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Tawantinsuyu



El Imperio Inca o incaico fue el imperio más extenso en la América precolombina.[2]​ El territorio abarcado por el imperio se denominó Tawantinsuyo o Tahuantinsuyo (en quechua: Tawantin suyu, lit. ‘las cuatro grandes regiones o divisiones’) y al período de su dominio se le conoce como incanato. Floreció en la región de los Andes peruanos entre los siglos xv y xvi, como consecuencia del apogeo de la civilización incaica. Abarcó cerca de tres millones de km² entre el océano Pacífico al oeste y la selva amazónica en el este, desde el Río Ancasmayo (Colombia) al norte hasta el río Maule (Chile) al sur y Tucumán (Argentina) al sureste.

A mediados del siglo XV los orígenes del imperio se remontan a la victoria de las multietnias, lideradas por Pachacútec frente a la confederación chanca en Yawarpampa 1438. Luego de la victoria, el curacazgo incaico fue reorganizado por Pachacútec, con quien el Imperio incaico inició una etapa de continua expansión, que prosiguió con su hermano Cápac Yupanqui, luego por parte del décimo inca Túpac Yupanqui, y finalmente del undécimo inca Huayna Cápac, quien consolidó los territorios. En esta etapa la civilización incaica logró la máxima expansión de su cultura, tecnología y ciencia, desarrollando los conocimientos propios y los de la región andina, así como asimilando los de otros estados conquistados.

Luego de este periodo de apogeo el imperio entró en declive por diversos problemas, siendo el principal la confrontación por el trono entre los hijos de Huayna Cápac: los hermanos Huáscar y Atahualpa, que derivó incluso en una guerra civil. Entre los incas la viruela acabó con el monarca Huayna Capac, provocó la guerra civil previa a la aparición hispana y causó un desastre demográfico en el Tahuantinsuyo. Finalmente Atahualpa vencería en 1532. Sin embargo su ascenso al poder coincidió con el arribo de las tropas españolas al mando de Francisco Pizarro, que capturaron al inca y luego lo ejecutaron. Con la muerte de Atahualpa en 1533 culminó el Imperio incaico. Sin embargo, varios incas rebeldes, conocidos como los «Incas de Vilcabamba», se rebelaron contra los españoles hasta 1572, cuando fue capturado y decapitado el último de ellos: Túpac Amaru I.

Los incas consideraban a su rey, el Sapa Inca, como el "hijo del sol". Muchas formas locales de adoración persistieron en el imperio, la mayoría de ellas relacionadas con las sagradas Huacas locales, pero los líderes incas alentaron el culto al sol de Inti - su dios del sol - e impusieron su soberanía por encima de otros cultos como el de Pachamama.

La economía inca ha sido descrita de manera contradictoria por los eruditos: como "feudal, esclavo, socialista. El imperio Inca funcionó en gran parte sin dinero y sin mercados. En cambio, el intercambio de bienes y servicios se basó en la reciprocidad entre individuos, grupos y gobernantes incas. 'Impuestos' consistía en una obligación laboral de una persona para el Imperio. Los gobernantes incas (que teóricamente poseían todos los medios de producción) correspondieron al otorgar acceso a la tierra y los bienes y proporcionar alimentos y bebidas en las celebraciones de sus súbditos.

Los primeros vestigios escritos sobre el imperio incaico lo constituyen las crónicas registradas por varios autores europeos (posteriormente existieron cronistas mestizos e indígenas que también recopilaron la historia de los incas); estos autores recopilaron la «historia incaica» basándose en relatos recogidos por todo el imperio.[3]​ Los primeros cronistas tuvieron que enfrentar varias dificultades para poder traducir la historia incaica ya que, además de existir una barrera idiomática, se enfrentaron al problema de interpretar una manera de ver el mundo totalmente distinta a la que estaban acostumbrados.[3]​ Esto condujo a que existan varias contradicciones entre los textos coloniales y un ejemplo de ello lo representan las cronologías sobre los gobernantes incas; así, en muchas crónicas se atribuyen las mismas hazañas, hechos y episodios a distintos gobernantes.[3]

Sobre las crónicas del imperio incaico, es importante acotar que sus diversos autores tuvieron ciertos intereses al escribirlas. En el caso de los cronistas españoles, su interés fue «legitimar la conquista a través de la historia», para esto en muchas crónicas se señala que los incas conquistaron usando enteramente la violencia y por lo tanto no tenían derechos sobre los territorios conquistados. En otro caso los cronistas ligados a la Iglesia católica buscaron legitimar la evangelización describiendo a la religión incaica como obra del demonio, a los incas como hijos de Noé y tratando de identificar a las deidades incaicas con las creencias bíblicas o el folklore europeo.[3]​ Igualmente existieron otros cronistas mestizos e indígenas que también tuvieron un interés de ensalzar el imperio o alguna de las panacas con las cuales se emparentaban, como el caso del Inca Garcilaso de la Vega, en su obra "Comentario reales de los incas" quien mostraba un imperio incaico idealizado donde no existía la pobreza, se repartía la riqueza y los recursos se explotaban racionalmente.[4]

Los ayllus y panacas tenían cantares especiales mediante los cuales narraban su historia. Estos cantares se ejecutaban en determinadas ceremonias frente al Inca. Estos relatos, a manera de memoria colectiva, constituyen los primeros registros históricos recogidos en las crónicas.[3]

Otro recurso utilizado para registrar la historia fueron unos mantos y tablas que contenían pinturas representando pasajes heroicos. Estos documentos fueron guardados en un lugar denominado Poquen Cancha. Se sabe que el Virrey Toledo envió al rey Felipe II cuatro paños que ilustraban la vida de los incas añadiendo con sus propias palabras que «los yndios pintores no tenían la curiosidad de los de allá».[3]

Además, algunos hechos pasados fueron almacenados en los quipus, aunque no se sabe cómo pudieron utilizar estos sistemas de cordeles y nudos para almacenar hechos históricos existen varias crónicas que describen que los quipus servían para evocar las hazañas de los gobernantes.[3]

En general, en el imperio incaico se recordaban los hechos que les parecían importantes de recordar y no era necesaria la precisión. Además, los gobernantes podían ordenar excluir intencionalmente de los registros históricos algunos hechos que pudiesen molestarles. María Rostworowski denomina a esta cualidad de la historia incaica una «amnesia política» que era asumida por todo el vulgo pero que era recordada por las panacas o ayllus afectados, siendo este un factor que contribuyó a las futuras contradicciones en las crónicas europeas sobre los incas.[3]

Luego del encuentro de la cultura hispana y la andina, se estableció la escritura como medio de transmisión y registro de información; además se inició un proceso de mestizaje y sincretismo que dieron lugar a la recreación de tradiciones y la invención de otras.[3]

El aporte para esta recreación e invención de tradiciones fue tanto hispano como andino; esto se evidencia en las crónicas del siglo XVI en donde se describen personajes como el caso de Tunupa y Huiracocha con los apóstoles Tomás y Bartolomé, describiéndolos como hombres blancos y barbados que impartieron enseñanzas. Igualmente el imaginario europeo buscó, e incluso creyeron encontrar, «el dorado» y el «país de las amazonas» en el nuevo mundo. En otros casos, afirmaban que el Cuzco tenía el perfil de un león americano (puma), poniendo similitudes con algunas ciudades del renacimiento europeo que tenían perfil aleonado.[3]​ Más recientemente, en el siglo XX, aparecen otros elementos de esta reinvención de tradiciones, como son los casos de la bandera del imperio incaico y la ceremonia cuzqueña del Inti Raymi.[5]​ Cabe indicar que todas estas reinvenciones, son parte de un proceso natural en todas las culturas, pero para entender la historia incaica es necesario diferenciar cuales son los aspectos sincréticos o inventados y cuales no lo son.[3]

Hacia el año 900 d. C. se inicia la decadencia de los estados Huari y Tiahuanaco en el área central andina. En el caso de Huari, la ciudad de Wari empieza a perder poder político en contraposición a alguna de sus ciudades periféricas, como lo demuestra el caso de Pachacamac situado frente al mar.[6]​ En tanto en el caso de Tiahuanaco, el proceso de decadencia se inicia en sus colonias de la costa de manera sangrienta, como lo evidencia el caso de Azapa;[7]​ en el Collao, en cambio, Tiahuanaco fue perdiendo su poder gradualmente y mientras perdía hegemonía su población fue emigrando y fundando poblaciones nuevas.[7]

Como una hipótesis sobre la decadencia de Huari y Tiahuanaco, existen evidencias de un prolongado periodo de sequía que duró desde el año 900 d. C. hasta el 1200 d. C. en los Andes centrales.[6]​ Arqueológicamente, existen evidencias de largos procesos migratorios de población a lo largo en los andes durante los periodos post-huari y post-tiahuanaco. La arqueología revela que en los valles interandinos, la población construyó sus asentamientos en lo alto de cerros procurando la seguridad, lo que nos habla de un prolongado periodo de enfrentamientos étnicos. En la costa, en tanto, varios grupos alcanzaban estabilidad política, como lo demuestran los casos de Chincha, Chimú y los Ychsma.[6]

Este periodo histórico fue plasmado en leyendas y mitos andinos de diferentes maneras. En las tradiciones orales de los Andes se hace referencia a que en el principio los pueblos realizaron largas caminatas buscando tierras fértiles, surgiendo héroes míticos que eran, por lo general, semi-divinos y que iban siendo guiados por seres sobrenaturales (el sol, la luna, etcétera). Estos héroes míticos generalmente tenían algún poder. De esa manera surgen las figuras de Manco Cápac, en el caso fundacional del Cuzco; o Pariaccaca en el caso de Huarochirí.[4]

Existen dos mitos difundidos sobre el origen de la etnia cuzqueña. El más difundido es la versión garcilasiana de la pareja Manco Cápac y Mama Ocllo; el otro es el mito de los cuatro hermanos Ayar y sus cuatro hermanas, este último mito es recogido por Betanzos, Valdemar Espinoza, Cieza de León, Guamán Poma de Ayala, Santa Cruz Pachacuti y Sarmiento de Gamboa.[4]

Leyenda recopilada por el cronista Inca Garcilaso de la Vega en su obra "Los comentarios reales de los incas". En esta se narra la aventura de una pareja, Manco Cápac y Mama Ocllo, quienes enviados por el dios Sol salieron de las profundidades del lago Titicaca (pacarina: lugar de origen sagrado) y marcharon con dirección al norte. Llevaban una vara de oro, entregada por el dios Sol; el mensaje era claro: en el lugar donde se hundiera la vara de oro, allí fundarían una ciudad, allí se establecerían. Justamente la vara se hundió en el cerro Guanacaure, en el valle de Acamama; por lo tanto, la pareja decidió permanecer ahí y a los habitantes de aquellas zonas les informaron que fueron enviados por el dios Inti; y luego procedieron a enseñarles el cultivo de la tierra y el tejido. De ese modo se iniciaría la civilización incaica.

La otra explicación no legendaria, sino histórica, y por tanto más acorde con la realidad, fue propuesta por Valdemar Espinoza, quien argumentaba de la siguiente manera: "en las postrimerías de la mencionada centuria (siglo XII), el estado de habla puquina, denominado más comúnmente Tiahuanaco, fue asaltado e invadido por inmensas oleadas humanas procedentes del sur (de Tucumán, Coquimbo) en forma tan repentina e impetuosa que no le dejaron tiempo para armar resistencia. Tales invasores, a todas luces, no eran otros que los aymaras." Esta versión nos deja claro que los fundadores de la sociedad incaica procedían del sur y huyeron de la arremetida aymara.

Casi en su totalidad, la élite Hanan taipicalas fueron aniquilados y los hurin taipicalas, élite sacerdotal, lograron huir y refugiarse en las islas del lago Titicaca. Luego de allí avanzaron al valle los pobladores oriundos como los huallas, alcahuisas, sahuaseras, antasayac, lare, poque, pinaguas y ayamarcas que se opusieron a su establecimiento; para superar dicho conflicto, la élite puquina realizó múltiples estrategias, una de ellas fue la alianza matrimonial, para luego convertirse en una confederación de estados y por último, en un gran imperio andino.

Fue recopilada por varios cronistas, entre ellos Juan de Betanzos, Felipe Guamán Poma de Ayala, Pedro Cieza de León, Juan Santacruz Pachacuti y Pedro Sarmiento. Según este mito, la historia se inició en tres cuevas ubicadas en el cerro Tamputoco llamadas Maras Toco, Sútic Toco y Cápac Toco; de las cuales salieron tres grupos llamados Maras, Tampus y Ayar. Los hermanos Ayar eran cuatro varones y cuatro mujeres, los varones eran Ayar Uchu, Ayar Manco, Ayar Cachi y Ayar Auca. Uchu corresponde al ají, Manco a un cereal (Bromus Mango) y Cachi a la sal; la onomástica a estos tres nombres nos da a entender a un culto por los productos de la tierra. Auca, en cambio, hacía referencia a la actitud guerrera.[4]

Estos 4 hermanos iban acompañados por sus hermanas Mama Ocllo, Mama Raua, Mama Ipacura o Mama Cura, y finalmente Mama Huaco.[4]

Los 8 hermanos iban junto a sus ayllus buscando donde asentarse recorriendo de sur a norte, en su camino realizaban labores agrícolas y cuando cosechaban se retiraban buscando otro lugar. Primero hicieron su paso por Guaynacancha, ahí Mama Ocllo quedó embarazada de Ayar Manco. Luego avanzaron a Tamboquiro, en donde nació Sinchi Roca. Posteriormente llegaron a Pallata y de ahí a Haysquisrro, estos viajes duraron varios años.[4]

En Haysquisrro conspiraron contra Ayar Cachi; temerosos del poder que ostentaba, pues podía derribar cerros y formar quebradas con el tiro de su honda, le pidieron que regresara Tambotoco a recoger el topacusi (vasos de oro), el napa (insignia) y unas semillas, una vez adentro un enviado llamado Tambochacay lo encerró dentro de la cueva.[4]

Luego continuaron su viaje hasta Quirirmanta, en donde oficiaron un consejo decidiendo que Ayar Manco sería el jefe pero antes debía casarse con Mama Ocllo; en tanto que Ayar Uchu tendría que petrificarse y transformarse en una huaca que se llamaría Huanacauri, con este acto Ayar Uchu se convertiría en un ser sagrado.[4]

El viaje continuó hasta Matagua realizando por primera vez el huarachicuy, luego de eso horadaron las orejas de Sinchi Roca. Luego de esto Mama Huaco, probó suerte y lanzó dos varas de oro, una cayó en Colcabamba pero no logró penetrar el suelo; la otra cayó en Guaynapata hundiéndose suavemente. Sobre este acontecimiento, otros autores atribuyen a Ayar Manco el lanzamiento de la vara de oro, pero todas coinciden que fue en Guaynapata donde se hundió el bastón fundacional.[4]

Después de eso hubo varios intentos de llegar al lugar donde se hundió la vara, pues eran repelidos por los naturales, hasta que Ayar Manco tomó la decisión de enviar a Ayar Auca para que se adelantara con su ayllu y poblase esa tierra. El llegar a ese lugar Ayar Auca se convirtió en piedra, en el sitio que posteriormente sería el Coricancha. Luego de varios enfrentamientos con la población local, Ayar Manco y Ayar Uchu llegaron hasta el lugar y tomaron posesión de este, desde ese momento Ayar Manco pasa a llamarse Manco Cápac.[4]

Al respecto de los dos mitos fundacionales, la leyenda de la pareja fundacional (Manco Cápac y Mama Ocllo), surge posterior a la entronización de Pachacútec, pues relaciona una huaca pan-andina, como lo es el lago Titicaca, con la fundación del Cuzco. Garcilaso tradujo el mito planteando una pareja que llegó para civilizar a pueblos bárbaros enseñándoles nuevas tecnologías; el hecho real es que actualmente se sabe que el área central andina ya poseía avances tecnológicos milenarios que fueron difundidos por los estados panandinos de Huari y Tiahuanaco, y que ya eran de conocimiento de los pequeños pueblos que habitaban la zona del Cuzco.[4]

Si bien ambos mitos narran un éxodo poblacional buscando tierras fértiles, solo el mito de los hermanos Ayar narra la petrificación de personajes y este último relato es muy recurrente en otras etnias del área central andina.[4]

Sobre la ubicación de las cuevas, Bingham en 1912 comisionó a George Eaton para ubicar las ventanas de Tambotoco, teniendo en cuenta que todavía existe el poblado de Pacarictambo pero la búsqueda de Eaton no encontró las cuevas. Luego en 1945, Jorge Muelle, Luis Llanos y César Lobón recorrieron Mollebamba buscando el sitio de Guaynacancha (en el distrito de Pacarictambo), ahí asoció un grupo de cavernas cerca del peñón de Puma Orqo con las cuevas de Tambotoco. Posteriormente Gary Urton aportó investigaciones sobre el poblado de Pacarictambo, afirmando que fue trasladado en tiempos de la colonia y que era muy posible que su ubicación original hubiese sido cercano a las ruinas de Maukallajta, cercana al sitio encontrado por Muelle, Llanos y Lobón en 1945.[4]

En general, el relato de los hermanos Ayar nos muestra a un hombre guerrero (Ayar Auca) y a una mujer guerrera (Mama Huaco), dando una visión distinta a la de Garcilaso, en donde el rol femenino está dedicado al tejido, la cocina y el cuidado de los infantes; este mito narra un hecho ocurrido durante una de las tantas batallas para posesionarse del Cuzco, en la que Mama Huaco hiere a un hombre luego le abre el pecho y sopla sus «bofes» haciendo que la gente de Acamama huyera temerosa.[4]

Fundó el imperio incaico, aproximadamente el año 1200 d. C. y fue su primer gobernante. Se caracterizó por el dominio de las tribus preincaicas que vivían dispersas en el Cuzco y sus alrededores. Manco Cápac unificó a los huallas, poques y lares, y con ellos se estableció en la parte baja de la ciudad. De este modo se inició la dinastía de los Urin Cuzco. Poco tiempo después ordenó la construcción de la primera residencia de los incas, el Inticancha o Templo del Sol. Su hermana y esposa fue Mama Ocllo.

De escasa movilidad; se tienen pocas noticias de sus sucesivos gobiernos: Sinchi Roca, quien habría gobernado desde 1230 a 1260 sin conseguir una expansión significativa en el entonces reino cuzqueño; Lloque Yupanqui, que culminaría su gobierno en 1290 con el mérito de llegar a concretar diversas alianzas con distintos pueblos circundantes a los incas; Mayta Cápac reconocido por su victoria ante los acllahuiza y que culminaría su gobierno alrededor de 1320; y Cápac Yupanqui, el primer conquistador, a quien se debe la victoria ante los condesuyo. Este período habría durado aproximadamente 120 años, iniciándose aproximadamente en 1230 d. C. (año en que comienza el gobierno de Sinchi Roca), hasta 1350 d. C. (año en que culmina el gobierno de Cápac Yupanqui).

Una visión etnohistórica más general de este período describe que los incas llegaron al Cuzco alrededor del siglo XIII d. C. y, en el siglo siguiente, lograron imponerse a las poblaciones más cercanas al valle cuzqueño. Desde su llegada al Cuzco, los incas se habrían mezclado con algunos de los pueblos que habitaban el lugar y expulsado a otros. Habrían organizado su predominio al hacer alianzas con distintos curacas estableciendo relaciones de parentesco y al enfrentarse en guerras. A estas prácticas, que continuaron, se sumaron otras como el acopio de excedentes y mano de obra y la práctica de la redistribución. Para entender esta situación habría que considerar, además, que el prestigio religioso que acompañó a los incas fue la piedra angular de la eficacia de todos los mecanismos de expansión que emplearon en esta época.

Se denomina preestatal a esta etapa, porque en ningún momento surgió en sí una sólida idea de estado o nación incaica; sino aún existía la idea andina de considerarse una macroetnia, si bien esto cambiaría al extenderse significativamente el territorio de la etnia luego del gobierno de Cápac Yupanqui y sus diversas conquistas. El fin de este periodo coincide con el fin de la dinastía de los gobernantes Urin Cuzco (Rurin Qusqu), quienes vieron en Cápac Yupanqui a su último representante.

Con Pachacútec se inicia el modelo imperial, con Túpac Inca Yupanqui se expande y con Huayna Cápac se consolida.

Durante su gobierno se inició la expansión territorial, inaugurando de esta manera el periodo imperial al anexionar numerosos pueblos. Pachacútec mejoró la organización del estado, dividiendo el imperio en cuatro regiones o suyus. Por el norte, sometió a los huancas y tarmas, hasta llegar a la zona de los cajamarcas y cañaris (Ecuador). Por el sur sometió a los collas y lupacas, que ocupaban la meseta del altiplano. Organizó a los chasquis e instituyó la obligatoriedad de los tributos.

Fue un destacado militar que logró importantes victorias durante el gobierno de su padre Pachacútec. En 1471 asumió el trono y amplió las fronteras del imperio hacia el sur, hasta llegar al río Maule en Chile. También sometió al reino Chimú y a algunos pueblos del altiplano y del norte argentino. Sofocó la resistencia de los chachapoyas y avanzó por el norte hasta Quito. Quiso incursionar en la selva, pero una rebelión de los collas lo obligó a desviarse hacia el Collao. Mejoró la recaudación de los tributos y nombró nuevos gobernantes visitadores (tuqriq). Murió en 1493.

Se le considera el último soberano del incario. Durante su gobierno, continuó la política de su padre, Túpac Inca Yupanqui, en cuanto a la organización y fortalecimiento del estado. Para conservar los territorios conquistados tuvo que sofocar en forma sangrienta continuas sublevaciones. Derrotó a los chachapoyas y anexionó la región del golfo de Guayaquil, llegando hasta el río Ancasmayo (Colombia). Estando en Quito, enfermó gravemente y falleció en 1525. Algunas crónicas españolas postulan que además amplió las fronteras del imperio más hacia el sur, y que incluso habría llegado hasta el río Biobío en Chile; aunque este límite más austral no ha sido comprobado arqueológicamente, y no es aceptado históricamente. Con su muerte se inició la decadencia del imperio.

Las crisis de sucesión eran un fenómeno coyuntural que era muy frecuente en la historia política del imperio. El que aspiraba a ser el nuevo soberano debía demostrar que era el «más hábil», tenía que ser confirmado por un oráculo y además tenía que ganar adeptos en las panacas cuzqueñas.[8]

Huayna Cápac nombró heredero a Ninan Cuyuchi[8]​ (hijo de la Coya Mama-Cussi-Rimay[cita requerida]), pero el sacerdote del sol hizo un sacrificio en el que vio que la suerte no le favorecería a Ninan Cuyuchi. Por ese motivo, cuando Huayna Cápac falleció en Quito, fue llevado en andas hasta el Cuzco manteniendo en secreto la muerte de este, para mantener el orden político. En ese contexto, Raura Ocllo, madre de Huáscar quien se encontraba en Quito junto a Huayna Cápac, viaja rápidamente al Cuzco acompañada de unos cuantos orejones para preparar la entronización de Huáscar. Según María Rostworowski, fue Raura Ocllo quien convenció a las panacas cuzqueñas para nombrar como sucesor a Huáscar; mientras que Atahualpa se quedó en Quito junto con otros nobles.[9]

Por su parte, Atahualpa era hijo de Tocto Coca (mujer que pertenecía a la panaca de «Hatun Ayllu»); y al morir su padre ordenó edificar en la localidad de Tumipampa un palacio en su honor. Este hecho enojó al curaca de Tumipampa llamado Ullco Colla, quien envió mensajes a Huascar acusando a Atahualpa de sublevación; además Atahualpa se quedó en el norte acompañado de varios generales importantes leales a Huayna Cápac, que tenían un aprecio especial por Atahualpa. Luego de este hecho, Atahualpa envió presentes a su hermano Huáscar, pero este último ordenó hacer tambores con los cueros de los mensajeros. Según Rostworowski, Atahualpa fue incitado a rebelarse por los generales de su padre, con quienes había participado en varias batallas contra los nativos del norte.[9]

En ese contexto ocurrió la rebelión de los «cañaris», quienes tomaron prisionero a Atahualpa encerrándolo en un tambo. La huida de Atahualpa toma un contexto mítico, pues según los oradores Atahualpa fue convertido en amaru (serpiente) por su padre sol, y así logró huir del encierro. Otras crónicas dan cuenta de que fue una mujer quien le entregó una barra de cobre con la que hizo un forado y pudo huir del encierro. Una vez libre, Atahualpa reunió un ejército y asesinó a sus enemigos en Quito y Tumipampa, esta última ciudad fue arrasada en venganza a Ullco Colla; luego avanzó a Tumbes intentando avanzar hasta la isla Puná, pero el curaca de Puná se adelantó y arrasó Tumbes. Con el pueblo de Tumbes arrasado, los primeros españoles pisan el terrorio incaico.[9]

En tanto, Huáscar trataba de estabilizar su entronización en el Cuzco con el apoyo de las panacas. Sobre Huáscar, los cronistas describen varios errores políticos que fueron menguando el apoyo cuzqueño. Primeramente, no atendió a los ayllus reales como era la costumbre, no asistió a los almuerzos públicos en la plaza del Cuzco (que afianzaban vínculos de reciprocidad y parentesco). Eliminó a los ayllus custodios de su guardia personal y nombró como guardia real a guerreros «cañaris» y «chachapoyas». Huáscar dudaba de la lealtad de las panacas cuzqueñas y se rodeó de otros nobles, bajo el temor de una rebelión de la nobleza cuzqueña amenazó con enterrar las momias reales y quitarle sus tierras a las panacas. Poco a poco Huáscar se iba ganando enemistades en un periodo de intrigas entre la nobleza cuzqueña, en su contraparte Atahualpa iba ganando adeptos.[9]

Huáscar no estuvo de acuerdo con el testamento de Huayna Cápac, ya que se creía con derecho de heredar todo el imperio incaico según las leyes, costumbres y tradiciones incaicas. Huáscar se enfrentó en 1531 después de muchos años de paz a su medio hermano Atahualpa, quien también se consideraba legítimo heredero del trono en la región de Quito. Muy pronto importantes regiones del imperio fueron sacudidas por sangrientas batallas entre tropas cuzqueñas y quiteñas, que terminaron con la victoria final de los últimos. Huáscar fue tomado prisionero y muerto posteriormente por orden de Atahualpa.

Hijo de Huayna Cápac con la noble incaica Tocto Ocllo Coca. Tras la muerte de su padre, se convirtió en gobernador de la ciudad de Quito. Bien sea al temor que le tenía a su hermano Huáscar o la ambición de convertirse en soberano, luego se proclamó Inca en Quito y así inició la guerra de sucesión incaica. Sus tropas, dirigidas por Chalcuchímac y Quizquiz, derrotaron al ejército de Huáscar en la batalla de Quipaipán (Apurímac) y entraron triunfantes al Cuzco. Enterado de la victoria, Atahualpa marchó a Cajamarca para ser coronado inca. En el trayecto fue aclamado por los pueblos del norte. Sin embargo, al llegar a Cajamarca, fue tomado prisionero por los españoles en la masacre de Cajamarca. Era el año 1532. Este hecho marcó el fin del imperio incaico.

En contra de lo pensado, Atahualpa (que gobernó de facto entre 1532 y 1533), no forma parte de la capaccuna al nunca ceñir la mascaipacha. Por lo tanto es impropio llamarle Sapa Inca, como algunas veces se le titula. Quito fue incendiada por completo por el general Rumiñahui en 1534, antes de la llegada de los españoles a la ciudad en busca de los tesoros del imperio, y fundada nuevamente por el español Sebastián de Benalcázar sobre las cenizas del pueblo incaico el 6 de diciembre de 1534.

Según Waldemar Espinoza Soriano,[10]​ la teoría más consistente es la que resalta la difícil situación social y política que existía en el Tahuantinsuyo a la llegada de los españoles. Esta situación estaba caracterizada por los siguientes factores: Primero, un descontento de muchos pueblos con la situación imperial; Cieza de León menciona a los Chachapoyas, Cañaris y Huancas que brindaron gran ayuda material a los invasores. Segundo, la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa había dejado a la clase dirigente del imperio dividida en dos bandos al igual que a los cuerpos militares; el resultado fue que muchos miembros del bando de Huáscar no hicieron casi nada para detener la caída del imperio e incluso se alegraron con el cautiverio de Atahualpa. Por último, el tipo de vida muy arraigada a la tierra y a sus señoríos hizo que los indios del Tahuantinsuyu acepten con menos resistencia la imposición de nuevos señores que otros pueblos como los que habitaban los actuales Chile o Colombia. La mayoría de estudios coinciden en que sin la ayuda de las etnias descontentas con el imperio hubiese sido imposible su conquista por parte de los soldados que llegaron de España.

No deja de ser evidente, en cambio, el mayor nivel tecnológico de los españoles, que se enfrentaban a una civilización que no había alcanzado la Edad del Hierro, y que desconocía tanto las armas de fuego como el caballo y su doma. Además, carecían de los conocimientos y experiencia de los conquistadores en la guerra moderna, acostumbrados a lidiar con el resto de potencias hegemónicas de la época.

Desde la llegada de los españoles, en su marcha hacia el Cuzco.

Fueron gobernantes de pueblos descendientes de los incas, fue oficialmente la última dinastía incaica, fundada luego de la rebelión de Manco Inca y como última resistencia a los conquistadores españoles.

Fue la región andina, debido a la presencia de la cordillera de los Andes, se caracteriza por la diversidad de su ecología: costas desérticas, parajes tropicales, altiplanos secos y fríos que a simple vista parecen uno de los ambientes menos propicios para la vida del hombre. Sin embargo, los hombres que la habitaron han demostrado a lo largo de muchos siglos, ser capaces no solo de sobrevivir en tales circunstancias, sino también de dominar el medio geográfico y de crear una serie de civilizaciones florecientes. La más famosa de ellas fue el imperio incaico, que ocupó un vasto territorio de América del Sur, que comprende los actuales o partes de los territorios de las Repúblicas de Perú, Ecuador, occidente de Bolivia, norte de Chile, extremo sur-occidental de Colombia y el noroeste de Argentina.

Según las fuentes históricas en el territorio de Argentina, entre 1479 y 1535, el imperio incaico conquistó las partes occidentales de la actuales provincias de Catamarca, Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja, San Juan, y el extremo noroeste de Mendoza incorporándolas al Collasuyo. Algunas investigaciones sugieren la influencia incaica en parte de la Provincia de Santiago del Estero (zona interfluvial en donde está la ciudad de Santiago del Estero), pero la incorporación de esa zona al imperio no ha sido probada. Tradicionalmente se atribuye la conquista al inca Túpac Yupanqui. Los pueblos que entonces habitaban esa región, los omaguacas, los diaguitas (incluidos los calchaquíes), los huarpes y otros, intentaron resistir pero los incas lograron dominarlos, trasladando a sus territorios a los mitimaes o colonos deportados de las tribus de los chichas, que habitaban en lo que es el suroeste del actual territorio boliviano.

Los incas construyeron caminos (el Camino del Inca), centros agrícolas y de producción de tejidos, asentamientos (collcas y tambos), fortalezas (pucarás) y numerosos santuarios en lo alto de las montañas en donde realizaban sacrificios humanos especialmente de jovencitas y de niños tal como lo demuestran las momias de Llullaillaco, utilizando también construcciones preexistentes.

Entre los establecimientos incaicos más importantes en Argentina, se encuentran el Potrero de Payogasta en Salta, la Tambería del Inca en La Rioja, el pucará de Aconquija y el Shincal de Londres, ambos en Catamarca, el pucará de Tilcara en Jujuy y las ruinas de Quilmes en Tucumán, la mayoría de las cuales eran preincaicos y fueron organizados en una red urbana dentro de su imperio, estableciendo en ellos puestos de control militar.

Las provincias (wamanis) incaicas en el actual territorio argentino fueron cinco:[11]

En el territorio de Bolivia, luego de que en torno al 1100 a. C. Tiwanaku desapareció, se produjo una lucha entre los diferentes grupos que habitaban la región: aimaras, collas, lupacas y pacajes. Los aimaras establecen un dominio que abarca Arequipa y Puno en el Perú, La Paz y Oruro, que perduró hasta que, en 1438, el Inca Pachacútec derrotó al último soberano colla, Chunqui Cápac, incorporando el altiplano boliviano al imperio incaico, como parte de la provincia del Collasuyo, e imponiendo el quechua como lengua oficial, aunque el aimara se continuó hablando regularmente. Además el imperio incaico adoptó los estilos arquitectónicos tiwanakotas y otros conocimientos. Posteriormente el Inca Huayna Cápac mandó levantar fortalezas en la frontera oriental para detener el avance de los chiriguanos.

Según una leyenda, los fundadores del imperio incaico, Manco Cápac y Mama Ocllo nacieron de la espuma del lago Titicaca en la Isla del Sol), entre Perú y Bolivia.

En el territorio del Brasil, existen dos caminos que los incas habrían construido, en el noreste desde Quito llegando al actual estado de Roraima en el límite de las Guayanas, que según el investigador chileno Roland Stevenson surge de un mal pronunciamiento del nombre quechua "Guayna Capac", padre de Huáscar y Atahualpa, y el llamado camino de Peabiru (pea-camino; Biru-Perú) que conecta las costas del Océano Atlántico, en el actual estado de São Paulo, con la ciudad del Cuzco en los Andes por el cual el portugués Aleixo García habría incursionado llevándose metales preciosos de la actual Bolivia, antes de la invasión española.[cita requerida]

En el territorio de Chile, durante el reinado de Túpac Yupanqui, se produjo la conquista de los diaguitas y aconcaguas de los valles transversales del Norte Chico de Chile y Zona Central de Chile por parte de las poblaciones ubicadas en el norte y centro, quienes habitaban el «valle de Chile» (actual valle del Mapocho), y algunas comarcas ubicadas al sur de él, fijándose así los límites del Imperio inca en una zona que los historiadores y la arqueología reciente extienden convencionalmente en algún lugar entre los ríos Maule y Maipo. De ese modo, ese territorio quedó dividido en dos wamanis o provincias: el del Valle de Elqui (Coquimbo) en el norte, presidido por Anien, y el Valle del Mapocho (Santiago) en el sur, encabezado por Quilacanta.[14]

En el territorio de Colombia, hacia 1492 el imperio incaico dominó transitoriamente la región habitada por los pueblos aborígenes denominados los pastos y levantaron una fortaleza aún en dos caminos visible, en Males (hoy municipio de Córdoba). Sin embargo los pastos se refugiaron en la Cordillera Occidental y lograron expulsar a los ocupantes. Los Incas prefirieron entonces avanzar por el piedemonte amazónico, a través del territorio de los cofán,[15]​ pero finalmente fueron los españoles los que controlaron la región y fueron los Awá quienes lograron preservarse de la dominación en las selvas de la vertiente del Océano Pacífico.

En el territorio de Ecuador, en el siglo XV, los Incas Túpac Yupanqui y Huayna Cápac conquistaron el territorio y lo incorporaron a su imperio.

A mediados del siglo XV la zona fue invadida por las fuerzas del Inca Túpac Yupanqui, quien al mando de un poderoso ejército se encaminó desde el sur para ampliar sus dominios. Al principio la campaña le resultó relativamente fácil pero luego debió enfrentar a los Bracamoros, siendo este el único pueblo que pudo obligar al Inca a abandonar sus tierras sin poder incorporarlo al imperio.

Cuando el Inca empezó a avanzar sobre los cañaris, fue aún más difícil para ejércitos incaicos, pues estos los rechazaron luchando con bravura, obligándolos a replegarse hacia tierras de lo que hoy es Saraguro, donde debieron esperar la llegada de refuerzos para poder iniciar la campaña. Esta vez considerando la inmensa superioridad de los Incas, los Cañaris prefirieron pactar y someterse a las condiciones impuestas por estos. Después de esto Túpac Yupanqui fundó la ciudad de Tomebamba, actual ciudad de Cuenca, ciudad donde se discute que pudo haber nacido Huayna Cápac.

El Imperio incaico se originó en el territorio del Perú ocupando la costa, sierra y selva alta del territorio peruano (abarcando aproximadamente la mitad de su actual superficie).

A comienzos del siglo XIII inicia la historia inca desde el Cuzco como capital teniendo a Manco Cápac como fundador. Los Incas tuvieron desde entonces tres expansiones siendo la tercera la mayor pues se desarrolló primero hacia el norte empezando con el centro-oeste de Perú hasta el sur de Colombia, y después hacia el sur empezando con el sur de Perú hasta el centro de Chile. En el siglo XV el Sapa Inca Pachacútec dividió Tawantinsuyo tomando la capital como punto de referencia en cuatro suyos: Chinchaysuyo, Contisuyo, Antisuyo y Collasuyo.

En 1525 se inicia una guerra civil entre Huáscar y Atahualpa por la sucesión al trono, ganando esta disputa Atahualpa, pero quedando el imperio enfrentado e inestable. En estas circunstancias llegan los españoles quienes en Cajamarca capturan sorpresivamente a Atahualpa en una entrevista en 1532.

Los cuatro suyos en su conjunto se extendían a lo largo de más de dos millones de kilómetros cuadrados y llegaron a abarcar, en su período de apogeo (hacia 1532), parte de las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Poseían aproximadamente cuatro mil kilómetros de costa en el océano Pacífico. La expansión se inició con el Inca Pachacútec y llegó a su apogeo con el Inca Huayna Cápac. Se atribuye la máxima expansión al Inca Túpac Yupanqui.

Hacia el norte, el Imperio Incaico se extendía hasta el río Guáitira, al norte en la frontera entre Colombia y Ecuador. En Ecuador, llegaron a abarcar una zona que incluiría las actuales ciudades de Quito, Guayaquil, Cuenca y Manta.

Hacia el noreste, se extendía hasta la selva amazónica de las actuales repúblicas de Perú y Bolivia. Son muy poco nítidos sus límites con esta debido a las esporádicas expediciones de exploración de la selva por parte de los habitantes del imperio debido a la gran cantidad de enfermedades y el miedo que los nativos poseían a esas zonas, pero se sabe que dominaban las actuales ciudades de Potosí, Oruro, La Paz y Cochabamba en Bolivia y prácticamente toda la sierra peruana.

Hacia el sureste, el imperio incaico llegó a cruzar la cordillera de los Andes (lo que en geopolítica moderna se conoce como encabalgarse), llegando un tanto más allá de lo que ahora se conoce como las ciudades de Salta y Tucumán en Argentina. El territorio incaico de la actual Argentina, conformó una zona especial que se denominó Tucma o Tucumán, que abarcaba las actuales provincias de La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy.

Hacia el sur, existen pruebas de que el Imperio incaico llegó a abarcar hasta el Desierto de Atacama (actual III Región de Atacama) en dominio efectivo, pero con avanzadas hasta el río Maule (actual VII Región del Maule de Chile), donde debido a la resistencia de los purumaucas (o picunches, pertenecientes a la etnia mapuche) no pudo seguir avanzando.

Hacia el oeste, si bien el Imperio Incaico limitaba con el océano Pacífico, hay quienes además postulan que los Incas habrían incluso llegado a mantener, a pesar de las limitaciones navales de la época, una cierta relación comercial con algún pueblo desconocido de la lejana Polinesia (Oceanía). El tema ha sido estudiado por José Antonio del Busto en una reciente publicación. Una de las personas que defendió esta teoría fue el difunto explorador difusionista noruego Thor Heyerdahl.

Su capital se encontraba en la ciudad del Cuzco —que, según la Constitución peruana, es la "capital histórica" de Perú—, en donde los cuatro suyos se encontraban.

Los cronistas afirmaron que el imperio incaico estuvo dividido en cuatro distritos conocidos como suyos (del quechua suyu): Chinchaysuyo, Antisuyo, Collasuyo y Contisuyo. El centro de esta división era el propio Cuzco. Se ha atribuido al inca Pachacútec la creación de este sistema de organización del territorio; sin embargo sabemos que se trataba de una práctica que antecedió al gobierno de este gran reformador. Antes de consolidarse el dominio incaico en el Cuzco, el espacio en torno de esta ciudad estuvo también dividido en cuatro partes. Las divisiones entonces correspondían a los territorios de los señoríos del área. Cuando Manco Cápac y sus clanes se establecieron en la zona, crearon los cuatro suyus incaicos a partir de esta división.

Un tema que aún es motivo de discusión entre los investigadores es aquel de la extensión y los límites de cada suyu. Como hemos visto, la expansión incaica se inició con Pachacútec, quién conquistó los curacazgos del área cercana al Cuzco: los soras, lucanas y tambos. Otros líderes militares como su hermano Cápac Yupanqui, y posteriormente Túpac Yupanqui y Amaru Yupanqui, continuaron las conquistas, mientras Pachacútec permanecía en el Cuzco. Por ejemplo, Cápac Yupanqui habría reconocido y visitado en la costa los valles de Chincha y Pisco, mientras que en la sierra central llegaría hasta Jauja. Túpac Inca continuó la conquista del Chinchaysuyu hasta la región de los cañaris (Tumibamba); mientras que Amaru Yupanqui y otros líderes militares conquistaron el Collasuyu hasta Chincha y el Contisuyo hasta Arequipa. Sin embargo, aún no sabemos si la franja costera entre Ica y Tarapacá fue conquistada en esta época o después, luego de que Túpac Yupanqui asumiera el mando supremo del Estado incaico. Por otro lado durante los tiempos de Túpac Yupanqui la frontera norte se estableció cerca de Quito; mientras que la frontera sur se fijó en el río Maule, 260 km al sur de Santiago de Chile. Durante el gobierno de Huayna Cápac se conquistaron nuevas regiones en el Ecuador y el extremo suroeste de Colombia (cercanías de Pasto). Estos son en general los límites conocidos del imperio. El punto menos preciso es el relativo a la región amazónica, donde es difícil precisar los alcances que tuvieron las incursiones incas.

(Chinchay suyu)

(Anti suyu)

(Kunti suyu)

(Qulla suyu)

Cada provincia (wamani) estaba dividida en sayas o partes en las cuales habitaba un número variable de ayllus. El número de sayas de cada provincia solía basarse en la dualidad, si bien es cierto que algunas provincias llegaron a tener tres sayas, como la de los Huancas.

Para la mejor administración del imperio, era necesario asegurar que todos trabajaran y cumplieran lo que se les imponía. Con esta finalidad, los incas crearon una organización decimal que consistía en una escuela de funcionarios, cada uno de los cuales controlaba el trabajo de diez que estaban bajo su inmediata autoridad:[16][17]

El gobierno imperial era de tipo monárquico teocrático, la máxima autoridad era el Sapa Inca, aconsejado por el consejo imperial. Símbolo de su poder era la mascapaicha, una especie de borla de lana roja que ceñía en la cabeza. Ejercía las funciones de su gobierno desde el palacio particular que cada uno se hacía construir en el Cuzco. Desde donde concedía audiencia y administraba justicia. También viajaba con frecuencia por el Tawantinsuyo, llevado en andas sobre hombros de cargadores, para atender personalmente las necesidades de su pueblo.[18]

A estos gobernantes, a los que se atribuía un origen divino, se les suele asociar los títulos de señor inca y sapa inca: "divino inca" y "único inca", respectivamente.

La "Capac cuna" era la lista oficial de gobernantes de la civilización incaica. Se especula que existieron más gobernantes de los que esta acepta y que varios fueron borrados de la historia oficial del imperio por distintos motivos. En total, fueron trece los soberanos incaicos.

Aunque algunos historiadores consideran que Atahualpa no debe ser incluido en la capac cuna, argumentando que Atahualpa se habría declarado súbdito de Carlos I de España, además del hecho de que nunca llegó a serle ceñida la mascapaicha, el símbolo del poder imperial. Pero la mayor parte de los cronistas da como cierta la relación de 14 incas, asignando el escaño 14.º a Atahualpa.

Otros historiadores han seguido el linaje y consideran que deben tomarse en cuenta también a Tarco Huamán y a Inca Urco. El primero sucedió a Mayta Cápac y, después de un corto período, fue depuesto por Cápac Yupanqui. Inca Urco se ciñó la mascaipacha por decisión de su padre, Viracocha Inca, pero, ante su evidente desgobierno y la invasión de los chancas, huyó con él. Luego del triunfo de Pachacutec Yupanqui -el futuro Pachacútec Inca Yupanqui, también hijo de Viracocha Inca- sobre el pueblo enemigo, Inca Urco fue muerto en una emboscada que él mismo le tendió a su hermano. Asimismo, Garcilaso y algunos otros cronistas insertan entre Pachacútec y Túpac Yupanqui a Amaru Yupanqui, soberano de dudosa existencia.

La historia política incaica, casi siempre, estuvo plagada de enfrentamientos por el poder hereditario. Esto se debía a la ambigüedad de los criterios para la elección del nuevo Inca.[8]

El principal criterio para elegir al nuevo inca fue la normativa de elegir al «más hábil». El nuevo inca podía ser hijo del antiguo inca con la coya o con cualquier concubina. Los herederos debían ser mayores de edad. El Inca podía nombrar a un sucesor, pero este tenía que ser aceptado por los dioses (a través de un oráculo) y por las panacas.[8]

El criterio de elegir al «más hábil» como gobernante fue un criterio muy difundido por todo el territorio, muchas de las macroetnias y etnias elegían como gobernante al que demostraba mayor capacidad de mando y no eran necesariamente los hijos propios; esta costumbre fue tan eficaz que el virrey Toledo ordenó: «no hacer novedades, dejando la sucesión al antiguo derecho y costumbre».[8]

En el caso de los gobernantes incaicos, el más hábil era también el que ganaba más partidarios en las «panacas», demostrando su capacidad de negociación política. Esto también llevó a luchas entre las panacas por el poder, que ocasionaron crímenes por motivos políticos.[8]

En el caso de las «panacas», era importante el estatus social de la madre pues todo hace indicar que el patrón de convivencia post-matrimonial del Cuzco era exogámico y matrilineal. Es decir que lo único que diferenciaba a los hijos de un Inca era su ascendencia materna y era lo que le otorgaba más rango a unos que a otros. En la red social incaica, una madre con abundante parentela poseía mayor capacidad para ejercer la «reciprocidad», tan importante en la estructura social incaica.[8]

En general fueron varios aspectos los que primaban ante la elección de un soberano incaico, pero los criterios eran tan ambiguos que en muchos casos, cuando uno de los hijos del Inca demostraba ser hábil en la política, la administración y la guerra, se imponía ante sus hermanos. Como ejemplos, Pachacútec se impuso ante Inca Urco (Inca Urco fue nombrado sucesor por Huiracocha Inca); Inca Roca se entronizó luego de la muerte de Cápac Yupanqui a manos de su propia esposa llamada Cusi Chimbo, mujer que luego sería desposada por el mismo Inca Roca; Atahualpa se impuso ante su hermano Huáscar, en un proceso en el que Atahualpa fue ganando batallas y aliados políticos demostrando su habilidad como gobernante. En general, la muerte de un Inca, casi siempre traía consigo un periodo coyuntural de inestabilidad política en la que uno de los hijos tenía que demostrar su habilidad para entronizarse en el poder.[8]

El máximo organismo dedicado a la asesoría del soberano incaico. Integrado por dieciocho personas:

Según algunas crónicas[19][20][21][22][23][24][25]​ habría existido una enseña o estandarte (unancha) imperial incaica, lo cual ha dado pie a que se sostenga que hubo una suerte de bandera del imperio incaico. Sin embargo, tal interpretación es incorrecta, por cuanto el estandarte no representaba al estado incaico sino al soberano, quien pintaba en este sus armas y divisas personales. En todo caso, se conoce que esta enseña era utilizada por las huestes incaicas junto al soberano.[26]

En tiempos contemporáneos, se ha llegado a confundir la existencia de este «estandarte incaico» con una bandera multicolor (con los colores del arco iris) que comúnmente suele ser atribuida al imperio incaico. Sin embargo, según la historiografía peruana, en el imperio incaico no existió el concepto de bandera, y por tanto este nunca tuvo una. Así lo ha afirmado la historiadora e investigadora de la civilización incaica María Rostworowski, quien al ser consultada sobre esta enseña multicolor señaló tajantemente: «Les doy mi vida, los incas no tuvieron esa bandera. Esa bandera no existió, ningún cronista hace referencia a ella».[27]

Otras investigaciones señalan incluso que esta bandera fue creada recién en 1973 para conmemorar el aniversario de una emisora radial de la ciudad del Cuzco llamada «Radio Tahuantinsuyo», y que de allí se habría extendido su uso hasta que la Municipalidad Provincial del Cuzco la adoptó oficialmente como emblema de la ciudad en 1978.[28]​ En esta misma línea se pronuncia el propio Congreso de la República del Perú, cuando señala que los orígenes de esta falsa bandera del imperio incaico se remontan recién a las primera décadas del siglo XX cuando algunos autores, especialmente indigenistas, la mencionan y describen como supuesto emblema del imperio de los incas. Al haberla asumido Radio Tahuantinsuyo como emblema de la radioemisora, la confusión se extendió y el error se difundió masivamente.[29]

La palabra «ayllu» de origen quechua y aimara significa entre otras cosas: comunidad, linaje, genealogía, casta, género, parentesco. Puede definirse como el conjunto de descendientes de un antepasado común, real o supuesto que trabajan la tierra en forma colectiva y con un espíritu solidario.

El «ayllu» fue la base y el núcleo de la organización social del imperio. Los ayllus creían que descendían de un antepasado común, por lo cual los unían lazos de parentesco. Este antepasado podía ser mítico o real; y en todos los casos, los ayllus, conservaban un «mallqui» (momia) al cual rendían culto y por medio del cual daban sentido a sus relaciones.[30]​ Además del mallqui, los miembros de un ayllu tenían divinidades tutelares comunes y tributaban a la tierra de forma común.[30]

Un ayllu poseía ganado, tierras y agua al que todos sus miembros tenían derecho siempre y cuando cumplieran obligaciones establecidas entre los miembros. Cada ayllu manejaba el tamaño de sus «tupus» (unidad de medida de la tierra), cada «tupu» entregado debía ser trabajado para no perder el derecho sobre la tierra. En la actividad agrícola los miembros del ayllu se ayudaban mutuamente; el hecho de pertenecer al ayllu les daba derecho a recibir ayuda en el caso que su propia familia nuclear no fuera suficiente; esta ayuda generalmente se daba en tiempo de cosecha, siembra o en la construcción de las viviendas de los recién casados; en estos casos entraba en juego el «principio de reciprocidad» que obligaba a devolver la ayuda prestada.[30]

En el caso del curaca (jefe del «ayllu»), podía pedir ayuda para pastar su ganado o trabajar la tierra. este estaba obligado a brindar comida y chicha a los que lo ayudasen pero no estaba obligado a devolver la ayuda, por lo cual existía una reciprocidad asimétrica con este.[30]

En el caso de las tierras comunales, todos los miembros del «ayllu» la trabajaban organizados por el «curaca» y el «llacta camayoc». La producción de las tierras comunales era almacenada y redistribuida entre los miembros del ayllu que lo necesitasen.[30]

Al trabajo colectivo para la construcción y mantenimiento de canales, depósitos o andenes, se le denominó «minka» y era organizado por el curaca, quien además asignaba las tareas que debían cumplir los miembros del «ayllu».[30]

Los ancianos, viudas, huérfanos e inválidos, también estaban obligados al trabajo colectivo pero recibían ayuda para el trabajo de sus «tupus». Por lo general los ancianos e inválidos realizaban tareas de supervisión. Poma señala que las aguas de riego eran distribuidas por los ancianos.[30]

Los ayllus no solo poseían tierras en un territorio compacto; la necesidad de hacer autosuficiente a un ayllu lo obligaba a abarcar otros pisos ecológicos, esto dio origen a una territorialidad discontinua que no fue homogénea ni diferenciada. Los ayllus con población numerosa podían acceder a tierras distantes y a mayor variedad de productos.[30]

John Murra señala que un buen ejemplo de esto fueron los reinos aimaras, tanto Collas, Lupacas y Pacajes lograron controlar territorios discontinuos en la costa a manera de enclaves. En lugares con distancias considerables se construyeron viviendas que albergaban a los miembros del ayllu, los miembros del ayllu se turnaban para trabajar estas tierras alejadas.[30]

Si bien en las zonas de altura del imperio incaico la característica general de los ayllus fue agrícola, existieron ayllus agrícolas y ganaderos a la vez y otros que solo eran ganaderos. Los ayllus eminentemente ganaderos se ubicaban en Chinchaycocha y el Collao; estos ayllus se dedicaban a la crianza de llamas y alpacas de las cuales se obtenía fibra; carne fresca o carne seca a la que se le denominaba «charqui»; pellejos para la elaboración de «ojotas», correas, bolsas y sogas; huesos para fabricar agujas, instrumentos musicales u otros; y «taquia» (excremento) para combustible. En la costa, los ayllus tenían poblaciones especializadas en agricultura, intercambio, pesca y artesanía.[30]

El principio básico organizativo de la sociedad incaica fue la dualidad, esta dualidad se basaba en relaciones de parentesco. Los ayllus comprendían dos parcialidades que podían ser «hanan o urin», «alaasa o massaa», «uma o urco», «allauca o ichoc»; según Franklin Pease estas palabras se entendían como «alto o bajo», «derecha o izquierda», «masculino o femenino», «dentro o fuera», «cerca o lejos» y «delante o detrás».[30]

Los cronistas españoles describieron a los curacas en parejas pero sin especificar la dualidad debido a que esta forma de organización era desconocida en Europa. En 1593 se describieron curacazgos divididos en dos mitades, en los cuales cada mitad tenía un curaca al frente; esta situación se describió de los curacazgos de Acarí, Lima y los curacazgos Lupacas del Collao y Tarata.[30]

También existieron curacazgos en donde gobernaban mujeres con su «segunda persona», estos datos provenían de los curacazgos de Colán. En el Cuzco sucedía lo mismo, basando su organización en el principio de dualidad.[30]

Los europeos documentaron dinastías cuzqueñas: «Hanan Cuzco» y «Urin Cuzco», describiéndolas como dinastías sucesivas en las que se dividía el Cuzco; los españoles fueron incapaces de identificar el gobierno dual por lo cual colocaron una «dinastía» como antecedente de la otra.[30]​ En otras regiones del imperio se prefería otras denominaciones para las partes de la dualidad; las regiones aymaras prefirieron «alaasa - masaaa», otros grupos cercanos al lago Titicaca prefirieron «uma - urco» indicando lejanía o cercanía a fuentes de agua (lago o ríos); al norte del territorio se prefería «allauca - ichoc» (izquierda-derecha).[30]

Las funciones que cumplían cada parte son poco claras. Las crónicas no describen las funciones específicas que cumplían los jefes étnicos de cada mitad. Lo que sí se describe es que uno de los jefes estaba subordinado al otro; Rostworowski describe que en el caso del Cuzco la mitad de arriba era más importante pero en el caso de Ica la mitad de abajo lo fue.[30]

Pease señala que ambas mitades se integraban por la reciprocidad. En el Cuzco, «hanan» y «urin» eran opuestos y a su vez complementarios como las manos humanas («yanantin»). Aun así, es difícil deducir cuales eran las funciones de cada parte, lo único que queda claro es que ambas partes se complementaban y existían obligaciones recíprocas entre ambas.[30]

La sociedad inca, fue jerárquica y rígida. Existieron grandes diferencias entre las clases sociales, siendo estas diferencias respetadas por todos los habitantes del imperio. Las clases jerarquizadas formaban una pirámide donde el Inca, con todo el poder, se encontraba en la cúspide (plana), mientras que el pueblo, que era la gran mayoría, constituía su base social.

En el imperio existían dos linajes principales, Hanan Cuzco y Hurin Cuzco, de los cuales provenía el Sapa Inca o monarca. Cada vez que un inca moría había inestabilidad política entre estos dos linajes y la descendencia del último monarca por el poder. Cuando se instituía al nuevo inca, este conformaba un nuevo linaje propio o panaca. Hubo al menos una docena de panacas en el imperio, cuyos miembros tenían varios privilegios.

Si bien el Sapa Inca, la Coya (su esposa), el Auqui (heredero del Inca) y sus hijos (primeras generaciones de cada panaca) conformaban la familia real o realeza del imperio, existía un número importante de personas que se les consideraba nobles, sean de sangre o de privilegios. Entre los nobles de sangre estaban los restantes miembros y descendientes de las panacas y dentro de los nobles de privilegio estaban aquellas personas que destacaron por sus servicios. Una de sus características que diferenciaba a la nobleza inca del pueblo era el enorme tamaño de sus orejas, causado por el uso de aros expansores.

La nobleza de sangre en el imperio incaico se estima al momento de su caída en más de 10 000 individuos repartidos en diferentes partes del territorio, que cumplían funciones administrativas y militares. Parte de las estrategias utilizadas por los incas para someter a otros pueblos, luego de enfrentamientos militares, era establecer alianzas matrimoniales entre los caciques locales y las hijas o concubinas del inca a modo de crear lazos que permitieran la pacífica ocupación. También era habitual que el cacique entregara a sus hijas al Inca, las que se enviaban directamente al Cuzco para formar parte de su harén.

Con la caída del imperio, se perdieron todas las prerrogativas nobiliarias incaicas existentes sin embargo, algunos nobles hicieron esfuerzos para que estas fueran reconocidas por la corona española, como Cristóbal Pariacallán Tuquiguaraca, a quien se le concedió escudo de armas y privilegios, también Felipe Guamán Poma de Ayala o Inca Garcilaso de la Vega hicieron gestiones en el sentido de que se reconocieran sus distinciones de clase.

Las panacas

Las panacas eran linajes de los descendientes directos de un inca reinante, excluyendo el sucesor y conservaban la momia del inca fallecido, al igual que sus memorias, quipus, cantares y pinturas en recuerdo del finado de generación en generación.

Estas panacas reales formaban la élite cuzqueña. Tuvieron un rol en la política del incanato y sus alianzas y enemistades fueron cruciales para la historia de la capital inca. Se dice que hubo otras panacas, que tuvieron un papel importante en épocas anteriores. Una nota curiosa acerca de las panacas, es que si se le añaden las panacas tradicionales, se obtiene un total de ocho panacas por cada dinastía, el cual es un número frecuente en la organización andina de los ayllus por ser un múltiplo de la dualidad y de la cuadriplicación.

Eran el grueso de la población que iniciaba su servicio al estado con la mayoría de edad, de ahí su significado «hombre mayor». Eran la población común del imperio incaico que estaban dedicados a las actividades de ganadería, agricultura, pesca y artesanía; eran la fuerza de trabajo. Se podía disponer de ellos para servir en el ejército y trabajar las tierras del estado, también podían ser nombrados «mitimaes» o «yana».[30]

Hasta antes de casarse, los padres eran los que designaban el trabajo a sus hijos. Posterior al matrimonio el hombre adquiría responsabilidades con el estado. A partir del matrimonio los «hatun runa» debían prestaciones al estado para toda su vida. Pero antes de eso los niños iban teniendo obligaciones menores que iban incrementando en responsabilidad con la edad. Existieron adolescentes a los cuales se les encargaba la tarea del acarreo de cargas para el estado y el ejército; a los adultos mayores se les encargaban tareas auxiliares en las que se requería mayor criterio.[30]

Según crónicas de Pedro Pizarro, los jorobados habrían sido utilizados como bufones de la corte y las mujeres acompañaban a sus hombres en la prestación de servicios, tanto para la guerra como para las labores agrícolas.[30]

Fueron pobladores que eran trasladados a otras regiones junto con sus familias y bajo el mando de su jefe étnico, estas poblaciones permanecían en territorios alejados por un tiempo determinado cumpliendo tareas asignadas por el estado o por sus mismos jefes. Estos grupos no perdían sus derechos comunales, además mantenían lazos de reciprocidad y parentesco. Según las crónicas, los «mitmaqkuna» mantenían sus vestidos y tocados utilizados en sus pueblos de origen, además se trasladaban llevando consigo sus bienes.[30]

La institucionalidad de los «mitmaq» existió antes de la expansión incaica, y surgió de la necesidad de los pueblos andinos de acceder a otros pisos ecológicos y explotar recursos diversos que complementarían su alimentación. Durante la época de mayor expansión del imperio hubo transformaciones en la institucionalidad de los «mitmaq», puesto que los movimientos migratorios se hicieron a distancias más largas y masivas, impidiendo que el grupo de «mitmaqkuna» continúe en contacto con su núcleo de origen.[30]

Se trataba de poblaciones trasplantadas con el objetivo de producir bienes que luego serían redistribuidos. En algunos casos la población era trasladada como muestra de confianza y en otros como castigo; la diferencia radicaba en las condiciones de vida de unos y otros (castigados y premiados). Cieza de León afirma que existieron miembros de la élite cuzqueña que fueron trasladados con sus familias para enseñar el idioma y tradiciones incaicas, estos eran elegidos como muestra de confianza y se les daba «chacras», casas, dádivas, objetos de lujo, honores e incluso mujeres en señal de recompensa por tener que viajar lejos del Cuzco.[30]

Los yanaconas (yanakunas) o simplemente yanas, son un grupo poblacional difícil de definir en tanto que eran poblaciones extraídas de su grupo étnico para labores específicas pero que en algunos casos tuvieron funciones gubernamentales importantes llegando, en algunos casos, a ser curacas y a tener inclusive «acllas» otorgadas por el inca.[30]

Básicamente los «yanakuna» fueron población escogida por sus habilidades para prestar un servicio especial, se documentan grupos yanakuna llevados desde Chan Chan al Cuzco para sus servicios metalúrgicos, así como grupos Cañaris trasladados al valle de Yucay para el cultivo del maíz. En el caso de la producción maicera de los cañaris de Yucay, sirvió para la alimentación directa de las panacas cuzqueñas.[30]

La institucionalización de este grupo poblacional está documentado a través de relatos recogidos por los cronistas europeos. Según algunos relatos los «yanas» fueron población que se rebeló y a la que se le perdonó su vida a cambio de servir perpetuamente al soberano incaico, esta rebelión sucedió en Yanayaco; según la leyenda, justo cuando iban a ser ejecutados Mama Ocllo intercedió por ellos y pidió que estuvieran a su servicio. Según Rostworowski el Inca entregaba población yana a la «coya» cuando al momento de casarse.

La población «yana» también era entregada por el Inca a otros curacas para servicios especiales, en este caso hacían lo que ordenaba la persona a las que estaban a cargo. Los yanas estaban repartidos en casi todo el imperio, se documentan «yanas» al cuidado de las momias de los soberanos incaicos; asimismo el sol y las huacas tenían «yanas» a su servicio (Cieza de León describe a los yanas al cuidado de las huacas de «Huanacaure» y «Huarochirí»).

Los primero europeos identificaron a los «yanas» como poblaciones sin derechos, comparándolos con la concepción de esclavos que existía en la Europa de aquellos años. Sin embargo existe información que descarta esta posibilidad que fue publicada por J. Murra; esta información señala que los «yanas» tenían derecho a recibir tierras para su sustento. Investigaciones de W. Espinoza señalan que el estatus de «yana» era algo común antes del imperio y su número fue aumentando a medida que el territorio se extendía.

Algunos estudiosos los identifican como esclavos, y a pesar de no aparecer en las crónicas se sabe de ellos pues estaban descritos en los diccionarios quechuas. Según investigaciones de Rostorowsky, estos diccionarios se menciona que los «pinakuna» fueron prisioneros de guerra y ocupaban un nivel inferior en la escala incaica. Según W. Espinoza, señala que la institucionalización de los «piñakuna» es tardía y quien la institucionalizó fue Huayna Capac; a partir de este periodo todo aquel prisionero de guerra que no admitía su derrota pasaba a formar parte de los «piñakunas». Así sucedió con algunos grupos de pastos, carangues, cayambes, quitos, cañaris y chachas.[30]

La situación de los «piñacunas» fue extensiva para sus parejas e hijos, quedando como propiedad del estado incaico, enviándolos a trabajar en zonas de difícil acceso, generalmente en cocales de la selva de montaña; existen evidencias de que el estado también les proporcionaba tierras para su propia subsistencia.[30]

El incario extendió su dominio bajo distintas etnias. El mestizaje era casi nulo. Se calcula que la población total del imperio fue de entre 16 a 18 millones, dependiendo las fuentes.

Al llegar al imperio incaico, los españoles coincidieron en destacar el éxito de su economía. Los cronistas describieron los productos que hallaron en los depósitos, alabando la abundancia de la producción tanto en agricultura como en ganadería; los europeos también alabaron la repartición equitativa de estos productos entre la población.[30]

Las crónicas coinciden que el éxito de la economía incaica se basaba en una correcta administración de los recursos, para hacer efectiva esta forma administrativa se construyeron depósitos y se utilizaron los quipus como un sistema de contabilidad.

Si bien las crónicas mencionan que la riqueza de los incas se basó en la entrega de tributos, las investigaciones recientes muestran que esto no fue así; más bien el éxito del imperio se logró en una correcta administración de la mano de obra, Pease afirma que esto logró que el estado tenga la producción necesaria para la redistribución.[30]

El trabajo para la producción redistributiva era rotativo (mita) y era entregada periódicamente por los ayllus del imperio incaico. Este sistema no fue creación incaica pues estaba basado en las formas tradicionales de administración, los Incas llevaron este sistema a su máxima expresión almacenando producción y redistribuyéndola conforme a las necesidades e intereses estatales.[30]

La base de la economía fue la agricultura; las tierras eran comunales. Cada familia tenía sus tierras para cultivarlas y alimentarse. Las familias más numerosas, recibían mayor cantidad de tierras.

La forma de trabajo de las tierras era la minka, es decir, «se ayudaban en tareas agrícolas en forma comunitaria». El Portal Fuenterrebollo, nos dice que «… bien cuando un individuo tenía tanto trabajo que no podía con él, o en caso de huérfanos, enfermos y viudas». «Cuando no se podía cultivar ciertas especies necesarias (las papas, por ejemplo), parte de la comunidad se asentaba en otras zonas. Esta forma de obtener recursos se conocía como "complementariedad ecológica"».

La base de la alimentación incaica, fue la papa y el maíz, complementada con carne de auquénidos: llama y alpaca. En las zonas altas de los Andes, se cultivaron y cosecharon hasta 200 especies de papas, que se diferenciaban por el color y el tamaño. Para evitar su descomposición y con fines de almacenarlas o para la alimentación de su numeroso ejército sobre todo cuando salían de campaña, aprendieron a secar y trozar la papa (liofilización), producto que se denominaba Chuño, luego antes de consumirlas las volvían a hidratar y se cocinaban. Complementaban esta dieta con otros vegetales como olluco, oca, tomate, frijol, zapallo, ají, maní (del cual además extraían aceite), quinua y frutas.

Los incas no solo cultivaron los terrenos planos o semi inclinados, usaron un sistema ingenioso para cultivar las laderas de los cerros, esta técnica consistía en formar terrazas, denominadas “andenes”, que rellenaban con tierra vegetal que era contenida con muros de piedra. Además de la lana que les proporcionaban los auquénidos, sembraron, cosecharon y usaron el algodón para la confección de su vestimenta. En las tierras correspondientes a la selva alta, sembraron y cosechaban la “hoja sagrada”: la coca.

Pescaban diversas especies de peces y cazaban aves silvestres. Para mantener tal cantidad de tierras sembradas, los incas fueron grandes ingenieros hidráulicos: mucho de los canales de regadía de la sierra aún hoy, funcionan perfectamente e irrigan las nuevas tierras de cultivo.

La tenencia de la tierra era un derecho que los pobladores tenían por pertenecer a un determinado grupo étnico. Los curacas repartían la tierra de acuerdo a las necesidades de los individuos y sus familias. La unidad de medida era el «tupu», pero las dimensiones del «tupu» podían variar de acuerdo al rendimiento de la tierra. De acuerdo a esto una unidad doméstica recibía 1 1/2 tupu, al nacer un hijo varón se les asignaba un tupu adicional y si nacía una mujer se les asignaba 1/2 tupu adicional; si los hijos se casaban, los tupus adicionales se les retiraba a la familia.[30]

Algunos cronistas indican que el reparto de las tierras era anual, Guamán Poma señala que ese reparto se realizaba después de la cosecha en el octavo mes del calendario incaico y que esa actividad recibía el nombre de «chacraconacuy» (esto correspondía a los meses de julio y agosto). John Murra señala que esta ceremonia anual era una ceremonia de reafirmación de las tierras y que existía una continuidad en la tenencia de la tierra por parte de cada familia. La ceremonia del «chacraconacuy» contemplaba la fertilización de la tierra, la limpieza y reparación de canales y acequias así como sacrificios a la «pachamama».[30]

En las crónicas se señala que luego de una conquista la tierra y el ganado eran declarados «propiedad del estado» y que luego eran cedidos a las poblaciones conquistadas. En realidad la tenencia de la tierra luego de una conquista era condicionada por la riqueza y los recursos que existían en ese territorio. Por lo general, a los productores de tubérculos se les dejaba continuar con la posesión de sus tierras; en cambio a los grupos productores de maíz y coca, era común que se les expropiara sus tierras para dedicarlas al estado o a los cultos, teniendo en cuenta que esta producción era especialmente importante para la religión incaica.[30]

Se ha documentado que en Chincha, por cada «huaranca» (mil unidades domésticas) se tomaba 1 chacra. En otros casos los Incas ampliaron la frontera agrícola (construyendo andenes y canales) para tomar esta ampliación a nombre del estado, luego estas tierras eran trabajadas por el grupo étnico conquistado. Otra modalidad fue colocar mitmakunas en las colonias del grupo étnico conquistado, como sucedió con los Lupaka.[30]

Existió una marcada diferenciación entre las tierras del estado y las destinadas al culto, estas eran administradas independientemente y sus cosechas eran almacenadas por separado. Inti, Mamaquilla, Chuquiilla, Pachamama tenían tierras asignadas a su culto, así como también los santuarios de los antepasados míticos como Huanacaure; además el estado, en muchos casos, asignó tierras a las deidades de las etnias conquistadas. La mano de obra para el trabajo de las tierras estatales y de culto se obtuvo de la mita.[30]

En las crónicas españolas se menciona la existencia de mercaderes, estos mercaderes básicamente eran habitantes de las costas que se dedicaban al intercambio de productos. Al respecto María Rostworowski aclara que el contexto utilizado para la palabra «mercader» en la época del imperio incaico debe entenderse en el entorno de una economía ajena al uso de la moneda en la cual solo existía el «trueque» (intercambio).[30]

Existieron dos grupos de tratantes de importancia los llamados «tratantes chinchanos» y los «tratantes norteños». Los chinchanos tenían dos rutas, una ruta marítima en la que iban hacia al norte en balsas llevando cobre y trayendo mullu, esta ruta llegaba hasta Manta y Portoviejo, existió otra ruta terrestre que se dirigía desde Chincha hacia el Cuzco.[30]

Los norteños tuvieron dos niveles, un primer nivel que se encargaba de desecar pescado para luego trasladarlo hacia la sierra colindante e intercambiarlos; el otro nivel correspondía a los pobladores que no peseían ningún tipo de tierra y que solo se dedicaban al intercambio de ropa de lana, chaquira, algodón, frijoles, pescado, sal y otras cosas. A estos especialistas en el intercambio se les llamó «mindalaes» y comerciaron en el actual Ecuador.[30]

Al ser los Andes una sociedad predominantemente agrícola, los incas supieron aprovechar al máximo el suelo, venciendo las adversidades que les ofrecía el accidentado terreno andino y las inclemencias del clima. La adaptación de técnicas agrícolas que ya se empleaban con anterioridad en distintas partes, permitió a los incas organizar la producción de diversos productos, tanto de la costa, sierra y selva, para poder redistribuirlos a pueblos que no tenían acceso a otras regiones. Los logros tecnológicos, alcanzados a nivel agrícola, no hubieran sido posibles sin la fuerza de trabajo que se encontraba a disposición del Inca, así como la red vial que permitía almacenar adecuadamente los recursos ya cosechados y repartirlos por todo su territorio.

Herramientas agrícolas

Los antiguos peruanos del Cuzco para realizar sus labores agrícolas utilizaron, como no tenían yunta por la falta de animales, el arado de tracción humana que denominaban la tajlla o chaquitajlla, que es un palo puntiagudo, con una punta un tanto encorvada, que a veces era de piedra o de metal. Antes de su terminal tenía esta herramienta otro palo transversal, el agricultor apoyaba su pie para hundirlo en la tierra y luego hacer el surco. Las herramientas manuales incaicas empleadas en la agricultura no han podido ser superadas, sobre todo cuando se trata de trabajar en las laderas andinas o en ámbitos limitados como los andenes.

Fertilizantes

La importancia de la agricultura llevó a los indígenas a buscar fertilizantes para sus cultivos. La información que poseemos sobre abonos procede de la costa y manifiesta el aprovechamiento de recursos naturales renovables. Los principales abonos empleados son nombrados por los cronistas y fueron usados sobre todo para la producción de maíz lo cual confirmaría la sugerencia de Murra acerca de la prioridad de este cultivo. Un primer abono consistía en enterrar junto con los granos, pequeños peces como sardinas o anchovetas. Una representación de este sistema estaba pintada en los muros de uno de los santuarios de Pachacámac donde figuraba una planta de maíz germinando de unos pececitos. El segundo abono usado era el estiércol de las aves marinas que por millares anidan en las islas del litoral. El recurso llamado guano se formaba por las deyecciones de las aves y los costeños tenían por costumbre extraer el guano de las islas. El tercer recurso renovable provenía del mantillo de hojas caídas de los Huarangos utilizadas para mejorar los suelos.

Los andenes

Los incas tuvieron una especial preocupación por encontrar formas para mejorar las condiciones del suelo para la agricultura. La variedad del clima y del territorio difícil, los llevaron a buscar soluciones diversas, y fueron muchas las formas que encontraron para hacer frente al problema. Entre las medidas más conocidas se encuentran la construcción de andenes, que durante el gobierno incaico se le dio una gran importancia. Aunque demandaban movilizar grandes cantidades de mano de obra, que el estado incaico podía realizar con relativa facilidad. Los andenes son terrazas agrícolas artificiales que sirven para obtener tierra útil para la siembra en las escarpadas laderas andinas. Permitían aprovechar mejor el agua, tanto en lluvia como en regadío, haciéndola circular a través de los canales que comunicaban sus diversos niveles, con esta medida evitaban al mismo tiempo la erosión hidráulica del suelo. Los andenes no solo servían para el cultivo del maíz, sino para el cultivo de diferentes productos agrícolas, y aún para diferentes usos: para sembríos, para evitar la erosión, para el lavado de la sal mineral, etc.

Los camellones

Eran terrenos artificiales construidos en las riberas del lago Titicaca. Se trataban de montículos de tierra que permitían almacenar y aprovechar mejor el agua en lugares de frecuentes inundaciones a causa de las lluvias. Usaron una serie de técnicas agrícolas en los camellones, entre ellas, el trazado de surcos artificiales para dar protección a las plantas, facilitar el drenaje durante las lluvias, inundaciones, riego, como fuentes de abono y, especialmente, para disminuir el crudo frío nocturno en las alturas, evitando de este modo las heladas.

Sistemas de riego

Los conocimientos hidráulicos -canales y bocatomas-, permitieron la irrigación y el cultivo, especialmente del maíz. El litoral peruano se caracteriza por sus dilatados desiertos cortados por ríos que bajan por las serranías y cuyos caudales permiten el surgimiento de la agricultura. Los costeños fueron los mayores ingenieros hidráulicos pues se perfeccionaron y lograron métodos bastante sofisticados de irrigación, sobre todo los mochicas y más tarde los chimú. En el Cuzco se canalizaron los dos riachuelos que atraviesan la ciudad, empedrando sus cauces y estableciendo puentes peatonales. Un ejemplo de la tecnología serrana es Cumbemayo, en Cajamarca, canal tallado en la piedra. La importancia de las obras hidráulicas se manifiesta en los numerosos mitos que cuentan los orígenes de dichas obras.

Productos agrícolas

Junto con la ganadería, la agricultura representó la base de la economía incaica. Las poblaciones que habitaron el área andina lograron domesticar y aclimatar una gran variedad de productos a diversas condiciones, sacando provecho de terrenos considerados difíciles para la producción agrícola. El principal producto que cultivaron era la papa, con la cual preparaban diferentes tipos de chuño; también otros tubérculos como la mashua, el olluco y la oca. El maíz era considerado un recurso de tipo suntuario que otorgaba prestigio y era cultivado con fines burocráticos, militares y ceremoniales. En la costa cultivaron el camote, frijol, etc.

En los Andes prehispánicos, los camélidos desempeñaron un rol verdaderamente importante en la economía. Particularmente fueron la llama y la alpaca (los únicos camélidos domesticados por el hombre andino) las que, criadas en hatos de gran escala, fueron utilizadas para diferentes propósitos dentro del sistema de producción de los incas. Igualmente, fueron utilizadas otras dos especies de camélidos sin domesticar: la vicuña y el guanaco. La primera de estas era cazada mediante los chacos (cacerías colectivas) para ser esquiladas (con herramientas de ganadería como piedras, cuchillos, hachas de piedra y hachas de metal como cobre )y luego puestas en libertad; así se aseguraban que su cantidad se mantuviese. Los guanacos en cambio, eran cazados por su carne, que era muy apreciada. Los cronistas señalan que se comía la carne de todos los camélidos, pero debido a las restricciones que existían para su matanza su consumo debió haber sido todo un lujo. Probablemente la población tenía acceso a carne fresca solo en el ejército o en ocasiones ceremoniales, cuando se hacía una amplia distribución de los animales sacrificados. En la época de la colonia, los pastos fueron desapareciendo o empobreciéndose debido exclusivamente a la presencia masiva de los animales introducidos por los españoles y los hábitos alimenticios que estos tenían. El medio ambiente andino sufrió un cambio considerable con los animales domésticos que llegaron con la presencia hispana.

El trabajo representó la principal actividad del imperio incaico y presentó las siguientes formas: mita, minca y ayni.

La base contractual verbal de la administración de bienes y servicios se basaban frecuentemente en dos principios básicos: la reciprocidad y la redistribución.

La base que sustentaba la reciprocidad simétrica, o apoyo mutuo y recíproco entre parientes en el interior del ayllu, estaba dada por la posesión en común de la tierra, explotada comunitariamente para la producción especializada y en los pastos, y en forma familiar en las partes dedicadas al cultivo de subsistencia. La tierra del ayllu se dividía en un cierto número de sectores, teniendo en cuenta sus condiciones ecológicas y los ciclos rotativos de los cultivos, teniendo cada familia derecho a tener acceso a tierras en cada uno de los sectores, lo que determinaba un esfuerzo por controlar el máximo de pisos ecológicos. El parentesco representaba el sistema regulador de la organización de las relaciones de producción, distinguiendo entre parientes cercanos y lejanos. Entre los primeros la reciprocidad en las relaciones de producción y distribución era generalizada, mientras que entre los segundos era más específica porque las prestaciones que se intercambiaban eran contabilizadas para ser devueltas en la misma forma y cantidad.[32]

La reciprocidad asimétrica se daba de los miembros del ayllu con el Inca, a cambio de la recaudación de excedentes, el Inca brindaba a sus súbditos seguridad externa y asistencias en caso de desgracias. Consistía en la distribución de excedentes por parte del Estado incaico. En caso de sequía o plagas, por ejemplo, los funcionarios del imperio abastecían las regiones afectadas con los excedentes de regiones favorecidas, los productos se almacenaban en los llamados "Tambos" para disponer de ellas en caso de necesidad.[31]

Cuando algunos pueblos del Imperio no podían satisfacer sus necesidades básicas porque las regiones en las que vivían habían sido afectadas por malas cosechas u otras catástrofes, el Estado incaico redistribuía una parte de los alimentos, materias primas y productos manufacturados almacenados.

También utilizaba los bienes acumulados para costear los gastos de las constantes expediciones militares, y para premiar los servicios realizados por algunos funcionarios, generalmente nobles.

El Qhapaq Ñan fue un sistema de caminos de enormes distancias en la civilización incaica que vinculaba las ciudades importantes de la costa y de la sierra. Se estructuró con base en dos ejes longitudinales: el sector cordillerano y el sector llano costero. Este sistema de los incas fue legado milenario de culturas pre-incaicas, potenciado durante el Estado incaico.

Todos estos caminos se encontraban conectados al Cusco, la capital del Tahuantinsuyo o Imperio incaico, facilitaban su comunicación con los distintos pueblos anexados en el marco del proceso expansivo inca y, al mismo tiempo, constituían un efectivo medio de integración político–administrativa, socio-económica y cultural. Dado que el Qhapaq Ñan interconectaba localidades tan distantes como Quito, Cusco y Tucumán, los conquistadores españoles lo emplearon durante el siglo XVI para invadir Perú, Bolivia, Chile y las pampas cordilleranas argentinas

Actualmente se está postulando la teoría de la construcción incaica de un camino que conecta al Cuzco con la costa atlántica del Brasil en el estado de Sao Paulo, este camino tiene como nombre Peabirú (nótese la coincidencia en las dos últimas sílabas con el vocablo "Birú" nombre primigenio del Perú).[33]

Sistemas de abastecimiento

El Tambo era un recinto situado al lado de un camino importante usado por personal estatal itinerante como albergue y como centro de acopio para fines administrativos y militares.​ Su importancia está en que los tambos son las edificaciones de mayor presencia a lo largo del Imperio inca. El camino del Inca (Qhapaq Ñan) tenía tambos distantes 20 o 30 km (una jornada de camino a pie) entre sí. Su principal función era la de albergar a los chasquis (emisarios) y a los funcionarios incas que transitaban estos caminos. No se tiene información si albergaban a hombres comunes y corrientes. Personas de las comunidades cercanas eran reclutadas para servir en los tambos como parte del sistema de trabajo denominado mita.

Además de servir de refugio, se sabe que los tambos eran centros de acopio de alimentos, lana, leña u otros materiales básicos para la alimentación. De este modo, en épocas de penurias climáticas o desastres naturales los tambos alimentaban y proveían de algunos materiales para la población de las aldeas más cercanas. Como la agricultura era la principal fuente de alimentación de los habitantes del Imperio inca, la administración estableció estos lugares como una bodega donde se podía guardar alimento en caso de emergencia, asegurando así el buen vivir de la población.​

Los chasquis

Los chasquis ​eran corredores jóvenes que llevaba un mensaje o recado en el sistema de correos del Tahuantinsuyo, desplazándose a la carrera de una posta a la inmediata siguiente.

Era el mensajero personal del inca, que utilizaba un sistema de postas para entregar mensajes​ u objetos. Fundamentalmente transportaban la información en los Quipu que había sido elaborada por los Quipucamayoc. En pocas palabras, los chasquis eran como los carteros de la realeza inca.

Los chasquis eran viejos diestros y preparados físicamente desde temprana edad, y recorrían a través de un sistema de postas (tambos), los extensos caminos construidos por el estado inca, pues de ellos pudiera depender una orden de suspensión de una acción bélica a tiempo o llegaran los refuerzos a una batalla. Eran hijos de curacas, gente de confianza.

Llevaba siempre un pututu, trompeta de caracol, para anunciar su llegada peruana y alertar a su relevo; por armas portaba una porra y una huaraca, un quipu, donde traía la información, un atado a la espalda, donde conducía objetos y encomiendas, una vara, y en la cabeza, un penacho de plumas blancas a modo de identificador visual.​ "Dicen que un caracol de Colombia llegaba vivo al inca, en el Cuzco."

También servían de espías al imperio a la nobleza para tener estrategias bélicas de batalla contra los otros pueblos y culturas de la América latina en los tiempos precolombinos.

El ejército fue una institución muy importante cuya principal tarea fue la conquista de nuevos territorios para anexarlos al imperio, aunque también tuvo un papel destacado en mantener bajo el dominio del Cuzco a los grupos étnicos recientemente conquistados, tales como los Guallas, Sahuasiray, Antasayas, etc.

Al parecer el mando era dual, pues a la cabeza estaban jefes representantes de las mitades hanan y hurin. Existían cuadros permanentes en manos de los miembros de los linajes incaicos, incluyendo al Inca y sus parientes más cercanos La formación de los miembros de la élite tenía un fuerte componente militar, sus ceremonias de iniciación concedían mucha atención a las aptitudes militares y resistencia física.

A partir del inca Tupac Yupanqui se empezaron a formar militares profesionales, desligados por completo de las tareas productivas. Es el caso de la guardia personal del Inca además de castas guerreras y hereditarias.

La religión estuvo constantemente presente en todos los ámbitos de las labores incaicas. En las leyendas de formación del imperio incaico, se percibe una marcada diferencia sexual entre hombre y mujer. Eran politeístas (es decir creían en varios dioses), destacando el culto al "Dios Sol (Inti)".

Según la mitología incaica, existían tres mundos diferentes, los cuales habían sido creados por el dios incaico Viracocha (también conocido como Wiracocha o Huiracocha). La división se hacía de la siguiente manera:

1. Hanan Pacha (mundo de arriba, celestial o supraterrenal): Era mundo celestial y solo las personas justas podían entrar en ella, cruzando un puente hecho de pelo. En la tradición andina se definió al Hanan Pacha como el mundo superior donde habitaban los dioses como Viracocha, Inti, Mama Quilla, Pachacamac, Mama Cocha, etc. Era representado por el cóndor, ave ancestral de los Andes.

2. Kay Pacha (mundo del presente y de aquí): Es el nombre del mundo terrenal, donde habitan los seres humanos y pasan sus vidas. Representado por el puma, animal de a pie, del mundo terrestre.



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