boca del Riachuelo, al sur de la Casa Rosada, luego de un cruento enfrentamiento armado. Las tropas revolucionarias contaban con el apoyo de civiles armados organizados en «milicias cívicas».
El sitio principal donde se concentraron las fuerzas del gobierno fue el Retiro, en la zona noreste de la ciudad. Allí existía un importante cuartel en el lugar en que hoy se encuentra la Plaza San Martín y la terminal de ferrocarril de Retiro, estratégica para traer las tropas ubicadas en las provincias. En Retiro se instalaron desde las 6:00 los hombres clave del gobierno: el presidente Miguel Juárez Celman, el vicepresidente Carlos Pellegrini, el Presidente del Senado Julio Argentino Roca, el Ministro de Guerra, general Nicolás Levalle, quien tomaría el mando directo de las tropas leales, y el Jefe de Policía coronel Alberto Capdevila.
Una vez que el gobierno se encontró reunido en el cuartel de Retiro, Juárez Celman salió de Buenos Aires aconsejado por Pellegrini y Roca que de ese modo quedaron a cargo del mando político.
Una vez concentradas las tropas revolucionarias en el Parque de Artillería, el general Manuel J. Campos cambió el plan establecido la noche anterior, y en lugar de atacar las posiciones del gobierno y tomar la Casa Rosada, dio la orden de permanecer en el interior del Parque. La gran mayoría de los historiadores atribuye la decisión a un acuerdo secreto entre Campos y Roca; este último habría fomentado la revuelta para provocar la caída del presidente Juárez Celman, pero evitando un triunfo de los rebeldes que hubiera instalado a Leandro Alem como presidente provisional.
La flota sublevada se ubicó detrás de la Casa Rosada y comenzó a bombardear al azar el cuartel de Retiro, el Cuartel de Policía y la zona aledaña al sur de la ciudad, y la Casa Rosada. La lucha continuó hasta el 29 de julio en que los rebeldes se rindieron con la condición de que no tomaran represalias con los revolucionarios. La cantidad de víctimas causadas por la Revolución del 90 nunca ha sido bien establecida. Distintas fuentes hablan desde 150 hasta 300 muertos o en forma indiscriminada de 1500 bajas sumando muertos y heridos. El 6 de agosto de 1890 Miguel Juárez Celman renunció a la presidencia y fue reemplazado por el vicepresidente Carlos Pellegrini, quien nombró como su ministro del Interior a Julio Argentino Roca, quien fue el que políticamente más se fortaleció con el golpe frustrado.
En 1897 Hipólito Yrigoyen, en desacuerdo con de Bernardo de Irigoyen, disolvíó el Comité de la UCR de la provincia de Buenos Aires, debido a lo cual el partido dejó prácticamente de existir. Esto determinó la formación de un núcleo de radicales que reconocen como jefe a Hipólito Yrigoyen, quien en 1903 comenzó la refundación y reorganización del partido. El 29 de febrero de 1904 el Comité Nacional de la UCR declaró la abstención electoral en todo el país en las elecciones de diputados de la Nación, de senador por la capital, electores de presidente y vicepresidente de la Nación y anunció la lucha armada. En el gobierno estaba Manuel Quintana, representante del Partido Autonomista Nacional.
El 4 de febrero de 1905, en la Capital Federal, Campo de Mayo, Bahía Blanca, Mendoza, Córdoba y Santa Fe, se produjo el alzamiento armado con el propósito de derrocar a las autoridades que, por su parte, estaban al tanto de la conspiración y decretaron el estado de sitio en todo el país, por noventa días.
En la Capital Federal los golpistas fallaron al no poder asegurar el control del arsenal de guerra de Buenos Aires cuando el general Carlos Smith, jefe del Estado Mayor del Ejército desplazó a los soldados yrigoyenistas. Las tropas leales y la policía recuperaron pronto las comisarías tomadas por sorpresa y los cantones revolucionarios. En Córdoba los rebeldes apresaron al vicepresidente José Figueroa Alcorta y amenazaron matarlo si no renunciaba el presidente Manuel Quintana; este no cedió y la amenaza no fue ejecutada. También apresaron al diputado Julio Argentino Pascual Roca, y Francisco Julián Beazley, exjefe de policía de Buenos Aires, pero no al expresidente Julio Argentino Roca, quien logró escapar a Santiago del Estero.
En Mendoza los rebeldes se llevaron 300 000 pesos del Banco de la Nación y atacaron los cuarteles defendidos por el teniente Basilio Pertiné. Las tropas sublevadas en Bahía Blanca y otros lugares ni tuvieron perspectiva, ni hallaron eco en el pueblo. Solo continuaron los combates en Córdoba y Mendoza hasta el 8 de febrero, pero finalmente los alzados fueron derrotados y enjuiciados recibiendo penas de hasta 8 años de prisión y enviados al penal de Ushuaia.
1910 fue un año en el que los logros y los fracasos de la Generación del 80 quedaron en evidencia.
El 25 de mayo de 1910 se cumplían 100 años desde la Revolución de Mayo, paso inicial de la independencia. El gobierno argentino, presidido por José Figueroa Alcorta, decidió entonces organizar las festividades del Centenario, como un acontecimiento internacional al que asistieran personalidades de todo el mundo.
Llegaron a Buenos Aires la Infanta Isabel de España, el presidente de Chile Pedro Montt y representantes de numerosos países. Los presidentes de Bolivia y de Brasil estuvieron ausentes debido a las malas relaciones diplomáticas que mantenían con la Argentina.
Buenos Aires fue el centro de los festejos, realizándose diversas ceremonias organizadas por el gobierno y particulares con participación del mundo de la cultura, militares, escolares y de colectividades extranjeras.
Se realizaron desfiles militares, manifestaciones cívicas, y una función de gala en el Teatro Colón. Se crearon monumentos y se reanudó la construcción del Congreso y de la Corte Suprema.
Se organizaron conferencias internacionales y una exposición de bellas artes. Muchos diarios publicaron artículos especiales, entre ellos, el más importante fue el editado por La Nación.
El día del 25 de mayo, a la madrugada, una marcha de estudiantes se dirigió al Río de la Plata para ver el amanecer. A la mañana en la Plaza de Mayo se colocó la piedra fundamental del monumento a la Revolución de Mayo y en la Plaza del Congreso hubo una reunión de escolares. A las tres de la tarde se realizó un desfile militar.
Sin embargo, de manera paralela a los festejos, los sindicatos expresaron su descontento ante la situación de desigualdad social y económica. La CORA y la FORA, dirigidas por las corrientes socialista, sindicalista revolucionaria y anarquista, realizaron protestas y amenazaron con realizar una huelga general. Pedían la derogación de la Ley de Residencia, que habilitaba al gobierno a expulsar extranjeros sin el debido proceso. El gobierno impuso el estado de sitio y la policía reprimió a los manifestantes. Los partidos obreros se fragmentaron y la huelga no se concretó.
Para la clase alta, el acto del Centenario fue una demostración del poder y grandeza a la europea, que perduraría a través de los años. Para las clases bajas el acto del centenario fue un evento aristocrático y excluyente.
En 1848 el futuro comandante argentino Luis Piedra Buena viajó a la Antártida como grumete del barco de William Smiley.
La Expedición Argentina a las Tierras y Mares Australes de 1881 al mando teniente de la Marina Italiana Giacomo Bove exploró Tierra del Fuego hasta que su barco naufragó. La expedición del rumano Julio Popper se frustró durante su alistamiento por su muerte en 1893.
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